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Algunos acontecimientos tienen una importancia que no se limita al ámbito local o inmediato, sino que tiene un alcance internacional. Por el número de sectores afectados, la combatividad de los trabajadores implicados en la lucha y el amplio apoyo a la acción entre la población trabajadora, la ola de huelgas que se ha extendido por toda Gran Bretaña este verano es un acontecimiento de innegable importancia a nivel nacional. Pero también hay que entender que la importancia histórica de estas luchas va mucho más allá de su dimensión local o incluso de su ocurrencia puntual. Desde hace décadas, la clase obrera de los países europeos está sometida a la presión asfixiante de la descomposición del capitalismo. Más concretamente, desde 2020, ha sufrido varias oleadas de Covid y luego el horror de la guerra bárbara en Europa con la invasión rusa de Ucrania. Aunque estos acontecimientos afectaron a la combatividad de los trabajadores, no la hicieron desaparecer, como todavía subrayaron las luchas en Estados Unidos, España, Italia, Francia, Corea e Irán a finales de 2021 y principios de 2022. Sin embargo, la oleada de huelgas en Gran Bretaña en respuesta a los ataques a su nivel de vida causados por la profundización de la crisis económica, acentuada por las consecuencias de la crisis sanitaria y, sobre todo, por la guerra en Ucrania, es de una escala diferente. En circunstancias difíciles, los trabajadores británicos envían una señal clara a los trabajadores de todo el mundo: hay que luchar, aunque hayamos sufrido ataques y aceptado sacrificios sin poder reaccionar; pero hoy "ya basta": no lo aceptamos más, hay que luchar. Este es el mensaje que se envía a los trabajadores de otros países. En este contexto, la entrada en la lucha del proletariado británico constituye un acontecimiento de importancia histórica en varios niveles.
1. El proletariado británico recupera su combatividad
Esta ola de lucha está dirigida por una fracción del proletariado europeo que ha sufrido más que la mayoría el retroceso general de la lucha de clases desde 1990. En efecto, si en los años 70, aunque con cierto retraso respecto a otros países como Francia, Italia o Polonia, los trabajadores británicos desarrollaron luchas muy importantes, que culminaron con la ola de huelgas de 1979 ("el invierno del descontento"), el Reino Unido fue el país europeo donde el retroceso de la combatividad ha sido más acusado en los últimos 40 años. Durante la década de 1980, la clase obrera británica sufrió una eficaz contraofensiva de la burguesía que culminó con la derrota de la huelga de mineros de 1985 por parte de Thatcher, la "Dama de Hierro" de la burguesía británica. Además, Gran Bretaña se ha visto especialmente afectada por la desindustrialización y la transferencia de industrias a China, India o Europa del Este. Así, cuando la clase obrera sufrió un declive generalizado en todo el mundo en 1989, éste fue especialmente acusado en Gran Bretaña. Además, en los últimos años, los trabajadores británicos han sufrido la embestida de los movimientos populistas y, sobre todo, la ensordecedora campaña del Brexit, estimulando la división en su seno entre los "remainers" y los "leavers", y luego la crisis de Covid que ha pesado mucho sobre la clase obrera, especialmente en Gran Bretaña. Por último, y más recientemente, se ha enfrentado a la intensa algarabía democrática pro-ucraniana y al belicismo especialmente abyecto en torno a la guerra de Ucrania. La "generación Thatcher" sufrió una gran derrota, pero hoy aparece en la escena social una nueva generación de proletarios que ya no se ve tan afectada como sus mayores por el peso de estas derrotas y levanta la cabeza, mostrando que la clase obrera es capaz de responder mediante la lucha a estos grandes ataques. Guardando las proporciones, asistimos a un fenómeno bastante comparable (aunque no idéntico) al que vio surgir a la clase obrera francesa en 1968: la llegada de una generación joven menos afectada que sus mayores por el peso de la contrarrevolución.
2. La importancia internacional de la clase obrera británica
El "verano de la ira" solo puede ser un estímulo para todos los trabajadores del planeta y ello por varias razones: se trata de la clase obrera de la quinta potencia económica mundial, y de un proletariado anglófono, cuyas luchas pueden tener un impacto importante en países como Estados Unidos, Canadá o en otras regiones del mundo, como la India o Sudáfrica. Al ser el inglés la lengua de comunicación mundial, la influencia de estos movimientos supera necesariamente la de las luchas en Francia o Alemania, por ejemplo. En este sentido, el proletariado inglés muestra el camino no sólo a los trabajadores europeos, que deberán estar en la vanguardia del ascenso de la lucha de clases, sino también al proletariado mundial, y en particular al proletariado americano. En la perspectiva de las futuras luchas, la clase obrera británica puede servir así de enlace entre el proletariado de Europa Occidental y el proletariado americano. Esta importancia puede medirse también por la reacción preocupada de la burguesía, especialmente en Europa Occidental, ante el peligro de la extensión del "deterioro de la situación social". Es el caso, en particular, de Francia, Bélgica o Alemania, donde la burguesía, a diferencia de la actitud de la burguesía británica, ha tomado medidas más firmes para poner un techo a las subidas del petróleo, del gas y de la electricidad o para compensar el impacto de la inflación y de las subidas de precios mediante subvenciones o reducciones de impuestos, al tiempo que proclama a viva voz que quiere proteger el poder adquisitivo de los trabajadores. Por otra parte, la amplia cobertura mediática de la muerte de la reina Isabel y de las ceremonias fúnebres pretendía contrarrestar las imágenes de la lucha de clases y mostrar, en cambio, una imagen de una población británica unida, envuelta en un fervor nacionalista y respetuosa con el orden constitucional burgués. Desde entonces, los medios de comunicación burgueses han aplicado un amplio apagón sobre la continuación de los movimientos de huelga. La burguesía sabe perfectamente que la profundización de la crisis y las consecuencias de la guerra no cesarán. Sin embargo, el hecho de que ya se esté desarrollando un movimiento masivo ante los primeros ataques, que son similares para todos los destacamentos del proletariado, no solo en Inglaterra sino en Europa e incluso en el mundo, ataques que la burguesía se ve obligada a imponer en el contexto actual, no puede sino preocupar profundamente a la burguesía.
3. Una ruptura en la dinámica de la lucha de clases internacional
Aunque el proletariado de Europa Occidenta no ha sido derrotado durante los últimos cuarenta años, a diferencia de lo que ocurría antes de las dos guerras mundiales, el declive de su conciencia de clase después de 1989 (subrayado por la campaña sobre la "muerte del comunismo") ha sido, sin embargo, extremadamente importante. En segundo lugar, la profundización de la descomposición a partir de los años 90 ha afectado cada vez más a su identidad de clase, y esta tendencia no ha podido ser invertida por ciertos movimientos de lucha o expresiones de reflexión entre minorías de la clase en las dos primeras décadas del siglo XXI, como la lucha contra el Contrato del Primer Empleo (CPE) en Francia en 2006, el movimiento de los "Indignados" en España en 2011, las luchas en la SNCF y Air France en 2014 y el movimiento contra la reforma de las pensiones en 2019 en Francia o el "Striketober" (neologismo que alude a la ola de huelgas en octubre) en Estados Unidos en 2021. Además, a lo largo de las dos primeras décadas del siglo XXI, la clase obrera mundial se ha enfrentado en sus luchas al peligro de los movimientos interclasistas, como en Francia con las acciones de los "Chalecos amarillos", al peso de las movilizaciones populistas, como el movimiento MAGA ("Make America Great Again") en Estados Unidos, o a campañas burguesas como las "marchas por el clima" o el movimiento "Black Lives Matter" y las movilizaciones a favor del derecho al aborto en Estados Unidos y otros países. Más recientemente, ante las primeras consecuencias de la crisis, han estallado numerosas revueltas populares en varios países de América Latina contra el aumento del precio de los combustibles y otros productos básicos. Todos estos movimientos constituyen un peligro para los trabajadores en la medida en que los arrastran a un terreno interclasista, donde son ahogados por la masa de "ciudadanos" o arrastrados a un terreno completamente burgués. Pero sólo el proletariado ofrece una alternativa a los desastres que marcan nuestra sociedad. Y precisamente, a diferencia de estos movimientos que arrastran a los trabajadores a terrenos falsos, la aportación fundamental de la oleada de huelgas de los trabajadores británicos es la afirmación de que la lucha contra la explotación capitalista debe situarse en un claro terreno de clase y plantear claras reivindicaciones obreras contra los ataques al nivel de vida de los trabajadores: "Además, y este es el elemento que en última instancia determinará el resultado de la situación mundial, el inexorable agravamiento de la crisis capitalista constituye el estimulante esencial para la lucha de clases y el desarrollo de la conciencia, la condición previa para su capacidad de resistir el veneno que destila la podredumbre social. Porque si bien no hay base para la unificación de la clase en las luchas parciales contra los efectos de la descomposición, sin embargo, su lucha contra los efectos directos de la crisis constituye la base para el desarrollo de su fuerza y unidad de clase". (Tesis sobre la descomposición, 1991. Revista Internacional nº 107, 2001). El desarrollo de esta combatividad masiva en las luchas por la defensa del poder adquisitivo es, para el proletariado mundial, una condición ineludible para superar el profundo retroceso que ha sufrido desde el derrumbe del bloque del Este y de los regímenes estalinistas y para recuperar su identidad de clase y su perspectiva revolucionaria. En definitiva, tanto desde el punto de vista histórico como desde el contexto actual al que se enfrenta la clase obrera, esta oleada de huelgas en Gran Bretaña constituye, por tanto, una ruptura en la dinámica de la lucha de clases, capaz de poner en marcha un "cambio en la atmósfera social".
4. Similitudes y diferencias con Mayo del 68 en Francia
El "cambio de ambiente" social habido durante estas luchas en Gran Bretaña recuerda en ciertos aspectos la situación que se inició en aquel Mayo de 1968 en Francia. Mayo del 68 fue el símbolo de la ruptura con el largo periodo de contrarrevolución precedente, quebrando el collar con el que el estalinismo tenía amarrado al proletariado, inyectando dinamismo, un impetuoso desarrollo mundial de las luchas obreras y abriendo un periodo de enfrentamientos de clase que se concretó durante las dos décadas siguientes en el "otoño caliente" de 1969 en Italia, las luchas en Polonia en 1970 y 1976, antes de alcanzar su auge en agosto de 1980, en Bélgica entre 1970 y 1972, luego en 1983 (servicios públicos) y en 1986, en Estados Unidos (General Motors en Lordstown, Ohio) en 1972 y luego una nueva oleada de huelgas durante el verano de 1986, en Francia de nuevo con la lucha de los trabajadores del acero (Longwy, Denain) en 1979, en Suecia en 1980, en parte de los países escandinavos -Suecia y Noruega- (86), los estibadores de Rotterdam en los Países Bajos en 1984, así como en España (Vitoria, 1976), Alemania, Grecia, Brasil, México y Sudáfrica, entre otros.
En efecto, la entrada en lucha de los proletarios en Gran Bretaña tiene una importancia comparable a la de Mayo del 68 en Francia, porque se sitúa en el corazón de uno de los bastiones más antiguos y desarrollados del capitalismo, en Europa Occidental, en uno de los batallones del proletariado más experimentados en la guerra de clases. Por eso, esa lucha va a desempeñar un papel clave como acicate de crucial importancia en el nuevo desarrollo de las luchas a escala mundial. Y, por otra parte, hoy la burguesía sigue prendiendo las mechas de los mismos contrafuegos con los que se topó la clase obrera en 1968, enfrentada hoy a los mismos enemigos: sindicatos, partidos de izquierda y organizaciones izquierdistas para hacerla descarrilar su combate de su vía de clase.
Y también, el despertar de la combatividad del proletariado en Gran Bretaña replicando a la dramática agravación de la crisis mundial del capitalismo y a los ataques de la burguesía evoca, mutatis mutandis, el Mayo 68 francés por el importante número de proletarios implicados en una lucha que afecta a todos los principales sectores de actividad del país. El análisis del desarrollo de las luchas proletarias en el corazón de Europa debe inscribirse en esta dimensión histórica. Todo lo que la CCI propuso antes de 2022 para analizar el desarrollo de la combatividad obrera en su terreno frente a la crisis y los ataques de la burguesía, se ha confirmado. El proletariado está desarrollando sus luchas actuales sobre esas bases.
Sin embargo, existen diferencias considerables entre ambas situaciones. El contexto es muy diferente: la clase obrera se encuentra hoy considerablemente debilitada. En aquella época el proletariado albergaba cantidad de ilusiones y confusiones sobre el camino hacia la revolución que parecía a su alcance. Esas fueron una de las mayores debilidades de las luchas del 68 y de los veinte años de luchas obreras que siguieron, lo cual llevó al proletariado a encontrarse totalmente indefenso y desorientado en el momento de la caída del bloque del Este en 1989. Esto permitió a la burguesía desarrollar y llevar a cabo una gigantesca campaña ideológica a escala mundial contra el marxismo y el comunismo presentándolos como una victoria de la democracia sobre los regímenes totalitarios "comunistas", minando así la confianza de la clase obrera en sí, en sus fuerzas, acarreando un reflujo general de la lucha de clases, afectando todo ello profundamente a su capacidad para luchar en su terreno de clase y abriendo así el camino a una nueva fase en el hundimiento de la moribunda sociedad capitalista en su decadencia: El resultado ha sido una descomposición social y un estancamiento en la relación de fuerzas en la que ni el proletariado ni la burguesía son capaces de imponer su "salida" al capitalismo en crisis: la revolución mundial para aquel o la guerra mundial para esta, haciendo así posible que se haya producido una putrefacción de raíz de la sociedad y una desintegración de las relaciones sociales, una espiral dominada por la tendencia al sálvese quien pueda y la sumersión en el caos y la barbarie bélica.
Una de las consecuencias de este contexto diferente es que, mientras que en el período de desarrollo de la lucha de clases entre 1968 y 1989, el proletariado pudo desempeñar un papel activo como freno en la confrontación entre los dos bloques, pues su movilización en su terreno de clase impedía el enrolamiento ideológico por parte de la burguesía tras sus soluciones bélicas, siendo así un obstáculo decisivo ante el estallido de una tercera guerra mundial; ahora, en cambio, el nivel de desarrollo de la lucha de clases no dispone de los medios para oponerse inmediata y directamente a la guerra como vemos con la guerra en Ucrania.
Por otra parte, esta situación es reveladora de algo aún más fundamental y crucial para el propio futuro de la humanidad: el inexorable hundimiento de la sociedad capitalista en el caos y la barbarie bélica, la acumulación y encadenamiento de peligros mortales contenidos en la última fase de descomposición del capitalismo, es mucho más más reveladora de la evidente bancarrota del sistema cuyo desenlace será la destrucción planetaria, que la amenaza de una guerra mundial.
Por todo ello, las luchas en Gran Bretaña demuestran que el proletariado no ha sufrido una derrota decisiva, que no está vencido de antemano. Por el contrario, es capaz de levantar cabeza, a pesar de la cantidad de dificultades e incluso de nuevos desafíos que inevitablemente se le presentarán. Esas luchas muestran que sigue abierta la alternativa de futuro: comunismo o barbarie.
Hoy, muchas de las ilusiones y debilidades que marcaron las luchas entre 1968 y 1989 se han derrumbado: Ha quedado claro que el camino hacia la revolución comunista es todavía largo, lleno de escollos y obstáculos que se han hecho más difíciles de superar. Abrirse paso es un reto enorme, pero al proletariado no le queda más remedio que comprometerse resueltamente en una lucha que deja abierta la perspectiva de recuperar la confianza en sí mismo desarrollando sus propias luchas y afirmarse una vez más como la única fuerza social capaz de derrocar y destruir el capitalismo antes de que éste destruya la humanidad.
5. Una lucha contra los ataques económicos agravados por la guerra imperialista
Queda pues clara la importancia de este movimiento no se limita al hecho de que pone fin a un largo período de relativa pasividad. Estas luchas se desarrollan en un momento en el que el mundo se enfrenta a una guerra imperialista de gran envergadura, una guerra que opone a Rusia y Ucrania en suelo europeo, pero que tiene un alcance mundial con, en particular, una movilización de los países miembros de la OTAN que es una movilización no solo en las armas, sino también en el plano económico, diplomático e ideológico: en los países occidentales, los gobiernos piden sacrificios para "defender la libertad y la democracia". En concreto, esto significa que los proletarios de estos países deben apretarse aún más el cinturón para "mostrar su solidaridad con Ucrania", de hecho, con la clase dominante ucraniana y los gobernantes de los países occidentales. Frente al conflicto en Ucrania, llamar a una movilización directa de los trabajadores contra la guerra es ilusorio en Europa Occidental o en los Estados Unidos; sin embargo, desde febrero de 2022, la CCI ha destacado que la reacción de los trabajadores aparecerá sobre la base del ataque a sus salarios, producto de la acumulación e interconexión de las crisis y desastres del período pasado, y contra la campaña que llama a aceptar sacrificios en apoyo a la "resistencia heroica del pueblo ucraniano". Además, la movilización contra la austeridad capitalista contiene también, en última instancia, una oposición a la guerra. Esto es también lo que llevan en embrión las huelgas de la clase obrera en el Reino Unido, aunque los trabajadores no sean siempre plenamente conscientes de ello: el rechazo a hacer más y más sacrificios por los intereses de la clase dominante, el rechazo a los sacrificios por la economía nacional y por el esfuerzo de guerra, y el rechazo a aceptar la lógica de este sistema que lleva a la humanidad hacia la catástrofe y, finalmente, a su destrucción. En resumen, aunque las luchas se limiten por el momento a un solo país, aunque se agoten, y aunque probablemente no debamos esperar una serie de acontecimientos importantes similares en diferentes países en un futuro próximo, se ha alcanzado un hito. El logro esencial de la lucha de los trabajadores en Gran Bretaña es levantarse y luchar, porque la peor derrota es sufrir el empobrecimiento sin luchar. Es sobre esta base que se pueden aprender las lecciones y la lucha puede avanzar. En esta perspectiva, las huelgas representan un cambio cualitativo y anuncian un cambio en la situación de la clase obrera frente a la burguesía: marcan un desarrollo de la combatividad en un terreno de clase que puede ser el inicio de un nuevo episodio de la lucha, porque es a través de sus luchas económicas masivas que la clase obrera podrá recuperar progresivamente su identidad de clase, erosionada por la presión de 40 años de descomposición, por el reflujo de las luchas y la conciencia, por las sirenas de los movimientos interclasistas, el populismo y las campañas ecologistas. Es sobre esta base que la clase obrera podrá abrir una perspectiva para el conjunto de la sociedad. Desde este punto de vista, hay un "antes" y un "después" del verano de 2022.
R. Havanais, 30.12.2022