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Si bien la epidemia ya se había propagado ampliamente en Europa y especialmente en Italia, la burguesía francesa empezó a reaccionar con mucho retraso y muy tímidamente en la adopción de medidas con las que "proteger" a la población. Hasta que la situación no llegó a ser catastrófica en ciertas regiones como Picardía o Alsacia, el gobierno de Macron no despertó y tomó decisiones drásticas: confinamiento obligatorio, cierre de fronteras, controles policiales, movilización del ejército para acudir al rescate de unos equipos sanitarios que se veían totalmente desbordados.
"¡Estamos en guerra ¡” declaró el presidente Macron en su discurso del 16 de marzo. La terminología marcial afloró a partir de entonces en los discursos de ministros y políticos de todas las tendencias: "¡el enemigo está aquí"! ¡"unión Nacional"! ¡"guerra de posiciones"! ¡"movilización general"! “¡esfuerzo de guerra!” … El gobierno ha recurrido incluso a pobres ancianos, "héroes de la Segunda Guerra Mundial", para explicar que "toser en el codo" es un "acto de Resistencia".
Y aunque el “enemigo” sea "invisible" y "escurridizo", la lucha contra esta pandemia se atiene, es verdad, a lo que es una guerra: o sea el gobierno multiplica las mentiras y las medias verdades, envía a millones de trabajadores a arriesgar sus vidas en el frente (¡económico, supuestamente!), - y eso cuando no sacrifica a la tropa de la democracia en sus elecciones municipales, ¡en ofensivas suicidas e irresponsables!
¡El Estado burgués es responsable de la hecatombe!
¡"Estamos preparados y más que preparados. Si la guerra durase dos años, a nuestros soldados (de bata blanca) no les faltaría una máscara, ni una botella de gel hidro-alcohólico”, ¡podría haber declarado el general Macron! Pero la realidad es exactamente la contraria: con la negligencia y la incompetencia de Macron, el gobierno camina a tientas y se ampara en los médicos para "proteger" a la población. Y mientras el "señor de la guerra" jupiteriano y sus ministros realizan sus histriónicas apariciones, el personal de los hospitales se sacrifica para salvar vidas haciendo lo que puede con medios en gran medida insuficientes.
Con el COVID-19, las jornadas se alargan hasta la extenuación en todos los servicios hospitalarios hasta llegar a catorce horas, lo que produce el agotamiento de los cuidadores lo que, a su vez, aumenta el riesgo de errores dramáticos. ¡Sanitarios que exponen indignados su ira hasta en los platós de televisión! En Alsacia, ante la cantidad ingente de pacientes y de muertes por insuficiencia respiratoria, el Estado tuvo que improvisar un "hospital militar de campaña", en medio de una confusión logística sin precedentes, para apoyar a los hospitales civiles asfixiados por la falta de camas y medios.
En cuanto a las existencias de mascarillas, soluciones hidro-alcohólicas, gorros, batas, respiradores: ¡hay una escasez generalizada! En 2005, el Estado contaba con una reserva estratégica de 723 millones de máscaras (1400 millones en 2011 tras la crisis del H1N1). Pero con las restricciones desde el 2013, los recortes presupuestarios han acabado con tales existencias hasta dejarlas en 150 millones. Eso ha conducido al racionamiento, al uso de mascarillas caducadas e incluso a la reutilización de mascarillas desechables, y tras varias semanas de crisis el Estado ha liberado 12 millones de ellas provenientes de sus exiguas reservas, para dotar a 1’1 millones de trabajadores hospitalarios que, se supone, deben tirarlas a la basura cada cuatro horas. ¡Eso alcanza para unos pocos días y sólo para los hospitales a los que llegue! Y en cuanto a los servicios llamados "no prioritarios" y los laboratorios que realizan miles de pruebas diarias, ¡la misma cantinela “Ya no hay mascarillas”![1] El personal sanitario "de trinchera” (¡sic!), se ve así directamente expuesto a la enfermedad. ¡Un médico de urgencias en Compiègne acaba de morir por el virus y otros probablemente lo seguirán a la tumba! ¿Cómo puede Macron mirarse al espejo y repetir eso de que “la salud debe estar ante todo”?
Además, para ocultar su responsabilidad y la gravedad de la situación, el Estado, como en las repúblicas bananeras, miente descaradamente. La cantidad de enfermos está ampliamente subestimada, ya que tanto el Gobierno como los organismos regionales de salud han tratado de ocultar, durante días, que “ya no se realizan pruebas sistemáticamente”, cuando el ínclito Ministro de Sanidad quiere ocultar que en realidad no tienen para hacerlos. También las autoridades quieren hacernos creer, cada vez con mayor dificultad, que la "saturación de los hospitales" se da en ciertos departamentos. ¡Mentira descarada! La prensa e incluso las redes sociales están repletas de testimonios demoledores de trabajadores que, a menudo incluso llorando, muestran la magnitud del desastre.
Debe quedar claro: ¡este caos es producto de la decadencia del sistema capitalista, de los recortes presupuestarios que el Estado ha tenido que hacer durante décadas para mantener a flote el capital nacional!
Ya en 2004, el Estado optó por reducir drásticamente la investigación básica sobre coronavirus ¡por razones presupuestarias![2] La clase dirigente sabía perfectamente que sus hospitales que ya se colapsan ante la simple gripe estacional, ¡no aguantarían el impacto de una gran epidemia![3]¡El estado burgués deliberadamente eligió dejar morir a los trabajadores en masa para "sanear" sus finanzas!
Con un tono insoportablemente paternalista, el general Macron elogia hoy el coraje y el heroísmo de los médicos, cuidadores, enfermeras y conductores de ambulancias, ¡silenciando oportunamente que llevaba más de un año enviando a los gendarmes a gasearlos porque esos “soldados de bata blanca" exigían más recursos y personal para tratar a los pacientes! Durante un año de huelgas y manifestaciones, la burguesía no ha dejado de menospreciar a los médicos de urgencias, ofreciéndoles como alternativa un “plan Hospital” ridículo[4], y una buena dosis de repugnantes insinuaciones sobre sus supuestos privilegios como funcionarios. Macron puede hoy alabar a los trabajadores sanitarios como "héroes", ¡pero sus salarios no aumentarán y sus condiciones de trabajo seguirán empeorando!
El desmantelamiento del sistema de salud en Francia
El sistema sanitario en Francia, como en todo el mundo, está en ruinas, rebanado con el hacha del “rigor presupuestario" al que tan aficionado es el ministro Darmanin, uno de los mejores espadachines del general Macron. ¡En unos veinte años, el número de camas de hospital ha disminuido en 100.000 unidades! El número de hospitales y clínicas ha caído de 1.416 en 2014 a 1.356 en 2018[5]. Simbolizando el desmantelamiento del sistema sanitario, el gobierno decidió en 2014 vender el hospital militar de Val de Grâce, el más eficiente y mejor equipado de los hospitales franceses.
Francia disponía en 2017 por cada 100 mil habitantes de 309 camas de Cuidados Intensivos. Alemania[6] tenía 601. Y este país tiene - por el momento - una tasa de mortalidad ligada al COVID-19 sensiblemente inferior a la de sus vecinos. En algunas regiones, como el este de Francia o Córcega, la carencia de estas camas es dramática y ya ha comenzado el “triaje”. Es decir, una auténtica "medicina de guerra" en la que los heridos más deteriorados y lisiados (especialmente los ancianos) ¡son abandonados puesto que ya no pueden ser recuperados para la rentabilidad de la economía nacional!
Y todo eso acompañado además de una falta crónica de personal, sometido a ritmos infernales de trabajo, miles de horas extras y salarios miserables[7]. Este desmantelamiento del sistema sanitario se ha traducido también en la política del llamado numerus clausus para limitar la entrada de estudiantes en las escuelas de medicina y enfermería. Durante 50 años, los médicos y las enfermeras se han seleccionado por concurso entre un número de graduados que se fijaba arbitrariamente por orden ministerial, aplicando la más estricta lógica del rigor presupuestario, como cabría esperar. Esto ha llevado a la segunda mayor economía europea a "importar", literalmente, médicos y enfermeras peor pagados de España, el Magreb y la Europa del Este.
La burguesía no tiene más arma que la coerción para detener la pandemia.
Para amortiguar el impacto de la crisis sanitaria en el "aparato productivo francés", el Estado Mayor gubernamental adoptó algunas medidas de emergencia, la primera de las cuales fue un semi- confinamiento muy tardío. La epidemia había comenzado en Europa a principios de febrero, pero el general Macron anunció finalmente medidas de confinamiento el 16 de marzo. Hasta ese momento su prioridad había sido tomar medidas de austeridad contra la clase obrera, incluyendo la imposición de su reforma de pensiones, aun cuando la epidemia seguía avanzando.
Pero el gobierno sí era conocedor del peligro que representaba el COVID-19. Fue la ex Ministra de Sanidad, ese “ángel de la guarda”, Agnes Buzyn, quien se desahogó públicamente declarando (sin duda amargada por sus pobres resultados electorales en la carrera por la alcaldía de París) que ya advirtió con antelación al jefe del Estado sobre el desastre que se avecinaba: «Sabía que estábamos al borde de un tsunami. El 30 de enero advertí (al primer ministro) Édouard Phiplippe que las elecciones no podrían celebrarse desde luego. Tendría que haberse parado todo. Fue una mascarada»[8].
¡Pero la "mascarada" se llevó a cabo! ¡El gobierno agravó, a sabiendas, la propagación de la epidemia enviando a millones de ciudadanos a los colegios electorales para celebrar la gran misa democrática! La llamativa incapacidad de una de las principales potencias mundiales para proporcionar a la población medios eficaces de protección (mascarillas, guantes y soluciones hidro-alcohólicas) impone sin embargo la aplicación de drásticas medidas de cuarentena. medidas drásticas de contención.
La "mascarada", por lo tanto, no se reduce a la organización criminal de elecciones en plena expansión de la epidemia, coincidiendo con el discurso de Macron, del 16 de marzo, en que pidió a sus «queridos compatriotas» que no salieran a la calle más que «para ir votar y hacer recados». Ante tan paradójica orden (salid de casa, pero no salgáis) nadie podía creerse la verdadera gravedad de esta pandemia, por lo que no sorprenderá que muchos “ciudadanos”, faltaran al “civismo” y aprovecharan el buen tiempo para pasear a orillas del Sena y en jardines públicos.
Este discurso del tipo ni carne ni pescado, junto a su decisión de mantener la primera ronda de las elecciones municipales, supusieron además una metedura de pata adicional que ha aprovechado Marine Le Pen para las necesidades de su campaña electoral.
Sólo cuando los médicos lanzaron el grito de alerta Macron y su ministro del Interior, Christopher Castaner, tomaron la decisión de exigir un confinamiento general, desplegando un ejército de 100 mil policías y soldados a todo lo largo y ancho del país para hacer cumplir el confinamiento y la multiplicación de restricciones. Ante la gravedad de la pandemia, la clase dirigente no tiene más salida que utilizar la coacción para evitar la hecatombe.
En la Costa Azul, un dron equipado con un altavoz sobrevuela los municipios de Niza y Cannes, ordenando a los transeúntes que permanezcan en sus casas, repitiendo una y otra vez: «Recordatorio de las instrucciones relativas a la epidemia del Covid-19: todos los desplazamientos fuera de casa están prohibidos salvo excepciones. Por favor, respete una distancia de seguridad de al menos un metro entre persona y persona».
La policía, con su habitual capacidad de discernir, no dudó en aplicar las medidas gubernamentales apuntando a los más indigentes y sin hogar: «Varios indigentes fueron multados por la policía en Francia por no respetar el confinamiento. (…) ¡Se han registrado casos en París, Lyon y Bayona en particular"!»[9] Los policías tampoco dudaron en multar a cuatro dolientes en la puerta de un cementerio por "no respetar las reglas de confinamiento", afirmando que "¡no hay nada de primera necesidad en un funeral"! La burguesía no tiene otra opción que desplegar sus fuerzas del orden, pero sin duda aprovecha también la situación para acostumbrar a la población a la militarización de la sociedad, para cuando venga el "enemigo interior” ¡no el virus sino la clase obrera en lucha!
En todas las televisiones y todos los días entrevistan a médicos movilizados en el "frente" para que exhorten a la población a cumplir estrictamente las medidas de confinamiento y distancia social. Porque esta es (lamentablemente) la única vía para luchar contra los estragos del Convid-19 y limitar el contagio.
La burguesía se burla despiadadamente de la salud de los explotados.
¡La "mascarada" también puede verse en los millones de personas apiñadas cotidianamente en los transportes públicos, en las fábricas y talleres, en los supermercados en los que la burguesía "confina" a los trabajadores por centenares! La "mascarada" criminal de la burguesía y su gobierno se demuestra en los miles de empresas aún abiertas, cuya producción es "esencial" sólo de nombre. Y cuando los obreros de la construcción rechazaron exponerse innecesariamente, el Ministro de Trabajo, Pénicaud, se atrevió a hablar de «derrotismo». El presidente de la patronal MEDEF por su parte señalaba que «En la guerra contra esta epidemia, el mundo de la economía representa las fuerzas de retaguardia».
Para obligar a los proletarios, evidentemente Inquietos, a desplazarse su lugar de explotación, el gobierno ha desplegado sus armas más efectivas: la represión y la propaganda. Para ello, el Estado cuenta, por supuesto, con que sus guardianes sindicales aseguren la disciplina. Estos últimos piden constantemente la aplicación de «los medios indispensables para la protección de la salud y la seguridad de los empleados que tienen que trabajar» y «celebran el grado de compromiso de los agentes y empleados del servicio público".[10] Traducción: ¡Vayan a trabajar! ¡Nos ocupamos de su protección a través del "diálogo social" con la dirección y el jefe! Y, cuando, los trabajadores expresan sus reticencias demasiado abiertamente, los sindicatos se apresuran a hacer uso del "derecho a abandonar el trabajo en caso de peligrosidad”, eso sí cada uno en "su" empresa.
El «estado de emergencia sanitaria» no ha impedido al gobierno instar a los trabajadores a que se salten el confinamiento cuando no es posible el teletrabajo, En lo sucesivo, si los trabajadores se niegan a ir a trabajar, prefiriendo preservar su salud y la de sus seres queridos, se les enviará la policía a forzar a los trabajadores recalcitrantes ¡y lloverán sanciones para castigar todo aquello que el Estado considere que obstaculiza el buen funcionamiento de la economía nacional! Los empleadores podrán obligar a tomar vacaciones automáticamente como medio para "compensar" el absentismo. ¡Incluso los funcionarios de ciertos servicios de impuestos están obligados a permanecer trabajando! El confinamiento selectivo forma parte de la lógica del capital: no se debe permitir que esta pandemia mortal obstaculice la "continuidad" de la economía nacional.
«Mi prioridad es salvar el aparato productivo francés» dijo, sin rodeos, el ministro húsar de Economía, Bruno Le Maire. Y como señaló tan ricamente el periodista de Atlántico, Jean-Sébastien Ferjou, en la cadena de noticias LCI: «la verdadera cuestión, [...] es: ¿preferimos sacrificar a nuestra vieja y debilitada gente o preferimos sacrificar dos puntos del PIB?». El gobierno ya ha tomado su decisión: ¡sacrificaremos a los ancianos!
¡La clase trabajadora es quién tendrá que pagar la cuenta!
Pero para la atosigante campaña propagandística, la burguesía francesa, al igual que sus vecinos no ha escatimado en medios, llamando a la "movilización general" y a la "unidad nacional", desatando una nauseabunda campaña nacionalista.
La burguesía ya está preparando las mentes para la " ruina" económica resultante de esta “guerra sanitaria”, y ¡será la clase obrera quien tenga que pagar la factura! Ya empiezan a preparar el clima propicio a los “sacrificios" característico del período de "reconstrucción". ¡Los trabajadores con empleos precarios empiezan ya a perder las horas de trabajo que les permitían sobrevivir! ¡Los que entren en paro técnico verán recortados sus salarios, contrariamente a las promesas del gobierno! La maquinaria propagandística está ya a pleno rendimiento para convencer a la gente de que, debido a la epidemia, todos tendrán que apretarse el cinturón en el futuro. De igual modo que quisieron meternos en la cabeza que la raíz de la crisis de 2008 estaba en unos cuantos "banqueros corruptos" y “el descontrol financiero”, ahora tratan de lavarnos el cerebro con que es el COVID-19 lo que ocasiona la nueva crisis. Pero la realidad dice todo lo contrario: no es sólo que esta epidemia no es más que un mero catalizador, un acelerador de la crisis del sistema capitalista; ¡sino que es, en sí misma, un producto puro de esta crisis!
En la prensa y en las redes sociales, en la televisión y en YouTube, quienes salen a correr en solitario, son presentados como irresponsables, causantes de la propagación de la epidemia. ¿No se les ha ocurrido a los periodistas y a sus emuladores “youtubers”, que estos imprudentes corredores paseantes pueden haber encontrado ridícula la prohibición de pasear al aire libre tras haberse visto hacinados en los RER, en sus vestíbulos y talleres; y el día anterior, ¿en los colegios electorales? ¡El Estado desencadena una campaña de culpabilización de individuos para ocultar mejor su propia negligencia y su incapacidad para frenar la pandemia!
Pero donde la campaña ideológica de la burguesía es más perniciosa es en sus llamamientos a ovacionar a los trabajadores de la sanidad. Los canales de televisión reproducen en bucle las imágenes de la Torre Eiffel iluminada para ellos, y las escenas de los barrios aplaudiendo desde las ventanas, día tras día, a las 8 p.m., y a veces incluso con el sonido de fondo de La Marsellesa. A la burguesía no le falta cinismo e indecencia para pedir a la población que redoble sus aplausos tras la muerte del primer médico. ¡Los "soldados caídos por Francia" caen en el campo de honor homenajeados por el pueblo! Se trata de una completa perversión de la solidaridad proletaria haciéndose, en cambio, eco del discurso marcial del general Macron alabando el "heroísmo" de los médicos. Aunque estos aplausos pongan algo de bálsamo en sus corazones, lo que necesitan los sanitarios no son medallas por su buen y leal servicio a la "Nación". ¡Necesitan personal y equipo extra, necesitan mascarillas y protección ¡Necesitan que sus explotadores les “reconozcan” sus esfuerzos aumentando sus salarios[11] y plantillas más amplias para no caer extenuados por ritmos de trabajo infernales!
La indignación sólo puede ir a más
Frente a la negligencia de la burguesía y el colapso del sistema sanitarios que dificulta cada vez más el cuidado de los enfermos, la indignación va creciendo en las filas de los trabajadores. El desprecio de la clase dirigente por la vida humana hiere a los explotados. Son muchos los que no soportan esa indicación del gobierno para cazar a quienes tratan de esquivar el trabajo, ni de exponerse cuando no hay justificación para su presencia esencial en el trabajo. Los repartidores de Deliveroo y Uber-eats, los trabajadores de la fábrica SNF de Andrézieux, los de La Redoute y Saverglass en la región de Oise, se declararon en huelga para protestar contra sus peligrosas condiciones de trabajo. En Amazon y La Poste (Correos), los trabajadores también se declararon en huelga. En varios lugares muchos trabajadores se apresuraron a expresar su solidaridad en sus ventanas exigiendo recursos para los trabajadores de la salud, no con una ovación de pie a los "héroes de la Nación", sino al grito de «¡Dinero, Dinero para el Hospital público!».
Pero en lo inmediato, lo que va a predominar es el miedo y la consternación ante esta catástrofe sanitaria que la clase dominante se muestra incapaz de controlar. La imposibilidad de reunirse masivamente no permite, hoy en día, a la clase obrera reanudar el camino de la lucha en su propio terreno de clase.
Todas estas expresiones de cólera obrera muestran, sin embargo, que la combatividad sigue muy viva, que los proletarios no se resignan a aceptar como una fatalidad la negligencia de quienes los explotan. «No somos carne de cañón», se oye entre el personal sanitario.
En cuanto esta crisis sanitaria remonte, el Estado "protector" revelará una vez más su verdadera cara. Los ataques a todas las condiciones de vida de los proletarios (agravados por el hundimiento de la economía en el abismo de la recesión) sólo pueden conducir, a la larga, no a la unión sagrada de los explotados con sus explotadores, sino a nuevos estallidos de indignación y luchas.
Esta catástrofe sanitaria mundial sólo puede contribuir a la reflexión de la clase obrera y a la toma de conciencia de que el capitalismo es un sistema completamente podrido, una verdadera plaga que amenaza la supervivencia de la especie humana.
EG, 22 de marzo de 2020
[1] El general Macron puede contar, al menos, con una fuerza expedicionaria, la Cruz Roja China, que acaba de "donar" al Viejo Continente varios millones de mascarillas y equipos para ventilar e intubar a los enfermos. Por supuesto que las "donaciones" de Pekín además de anecdóticas, no son ni altruistas ni desinteresadas. Cuando los Estados son incapaces de coordinar mínimamente sus acciones, la “generosidad" de China es más bien una expresión del generalizado "sálvese quien pueda" que caracteriza al capitalismo en descomposición, del que la pandemia de COVID-19 es una ilustración espectacular. Volveremos a estas cuestiones en un futuro artículo.
[2] Véase la entrevista con el profesor Bruno Canard, director de investigación del CNRS y especialista en coronavirus, publicada en Le Monde: "Frente al coronavirus, se ha perdido mucho tiempo para encontrar remedios”. https://www.lemonde.fr/sciences/article/2020/02/29/bruno-canard-face-aux-coronavirus-enormement-de-temps-a-ete-perdu-pour-trouver-des-medicaments_6031368_16506 (29 de febrero de 2020)
[3] Además, COVID-19 no es ni de lejos la enfermedad más virulenta que haya afectado a la humanidad. Puede anticiparse fácilmente cual sería el impacto de una pandemia de SERM-CoV, con una tasa de mortalidad del 30%
[4] Como puede verse comparando esta "importantísima inversión de 300 millones de euros” (según la ex Ministra de Sanidad Agnès Buzyn), con el plan de ayuda de 750 mil millones de euros que el BCE acaba de liberar para "salvar la economía"
[5] Véase Panorama de la Dirección de Investigación, Estudios y Evaluación de Estadísticas (en francés DRESS), así como un Informe de la DRESS publicado ese mismo año
[6] Véase "Camas de Cuidados Intensivos en los hospitales" Nadie pondrá en duda que ese deterioro ha continuado en estos dos últimos años
[7] El Estado, además, ha agravado la miseria al sustituir los puestos de enfermería por auxiliares de enfermería pagados con migajas
[8] Ver “Les regrets d’Agnès Buzyn” ( Los lamentos de Agnès Buzyn). Le Monde 17 de marzo de 2020)
[9] "Coronavirus: personas sin hogar multadas por no cumplir con el confinamiento", AFP (20 de marzo de 2020)
[10] "Comunicado inter-sindical del 19 de marzo de 2020" firmado, mano a mano, por las organizaciones de empleadores y empleados
[11] La promesa de una bonificación de 1.000 euros para los sanitarios no supone ni siquiera una mensualidad suplementaria del salario mínimo. Estas migajas son un verdadero insulto