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La campaña electoral llevada a cabo durante 2017 y hasta junio de este año, ha sido tan abrumadora que logró llevar a las urnas a más de 56 millones de personas, es decir, al 63.4% del padrón electoral, lo que representa la participación más alta de la historia del país. Una vez más se ha cumplido el rito sexenal de las promesas de cambio para promover el voto, solo que ahora para hacer crecer la esperanza en el sufragio y la democracia en la población y particularmente entre los explotados, se aprovechó la dificultad presente en este período entre los trabajadores para reconocerse como clase explotada y con intereses opuestos a este sistema, aunque también las mismas dificultades de la burguesía son utilizadas para tal fin. Aun y cuando la misma burguesía ha desarrollado el proceso electoral sufriendo una gran división y una dificultad para lograr acuerdos y orientaciones (como se verifica en las fracturas del PRI y del PAN, el desmembramiento del PRD[1], el choque de posiciones entre los grupos de empresarios, y el alto número de candidatos amenazados y asesinados durante la campaña electoral), ha podido trasladar sus dificultades hacia los explotados y transformar esos mismos problemas en argumentos promotores del voto.
Por eso, aun cuando López Obrador no era el candidato inicialmente con mayor aceptación entre los grupos de poder económico y político, aprovecharon su discurso anticorrupción y patriotero para alentar la esperanza del cambio mediante el uso del voto y la aceptación, de parte de los proletarios y demás explotados, de la tramposa condición jurídica de ciudadano, con la que encubren la separación en clases sociales sobre la que se levanta el sistema capitalista.
La burguesía a través de sus candidatos, sus instituciones organizadoras de las elecciones y sus medios de divulgación, ha insistido, una y otra vez, que el voto es una vía para elegir y hacer valer la voluntad individual. Así pretenden hacer creer que un individuo en la soledad y aislamiento de su casilla de votación, armado de su “libertad ciudadana” puede transformar la sociedad, cuando de esta forma el trabajador atomizado contribuye a mantener al sistema que lo explota. Con este evento la burguesía simula que el valor del sufragio de un potentado capitalista es el mismo que el de un trabajador y por tanto el gobierno que resulta de ello, aparenta ser producto de la decisión colectiva.
Justamente por esta imagen engañosa que presenta el voto y la democracia, es que son las mejores armas de sometimiento con que cuenta la clase en el poder, por eso, con precisión Lenin definió a la república democrática como “el instrumento por el cual la burguesía oprime a la clase obrera…” (Tesis e informes sobre la democracia burguesa y la dictadura proletaria, 1919[2]).
Cada discurso y cada llamado a votar ha ido acompañado de invocaciones a la “responsabilidad ciudadana” y frases alusivas a la “patria”, inyectando con este lenguaje un veneno nacionalista para buscar adormecer a los trabajadores y sumergirlos en una mayor confusión que le impida reconocerse no sólo como una clase afectada por la miseria y condenada a la explotación, sino como la clase “sepulturera del capitalismo”. Es justamente por eso que el discurso nacionalista y el uso de los “símbolos patrios” ha sido la base de las campañas electorales, desde las realizadas por Meade, Anaya y Obrador, hasta la llevada de forma marginal por el EZLN a través de su candidata Marichuy.
El triunfo electoral de López Obrador es un triunfo de la burguesía, no de los explotados
Ni en las elecciones del 2000 en la “alternancia de partido” que llevó al PAN al gobierno, con Vicente Fox como presidente; ni en 2012, con las movilizaciones anti-PRI, que se impulsaron por el movimiento #yosoy132[1], se había logrado tal ánimo sobre las elecciones. De manera especial, López Obrador (postulado a la presidencia por tercera ocasión, esta vez por su nuevo partido MORENA[3]) se vio beneficiado por el descontento existente entre la población por la violencia generalizada, por la precarización de las condiciones de vida, por la abierta corrupción extendida en todos los niveles del gobierno y el hartazgo por los partidos tradicionales. Pero también la ilusión en el voto y la candidatura de AMLO tuvo a su favor el debilitamiento, de parte del proletariado, de su identidad de clase y conciencia, lo cual se expresa en desesperanza y desanimo, llevando a los trabajadores a otorgar confianza y receptividad a las promesas de la burguesía, alejándolos de sus reivindicaciones y de la lucha, que es su terreno de clase.
Un escenario marcado por la descomposición capitalista[4] es en el que se han desarrollado las elecciones en México: caracterizado, por una parte, porque la burguesía presenta una pérdida de control de sus organizaciones, principalmente de sus partidos políticos, marcados por una profunda fractura en su seno y una pugna feroz que le impide asegurar su unidad; por otra parte, la clase obrera no encuentra el camino para desarrollar su combate en contra del capital.
Toda esta carga social la burguesía ha sabido utilizarla y aprovecharla en contra de los trabajadores, fortaleciendo su aparato de izquierda con el que atrapa su atención, alimentando la ilusión en las urnas y en un personaje carismático y demagogo, que a través de su discurso contra la corrupción y sus promesas de “paz social” se coloca como un aparente opositor a la política dominante.
Para convencer de su seriedad para representar a la burguesía en el gobierno, aprovechó las fracturas políticas de esta clase, avanzando posiciones y acercamientos con diversos grupos capitalistas, ganando incluso el apoyo de sectores empresariales que en las anteriores campañas electorales en las que participó, lo acusaron de ser “un peligro para México”. Algunos empresarios, agrupados en el Consejo Mexicano de Negocios (CMN), mantuvieron, hasta fecha recientes a las elecciones, el ataque abierto contra López Obrador, pero les resultó contraproducente en tanto la descalificación que hicieron de él, lo victimizaron y lo hicieron parecer un “defensor de los pobres”.
En la perspectiva de definir un escenario que permitiera a las diversas fracciones el capital nacional un consenso, aunque forzado y de corta duración, el candidato triunfador buscó los acuerdos de trabajo lo mismo con grupos empresariales que con agrupaciones políticas, resaltando en estos acuerdos la “lucha contra la corrupción”, la impunidad, y sobre todo la promoción de la unidad y reconciliación nacional.
D esta manera, López Obrador no sólo logra acuerdos con una amplia lista de empresarios, sino también con estructuras de control sindical como la CNTE. Es evidente que no es una solución duradera, pero permite al Estado mexicano estar mejor preparado para llevar, por ejemplo, las negociaciones del TLCAN y ante la perspectiva de una intensificación de la guerra comercial poder cargar sus efectos a los trabajadores. Así mismo, la campaña electoral y el ascenso de AMLO, permitió a la burguesía rehabilitar el terreno electoral y la ilusión en la democracia. Por todo ello la burguesía se convenció de que era innecesario y riesgoso el uso del fraude electoral; era más conveniente la aceptación de su triunfo electoral y de su nuevo partido de izquierda.
El triunfo electoral del que se presentó como el “rayito de esperanza” no cambiará ni un ápice la situación de los miles de explotados que han votado por él. La condición de explotados de los trabajadores, creadores de la riqueza social, en nada ha de modificarse y en cambio, el nuevo gobierno, invocando la defensa de la economía y la soberanía nacional, puede hacer pasar políticas que afecten las condiciones de vida, o clamando la necesidad de la “austeridad republicana”, justificar despidos o más acciones en contra de los trabajadores. De manera que lo único que ha de cambiar es el representante de la burguesía que ha de colocarse a la cabeza del Estado; el mandato que ha de defender es el mismo que ha defendido Peña Nieto y todos los gobiernos en el mundo, sean de derecha o de izquierda: mantener y proteger al sistema capitalista.
Como en todo escrutinio electoral, quien ha salido vencedor es la burguesía, pero los resultados de esta elección en particular, han permitido un impulso de los ánimos patrioteros; las banderas nacionales y los “vivas México”, presentes a lo largo de las elecciones y acentuados después de anunciado el triunfo de AMLO, expone que hay una manipulación por parte de la burguesía, de las emociones, con el fin de involucrar a los trabajadores en la defensa del capitalismo, imponiéndole la defensa de la unidad nacional.
En esta ocasión de forma peculiar, las elecciones han profundizado la confusión entre los trabajadores y la burguesía ha de aprovecharlo para afianzar su control y dominio, por eso, de frente a esta campaña, la clase obrera debe reconocer su condición de explotados y que la miseria que lo oprime no cambiará nada con el gobierno de López Obrador, en cambio puede profundizarse si mantienen su ilusión ante las promesas y demagogia.
AMLO y MORENA, en la oposición o en el gobierno, enemigos de los trabajadores
La vida que llevan los explotados en las ciudades y el campo, marcada por la violencia operada por las mafias, los policías y militares, así como la degradación de su vida por el avance de la crisis económica, ha permitido que crezca la ilusión en López Obrador y en la idea de que el capitalismo puede ser “mejorado” con tan solo poner un nuevo gobierno.
Incluso aquellos grupos izquierdistas que se presentan como críticos o escépticos de las promesas del candidato triunfador, colaboran en el fortalecimiento de esa ilusión, porque presentan como un aspecto extraño y contradictorio el que López Obrador teniendo como lema “primero los pobres”, forme su equipo (primero para llevar su campaña y ahora para gobernar), con empresarios, que establezca alianzas con grupos “conservadores”, con personajes salidos de las más sucias coladeras del PRI y del PAN, que estreche con repulsivos capos sindicales o que se comprometa a seguir los lineamientos económicos y políticos “neoliberales”. Todas estas observaciones solo definen el pragmatismo con el que actúa y la recurrencia sistemática que hace de la mentira y la hipocresía, pero ocultan la naturaleza burguesa de MORENA y su representante AMLO. Si nos limitamos a esas observaciones, López Obrador representaría una expresión de los explotados, pero que resultó “fallida” o “traicionera”, cuando en realidad es una construcción de la misma burguesía.
MORENA y su candidato tienen su origen en la necesidad de la burguesía por crear ilusiones entre los explotados en la democracia y en hacer creer que el capitalismo cambia su esencia violenta (en lo económico y lo social) mediante el voto. No es posible dejar de lado que es el mismo Estado quien construye los partidos que van desde la extrema derecha, hasta la extrema izquierda, no deja por ello de financiarlos y fomentar su actuación, encerrando con su actividad el descontento y usando las urnas como instrumentos para evitar la toma de conciencia por los trabajadores, por eso, tanto en la oposición como en el gobierno AMLO y a su partido MORENA representan un engrane del Estado.
Otros “críticos” pretenden ser más radicales al enfocarse en la aseveración de Obrador de que el problema principal del sistema es la corrupción y no la explotación. Pero por qué un burgués habría de reconocer que el capitalismo se levanta sobre la explotación; por otro lado, la corrupción que es tema de promesa central no podrá erradicarse dentro el capitalismo, porque la corrupción, el fraude y la violencia son el modo de vida permanente del capitalismo y más particularmente en la fase actual de descomposición del sistema capitalista[5].
Pero la visión opositora a AMLO con mayor difusión ha sido la expuesta por el EZLN, que a mediados de julio se refería así de los resultados del proceso electoral: “podrán cambiar al capataz, los mayordomos y caporales, pero el finquero sigue siendo el mismo”. Con esa declaración el EZLN pretende desmarcarse de la política burguesa, pero la guerrilla misma ha sido producto y parte de ella; recordemos brevemente algunos hechos que muestran que forma parte de lo que pretende criticar: a mediados de los 90 manifestó veladamente su apoyo al entonces candidato Cuauhtémoc Cárdenas, pero también ha expuesto su “respeto” a instituciones de la calaña de la cámara de diputados (ante la que tomo la palabra en 2001), o el mismo intento por participar en las pasadas elecciones...
Ante las promesas de AMLO, el proletariado no tiene otro camino que el de la lucha
Cuando AMLO, hace algunos años mandaba al diablo a las instituciones, confirmaba su postura de defensa del capitalismo, porque realmente exponía que para defenderlo mejor se requiere robustecer a la democracia, a las instituciones electorales y al gobierno, porque con ello da fortaleza a los instrumentos de explotación y control. Cuando hoy habla de la defensa de la economía nacional, se muestra su deseo por perpetuar el capitalismo y para avanzar en esa labor, desempolva y actualiza los discursos y promesas que por años hiciera el PRI.
La burguesía para mantener vivo al capitalismo requiere de una estructura política formada por partidos que vayan desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda, cubriendo el espacio político, completando y relevando sus fuerzas en el avance de su dominio. Esta vez, López Obrador en su discurso desde la izquierda, promete una “cuarta transformación”[6] que no es otra cosa sino ilusiones y promesas tras las que esconde el esfuerzo por sostener al sistema capitalista, ampliando la campaña de confusión en contra de los trabajadores.
Pero la confusión hoy extendida entre los trabajadores no significa que se ha eliminado su capacidad reflexiva y su combatividad, por más que los deseos de la burguesía sean que entre los trabajadores permanezcan las esperanzas democráticas y nacionalistas, sabemos que la fuerza de la crisis económica habrá de mostrar que los discursos y promesas de AMLO son falsas ilusiones, pero sobre todo habrá de empujar al combate a los trabajadores, porque mientras el capitalismo exista, no importa si establece un gobierno de derecha o de izquierda, la explotación y miseria de los proletarios se mantendrá y acentuará. En ese sentido es que, insistimos, ante el nuevo gobierno el proletariado no tiene otro camino que el de la lucha.
Revolución Mundial, sección en México de la CCI / 20-julio-2018
[1] PAN: Partido de Acción Nacional, PRI: Partido Revolucionario Institucional, PRD: Partido de la Revolución Democrática.
[2]Este documento fue redactado por Lenin y adoptado por el Primer Congreso de la Internacional Comunista (III Internacional)
[3]Morena es la abreviación de “Movimiento de Regeneración Nacional”, lo cual es significativo en tanto define su perfil nacionalista y por tanto alejado de las preocupaciones y de los intereses de los explotados
[4] Para abundar, recomendamos leer: Tesis sobre la Descomposición, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200712/2123/la-des...
[5] Para ilustrar, recordamos que la operación “manos limpias” en Italia provocó una crisis política muy aguda entre 1992-1994 y no terminó con la corrupción, sino la profundizó y generalizó. Fue también el combate a la corrupción un motivo del acceso al poder del PT de Lula y Dilma Rousseff en Brasil y sabemos que después estos mismos personajes se implicaron en una cadena de corrupción
[6] AMLO refiere llevar la “4ª transformación” en continuidad a acontecimientos que definieron el desarrollo capitalista del país: 1ª transformación, la revolución de independencia (1810-21), 2ª transformación, el movimiento de Reforma (1857-60) y la 3ª transformación, la guerra civil que consolidó al Estado moderno (1910-21)