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Olvidar los acontecimientos de 1936 es condenarse a repetir la derrota obrera que supusieron
Mayo 1937 es una de las experiencias menos conocidas de la historia del proletariado español. Sobre ella todas las fracciones de la burguesía han corrido un tupido velo de mentiras y olvido. Lo mismo está pasando con toda la experiencia de la “Guerra civil” de 1936. Desde Suárez hasta Carrillo nos machacan que «debemos olvidar el pasado» y «reconciliarnos las dos Españas».
Y efectivamente hoy aparecen de nuevo cogidos del brazo las dos fracciones del Capital que se enfrentaron en 1936: la España “franquista” y la España “republicana” y ambas, codo con codo, pretenden envolvernos a los obreros en las fiestas por la “paz”, la “democracia” y la “reconciliación nacional”, con las que quieren hacernos aceptar una brutal austeridad, ocultar un ataque represivo contra nuestras luchas, y preparar nuestro encuadramiento para la política de guerra del capital en crisis.
En 1931, la burguesía monárquica y la republicana olvidaron sus viejas querellas y se unieron para levantar la “República de los trabajadores” que preparó la represión y el alistamiento de los trabajadores para la “Guerra civil”. Y fue el monárquico y ultrareaccionario cacique Alcalá Zamora el elegido para presidir esa siniestra “República de los trabajadores”.
Hoy franquistas de toda la vida y antifranquistas de ídem, hacen lo mismo para afrontar la crisis capitalista y el ascenso de las luchas obreras.
No. Los trabajadores no podemos olvidar la experiencia de 1936; al contrario, debemos recordarla y sacar de ella las lecciones necesarias para no volver a caer en los mismos errores.
La situación de entonces y la de hoy coinciden en un punto: la crisis económica del capitalismo. Sabemos como se resolvió la crisis de entonces: con la IIª Guerra Mundial, de la que la guerra española fue antesala y preparación.
Hoy la perspectiva es exactamente la misma si la lucha revolucionaria del proletariado por el comunismo no lo remedia. Para que esa lucha se fortalezca queremos recordar lo esencial de las lecciones de 1936.
En 1936 la burguesía pretendía destruir la lucha autónoma del proletariado y encuadrarlo para la guerra imperialista que se avecinaba en la que los obreros del frente se matarían unos a otros y los de la retaguardia padecerían una explotación y un terror sin límites. Para conseguir esto ¿cual fue el método empleado por el Capital?. No precisamente el del terror abierto y descarado poniendo al frente del gobierno a los partidos de Derecha, sino al contrario, disfrazándose como una “República obrera y democrática” y poniendo a la cabeza del Estado a los partidos “progresistas” (Azaña y cía), y sobre todo a los partidos “obreros” (primero el PSOE, después el PCE).
Y ¿por qué la burguesía eligió esa táctica? Precisamente para hacer bajar la guardia a los obreros, hacerles creer que estaban representados en el Gobierno y así destruir su unidad y diluir su conciencia autónoma.
En esta tarea no sólo contó con la ayuda del PSOE y el PCE, sino con la de todas las organizaciones presentes en el movimiento obrero, en especial de la CNT. Esta, a medida que la situación se iba radicalizando y los obreros con sus luchas iban amenazando al Estado burgués, fue jugando un papel cada vez más importante en la salvación del Capital y, sobre todo, de su Estado.
En una aparente paradoja, la CNT que siempre se ha proclamado “antiestatal” y “antiburocrática”, llamó a la participación obrera en el Estado burgués con las elecciones del 9 de Febrero de 1936 que dieron la victoria al Frente Popular, fue ella quién, con los obreros dueños de la situación en Cataluña el 19 de Julio de 1936, apoyó a la Generalitat - es decir al Estado burgués - frenando e impidiendo la toma del poder político por los trabajadores; fue ella quien participó dentro del Estado burgués, aceptando poltronas ministeriales y comprometiéndose en el esfuerzo capitalista de meter a los obreros en la carnicería militar y de destruir sus órganos autónomos de clase creados en la insurrección contra el alzamiento franquista.
No vamos a explicar aquí las causas de este papel cumplido por los anarquistas. En parte, las razones de su intervención están explicadas en el texto que ofrecemos a continuación. Lo que es necesario es hacer una reflexión lo más amplia y profunda posible tanto sobre el papel cumplido por la CNT, como, en general, sobre el período 1931-1939.
Diferentes aportaciones han sido hechas, la más importante, sin duda, son los textos de BILAN (órgano de la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista), también los de la Izquierda Mexicana. El artículo que aquí publicamos, aparecido en Revolution Internationale (publicación en Francia de la CCI), es un grano de arena más en este esfuerzo.
Una época de derrotas
«El 19 de Julio de 1936, los proletarios de Barcelona, con puño desarmado, aplastaron a los batallones de Franco, armados hasta los dientes. El 4 de Mayo de 1937, esos mismos proletarios armados, dejan en la calle muchas más víctimas que en Julio, y es el Gobierno antifascista - en el que incluso están los anarquistas, y del que el POUM es indirectamente solidario - quien da suelta a la canalla de las fuerzas represivas contra los obreros» (BILAN, 1937).
Sólo puede explicarse la evolución de la relación de fuerzas que esta cita expresa, si se lleva a cabo una crítica de las organizaciones “obreras” que participaron directamente en la instauración del frente antifascista, el mismo frente que precipitaría al proletariado en la IIª Guerra Mundial 3 años más tarde; y estos no se pudo realizar más que por el triunfo de la contrarrevolución capitalista, y la destrucción total de las perspectivas abiertas por la Revolución rusa.
El proletariado mundial, que se había lanzado al asalto del mundo capitalista desde 1917, fue derrotado definitivamente en 1927 en Cantón (China), 10 años después de que hubiera destruido el aparato de Estado burgués ruso. Desde 1927 se abrió una negra época, salpicada de derrotas, que acabaría con la “regeneración” del capitalismo en las inmundas charcas de sangre en que se convertiría Europa.
El capitalismo triunfante sobre la oleada revolucionaria acabaría, incluso, con el “baluarte” proletario soviético cuando al proclamar, en 1926, «el socialismo en un sólo país», se daba el golpe de gracia a los principios vitales de la revolución proletaria, principios ya bastante corroídos desde tiempo atrás. El período que empezaba iba a ser el más negro de la historia del movimiento obrero, encontrando su apogeo de horror en la segunda carnicería mundial.
Vencido física e ideológicamente en todos los frentes, el proletariado ya no tenía la fuerza capaz de oponerse a los planes de guerra del capital, proponiendo la alternativa revolucionaria a la barbarie guerrera. La solución de la burguesía a la crisis del 29 fue encerrar a la población en el falso dilema fascismo - democracia, para acabar alistándola, ya sin caretas, en la guerra mundial.
Por las condiciones específicas del desarrollo capitalista en el siglo pasado, la tradición obrera en España se inspiraba más en el anarquismo que en el marxismo. Fue gracias a este “accidente” de la historia por lo que la ideología contrarrevolucionaria de la Internacional Comunista en degeneración (el estalinismo) no impregnaba la lucha de clases en este país, con la misma fuerza que en Europa. El proletariado español manifestaba una alta combatividad, la cual resultaba muy peligrosa para los planes de guerra imperialista que preparaba el capital. Por lo tanto el Capital necesitaba derrotarlo primero, para alistarlo después, y, finalmente, en una etapa posterior, hacer lo mismo con el conjunto del proletariado mundial. De esta suerte los cañonazos que lo iban destruyendo resonaban como el eco lúgubre de los que, años antes, habían destrozado a sus hermanos europeos y chinos, a la vez que eran una siniestra premonición de los que iban a crucificarle en el campo del horror de la IIª Guerra Mundial.
El 19 de julio de 1936 la CNT salva al Estado burgués
La Dictadura de Primo de Rivera había mantenido al proletariado en una miseria negra tras la expansión económica anterior. La crisis de 1929 se hizo sentir de tal manera que el capital, bajo la presión de las luchas obreras, tuvo que liquidar al dictador. La República que el capitalismo instauró propone un programa de “reformas” cuyo único objetivo es mistificar al proletariado, para desviarlo de su lucha autónoma que se iba radicalizando cada día más.
La República se las vio y se las deseó para mantener el orden social. Pero los demócratas nada tienen que envidiar a los fascistas cuando se trata de acabar con las huelgas no dudando, si llega el caso, en disparar contra los huelguistas. Con sus ataques permanentes contra la clase obrera, con sus leyes y acciones represivas, la Izquierda y la República cumplieron con su compromiso: calentarle la cama a la reacción. Parecía llegado el momento de que la Derecha cumpliera con el suyo: aplastar al proletariado y acabar con el “desorden social”. Así, el 17 de Julio de 1936, dos años después de la masacre de los obreros en Asturias, surge el intento de golpe de Estado con la punta de lanza de las tropas de Marruecos al mando de Franco, cuyo alzamiento debería ir seguido, al menos en teoría, por el de todas las guarniciones del país el 19 de Julio.
El 19 de Julio de 1936, en Barcelona, el proletariado entero está en la calle, asalta los cuarteles o fraterniza con los soldados y va armándose a medida que avanza la situación. El pronunciamiento ha fracasado; la Generalitat de Cataluña se encuentra totalmente desbordada, casi desaparecida ante el empuje de los obreros. Estos forman milicias que se encargan de limpiar la ciudad con las armas en la mano, plantean sus reivindicaciones de clase y empiezan a expropiar empresas. El día 20 la CNT, que hasta entonces había mantenido un silencio revelador, presionada por el empuje de los obreros, proclama la Huelga General, lo que no es otra cosa que reconocer un hecho ya consumado.
La mayoría de los obreros combativos que participan en los acontecimientos o son independientes o militan en la CNT. Esta, por recoger en su seno a la mayoría de las tendencias revolucionarias del proletariado español, tiene una influencia enorme sobre él y, por tanto, una responsabilidad inmensa. Companys, presidente de la cadavérica Generalitat, el mismo que días antes se había negado a entregar armas a los obreros, felicita al sindicato libertario y le propone una alianza entre la Generalitat y la CNT, sin la cual no le queda más remedio que dimitir. La CNT, dueña de la ciudad y de la región,....¡Acepta el compromiso!:
«No podíamos quedarnos solos, imponer nuestra voluntad absoluta, declarar caduca la Generalitat e imponer en su lugar el verdadero poder del pueblo; nosotros no creíamos en la dictadura cuando se ejercía contra nosotros y no la deseábamos cuando la podíamos ejercer contra otros. La Generalitat debía mantenerse con otras fuerzas, y con el presidente Companys a su cabeza, y las fuerzas populares se organizarían en milicias para proseguir la liberación de España. Así nació el Comité Central de Milicias Antifascistas (CC), en el cual hicimos entrar todos los sectores políticos, desde liberales a obreros» (Abad de Santillán, dirigente cenetista, en su libro: «¿Por qué perdimos la guerra?»).
Con una vil excusa (“no ser dictatoriales”) la CNT salva del apuro al odiado Estado burgués y le avala con su prestigio.
Respecto al Comité Central de Milicias Antifascistas la CNT lo presentará como un organismo obrero. Pero ¿cuál es su composición? En él están los peores enemigos de los trabajadores y la revolución: ¡el Gobernador Civil!, los representantes de la Generalitat, los delegados de los partidos del Frente Popular y la propia CNT junto con el POUM. En resumidas cuentas, un sindicato de enemigos de los trabajadores que van a hacer todo lo posible para secuestrar su voluntad y debilitarlos desde dentro.
La CNT se encuentra por primera vez a la cabeza de un movimiento que eclipsa realmente al gobierno de una región entera, la más rica de España además. Las posibilidades de supervivencia del Gobierno de la Generalitat dependen totalmente de la orientación que la CNT de a la lucha; lo cual quiere decir, a la inversa, que los intereses del proletariado dependen también de ella. El ímpetu revolucionario que anima a la clase obrera en aquellos días de Julio - gracias en parte a la entrega total de militantes anarquistas que no dudaron un instante en aquellos momentos históricos - sólo podía realizarse con la continuidad de la lucha empezada en el terreno de clase contra el capital: destrucción del aparato de Estado burgués, instaurar un poder basado en los Consejos Obreros, apoderarse del aparato bancario,... Estas medidas conscientes eran consecuencias objetivas de las medidas ya tomadas de manera espontánea como las de tomar las armas, limpiar el aparato militar y policiaco del Estado, las expropiaciones,...
Y es precisamente entonces cuando los “antiestatistas”, los “antiautoritarios”,... colaboran abiertamente con el gobierno republicano, dando con ello a la burguesía una prueba de la “respetabilidad” del ideal anarquista: había que evitar a toda costa que los obreros siguieran por el camino de la dictadura de clase sobre el conjunto de la sociedad. Para los anarquistas cualquier dictadura es la esencia del MAL. Pero la historia no funciona en absoluto con criterios morales basados en el BIEN y el MAL. En momentos de conflicto exacerbado entre las clases no puede haber posturas de “equidistancia”.
De hecho la CNT-FAI contribuyó objetivamente a la restauración de la dictadura capitalista, otorgando su confianza al Estado burgués y ayudándole a encontrar los medios para controlar la situación. Ese primer abrazo de “paz” fue el signo precursor que auguraba las futuras efusiones amorosas entre la CNT y el Estado.
Salvado de milagro y en última instancia, éste Estado se dispone inmediatamente a “restablecer el orden”, o sea militarizar las milicias obreras, convirtiéndolas en batallones del ejército republicano, y a militarizar el trabajo.
La CNT desvía a los obreros de la lucha de clases a la guerra militar
Rápidamente el Gobierno centraliza y somete a un rígido control jerárquico las milicias creadas por los obreros para, a continuación, enviarlas al frente donde van a servir de carne de cañón. Por medio de la CNT y el POUM, la burguesía hace creer a los milicianos que si van a la guerra es para proteger la “revolución” que se está haciendo en la retaguardia. La CNT contribuye, así pues, a sacar al proletariado de su terreno de clase para meterle en el del conflicto militar entre fracciones burguesas. El 25 de Agosto de 1936, el Pleno de la CNT adopta la consigna: «¡Todas las armas al frente!» y concluye un acuerdo con el gobierno para desarmar el 60% de los milicianos de la retaguardia, acuerdo que ella se encargará de hacer respetar por la fuerza. Con ello la CNT destruye los últimos vestigios de un poder obrero independiente frente al Estado burgués.
El 26 de Septiembre es un gran día para la burguesía catalana: Companys consigue la formación de un Gobierno de la Generalitat en el que participan CNT y POUM. Todos los restos de organismos obreros (Comités, etc.) creados en la insurrección de Julio, son definitivamente transformados en auxiliares del Estado y meros ejecutores de sus órdenes. Esta política de participación descarada en el Estado burgués, es justificada por Abad de Santillán diciendo que «Todo debe intentarse para conseguir las armas y la ayuda financiera necesarias para ganar nuestra guerra». El periódico cenetista «Solidaridad Obrera» dice el 27 de Septiembre: «Resulta imposible para el bien de la revolución y el porvenir de la clase obrera, seguir manteniendo la dualidad de poder» (¡¡¡). Toda la plana mayor cenetista (la Montseny, García Oliver y demás pájaros) se empeña en presentar todos los retrocesos obreros como “pasos adelante” hacia el “comunismo libertario”. El 1 de Octubre es abolido el Comité Central de Milicias, y el día 9, con la firma de los ministros de la CNT y el POUM , son disueltos «todos los comités locales y todos los organismos que se hayan formado para destruir el movimiento rebelde». Todo órgano autónomo de los obreros es definitivamente sacrificado por la CNT,... para mejor defender el Estado: el abrazo de Julio se ha convertido en noviazgo. El gobierno central de Madrid puede respirar tranquilo: los anarquistas pronto entrarán en el Gobierno Largo Caballero. Es cuestión de días,...
El 10 de Octubre se publica el decreto de militarización de las milicias. La CNT envía delegados al frente para convencer a los milicianos de la urgencia de tal medida,... ¡y eso que la CNT siempre se había declarado “antimilitarista”! La “razón de Estado” hará entrar en “razón” a algunos milicianos recalcitrantes.
«A cada charco de sangre proletaria, la burguesía dará un paso más a la izquierda» (BILAN). Si la caída de Badajoz e Irún fueron la causa directa de la formación de un gobierno del Frente Popular con el apoyo anarquista, los nuevos reveses militares y la amenaza sobre Madrid, hacen que la CNT el 4 de octubre de un nuevo paso al frente: entra en el gobierno central, previamente “retocado” para calmar sus escrúpulos:
«Las circunstancias han cambiado la naturaleza del Estado español que ha dejado de ser una fuerza de opresión contra la clase obrera, de la misma manera que hoy, el Estado, ya no es el organismo que divide la sociedad en clases».
Así justifica «Solidaridad Obrera», en una famosa editorial, la entrega por parte de la CNT de todos sus encantos al Estado burgués. ¡Las bodas de la CNT con el Estado pasarán a la historia de los amores célebres!
La nueva consigna cenetista: «¡Todos a la fábrica o al frente!» es ante todo la consigna del Estado. Esto se ve reforzado a medida que los obreros abandonan su terreno de clase para meterse en el de la guerra.
Como la clase obrera rechaza la movilización militar hay que darle la ilusión de que es ella la que dirige la “guerra contra el fascismo”. La CNT, con su actuación antiobrera, con su propaganda y con su participación abierta en el Estado, juega un papel clave para llevar los obreros al matadero.
Como la clase obrera rechaza la sobreexplotación capitalista, hay que darle la ilusión de que es ella la que domina la producción, para que acepte los sacrificios inhumanos que impone la economía de guerra. Es nuevamente la CNT quien se encarga del engaño con su sacrosanta autogestión, para que los obreros acepten en nombre de ésta lo que nunca hubieran aceptado en nombre de la patronal.
Para que sea proletaria, la lucha obrera debe dirigirse, en todos sus órganos y en todos sus combates, contra el Estado burgués. Sin esto, el Capital acaba recuperando el control de la situación y utilizando contra los trabajadores no sólo los órganos que estos han creado, sino su propia combatividad.
Por ello, si bien cuando surgieron espontáneamente, las milicias obreras son órganos revolucionarios, después se convierten en órganos del Estado contra el proletariado, desde que se instaura el Comité central de Milicias, como lo demuestra el envío de los obreros al frente, y posteriormente su militarización. Las expropiaciones espontáneas de fábricas eran medidas con potencial revolucionario pero acabaron convirtiéndose en instrumentos de control, cuando se creó, por iniciativa de la Generalitat, el Consejo Central de Economía (11 de Agosto de 1936). Este organismo, en el que desde sus inicios participan la CNT y el POUM, militariza la industria, prohíbe las huelgas y rechaza toda reivindicación obrera, “mientras estemos en guerra”.
Por su ideología apolítica y antiautoritaria, por toda su participación abierta en el Estado burgués, la CNT-FAI es responsable directa de la victoria política de la burguesía: la derrota de la lucha autónoma de los obreros y su encuadramiento y masacre en el frente “antifascista”. Codeándose con estalinistas, socialistas y republicanos, la CNT culminará sus favores al Estado capitalista, tomando parte en el aplastamiento final de toda resistencia obrera en Mayo de 1937.
Las jornadas de mayo 37: la CNT apuñala a los obreros por la espalda
Contando con el apoyo anarquista, el poder burgués decide aniquilar el último foco de resistencia proletaria que representan los obreros de Barcelona. Ellos son el último bastión de la lucha autónoma del proletariado. Debilitados por meses de guerra, privaciones y, sobre todo, de mistificaciones políticas, las fuerzas del Frente Popular se lanzarán contra ellos como hienas salvajes.
Para ello recurrirán a la provocación: la policía de la Generalitat invade, con las armas en la mano, los locales de la Telefónica barcelonesa, reducto de la combatividad obrera. Los trabajadores responden y pronto se desata la solidaridad proletaria. Las fábricas de Barcelona se paralizan, la ciudad se cubre de barricadas; los obreros, al precio de grandes pérdidas, vuelven a ser dueños de la ciudad.
Nuevamente la Generalitat tiembla. Companys desaprueba al Comisario de Orden Público que había dirigido el ataque y lo hace dimitir. Entregándoles este “chivo expiatorio” el Estado pretende calmar a los trabajadores, pero a la vez llega a un nuevo acuerdo con la CNT, que ésta se encargará de propagar por las barricadas y a través de la radio: los obreros, “en nombre del enemigo común, Franco”, deben deponer las armas; el gobierno “va a intervenir equitativamente”,... Con esas mentiras, la CNT hace la guerra psicológica a los trabajadores, mientras el Gobierno trae tropas desde Valencia, y sobre todo, retira batallones enteros del frente de Aragón, donde se libra una batalla decisiva contra las fuerzas franquistas, para emplearlas en Barcelona en la represión de los obreros. Aquí puede verse, una vez más, esa gran mentira antiproletaria que es el “antifascismo”.
El papel de la CNT es de nuevo decisivo. Federica Montseny pide “besos a las fuerzas de orden público”, las mismas que están masacrando a los obreros. Los jefes de la CNT piden “unidad antifascista”, es decir, que los obreros se retiren de la lucha y se unan a los verdugos estalinistas y socialistas que los conducen a la cárcel. La maniobra de acabar con la resistencia obrera solo tuvo éxito con el concurso de la CNT.
Definitivamente aplastado, el proletariado ya no volverá a levantar cabeza. Franco vendrá después a rematar la faena que republicanos, estalinistas, PSOE y anarquistas habían empezado. Hoy, los jerifaltes de la CNT fanfarronean con el más descarado cinismo: «La CNT tiene la conciencia tranquila (¡¡¡) Jamás se ha manchado las manos ni con la barra del poder (¡¡¡) ni con el parlamentarismo, ni con los partidos políticos (¡¡¡)» («Monde Libertaire», Abril de 1977).
Publicado en Acción Proletaria (órgano de la CCI en España) nº 15, Agosto de 1977.