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Presentamos la 2ª Edición de los textos de BILAN sobre la guerra de España de 1936. Incorporamos otros textos sobre el tema aparecidos en nuestra REVISTA INTERNACIONAL.
Con esta publicación queremos responder de forma militante a la preocupación y a la reflexión de los elementos obreros sobre esta experiencia trágica del proletariado. Al mismo tiempo queremos denunciar las falsificaciones con las que la burguesía va a conmemorar la efemérides.
Lo que ha cambiado entre entonces y ahora: la relación de fuerzas entre las clases
La primera cuestión que se plantea al tratar los acontecimientos de 1936 es comparar aquella época (los años 30, previos a la 2ª Guerra Mundial) con nuestra época, los años 80.
Los años 30 estaban marcados, como en la actualidad, por la agravación de la crisis histórica del capitalismo (depresión de 1929, escalada fulminante del paro, descomposición del aparato económico en el caso de España, etc.) planeando sobre la sociedad la amenaza de una nueva guerra imperialista mundial, al igual que actualmente[1].
Sin embargo, entonces la relación de fuerzas entre la burguesía y el proletariado se orientaba indefectiblemente hacia el aplastamiento de los obreros y su alistamiento en la carnicería imperialista de 1939-45.
Hoy, en cambio, pese a que el proletariado se mueve todavía en un terreno de luchas defensivas y estamos aún lejos de una situación revolucionaria, que se caracterizaría por una ofensiva proletaria internacional contra el poder burgués, los condiciones son completamente diferentes: la combatividad de los obreros, su defensa intransigente de sus intereses de clase, su desconfianza creciente frente a las mentiras de la burguesía, cierran la ruta de momento a la generalización de los conflictos interimperialistas, sí bien no pueden detener su constante agravación[2].
Respecto a esta comparación entre las dos épocas, los años 30 y los años 80, la burguesía, como en otras muchas cosas, nos presenta el mundo al revés. Sus medios de comunicación, sus partidos, sus sindicatos, nos presentan 1936 como una “revolución social” mientras que, inversamente, la época actual la pintan con las tintas negras de la “crisis del proletariado”, su “aburguesamiento”, “sumisión” etc.
Este poner patas arriba la realidad, Marx decía que la ideología burguesa presenta los hechos “caminando sobre la cabeza en vez de sobre los pies”, en el que insisten particularmente los partidos de izquierda y los sindicatos, tiene un fin muy preciso: desmoralizar al proletariado, empujar sus luchas al aislamiento, ahogarlo en una falta total de perspectivas.
Pero el martilleo de la burguesía sobre la “derrota y crisis del proletariado” no es sino la expresión de su miedo profundo a la potencialidad y a la dinámica que encierran las luchas actuales de nuestra clase. La comparación entre los años 30 y la época actual lo pone en evidencia.
ENTONCES, la combatividad del proletariado español, expresada en la multitud de huelgas que jalonan la etapa que va desde 1931 a 1937, no tenía eco en el resto del proletariado internacional que iba de derrota en derrota y se plegaba cada vez más al interés de cada capital nacional: aceptar sacrificio tras sacrificio hasta la inmolación suprema, el matadero de la 2ª Guerra Mundial.
HOY, las luchas del proletariado en España, que se desarrollan desde las huelgas de Asturias en 1962, se inscriben dentro de un proceso general de ascenso de las luchas obreras en todos los países, tanto en el Este como en el Oeste, tanto en las naciones industrializadas como en el llamado Tercer Mundo. Actualmente, las batallas de AHM, sector naval, la huelga contra la “reforma” de la Seguridad Social, Telefónica, Bazán etc., participan de una oleada internacional de resistencia cuya simultaneidad es la más fuerte desde 1917-23, expresándose tanto en los países europeos como en el resto del mundo: recordemos simplemente la huelga minera en Gran Bretaña, las huelgas masivas en Dinamarca, Grecia y Escandinavia, las movilizaciones de parados en Francia y Alemania ...[3]
ENTONCES, en 1936, las mistificaciones del “antifascismo”, de la defensa de la “democracia”, el elegir campo entre las fracciones opuestas de la burguesía (fascismo-antifascismo, derecha-izquierda, Franco-República ...)polarizaban de forma creciente al proletariado, profundizando su desmoralización y desmovilización e incrementando su adhesión a los planes guerreros del capital.
HOY, las mistificaciones del “antifascismo”, la “democracia”, el apoyo a Rusia, “patria del socialismo”, convencen cada vez menos a los obreros que muestran un progresivo distanciamiento de esas patrañas. Cierto es que tal alejamiento se traduce más en negativo (actitud escéptica y expectante) que en positivo, pero, con el desarrollo de las luchas obreras y la intervención activa de los revolucionarios, esa postura simplemente negativa puede acabar transformándose en una posición activa, abierta a alternativa revolucionaria masiva[4].
ENTONCES, los Gobiernos de Izquierda, sus famosos Frentes Populares, suscitaron una amplia adhesión en las filas obreras hasta el extremo de ser en muchos países (Francia, España, Bélgica ...) los encargados de convencer a los trabajadores de que aceptaran todos los sacrificios imaginables en aras del interés superior de la “lucha contra el fascismo”, vehículo para llevarlos al matadero imperialista.
HOY, la clase obrera se opone, en defensa de sus necesidades como clase, a todo Gobierno, tanto de Derechas como de Izquierdas. Hemos visto cómo en Francia, Suecia, España o Grecia, los obreros hacen frente a los despidos o a los recortes en la Seguridad Social sin dejarse engañar por el chantaje de que hacer huelga contra un gobierno de izquierdas sería “hacerle el juego a la Derecha”[5].
ENTONCES, los partidos proletarios creados con la formación de la IIIª Internacional, los partidos comunistas, culminaban un trágico proceso de degeneración oportunista integrándose definitivamente en el campo del capital y utilizaban su indiscutible pasado obrero como aval para hacer tragar a los obreros las ruedas de molino de los planes de armamento, de austeridad y de guerra.
HOY, esos partidos (PC, PS y sus acólitos izquierdistas), así como sus agencias sindicales, suscitan una sorda hostilidad y una creciente desconfianza entre los obreros. Una vez más, eso se traduce más bien de una forma pasiva y negativa, lo que es aprovechado por el Capital para inducir la idea reaccionaria y desmovilizadora de “todos son iguales” y “hay que pasar de la política”. Sin embargo, esa situación encierra el potencial, con el desarrollo de las luchas y la intervención decidida de grupos que como la CCI se sitúan en un terreno proletario, para que en las entrañas de nuestra clase se vayan forjando las bases para la constitución de su Partido Mundial de Clase, la nueva Internacional.
Lo que NO ha cambiado entre entonces y ahora: el papel antiobrero de Izquierda y Sindicatos
Sí la comparación entre las dos épocas nos muestra una clara diferencia (¿hacia donde va la sociedad? ¿hacia la guerra generalizada o hacia enfrentamientos de clase?), también nos presenta una clara coincidencia: la continuidad en la labor antiobrera de los partidos de izquierda y los sindicatos, entonces y ahora. Sus tácticas no son necesariamente las mismas, porque son diferentes las condiciones de la lucha de clases, el estado de la conciencia en los obreros, pero LO QUE NO HA VARIADO EN ABSOLUTO es su función antiobrera, su papel clave en la estrategia política de la burguesía para enfrentar a los obreros, tratar de derrotarlos y de arrastrarlos al lodazal sangriento de la guerra.
En 1931, el PSOE, que ya había mostrado su integración en el Estado capitalista con su descarada colaboración con la dictadura de Primo de Rivera (Largo Caballero era consejero de estado y la UGT ejercía de chivato en las fábricas), se alió con los partidos republicanos en un gobierno (la Conjunción Republicano-socialista) que hasta su dimisión en 1933, enfrentó las huelgas obreras y las revueltas campesinas con un furiosa represión cuyo broche de oro fue la cruel matanza de Casas Viejas donde el hoy ensalzado Azaña dictó su famoso telegrama a los guardias: “Disparen a la barriga”.
Cuando en 1982, los sindicalistas, los izquierdistas, mostraron su “alegría” por el famoso “cambio” de Felipe González, nosotros denunciamos firmemente esa algarabía y esto no lo hacíamos como simples aguafiestas o basados en análisis inmediatos, nos apoyábamos en la experiencia histórica y mundial de nuestra clase, tanto en España como en el mundo. Esta nos suministra un cúmulo de experiencias y, sobre todo, un cuadro global de análisis, que nos permite confirmar al PSOE como servidor incondicional del Capital, verdugo de los obreros, enemigo cínico e hipócrita de su lucha precisamente porque su especialidad es disfrazarse con la piel de cordero “progresista” y “a favor de los obreros”.
Esa experiencia histórica nos muestra que sí a partir de marzo de 1933 el PSOE dejó el gobierno y se radicalizó a marchas forzadas seguido por la UGT, sí Largo Caballero (el mismo que en 1925 era consejero de Primo de Rivera y que en 1931-33 fue ministro de trabajo) tuvo la desfachatez de proclamarse el “Lenin español”, fue precisamente para continuar su hoja de servicios al capital pero esta vez DESDE LA OPOSICION. En el Estado capitalista para mejor engañar a los obreros y someter al conjunto de la población no solo necesita un Gobierno, necesita aún más una oposición que se dedique a dividir, desviar y llevar a callejones sin salida, las luchas obreras. Es lo que hace hoy aquí el PCE o lo que acaba de hacer el PS francés siguiendo el ejemplo de sus compinches del PCF que dejaron el gobierno en 1984.
En efecto, estos servicios al capital desde la oposición, lo concretaron en 1933-36 la pareja formada por el PSOE y la UGT empujando a los obreros a batallas insurreccionales perdidas de antemano por su total aislamiento, que precisamente Largo Caballero y sus “revolucionarios” se encargaron de provocar. Todo esto llevó a una terrible sangría en las filas obreras cuya culminación fue Asturias 1934: el PSOE prometió a los mineros que tendrían todo el apoyo del proletariado español, pero en octubre, una vez desencadenada la insurrección en las cuencas mineras, el PSOE se opuso por todos los medios a cualquier movilización en el resto del país, a lo sumo admitió alguna huelga inofensiva. El resultado fue que las tropas de la República, mandadas por el general Franco, organizaron una espantosa matanza en Asturias y una salvaje ola represiva se extendió por toda España.
En 1936, los obreros fueron llevados en febrero a la farsa electoral con la “grandiosa” expectativa del Frente Popular, donde se compincharon PSOE, PCE y los republicanos, con el apoyo “crítico” de CNT y POUM, hasta entonces organismos obreros pero que con ese paso empezaban a ganarse una poltrona en el campo enemigo.
El Frente Popular en España (como su contemporáneo en Francia) reemplazaba la lucha de clases contra todas las fracciones de la burguesía por una lucha exclusivamente contra las de índole fascista al servicio de las que se etiquetaban como “antifascistas”. Sustituía la lucha reivindicativa de los obreros por un ilusorio programa de reformas que jamás se cumplió. Oponía, en fin, a la única perspectiva eficaz para el proletariado y la humanidad – la Revolución Comunista Mundial- el mito demagógico y reaccionario de la “revolución democrática”.
Tan criminal es el verdugo que levanta el hacha para cortar la cabeza que el gentil abogado defensor que conduce a la víctima a la ejecución haciéndole creer que va a evitar o, incluso más, que va acabar con el verdugo. Ese fue el primer crimen del Frente Popular (luego vinieron otros): desmovilizar la proletariado, desviar su lucha de clase al terreno de la burguesía, desarmarlo políticamente para que cayera, atado de pies y manos, bajo la represión que los militares preparaban, en la más completa impunidad, desde el día siguiente del triunfo del Frente Popular y a los ojos de todos.
Cuando, por fin, el 18 de julio, los militares con Franco a la cabeza se levantaron, el Frente Popular, mostrando su verdadero rostro, trató de paralizar a los obreros, impidiendo que tomaran las armas contra la sublevación y haciendo continuos llamamientos a la “calma”. Su divisa, sellada en una famosa declaración el mismo 18 de julio, fue “EL GOBIERNO MANDA, EL FRENTE POPULAR OBEDECE”. Esta marcial proclamación tenía como objetivo inmovilizar a los obreros dejando el terreno libre para que los militares organizaran la masacre. De hecho, el Frente Popular, nombró inmediatamente un gobierno, presidido por el republicano Martínez Barrio, con la expresa intención de pactar con los militares sublevados. Allí donde los obreros se dejaron embaucar por la consigna de “EL GOBIERNO MANDA, EL FRENTE POPULAR OBEDECE” los militares pudieron campar a sus anchas fusilando o hacinando en las cárceles a todos los obreros y campesinos “rojos”. Tal fue el caso de Sevilla –feudo del PCE- donde el general Queipo de Llano con unas fuerzas muy pequeñas pudo imponer cómodamente una represión despiadada.
Sólo, como vamos a ver en los textos que siguen, el levantamiento de los obreros de Barcelona y otros centros industriales importantes, uniendo la lucha reivindicativa con la lucha política, comprometió los planes conjuntos de republicanos y nacionales haciendo fracasar el golpe militar.
Esta respuesta obrera, obligó al Frente Popular a un viraje de 180 grados. El 19 de julio, Martínez Barrio fue licenciado y se formó otro gobierno, presidido por Giral, que se mostró mucho más “intransigente” frente a los militares y se declaró “a favor de los obreros”. Este cambio táctico constituyó una hábil maniobra para convencer a los obreros de que debían abandonar el terreno clasista de la lucha contra la explotación, el cual contenía una oposición clara a la vez contra Franco y contra la República, para sustituirlo por el terreno de la defensa de la República contra Franco.
La maniobra fue un éxito gracias al apoyo entusiasta de la CNT y del POUM que con ello se integraban de forma inapelable en el campo del Capital. Estos traducían el lenguaje “moderado” del Frente Popular y el gobierno republicano a un lenguaje “radical” que llegaba mejor a unos obreros exasperados y que tenían armas arrebatadas en los cuarteles. Su “argumento” de impecable “sentido común” es que había que ganar primero al fascismo para defender a la revolución “en marcha”. La pinza entre los “moderados” del Frente Popular y los “radicales” de CNT-POUM permitió llevar a los obreros al frente de batalla, a la masacre bajo uniformes burgueses –el uno “republicano”, el otro “nacional”. Las armas que habían ganado los obreros se desviaban hacia la guerra entre banderas burguesas – la roja, amarillo y roja por un lado, la tricolor morada por otro -. La defensa de una pretendida “revolución social”, amenazada únicamente por el fascismo –por supuesto en un primer momento, luego ya se vería ...-, era el banderín de enganche que la CNT-FAI y el POUM empleaban para que los obreros aceptaran una explotación bestial en la retaguardia y el derramamiento de sangre en el frente.
Dentro del bando republicano, el PCE se colocó a la vanguardia del esfuerzo de guerra. Una de las piezas de ésta era poner orden en la retaguardia. Esto significó, sobre todo, una feroz represión de los obreros combativos. El partido de José Díaz, Pasionaria y Carrillo se mostró sin tapujos como el partido del orden atrayendo a su órbita a propietarios, policías y señoritos fascistas del territorio republicano. En la misma proporción que el PCE vaciaba las cárceles de patronos y fascistas las iba llenando de obreros combativos, de anarquistas sinceros. Enarbolando la divisa “No a las huelgas en la España democrática” se opuso con las armas en la mano a toda manifestación de resistencia contra los racionamientos, los sueldos de hambre, la inflación, la militarización de los centros de trabajo. Los obreros en lucha recibían un doble ataque: por un lado, las balas y las porras, las torturas en las checas, de la “policía del pueblo”; de otro lado, el oprobio de ser tildados de “colaboradores del fascismo”. Esta feroz batalla culminó con los sucesos de Mayo 1937 en Barcelona donde el PCE, a la cabeza de la represión republicana, desplazó tropas del frente de Aragón y de Valencia para aplastar el movimiento de los obreros que había estallado contra una situación insoportable en el territorio supuestamente “liberado” y “revolucionario”. Mostrando una vez más que República y Franco, PCE y Falange, pertenecían al mismo campo, el mando fascista detuvo momentáneamente las hostilidades en Aragón para dejar las manos libres a los verdugos republicanos contra los obreros.
Aquella hoja de servicios al Capital de los PCE, PSOE, CNT etc., ha seguido llenándose por otros medios en nuestra época.
Fueron ellos, junto con CCOO, UGT y todos los grupúsculos izquierdistas, los que desmovilizaron las luchas obreras de los años 70 agitando la superchería de la “restauración de la democracia”. Fueron ellos los que de forma entusiasta convencieron a sus compadres de la Derecha para acordar el famoso Pacto de la Moncloa (1977), el cual sirvió de plataforma para constantes y continuados ataques a las condiciones de vida obrera en los años siguientes. Fueron ellos los que firmaron, vendiéndolos como “garantía contra los despidos”, los “acuerdos sobre la siderurgia y el sector naval” en 1981, que sirvieron de base para las tremendas reconversiones del gobierno PSOE en 1983-84 en AHM, el sector naval etc. Fueron ellos los que firmaron y defendieron ante los obreros como “instrumentos contra el paro”, los AMI, ANE, AES ... etc., que han traído más despidos y peores condiciones de trabajo.
Y por si quedaba alguna duda, el Gobierno PSOE, reverdeciendo los laureles de Largo Caballero, Negrín, Prieto y compañía, ha alcanzado las más altas cumbres en la agresión contra los trabajadores: han destruido UN MILLON de puestos de trabajo con las reconversiones en la siderurgia, el sector naval, la industria electrodoméstica y tantos otros sectores. Con la “reforma” de la Seguridad Social le han pegado un serio hachazo a las pensiones y a los subsidios de paro, invalidez etc. Con sus medidas de “reforma” del mercado de trabajo han instaurado la precariedad y la inseguridad en el empleo y han puesto en marcha mecanismos que van a endurecer las condiciones de trabajo.
En materia de represión contra las luchas obreras ahí está el asesinato de obreros en huelga en Gijón y Bilbao durante las manifestaciones del sector naval. Ahí está igualmente la amenaza de penas de cárcel contra 600 jornaleros andaluces.
¡Para qué hablar de su defensa incondicional de los planes imperialistas del jefe USA!. Fueron el gobierno del “cambio” como se ha visto con el cambio de 180 grados en su postura sobre la OTAN: antes de 1982 era “OTAN de entrada no”, ahora “OTAN, nada de salir”.
Pero hoy el papel de la izquierda no está en el gobierno sino esencialmente en la oposición como se ve en muchos países de Europa. La razón es que los obreros se creen cada vez menos las mentiras de “izquierdas” que embaucaron a sus antepasados llevándolos a sacrificarse en la guerra entre capitalistas. Hoy los obreros tienden a agarrarse al terreno concreto de sus luchas, de la defensa de sus intereses, un terreno lleno de promesas. Esto es lo que obliga a la burguesía a una estrategia muy distinta de la de 1936.
Sí el PSOE está en el gobierno es por la debilidad e incapacidad de la Derecha española. Una derecha demasiado provinciana y con demasiados reflejos franquistas como lo muestra el hecho de que no pueda quitarse de encima ese fantasma del pasado que es Fraga. Esta situación obliga al PSOE a asumir el papel de verdugo descarado de los obreros correspondiendo el papel más y cínico y más dañino para estos a los PCE, UGT, CCOO: se declaran “amigos” de los obreros, se dicen “a favor” de sus luchas, para de esta forma conservar su control y poder sabotearlas y aislarlas DESDE DENTRO. Es el esquema típico de la estrategia de la burguesía: en el Gobierno, la Derecha (hoy el PSOE) golpea y la Izquierda (PCE, CCOO y UGT) atan de pies y manos a los obreros para hacerles encajar el golpe.
El PCE que en 1936-37 servía al Capital encarcelando y torturando obreros en la zona republicana, gritando insolente “No a las huelgas en la España republicana”, hoy tiene como trabajo, junto a su sucursal CCOO, gritar una oposición radical a las medidas de despidos y aumento de la explotación, para mantener el control de las luchas obreras y encerrarlas en el aislamiento, es decir, hacerlas INUTILES e INEFICACES contra los golpes del Capital. ¡Son dos papeles distintos para una misma función anti-obrera!.
También el “socialista” Largo Caballero que en 1925 servía al capital como consejero de Estado del dictador Primo de Rivera continuó ese servicio bajo el papel radicalmente diferente de “Lenin Español” en 1934 para llevar a los obreros a la derrota segura. También el PSOE cuando entre 1976 y 1982 se desgañitaba contra el paro y la OTAN para hacer todo lo contrario desde el momento que subió al poder[6].
Pero el justificado odio que inspiran estos enemigos encubiertos del proletariado que en el poder y en la oposición siempre sirven al capital, compinchados, abierta o secretamente, con la Derecha, la Patronal, el Ejército, la Iglesia etc., no nos debe conducir a una apoliticismo nefasto, al rechazo de toda organización política en las filas del proletariado.
Si los partidos socialistas y comunistas fueron perdidos por el proletariado no por ello este ha perdido la necesidad y la posibilidad de crear un partido político propio, una Internacional revolucionaria que agrupe a sus elementos más conscientes y combativos.
Es verdad que los partidos que forja la clase obrera tienden a degenerar y ser atrapados por los engranajes de la burguesía. Pero es verdad también y esto es lo más importante, que contra esa degeneración se levantan siempre Fracciones de Izquierda que con su lucha crean la base para la formación de nuevos partidos de la clase obrera. La Internacional Comunista surgió de las fracciones de izquierda que pelearon contra la degeneración y paso al Capital de los partidos socialistas. A su vez, las Fracciones de Izquierda Comunista llevaron una lucha frontal contra la degeneración y paso al Capital de los antiguos partidos comunistas.
Entre las Fracciones de Izquierda Comunista, BILAN, cuyos textos, junto a los de otras organizaciones de la Izquierda Comunista de la época, publicamos en el presente libro, supo resistir las trampas de la burguesía y mantenerse fiel al proletariado. LA CONSIGNA DE LA HORA ES NO TRAICIONAR. Ese fue el lema de BILAN y fiel a ese principio supo sacar las lecciones de toda la atormentada época que va desde 1914 a 1939 viendo por qué y cómo habían degenerado los partidos de la 3ª Internacional, por qué y cómo el combativo proletariado español iba a ser llevado a una masacre sangrienta que prepararía la carnicería de la 2ª Guerra Mundial.
El legado de BILAN, junto al de otros fracciones de la Izquierda Comunista, es la base que tenemos las organizaciones comunistas de hoy para intervenir activamente en las luchas obreras, orientarlas hacia una perspectiva revolucionaria y contribuir al surgimiento del partido de clase, de la nueva internacional, que necesita el proletariado.
ACCION PROLETARIA 05/06/1986
[1] Este texto fue escrito en 1986. El peligro de una IIIª Guerra Mundial, con el grave enfrentamiento en Afganistán y la tremenda carrera de armamentos impuesta por Reagan con lo que se llamó la “guerra de las estrellas” no se podía subestimar. Es verdad que, desde 1989 con la caída del bloque del Este, la desaparición progresiva del bloque del Oeste y las dificultades para formar nuevos bloques, hoy no existe un peligro inmediato de guerra mundial. Sin embargo, como hemos mostrado en numerosos documentos, eso no significa en manera alguna que la humanidad se haya liberado del zarpazo asesino de la guerra imperialista. Al contrario, las guerras del Golfo, Grandes Lagos, Yugoslavia y ahora Chechenia, muestran que las tendencias destructivas del capitalismo se han agravado considerablemente tomando una forma particularmente caótica. Ver en nuestra REVISTA INTERNACIONAL nº 64 “La guerra en el periodo de la descomposición”.
[2] En la actualidad, año 2000, la tendencia sigue siendo hacia los enfrentamientos de clase decisivos. Es verdad, como previmos claramente desde principios de los 90 (ver en REVISTA INTERNACIONAL nº 60 “Dificultades crecientes para el proletariado”) que la caída del falso “comunismo” de los países del Este y toda la campaña anticomunista que la burguesía organizó causaron un importante retroceso en la conciencia y de forma parcial en la combatividad del proletariado mundial. Del mismo modo, el desarrollo de la descomposición del capitalismo (ver artículo en REVISTA INTERNACIONAL nº 62) plantean dificultades adicionales a la lucha y la toma de conciencia de los obreros. Sin embargo, ni uno ni otro factor ponen en cuestión la orientación dominante de nuestra época hacia enfrentamientos de clase decisivos de cuyo desenlace dependerá la suerte de la humanidad.
[3] Es cierto, debido a lo analizado en la nota 2, que los años 90 han visto una sensible disminución del número y la fuerza de las luchas obreras en el mundo. Sin embargo, las reservas de combatividad del proletariado siguen intactas, éste no ha sufrido ninguna derrota decisiva y venimos asistiendo a un lento y difícil proceso de recuperación de su combatividad que encierra el potencial de recuperación progresiva de su conciencia. Por eso, pese al golpe sufrido y las dificultades, la perspectiva histórica sigue siendo la misma que enunciamos en los años 80.
[4] También en este plano los años 90 han aportado cambios respecto a lo que escribíamos entonces. Las mistificaciones capitalistas de la “democracia”, el sindicalismo, las “reformas sociales” de los gobiernos de izquierda, han recobrado un nuevo impulso. Ello expresa el retroceso de la conciencia en la clase. No obstante, su impacto es mucho menor que en los años 30 que constituyó la época dorada de esas mistificaciones.
[5] Desde finales de los años 90, la burguesía ha puesto por toda Europa gobiernos de izquierda. Su función no es, sin embargo, la misma que en los años 30. Entonces se planteaban la adhesión del proletariado a los planes de austeridad y guerra y a ellos canalizaban ideológicamente las luchas obrera como sucedió con las huelgas francesas de julio 1936. Hoy tienen como misión plantear los ataques a los trabajadores de la forma políticamente más hábil con el fin de ganar tiempo y retrasar todo lo posible el estallido de luchas masivas que provoca objetivamente la agravación constante de la crisis histórica del capital. Ver nuestro texto de orientación sobre los gobiernos de izquierda en REVISTA INTERNACIONAL nº 98.
[6] Las necesidades del servicio al capital nacional son las que inspiran los virajes en la política tanto de IU (montaje del PCE) como del PSOE. IU para desalojar al PSOE del gobierno no dudó en mantener una alianza apenas encubierta con el PP aunque después ha ido girando hacia posiciones más de oposición. El PSOE, una vez abandonado el poder, se ha convertido en campeón de los más desfavorecidos, en defensor de la democracia, las pensiones, los salarios etc. etc. ¡Todo lo que pisoteaba y atacaba cuando el servicio al capital le exigía estar en el gobierno!.