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Viernes 9 de octubre 2009: horas antes de la quinta reunión, en quince días, de su Consejo de Seguridad Nacional, consagrada en esta ocasión a Afganistán, el presidente de los Estados Unidos Sr. Barack Obama recibía el premio Nobel de la Paz «por sus extraordinarios esfuerzos en favor del refuerzo de la diplomacia y de la cooperación internacional entre los pueblos» -según la fraseología propia del jurado de Oslo. Al enterarse, él mismo recuerda que es «el comandante en jefe de un país metido en una guerra que está por acabar». Días después The Washington Post anunciaba que el mismo Obama había decidido enviar un refuerzo de 15000 soldados suplementarios a Afganistán.
Lo de Obama está lejos de ser una excepción; al contrario, es costumbre que el premio Nobel de la Paz se conceda regularmente a los más feroces caudillos guerreros de la burguesía mundial. Como recuerda el historiador estadounidense Howard Zinn en el The Guardian del 10 de octubre de 2009:
«[...] Tomas Woodrow Wilson, Theodore Roosevelt y
Henry Kissinger recibieron también el Nobel de la Paz [...].
Al Sr. T. W. Wilson le favoreció, para recibir el premio, el haber montado la
Sociedad de Naciones -este ineficaz organismo que no hizo nada por impedir la
Guerra-; sí, a Wilson, al mismo que ordenó el bombardeo de la costa mexicana,
envió sus tropas a bombardear Haití y la República Dominicana e implicó a los
EEUU en la mayor masacre a gran escala que se desarrolló en Europa durante la
Primera Guerra Mundial -atrocidad que puede optar fácilmente al primer puesto
en la lista de guerras estúpidas y sanguinarias.
A Theodore Roosevelt que aunque medió, efectivamente, para que se firmase la
paz entre Japón y Rusia era, también, un enamorado de la guerra y tomó parte en
la conquista de Cuba por los Estados Unidos, con la pretensión de liberar esta
isla del yugo español, encadenándola a
los Estados Unidos. Él mismo, T. Roosevelt., una vez en la presidencia, provoca
una guerra sanguinaria para someter las Filipinas, llegando incluso a felicitar
a un general norteamericano que acababa de masacrar a 600 aldeanos indefensos.
[...]
Más tarde fue a Henry Kissinger a quien el comité que decide el Premio Nobel
estimó oportuno concederle el de la Paz;
el Kissinger que había firmado el Acuerdo
final que ponía término a la Guerra de Vietnam, de la cual había sido precisamente
uno de los instigadores. Él había apoyado servilmente a Nixon en su voluntad de
extender la Guerra procediendo al bombardeo de aldeas en Vietnam, Laos y Camboya.
Kissinger, que responde exactamente a la definición "criminal de guerra", se
vio pues ¡premiado con el Nobel de la Paz! [...]
Hoy el premiado es Obama que prosigue
una acción militar sanguinaria e inhumana en Irak, Afganistán y Pakistán.»[1]
De entre los sanguinarios pacifistas premiados con el Nobel, no olvidamos ni al egipcio M. Anwar el-Sadat, ni a los israelíes Menajem Beguin, Shimon Peres y Yitzhak Rabin, ni al palestino Yasser Arafat -que inundaron de sangre Oriente Medio durante decenios-; ni tampoco al estadounidense Jimmy Carter, ni al ruso Mikhail Gorbachov -protagonistas de la Guerra Fría.
El Premio Nobel de la Paz es el colmo de la hipocresía y del cinismo; su único objetivo es garantizarles un título de respetabilidad a los fieles servidores del imperialismo, ejemplares del modo de vida decadente.
DM
[1] https://www.lemonde.fr/opinions/article/2009/10/17/un-prix-nobel-des-promesses_1255256_3232.html