Enviado por Accion Proletaria el
El 27 de Enero, durante las obras de construcción de la línea 5 del Metro de Barcelona en el barrio de El Carmel , se produce un socavón de 35 metros de profundidad, y 30 de diámetro. Tres edificios de viviendas se hunden y 84 se ven amenazados indirectamente, entre ellos dos colegios y 500 viviendas; más de mil personas tienen que abandonar sus casas. Cinco días después, la empresa responsable de las obras entrega a los vecinos un certificado, con el aval del Colegio de Arquitectos y Aparejadores, que asegura que no existen riesgos de nuevos desprendimientos y que los vecinos pueden volver a sus casas. A los dos días el suelo se hunde otra vez y con el miedo en el cuerpo, se tienen que volver a desalojar los pisos.
Un atentado contra la clase obrera
El Carmel es un barrio obrero. Se construyó a correprisas, con una urbanización caótica, sin apenas servicios ni infraestructuras, para hacinar la mano de obra que emigraba a Barcelona en los años 50;como lo prueba que las casas están hechas con materiales de saldo, y muchos de sus edificios están afectados de aluminosis. Después, el subsuelo de todo su entorno ha sido agujereado como un queso gruyère por túneles, vías de tren, conducciones de gas, etc, de tal modo que lo sucedido hace casi dos meses sea poco más o menos la “crónica de un socavón anunciado”. En este sentido el hundimiento de El Carmel significa un verdadero atentado contra las condiciones de vida de la clase obrera y la población no explotadora que convive con ella. Es puro azar que no haya que lamentar ninguna víctima mortal; pero los “responsables” del tripartito (el gobierno autonómico catalán compuesto por “socialistas”, “comunistas-ecologistas” y republicanos), así como de las empresas constructoras, y los “técnicos competentes”, han mostrado un desprecio olímpico por las vidas obreras.
Con sus casas además, muchos trabajadores han perdido los ahorros de toda una vida de sacrificios, que ahora quieren pagarles a precio de baratija. El capitalismo, no sólo quita la vida a los obreros con la explotación y el trabajo asalariado[1], sino que en la fase de descomposición de este sistema es cada vez más incapaz de garantizar la reproducción misma de la fuerza de trabajo. La vida de los obreros y sus familias está amenazada por el desempleo masivo permanente y la exclusión social, por la posibilidad de ser tomado como rehén de atentados terroristas o conflictos imperialistas, en los que además, según las circunstancias, pueden ser movilizados; por las catástrofes “naturales” (como el Tsunami) desencadenadas por la falta de rentabilidad de la previsión, o por la falta de mantenimiento de las infraestructuras (accidentes ferroviarios y del metro en Gran Bretaña...); o por la especulación inmobiliaria...
Porque en última instancia, el hundimiento en El Carmel se explica por la búsqueda desenfrenada de beneficios, que es una marca del capital, y que espoleada por la agravación de la crisis económica, no repara en riesgos de vidas humanas. El sector de la construcción es actualmente en España, la fuente de una enorme burbuja especulativa que es la base principal del crecimiento económico de la economía nacional; naturalmente esto no concierne sólo a la compraventa de inmuebles, sino a toda la industria alrededor del sector de la construcción, incluyendo las obras públicas.
De hecho éstas constituyen un gran negocio en la ciudad de Barcelona, sede de las Olimpiadas y el Fórum, con una gran proyección turística y con una impresionante red de comunicaciones.Por eso, aunque los socavones de El Carmel, no son la consecuencia directa de la construcción de un campo de golf, de un hotel o apartamentos de lujo, sino de una línea de Metro que había sido reivindicada por la asociación de vecinos, participan igual de esa dinámica de especulación y búsqueda desenfrenada de beneficios. Para “ajustar los presupuestos”, en las obras del metro los obreros trabajaban ¡11h al día y 72h semanales! Y para no “encarecer gastos”, se contrata mano de obra sin la necesaria cualificación, se realizaban perforaciones que no estaban presupuestada ni previstas, y sin las mínimas condiciones de seguridad, como habían denunciado los mismos obreros lo padecen en primera persona. Así, por ejemplo , las obras del AVE han constituído una verdadero matadero de trabajadores, al igual que las llevadas a cabo para ampliar el metro en Barcelona o en Madrid donde recientemente han muerto tres trabajadores que ni siquiera concocían el idioma en que se les daban las órdenes de trabajo.
¿Quién es el responsable? El verdadero responsable es el capitalismo
Se ha desencadenado una tormenta de acusaciones de unos a otros, oponiendo la gestión pública a la privada, la Generalitat del tripartito a la de CiU, y hasta el franquismo (por su modelo urbanístico) a la democracia, de tales proporciones, que el mismo Pujol, desde la autoridad que le concede la jubilación, ha tenido que llamar a “no hacer el burro”; y poco más o menos en el mismo sentido ha intervenido el aparato del PSOE frente al PSC.
Aunque el objetivo fuera escurrir el bulto y hacer cargar al de al lado la responsabilidad, lo que ha quedado claro sin embargo, es la implicación de todas las fuerzas políticas de la administración de Cataluña, del gobierno y la oposición, en estos negocios.
Esto no es ninguna novedad, sino una manifestación concreta de la tendencia del capitalismo en su decadencia, al capitalismo de Estado:
«Todas las piezas de este sistema, organizado en una amplia escala (carteles, Bancos, empresas de Estado), son objeto de un progreso incesante de integración capitalista. La “cartelización” y la formación de empresas combinadas crean en seguida una comunidad de intereses entre los Bancos que las financian. Por su parte, los Bancos están interesados en ver cesar la concurrencia entre las empresas que ellos financian. Al mismo tiempo, toda la entente de Bancos facilita la aglomeración de los grupos industriales. En cuanto a las empresas del Estado, resultan cada vez más dependientes de las grandes agrupaciones industriales y financieras, y viceversa. De este modo, las diferentes esferas del proceso de concentración y organización se estimulan recíprocamente y originan una fuerte tendencia a la transformación de toda la economía nacional en una gigantesca empresa combinada bajo la égida de los magnates de la finanza y del Estado capitalista» (Bujarin: «La economía mundial y el imperialismo»)
Esta organización, que planteaba Bujarin reflexionando sobre las transformaciones de la economía en la época del imperialismo en vísperas de la Iª Guerra mundial, se puede ver igualmente en el entramado de las obras públicas en Cataluña:
«El cliente de la obra no es la Generalitat, sino la empresa pública GISA, creada por CiU para eludir los límites presupuestarios legales (GISA puede endeudarse sin que se contabilice como deuda pública). Pero GISA no hace más que encargar y pagar. El proyecto y control de la obra, lo llevan a cabo dos ingenierías (Tec-Cuatro y Geocontrol), las obras se contratan a una unión temporal de empresas: FCC (la de Esther Koplowitz y amigos, la empresa que desde siempre ha tenido una gran participación en la obra y la gestión de servicios públicos barceloneses), Comsa (de la familia Miarnau, con importante presencia ferroviaria y con periódicas apariciones en prensa por “affaires diversos”) y Copisa (otra importante empresa local que ha experimentado diversos cambios accionariales hasta pasar a manos de la familia Cornado). Pero el control de todo este entramado no lo realiza GISA sino que lo tiene subcontratado de forma habitual a otra consultora (Payma)»[2]
En la decadencia del capitalismo, la economía funciona a través del Estado, sea el Estado nacional o sus sucursales. Esa tendencia, que ha tomado su forma extrema en los países de régimen estalinista, con la nacionalización de toda la economía, se desarrolla igualmente en otros países, donde existe una antigua burguesía industrial y financiera, y donde se produce una imbricación progresiva de los sectores “privados” y los “estatalizados”.
«El capitalismo de Estado es un fenómeno que muestra, sobre todo, las condiciones de supervivencia del modo de producción capitalista en el periodo de decadencia; frente a la amenaza de dislocación de una economía y un cuerpo social sometido a unas contradicciones frecuentes, frente a la exacerbación de las rivalidades comerciales e imperialistas que provoca la saturación general de los mercados, sólo el reforzamiento permanente del peso Estado en la sociedad permite mantener un mínimmo de cohesión en su seno y asumir su crecimiento militar»[3]
Maragall, el presidente catalán, ha planteado en el Parlament, el cobro de comisiones de las obras públicas (el famoso 3%) como causa de su deterioro e indirectamente de “accidentes” como el de El Carmel ; pero las comisiones y la corrupción, no son la causa, sino el efecto del funcionamiento del capitalismo en la decadencia. Las comisiones son el “peaje” que las empresas pagan por acceder al juego económico, y a su vez e inversamente,un medio de control del Estado, como mostró por ejemplo la experiencia del New Deal de Roosvelt, que empleó estos “pagos” como una forma de integrar a la mafia en EEUU al aparato de Estado.
Con la agravación de la crisis, y el desarrollo de la descomposición, los márgenes de ganancia se estrechan, en la misma medida que aumenta la voracidad del capital y la ambición de los responsables políticos y eso da lugar a conductas y decisiones cada vez más irresponsables, donde la vida de los obreros y la población trabajadora se toma como moneda de cambio de beneficios y prebendas.
¿Qué respuesta? Sólo la lucha de la clase obrera puede plantear una alternativa al capitalismo
Además de la indignación por los hechos ocurridos (a la que nos sumamos), la respuesta de los vecinos de El Carmel una vez pasada la primera impresión, ha sido negarse a aceptar las condiciones que plantea la administración: «o aceptas una limosna, o te callas»
Frente a la renuncia a la lucha de la Asociación de Vecinos, que declaraba: «El movimiento vecinal tiene muy claro que cuando se tiene que protestar se protesta. Pero si la Administración ofrece todo lo que se ha pedido, no tiene sentido montar una manifestación contra ellos» (Joan Garcia, secretario de la Federación de asociaciones de vecinos de Barcelona – FAVB -, en Diagonal, del 3 al 10 de Marzo, tomado de Internet), a finales de Febrero se produjo una manifestación al margen de la Asociación de Vecinos, cuyo presidente estaba convocado ese mismo día a una reunión con el President Maragall.
La manifestación partió del centro de jóvenes Boca Nord, y reagrupó a varios centenares de personas y fue convocada con panfletos que se repartieron por el barrio. Algunas de las consignas fueron: «Nuestra vida y nuestro miedo no se paga con dinero» y «Antes de volver, todo solucionado: Seguridad. Que arreglen nuestras calles y viviendas. Garantías e indemnizaciones».
No cabe duda de que, independientemente de quien convocara la manifestación y de quien esté tratando de arrimar el ascua de las movilizaciones a sus planteamientos (que no tenemos elementos para saberlo), la asistencia masiva de los vecinos expresa una respuesta espontánea de lucha frente al desprecio de la administración por su situación y al compadreo de la asociacion de vecinos con ella. Y nosotros saludamos y apoyamos esa respuesta.
Pero el terreno en el que marcha esa lucha son arenas movedizas. Sin una definición de clase, y haciendo gala de un apoliticismo visceral bajo una apariencia de “radicalidad”, que recuerda al «que se vayan todos» de Argentina 2002, lo que hay de combativo en la respuesta de los vecinos está amenazado por un terreno de “democratismo radical” de corte antiglobalizador.
Porque aunque se trate de un barrio obrero, «La penuria de la vivienda para los obreros y para una parte de la pequeña burguesía de nuestras grandes ciudades modernas...no es una consecuencia directa de la explotación del obrero como tal obrero por el capitalista» (Engels, contribución al problema de la vivienda); es decir, no moviliza directamente a los obreros en un terreno de lucha que pone en cuestión la explotación capitalista y puede plantear una perspectiva revolucionaria, sino en un terreno interclasista altamente sensible a la reforma del capitalismo.
Es verdad que, en el contexto de la huelga de masas, las luchas en los barrios, donde participan las familias de los obreros, y también otras capas sociales, pueden ser una continuidad de las huelgas y las luchas obreras. En su folleto, «huelga de masas, partido y sindicatos», Rosa Luxemburg da muchos ejemplos de esto que se produjeron en Rusia, de 1902 a 1905. Podemos citar también el movimiento de luchas de los años 70 en España, donde por ej en las luchas de Vitoria en 1976, se produjeron asambleas de barrios, donde los obreros continuaban discutiendo y tomando decisiones sobre las luchas. Pero en la situación actual no hay por el momento un movimiento masivo de luchas obreras que permita a la lucha de los vecinos de El Carmel inscribirse en esa dinámica.
Más bien hacia donde están tratando de arrastrarlos es a un terreno, aparentemente “radical” y “de base”, que pone en cuestión la integración de la FAVB en el Estado; pero que es incapaz de plantear ninguna alternativa frente a él, limitándose a poner las bases de una nueva integración. Una especie de “movimiento ciudadano alternativo”, que reanime “la participación de las bases”, que defienda que «los grandes proyectos que tienen importantes efectos para la ciudadanía, sean debatidos públicamente de verdad. Y para ello se requieren cauces reales de participación y técnicos competentes que puedan aportar puntos de vista relevantes» , que «genere un nuevo impulso democrático», y la guinda, «que implique los discursos más globales, en los contextos locales» [4]
La garantía que nos dan de que todo ese “movimiento” no es más que lo mismo que la FAVB, es que está en contra de todos los políticos, que pide «que se vayan todos». Pero esto no es ninguna garantía. En Argentina se pudo comprobar que, el movimiento de base, asambleario, de los barrios, que presumía de confrontarse y poner en cuestión al Estado a través de su rechazo de los políticos y la política, en realidad hacía gala de un nacionalismo desaforado que lo ponía en primera línea de... la defensa del Estado burgués. De la misma forma, detrás del movimiento piquetero, como han mostrado los compañeros del NCI, se escondían las redes sindicales del Estado; de la misma forma que en Cataluña hoy, detrás de ciertas iniciativas antiglobalizadoras se esconde el mismísimo PSC.
Sólo la lucha de la clase obrera puede plantear una perspectiva revolucionaria al capitalismo ejecutando la destrucción del Estado burgués, como se demostró en Rusia en 1917. Pero para eso la clase obrera necesita la crítica y la orientación política. Necesita destruir el Estado burgués no “pasar de él” o complementarlo “allí donde el Estado ignora a la población”. Claro que el proletariado denuncia y combate la política de la burguesía y sus partidos; pero necesita sus propias organizaciones: su partido revolucionario de vanguardia y sus organizaciones unitarias, los Consejos Obreros (las asambleas del momento de la revolución). La revolución rusa no hubiera sido posible sin el partido bolchevique y sin los Soviets, y no podrá haber ninguna perspectiva revolucionaria sin partido revolucionario de la clase obrera que actúa precisamente impulsando la toma de conciencia política, de su propia política de clase, de los trabajadores.
El apoliticismo genérico de estos señores desarma a los obreros para su lucha y no es más que una consigna que acaba beneficiando al propio Estado burgués.
Hic Rhodas, 12,03.05
(1) En el trabajo asalariado «el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla su libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo» (Marx: “Manuscritos económicos y filosóficos”).
(2) Tomado del artículo: “El Carmel: política y economía de la irresponsabilidad” de Ara (Mientras tanto); publicado en Internet en Kaos en la red. Aunque no coincidimos en absoluto con los planteamientos que propone (ver después), este artículo da elementos interesantes de información.
(3) Revista Internacional nº 36-37; “Europa del Este: las armas de la burguesía contra el proletariado”
(4) Artículo mencionado de Ara (Mientras Tanto).