“Movilizaciones” desmovilizadoras y desmoralizadoras

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Nos dicen que así pretenden dar respuesta al diluvio de ataques a las condiciones de vida de los trabajadores que ya nos está ahogando y que, indudablemente va a arreciar. Lo que queremos denunciar en este artículo es que estas movilizaciones están pensadas para impedir que surjan verdaderas movilizaciones; que en lugar de proporcionarnos determinación, unidad y conciencia, fomentan entre los trabajadores la pasividad y el seguidismo, la dispersión y la desconfianza, y nos inyectan dosis más y más tóxicas de dos de los peores venenos ideológicos burgueses: la mistificación democrática y el nacionalismo.

Asistimos a un auténtico sarpullido de “movilizaciones”. Para el 15S, la Cumbre Social (o sea CCOO, UGT y 200 plataformas más) convocó una concentración en Madrid bajo el lema “Hay que impedir que nos roben el país”. Para el 25 S, un enjambre de organizaciones que van desde agrupaciones de turbia trayectoria a formaciones más o menos clásicas de la Izquierda del capital (el PC o Izquierda Anticapitalista), incluyendo los restos degenerados del 15M, promueven un acto de “desobediencia civil” para protestar “contra el secuestro de la soberanía nacional perpetrado por los mercados”, dando vueltas en torno al Congreso de los Diputados para ver si, como la bíblica Jericó, caen las murallas del régimen monárquico. Por si acaso y para el día siguiente los sindicatos más exaltados (léase CGT y la CNT) convocan junto a los sindicatos nacionalistas (ELA, LAB, etc.), otra Huelga General en ciertas partes del Estado, etc., y en otras, una Jornada de Lucha.

Nos dicen que así pretenden dar respuesta al diluvio de ataques a las condiciones de vida de los trabajadores que ya nos está ahogando y que, indudablemente va a arreciar. Lo que queremos denunciar en este artículo es que estas movilizaciones están pensadas para impedir que surjan verdaderas movilizaciones; que en lugar de proporcionarnos determinación, unidad y conciencia, fomentan entre los trabajadores la pasividad y el seguidismo, la dispersión y la desconfianza, y nos inyectan dosis más y más tóxicas de dos de los peores venenos ideológicos burgueses: la mistificación democrática y el nacionalismo.

El 15 S: una “concentración” para la dispersión

A lo largo de los últimos meses hemos visto a CCOO y UGT sabotear la respuesta obrera () a los despidos, rebajas de salarios y recortes mediante la combinación de la dispersión de la combatividad hacia focos de conflicto cada vez más pequeños (atando a los trabajadores a la defensa de “su” sector, o de “su” centro de trabajo), y, junto a ellos momentos de aparente unidad obrera, eso sí siempre a toque de corneta sindical, y presentando como cemento de dicha “unidad”, lemas como la “defensa de lo público”, es decir de una gestión estatal de la explotación capitalista.

Lo que hemos visto el 15 de septiembre ha sido la enésima nauseabunda demostración de este pastoreo sindical, en la que los trabajadores son tratados como seres pasivos que se movilizan cuándo, cómo y dónde deciden los sindicatos. En la movilización “unitaria” de Madrid a la fragmentación habitual por regiones de procedencia cada uno detrás de su bandera “nacional”, se ha sumado en esta ocasión una división por sectores que se ha puesto penosamente de moda en los últimos meses: las llamadas “mareas” que consisten en que los trabajadores desfilan, encasillados y “marcados” con camisetas de un color característico de cada sector o de cada reivindicación: los de la camiseta verde protestan contra los recortes en la educación, los de la marea blanca por los de la sanidad,… y así hasta siete camisetas distintas. El mensaje subliminal que se induce a través de esta “clasificación” es que lo común entre los trabajadores (del país, de la condición o del sector que sea) no es que todos somos explotados por este sistema, sino la supuesta defensa del buen funcionamiento de las instituciones de este mismo sistema, y sobre todo de dos de ellas: la patria y el Estado democrático. De lo primero da prueba el mismo lema de la manifestación: “Hay que impedir que nos roben el país” ().

De lo segundo habla que el objetivo de dicha movilización “unitaria” fuese forzar al gobierno a que convoque un referéndum para aprobar las medidas de ajuste, `puesto que estas no habrían figurado en el programa electoral del Partido Popular que ganó las últimas elecciones. El cinismo que subyace detrás de esta consigna es indignante, pues su apariencia ingenua y bienintencionada, esconde una defensa acérrima del propio mecanismo de fraude que suponen las elecciones. ¡Como si el gobierno ZP no hubiera “traicionado” su programa electoral de “pleno empleo”! ¡Cómo si Obama u Holande no hubieran defraudado en pocos meses las “esperanzas” que nos llamaron a depositar en ellos como gobernantes más “cercanos al pueblo”! Cada vez más compañeros ven las promesas electorales como una estrategia fraudulenta de marketing político. Cada vez más trabajadores y jóvenes empiezan a vislumbrar que el Estado democrático no es más que la pantalla tras la que se esconde la brutal Dictadura del Capital, y que las exigencias de éste no van a someterse al albur de la opinión de sus víctimas. O ¿acaso es que CCOO y UGT “olvidaron” convocar un referéndum para que aprobáramos el retraso de la edad de jubilación hasta los 67 años, o los sucesivos pactos de rentas con los que a lo largo de los últimos año – el último el pasado 25 de enero– se ha ido jalonando la pérdida del poder adquisitivo de nuestros salarios. Sus discursos contra los sacrificios del pueblo son pura demagogia. Lo que cuenta, como señaló el propio Toxo (secretario general de sindicato Comisiones Obreras) es que “es mejor tener a la ciudadanía votando en las urnas que acampando en calles y plazas” ().

El 25 S: confusión y desmoralización

Aludía Toxo, sin duda a las movilizaciones masivas que tuvieron lugar en 2011 tanto en España con los Indignados, como con los sucesivos episodios de “Ocupy” que tuvieron lugar en USA, Gran Bretaña… (), y que pusieron de manifiesto que en las filas de los explotados y oprimidos va creciendo el desapego respecto al parlamentarismo, los partidos políticos del Estado capitalista democrático, y sin duda también a los sindicatos. Es evidente que esa desafección preocupa y mucho a la clase dirigente, no como amenaza inmediata, pero sí como un potencial que se va a ir nutriendo del ahondamiento de la crisis sistémica del capitalismo, pero también de la reflexión, creciente entre los explotados, en búsqueda de una nueva forma de sociedad. Los explotadores saben también que no pueden hacer nada para impedir lo primero, pero sí parea entorpecer lo segundo. Para ello “nacen” sucesivas tentativas de “renovación de la Izquierda” (), y se convocan movilizaciones presentadas como verdaderas “alternativas de lucha”. El 25S se ha vendido como una de éstas pero estamos ante otra propuesta fraudulenta.

Como en las “movilizaciones” sindicales, los convocantes del 25S saben que este tipo de concentraciones cumple su función de acentuar la desmoralización y la desconfianza en nosotros mismos si se convocan no cuando hay un “crescendo” de la combatividad, sino en el momento en que cunden el cansancio y la desorientación sobre cómo luchar… Los convocantes del 25S pudieron comprobar que las movilizaciones del 12-15M de este año (para conmemorar el aniversario del movimiento del 2011) se saldaron con una decreciente participación, que a la manifestación que convocaron hace un par de semanas contra la visita de Merkel a España apenas acudieron mil personas, y que incluso la macro-manifestación del 15S, convocada por centenares de plataformas apenas reunió a 100 mil personas. En este contexto, lanzan, sin embargo, un órdago aparentemente más radical como es desafiar al Congreso de los Diputados, el símbolo de la democracia parlamentaria. Hay que decir de entrada que ese reto tiene más de “farol” que de envite serio, como ha demostrado la posterior “desescalada” de intenciones: primero se trataba de ocupar el Congreso, luego de rodearlo de forma simbólica y pacífica, respetando a los diputados. Primero se trataba de hacer caer al Gobierno, luego resulta que las manifestaciones se detendrán escrupulosamente ante las barreras policiales. Resulta, precisamente, muy significativo la forma en que la Policía y los convocantes de esta movilización se han aprovechado mutuamente. Aquéllos han inflado el fantasma de la ocupación del Congreso para justificar el incremento del arsenal represivo –detenciones e identificaciones masivas en las manifestaciones, despliegue de 2000 antidisturbios, policías, infiltrados, creación de un clima de terror por la acción de “oscuros” grupos y puesta en marcha de una web para facilitar delaciones anónimas… Y los convocantes del 25S se escudan en el hostigamiento policial que reciben para aureolarse como “revolucionarios”, y sobre todo para justificar la ausencia de asambleas y de debates masivos, la sustitución de la convocatorias decididas abierta y masivamente en éstas por un laberinto confuso de convocatorias, objetivos, etc., recreando una ambientación “clandestina” que puede resultar muy “revival” (¡como cuando Franco!), pero que en realidad transforma a los participantes en peones que siguen ciegamente a los “convocantes”, lo que además les desarma frente a la represión ().

Esa misma convergencia de fondo entre las “cansinas” movilizaciones sindicales y las más efervescentes como la del 25S queda también patente en la ideología que las recubre. No hay menos mistificación democrática o nacionalismo sino fórmulas, solo aparentemente, más radicales de esos mismos engaños, tales como la Reforma de la Ley electoral tan deseada por los DRY, o una nueva Asamblea Constituyente como reivindica con tanta fruición un ala más “radical” de los convocantes del 25S. Lo cierto es que con más o menos partidos representados en el Parlamento, siendo estos más grandes o más pequeños, con un régimen monárquico o uno republicano, la Dictadura del capital seguirá ejerciendo su brutal opresión contra las necesidades de los seres humanos, y lo hará con menor oposición si los explotados creen que comparten con los explotadores una comunidad de intereses que sería su nacionalidad, su patria. Por ello resultan especialmente indignantes quienes se proclaman anticapitalistas y, al mismo tiempo, defensores de la patria (poco importa que ésta sea la española, la catalana o la vasca...) (). Esta ideología es la reedición de la patraña del “socialismo en un solo país” que justificó la contrarrevolución estalinista en el siglo pasado, y que es hoy la mercancía ideológica que utilizan los Castro, Hugo Chávez. Morales, etc. para imponer la austeridad draconiana de la población de sus respectivas “patrias socialistas”.

Por supuesto que no metemos a todos los participantes en el 15S o el 25 y 26S en el mismo saco. Hemos de saber distinguir de quién trata de expresar toda su indignación contra la miseria y el sistema capitalista de quién quiere convencerle de que esa miserias es evitable con otro tipo de Estado capitalista: Hemos de discernir a los compañeros que salen a la calle buscando la solidaridad y la unidad de quien trata de persuadirles de que eso se conseguirá a través del “nuevo Estado catalán”, o defendiendo la soberanía nacional frente a la “troika”… Esa distinción es una condición ineludible de la lucha contra el capitalismo, y de una verdadera revolución y cambio social. Esa separación de los dos campos de la lucha de clases no podrá hacerse atrapados en el activismo de “acudir a todo” porque “algo hay que hacer”, sino a través de una reflexión paciente, de una clarificación y superación colectiva de nuestras propias debilidades e ilusiones en falsas alternativas. Es pues mucho lo que hay que hacer.

Dámaso, 25 de Septiembre 

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15S, 25S, 26S