Obama gana las elecciones: El traje nuevo del emperador

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Al fin ha terminado el machaconeo ensordecedor de la campaña electoral después de casi dos años. Los voceros de la clase dominante nos dicen que han sido las elecciones más importantes de la historia de Norteamérica, que han mostrado una vez más la pujanza de la "democracia". Este tipo de propaganda sostiene que, no sólo tenemos por primera vez en la historia norteamericana un presidente afroamericano; sino también que la victoria de Obama, sobre todo, encarna el deseo del cambio.

 

Nos dicen que "el pueblo ha hablado" y que "Washington ha escuchado", gracias a la "asombrosa" obra de las urnas. Incluso dicen que Norteamérica ha superado el racismo y se ha convertido en una tierra de verdadera fraternidad.

Obama ya es presidente; pero ¿Qué significa eso? Obama prometió conducir el cambio, pero esa promesa no es nada más que un engaño ideológico. Toda la campaña ha sido una mentira hipócrita, que ha catalizado las esperanzas de la población, y sobre todo de la clase obrera, que está cada vez más harta de la miseria y la guerra, pero que aún no tiene claridad sobre su propio rol en la sociedad y por el momento no es capaz de discernir las mistificaciones de la clase dirigente.

El verdadero ganador de estas elecciones no ha sido "Joe el fontanero" (representante del norteamericano medio), ni los afroamericanos que son parte de la clase obrera en EEUU, sino la clase dominante. Está claro que a los trabajadores se les va servir más de lo mismo y peor aún si cabe, aumentando la carga de miseria. Obama no es un candidato "de la paz". Sus críticas a Bush han sido que su política en Irak ha llevado a un verdadero barrizal y que desplegó demasiado tímidamente las tropas, dejando al imperialismo norteamericano incapaz de responder adecuadamente a los futuros retos a su dominación mundial. Obama planea enviar más tropas a Afganistán y está listo para devolver los golpes contra las amenazas a los intereses del imperialismo norteamericano. Este verano fue duramente crítico con la incapacidad de la administración Bush para responder a la invasión rusa de Georgia. ¡Todo un pacifista!

Durante los debates presidenciales, Obama explicó que él apoya un refuerzo de la educación en Norteamérica, porque una mano de obra educada es vital para tener una economía sólida, y ningún país puede sostenerse como potencia militar dominante sin una economía pujante. En otras palabras, ve los gastos en educación como una precondición de la dominación imperialista. ¡Todo un idealista!

Para la clase dominante estas elecciones han sido un éxito casi más rotundo que en sus mejores sueños. Han servido para rejuvenecer el electoralismo y el mito democrático, que habían recibido tantos varapalos desde el 2000, especialmente entre la población joven, dejando a mucha gente desencantada con el "sistema".

La euforia postelectoral -los bailes en las calles que han celebrado la victoria de Obama- es testimonio de la amplitud de esa victoria política. El impacto de la elección es comparable a la victoria ideológica que tuvo lugar inmediatamente después del 11 de septiembre, cuando la burguesía pudo sacar partido del brote de histeria nacionalista atando a la clase obrera al estado burgués. Hoy igualmente, la esperanza que genera la democracia, y la fe en un líder carismático, atan sectores amplios de la población al estado.

Esta euforia es particularmente intensa entre la población negra; hay actualmente una extendida creencia de que la minoría oprimida ha reforzado su potencial. Los medias burgueses celebran incluso la superación del racismo en Norteamérica; un reivindicación ridícula donde las haya. Casi de la noche a la mañana, la población negra en EEUU ha pasado de ser uno de los sectores de la población más alienado y desencantado, a posicionarse firmemente tras el estado a través de la persona del nuevo presidente electo.

En el plano internacional, la burguesía se ha beneficiado casi inmediatamente de un exitoso distanciamiento de la nueva administración de los fracasos del régimen de Bush en la política imperialista y de la apertura de posibilidades para reestablecer la autoridad política y el liderazgo norteamericano en la escena internacional.

En el terreno de la política económica, la capacidad de la nueva administración Obama para llevar a cabo las medidas de capitalismo de estado necesarias para apuntalar este sistema de opresión y explotación, tiene un amplio margen de confianza. Sin embargo, mientras que su retórica es la de proveer "alivio" frente a las consecuencias de la crisis, lo que ha aportado realmente es la mayor deuda de la historia de EEUU y un trillón de dólares de déficit presupuestario, que se cargan a espaldas de las futuras generaciones de la clase obrera. Mientras que los gobiernos locales y el de la nación ya están planeando recortar drásticamente los programas y servicios sociales, debido al impacto de la crisis económica, Obama aboga al mismo tiempo por más "achiques" para las principales empresas, los bancos y las aseguradoras, que se financiarán con el sudor de la clase obrera.

Casi asustada por su propio éxito, consciente de que no puede llevar a cabo los cambios que ha prometido en la campaña, la clase dominante ya está desarrollando una retórica que ayude a "templar el entusiasmo". Hemos escuchado cosas como que "Obama sólo puede enderezar la política torcida de Bush"; "hay un legado de errores"; "el cambio no vendrá inmediatamente"; "se necesitan sacrificios".

Frente a todo esto las posiciones históricas de nuestra clase son una referencia para la reflexión y la lucha:

-         la democracia es la dictadura de la clase dominante;

-         la clase obrera tiene que luchar y organizarse por sí mismo en la lucha por sus intereses de clase;

-         sólo la revolución comunista mundial puede acabar con la opresión y la explotación capitalista.

La euforia no puede durar mucho. Los programas de austeridad que se avecinan, iniciados de forma descentralizada por los gobiernos locales y regionales, servirán de acicate a la clase obrera. El fracaso de la administración Obama para llevar a cabo el "cambio" a mejor, conducirá inevitablemente al desencanto y a un descontento creciente.

 

Internationalism, 11 Noviembre 2008

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