Publicado en Corriente Comunista Internacional (https://es.internationalism.org)

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¿Pueden los movimientos ciudadanos cambiar el mundo?

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¿Pueden los movimientos ciudadanos cambiar el mundo?

 La magnitud del desastre ecológico preocupa a una parte cada vez mayor de la población mundial, sobre todo a los jóvenes. Ante esta catástrofe, surgen todo tipo de acciones ciudadanas.

Cada día se pide a cada uno que haga un esfuerzo: separar los residuos, reducir el consumo de carne, fomentar el uso de la bicicleta... Se supone que estos pequeños gestos individuales suman, igual que los pequeños arroyos se convierten en grandes ríos. Todos los países del mundo fomentan este «civismo»: publicidad, logotipos, incentivos para los coches eléctricos, reducciones fiscales para el aislamiento térmico de las viviendas... ¡El gesto eco-ciudadano como remedio contra la contaminación! Los mismos gobiernos que lanzan bombas y arrasan bosques quieren hacernos creer que la solución para el planeta pasa por acciones individuales calificadas de «razonables y duraderas».

No nos dejemos engañar: su verdadero objetivo es dividir y fragmentar. Estos mandatos de «hacer lo correcto para el planeta» pretenden incluso hacer sentir culpables a quienes son víctimas de este sistema explotador. Al mismo tiempo, intentan hacernos creer que el capitalismo puede ser «verde», eco-responsable, sustentable... si cada uno pone de su parte. Estas mentiras nos distraen de las verdaderas raíces, de las verdaderas causas de la crisis medioambiental: el propio capitalismo.

Lo mismo ocurre con las «marchas por el clima». Estas gigantescas manifestaciones reúnen periódicamente a cientos de miles de personas en todo el mundo preocupadas por el futuro que les espera. Sus consignas reflejan a veces la sensación de que es necesario un cambio profundo: «un cambio de sistema, no un cambio de clima». Pero cualquier esfuerzo por atacar las verdaderas raíces del problema se ve socavado por otras consignas, como «deja de hablar, empieza a actuar», y sobre todo por su práctica general. La figura emblemática de este movimiento, la joven Greta Thunberg, dice a menudo: «Queremos que los políticos hablen con los científicos, que los escuchen de una vez». En otras palabras, estos manifestantes esperan «presionar» a los dirigentes para incitarles a aplicar políticas más respetuosas con la naturaleza. De esta lógica se deriva otra mistificación, la de clasificar a las generaciones mayores como «inconscientes» o «egoístas», frente a los «jóvenes» que luchan por el planeta: «Dicen que quieren a sus hijos, pero les están robando su futuro», declaró Greta Thunberg. ¡Así que existe toda una teorización sobre una supuesta oposición entre la «generación del clima» y los «boomers»!

La ecología radical pretende ir más allá: ya no se trata de gritar «¡Miren!» o «¡Despierten!» a los poderosos del mundo, sino de obligarles a adoptar una política diferente. Extinction Rebellion (XR), y ahora Just Stop Oil, con sus jornadas de «rebelión internacional», son los principales representantes de este movimiento, que denuncia con vehemencia el «ecocidio en curso». Manifestaciones, ocupación de cruces de carreteras, abordaje de trenes, organización de actos para dar a conocer el desastroso estado del medio ambiente... se utilizan los medios más espectaculares para «presionar». Pero detrás de este «radicalismo» se esconde exactamente el mismo planteamiento: hacer creer que el Estado puede (si se le «obliga») llevar a cabo una política ecológica, que el capitalismo puede ser «verde».

Dentro de este movimiento de acción directa, una de las corrientes más activas es el movimiento «zadista» en Francia. Se trata de ocupar las «Zonas a Defender» (ZAD) amenazadas por los apetitos del capital y las finanzas, como una zona destinada a un nuevo aeropuerto o un mega estanque. Agrupaciones de «rebeldes», las ZAD luchan contra el «gran capital» para promover la agricultura a pequeña escala, «la producción y el consumo locales» y «la comunidad»... en otras palabras: ¡el pequeño capital! Así pues, el sistema sigue siendo fundamentalmente igual, con todo lo que ello implica en términos de intercambios mercantiles y relaciones sociales.

Por último, existe un movimiento más teórico, en particular el movimiento del decrecimiento (decroissance), que afirma querer sustituir el capitalismo por otro sistema. Este movimiento señala la imposibilidad de un capitalismo «verde» y aboga por un «pos capitalismo» (Jason Hickel), un «ecosocialismo» (John Bellamy Foster) o incluso un «comunismo del decrecimiento» (Kohei Saito). Este movimiento sostiene que el capitalismo está impulsado por una necesidad constante de expansión, de acumulación de valor, y que sólo puede tratar a la naturaleza como un «don gratuito» que hay que explotar al máximo, al tiempo que pretende someter todas las regiones del planeta a las leyes del mercado. Pero, ¿cómo lograr una sociedad diferente? ¿A través de qué luchas? Los «décroissants» han dado con la respuesta: un movimiento social «desde abajo», creando «espacios comunes», «asambleas de ciudadanos»... Pero, ¿quiénes son los «ciudadanos» en cuestión? ¿Qué fuerza social concreta puede encabezar la lucha para derrocar al capitalismo y ponerse a la cabeza de ese movimiento? Esta es la pregunta central a la que no responden los partidarios del decrecimiento para mejor excluir a la clase obrera de la ecuación, para diluirla en «el pueblo», «los ciudadanos»...

En resumen, todas estas formas de movimiento ecologista, desde la acción individual hasta la protesta «radical», tienen en común que condenan a la clase obrera a la impotencia:

- ya sea porque no abordan las causas de la crisis ecológica, sino sólo sus consecuencias:

- o porque imaginan que los Estados existentes pueden hacerse cargo del único cambio susceptible de poner fin a la catástrofe ecológica: el derrocamiento del sistema capitalista, que esos mismos Estados se dedican por completo a defender;

- o, cuando pretenden querer derrocar el capitalismo, porque descartan a la única fuerza de la sociedad que puede poner fin a este sistema, la principal clase explotada de esa sociedad, el proletariado.

Estos movimientos dicen ser «radicales», pero ser «radical» es atacar los problemas en su raíz. ¡Y la raíz de la crisis medioambiental es el capitalismo!

Cuestiones teóricas: 

  • Medio ambiente [1]

Rubric: 

Manifiesto Crisis Ecológica

URL de origen:https://es.internationalism.org/content/5353/pueden-los-movimientos-ciudadanos-cambiar-el-mundo

Enlaces
[1] https://es.internationalism.org/tag/3/50/medio-ambiente