Los trabajadores estatales argentinos que trabajan en el estado nacional, provincial, municipal, entes antárticos, descentralizados, o empresas estatales se hallan divididos, no sólo como consecuencia de la artificial separación que la constitución del estado burgués de 1853 y sus sucesivas reformas, sino también, que dicha división abarca también a los trabajadores producto del accionar de un aparato estatal al servicio del capital que son los sindicatos.
Es así, que los estatales se hallan afiliados a un ramillete de organizaciones sindicales, y es a través de dicha división artificial generada por el estado burgués y el aparato de dominación burguesa como son los sindicatos, y que está consagrada por la legislación capitalista, como es la ley de asociaciones profesionales, estatutos, etc.
Los sucesivos gobiernos capitalistas han podido aplicar un feroz ajuste a los trabajadores del estado, antes a través de las llamadas “Reformas del estado” y políticas de privatización, que implicó el despido abierto de miles y miles de trabajadores o en forma encubierto a través del mecanismo llamado “retiro voluntario”. La inauguración de las políticas denominadas de reformas del estado significó también a partir de 1991 que se congelaran los salarios de la totalidad de los trabajadores estatales en el ámbito nacional, provincial, municipal, y de los distintos entes estatales.
Cabe destacar que la inflación no se mantuvo inalterable, ya que incluso en el periodo de la llamada convertibilidad hasta el año 2001 los trabajadores sufrieron aumentos en los precios de los productos básicos de alrededor del 60%, y a partir del descalabro de la política económica inaugurada por Menem, el poder de compra de los trabajadores se redujo entre un 30% a 50% según se tratare en dólares o en pesos.
Es así, que todo este período de casi 14 años los trabajadores estatales salvo excepciones en las provincias o en algunos municipios, que se movilizaban por falta del pago de los salarios y bajo la atenta mirada de los sindicatos, protestaban poco y nada, constituyendo los municipales parte integrante de aquella porción que no luchaba, y todo ello con salarios de hambre.
Pero producto de la más brutal caída de salario de los trabajadores estatales y aislados de todo aumento de emergencia que el gobierno otorgó - $250- a los privados, y ante el silencio sindical, los trabajadores rompieron amarras con el sindicalismo y comenzaron bajo la mirada desesperada de los sindicatos a reunirse en forma espontánea en asambleas generales de trabajadores, en donde se planteaban que debía participar todos los trabajadores sin distinción de sindicatos, sin importar si están o no afiliados a institución alguna, o si eran de planta permanente o no contratados o no, y allí comenzaron a debatir la problemática salarial, y la necesidad de luchar hasta arrancar los $250- .
Ante esta situación la actitud de los mayores sindicatos estatales de la Ciudad de Buenos Aires, fueron dos, pero si bien con distintos métodos, los mismos se encontraban unidos en el objetivo central, que era agotar las energías obreras, desviar, y destruir la lucha de los trabajadores. Una de las tácticas adoptadas, en este caso por SUTECBA1, era amenazar a los trabajadores con la pérdida de horas extras, beneficios, e incluso con la pérdida del trabajo. La otra de ATE2, era intentar subirse a la lucha planteando planes de lucha meramente testimoniales, como abrazos, marchas y paros de actividades por 24, 48 y 72 horas., pero aislando a los trabajadores de sus compañeros de clase de otros establecimientos, por cierto una vieja táctica de los sindicatos. Pero la persistencia de la lucha y de la acción de los trabajadores motivó que este último sindicato abandonara el “plan de lucha”sin llegar ni tan siquiera a cumplirlo.
Es por eso y a sabiendas que los sindicatos están contra la clase obrera que los trabajadores de los hospitales comenzaron no solo a reunirse en sus lugares de trabajo, sino a intentar generalizar las medidas de lucha hacia otros hospitales y a fomentar la celebración de asambleas generales unificadas de todos los hospitales, bajo la consigna de aumento salarial ya!!!, o ,SIN ATE NI SUTECBA!!!
Algunos hospitales plantearon la necesidad de luchar por el aumento salarial por fuera de los sindicatos, no aceptando ni sus bravuconadas amenazadoras, ni sus falsas consignas ”combativas” llegando incluso a impedir la palabra a los dirigentes sindicales que intentaban sea boicotear la lucha, sea desviarlas en actos simbólicos. Pero solos no significaba aislados en su lugar de trabajo, sino unificando a todos los trabajadores y generalizando la lucha a todos los estatales, en la medida de sus posibilidades.
Prueba de ello lo constituyó que las asambleas que espontáneamente surgían como hongos en todos lo lugares, sectores etc., iban día a día aumentando la cantidad de trabajadores que participaban, planteándose desde el aumento salarial, el rechazo a los ajustes del gobierno, y que bajo el capitalismo no hay solución. Ello sucedió en diversos hospitales y ha marcado un hito entre los trabajadores municipales, históricamente alejados de las luchas obreras, por considerarse como parte de una “aristocracia obrera”, hoy ese falso mito se ha roto por siempre, algo ha cambiado, y las lucha por venir será testigo de ello-
Estas asambleas mandataban a los delegados cuando estos iban a las asambleas o a las reuniones inter- hospitalarias, que no tenían carácter cerrado sino que era abierta y participaban todos los compañeros con voz y voto, y pese a la presión de diversas corrientes político-sindicales, decidieron que ningún representante o delegado podía negociar en nombre de los trabajadores y todo acuerdo debía ser aprobado por el conjunto de los trabajadores.
Viendo el cariz que tomaba la lucha de los municipales de la rama salud de la capital federal, y ante el riesgo de que pudiera extenderse no solo a los trabajadores municipales, sino a los provinciales, nacionales, etc., los sindicatos especialmente ATE suspendió las medidas de fuerza, y el SUTECBA utilizó todo su arsenal para amedrentar a los trabajadores, y engañarlos con supuestos aumentos salariales que el 80% de los municipales no han cobrado, para así poder frenar la lucha que había surgido.
Esta táctica, aunada a las presiones de sanciones disciplinarias y económicas facilitó que la lucha de los trabajadores de la salud se detuviera.
Conclusiones
Los trabajadores deben tener en claro que fue un paso plantear:
- “SIN ATE NI SUTECBA, LAS DECISIONES LA TOMAN LA ASAMBLEA”,
- “LOS SINDICATO SON NUESTROS ENEMIGOS”
- “UNIDAD DE LOS TRABAJADORES SIN DISTINCIÓN ENTRE PERMANENTES Y CONTRATADOS”.
Si bien no hemos logrado el objetivo del aumento salarial, hemos empezado una nueva gimnasia política en la lucha, ya sea planteando la unidad de la clase, sea intentando generalizar la lucha, sea que nos dimos herramientas de lucha, como fueron las asambleas.
No fuimos ciento de miles de trabajadores en lucha, sino unos pocos de miles, pero lo importante es que pudimos experimentar, que la clase obrera es una sola, no hay diferencias entre los trabajadores que están presos a la afiliación a un sindicato, y los que no lo están, no hay diferencias entre contratados y permanentes, todos somos trabajadores, todos tenemos las mismas necesidades y el mismo enemigo común el estado burgués y los sindicatos.
Pero lo mas importante junto a la unidad y a los organismos de lucha, etc., no hemos caído la mayoría de los trabajadores en los cantos de sirena de los izquierdistas con la construcción de listas o agrupaciones clasistas, o de nuevos sellos sindicales, sino que nuestra experiencia practicada dada por la lucha de clases nos ha demostrado que cualesquiera la forma que adopte el sindicato, sea bajo la “burocracia”, sea bajo el “clasismo” estos son irrecuperables para las luchas obreras, y estos últimos por más buena fe que pudieran tener, acabaran siendo absorbidos por el estado capitalista y ser un aparato al servicio de este sistema en descomposición.
Es así que esta lucha de carácter inédita entre los trabajadores hospitalarios, y que muchos no le dan la importancia que se merece, ha marcado un momento muy especial, y es fundamentalmente la generalización de las asambleas de base como herramienta y la constitución de un cuerpo de delegados con mandato y rotativos que actuaron.
Así todas las luchas cuando son lideradas por los sindicatos todas sin excepción acaban en derrotas catastróficas para los trabajadores, es por ello que frente a acciones de la clase obrera por fuera de los aparatos sindicales, con decisiones tomadas en asambleas de base y ampliando las luchas lo más posible al conjunto de la clase obrera, provoca entre la burguesía y los sindicatos ocasionan que las patronales, privadas o estatales se agiten y recurran a o todos los medios posibles a su alcance para derrotar al movimiento
Por ello los trabajadores debemos auto-organizarnos al margen de los sindicatos, crear nuestras propias herramienta de lucha y ampliar la lucha lo más posible al conjunto de la clase obrera. Este camino lo iniciamos, no pudimos concretarlo, pero las ricas lecciones de esta lucha serán una gran experiencia en las nuevas luchas de los trabajadores que están por venir, confiando únicamente en las fuerzas de nuestra clase y no de las de nuestros enemigos y falsos amigos.-
M./N.C.I.
Notas:
(1) SUTECBA SINDICATO UNICO DE TRABAJADORES Y EMPELADOS DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES- AFILIADA A LA CONFEDERACIÓN GENERAL DEL TRABAJO-
(2) ATE. ASOCIACIÓN DE TRABAJADORES DEL ESTADO- AFILIADA A LA CENTRAL TE TRABABAJADORES ARGENTINOS- CTA
Comentario
Este texto ha sido producido por los compañeros del Núcleo Comunista Internacional de Argentina que han elaborado unas Pautas Programáticas muy próximas a las posiciones de la CCI y desarrollan actualmente discusiones con nuestra organización y con el conjunto de la Izquierda Comunista en una perspectiva militante e internacionalista.
El valor del texto es doble: por un lado da testimonio de una lucha combativa y rica en experiencias de los trabajadores de los hospitales municipales de Buenos Aires. Por otro lado, es una toma de posición que defiende la unidad de la clase obrera («la clase obrera es una sola, no hay diferencias entre los trabajadores que están presos a la afiliación a un sindicato, y los que no lo están, no hay diferencias entre contratados y permanentes, todos somos trabajadores, todos tenemos las mismas necesidades y el mismo enemigo común el estado burgués y los sindicatos»), apoya sus métodos de lucha y denuncia claramente a los sindicatos. El final del texto es elocuente: «los trabajadores debemos auto-organizarnos al margen de los sindicatos, crear nuestras propias herramienta de lucha y ampliar la lucha lo más posible al conjunto de la clase obrera. Este camino lo iniciamos, no pudimos concretarlo, pero las ricas lecciones de esta lucha serán una gran experiencia en las nuevas luchas de los trabajadores que están por venir, confiando únicamente en las fuerzas de nuestra clase y no de las de nuestros enemigos y falsos amigos».
Hemos combatido –y los compañeros del NCI han participado activamente en este combate- el engaño de ver en las revueltas que hubo en Argentina durante diciembre de 2001 un “movimiento obrero” cuando claramente se trató de una revuelta interclasista sin perspectivas[1]. Hemos recibido por ello numerosas críticas de otros grupos revolucionarios que nos pintaban como “derrotistas” y gente que “despreciaba las luchas obreras reales”. Frente a ello argumentamos que es absurdo agarrarse a una quimera y ver gigantes donde solo hay molinos de viento y señalamos que confiábamos plenamente en las capacidades del proletariado argentino. Hoy, esta pequeña experiencia de la lucha de los hospitales viene a confirmar este planteamiento. No tanto porque sea una lucha espectacular y decisiva sino porque manifiesta cómo el proletariado en Argentina participa de las mismas tendencias que hoy maduran de forma muy lenta y contradictoria dentro de todo el proletariado mundial.
Precisamente desde esa perspectiva queremos precisar un aspecto del texto de los compañeros. En algunos pasajes dicen que « los trabajadores rompieron amarras con el sindicalismo » y que eran sabedores de que los sindicatos están en contra de la clase obrera y que «la mayoría de los trabajadores no confían en los cantos de sirena de los izquierdistas con la construcción de listas o agrupaciones clasistas, o de nuevos sellos sindicales». Efectivamente, existe una tendencia dentro de la clase obrera internacional a desconfiar en los sindicatos y a enfrentarse con sus maniobras, sin embargo, no creemos que se haya generalizado al conjunto del proletariado mundial o de sus hermanos en Argentina. El proletariado tiene que recorrer todavía un largo y difícil camino para recuperar la confianza en si mismo, su propia identidad de clase y la comprensión de que los sindicatos son sus enemigos y que las múltiples variantes del sindicalismo forman parte igualmente del Estado burgués.
Tenemos que hacer un esfuerzo para comprender la relación de fuerzas global e histórica dentro de la que se inscribe cada batalla parcial que libra el proletariado. Una cosa es que una pequeña minoría de trabajadores empiecen a comprender las cuestiones antes enunciadas, otra muy distinta es que dicha conciencia se generalice de forma irreversible a amplios sectores obreros.
Para nosotros, en función de un análisis dinámico de la situación actual de la lucha de clases[2], es muy importante que una minoría de compañeros haya sacado esas lecciones y las haya hecho públicas para que puedan inscribirse en las esfuerzos de lucha y toma de conciencia que de forma todavía muy contradictoria, difícil y minoritaria, están madurando en el proletariado mundial. Eso es lo que ayudará a que se vaya modificando la relación de fuerzas con la burguesía a favor del proletariado.
[1] Ver REVISTA INTERNACIONAL nº 109
[2] Ver artículo en este mismo AP y en la REVISTA INTERNACIONAL nº 117
Hace 130 años, Engels escribió la “Contribución al problema de la vivienda”, adonde se denunciaba la escasez de viviendas para alojar a las familias obreras, el estado anticuado e insalubre de la mayoría de ellas, el hacinamiento terrible que sufrían, la ausencia de servicios básicos en las barriadas obreras (agua, alcantarillado, pavimento etc.)
En los años 50 se padeció en la Europa de posguerra una tremenda escasez de viviendas. Muchos obreros que hoy tienen 50-60 años nacieron en casas donde sus padres vivían realquilados o se hacinaban varios matrimonios pertenecientes a una misma familia.
Hoy, en Europa o en USA (¡no hablemos de países como Japón donde las viviendas de 50-60 metros cuadrados constituyen un lujo!) los hijos de esa generación vuelven a padecer el problema de la vivienda: sus altos precios, los empleos precarios, los salarios indignos, les obligan a permanecer en casa de los padres. Vuelve a repetirse el que varias familias tengan que hacinarse en pisos de 3-4 habitaciones. A todo ello se añade el número creciente de personas sin techo (lo que en inglés se llama homeless) fenómeno que que afecta cada vez más a obreros (emigrantes o no) cuyo sueldo es tan mísero y el empleo tan inestable que no pueden pagar una vivienda[1].
El problema alcanza cotas de espanto en el resto del mundo: en numerosos países con grandes concentraciones obreras (como China, Rusia, Brasil, México, Argentina.) el “techo” de la inmensa mayoría de familias obreras (así como de otras capas no explotadoras de la población) se reduce a chabolas realizadas con materiales precarios hacinadas en gigantescas villas miseria que carecen de las más mínimas condiciones de higiene, urbanismo y servicios. ¡No hablemos de la situación dramática en África, numerosos países de Asia o de América Latina!
130 años después de la aparición del libro de Federico Engels el capitalismo no solo no ha resuelto el problema de la vivienda sino que lo ha agravado hasta extremos de pesadilla. Como dice Engels «para acabar con esta penuria de la vivienda no hay más que un medio: abolir la explotación y la opresión de las clases laboriosas por la clase dominante (…) La cuestión de la vivienda no podrá resolverse hasta que la sociedad esté lo suficientemente transformada para emprender la supresión de la oposición entre la ciudad y el campo, oposición que ha llegado al extremo en la sociedad capitalista. Lejos por remediar esta oposición la sociedad capitalista tiende a aumentarla cada día más» (Obras Escogidas de Marx y Engels Tomo 2º edición española páginas 324 y 353).
Bajo el capitalismo –y particularmente en su situación histórica actual que calificamos de periodo de descomposición- se extreman y se hacen irresolubles una cantidad creciente de problemas que agobian a la humanidad causando sufrimientos interminables. Dejando de lado la lacra horrorosa de la guerra –presente cotidianamente en la existencia de millones de seres humanos- podemos hablar de la degradación del medio ambiente que alcanza cotas increíbles, de la proliferación de enfermedades cada vez más letales, de la creciente inseguridad de la vida cotidiana. Todo eso sin referirnos a la escandalosa degradación moral que vemos en la TV basura, la conducta de los políticos, la adicción a la droga etc. Este magma caótico de problemas no se puede resolver bajo el capitalismo. Pero tampoco se puede siquiera mitigar mediante luchas parciales concentradas monográficamente en cada uno de ellos.
Las luchas parciales:
- atacan los efectos pero no las causas y al dejar estas intactas aquellos se reproducen una y otra vez cada vez con mayor amplitud y virulencia.
- se basan en el interclasismo: no constituyen una lucha de clase contra clase sino una movilización de “ciudadanos” (es decir, obreros, pequeño burgueses, políticos, curas etc.) todos juntos y revueltos “contra” un “enemigo” indeterminado y vago (oligarquías, multinacionales, especuladores etc., presentados como chivos expiatorios de los males de la sociedad).
- son propiciadas por las organizaciones “más radicales” de la burguesía (Izquierda y Extrema Izquierda, sindicatos, ONG’s) que procuran darle un aspecto de “movimiento de base”. Sin embargo, políticamente no tienen nada de independientes ni de espontáneas sino que vienen muy bien a la defensa de la dominación burguesa y gozan del apoyo discreto de los sectores más inteligentes del Capital.
- no sirven para resolver los problemas que agobian al proletariado y a la humanidad sino que, por el contrario, los agravan dramáticamente y constituyen un obstáculo a la recuperación de la lucha unida, masiva y consciente del proletariado..
El problema de la vivienda es igualmente un efecto y no una causa de la explotación capitalista: «La penuria de la vivienda para los obreros y para una parte de la pequeña burguesía de nuestras grandes ciudades modernas no es más que uno de los innumerables males menores y secundarios originados por el actual modo de producción capitalista. No es una consecuencia directa de la explotación del obrero como tal obrero por el capitalista» (Engels, op. Cit., página 325). El problema de la vivienda no puede ser abordado de forma positiva a través de una lucha parcial la cual solo conduce a disolver el proletariado en el pantano del interclasismo.
Este punto estuvo en el centro del debate. Había compañeros que defendían las acciones específicas sobre el problema como contribución al desarrollo de la lucha y la conciencia obreras. Frente a ello defendimos –apoyados por una minoría de los asistentes- que semejante terreno solo servía para fomentar en nuestra clase actitudes individualistas, disolvía a los obreros en categorías interclasistas como “los vecinos” o “los ocupantes de viviendas” y los apartaban de una auténtica lucha de clase. Por tanto, retrasaba y alejaba el despertar de la lucha obrera que la mayoría de asistentes sinceramente buscaba.
El otro punto crucial de discusión fue el de las okupaciones de viviendas. Había compañeros que decían que tal método constituía una solución al problema de la vivienda: como hay muchos pisos vacíos (en España hay más de 2 millones) lo que debe hacerse es ocuparlos “sin permiso de la autoridad” mediante acciones colectivas de grupos de jóvenes. Frente al legalismo y el reformismo de sindicatos y partidos de izquierda (exigir a las autoridades la construcción de viviendas sociales, organizar cooperativas de viviendas) que, efectivamente, no sirven para nada, estos métodos de acción directa serían más radicales y combativos.¿No aspira el proletariado a expropiar a la burguesía? Pues empecemos de una vez haciendo expropiaciones de vivienda. Este punto de vista era apoyado por un asistente que decía que las ocupaciones no resolvían nada pero podían servir para que los obreros se unan y empiecen a tomar conciencia de clase.
Nuestra respuesta –que apoyó una minoría de asistentes- se centró en los puntos siguientes:
Las okupaciones sólo se diferencian de los métodos propugnados por sindicatos y partidos de izquierda en el “radicalismo” superficial de su carácter ilegal pero su planteamiento es idéntico: el reformismo de atacar los efectos sin abordar las causas. Si la okupación tiene éxito, el Estado burgués la legalizará como ha sucedido con la ocupaciones masivas en las ciudades de Brasil que Lula les ha dado escritura y las ha vinculado a hipotecas[2].
Las okupaciones se basan en el individualismo más extremo lo cual es la negación del carácter colectivo y social de la lucha del proletariado, germen de la liberación comunista de la humanidad. Ese individualismo de raíz no se remedia con el “expediente” de las “acciones colectivas”. Por muy “colectivas” que sean las acciones, la meta de la okupación es que cada individuo obrero se convierta en “propietario” (legal o ilegal) de una vivienda. Se trata de una “expropiación” pero totalmente individualista y de cada cual a la suya. La expropiación que el proletariado ejecutará sobre el Capital nada tiene que ver como semejantes métodos: es una expropiación colectiva, es decir, se toma el poder sobre los medios de producción como clase y no a través de una suma de propiedades de individuo o de grupo; es una expropiación social pues se trata de resolver los problemas de la sociedad y no los de un grupo más o menos grande de individuos; es una expropiación de la clase enemiga y no de propiedades particulares de individuos o entidades.
Una asistente respondió a estos argumentos diciendo que “tomar una vivienda”, “robar en un supermercado por parte de un ama de casa obrera” o que los obreros se lleven materiales de la empresa a su casa era un acto “liberador” y “revolucionario”.
Nosotros y otros asistentes combatimos estas ideas. Nada tiene de “liberador” y menos aún de “revolucionario” actos que forman parte de las costumbres y la moralidad degenerada que impera en la sociedad capitalista. El capitalismo se basa en la concurrencia y el todos contra todos, eso quiere decir que cada cual debe expropiar al otro sin ningún escrúpulo. Individualmente, los capitalistas se “expropian” entre si los unos a los otros, si pueden con métodos legales y si eso no es posible saltándose la ley. El capitalismo se basa históricamente en la expropiación individual de millones de campesinos y artesanos que despojados –legal o ilegalmente- de sus medios de producción y vida se transformaron en proletarios. Todos los días, a todas horas, el capitalismo roba a la gran mayoría de la población: «el reparto de la plusvalía producida por los obreros y que se les arranca sin retribución, se efectúa entre las clases ociosas en medio de las más edificantes disputas y engaños recíprocos. Como este reparto se hace por medio de la compra y de la venta, uno de sus principales resortes es el engaño del comprador por el vendedor, engaño que, en el comercio al por menor, y principalmente en las ciudades grandes, se ha convertido en una necesidad vital para el vendedor. Pero cuando el obrero es engañado por el panadero o su tendero en el precio o la calidad de la mercancía, esto no le ocurre en su calidad específica de obrero» (Engels, op cit, página 325).
Nada hay de “revolucionario” ni de “liberador” en que individuos obreros –aislada o incluso colectivamente- realicen actos de venganza oponiendo a la expropiación histórica y social sufrida por su clase una expropiación individual y particular que únicamente tiene como resultado meterles en el engranaje de las costumbres sociales del capitalismo del todos contra todos, el engaño mutuo, el robar todo lo que se pueda a amigos o enemigos. Si semejantes políticas se popularizaran en la clase obrera ésta se vería atrapada en el ambiente de corrupción, degradación moral y caos, que impera en la actual fase de descomposición de la sociedad capitalista. De tal forma, la clase obrera no sería capaz de plantear una alternativa revolucionaria al desorden capitalista sino que se vería arrastrado por él.
El reclamo que tienen estas ideas –de tipo netamente anarquista- entre compañeros que buscan honradamente participar en la lucha revolucionaria viene de la identificación de lo ilegal y lo violento con lo revolucionario[3].
La revolución proletaria es el acto más ilegal del mundo, su “ilegalidad” viene de que colectiva y masivamente los obreros en lucha levantan un poder alternativo al poder legal de la clase dominante –el poder internacional de los Consejos Obreros- y desde esa base de fuerza acaban por derrocar el Estado en todos los países. La “ilegalidad” de la lucha del proletariado está en que niega toda legitimidad social e histórica al Estado Capitalista, a sus leyes, a su moral, a sus instituciones y levanta contra ellas la legitimidad de una nueva organización social basada en la abolición del Estado, las fronteras nacionales, la dominación de una clase sobre otra.
En cambio, la ilegalidad de actos de “expropiación” o de rebeldía individuales (o de grupos de individuos[4]) participa –pese a las buenas intenciones que se tengan que nadie niega- plenamente del sinfín de ilegalidades grandes o pequeñas que forman parte del funcionamiento de la sociedad capitalista. Como antes señalaba Engels, la compra venta de mercancías lleva incluida el timo y el robo de tal forma que las grandes superficies y los grandes almacenes aumentan los precios en función de un porcentaje de los robos que sufren. En toda sociedad dividida en clases, la ley incluye la ilegalidad, las normas morales su violación, de la misma forma que la riqueza necesita la pobreza como condición misma de su existencia.
Una lucha efectiva contra el capitalismo y contra la cantidad infinita de “daños colaterales” que genera en todos los órdenes de la vida humana y social (entre ellos el cada vez más acuciante problema de la vivienda) solo puede ser eficaz si se concentra en desarrollar la lucha unitaria, autónoma y revolucionaria de la clase obrera. Esta lucha –en contra del tópico imperante y que un asistente nos reprochó- no es únicamente económica. Engels defendió que la lucha del proletariado tiene 3 dimensiones inseparables: lucha económica, lucha ideológica y lucha política, las 3 forman un todo unida que es la lucha histórica del proletariado por emancipar a la humanidad del yugo destructor del capitalismo. Es esa lucha en 3 dimensiones a la que hay que contribuir con un esfuerzo de actividad, reflexión, organización, por parte de jóvenes y veteranos de nuestra clase.
Smolni 14-5-04
[1] En 1989 escribíamos en nuestra Revista Internacional nº 57: «En Estados Unidos hay ahora millones de trabajadores (el 15% de la población que vive por debajo del umbral de la pobreza), en su mayor parte asalariados de jornada completa, que se han transformado en vagabundos sin hogar, obligados a dormir en las aceras, en los cines pornográficos o en los coches, por la imposibilidad de pagar un alquiler» (artículo La Descomposición del Capitalismo). Este fenómeno no ha cesado de agravarse y extenderse desde entonces.
[2] Estos “éxitos” son más bien la excepción. El destino de la mayor parte de ocupaciones es el fracaso y el desalojo. Con ello se queman muchas energías revolucionarias como apuntó claramente un asistente en su intervención muy crítica contra tales acciones
[3] No abordamos aquí por qué la lucha del proletariado es violenta y por qué sin embargo está violencia –colectiva y consciente- nada tiene que ver con el terror y el terrorismo. Ver a este propósito “Violencia de clase, terror y terrorismo” en REVISTA INTERNACIONAL números 14 y 15.
[4] Que es lo que los anarquistas bienintencionados llaman lucha colectiva.
Antes de darse a conocer por el establecimiento de un terror policial sin precedentes en la historia, el estalinismo empezó su carrera como defensor de la teoría de «la construcción del socialismo en un solo país». Desde 1925 Stalin fue el portavoz de esta concepción, absolutamente contraria a lo que el movimiento obrero había defendido previamente. El movimiento de la clase obrera presentó desde sus comienzos su vocación internacionalista. Como escribió Engels en 1847: «...la revolución comunista no será una revolución meramente nacional, sino una revolución que transcurrirá en todos los países civilizados en forma simultánea (...) Asimismo ejercerá una considerable influencia sobre los restantes países del mundo, modificando por completo su modo de desarrollo de hasta ese momento y acelerándolo en gran medida. Es una revolución universal y por ello se desarrollará también en un terreno universal.» («Principios del comunismo», Obras de Marx y Engels, Grijalbo, Barcelona 1978, Pág. 115).
Por esta razón, la tesis del «socialismo en un solo país» fue una verdadera traición a los principios básicos de la revolución comunista. Esta teoría, que Stalin presentó como uno de los «principios del leninismo», constituía exactamente lo opuesto de la posición de Lenin: «La revolución rusa es sólo un destacamento del ejército socialista mundial, y el éxito y el triunfo de la revolución que hemos llevado a cabo depende de la acción de ese ejército. Este es un hecho que ninguno de nosotros debería olvidar (...). El proletariado ruso es consciente de su aislamiento revolucionario y ve claramente que su victoria es absolutamente condicional y depende fundamentalmente de la intervención unida de los obreros de todo el mundo» (Informe presentado en la Conferencia de Comités de Empresa de Moscú, 23 de Julio 1918).
El internacionalismo intransigente de Lenin fue una constante a lo largo de su vida. Pero se expresó particularmente en 1907, durante el Congreso de Stuttgart de la Internacional Socialista, cuando junto con Rosa Luxemburgo, Lenin encabezó la lucha por que los delegados aceptaran una tajante enmienda a la resolución contra la guerra imperialista. Igualmente, Lenin participó activamente en el combate de la Izquierda de la Internacional para asegurar que el Congreso extraordinario de Basilea en 1912, hiciera una clamorosa declaración contra la amenaza de guerra. Pero fue durante la Iª guerra mundial, cuando el internacionalismo de Lenin dio su verdadera medida. Su denuncia de los «social chovinistas», pero también de los “centristas” que sólo se oponían a la carnicería imperialista con peroratas pacifistas, fue una de las páginas más luminosas de la historia del movimiento obrero. En particular en Zimmerwald, en septiembre de 1915, Lenin fue el animador de la izquierda de la conferencia, reagrupando los delegados de las diferentes corrientes socialistas que se oponían a la guerra. Su posición se distinguía de la del Manifiesto que adoptó la Conferencia, afirmando claramente que «la lucha por la paz sin acción revolucionaria, es una frase vacía y fraudulenta», y también llamando a «transformar la guerra imperialista en guerra civil», que fue la consigna concreta que recogieron las resoluciones de Stuttgart y Basilea.
El internacionalismo de Lenin no dejó de brillar con la victoria de la revolución en 1917, a la que, al contrario, consideró como el primer paso de la revolución mundial. Por eso jugó un papel determinante, junto a Trotsky, en la formación de la Internacional Comunista, en Marzo 1919. Correspondió a Lenin redactar uno de los textos fundamentales del Congreso de fundación: las «Tesis sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado».
En ese momento la IC no tenía nada que ver con lo que llegaría a ser después bajo el control de Stalin: un instrumento de la diplomacia del Estado capitalista ruso, y la punta de lanza de la contrarrevolución a escala mundial.
Pero la vida militante de Lenin no se limita a su inflexible internacionalismo. Prácticamente sobre cada cuestión importante que se planteó a la clase obrera, la posición de Lenin figuró entre las más claras y las más intransigentes.
Desde el comienzo de su actividad militante a finales del siglo XIX, Lenin se distinguió en el movimiento socialista en Rusia por la profundidad de su lucha contra el “populismo” y el “socialismo agrario”. Durante años esta corriente había argumentado que sería la acción de pequeñas minorías de insurgentes intelectuales, adeptos a las acciones terroristas, lo que provocaría la eliminación del yugo del zarismo, y había idealizado a los campesinos como agentes de la regeneración de la sociedad rusa. En 1917-18 los descendientes de esta corriente estaban con los “Socialistas Revolucionarios” del lado de la burguesía. Contra esto, Lenin planteó la visión marxista, que afirmaba que el proletariado era la única clase, no sólo capaz de conducir el derrocamiento del zarismo, sino también de plantear una alternativa al capitalismo, la revolución socialista. Durante este mismo periodo, Lenin estuvo también a la vanguardia de la lucha contra el “marxismo legal”, que con el pretexto de la necesidad del desarrollo capitalista en Rusia como condición de la formación de un proletariado fuerte, se arrojó en brazos de la burguesía liberal.
A principios del nuevo siglo, Lenin continuó este combate, cuando se opuso (en particular en el «¿Qué hacer?») al oportunismo de los “Economicistas”. Esta era una corriente de la socialdemocracia rusa que fomentaba las ilusiones reformistas que pesaban en los obreros. Frente a esto Lenin defendió la necesidad vital de una lucha política por el desarrollo en el proletariado la conciencia de sus objetivos revolucionarios a largo plazo. Encontramos esa misma determinación en el IIº Congreso del POSDR (Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia) en 1903, en la defensa que hicieron Lenin y los Bolcheviques del partido revolucionario como un órgano de combate compuesto de militantes convencidos y determinados. En estas circunstancias, Lenin se opuso a los Mencheviques, que defendían una concepción confusa y oportunista, una forma de ideología pequeño burguesa característica de elementos intelectuales, para quienes la acción revolucionaria se ve como una especie de “hobby”. Este combate contra los Mencheviques continuó durante la revolución de 1905 en Rusia. Estos, considerando que las condiciones para la revolución proletaria no estaban aún maduras en este país, no tenían otras propuestas para los obreros que apoyar a la burguesía “democrática”. Es cierto que Lenin y los Bolcheviques no fueron muy claros sobre la naturaleza de la revolución de 1905 – la vieron como una revolución democrático burguesa contra el zarismo más que como un “ensayo” de la revolución proletaria -, pero tuvieron el mérito de postular la necesidad de que el proletariado preservara y defendiera firmemente su independencia y sus intereses de clase. Más aún, en el curso de esta revolución, Lenin fue uno de los primeros (junto a Trotsky) que entendió, en contra de la mayoría de los Bolcheviques (particularmente Stalin), que los Soviets, los Consejos obreros que la misma clase obrera había hecho surgir en su lucha, constituían los órganos de la toma del poder, «la forma al fin encontrada de la dictadura del proletariado».
Tras el aplastamiento de la revolución, cuando la desmoralización y el desarraigo pesaban como una losa en la clase obrera y su vanguardia, y en el partido se desarrollaba una corriente de “liquidadores” que tendía a renunciar a la necesidad de la organización política para el proletariado, Lenin se encontró de nuevo a la cabeza del combate por la defensa de la organización. Así, como en 1903, su lucha por la construcción de una organización militante, complementaba la lucha por la independencia de clase del proletariado.
Como ya hemos visto, encontramos esta lucha permanente de Lenin durante la guerra mundial, que analizó como una manifestación de la entrada del capitalismo en su periodo de decadencia, que ponía al orden del día la revolución proletaria internacional. Esta lucha se intensificó obviamente de nuevo cuando estalló Febrero 1917 en Rusia.
Tan pronto como Lenin pudo volver al país, emprendió el combate por la preparación de la revolución comunista. En particular sus “Tesis de Abril” constituyeron el verdadero programa de la revolución: ningún apoyo, ni siquiera “crítico”, a la guerra imperialista ni al Gobierno provisional burgués que se implantó tras la revolución de Febrero; sólo el derrocamiento del capitalismo podía poner fin a la guerra; contra la república parlamentaria; todo el poder a los Soviets; necesidad de una propaganda paciente del partido entre las masas obreras para convencerlas de estas necesidades; por la creación de una Internacional revolucionaria contra los social chovinistas y el “centro”. Lenin tenía que llevar primero este combate en el seno del partido Bolchevique que, bajo la dirección de Kamenev y Stalin, se había alineado con los Social Revolucionarios y los Mencheviques en apoyo del Gobierno provisional. Apoyándose en la base obrera del partido, consiguió ganarlo a sus posiciones y armarlo políticamente para la revolución. Después de esto, todas las acciones de Lenin consistieron en preparar las condiciones para una insurrección victoriosa, incluyendo su oposición a una insurrección prematura en Julio. Pero cuando la situación estuvo madura, emprendió de nuevo una lucha determinada por la inmediata toma del poder por los Soviets. Al mismo tiempo redactó su obra fundamental, «El Estado y la Revolución», en la que reestablece la concepción marxista del Estado, que había sido completamente falsificada por los oportunistas. Lenin insistió en que la clase obrera no podía usar el Estado burgués para sus propios fines; que tenía que destruirlo de arriba abajo e implantar la dictadura del proletariado organizado en Consejos obreros. Esta dictadura de clase tiene que ejercerse sobre el Estado del periodo de transición. Este “semi-Estado”, utilizando el término que acuñara Engels, tiene que estar dedicado, no a reforzarse, sino a extinguirse a medida que la revolución se acerca a su victoria final. El proletariado, organizado de manera autónoma, vigilaría que los funcionarios elegidos estuvieran permanentemente controlados, para que pudieran ser inmediatamente revocados si se apartaran del mandato recibido. El proletariado no puede tolerar jamás ningún privilegio en el seno de este Estado. Esto es lo opuesto del Estado policial, del terror sobre las masas explotadas, de los privilegios de los burócratas, que fueron característicos del estalinismo. De hecho, la diferencia entre el leninismo y el estalinismo fue la diferencia entre la revolución y la contrarrevolución.
Más aún, tras la toma del poder por los Soviets en Octubre de 1917, Lenin emprendió la lucha contra las primeras manifestaciones de lo que iba a ser el estalinismo.
La guerra civil desencadenada por los “ejércitos blancos” con el apoyo de la burguesía mundial, el colapso económico y el hambre resultante, el trágico aislamiento en que la derrota del proletariado mundial sumió a la revolución en Rusia, sólo podían llevar a un callejón sin salida. El Estado que surgió tras la revolución escapaba cada vez más del control de una clase obrera extenuada por la guerra civil y la catástrofe económica; y tendía progresivamente a absorber a un partido bolchevique en el que cada vez tenía mayor peso la burocracia. Stalin era realmente el representante más eminente de esta capa de burócratas cuyo poder y privilegios nacientes estaban en oposición a la revolución a escala mundial. Por esa razón se hizo el “muñidor” del «socialismo en un solo país»: ya no se trataba de hacer de Rusia una palanca de la revolución internacional, sino de desandar el camino, dirigiéndose hacia el reforzamiento de la economía nacional y el Estado nacional. Y en un mundo dominado por el capitalismo, ambos tenían que desarrollarse necesariamente en el terreno capitalista. La derrota internacional del proletariado sólo podía llevar a la contrarrevolución burguesa en Rusia. Stalin y su banda se convirtieron en agentes de esta contrarrevolución. Y en Rusia, ésta tomó la forma más bárbara que pueda imaginarse: terror policial, deportaciones masivas, los “Procesos de Moscú” contra los viejos líderes del Partido, la exterminación de toda la generación de 1917... la verdadera motivación de todo esto era la necesidad de borrar completamente hasta la mínima traza que pudiera recordar el espíritu y la grandeza de Octubre.
Antes de su muerte en 1924 (de hecho estaba inválido desde 1923), Lenin no podía haber imaginado lo que llegaría a ser el estalinismo. Sin embargo, era consciente de un cierto número de peligros que empezaban a surgir. Así, desde 1920, en el debate en el Partido Bolchevique sobre los sindicatos, Lenin afirmaba que «Tal y como es hoy nuestro Estado, el proletariado tiene que defenderse, y debemos usar estas organizaciones obreras (los sindicatos), para defender a los trabajadores de su Estado...» (Los sindicatos, la situación presente y los errores de Trotsky, 30.12.1920). Cerca del fin de su vida, Lenin advirtió del peligro de la gangrena burocrática, aunque fuera incapaz de proponer una respuesta efectiva a este ineluctable fenómeno. De manera similar, los últimos días de su vida activa intentó (particularmente en su “Testamento” del 4 de Enero de 1923) expulsar a Stalin de su puesto de Secretario General, donde estaba acumulando un poder enorme del que abusaba de forma brutal. Pero este intento fue en vano: Stalin ya controlaba la situación, aunque aún no era el sangriento tirano en que se convertiría después.
Hoy la mayoría de plumíferos de la burguesía – estableciendo una identidad entre el estalinismo y el comunismo- meten a Stalin, Lenin y Marx en el mismo saco. Como todos los revolucionarios, como el mismo Marx, Lenin cometió errores. Pero igual que sólo podemos criticar los errores de Marx situándolos en el marco del Marxismo, sólo podemos criticar los errores de Lenin partiendo de la considerable contribución que hizo al movimiento obrero, tanto a nivel teórico como práctico. Igual que ante el conjunto del marxismo, el proletariado tendrá que apropiarse de esta contribución de nuevo para poner fin a la barbarie capitalista y progresar hacia una sociedad comunista.
FM
Enlaces
[1] https://es.internationalism.org/tag/situacion-nacional/argentina
[2] https://es.internationalism.org/tag/situacion-nacional/lucha-de-clases-1
[3] https://es.internationalism.org/tag/vida-de-la-cci/intervenciones
[4] https://es.internationalism.org/tag/2/35/las-luchas-parciales
[5] https://es.internationalism.org/tag/historia-del-movimiento-obrero/1917-la-revolucion-rusa