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Luchas en el sector
del magisterio
Los sindicatos sabotean la lucha de los trabajadores
Como Grecia, ahora
España
El camino inexorable del capitalismo hacia la bancarrota
¿Cómo ayudar a la
CCI?
¿Por qué la CCI necesita tu apoyo?
Bolivia
Incremento de jornadas laborales, represión…
el verdadero rostro del “socialismo del siglo xxi”
Tensiones en Canadá
Las luchas obreras frente a la táctica de la “izquierda en la oposición”
Argentina expropia
YPF
Más nacionalismo para explotar mejor a los trabajadores
En las urnas como en Las Vegas, sólo se puede perder. No importa si se juega por ingenuidad o ludopatía, en el casino, “la casa” siempre gana. De eso se tratan las elecciones, en eso consiste la trampa democrática: en un juego truqueado donde el proletariado siempre pierde y “la casa”, es decir, la burguesía, siempre gana.
Hoy, después de una enconada batalla entre facciones burguesas, “movilizaciones ciudadanas” e ilusiones democráticas, se ha designado a los “funcionarios públicos” que pondrán el rostro mientras la burguesía en su conjunto, ayer como hoy, continúa sangrando y crucificando al proletariado. Los resultados “favorecen” en cada caso a tal o cual partido generando molestia en las facciones con candidatos “no favorecidos”. Pero esto forma parte del guión burgués pues todos ellos reconocen que “en democracia hoy se gana y mañana se pierde”. Así, el actual presidente Felipe Calderón del PAN, anunció con una sonrisa en el rostro que su gobierno colaborará y dará su respaldo al virtual presidente de México, Enrique Peña Nieto, del PRI; mientras López Obrador “el candidato de las izquierdas” y los suyos, se retuercen en la amargura cuales babosas entre la sal.
Desde el punto de vista de la burguesía y su Estado e independientemente de los resultados electorales, la mistificadora campaña democrática ha sido excelente, con una “participación ciudadana” masiva. Y efectivamente, las cifras parecen darles toda la razón pues en esta ocasión el abstencionismo ha sido uno de los más bajos en la historia reciente. 49 millones de ciudadanos, en su mayoría trabajadores, tacharon y metieron un papelucho en unas cajas con la ilusión de que sus miserables vidas cambiarían en algo con los resultados sin darse cuenta de que los resultados son “lo de menos” pues el propio mecanismo de las urnas, quede quien quede, es una trampa.
Una trampa que se renueva en virtud de las promesas e ilusiones fomentadas por la burguesía gracias a la coacción y al infame aprovechamiento del hambre que carcome a amplios sectores de la población, por un lado. Por el otro, una trampa promovida a través de argumentos ideológicos cifrados en “el compromiso ciudadano”. Así, por todos lados, llovieron alicientes para hacer de estas elecciones “una fiesta ciudadana”. Unos votaron porque las tripas se les calmaron un poco con el kilo de frijol que les dieron, otros porque creyeron en las promesas de futura bonanza económica, sea porque “el cambio verdadero” estaba “por venir” o porque “el PRI sí sabe gobernar” y el salario “volverá a alcanzar”. Otros votaron porque simplemente se tragaron el cuento de que ejercer su derecho ciudadano “sirve” de algo a condición de que dicho voto sea “libre, razonado e informado”.
Peña Nieto ganó de la misma forma que hubiera ganado López Obrador o cualquier otro: con montañas de kilos de tortilla y aluviones de promesas falsas de “mejores días futuros” que nunca vendrán. Y no vendrán no sólo porque “los políticos mienten” sino porque es imposible que el capitalismo agonizante nos brinde otra cosa que más miseria y más explotación. Así, la triste realidad será con Peña y hubiera sido con AMLO o cualquier otro –en contraste con las dispendiosas campañas plagadas de excesos y dinero a raudales–, la de mayores ataques y degradación de nuestras condiciones de vida. Ganó Peña Nieto y con ese resultado tendrán que vivir los próximos 6 años no sólo los millones que votaron por otros fantoches sino todos aquéllos que se movilizaron abiertamente en contra de EPN a través del movimiento “#yo soy 132”. Éstos últimos temían y confirman sus recelos sobre “la imposición”, pero dichos temores se habrían visto confirmados si el ganador hubiera sido otro porque en el juego de las elecciones “la imposición” es el propio mecanismo electoral. El problema entonces no es que ganó EPN o el cómo ganó, pero la izquierda nos machacará que “la imposición” y “el fraude” no pueden aceptarse, que las movilizaciones que arrastraron a millones a las urnas, deben seguir.
Pero, ¿qué cambiaría si hubiera ganado AMLO o cualquier otro? Nada, no cambiaría nada porque dada la crisis del capitalismo, la agudización de los ataques contra las condiciones de vida de la clase trabajadora y de las demás clases y capas no explotadoras, no hará más que continuar. En el mundo entero, los gobiernos de las distintas naciones capitalistas se ven obligados a poner en marcha los mismos mecanismos para intentar frenar sus descalabros económicos impulsando medidas brutales de austeridad y reformas que permitan explotar más y mejor a la clase obrera. Una mirada “a vuelo de pájaro” sobre las naciones del mundo demuestra que los diversos gobiernos, sean del partido que sean, no hacen más que atacar al proletariado a través de las mismas brutales medidas. En México la situación es la misma y las reformas “estructurales” venideras que EPN impulsará para “modernizar al país” van en ese sentido; un sentido en absoluta continuidad con las medidas realizadas por el PAN en contra de los trabajadores y en absoluta consonancia con las medidas propuestas a su vez por AMLO. Así, la próxima reforma laboral que se tiene que aplicar forzosamente ante la agudización de la crisis capitalista en la región, la aplicará EPN pero la hubiera tenido que aplicar AMLO o JVM de haber ganado.
Cada cierto tiempo el capitalismo, en México como en otras “naciones democráticas”, se viste de luces y propina a las clases no explotadoras de su región la negra gracia de elegir a sus verdugos. Cada cierto tiempo, la insulsa “masa de ciudadanos” se agolpa con mayor o menor entusiasmo a las urnas, desdibujando sus propios intereses en cuanto clases explotadas, para inmolarse ante el altar preferido de la burguesía, la democracia. Y la burguesía se sirve de esta farsa para reoxigenar su desfalleciente sistema y mantener al proletariado y a las demás clases no explotadoras, atadas de pies y manos, encerradas en la camisa de fuerza del “ciudadano responsable que vota”.
Después de esta “jornada ejemplar”, el único resultado que perdurará es el de la frustración entre aquéllos que creyeron que votando las cosas cambiarán. Por su parte, el conjunto del proletariado se verá sumido en una vorágine de duros golpes a sus condiciones de vida que de todos modos le serían propinados por quien hubiere ganado las elecciones. Pero los trabajadores cuando se arrancan el corsé de ciudadano y luchan por los intereses que comparten con el resto de sus hermanos en el mundo, tienen en sus manos una perspectiva real de transformación social. Sólo una posibilidad real existe ante las condiciones de explotación y miseria presentes y no es la de los zombis que votan sino la de la lucha en nuestro propio terreno, ajeno a la mistificación ciudadana y lejos del juego democrático.
“Para defender sus intereses, el proletariado no debe aferrarse a las instituciones democráticas, ya que no son obra suya, sino de la burguesía. Ellas existen en la medida en que impiden al proletariado plantear sus reivindicaciones de clase y adquirir la conciencia política que le haga descubrir la necesidad de destruir el Estado burgués democrático” ([1]).
Opabinia, 3-07-2012
[1]) Declaración de principios de la Fracción Belga de la Izquierda Comunista. Octobre no 3, abril de 1938.
Presentamos a continuación la hoja con la que la CCI ha estado interviniendo en marchas y asambleas del movimiento “Yo soy # 132”. Esta hoja analiza y trata de dar una perspectiva a todos aquéllos elementos que sinceramente tratan de rebelarse contra el estado de cosas existentes, intentamos explicar el origen, el contexto social e histórico y analizamos la dinámica del movimiento para proponer una alternativa desde el punto de vista del proletariado y del marxismo, es decir, desde una perspectiva que trata de ir a la raíz de los problemas actuales ya que pensamos que no se trata de poner en el poder a tal o cual partido a través del voto, se trata de cambiar el mundo, de acabar con la explotación asalariada, pero para ello tenemos que pasar por un largo proceso de reflexión colectiva para comprender qué tenemos que hacer y con qué medios lo haremos.
Un creciente descontento social se percibe en el mundo. La violencia que viene tomando la crisis económica y la brutal degradación de las condiciones de vida que impone, han sido el marco e las protestas y movilizaciones en España, Grecia, Portugal, Israel, Chile, los Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá… en todas estas protestas se percibe una gran angustia sobre el futuro, por eso la pregunta que ha prevalecido en estas manifestaciones es: ¿es posible otro mundo?
La naturaleza de clase de estos movimientos no ha sido uniforme y ha variado en los diferentes países y según las fases del movimiento. Sin embargo globalmente podemos decir que han sido movimientos de las clases no explotadoras, revueltas sociales contra el Estado pero donde la clase obrera no ha estado presente sino de forma individual, no obstante su influencia se ha notado en los métodos de lucha y en las formas de organización que tomaron. La discusión libre y la toma de decisiones a través de Asambleas Generales, pertenecen a una tradición indudablemente proletaria.
La “Primavera árabe” y las movilizaciones que le continuaron por el mundo, han estado marcadas por una gruesa presencia de jóvenes que están cansados de los gobiernos tiranos y corruptos. No hay duda que en sus gritos y reflexiones hubo sinceros deseos de cambio de la realidad podrida que ofrece el capitalismo, pero ese descontento no logra encauzarse porque hay todavía una carga de ilusiones en la democracia, en el patriotismo e incluso en la religión. Por eso cuando buscan responder a la pregunta ¿otro mundo es posible?, su respuesta se queda atrapada en la vana esperanza de que basta con “democratizar el capitalismo”.
Desde la televisión y la prensa hemos visto a la clase en el poder festejar y animar estas expresiones, cuidándose muy bien de esconder los momentos en que estos movimientos avanzan cuestionando las bases del sistema de explotación.
Hay momentos en los que la burguesía se apuraba a aplaudir los “vientos democráticos” que soplaban estas movilizaciones, para así ocultar que por debajo se construía una fuerza crítica al capitalismo. Por ejemplo en España en noviembre de 2011, mientras que todos los políticos y medios de difusión centraban su atención en las elecciones y el poder de las urnas, las calles de diversas ciudades estaban efervescentes. Había Asambleas Generales y discusiones de todo tipo. Una idea fue especialmente extendida: “Derecha e izquierda, la misma mierda”. Al mismo tiempo retumbaba la consigna de “¡Todo el poder a las Asambleas!”. Son estas experiencias las que deben servir de referencia para la conducción del descontento.
La burguesía ha de lanzar una carga ideológica pesada una y otra vez para atrapar el descontento. Una y otra vez ha de insistir que no hay mejor mundo que el capitalismo, por lo que más vale dejar de pensar en la lucha de clases y centrar la atención en el accionar de los ciudadanos a través de las urnas. Pero la crisis y los ataques que degradan la vida de los explotados nos recuerdan que para crear un mundo diferente hay que destruir el capitalismo.
En México, la angustia por el futuro que ha creado la crisis económica y el continuo accionar depredador de la clase dominante y sus partidos han generado también un gran hartazgo. Este descontento está presente en todas las clases y capas no explotadoras, si bien se ha manifestado de forma más abierta en el sector estudiantil.
El movimiento denominado “#yo soy 132”, se ha nutrido por jóvenes que provienen no solamente de diferentes universidades (tanto públicas como privadas) sino principalmente de diferente origen social. De igual forma que las expresiones de “indignados” y “ocupas”, el “movimiento #132” está formado por una masa social heterogénea. Lo mismo se nota la presencia de miembros que por su origen o por su condición de asalariados forman parte de la clase obrera, como de jóvenes que provienen de la burguesía y la pequeña burguesía. No obstante la diferencia del “#132” con los “indignados” es que las expresiones de protesta en México se han mantenido bajo la estricta lógica de la disputa electoral que el Estado viene organizando.
A poco menos de dos meses para cumplirse la fecha en que ha de llevarse a cabo el climax del circo electoral, las protestas juveniles se enfocaron en criticar la actuación despótica, corrupta y criminal de un partido (PRI) y su candidato (Peña Nieto). A la par de ello han expresado su repudio a la práctica tendenciosa de los noticieros creados y difundidos por los negocios de televisión.
Es indudable que en las preocupaciones que alimentan el descontento hay sinceridad pues son expresión real del cansancio político que ha creado la actuación cotidiana de los gobiernos y sus partidos. El germen de “antipartidismo” que enarbolaba el movimiento en sus inicios, fue claro síntoma de ese hartazgo, aunque luego fue ahogado por tendencias de repudio o apoyo a tal o cual partido, reivindicando un “apartidismo” plenamente inscrito en la mistificación democrática.
Alentados por la experiencia de los “indignados”, el “movimiento #132” ha reconocido la necesidad de unirse en las calles, alentando la unidad y la solidaridad e incluso ha intentado usar la forma de las asambleas para reflexionar colectivamente… Hay por tanto razgos positivos que exponen estas movilizaciones, pero son muchos los problemas que tiene que enfrentar la masa de jóvenes proletarios que están participando en ellas si no quieren que su fuerza y coraje sean esterilizados y terminen siendo utilizados para reforzar las cadenas de opresión capitalista.
La burguesía, a través de los medios de divulgación, principalmente mediante los telediarios (de las mismas empresas que el #132 ha criticado), ha bautizado a este movimiento como la “primavera de los jóvenes mexicanos” y no se cansa de aplaudirlo porque reconoce que tiene como objetivo oxigenar al sistema político. Con estos argumentos, la clase en el poder no busca “ganarse las simpatías” de los jóvenes, sino alentar las ideas más confusas presentes en el movimiento y así asegurar que se quede enfangado en la esperanza del “cambio” operado por las urnas, en la democracia y en el reconocimiento al capitalismo como único camino para la humanidad. Se trata, sin duda, de evitar que los jóvenes proletarios que están mezclados en esa masa descontenta, rompan con las ataduras ideológicas de la burguesía e impriman así un carácter de clase a las movilizaciones.
El primer problema que enfrenta el “#132” es que asumen que se trata de un movimiento de “ciudadanos libres”. La burguesía al instaurarse como clase dominante impuso la condición de “ciudadano” como expresión de la liberación de la población de las viejas ataduras políticas sostenidas por la aristocracia. Pero esto implicó someterla a los lineamientos económicos y políticos del capitalismo, de tal forma que sea libre de vender su fuerza de trabajo, perpetuando la explotación y sometimiento a la ideología del egoísmo individual. Dicha ideología alcanza su expresión política mayor cuando solitario y atomizado, en un ejercicio aparente de toma de decisión personal, los explotados concurren a las urnas para validar a un poder que les es ajeno y totalmente opuesto.
La burguesía, al otorgar “derechos políticos iguales a todos los ciudadanos”, pretende borrar el hecho de que la sociedad está dividida en clases sociales y que cada una de ellas tiene intereses diferentes. Por eso cuando el “#132” se define como un “movimiento ciudadano”, encadena a todos los estudiantes a los intereses de la clase dominante.
Para esos jóvenes que tienen sus raíces de clase entre la burguesía y la pequeña burguesía todo se reduce a mejorar el sistema de explotación. Pero para los jóvenes que tienen un origen proletario o ya lo son dado que su vida está sometida al trabajo asalariado, reproducir esa fórmula es servir a sus explotadores. La democracia y la apertura o veracidad de los medios de difusión son medidas que están dirigidas a abrillantar el oscuro rostro del capitalismo. Porque la democracia no es una solución sino una traba a la que hay que enfrentar. Aceptar la condición de ciudadano es aceptar la trampa burguesa que busca evitar que los trabajadores (sin importar si son jóvenes o viejos, activos, desempleados o jubilados) reconozcan su condición de explotados. Pero sobre todo, esta treta busca hacernos aceptar que no hay más alternativa que seguir el rito periódico de ir mansamente a las urnas y marcar una papeleta para elegir de entre una lista al personaje que ha de cumplir el papel de nuestro verdugo.
Cada vez somos más los que soñamos con una sociedad donde la humanidad tome su vida en sus propias manos, donde tome sus propias decisiones. Donde no sea dividida entre explotadores y explotados, sino unida fraternalmente en su diversidad… Pero la pregunta es ¿Quién podría permitir que por fin la humanidad tome en sus manos la sociedad?
Si dijéramos que son “todos”, estaríamos suponiendo que “todos” tienen los mismos intereses y esto es falso. La burguesía luchará siempre con uñas y dientes para mantener su sistema y su posición dominante sobre la humanidad, así sea al precio de raudales de sangre, como ya lo ha hecho y de hecho, lo hace. Y en ese “todos”, también está la pequeña burguesía, que o bien trata de mantener el tren de vida que le ofrece la sociedad y en ese sentido es conservadora, o bien (cuando la proletarización la amenaza), se vuelve presa de la nostalgia de un pasado idealizado, es decir, reaccionaria.
Para convertirse en dueña de su propio destino, la humanidad debe salir del capitalismo. Y la única clase que puede derrocar este sistema es el proletariado, la clase de los trabajadores modernos. Pero esto no es un hecho ya determinado pues los trabajadores requieren ser conscientes de ello… Y lo que ahora vemos es que el descontento presente entre éstos es anulado cuando son arrastrados a la esperanza de la “democratización del capitalismo”. Por eso los proletarios requieren desarrollar su lucha, su unidad, su solidaridad y sobre todo su conciencia de clase. Para ello se requiere el impulso de la organización y el debate en su seno, amplias discusiones -lo más vivas y efervescentes posible- para desarrollar su comprensión del mundo, de este sistema y de la naturaleza de su combate.
Los debates deben ser libres y abiertos a todos aquéllos que quieran intentar responder a las numerosas cuestiones que se plantean a los explotados: ¿Cuál es el verdadero problema?, ¿cómo desarrollar la lucha con miras a la emancipación y no hacia un mayor encadenamiento?, ¿cómo organizarnos? Sobre todo, deben ser muy firmes en que no se trata de salvar o reformar este sistema agonizante y bárbaro. Cambiar el mundo no basta con salir a la calle a convocar “la unidad de los jóvenes por la democracia”. Otro mundo es posible sí, pero antes hay que destruir el capitalismo.
CCI
Todos los sectores de trabajadores están sufriendo un empeoramiento de sus condiciones de vida. Más allá de los discursos mentirosos del gobierno, de las promesas insulsas de todos los candidatos a los que solo les falta prometernos restituir el “paraíso perdido”, más allá de esa cortina ideológica, la realidad es contundente y tozuda, la realidad del aumento de las cargas laborales y de la disminución del poder de compra de los salarios, disminución de prestaciones, aumento del desempleo y la angustiosa ausencia de un futuro para las nuevas generaciones. Esta situación no es privativa de una región, de un sector ni siquiera de un país. El capitalismo se hunde inexorablemente en una crisis sin retorno, todos los países, incluidos por supuesto los desarrollados, están implementando duros planes de austeridad, de recortes en educación, en salud y en algunos hasta han congelado los salarios (España), en otros casos se trata llanamente de reducciones salariales como en Grecia. En México vamos por el mismo abismo, cada vez hay que trabajar más para vivir peor. El sector de los maestros ha estado en el centro de los ataques en los últimos años, por ejemplo, carrera magisterial es ya un asunto de una minoría de maestros y se han implementado ya “nuevos lineamientos” para endurecer aún más las condiciones laborales y restringir en gran medida los salarios, los maestros de reciente ingreso solo tienen contratos temporales y los requerimientos laborales van en aumento exprimiendo la energía, es decir, las condiciones laborales de explotación son cada vez más insoportables. Es verdad que hay muchos maestros que no se sienten identificados como parte de la clase explotada pero toda la cadena del sistema educativo, desde preescolar hasta universidades, se encarga de producir una mercancía necesaria para el capital: la fuerza de trabajo. En efecto, la educación es una necesidad vital para el capital, es gracias a ella que puede capacitar y preparar su mano de obra, pensar que es un “derecho inalienable” es producto de la ideología burguesa que nos hace creer que “la educación es la palanca de la historia” o que “la verdad nos hará libres” como dice el lema de las universidades jesuitas. Tanto la educación como la salud hacen parte del salario social del que hablaba Marx, los recortes en estos rubros representan por tanto verdaderos recortes al salario. Se puede uno preguntar con justa razón si la burguesía necesita una mano de obra capacitada cómo es que recorta el gasto en educación. Fuera de contexto esta pregunta es lógica, pero en el marco del desempleo, de la saturación mundial de los mercados, de la no existencia de fuentes de trabajo, en vez de abrir fábricas se están cerrando, en condiciones así la “austeridad republicana” y draconiana, se vuelve una necesidad para un sistema capitalista que no tiene más alternativa que atacar las condiciones de vida de sus explotados.
Es en este contexto que los maestros han realizado manifestaciones, paros y plantones desde finales de enero de este año para concluir en los plantones en Oaxaca, Chiapas y el DF.
Los sindicatos de todo color y pelaje, incluidos los llamados “independientes”, son los profesionales en realizar “acciones ejemplares” para liberar presión social y llevar a cada sector o región al desgaste y la desmoralización. Su papel no es unir el descontento sino separarlo, nunca intentan extender una lucha a otros sectores (ver artículo sobre Canadá en esta edición), siempre van a privilegiar el corporatismo. Lo que han llamado “unidad” es una mascarada que no pasa de las declaraciones o marchas conjuntas con otros sindicatos (el SME y la CNTE por ejemplo), eso sí, cada uno manteniéndose en su asunto. Recientemente hubo marchas de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), electricistas, estudiantes, etc., cada uno con su bandera y con sus energías por su lado, tal vez en la misma marcha pero sin un objetivo común, sin combatir por un solo movimiento de la clase trabajadora. La CNTE tiene su pliego petitorio y aunque en apariencia parece luchar por demandas de todos (educación, empleo), sus asambleas están cerradas a otros trabajadores, desempleados o jubilados provenientes de otros sectores. Estos métodos no permiten la unidad, al contrario, favorecen la división y el aislamiento del conjunto de la clase. NO se crea ningún espacio para que millones de desempleados, de jubilados, de estudiantes establezcan contacto y puedan emprender luchas comunes con los que sí están trabajando. Existe un reparto de tareas entre los sindicatos y el resto de los aparatos del Estado, mientras unos sindicatos se presentan como los “buenos de la película”, otros se presentan como “los verdaderos críticos y radicales” y los medios de comunicación se encargan de dividir a todos entre los que están a favor de unos o en contra de otros. Además, las marchas, bloqueos y los plantones son una ocasión ideal para expandir la falsa idea de que luchar es perjudicar a otros, por tanto, luchar es malo. Los sindicatos son especialistas en desprestigiar, desnaturalizar y falsificar la lucha del proletariado. Una lucha realmente proletaria sirve para desarrollar la unidad, afirmar su conciencia, construir su propia organización y sus propios métodos de lucha, los sindicatos hacen todo lo contrario. Los sindicatos siempre dan prioridad a lo que separa en vez privilegiar lo que une. Así, una organización como la CNTE tiene como objetivo mayor la “democratización del SNTE” y la expulsión de Gordillo de la dirigencia nacional, tales objetivos son de muy poco interés para el minero, el jubilado o el desempleado. Democratizar los sindicatos es una consigna del mismo calibre que aquella que reza “democratizar el capitalismo”. Además, lo hacen aparecer como “un asunto de los maestros” y eso inhibe a cualquiera que no sea profesor para participar a “su lucha”. El terreno está pues minado para la solidaridad, la unidad y la extensión de las luchas.
Junto a los ataques que todos los Estados, incluido el mexicano, están dirigiendo contra los trabajadores se pone en marcha la acción de los sindicatos para evitar la emergencia de luchas realmente unidas, que se planteen sumar a otros explotados y que se auto organicen. Los sindicatos existen hoy para impedir la extensión y unificación de las luchas, la experiencia de muchos trabajadores sinceros que han luchado y siguen haciéndolo bajo la tutela sindical podrán comprobar amargamente esta realidad.
Los sindicatos aunque se presentan como defensores de los explotados, son en realidad defensores de los intereses del capital. NO ponemos en ese saco a miles de obreros que aún tienen ilusiones en ese instrumento o a aquéllos que no conciben luchar sin ellos porque no ven cómo desarrollar una lucha independiente. Nos referimos al aparato sindical, con sus diputados dirigentes, con sus lazos con los partidos, con sus privilegios alejados completamente de la realidad de los agremiados; por ejemplo, el nivel de vida de Elba Esther Gordillo o Napoleón Gómez Urrutia y su séquito está a años luz del de los trabajadores. Los sindicatos llevan ya casi un siglo impidiendo y saboteando la lucha obrera. Que existan unos “moderados”, otros abiertamente ligados al poder, y otros “combativos”, “independientes y radicales” es con el fin de mejor engañar, confundir y dividir a los trabajadores. A imagen del aparato político de los partidos y las elecciones, nos hacen creer que hay unos menos malos que los otros y nos dan a elegir a nuestros verdugos. La CNTE se ha especializado en presentarse como una alternativa al sindicato oficial, sin embargo su meta siguen siendo sindicalista: “democratizar” el sindicato y sustituir a unos secretarios generales por otros… ¡eso sí, más democráticos”!
La CNTE actúa sobre una idea que existe entre los trabajadores y que consiste en suponer que los sindicatos no son los malos sino las burocracias enquistados en ellos, así bastaría con cambiar esas cúpulas sindicales para hacer de éstos verdaderos órganos de lucha proletaria. ¡Es una ilusión!, es la forma sindical la que impide luchar. “Reformar” a los sindicatos se ha planteado incluso como un objetivo mucho más importante que luchar contra los ataques a nuestras condiciones de vida, tal es el caso del CNTE, salvar el “sindicalismo democrático” se ha convertido en una consigna en sí misma y por décadas ha servido para impedir que los trabajadores de la educación desplieguen verdaderos combates por la defensa de sus verdaderos intereses como clase. Como una enésima demostración: recientemente la sección 22 de Oaxaca perteneciente a la Coordinadora se ufanó de sostener una lucha que no enarbolaba “en lo más mínimo” reclamos laborales, más salario, mejores condiciones de trabajo, etc., sino principalmente las llamadas demandas “sociales”, mejorar la educación, más democracia, etc.
Los sindicatos han sellado su existencia a la del capitalismo más o menos desde principios del siglo xx, su función es defender este sistema de explotación. Es por ello que no es casual que su vocación principal no es luchar por cambiar la realidad sino por “mejorarla” o simplemente justificarla. Trabajan permanentemente para la negociación, su meta es siempre “negociar”. La CNTE por ejemplo siempre empuja a “instalar mesas de negociaciones” y hasta construyeron una Comisión Nacional Única de Negociación (CNUN) para tratar con “Los Pinos”. Todos sabemos que esas negociaciones no son el resultado de una relación de fuerza entre la burguesía y el proletariado, son una trampa donde concederán algunas cuestiones secundarias para aparentar que hay “partes opuestas”. Por ejemplo, a principios de junio los profesores de Oaxaca y Chiapas levantaron sus huelga a pesar de que la respuesta a su sagrado pliego fue “mínima e insuficiente” (Proclama de la sección 22 de Oaxaca del 6 de junio). Todo este asunto de las negociaciones no hace sino reforzar entre los trabajadores la idea de que los sindicatos sirven, que la lucha detrás de ellos reditúa.
Los sindicatos y la ideolología que expanden son parte del capitalismo, difunden la ilusión de que hoy se puede mejorar la vida luchando por “reformas” en el seno mismo del capitalismo. Cuando los trabajadores emprenden una lucha es para intentar cambiar su condición de miseria, los sindicatos evitan que se cuestione la existencia de este sistema de explotación, hacen todo para que se piense que este mundo capitalista, decadente y bárbaro, se puede “humanizar” y, por tanto, hay que mantenernos en la legalidad y las instituciones. Todos los sindicatos son especialistas en desviar el descontento a los tribunales, a los amparos, a la defensa constitucional, al respeto a las leyes, a la defensa de la igualdad y la justicia de este mundo donde una minoría vive a expensas de la inmensa mayoría, en pocas palabras, ¡son la quinta columna en la defensa del capital!
Hoy los maestros son estigmatizados como unos “inconscientes que no piensan en el futuro de los niños”, mañana serán los médicos y enfermeras que al irse a huelga no considerarán a sus pacientes, los choferes que desprecian a sus pasajeros, etc., para cada huelga la burguesía tendrá siempre un pretexto para descalificar a los que osan “alterar el orden”, ¡su orden! En esta labor los sindicatos cumplen un papel precioso para el capital ya que llevan a los trabajadores a acciones que además de desgastantes son fáciles de volver impopulares: bloqueos, marchas kilométricas (como en Oaxaca), plantones, etc.
Para los trabajadores de todo el mundo se plantea hoy la necesidad de luchar más allá de los sindicatos, sólo así podremos empezar a construir una verdadera lucha unida, solidaria e incluyente.
Marsán. 14-06-12
Cuando hace cerca de cinco años empezaron las noticias de las dificultades de algunos bancos con las llamadas hipotecas “subprime”, los gobernantes de todos los países se apresuraron a tranquilizarnos diciéndonos que se trataba de “un fenómeno localizado”, circunscrito a un sector especulativo de la banca que había escapado a los controles. Nada había que temer, nos decían, puesto que la mayoría del aparato financiero estaba “saneado”. En España el propio gobierno Zapatero presumía de ello alardeando del alto nivel de provisiones con que los propios bancos españoles cubrían una “hipotética” quiebra de alguna entidad. Y para los incrédulos... la banca española superaba con sobresaliente los exámenes de solvencia: los “stress-test” hoya ya pasados de moda ante otros términos más en boga como “prima de riesgo” o “default”. Efectivamente, en 2012, el gobierno del PP ha debido aprobar en tres meses dos reformas del sistema financiero, eufemismo tras el que se disfraza la inyección masiva de capital público. Ni siquiera haber dispuesto de la “barra libre” de capital ofrecida por el Banco Central Europeo (una tercera parte de los 1,2 billones ha sido acaparada por bancos españoles), ha sacado a esa banca española del pozo en que la han sumido una masa ingente de activos “tóxicos” (en gran medida créditos ligados al sector inmobiliario) ([1]). En la “reforma” más reciente el gobierno ha debido nacionalizar al cuarto banco del país (Bankia) –que es a su vez la primera inmobiliaria de España– inyectando de entrada 12 mil millones de Euros, aunque sus activos “tóxicos” –préstamos incobrables– ronden los 32 mil millones que para que nos hagamos una idea es una cifra equivalente a todo el “Recortazo” de gasto público del presupuesto 2012.
Hace menos de tres años se agolparon también alarmantes noticias sobre la crisis de las deudas estatales y el riesgo cierto de suspensión de pagos por países como Grecia –y luego Irlanda, Portugal... Y otro dardo tranquilizante: se trata, nos decían, de una situación particular motivada por la irresponsabilidad de los gobernantes de aquel país que han mentido –¡ qué poca vergüenza ¡– sobre el estado real de balance de sus cuentas. Nosotros, nos decían, “no somos Grecia”. Hoy, ya son países como Italia y sobre todo España quienes ven su prima de riesgo acercarse a los fatídicos 500 puntos, que desembocarían a una situación de suspensión de pagos (por el brutal sobrecoste del endeudamiento) y al rescate. Se rehúye este término no sólo para tratar de eludir supersticiosamente ese “mal presagio”, sino sobre todo porque tal rescate es de unas dimensiones aterradoras: la economía española es la quinta de la UE y la doceava del mundo, a gran distancia de los países hasta ahora “rescatados” (el PIB español es el doble de lo que suman juntos el de Grecia, Irlanda y Portugal), y sobre todo el volumen de la deuda que lo atenaza es descomunal: el endeudamiento total del país (sumando la deuda pública, la de las empresas y la de las familias) es del 400 % del PIB, es decir al equivalente a la riqueza producida durante cuatro años...
Por ello empiezan a sugerirse soluciones más “discretas” tales como fondos europeos para “rescatar” al menos una parte del sistema financiero español (muy probablemente el que le debe más dinero a la banca internacional como ya se hizo con la deuda griega) como ha propuesto el recién estrenado presidente francés, Hollande ([2]), aunque para ello se imponga lógicamente una auditoría “exterior” para eludir las trampas con que las autoridades españolas tratan de ocultar el estado real de su sistema financiero.
Y otro tanto sucede con las finanzas públicas que también contienen sorpresas como la rectificación de la cifra de déficit público para el año pasado del 6 % (en noviembre de 2011) a cerca del 9 % en este mayo... Pero mil y un trucos contables con que intenten escamotearla, lo cierto es que quienes suministran la droga crediticia no perdonan: la prima de riesgo ha llegado a alcanzar, como decíamos, los 507 puntos básicos; el Estado español está pagando por el bono a 10 años cerca de un 6,5 % de interés. Y eso en lo tocante a la administración central, puesto que hay regiones –como es el caso de la Comunidad Valenciana– que deben de pagar una tasa de interés superior a la que está pagando Grecia; que hay ya cuatro comunidades autónomas (la Mancha, Murcia, Valencia y ¡Cataluña!) cuya deuda tiene ya la calificación de “bono basura”. Que una administración regional como la Mancha –con poco más de 2 millones de habitantes– paga diariamente 1 millón de euros por los intereses de su deuda,... También aquí se está produciendo una especie de intervención “subterránea”, en la que las burguesías europeas cobran cada décima de desviación del objetivo de déficit con 10 mil millones más de recortes en servicios sociales, en plantillas de empleados públicos, en sangre y miseria de los trabajadores y de la población en general, como pudo apreciarse a principios de Mayo cuando hubo de aprobarse un plan adicional de medidas que supone el despido de cerca de 40 mil maestros, la duplicación de las tasas para los estudios universitarios, el hacinamiento de más alumnos por aula; la exclusión de medio millón de emigrantes sin papeles de las prestaciones sanitarias, el copago de fármacos, la supresión de ayudas para algunas prestaciones sanitarias, la creciente exclusión de más y más personas mayores de los programas de ayudas a la dependencia... ([3]).
Cada uno de esos abrazos y reconocimientos a las políticas del gobierno de turno le cuesta a los trabajadores decenas de miles de despidos, un tanto por cierto más de personas en la miseria (oficialmente en España el 20 % de la población está en riesgo de exclusión social), mayores tasas de pobreza infantil, (en los últimos tres años la tasa de pobreza crónica infantil ha pasado del 24 al 26 %), más inquietud y ansiedad que hace que dupliquen las llamadas enfermedades mentales, el sentimiento de fracaso y culpabilidad, el temor al mundo que van a vivir nuestros hijos, la desesperación y la tasa de suicidios,...
Y toda esa enorme carga de sufrimiento humano y sacrificios... ¡para nada! Por mucho que lleven años prometiéndonos que con tal política, o su contraria, saldríamos de la crisis, lo cierto es que la crisis sigue avanzando y devastando cada vez partes más significativas del capitalismo mundial. Ese avance demuestra que esta crisis que no es ni local ni circunstancial, sino sistémica del modo de producción capitalista. Que sus causas no son “anomalías” o “corrupciones” del funcionamiento de este sistema social, sino el resultado de sus contradicciones insuperables, del agotamiento de sus paliativos (como lo ha sido especialmente el recurso durante las últimas décadas a un endeudamiento descomunal ([4])), y especialmente contra el hecho de que tales “medicinas” no sólo no mejoran a un paciente terminal, sino que agravan aún más su enfermedad.
Debemos deducir de ello que nuestra lucha para defendernos contra tales sacrificios no puede concentrarse contra una u otra expresión del capitalismo, ni tal o cual nación (la oposición de Alemania o los capitalismos más débiles tan de moda últimamente), ni tal cual sector (el financiero y especulativo versus el “productivo”), ni tal o cual modelo (el “neoliberalismo” versus el estatal), ni tal o cual política (la tan en boga polémica entre “austeridad” o “crecimiento”)... Todas ellas han fracasado como pretendidas “soluciones a la crisis”. Todas ellas han comportado bestiales ataques a las condiciones de vida de los trabajadores. Lo único que consiguen es sembrar en nuestra filas fatales ilusiones, retrasando la toma de conciencia de que el capitalismo es incapaz de acabar con la crisis que él mismo ha creado.
Dámaso, 21-06-2012
[1]) Oficialmente la banca española tiene 304 mil millones de créditos concedidos a constructoras, promotoras inmobiliarias, de los que la mitad son reconocidamente fallidos o pisos invendibles. Hay además 605 mil millones de préstamos hipotecarios a las familias que no se consideran como problemáticos y por tanto no se aprovisionan, aunque la morosidad crece –hoy es de un 8 %– y la cifra de desahucios se dispara. En total una cifra equivalente a todo el PIB español de 1 año.
[2]) Al que los medios de aquí se abrazaron durante la campaña electoral como verdadero “amigo de España”, y que –¡desagradecido!– se ha apresurado sin embargo a llamar a socorrer a la banca española, lo que traducido quiere decir que la califica de insolvente.
[3]) En ciudades como Madrid y Barcelona faltan voluntarios para encargarse de visitar y acompañar de cuando en cuando a personas mayores que envejecen, enferman y en algunos casos mueren solas en sus domicilios porque ya no hay subvenciones para llevarlas a asilos o centros de día.
[4]) Ver : “¿Por qué la crisis de la deuda?”
en https://es.internationalism.org/ap/2010s/2012/223_deuda [6]
Incremento de jornadas laborales, represión… el verdadero rostro del “socialismo del siglo xxi”
A través del decreto 1126, expedido el 28 de marzo por Evo Morales se pretendía alargar la jornada de los médicos de 6 a 8 horas, sin agregar un pago adicional al salario. Esa medida desató el descontento de los médicos que declararon una huelga que se extendió por 53 días, siendo relevante que el paro de actividades y las movilizaciones se vieron respaldadas por los estudiantes de medicina. La respuesta inmediata del gobierno de Evo Morales ante estos hechos fue declar la ilegalidad de la huelga, a la que describe de “huelga criminal” y lanzar las fuerzas represivas en diversas ocasiones en contra de las manifestaciones callejeras.
Pero que a nadie le extrañe la actuación del gobierno boliviano, representante del “socialismo del siglo xxi” y de sus flamantes promotores: el presidente Evo Morales, militante del “Movimiento Al Socialismo” (MAS) y de su vicepresidente Álvaro García Linera, que presume su pasado de guerrillero y se autoproclama como marxista; la respuesta que dan no podía ser diferente a la de cualquier gobierno burgués. No es que el “socialismo del siglo xxi” haya dado un giro o los personajes que lo promueven hayan traicionado algunos principios o hayan cambiado su origen de clase. El aberrante discurso del “socialismo del siglo xxi”, no es sino una ideología burguesa (de tono posmoderno) que busca definirse como radical al usar un lenguaje reivindicativo del indigenismo mezclado con frases extraídas del estalinismo y de los desgastados discursos del populismo. De la misma forma Evo con el MAS y García Liera se han encontrado siempre en la trinchera de la burguesía, lo mismo cuando estaban en la “oposición” y ahora encabezando el gobierno, como ya se ha evidenciado con creces en el caso de los “Farabundo Martí” en el Salvador y los sandinistas en Nicaragua.
Por eso las medidas de afectación a las condiciones laborales de los trabajadores de la salud y la respuesta represiva no hacen sino poner al desnudo la naturaleza burguesa del gobierno encabezado por el MAS.
La crisis general que aplasta al sistema, aunque se resalta más en algunas regiones, no deja de manifestar sus secuelas y efectos por todo el planeta. En Bolivia por más que la Banca Central afirme que hay gran fortaleza económica, las condiciones que vive la clase trabajadora y las medidas que los empresarios y el gobierno aplican para incrementar la explotación, muestran que la burguesía se encuentra preocupada por proteger su ganancia, por eso al igual que en Grecia o España (por mencionar sólo los países en los que la crisis se viene expresando con mayor violencia) instrumentan acciones para exprimir aún más la fuerza de trabajo asalariada.
Los voceros oficiales afirman que Bolivia ha mantenido un aislamiento de frente a las secuelas de la crisis, incluso usan como referente que la tasa de desempleo abierto ha pasado del 8 %, en que se encontraba hace un par de años, a niveles del 6 %, no obstante, incluso organismos oficiales como el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Empleo Urbano (CEDLA), indica que entre el 55 % y el 60 % de la población ocupada en las ciudades, labora en trabajos precarios o en actividades informales.
No es nada casual que la ampliación de la crisis lleve al gobierno boliviano a buscar incrementar la jornada de los médicos. A la clase en el poder no le importa las condiciones de vida de los explotados, sólo le interesa proteger al capital, y para hacerlo sabe que su principal medida es incrementando la explotación de los trabajadores. Es por eso que vemos por todo el orbe a los gobiernos de derecha o de izquierda, repetir la misma medicina.
Los ataques en contra de los médicos por parte del gobierno de Evo Morales no es una medida diferente a los planes de austeridad que por todo el planeta se vienen aplicando y para hacer pasar más facilmente esos golpes el argumento también es el mismo que en todas partes la burguesía repite: “es por el bienestar de la nación”. Y nada extraño es que Evo Morales utilice los mismos calificativos de desprecio en contra de los trabajadores de salud, que ha utilizado en México Felipe Calderón en contra de los despedidos de “luz y fuerza”, llamándolos “privilegiados. Pero la declaración del viceministro García Liera ilustra bien el ansia que la clase dominante tiene por llevar la explotación de los trabajadores a niveles cada vez más elevados: “El país no avanza si se para (…). Hay que trabajar y trabajar 8, 10, 12, 14 horas si queremos un país fuerte y salir de la pobreza…” (https://ultimasnoticiasbolivia.com/2012/04/13/ [8]).
Más allá de las acusaciones que el gobierno del “socialismo del siglo xxi” hace en contra de los trabajadores, diciendo que son manipulados por la derecha, la clase obrera de Bolivia y de todo el mundo debe de hacer una reflexión de la forma en que se llevó a cabo la huelga de médicos y los problemas que enfrentó.
En primer lugar debe de establecerse que los médicos y enfermeras son trabajadores asalariados y forman parte por tanto del proletariado. Este aspecto aunque parece básico, no se expuso con claridad durante las manifestaciones. Voceros gremiales llegaron a plantear que las medidas del gobierno eran en contra de la “clase media”. El mismo gobierno retoma esa expresión para definirlos como “privilegiados” y oponerlos en contra de sectores de explotados, que abusando de su pauperización y marginalidad son utilizados por el MAS y el gobierno, tal es el caso de los campesinos cocaleros.
Es cierto que los médicos lograron despertar la simpatía entre estudiantes de medicina, lo cual es un paso importante, pero al verse sometidos a los lineamientos del Colegio Médico de Bolivia, se presentó como un problema gremial que impidió se destacara una verdadera organización capaz de permitir la toma del control total de la lucha, con capacidad de crear una fuerza que logre la unidad y permita romper el aislamiento y las ataduras gremialistas. Justamente ese aislamiento es lo que ha facilitado la represión gubernamental.
Esta falta de organización real, sin duda puede llevar a que, en un ambiente de crecientes pugnas entre la burguesía (como es el caso de Bolivia), algún sector de la clase dominante busque aprovechar esas movilizaciones, pero eso no significa que la demanda planteada por los trabajadores de la salud sea inválida, más aún, esta huelga pone de relieve que todos los gobiernos de derecha o de izquierda, para enfrentar la crisis no tienen otra salida que incrementar la explotación.
De manera más concreta la movilización de trabajadores, por más dificultades que pudieron expresar, devela el descontento real de una masa de trabajadores en contra de los ataques de un gobierno de clara naturaleza burguesa. La careta del gobierno de Evo Morales se cae y muestra de forma cruda que los gobiernos que hoy se reclaman del “socialismo del siglo xxi” no tienen más objetivo que el de proteger la ganancia capitalista.
Rojo, junio-2012
Hace poco más de un año, el partido conservador ganó el gobierno de Canadá en la última elección federal. Un gobierno de mayoría conservadora no era el resultado que las principales facciones de la burguesía preferían ya que el partido conservador, bajo la dirección de Stephen Harper, había sido causante de una larga cadena de escándalos políticos que amenazaba con disminuir la asistencia de las nuevas generaciones a las urnas electorales. Sin embargo, este equipo de la burguesía canadiense ganó oportunamente para ayudar a desarrollar la clásica división ideológica del trabajo en tiempos de creciente malestar de la clase trabajadora al enfrentarse a la “izquierda en la oposición” representada oficialmente, por primera vez en la historia, por el Nuevo Partido Democrático (NPD).
Casi como si la burguesía canadiense hubiera anticipado lo que iba a venir, Canadá ha sido golpeado por una verdadera ola de malestar social desde el año pasado, que produjo una serie de huelgas y acciones de la clase trabajadora que afectaron a varias industrias centrales a nivel nacional y local. Además, aunque el movimiento “ocupa” en Canadá fue mucho menos dramático que en otros lugares, los estudiantes de Quebec han participado en una lucha feroz y prolongada contra los planes del gobierno para aumentar la colegiatura, afectando el tráfico a través de Montreal en varias ocasiones y obligando al aparato represivo del Estado de Quebec a mostrar su ferocidad una vez más.
Mientras que el movimiento estudiantil de Quebec parece motivado por muchos de los mismos factores que han llevado a las nuevas generaciones de trabajadores a movimientos de protesta similares en todo el mundo en los últimos años, el desarrollo de la lucha de clases en Canadá ha sido globalmente obstaculizado enormemente por el hábil uso de la táctica de la izquierda en la oposición de la burguesía canadiense.
Aunque los conservadores no han cesado su vía al escándalo –como las acusaciones del no confiable Parlamento sobre los verdaderos costos de los aviones de combate F-35 esta vía jugó en la táctica de apuntalar la izquierda en la oposición. Así, el auge del NPD ha servido de contrapeso desempeñando el papel de una “alternativa dentro del Estado” a la rabia causada por la cruel austeridad, la “indiferencia para defender la democracia” y la política descaradamente anti-obrera de los Tories. Ha actuado al mismo tiempo como un obstáculo en el desarrollo de la lucha de clases en Canadá, llevando a los trabajadores a la trampa de los sindicatos con la verborrea agresiva de la oposición “contra los ataques de los conservadores al derecho a huelga”. En cierto modo, la consigna del NPD de “democracia electoral y lucha a través de los sindicatos”, permitió al gobierno conservador ser más agresivo de lo que era. Éste sabe que sus rivales al otro lado en la cámara de los comunes trabajarán para asegurarse de que las luchas obreras no escapen a su control y al de sus amigos, los sindicatos.
La burguesía canadiense ha sido ampliamente exitosa –aunque ha pagado su cuota de inestabilidad electoral– al utilizar la política de la izquierda en la oposición, que le permite una mayor flexibilidad para implementar la austeridad al intentar proteger a la economía canadiense en un caótico entorno internacional, situación que la burguesía canadiense sabe va a afectar negativamente a su propia economía.
Justo un mes después de que el partido conservador ganó las elecciones, las tensiones laborales en los correos de Canadá estallaron en una serie de huelgas en todo el país. Descontentos por los ataques al contrato, sus pensiones y a las condiciones de trabajo y seguridad, la combatividad ya se había presentado entre los trabajadores de correos durante algún tiempo, obligando al sindicato (Canadian Union of Postal Workers) iniciar huelgas rotativas a principios de junio de 2011.
El nuevo contrato obliga a trabajar un año adicional al quinto antes de calificar para prestaciones sociales, establece una estructura de dos niveles salariales en la que los nuevos trabajadores reciben menos salario. Tras doce días de rotación de huelgas en varias ciudades en todo el país, la empresa Canada Post respondió despidiendo a los 48 000 trabajadores sindicalizados a mediados de junio, evitando completamente la entrega de correo en todo el país. No se puede ignorar tal evento, los medios de comunicación burguesa desarrollaron un intenso debate alrededor de la “obsolescencia tecnológica” de esa compañía de correos.
Apenas se había anunciado el bloqueo, el gobierno Tory comenzó a hacer ruido sobre la legislación de retorno al trabajo en la cámara de los comunes. La táctica era clara: despedir a los trabajadores, crear una “crisis nacional” y esperar a que el gobierno federal interviniera con la promulgación de una ley en favor de la empresa, que obliga a los trabajadores de correos a volver a trabajar en peores condiciones que la ofrecida por la propia empresa. De acuerdo con el ministro de Trabajo conservador, la ley era necesaria para “proteger la recuperación económica de Canadá”. La campaña del NPD de izquierda, supuestamente favorable a los trabajadores, fue lamentar “el colapso de la democracia canadiense”.
Los trabajadores postales detrás de los sindicatos y el NDP no tenían ni idea de cómo resistir al mandato del gobierno. Bajo la camisa de fuerza sindical, nunca pensaron en unirse con los trabajadores de las aerolíneas Air Canada, también bajo la amenaza de la Ley de retorno al trabajo. Gracias a los sindicatos, cada lucha fue aislada en su propio rincón, en su propio sector y por lo tanto fue condenada a la derrota.
Air Canada fue la segunda gran preocupación nacional al ser marcada por las tensiones laborales el año pasado. Cuando las huelgas rotativas en Canada Post estaban en su segunda semana, agentes de servicio al cliente en la aerolínea nacional hicieron huelga contra recortes al paquete en las pensiones. La huelga de agentes de servicio al cliente fue sólo la primera de una serie de luchas en Air Canada en ese año.
La frustración de los trabajadores se había dado desde al menos 2003 cuando la empresa solicitó protección por bancarrota. A fin de “mantener la empresa en el negocio” los sindicatos acordaron despidos y recortes del 10 % en el sueldo, recortes en vacaciones pagadas, en tiempo para el almuerzo y en días por enfermedad. En 2004 y 2005 el sindicato acordó recortes salariales adicionales de 2,5 por ciento. En 2009 estaba la amenaza de reestructuración con la congelación salarial para 2009 y 2010.
Los planes de la compañía para lanzar una nueva aerolínea “de bajo costo” con reducción de salarios y prestaciones fue la gota que derramó el vaso. El 14 de junio de 2011, unos 3800 agentes de servicio al cliente de Air Canada se fueron a huelga. El gobierno de Harper rápidamente emitió amenazas legales de vuelta al trabajo citando la necesidad de “proteger la frágil recuperación económica de Canadá”. Ante tal amenaza, el sindicato Canadian Auto Workers’ Union (CAW) terminó la huelga después de tan sólo tres días. ¿Por qué buscar fortalecer esta lucha mediante su vinculación con los trabajadores de correos huelga? ¡Por supuesto, este tipo de cosas nunca se le ocurre a los líderes sindicales, excepto como algo que debe evitarse a toda costa!
Sin embargo, el fin de esta huelga estaba lejos de significar paz laboral en Air Canada porque en octubre, los asistentes de vuelo amenazaron con otra huelga que podría interrumpir el transporte aéreo en todo el país. Esta vez el ministro laborista ni siquiera esperó a que la cámara de los comunes debatiera cualquier ley, dirigiéndose unilateralmente a la Junta de arbitraje, que declaró ilegal cualquier huelga de asistentes de vuelo. Como era de esperarse, el Sindicato Canadiense de Empleados Públicos (CUPE) lamentó el ataque de los Tories a la negociación colectiva –algo supuestamente necesario para el “buen funcionamiento de una sociedad democrática”– y comunicaron a sus más de 6,800 miembros que no podían estar en huelga. Sin embargo, para asegurarse de que mantenía la confianza de los trabajadores, el CUPE les escribió, “Este Gobierno no es su amigo. Está tratando de quitarles su derecho a la huelga y utilizará cualquier herramientas y trucos para lograrlo”.
Además, nuevamente evitaron cualquier idea de que los trabajadores de un sector podrían unir fuerzas con las de otro. Los asistentes de vuelo tenían la posibilidad de unirse con los empleados de seguridad de aeropuerto, quienes simultáneamente tenían su “propia huelga” en la que se habían coordinado provocando retrasos masivos de viajes durante tres días a principios de octubre en el aeropuerto Pearson de Toronto. Otra prueba de que los sindicatos no extienden las luchas, sino que las mantienen aisladas en sus bunkers sectoriales y en la red del legalismo burgués.
Tiempo después, las presiones de huelga en Air Canada no pudieron ser contenidas tan fácilmente con la amenaza de la intervención del gobierno. A finales de marzo de 2012, la tripulación de tierra se lanzó a una huelga salvaje en el aeropuerto Pearson que aunque duró sólo 12 horas, causó la cancelación de 84 vuelos y hasta 80 vuelos retrasados. El malestar se extendió rápidamente a los aeropuertos de Montreal, Quebec y Vancouver. La huelga de 150 trabajadores de tripulación de tierra fue una respuesta a la decisión de Air Canada de suspender a tres trabajadores que supuestamente habían interrumpido al ministro de trabajo, mientras caminaba por el aeropuerto el día anterior. En respuesta a la “huelga ilegal”, Air Canada despidió a 37 trabajadores. Por su parte, el ministro no perdió la oportunidad de recordar a los trabajadores que podrían ser castigados con una multa hasta de 1000 dólares por día sin laborar.
En respuesta a la huelga salvaje, los medios de información se lanzaron al ataque provocando la indignación del público hacia Air Canada y sus trabajadores, para asegurarse de que estuviera harto de los paros laborales en la aerolínea nacional.
Sin embargo, el ejemplo de la tripulación de tierra fue seguido rápidamente por los pilotos, cuando se lanzaron a lo que los medios de información llamaron una “huelga ilegal” a mediados de abril. En disputa por su contrato con la aerolínea y sujetos a una orden parlamentaria para evitar huelgas y bloqueos, los pilotos se fueron a huelga ilegal que obligó la cancelación de unos 75 vuelos en todo el país, con demoras que se extendieron por tres días. Air Canada obtuvo rápidamente una orden que obligaba a los pilotos a volver al trabajo, pero el sentimiento de frustración entre los pilotos casi los llevó a una confrontación contra su propio sindicato.
Lo mejor que pudo hacer la Asociación de pilotos de Air Canadá (ACPA) fue decir a sus miembros que estaba luchando contra la orden en los tribunales, pero que hasta que no se impusieran los canales legales, ninguna huelga era posible. ¡El legalismo burgués triunfa de nuevo! ¡De acuerdo con el sindicato no puede haber ninguna huelga hasta tener el permiso del Estado! El gobierno de Harper tiene mano dura con la clase trabajadora, pero los sindicatos fueron los encargados de aplicar las leyes de no huelga de manera concreta. A pesar de todo, como muestran estos ejemplos, la combatividad se ha ido desarrollando en la clase obrera amenazando con escapar del control Sindical.
Aunque las huelgas en Canada Post y Air Canada han sido las más destacadas a nivel nacional, otras luchas tuvieron lugar el año pasado. Algunas de las más importantes fueron:
• Una feroz disputa entre los maestros de la Universidad British Columbia y el gobierno provincial del Partido Liberal en la que los profesores se lanzaron a una “acción de trabajo mínimo” en septiembre de 2011 negándose a hacer informes, asistir a reuniones de personal, supervisar la actividad extracurricular o realizar trabajo administrativo. Esta vez fue el gobierno provincial Liberal el que aprobó el infame “Bill 22” en marzo de 2012, que fija un periodo de seis meses en el que toda huelga es ilegal so pena de pago de 475 dólares por cada día a los participantes. La aprobación de la ley 22 desató una campaña de resistencia entre los profesores que aunque permaneció dentro de los límites sindicales, incluyó discusiones sobre la posibilidad de una huelga salvaje.
• Más de un mes de huelga de los profesores en la Universidad Brandon en Manitoba, marcando la segunda vez en cuatro años que esos académicos se van a huelga. Esta huelga estuvo marcada por una campaña ideológica de división por la administración de la Universidad y los medios de información para poner a los estudiantes en contra del personal. Con disturbios estudiantiles extendiéndose desde Quebec, la burguesía canadiense estaba temerosa de cualquier posible unificación de las luchas de los estudiantes con las de los docentes.
• Una serie de huelgas y amenazas de acciones por los trabajadores en varias líneas de autobús de Toronto que entorpeció el transporte en el área metropolitana más grande de Canadá.
En su mayor parte, todas estas huelgas y acciones permanecieron bajo la férula del sindicato pero son testimonio de la combatividad creciente dentro de la clase trabajadora después de años de que se habla de la fragilidad “de la recuperación económica de Canadá” que al final impulsó la respuesta de la clase obrera a la recesión que comenzó en 2008. Mientras los trabajadores han luchado para escapar de los sindicatos y han tenido poco éxito en unirse con otros movimientos de protesta, hay un sentimiento creciente entre los trabajadores que la lucha es necesaria para defender sus intereses en un clima político dominado por un Estado intransigente que se despojó de cualquier pretensión de neutralidad social.
Claramente, el Estado canadiense ha surgido de las elecciones federales de mayo de 2011 con una fuerza inesperada frente a la lucha de clases. Las elecciones produjeron “la oposición oficial” del NPD que ha permitido al Estado canadiense jugar la carta de la izquierda en la oposición con mucho éxito el año pasado ya que el gobierno Tory fue capaz de reprimir con leyes draconianas de vuelta al trabajo, mientras que el NPD y los sindicatos lloraron desde la izquierda, para convencer a los trabajadores que tenían un amigo en la cámara de los comunes. Su argumento es, “Si el gobierno anti obrero de Harper fue electo hoy, no será lo mismo en pocos años, cuando los trabajadores puedan unirse alrededor del NPD y elijan un verdadero gobierno trabajador amigable, si así lo desean”.
Para la clase trabajadora, las lecciones del año pasado son claras. Si bien es cierto que el gobierno de Harper ha sido particularmente agresivo en relación a las luchas de los trabajadores, esto no significa que el NPD o cualquier otro partido burgués es nuestro amigo. Además, el año pasado nos ha mostrado que luchar detrás de los sindicatos siempre conduce a la derrota. Debemos tomar las lecciones de los trabajadores de Air Canada y comenzar a sacar nuestras luchas de la camisa de fuerza sindical. Solo cuando tomamos las luchas en nuestras propias manos y nos unimos rompiendo la división del sector tenemos la oportunidad de resistir los ataques del capitalismo. En el clima actual también debemos unir nuestras luchas con otros movimientos de protesta que se resisten a los efectos de la crisis económica sobre las condiciones de vida, tales como la resistencia de los estudiantes de Quebec a los aumentos de colegiatura y a la creciente carga de la deuda estudiantil. Estamos pagando la crisis de la propia burguesía, pero es solo nuestra propia lucha autónoma la que puede poner fin a esa política de austeridad de una vez por todas.
Henk, 23/05/12
Como en la década de los cincuenta del siglo xx, cuando el militar Juan Domingo Perón gobernaba Argentina, la presidenta Kirchner y los funcionarios de su gobierno han dado rienda suelta a las gesticulaciones y los discursos demagógicos al anunciar y defender la expropiación de la empresa YPF que se encontraba en manos de Repsol (en la que Pemex tiene acciones).
Pero su estrategia tenía un doble filo, por un lado, a través de las “empresas públicas” el Estado, como máquina burguesa que es, cubre una tarea que los capitalistas individuales se ven imposibilitados en asumir: la acumulación o simplemente la salvación de ramas de la economía completamente quebradas. Por otra parte, mediante los discursos nacionalistas con los que justifican ese activismo del Estado, logran atrapar y envenenar a amplias masas de explotados, atándolos a la falsa idea de que la economía controlada por el Estado significa una negación del capitalismo o bien que puede tener una calidad diferente y benéfica para los asalariados.
Por otro lado, el marxismo siempre ha combatido la falsa idea que pretende ver medidas “comunistas” donde lo único que hay es la detentación de la propiedad colectiva de los medios de producción bajo la forma estatal como fue el caso de la URSS o el mito chino o cubano, en particular Engels en 1878 explicaba que: “… ni la transformación en sociedades por acciones ni la transformación en propiedad del Estado suprime la propiedad del capital sobre las fuerzas productivas.” Renglones abajo, argumenta la razón de ello: “El Estado moderno, cualquiera que sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista, un Estado de los capitalistas: el capitalista total ideal.” Por eso remarca, para no dejar duda, la condición de los trabajadores que laboran en esas empresas estatales: “Los obreros siguen siendo asalariados, proletarios. No se supera la relación capitalista, sino que, más bien, se exacerba” (Anti-Dühring).
El control directo de medios de producción por parte del Estado, supliendo al capitalista individual, llevada a cabo en el siglo xix, fue un mecanismo utilizado aunque no de forma sistemática, se recurría a esta práctica en momentos de fragilidad general de la economía o para la animación de algunas ramas económicas que requerían amplias dosis de capital. Por eso era una medida importante para el desarrollo de las fuerzas productivas. No obstante esta práctica en el siglo xx y lo que va del xxi se expone como la necesidad de un sistema decadente que exige la presencia sistemática y continua del Estado. Su accionar ahora es producto de la desesperación causada por la agudización de la crisis que le dificulta cada vez más el impulso de la acumulación, requiriendo que el Estado comande acciones de “rescate económico” directo o se despoje de áreas económicas, usando la privatización para acoger masas de capitales, que de otra manera se mantendrían ociosos.
Podría parecer que las prácticas de activismo estatal corresponden solo a la “era keynesiana”, pero las políticas “neoliberales” aunque aparentemente repudian la actuación del Estado en la economía, lo que hacen es refinar las formas de intervención.
Las políticas privatizadoras no son de ninguna manera actos ajenos al Estado, por el contrario esta política es gestionada directamente por él, en tanto es éste quien decide la desaparición de las empresas o su venta, imponiendo “precios de remate”, es decir por decreto desvaloriza capitales existentes como las empresas estatales, lo cual permite, por un lado, depurar al sistema de inversiones ineficientes y por otra parte, crear la simulación de que estas empresas en venta van a formar áreas económicas que se presenten como “nuevos espacios” para la acumulación. El discurso neoliberal de la burguesía y sus economistas es pura vacilada.
El ejemplo más claro de esto se muestra en la forma en que se vendió TELMEX, permitiendo que Carlos Slim se convirtiera en el potentado mayor del mundo. La venta de TELMEX la gestionó directamente el Estado, ofreciéndola a un precio muy por debajo de su valor real, eso permitió que se colocaran capitales que, dadas las condiciones creadas, obtuvieron ganancias rápidamente y muy altas.
Pero la actuación de un capital individual (por decisión propia o forzado por las condiciones de la crisis) puede llevar a impedir que el proceso de la acumulación se cumpla y entonces el Estado, otra vez asumiendo su papel defensor y garante del sistema, estatice mediante la nacionalización o cualquier otro mecanismo… de manera que el estatismo y el librecambismo son instrumentos del capital para reforzar la acumulación.
La estrategia de nacionalizaciones en América Latina desde los albores del siglo XX, fue sin duda más activa que en otros países, lo cual sin duda tiene como motivo la debilidad económica de estos países, esta actuación, como decimos arriba, permitió alentar la acumulación de capital, lo que se representa de forma directa en la ampliación de los mercados nacionales, que implica sin duda el fortalecimiento de las burguesías latinoamericanas, pero al mismo tiempo este proceso industrializador se integra en la competencia internacional, en la que asume el rol particular de cubrir una parte del proceso productivo de la industria norteamericana. En la actualidad la intervención del Estado, expropiando, nacionalizando o rescatando capitales, aunque tienen formas de expresión diferentes y sean verdaderas actuaciones desesperadas, en esencia encierra los mismos motivos a las llevadas por los gobiernos populistas de mediados del siglo pasado, a saber: fortalecer el sistema capitalista.
Los “rescates” económicos que en 2008 son llevados a cabo por el gobierno de los EUA (con Bush a la cabeza), el salvamento de la banca comercial aplicada por el gobierno mexicano en 1995, o el que se pretende hacer por el español en las semanas recientes, son ejemplos claros de la presencia del Estado que la economía capitalista requiere de forma continua para sobrevivir, ora rescatando, ora estatizando. Porque después de todo, ¿qué diferencia hay entre las nacionalizaciones recientemente efectuadas por Evo o Kirchner y los rescates? De la misma forma hay que recordar que las estatizaciones (expresada bajo la modalidad de nacionalización) han sido llevadas lo mismo por gobiernos de derecha o de izquierda. .
El gobierno conservador de Porfirio Díaz en México, a través del ultraliberal secretario de Hacienda, José Yves Limantour, en 1909 nacionalizó los ferrocarriles en México; luego, en los años cuarenta y cincuenta la misma práctica se llevó a cabo por gobiernos denominados populistas. No solamente es impulsada en Argentina con Perón, se repite con pocas variantes en Brasil, con Getulio Vargas, en Perú con el programa aprista, en México con Cárdenas… este activismo estatal se verifica también en los EUA (como paliativo a la crisis con el New Deal), en Alemania el nazismo actuaba de forma semejante, Italia con el fascismo y la URSS con los planes quinquenales del estalinismo repetían esa estrategia, aún cuando su forma fuera más burda y grotesca.
La nacionalización de YPF que es llevada a cabo por la presidenta argentina Fernández de Kirchner, se ha presentado por el conjunto de agrupaciones del aparato de izquierda del capital y los sindicatos (tanto en Argentina como en gran parte de América Latina) como una “acción de beneficio para el pueblo”. Los estalinistas del PCA resumen su entusiasmo en la frase, “Patría sí, colonia no”. Estas declaraciones pretenden ser justificadas mediante la tramposa igualación de los llamados “intereses nacionales” y la “soberanía” con los de los trabajadores y demás explotados.
Llevando más al extremo el propósito de animar un ambiente patriotero que nuble la reflexión de los trabajadores, el sindicato petrolero se atreve a afirmar que dicha nacionalización “…redundará en mayores oportunidades laborales…” (declaración de Guillermo Pereyra, 15-05-2012).
De parte del sector extremo de ese aparato de izquierda, como es el caso del “Frente de Izquierda”, se explican las presiones que Repsol estaba creando al Estado argentino por no invertir y verse impedido entonces para cubrir la demanda interna de combustible, provocando por ello un déficit en su balanza comercial, e inmediatamente vomita el discurso patriotero al igual que el resto de sus congéneres izquierdistas reprochando que en la medida de la señora Kirchner no se establece la nacionalización al 100%, ni lo hace bajo la forma de legal de expropiación, además reclaman que la burguesía argentina no haya declarado que YPF pasara “… a manos del Estado bajo el control y la gestión de los trabajadores” (https://www.agenciapacourondo.com.ar [10]).
Para entender la medida nacionalizadora del gobierno argentino se requiere primero comprender que dicha acción se da en el marco de la competencia en la que se enfrentan entre sí los capitales individuales y los Estados, defendiendo cada uno sus intereses económicos.
En esta dinámica de competencia, con la nacionalización de YPF se revela que el Estado argentino busca salvaguardar los intereses más generales del capital, dado que, aunque afecta a un grupo burgués aglutinado en Repsol, el Estado recupera a una industria necesaria para el conjunto de los capitalistas, es decir es una actuación desesperada para permitir cierto respiro de la economía, por lo que puede considerarse a esta operación como un “rescate”.
La multinacional Repsol desde 2011 dejó de invertir las ganancias que obtenía en esa misma industria, generando desabasto, lo cual es ya un problema para la burguesía argentina, pero además lo que el Estado argentino reclama es que la ganancia obtenida era usada para apuntalar otras áreas del consorcio (y en otros países) donde obtenían una mayor rentabilidad…
Estos escenarios marcados por déficits externos y caída de las ganancias empresariales son expresión abierta de la agudización de la crisis y la exacerbación de la competencia, por eso estas nacionalizaciones son acciones económicas desesperadas del capital, aunque la misma clase dominante las aprovecha para inyectar el veneno nacionalista y alinear tras de sí a los explotados.
Cuando el gobierno de Carlos Menen (respaldado por el matrimonio Kirchner y el partido justicialista) privatizó YPF en los 90, afirmaba que esa acción era para beneficio de los trabajadores en tanto permitiría financiar las jubilaciones… ahora con la nacionalización vuelven a decir que es por el bien de los trabajadores, pero lo que muestra es que ambas operaciones buscan fortalecer el sistema y mejorar el proceso de explotación.
Para hacer pasar a las estatizaciones como actos en interés de los trabajadores, la burguesía cuenta con su aparato de izquierda. Justo, ante la estatización de YPF, hemos visto salir a la izquierda y el aparato sindical en América Latina para aplaudir al gobierno argentino. Pero al mismo tiempo los voceros de los Estados asociados en la multinacional Repsol (España, EUA y México) que declaran y operan en contra de la medida, son acompañados por el aparato de izquierda que secunda esos discursos. Se destacan las declaraciones del Partido Socialista Español (PSOE), que no duda en ofrecer su apoyo a Repsol y al gobierno de Mariano Rajoy: “puede contar con nosotros y de que estamos seguros que esto puede ser finalmente arreglado e invertir una decisión dañina”. En el mismo tono se encuentra la actuación de la estructura radical del sindicalismo, es decir de las Comisiones Obreras (CCOO), que defendiendo al capital español se indigna contra el accionar argentino, en tanto, dice, es una “medida que causará un grave daño a los accionistas, sobretodo a los más pequeños, a los trabajadores y a la economía española”.
Bien vale traer a la memoria y a la reflexión los argumentos desarrollados por el “Grupo de Trabajadores Marxistas”, en la década de los 30 del siglo xx cuando en México se lleva a cabo la nacionalización del petróleo: “La tarea del proletariado mexicano es, entonces, no sacrificarse para que la industria petrolera y los ferrocarriles rindan beneficios para los capitalistas imperialistas y ‘nacionales’, sino conquistarlas, quitarlas a la burguesía por medio de la revolución proletaria”. Estos argumentos, ante la borrachera nacionalista que se busca imponer, merecen ser recuperados por los proletarios argentinos y de todo el mundo.
Tatlin, junio-2012
Enlaces
[1] https://es.internationalism.org/files/es/RM_129.pdf
[2] https://es.internationalism.org/tag/situacion-nacional/elecciones
[3] https://es.internationalism.org/tag/situacion-nacional/lucha-de-clases
[4] https://es.internationalism.org/tag/geografia/mexico
[5] https://es.internationalism.org/tag/vida-de-la-cci/intervenciones
[6] https://es.internationalism.org/ap/2010s/2012/223_deuda
[7] https://es.internationalism.org/tag/situacion-nacional/situacion-economica-0
[8] https://ultimasnoticiasbolivia.com/2012/04/13/
[9] https://es.internationalism.org/tag/geografia/canada
[10] https://www.agenciapacourondo.com.ar
[11] https://es.internationalism.org/tag/geografia/argentina