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¡Ocupa Wall
Street!
El propio sistema capitalista es el enemigo
Movilizaciones
en Chile
Qué lecciones ofrecen para la lucha
Cambios de
look de la izquierda burguesa en América Latina
De las camisas rojas a los sacos y corbatas
Reunión
Pública en México D. F.
La clase obrera reflexiona sobre las experiencias y los problemas
de sus hermanos de clase
Para cambiar
la sociedad
¿El Estado democrático es la solución o el problema?
La circunstancias en que los asalariados viven en el capitalismo expone la mayor tragedia que ninguna otra clase explotada haya vivido en la historia, porque en cada jornada que cubre el trabajador deja una proporción de su vida y a cambio recibe un salario que tiene por único objetivo recuperar las fuerzas que le permita retornar al siguiente día a cumplir las mismas rutinarias tareas, y así al reproducir su existencia y la de su descendencia, asegura la reproducción del sistema. Por ello todo trabajador al cumplir su cotidiana jornada pierde su condición humana, pero más grave es su situación cuando se ve desempleado… entonces su existencia y la de su familia se vuelve más frágil porque al no contar ni siquiera con la posibilidad de vender su fuerza de trabajo se le condena a la degradación de su vida y acelera el proceso de su pauperización. La crisis que somete al capitalismo desde fines de los años sesenta, y que se profundiza más en cada recesión, lleva no solo a que el trabajo se vuelva más intenso y al ampliarse los niveles de explotación haga de cada jornada un verdadero infierno, sino además, cada día son lanzados a la calle grandes capas de asalariados.
La recesión que se abrió en diciembre del 2007 y las secuelas que dejó, hacen que las condiciones de vida de los trabajadores continúen empeorando; ejemplo claro del significado de esta degradación se percibe en los despidos masivos presentes en todas las ramas de la economía y por todo el planeta. Las mismas instituciones de la burguesía, como la Organización Internacional del Trabajo (OIT), señalan que se tiene en los últimos años los niveles más altos de desempleo, para 2011, informa, se sobrepasan ya los 200 millones de cesantes en el mundo, lo que significa que por cada 7 trabajadores en activo en el planeta hay uno que está sin empleo.
El capitalismo basa su existencia en la explotación del trabajo asalariado por eso cuando el sistema ve atrofiada su capacidad de reproducción, a quien primero golpea son a los trabajadores, reduciendo la plantilla laboral e intensificando la explotación. La existencia misma del capitalismo representa de por sí una carga insoportable, pero cuando la crisis toma una forma profunda y crónica se multiplica por mucho la degradación de vida de los explotados en tanto son obligados al desempleo y a la pauperización… por eso, aunque la burguesía destile palabrería en las que aduce que estos problemas son pasajeros y tendrán solución, la realidad expone que cada día la situación de los explotados es más difícil y que el capitalismo no puede ofrecer sino penurias.
En los años setenta, cuando reapareció la crisis y se extendía por todo el planeta, se decía por los gobiernos que se trataba de un problema coyuntural provocado por el incremento de los precios del petróleo; luego una década después presentaban a la crisis como problemas propios de las economías no industrializadas afectadas por el proteccionismo y bastaba con dirigir las economías al mercado externo y desregular el aparato financiero y todo mejoraría. Sustentados en esa mentira pedían a los trabajadores se sacrificaran estoicamente y esperaran los frutos que esas “milagrosas” medidas traerían para el futuro, pero ha pasado el tiempo esas mejoras nunca llegan… ni llegarán. Un día nos dicen que los causantes de la crisis y de todos los “males económicos” son los altos precios del petróleo, años después dirán que son lo bajo que han caído. En otra ocasión nos dijeron que las presiones recesivas surgieron por la excesiva regulación del sistema financiero y no pasó mucho tiempo para plantear lo contrario y entonces aducir que la crisis fue motivada por la falta de leyes y regulaciones en ese mismo sector. Pero sea cual sea su justificación, los trabajadores son los que han de cargar el peso de la crisis. Marx explicaba adecuadamente que “la razón última de todas las crisis es siempre la pobreza y la capacidad restringida de consumo de las masas” (El Capital, T.III), y eso todos los trabajadores lo sienten al ver que con su salario compra cada vez menos; por ejemplo la investigadora Laura Juárez, analizando lo que sucede con el salario en México, concluye que, entre 1994 y 2011, ha perdido 75.6 % de su capacidad de compra (La Jornada, 18-10-2011). Pero los golpes dirigidos al salario no es una estrategia que la burguesía tiene como exclusiva para los países de la denominada periferia, en los países de Europa los trabajadores ven también aplastado su salario, la misma consigna que los jóvenes asalariados lanzan en las manifestaciones callejeras: “600 euros al mes, ¡eso sí es violencia!”, revela la magnitud de ese problema.
Pero la afectación directa al salario es apenas una de las medidas que la burguesía ha utilizado para cargar los efectos más severos de la crisis sobre las espaldas de los asalariados y buscar con ello un apuntalamiento a sus ganancias. El “ajuste” que hacen de su plantilla y la elevación de las cadencias productivas en cada jornada, aunada con la afectación del salario indirecto representado en los servicios de salud y en las jubilaciones crea todo un escenario imposible de soportar para los explotados... por eso el capitalismo es el reino de la necesidad, no importa si en una país gobierna la izquierda o la derecha, los ataques en contra de los trabajadores en todos lados son los mismos.
Los mecanismos técnicos y legislativos que desde la última década del siglo xx se han venido implementando para crear una “flexibilidad laboral” tenían como objetivo, nos decían, crear una “cultura laboral” que mejorara la producción y ampliara las posibilidades de empleo. Todas esas medidas que se implementaron en todas las ramas de la economía solo trajeron aumento de la intensidad de las jornadas y con ello la ampliación de los niveles de explotación. Con estas medidas se aseguraba que mejorarían las condiciones de los capitalistas y entonces trasladarían los beneficios obtenidos hacia la creación de empleos con mejores salarios, lo cual, por supuesto, nunca llegó… de forma opuesta a lo prometido la crisis se agudizó y trajo con sigo más desempleo y mayor pauperización de todos los explotados. Y de nuevo la burguesía repite otra vez su discurso promoviendo profundizar la “flexibilidad laboral”, para ahora sí, nos aseguran, poder ampliar la inversión, el empleo y los salarios; aduciendo además que si antes no tuvieron todo el efecto prometido se debió a que quedó inconclusa y dejó aspectos creadores de “costos para los empresarios”, como los que impiden despedir fácilmente a un trabajador.
Economías como las europeas que no hace mucho, con la formación de la zona euro, eran presentadas como ejemplo vivo de las “grandes capacidades del capitalismo”, hoy exponen lo que realmente ofrece el capitalismo: explotación y miseria. Si se busca evidencia, basta ver el desempleo que se vive en esos países industrializados: Alemania con una tasa del 7.4 %, España del 20.4 %, Grecia del 15 %. No obstante que estas cifras son altísimas hay que considerar que el método para cuantificar a los desempleados expone de por sí trucos que provienen de su propósito de bajar las magnitudes, pero sobre todo de su visión mistificada de la realidad. Solo para mostrar un poco de esto tomemos el caso de lo EUA que tienen una tasa oficial de desempleo de 9.8 %, pero si se considera a aquéllos que no reciben más el pago por desempleo porque ha pasado el tiempo y no han conseguido vender su fuerza de trabajo, o a los que han trabajado al año dos semanas y por ese motivo oficialmente no son considerados como cesantes, entonces la tasa de desempleo se eleva a cerca del 20 %. Algo similar ocurre con las cifras para México en donde la tasa oficial de desempleo abierto presenta un nivel de 5.79 %, lo cual esconde la precariedad de los asalariados y que queda expuesto en cierta medida si cruzamos ese dato con lo que el sindicato patronal, CONCANACO, presenta; nos dice que del total de la Población Económicamente Activa (PEA, es decir las personas que entre 12 y 65 años que tienen empleo o que no teniéndolo están buscando o a la espera de alguno) el 48 % labora en condiciones desfavorables, dentro de lo que denominan el sector informal.
La expansión del capitalismo en el siglo xix creaba una “masa excedentaria de trabajadores” (que Marx definió como Ejército industrial de reserva) que estaba asociado con la ampliación de la acumulación, de manera que aún cuando había una expulsión del trabajo vivo por efecto del dominio de la maquinización activa de la producción, el capitalismo con su crecimiento y expansión, engendraba a la clase proletaria, lo que significa que imponía (y ampliaba) como condición productiva al trabajado asalariado.
Pero la expulsión creciente del trabajo asalariado del proceso productivo es una muestra evidente de la aberración que constituye el capitalismo y de su quiebra como sistema.
La profundidad de la crisis ha conducido a que los ataques se acrecienten y que la precarización de la vida de los explotados se magnifique, pero no nos quedemos –como decía Marx– en la “ilusión que no permite ver en la miseria nada más que la miseria”. El desempleo, la pauperización y las penurias en general que el capitalismo viene ahondando entre los proletarios deben de ser elementos que permitan echar a andar la reflexión sobre lo que significa el capitalismo, pero ante todo sobre la necesidad que existe de la unidad de las fuerzas de todos los explotados que están sufriendo esta realidad basada en la existencia de este sistema de explotación del trabajo asalariado.
El capitalismo no puede ofrecer ninguna mejora a los trabajadores, ninguna promesa de redención puede ser cumplida por los gobiernos (ya sean de derecha o de izquierda), los trabajadores deben de reflexionar sobre ello, pero además deben de tomar en consideración que ante las agresiones que reciben de forma cotidiana no cuentan con más armas que su capacidad de reflexión colectiva que permita fortalecer su conciencia, pero también deben de recuperar la confianza en sus fuerzas y reconocer la capacidad que tienen sus movilizaciones cuando son masivas y sustentadas en la unidad y solidaridad. Ningún partido de los que nos llaman a votar, ningún sindicato nos ayudarán o acompañarán al combate, no contamos con ellos, son armas de la clase dominante… solo contamos con nuestras propias fuerzas.
Tatlin (octubre 2011)
Ya sea en México o en el resto de América Latina, las personas comentan en cualquier lugar y en todo momento lo insoportable en que se ha convertido su vida y la de sus familias debido a la inseguridad en que se vive por la explosión generalizada y sin freno de la delincuencia tanto la llamada organizada como aquella considerada menor a cargo de pandillas o grupos dedicados también al robo y aunque sin aparentes ligas con aquél aprovechan la cobertura para incrementar sus actividades. Los asaltos perpetrados cada vez con más violencia y saña se suceden tanto en las calles como en el transporte público, como en los hogares, etc., sumiendo en una pesadilla angustiante sobre todo a las familias de los trabajadores que se encuentran sobre manera expuestas debido a sus condiciones de vida y de trabajo. Además, son ellos los que sufren cotidianamente los abusos de las policías de los diferentes niveles de gobierno y del ejército, los cuales se justifican con la “batalla contra la delincuencia”.
Ya es del dominio público el que la llamada delincuencia organizada es un producto orgánico del propio Estado capitalista como lo ejemplifica el negocio del narcotráfico que abarca ya una gran variedad de rubros ampliamente redituables aparte del tráfico de drogas (secuestros, trata de personas, piratería…) y que está directamente conectado con las estructuras de la clase dominante (el incendio del casino Royal en Monterrey lo ha probado por enésima vez). Sin embargo, a pesar de que esta certeza es ya vox populi todavía existe la peligrosa ilusión de que no es todo el aparato el implicado y que todavía quedan personas buenas y honestas.
Esta situación de caos debe entenderse en el marco de la degradación acelerada producida por el fenómeno de la descomposición social generalizada del capitalismo que desde hace ya más de un cuarto de siglo ha venido pudriendo los mínimos fundamentos de las relaciones humanas. En este caso, “el aumento constante de la criminalidad, de la inseguridad, de la violencia urbana, en la que se han ido metiendo cada día más y más niños, los cuales acaban siendo víctimas de la prostitución (…) la imparable marea de la drogadicción, fenómeno hoy de masas, poderosa causa de la corrupción de los Estados y de los organismos financieros, que afecta a todas las partes del mundo y, en especial, a la juventud, un fenómeno que expresa cada vez más la huida hacia mundos quiméricos, que se parece cada día más a la locura y al suicidio (…) Estas manifestaciones de la putrefacción social que, hoy, a una escala desconocida en la historia, invaden por todos sus poros a la sociedad humana, expresan no solo la dislocación de la sociedad burguesa, sino y sobre todo la destrucción de todo principio de vida colectiva en el seno de una sociedad sin el menor proyecto, la menor perspectiva, incluso a corto plazo, incluso la más ilusoria” (“Tesis sobre la descomposición: fase última de la decadencia capitalista”, Revista Internacional No. 62).
Esta situación irracional de la cual es responsable este sistema de explotación se ha convertido en un verdadero peligro para el proletariado pues a la incertidumbre en que vive por la espantosa inseguridad económica que lo condena a soportar salarios de hambre, un creciente desempleo y, en general, una miseria horrorosa, el capitalismo suma una degradación inédita de sus condiciones de vida al grado de amenazar su vida misma y la de sus familias. La situación ha llegado al grado de que sectores enteros de la clase trabajadora están siendo extorsionados, bajo amenazas de muerte, para pagar una gran parte de sus raquíticos salarios a cambio de no asesinarlos a ellos o a sus familiares.
Esto se está convirtiendo en un desafío para los trabajadores que ya han empezado a enarbolar como demanda condiciones mínimas de seguridad y hasta de supervivencia física en el empleo, diferenciándose desde el principio de aquellas exigencias de seguridad en general puestas por organizaciones ciudadanas que no van más allá que lloriquear por más Estado, más presencia policiaca, más represión y todo lo cual se condensa en la reaccionaria ilusión de la “paz social” del capitalismo. En Guerrero, por ejemplo, miles de trabajadores del sector educativo, sobre todo en la región de Acapulco, han parado labores durante más de un mes por esa causa dando una idea de que en el futuro este tipo de demandas puede convertirse en una exigencia proletaria al lado sus necesidades salariales, de empleo, etc.
Efectivamente, no se trata ni mucho menos, como oímos decir a varios personajes que gustan de las mesas de análisis de toda suerte de programas en los medios, de acciones irresponsables de los profesores quienes además “serían insensibles pues todos los ciudadanos estamos sufriendo lo mismo” o que serían casos aislados pues tal fenómeno está muy localizado en una región. Al contrario, cualquier trabajador podrá dar cuenta de la generalización de este fenómeno y, además, que no se trata de un movimiento ciudadano sino de una respuesta de clase contra estas manifestaciones de la barbarie capitalista que seguramente se multiplicarán y los trabajadores tendrán que movilizarse también contra ellas.
La burguesía, aprovechando la preocupación genuina de la población, hace constantemente llamados a alinearse tras el Estado para hacer frente a la delincuencia generalizada e incluso es evidente cómo los medios de difusión se encargan de amplificar esa histeria para hacer ver como necesaria esa “unidad nacional” por encima de las divisiones de clase. Además, este tipo de campañas trata también de hacer aceptar, en particular a los trabajadores, mayores y mejores métodos de control policiaco y un incremento de los gastos en equipo de represión; todo esto con la justificación que da el estallido del llamado “flagelo” de la delincuencia. Un fortalecimiento de los mecanismos estatales (sus cuerpos policiacos, sus cárceles, sus jueces y magistrados, sus cuerpos de inteligencia, etc.) es en realidad una preparación del Estado contra las movilizaciones obreras que se perfilan de manera inevitable en el futuro como respuesta al deterioro inédito de las condiciones de vida y de trabajo del proletariado.
Frente a esta realidad de horror que ofrece el capitalismo los trabajadores tienen que integrar a su conciencia como clase la reflexión sobre este ataque adicional del capitalismo al lado de los golpes provenientes de la crisis económica y debe convencerse de que no hay otra alternativa ante estas manifestaciones de barbarie que la lucha en defensa de sus intereses como clase. La inseguridad y la delincuencia que devoran las entrañas de la sociedad son una enésima demostración de la quiebra del capitalismo, una dramática expresión de la degradación de las condiciones de vida de todos los trabajadores. Cuando los revolucionarios dicen que el capitalismo es la muerte no estamos exagerando sino planteando la disyuntiva histórica que se plantea agudamente: socialismo o barbarie.
RR (octubre de 2011)
Desde mediados de septiembre, miles de manifestantes del movimiento Occupy Wall Street (OWS), ocuparon el Parque Zuccotti, a unas cuadras de Wall Street. Las manifestaciones se extendieron a cientos de ciudades a lo largo de los Estados Unidos. Decenas de miles de manifestantes tomaron parte en plantones, manifestaciones y asambleas generales que mostraron cierto nivel de auto-organización y participación directa en actividad política nunca vista en Estados Unidos desde hace muchas décadas. Las poblaciones explotadas y molestas alzaron sus voces y mostraron su indignación contra los males del capitalismo. El impacto internacional del movimiento OWS a lo largo del mundo, tampoco puede ser subestimado: los manifestantes se reunieron en los centros más importantes del capitalismo mundial, mostrando consignas y frustración que hicieron eco a aquellas levantadas en diferentes partes de Europa y el Norte de África.
La CCI y simpatizantes cercanos intervinieron en estos acontecimientos en Nueva York, discutiendo con los manifestantes y participando en las asambleas generales. Además, simpatizantes de la CCI enviaron informes sobre estos movimientos en sus ciudades. También se inició una animada discusión en nuestro sitio web (1). Este artículo es una contribución a ese debate del cual saluda las intervenciones de nuestros lectores.
El movimiento en Estados Unidos, surge por la frustración y desesperación de la clase trabajadora, en particular de los jóvenes que están siendo golpeados fuertemente por el desempleo ([2]); es decir, por los mismos motivos que han surgido las movilizaciones sociales masivas que hemos presenciado a lo largo del 2011: en Túnez y Egipto, los indignados en España, la tomas de plazas en Israel y las movilizaciones contra la austeridad y el cordón sindical en Wisconsin y otros estados.
El movimiento OWS no es una campaña burguesa para desviar y controlar la lucha de clases. Por el contrario, es el último de una serie de movimientos, ampliamente organizado a través de internet –fuera del sindicato y los partidos políticos– por medio del cual la clase trabajadora está tratando de responder a los ataques masivos que se están desencadenando contra ella tras la agudización de la crisis del capitalismo.
Quizá el aspecto más positivo de las protestas OWS ha sido la emergencia de asambleas generales (AGs) como órganos soberanos del movimiento, lo que representa un avance sobre las movilizaciones en Wisconsin, que a pesar de su espontaneidad inicial y mayor masividad, fueron rápidamente tomadas por el aparato sindical y de la izquierda del Partido Demócrata. La emergencia de AGs en el movimiento OWS señala la continuidad con el movimiento en España, Francia y otros países, y se sitúa como una evidencia clara de la capacidad de la clase trabajadora para tomar el control de sus luchas y aprender de los acontecimientos en otras partes del mundo. La internacionalización de las AGs como una forma de lucha es uno de los aspectos más impresionantes de la fase actual de la lucha de clases. Las AGs son, sobre todo, un intento de la clase trabajadora para defender su autonomía al involucrar a todo el movimiento en el proceso de la toma de decisiones y asegurar la discusión más amplia posible en su seno.
Sin embargo, como en España ([3]), las AGs en el OWS sufrieron la distorsión y manipulación de los activistas profesionales e izquierdistas que tomaron el control de grupos de trabajo y comités que supuestamente eran responsables ante las asambleas. Esto contribuyó a dificultar que el movimiento mantuviera una discusión abierta y que ésta se extendiera más allá de los plantones para alcanzar a la clase trabajadora como un todo.
Al principio del plantón, en repuesta a persistentes peticiones por los medios de comunicación para que el movimiento identificara sus objetivos y demandas, se formó un comité de prensa con el propósito de publicar un periódico del OWS. Cuando fue presentado el primer número del periódico –que había sido producido y distribuido a los medios de información por el comité de prensa, el sentimiento predominante de la AG fue de enojo por que el periódico había sido producido con un contenido que no reflejaba el punto de vista consensuado del movimiento, sino que reflejaba un punto de vista político particular. Se tomó la decisión de quitar a la persona responsable de la producción y difusión del periódico del comité de prensa por excederse en el mandato de la AG. Esta acción representaba el poder de la Asamblea General para afirmar su soberanía sobre los comités y los grupos de trabajo. Una expresión embrionaria del “derecho de revocabilidad o destitución inmediata” característico de las AGs.
Sin embargo, varias semanas más tarde –en vísperas del desalojo de los ocupantes del Parque Zuccotti que anunciara el alcalde Bloomberg–, había un ambiente mucho muy diferente. La AG había sido prácticamente desprovista de cualquier discusión significativa. La AG estaba bloqueada por los informes de los grupos de trabajo y comités presentados sin discusión. El único debate que fue permitido por los organizadores fue sobre una propuesta para limitar las actuaciones de los bateristas móviles. Esta AG nunca sacó a colación la cuestión del futuro del movimiento. Incluso no consideró la cuestión de cómo desarrollar una estrategia y formular tácticas para extender el movimiento más allá de sus límites actuales y evitar su decadencia en el Parque Zuccotti.
En esta AG, uno de nuestros compañeros propuso que los ocupantes miraran hacia el futuro traspasando los límites del parque para llegar a la clase obrera de la ciudad, donde había probabilidades de recibir una calurosa acogida. Respondieron a nuestro camarada que su intervención no era sobre el tema de limitar los tamborileos y que había excedido el límite de tiempo para las intervenciones (fijado arbitrariamente por los organizadores en un minuto). Otra propuesta fue hecha por un participante para formar una delegación para hablar sobre el movimiento de estudiantes en varias universidades y colegios de la zona. Su propuesta fue también rechazada, con muchos manifestantes indicando que no tenían ningún deseo de extender el movimiento y que si los estudiantes querían apoyar la ocupación, ellos debían venir al Parque Zuccotti. ¿Cómo, entonces, podemos explicar la tendencia de los grupos de trabajo, comités y organizadores a ejercer un control sobre el movimiento conforme el tiempo pasaba?
El movimiento OWS se ha caracterizado desde el principio por un cierto espíritu “anti-político” que ha servido para amortiguar la discusión, evitar la polarización de ideas en conflicto y el desarrollo de las demandas de clase. Esto ha sido posible gracias a los izquierdistas, celebridades y políticos de todas las tendencias que hablaban del movimiento y permitieron a los medios de información presentar al movimiento OWS como las primeras etapas dadas por un “ala izquierda del Tea Party” ([4]).
La negativa del OWS a abordar la cuestión de los objetivos y demandas, que creemos representa una reticencia general a considerar la cuestión del poder, se presenta como un enigma para los revolucionarios. ¿Cómo entender este fenómeno que también ha estado presente en otros movimientos? En cuanto al OWS, pensamos que influyen en gran medida los siguientes factores:
Si bien es cierto que la principal fuerza social detrás de estos movimientos parece ser la joven generación de trabajadores, muchos de los cuales nacieron después del colapso del estalinismo en 1989, sigue existiendo un verdadero miedo en la clase trabajadora para abordar la cuestión del comunismo. Aunque Marx puede estar en proceso de rehabilitación debido a su crítica del capitalismo, todavía hay un gran temor que identifica al comunismo con un sistema que muchos siguen creyendo, “ya se intentó y falló” y que está en contradicción con el objetivo de establecer la “verdadera democracia”. Si bien es posible ver muchos signos y consignas en estas ocupaciones citando a Marx en el sentido de que el capitalismo se ha hecho inviable, permanece una total confusión sobre lo que puede reemplazarlo. Por otro lado, la perspectiva a largo plazo –debido al peso de las “pesadillas” que dejó el estalinismo– es despertar y librarse de esas cadenas lo que permitirá el encuentro del genuino contenido del comunismo, para que florezca el replanteamiento de la futura sociedad.
Por lo general, estos movimientos son animados por la generación más joven de trabajadores. Aunque también están presentes en los movimientos los trabajadores de más edad, afectados por la destrucción masiva de puestos de trabajo que se ha producido en los Estados Unidos desde 2008, la fuerza impulsora de estas protestas son trabajadores entre 20 y 30 años. La mayoría tienen algún tipo de formación laboral, pero muchos nunca han tenido un trabajo estable y seguro en toda su vida. Son de los más profundamente afectados por el desempleo masivo y a largo plazo que ahora se extiende sobre la economía estadounidense. Pocos tienen la experiencia del trabajo en una empresa y la tienen de solo de forma tenue. Su identidad no está arraigada al lugar o categoría de trabajo. Si bien estas cualidades pueden hacerlos más abiertos a una amplia solidaridad abstracta, significa también que la mayoría carece de la experiencia de las luchas en defensa de las condiciones de vida y de trabajo a través del planteamiento de objetivos y demandas específicas. Al haber sido, en gran parte, exiliados del proceso de producción, ¡no encuentran otra cosa que defender más que su dignidad como seres humanos! Por lo tanto, la necesidad de desarrollar objetivos y demandas específicas no les es tan evidente. En un mundo donde realmente no se puede ver ningún futuro, no es sorprendente que las generaciones más jóvenes tengan dificultades para pensar concretamente cómo desarrollar la lucha por y para el futuro.
Así, el movimiento se presenta atrapado en el presente, la celebración del proceso, de las ocupaciones mismas, que se convierten en una comunidad, y, en algunos casos, incluso en un hogar ([5]). Otro aspecto que no puede ser ignorado es el peso del discurso político postmodernista, particularmente en aquellos que han pasado por el sistema de la universidad estadounidense, que inculca una desconfianza y rechazo de la política “tradicional” de la clase en favor de perspectivas individualistas, casi nihilistas.
Dicho esto, repetimos: la mera existencia de asambleas generales es una victoria en sí misma, y éstas proporcionan excelentes escuelas donde los jóvenes pueden desarrollar su experiencia y aprender a luchar contra las fuerzas de la izquierda de la burguesía.
El movimiento OWS permanece obstinadamente atrapado en el contexto de la historia y la política estadounidense. Hay poca mención de las raíces internacionales de la crisis capitalista y de los movimientos sociales en otros países. La creencia predominante del movimiento sigue siendo que los inmensos problemas que enfrenta el mundo pueden ser debidos al comportamiento inmoral de los banqueros de Wall Street, ayudados e instigados por los partidos políticos de Estados Unidos.
Claramente, la ética anti-política del movimiento OWS ha servido para obstaculizarlo, para evitar que vaya más allá del nivel del propio proceso. Esto debe servir como una poderosa lección para futuros movimientos. Mientras que el movimiento tiene razón en ser escéptico de frente a todos aquellos que tratan de hablar por ella, la clase trabajadora no puede rehuir a un debate abierto y la confrontación de ideas. El proceso de polarización, de construir objetivos y demandas concretos por difícil que sea- no puede evitarse si lo que el movimiento persigue es avanzar. Al final, un movimiento dominado por un eclecticismo extremo de ideas donde “todas las demandas son igualmente válidas” garantizará que solo avancen las demandas que son aceptables para la burguesía.
Los objetivos de regulación del capitalismo, de mayores impuestos a los ricos y de romper el cerco de dinero corporativo en el proceso electoral, ¡son realmente los objetivos compartidos por muchas facciones de la burguesía de los Estados Unidos! ¡Qué coincidencia que Obama quiera pagar su plan de trabajo con un aumento en los impuestos a los millonarios! Existe un gran riesgo de que las principales facciones de la burguesía, en lucha entre ellas, dirijan este movimiento en la dirección que sirva a sus propios intereses. Sin embargo, en última instancia, la incapacidad completa de la burguesía para resolver su crisis mortal verá las ilusiones en el “Sueño americano” despedazadas, reemplazadas por la pesadilla, ahora visible, del capitalismo en crisis.
Reconocer las debilidades es sacar lecciones profundas que las protestas OWS tienen para el desarrollo de la lucha de clases. La aparición de AGs –probablemente por primera vez en décadas en suelo norteamericano– representa un importante paso adelante para la clase trabajadora que busca desarrollar su lucha más allá de los límites de los sindicatos y la izquierda burguesa. Sin embargo, debemos afirmar que un movimiento que se atora en sí mismo, en lugar de buscar su extensión a la clase como un todo, está condenado al fracaso, ya sea que el fracaso venga como resultado de la represión, la desmoralización o de su eventual adhesión a las campañas de la izquierda de la burguesía.
Si no hay que minimizar las enormes dificultades que hoy enfrenta la clase trabajadora para encontrar el terreno de clase y la voluntad de luchar contra los ataques del capitalismo, y si a primera vista el movimiento OWS ha permanecido atrapado en el terreno de la retórica burguesa, bajo un análisis profundo, este movimiento es de inmenso valor para sacar lecciones de cómo la clase trabajadora puede tomar el control de su propia lucha.
Internationalism
(octubre de 2011)
[2]) Ver nuestro artículo sobre el Movimiento de los Indignados en https://en.internationalism.org/icconline/2011/september/indignados [3]
[3]) Ver nuestro artículo “¡Democracia Real Ya!: una dictadura contra las asambleas masivas”, https://en.internationalism.org/icconline/2011/special-report-15M-spain/real-democracy-now [4]
[5]) Los medios de comunicación han informado sobre varios casos de jóvenes que dejaron trabajos remunerados o abandonaron la escuela para participar en las ocupaciones.
El mundo entero esta sufriendo una severa crisis económica, los gobiernos de derecha o de izquierda implementan medidas consistentes en topes a los salarios cuando no su reducción directa o a través de la elevación (o creación de nuevos) impuestos, así como por recortes a los servicio de educación y salud principalmente, y un incremento en el costo de estos servicios. Además miles de trabajadores son despedidos, afectando sobre todo a las jóvenes generaciones.
Esta crisis abierta ha generado movimientos sociales como respuesta a estas draconianas medidas estatales. Y precisamente por ser los más afectados, a escala internacional los jóvenes proletarios han protagonizado importantes luchas colocándose a la vanguardia de los movimientos que se han desarrollado en el último lustro, lo mismo en Europa, en el norte de África o en el Medio Oriente. En ese mismo proceso se enmarcan las movilizaciones en Chile, las cuales se han extendido por más de cinco meses, despertando una amplia solidaridad de grandes sectores de la población, en particular de los trabajadores. Es sin duda una lucha inscrita en las respuestas a la crisis que se vienen presentando por el mundo.
La gratuidad del trasporte para los estudiantes y la gratuidad de la educación han generado una amplísima aceptación y solidaridad en todos los estratos no explotadores de la sociedad chilena, y ha logrado concentraciones masivas como no se habían visto en décadas. La respuesta del Estado chileno por un lado ha sido incrementar sus campañas nacionalistas y democratistas, y por otro a recurrido a la represión de las manifestaciones. Sin embargo, estas represalias estatales solo han logrado que las movilizaciones se hayan acrecentado.
Estas movilizaciones igual que en otras regiones del mundo comparten el hecho de que su inicio y desarrollo recae en las generaciones jóvenes, y por lo mismo han desplegado una gran combatividad y creatividad en las formas de manifestarse, así como el uso de las nuevas tecnologías para comunicarse y llamar a las concentraciones, y esto es su fortaleza, pero a diferencia del Magreb y Europa, en Chile no se ha expresado la tendencia de las masas por tomar a cargo su propio movimiento, a través la autoorganización de asambleas generales y la creación de instancias de conducción del movimiento basada en la revocabilidad de los representantes, lo que implica una fuerte limitante para la construcción espacios de decisión, organización y aprendizaje de experiencias nuevas de lucha.
Esta gravísima debilidad ha evitado que se haya expresado la dinámica vista en momentos en España, donde se posibilita la reflexión colectiva, esto significa que las asambleas convocadas por las organizaciones estudiantiles en Chile son dudosos espacios de organización y discusión, porque en ellas se validan las consignas sindicalistas y gremialistas previamente discutidas por los sindicatos y partidos burgueses (como el PCCh), dinámica que acrecienta la atomización sectorial de estudiantes y trabajadores, de ahí que veamos siglas de organizaciones estudiantiles, magisteriales, y trabajadores, y padres de familia, discutiendo por separado, generalmente obstaculizando la expresión real de minorías que están en desacuerdo.
Salvo pocas minorías que surgen de los estratos de los jóvenes estudiantes secundarios (equivalente al nivel bachillerato) y técnicos, que provienen de las provincias más pobres, los estudiantes sobre todo universitarios responden a las convocatorias de estructuras anquilosas (como lo es la FECh) y dominadas por la izquierda del capital plegándose a la lógica del engranaje estatal, en la cual toda organización que carezca de personalidad jurídica no es considerada por el Estado como un interlocutor.
Esta debilidad del movimiento en Chile que lo ata de pies y manos presagia un futuro poco esperanzador para el movimiento que tanta simpatía ha despertado tanto dentro como fuera de Chile. Esta seria debilidad es agudizada por los sectores de trabajadores que han participado junto a los estudiantes tales como el sector minero, cuya participación se encuadra en un marco igualmente atomizado que impone el sindicato.
Esto no es de extrañar, Chile es un país que, habiendo pasado por un feroz dictadura militar, tiene una gran tradición en la ilusión democrática ([1]) y en el encuadramiento electoral que tiende a dividir a los proletarios generándoles una vana confianza en los partidos burgueses de derecha o de izquierda. Esta esperanza en la democracia constituye igualmente un poderoso factor de individualismo, atomización y dispersión orillándoles a aceptar, en todo los ámbitos de la vida, el delegar a “minoría de expertos” las negociaciones y la organización de los movimientos, dinámica que afecta negativamente al proletariado especialmente en lo concerniente a la constitución de grupos organizados que contribuyan al desarrollo de su conciencia, y a la creación de estructuras unitarias y asamblearias de masas.
Por esta razón los partidos de izquierda y extrema izquierda del Capital así como los sindicatos en Chile se muestran como los más fuertes cohesionados, y disciplinados de toda América Latina.
El discurso de la izquierda del capital que domina la dirección del movimiento expone como culpable de todos los males que viven los explotados al “neoliberalismo” implementado en Chile, planteando en los hechos un falso dilema que nos lleva al terreno sin salida de elegir entre privatización y estatización, como si la actuación del capitalismo mediante acciones estatizadoras representaran una alternativa real a la explotación. El peligro de este tipo de argumentación, induce a pensar que lo que hace falta solo es un cambio que permita a sectores más nacionalistas llegar al gobierno, y por ello a la idea de esperar a magnas elecciones donde se pueda elegir esta vez a los candidatos adecuados, es decir, ya desde el inicio el movimiento está en un atolladero pues de lo que se trata no es de elegir quien será nuestro verdugo sino de tomar a cargo la lucha para que el movimiento gane confianza en sí mismo y pueda cambiar la relación de fuerzas y poder revertir las medidas estatales, así como acumular experiencias de autoorganización para futuras y más grandes luchas, y poder ampliar el horizonte de los objetivos.
Esta ambiente mistificador permite que la izquierda del capital (entre otros las juventudes comunistas que dominan la FECh), pueda desvirtuar el movimiento llevándolo de la gratuidad de la enseñanza a la defensa del Estado como representante de los intereses colectivos. Es decir que de la anulación de las deudas y los créditos individuales para el pago de la educación por parte de las familias y la gratuidad de la educación se pase a la exigencia del impedimento del lucro en el ámbito educativo; olvidando que en el capitalismo se basa en el lucro.
Una de las cuestiones que es tratada muy ampliamente en las actuales movilizaciones de protesta contra el capitalismo es la cuestión del cómo luchar más eficazmente. En ese sentido, aún con muchas debilidades ([2]) es de rescatar las expresiones que se han dado en otras latitudes del planeta:
– la tendencia a la autoorganización expresada en la creación de estructuras “de delegados” de las asambleas de masas como lo fue el caso de la plaza Tahrir, Egipto o la Plaza del Sol en España, así como la libre revocabilidad de estos delegados, que respondan solo a los requerimientos de las asambleas;
– la comprensión de la necesidad de autodefensa masiva de estos espacios, al mismo tiempo rechazando actos de violencia ciega de minorías que terminan en destrucción y saqueo más en beneficio propio que en el colectivo, que sustituyen el accionar colectivo de la clase instaurando una ambiente donde las provocaciones del Estado tienen un terreno fértil para prosperar;
– el esfuerzo consciente por romper con el sectarismo auspiciado por todo tipo de ideologías, feministas, ecologistas, autonomistas, partidistas de derecha o izquierda, o religiosas.
Por lo tanto la movilizaciones en Chile deben recobrar estas experiencias pues solo así se posibilitaría la extensión del movimiento bajo causes de una clara emergencia de métodos de lucha realmente proletarios. Las asambleas no debe ser gremiales o sectorizadas, no debe haber asambleas de profesores, trabajadores o estudiantes por separado, sino asambleas abiertas a todo mundo, evidentemente esto puede generar dificultades en cuanto al manejo de las mismas pero lo que se pierde en este aprendizaje se gana en la fortaleza de la unidad, confianza y solidaridad, permitiendo la extensión de las asambleas directamente en los barrios obreros.
De otro modo a pesar de su gran combatividad, toda extensión del movimiento bajo la lógica gremialista nacionalista, dará a la larga facilidades al Estado para maniobrar con las ilusiones democratistas, y acrecentar las confusiones sobre los métodos de lucha, aceptando por un lado la generalización de una violencia ciega y desesperada y por otro la aceptación de la lógica electoralista, que reforzaría la permanencia del movimiento como una retaguardia con mucho retraso en su conciencia y organización.
Es necesario que los sectores más claros rompan su aislamiento contactándose entre sí e impulsen la discusión sobre las lecciones que dejarán estas movilizaciones, integrándose al debate internacional que las luchas a escala mundial están propugnando. Es importante que se rompa con la idea burguesa del impulso de “movimientos ciudadanos” y se reconozca la existencia de la lucha de clases, que se reflexione si el movimiento se debe de perder en la búsqueda de la democratización del Estado o en el impulso de la defensa de las condiciones de vida, en fin empujar al debate franco y abierto que impulse una toma de conciencia y ayude a preparar los combates de nuestra clase.
Vania (19 de octubre)
[1]) Para prueba un botón de su confianza en la mistificación burguesa de la democracia:
– “…se ha planteado la necesidad urgente de estructurar un Nuevo Modelo Educativo, en que entendida la educación como derecho social y humano universal, garantizada constitucionalmente...”
– “… hoy nos hacemos cargo además, de reivindicaciones políticas e históricas que buscan conquistar un sistema político, económico, social y cultural democrático, cuyo eje principal de construcción de nuestra historia recaiga en el conjunto del pueblo trabajador explotado y excluido de nuestro país.
En ese marco y con esas perspectivas, es que hoy levantamos las siguientes reivindicaciones:
– Renacionalización del Cobre y de todos los recursos naturales, bajo control directo de los trabajadores y el pueblo en su conjunto, con el objeto de financiar con ellos los distintos derechos y necesidades sociales.
– Nueva institucionalidad y carácter del Estado a partir de un proceso popular constituyente que elimine el Estado subsidiario reemplazándolo por uno Garante de los derechos y necesidades sociales: Cambio constitucional.” (Manifiesto por la educación –FECh, 2011–, los subrayados son nuestros)
[2]) Véase la Revista internacional nos 145 y 146 que trata sobre las luchas recientes en España y el Norte de África.
Aparentemente el mundo de la moda es imprevisible, nunca se sabe qué tendencias se mantienen, cuáles pasan de moda o cuáles regresan. Pero esta industria capitalista, como todas las demás, solo sigue los dictados de la cada vez más estrecha dinámica del capitalismo que se asfixia bajo el peso muerto de sus mercados saturados. Ayer como hoy, “todo es vender”, reciclando la basura si es necesario. Por eso, si el dinero no alcanza para seguir las últimas tendencias y se opta por vestirse siempre con las mismas prendas con hoyos, no hay por qué angustiarse pues con seguridad por lo menos, cada cierto tiempo, esos ropajes estarán de moda. Es más, desde hace varios años hay ciertos detalles del diseño persistentes: las prendas nuevas y carísimas pero deshilachadas y gastadas que las grandes casas de haute-couture ponen de moda para hacerse a la ilusión de tener gran éxito entre las masas cada vez más harapientas.
El principio del reciclado y las modas cíclicas son los elementos que animan a las opciones de la “oferta política” presentes en la democracia burguesa. Siempre encontramos que cada 6 años –o los que sean, según los diferentes calendarios electores– hay una opción de derecha estándar bien empolvadita, con su conservadurismo sacado del vetusto ropero. Luego tenemos a la izquierda estándar, “socialdemócrata”, o despeinada porque es “contestataria” y “populista”. Y podemos seguir con esta analogía para ilustrar la “novedad” y “diversidad” de las opciones burguesas. La falsa novedad es otro principio de la moda. Del mismo modo, la burguesía no hace más que refreírse en su aceite ya negro. Cada determinado tiempo hay que “cambiar” un poco, “pa’ seguir vigentes”: mucho make-up (maquillaje), mucha producción y la misma mierda. Las innovaciones se limitan al juego de las tendencias que son vulgares refritos y variaciones de refritos. Se trata de la falsa diversidad, otro principio de la moda y de la política burguesa que explica la variedad en las opciones de izquierda y de derecha así como el carácter ecléctico del “centro” y todas las periféricas tendencias ecologistas y demás.
Asistimos hoy en día a un cambio de look entre la izquierda en América Latina (AL). Mientras la derecha sigue optando por el uso de accesorios, la izquierda se decide por un nuevo look más moderado que hoy modelan algunos personajes de la izquierda latinoamericana. La burguesía de estos lugares ha decidido comenzar a pasar de las camisas rojas a los sacos y corbatas.
“Lo de hoy” son dos estilos bien propios del periodo de descomposición capitalista, remendados con retazos viejos: el chavismo y el lulismo. Esas son las dos grandes tendencias de la izquierda. Ambas están de moda y hacen sombra a las otras tendencias periféricas que probablemente aguardan “su momento” de retorno en la cíclica moda burguesa. Así, ya no están de moda los accesorios zapatistas: el pasamontañas, la pipa y el gorrito militar deshilachado; tampoco están de moda los accesorios más radicales que definían al guerrillero urbano o rural de los años 70; adiós también a la ya lejana época de oro de los generales populistas bonachones: Cárdenas, Perón, etc. En fin, también andan deslucidas las tendencias democráticas propias de las “transiciones” tan de moda en AL cuando la “caída de los regímenes dictatoriales militares” en Brasil, Argentina, etc.
Desde principios de los 90, justo en pleno desmoronamiento de los regímenes falsamente llamados comunistas, el chavismo se propagó desde su cuna, Venezuela, y se puso de moda en su esfera de influencia regional –Ecuador, Nicaragua, Bolivia–. Se trata, como ya hemos señalado en diversas ocasiones, de una tendencia aberrante, adornada con la ideología del Socialismo del Siglo XXI –mezcolanza de disparates y discursos pseudo marxistas acomodados de un modo “altisonante”– y aderezada con populismo de baja estofa, nacionalismo bolivariano, antiimperialismo yanqui y petrodólares.
El chavismo causa una cierta repulsión e incomodidad pues es difícil concebir algo tan monstruoso –si no se tiene claridad del terreno descompuesto en el que se desarrolla la vida burguesa de hoy– como un militar que tras ser golpista y estar en la cárcel llega al poder en elecciones libres avaladas por el conjunto de la burguesía y luego “se viste de rojo” y comienza a armar un desastre que ha generado reclamos y malestar entre los sectores burgueses más recatados que critican su “política” irracional basada en nacionalizaciones repentinas que incomodan a capitalistas propios y extraños; esto sin contar con las consecuencias nefastas de su “proyecto” entre la población de Venezuela y su fracaso creciente en términos de popularidad.
Fuera de las fronteras venezolanas también comienza a resquebrajarse el apoyo que otros gobiernos e intelectuales le dieran cuando la “novedad” del chavismo generaba cierto interés. Poco a poco el modelo chavista va desgastándose y mostrando su carácter contraproducente. Su utilidad para encuadrar las ilusiones de las masas no explotadoras se ve comprometida ante la avalancha de “excesos” e imposturas de un Chávez que resultó ser “pura llamarada de petate” “a precio de oro”… Visto en perspectiva su discurso no ha logrado mantener el impacto que había tenido pues como modelo izquierdista es demasiado burdo, demasiado incoherente, explosivo y torpe. El golpe de Estado en Honduras contra su amigo Manuel Zelaya marcó el fracaso de la extensión de su influencia fuera del ALBA (“Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América”) y le hizo comenzar a perder fuerza como opción de izquierda radical.
Como relevo de esa moda, los diseños de la tendencia de la izquierda moderada, mejor conocida como “centro izquierda” –el lulismo y el Partido de los Trabajadores brasileño (PT)–, están a la alza. Ollanta Humala en Perú es un reciente alumno que muestra el camino de esa izquierda impoluta, comprometida con el “desarrollo, estabilidad y paz sociales”, de traje y corbata, curtidos “en la lucha” pero “maduros” y libres de toda “debilidad de juventud”… Quizá fueron golpistas, quizá fueron guerrilleros, quizá “rojillos”. No importa. Hoy son respetables políticos moderados, la crema y nata de las tendencias “con visión y compromiso sociales”. Son la síntesis por fin alcanzada entre “lo mejor” de esos “dos mundos” –la izquierda y la derecha– que nos venden como diferentes pero que no lo son. Todos tratan de reforzar la democracia, esa máscara que oculta la dictadura del capital; todos hablan de “revolución y socialismo”, ¡pero para que aceptemos de buen grado esta miseria que no pasa de moda!
Humala cambió de look luego del fracaso de su anterior vestuario (ver Revolución Mundial No. 124) –muy colorado, altisonante y chavista en 2006–, en esta ocasión sus nuevos asesores de la tendencia lulista supieron hacer su trabajo y en fin, cosecharon sus frutos. Pero ahora se trata de ir más lejos y preguntarnos por las razones “de fondo” que dan a este cambio de maquillaje concreto el carácter de una necesidad general aparentemente en el resto de la región latinoamericana. ¿Por qué Humala se esforzó por alinearse con la tendencia lulista?, ¿es ese caso un caso aislado o una tendencia más general ilustrada por otros casos?
Todos los gobiernos de centro izquierda han puesto en marcha la vía de un capitalismo más “social y humano” –lo que Lula llamó “el mercado con corazón”– éstos han resultado ser un verdadero golpe de suerte para las burguesías regionales para hacer aceptar a las masas empobrecidas de América una explotación rapaz y una vida miserable bajo la divisa de un capitalismo de “rostro humano”. El desarrollo de la descomposición en este territorio y el acicate de la crisis mundial, catapultaron a los partidos de izquierda al poder en medio de un “sálvese quien pueda” y de un resonar estruendoso de las botas militares por todos lados. Este golpe de suerte de la izquierda se ayudó del pasado que les proporciona una aureola de oposición, ilegalidad, clandestinidad e incluso persecución; arraigo en los sindicatos y presencia de apoyo en movimientos sociales. Esta ala política del Estado, la izquierda, se sitúa hoy como un gran rescatador de la democracia y feroz defensora del fortalecimiento del débil juego político en esta región del planeta. Chile es un buen ejemplo de cómo después de dos periodos de centro izquierda hoy regresa con calma una derecha fuerte que tendrá que imponer las medidas de austeridad necesarias. Hoy el 60 % de la población de América Latina vive bajo gobiernos que se reclaman de “la izquierda”. Esta izquierda de saco y corbata ha sido efectiva hasta hoy.
El caso de Brasil es elocuente, el overol del obrero metalúrgico Lula se transformó en un bonito traje “Hugo Boss”. Brasil es de lejos el capitalismo más desarrollado en la zona de AL y hoy marca su influencia en la región.
La izquierda de “línea dura”, la chavista y bolivariana “vestida de verde olivo” (Ecuador con Rafael Correa, Nicaragua con Daniel Ortega, Evo Morales en Bolivia, Cuba y la misma Venezuela que posee el más alto índice de inflación del continente) con sus discursos encendidos antiimperialistas no apagan el hambre de millones y se ha estado desprestigiando aceleradamente en la medida en que han tenido que aplicar las medidas anticrisis requeridas por la burguesía.
La corriente de centro izquierda al estilo Lula se está revelando como una fracción del capital que puede encargarse de la gestión económica y hacer aceptar los ataques bajo una promesa de “mejor futuro”. A plazo es un debilitamiento ya que los peores ataques tienen hoy que ser concretados por esa “izquierda de rostro humano”. Por ahora la burguesía no tiene opción y el “look” brasileño lo necesita en el presente y eso hace que se ponga de moda.
Ahora bien, la verdad es que los cambios de vestuario según las temporadas del año sí tienen algún sustrato “real”. A veces hace más frío o más calor. Y para la burguesía y sus modas políticas este determinante también opera.
Tres hechos son incontestables: la agudización de la crisis, la incapacidad de contenerla por parte de cualquier opción política y el agotamiento de la paciencia del proletariado mundial. No es casual que ante el quiebre irremediable de todo modelo de gobierno que pretenda gestionar la crisis –ya no digamos “superarla”–, la burguesía se vea obligada a desplegar una “diversidad” mayor de “opciones” para hacer tragar las políticas más atroces a la clase trabajadora. Si el espectro de derechas y de izquierdas del mundo entero aplica las mismas medidas, entonces –ese es su mensaje– “deben ser las correctas porque todos están de acuerdo”. La burguesía cree que tragaremos mejor su estiércol si lo pintan de azul, de rojo, de amarillo o de verde.
Pero más allá de la aplicación de esta “lógica” burguesa, la verdad es que el clima está cambiando. La temperatura comienza a subir y los burgueses tienen que reforzar sus mecanismos de encuadramiento en previsión de las posibles oleadas de calor que se van gestando. Los izquierdistas burdos tienen que “pulirse” o dejarán de cumplir su función de contención. Y en el futuro nos encontraremos con más modelitos vestidos a la usanza lulista, cada uno aderezado con sus “accesorios exclusivos”. Sin embargo, todos tendrán que arremeter contra los trabajadores y deberán de defender este sistema moribundo. En esa infame tarea, sus ropajes ocultarán cada vez menos su verdadera naturaleza capitalista.
Caribú-Marsán
(20 de octubre)
El pasado 13 de agosto se ha llevado a cabo una Reunión Pública en la ciudad de México, la cual tuvo como tema las movilizaciones de España y dado que unos días antes se habían desatados disturbios sociales en Gran Bretaña, la discusión también se dirigió hacia este aspecto. El conjunto de la Reunión ha reconocido la importancia de las Asambleas Generales presentes en España, aunque algunas intervenciones se lamentaban de que éstas se estancaran quedando solo en discusiones sin plantearse ir más allá. Esta última idea se acompaña de un argumento que conduce a igualar los sucesos de España y Gran Bretaña, incluso en cierto nivel se le considera superior. Esto ha permitido una profundización sobre el significado que tiene la discusión y reflexión masiva para el proletariado y las acciones desesperadas a las que se puede empujar a los explotados.
El camarada Daniel que ha estado presente en la Reunión Pública ha expuesto su punto de vista (que reproducimos abajo) sobre la discusión que se llevó a cabo, en estos comentarios aclara algunos de sus argumentos y resalta otros más en los que explica sus discrepancias. Se resalta inicialmente su postura en relación a los saqueos: “… los disturbios como se dan hoy no marcan una perspectiva netamente proletaria. Pero ante ello, no se puede negar que ALGO está ocurriendo en Gran Bretaña y algo más puede ocurrir tarde o temprano.” Estamos de acuerdo en que los saqueos son formas por las cuales se expresa el descontento y no pensamos que todo quede diluido por ese par de días de saqueos, la agudización de la crisis y el accionar represivo del Estado engendra por supuesto descontentos que pueden explotar en ciertos momentos, pero tampoco eso significa que toda respuesta de la masa permita un fortalecimiento de su conciencia y un impulso hacia prácticas que forjen los lazos solidarios y de unidad. En nuestro artículo “Los disturbios en Gran Bretaña y la perspectiva sin futuro del capitalismo”, exponemos justamente esa idea: “Muchos de los que participaron en los disturbios han expresado claramente su ira contra la policía y contra los propietarios de la riqueza que son considerados como la causa esencial de su miseria.”
El camarada Daniel asegura estar de acuerdo con el conjunto de ideas presentes en el artículo, no obstante considera que “… los disturbios y los saqueos no son simplemente expresión individual de la desesperación y una trampa para el proletariado.” La clase obrera en su respuesta a la explotación y la represión no sigue un esquema o una rutina salida de un manual. La historia no es producto de planes preestablecidos, pero el contar con un método para seguir los hechos nos permite advertir las dificultades que nuestra clase enfrenta y sin pretender asumir la misión del “maestro” que califica, sino como parte del mismo proletariado, poder hacer un balance, resaltar las experiencias positivas sin dejar de exponer los problemas que determinadas acciones pueden generar. El mismo camarada Daniel lleva a cabo ese proceso reflexivo cuando afirma: “Ciertamente los saqueos como tales no implican un ascenso de la organización del proletariado.
Y aún cuando considera que los saqueos “… pueden ser el preludio de manifestaciones donde el proletariado actúe como clase...”, no da elementos para considerar que en este caso particular así será, en cambio el camarada no deja de señalar el problema que significan estas prácticas, justamente por ello indica que “… este tipo de expresiones no son las deseables ni las que debemos empujar.”
En lo general parece que compartimos ideas con el camarada Daniel, solo habría que aclarar que no hacemos un juicio moral de estas expresiones o que esperamos la manifestación “pura” y siempre clara de los explotados. No sabemos los caminos que el descontento de los explotados ha de tomar, ni siquiera suponemos que hay una forma única de cómo se ha de expresar, pero sabemos que no toda expresión de descontento permite avanzar la conciencia y la organización obrera y nuestro papel como revolucionarios nos exige tomar posición en torno a ello, sin que por esto juzguemos o despreciemos a los proletarios que han participado.
En los primeros renglones de la toma de posición del camarada se puede leer: “… no correspondía a la clase proletaria, y en especial a las minorías revolucionarias, hacer una condena de tipo moral respecto a los saqueos o robos de tiendas o almacenes que de manera individual se pudieran estar dando. Es decir, no denunciar el robo por “inmoral”, sino primero denunciar que el mayor robo lo hace la burguesía en todo el mundo y que estas expresiones de desesperación tienen su origen precisamente en esa violencia inicial que implican tanto la explotación como la represión.” Efectivamente, y nuestra posición no es una condena moral por el saqueo y el robo en sí mismos, sino sostenemos que el robo no es una práctica de los obreros para lograr sus emancipación. El desarrollo de la conciencia obrera de ninguna manera se ve fortalecida si un obrero de forma individual se apropia por el robo de una mercancía, por más vitrales que rompa y lo mismo da si otros trabajadores de forma individual son arrastrado en acciones de este tipo. Si el robo fuera una práctica revolucionaria, los ladrones que roban a los trabajadores e incluso a las casas y negocios de la burguesía serían un ejemplo para los explotados, y no es así, por eso el señalar que son acciones desesperadas propias de los desclasados, no significa que estemos juzgando bajo percepción moral, estamos señalando los peligros a los que se enfrenta el proletariado. Hay una diferencia muy grande entre los saqueos empujados por la desesperación y la discusión y reflexión colectiva llevada en las Asambleas Generales que permiten tener una práctica consciente, que si bien hoy puede ser aún modesta, no deja de tener importancia para que el proletariado construya los lazos de solidaridad y fortalezca su conciencia y unidad.
RM, septiembre-2011
En una reciente reunión pública de la CCI en territorio americano, hemos abordado el asunto en algunos de sus aspectos, pues la reunión estaba dedicada originalmente a discutir el asunto de los indignados en España.
De nuestra parte, por lo que respecta a los disturbios, tratamos de plantear que no correspondía a la clase proletaria, y en especial a las minorías revolucionarias, hacer una condena de tipo moral respecto a los saqueos o robos de tiendas o almacenes que de manera individual se pudieran estar dando. Es decir, no denunciar el robo por “inmoral”, sino primero denunciar que el mayor robo lo hace la burguesía en todo el mundo y que estas expresiones de desesperación tienen su origen precisamente en esa violencia inicial que implican tanto la explotación como la represión.
Aclarado este asunto, pues con la lectura de su artículo parece haber mayor coincidencia que discrepancia, es necesario plantear un segundo aspecto que no fue abordado ampliamente en la reunión –al menos no con la claridad debida de parte nuestra–, sea por la falta de tiempo, sea por el apasionamiento o simplemente por la dificultad para expresarnos en ese momento.
Nos referimos al asunto de que, efectivamente, los disturbios como se dan hoy no marcan una perspectiva netamente proletaria. Pero ante ello, no se puede negar que algo está ocurriendo en Gran Bretaña y algo más puede ocurrir tarde o temprano. Es decir, que los disturbios y los saqueos no son simplemente expresión individual de la desesperación y una trampa para el proletariado.
La CCI afirma: “Los saqueos no son un paso hacia una forma de lucha superior, sino un obstáculo en este camino.”
Ciertamente los saqueos como tales no implican un ascenso de la organización del proletariado. Pero nuestra impresión es que incluso los disturbios sí pueden ser el preludio de manifestaciones donde el proletariado actúe como clase. Es decir, que este tipo de expresiones no son las deseables ni las que debemos empujar. Pero que aún así, no podemos elegir siempre cómo reventará el descontento, pero incluso en ocasiones estas manifestaciones (desesperadas y con métodos sin perspectiva) si son catalizadores en una posterior irrupción de las masas en escena. Lo decimos por que lo ocurrido en Francia y Grecia años atrás, han sido disturbios no menos violentos y no menos “antiproletarios” que los que hoy vemos en GB.
Esto nos lleva a plantear una cuestión para nosotros elemental, aunque quizá no sea compartida por la CCI como no fue tampoco compartida abiertamente en la reunión pública referida. Y es la cuestión de que el proletariado no se haya siempre en la disyuntiva de elegir entre los métodos que le son propios y tienen perspectiva y los que no. Es decir, por la heterogeneidad de la conciencia, por el peso de la ideología, y por el peso de la desesperación (que no desesperanza) misma, la clase proletaria (o individuos de esta clase si se quiere), se pueden ver de pronto involucrados en asuntos tan lamentables como el verse enfrentados a otros miembros de su clase (o a otros proletarios en lo individual, si es que los dueños de tiendas lo fueran, cuando al menos seguramente algunos de los habitantes o empleados en los edificios incendiados si lo son).
Si los saqueos simplemente son obra de “antisociales”, entonces no hay ahí nadie a quien decir que ese no es un camino con perspectiva. Basta pues con ignorar la presencia de proletarios en dichas manifestaciones.
Si asumimos que individuos pertenecientes (o potencialmente pertenecientes) al proletariado (que aun no se ha constituído en clase, al menos no aparece como tal) participan incluso de los disturbios y saqueos, la obligación de las minorías revolucionarias es dirigirse a ellos.
Sin embargo la alternativa planteada a esos proletarios involucrados en acciones sin perspectiva, no puede ser simplemente oponer el ejemplo de las asambleas que se han dado en España, o de los movimientos masivos en Tunez y Egipto, por ejemplo. No basta con decir “pórtense bien y hagan asambleas, dejen de portarse mal y ser nilhistas antisociales”. Es necesario hacer ver que esas asambleas sí tienen una perspectiva, no solo futura sino inmediata.
Y aquí entra la capacidad o no de las minorías de esbozar un programa táctico. Pues ademas de “la propuesta de la cuestión de la revolución” y de como organizarse para defenderse de la policía (si acaso eso es posible), es necesario proponer un programa para enfrentar la crisis.
Los proletarios no se organizarán en asambleas abiertas –simplemente porque estas sí le son un método propio– si en dichas asambleas no encuentra ninguna resolución que efectivamente le sirva para defender o mejorar sus condiciones de vida. Y si estas asambleas surgen y prevalecen como instancias permanentes, abiertas, proletarias y todo, pero sin claridad, pueden degenerar en simple burocracia o bien en que las decisiones ahí tomadas conduzcan a iguales o peores trampas que los métodos “antisociales” de los disturbios, a falsas salidas: como sería la “auto defensa” armada contra la policía en el caso de GB.
Es decir el proletariado en Gran Bretaña hoy es testigo o participe atomizado de los disturbios, porque no puede trasladar mecánicamente la experiencia de lo ocurrido en España, Egipto o Túnez. No organizará sus propias asambleas y sus propios movimientos masivos hasta que no haya aprendido lo suficiente para ello, incluso equivocándose. Y no lo hará tampoco mientras no tenga ante sus propios ojos una alternativa mas concreta que la de “robar zapaterías” por un lado o “tomar bates de béisbol” por el otro, desafortunadamente.
Daniel (septiembre 2011)
Las asambleas del 15M han planteado en todas partes una reflexión sobre la democracia. Detrás de la consigna de ¡Democracia Real Ya! caben, desde los planteamientos reformistas parlamentarios del PSOE, IU y consortes, hasta una verdadera voluntad de cambiar el mundo, de buscar una perspectiva revolucionaria. El movimiento de los indignados ha desencadenado un torrente de discusiones, de reflexión, de búsqueda de claridad, sobre si es posible cambiar la sociedad y cómo habría que organizarla. La experiencia colectiva de las acampadas, las asambleas, las manifestaciones, empuja a tomar a cargo la organización de las protestas y a pensar si sería posible igualmente tomar a cargo la organización de la sociedad. ¿Se puede construir la sociedad que queremos, sin explotación, donde “la vida se antepone a las necesidades de la economía” –como decían algunas consignas–, sin clases, de educación y cultura, simplemente reformando las leyes electorales para que se nos escuche? ¿O se debería entrar a formar parte del Estado, formando una candidatura a la conquista de los órganos de gobierno? ¿O en realidad el Estado democrático es el enemigo y hay que acabar con él para tomar a cargo la organización revolucionaria de la sociedad?
Este año se cumplen 140 años de La Comuna de París de 1871, cuando en una verdadera revolución popular, las capas oprimidas, dirigidas por la clase trabajadora, se lanzaron a “asaltar el cielo” (como dijo Marx), desafiando a la República democrática, destruyendo el Estado burgués y organizando la Comuna. La revolución terminó aislada en París y fue derrotada, y la burguesía reprimió con saña brutal de venganza a los obreros, hasta el punto que tuvo que ser interrumpida so pena de diezmar la mano de obra en Francia. En nombre del partido del proletariado, la AIT, Marx redactó varios Manifiestos, que son la base del libro conocido como La Guerra civil en Francia, que trataba de sacar lecciones de este episodio heroico. Este es un buen ejemplo y materia de reflexión sobre cómo, por primera vez en la historia, en la práctica, los trabajadores se planteaban tomar a cargo la organización de la sociedad, frente a una República democrática mucho más llena de vitalidad política y social que cualquier Estado en el periodo actual. Es pues, un buen ejemplo para reflexionar sobre la democracia, el Estado y la revolución.
Pero no publicamos aquí el libro de Marx, sino extractos de dos capítulos (III y IV) de otro libro, precisamente El Estado y la Revolución, de Lenin, donde, en vísperas de la otra gran tentativa revolucionaria de nuestra época, la Revolución rusa de 1917, éste reflexiona sobre la experiencia de La Comuna y las lecciones de la AIT, justamente preguntándose qué hay que hacer para desarrollar una revolución y polemizando contra las “viejas glorias” de la socialdemocracia como Kautsky o Plejanov, que defendían la conquista parlamentaria del Estado, apoyada por la “huelga general”. A nadie se le escapa la actualidad de estos planteamientos, que son una contribución a las reflexiones que bullen estos días en muchas discusiones.
La única “corrección” que Marx consideró necesario introducir en El Manifiesto comunista fue hecha por él a base de la experiencia revolucionaria de los comuneros de París.
El último prólogo a la nueva edición alemana de El Manifiesto comunista, suscrito por sus dos autores, lleva la fecha de 24 de junio de 1872. En este prólogo, los autores, Carlos Marx y Federico Engels, dicen que el programa de El Manifiesto comunista está “ahora anticuado en ciertos puntos”.
“... La Comuna ha demostrado, sobre todo –continúan–, que “la clase obrera no puede simplemente tomar posesión de la máquina estatal existente y ponerla en marcha para sus propios fines”...”.
Las palabras puestas entre asteriscos, en esta cita, fueron tomadas por sus autores de la obra de Marx La Guerra civil en Francia.
Así, pues, Marx y Engels atribuían una importancia tan gigantesca a esta enseñanza fundamental y principal de la Comuna de París, que la introdujeron como corrección esencial en El Manifiesto comunista.
... El pensamiento de Marx consiste en que la clase obrera debe destruir, romper la “máquina estatal existente” y no limitarse simplemente a apoderarse de ella.
El 12 de abril de 1871, es decir justamente en plena Comuna, Marx escribió a Kugelmann:
“... Si te fijas en el último capítulo de mi “18 Brumario”, verás que expongo como próxima tentativa de la revolución francesa, no hacer pasar de unas manos a otras la máquina burocrático-militar, como se venía haciendo hasta ahora, sino romperla [subrayado por Marx; en el original “zerbrechen”], y ésta es justamente la condición previa de toda verdadera revolución popular en el continente. En esto, precisamente, consiste la tentativa de nuestros heroicos camaradas de París” (pág. 709 de la revista Neue Zeit, t. XX, I, año 1901-1902).
En 1847, en El Manifiesto comunista, Marx daba a esta pregunta una respuesta todavía completamente abstracta, o, más exactamente, una respuesta que señalaba las tareas, pero no los medios para resolverlas. Sustituir la máquina del Estado, una vez destruida, por la “organización del proletariado como clase dominante”, “por la conquista de la democracia”: tal era la respuesta de El Manifiesto comunista.
Sin perderse en utopías, Marx esperaba de la experiencia del movimiento de masas la respuesta a la cuestión de qué formas concretas habría de revestir esta organización del proletariado como clase dominante y de qué modo esta organización habría de coordinarse con la “conquista de la democracia” más completa y más consecuente.
En su Guerra civil en Francia, Marx somete al análisis más atento la experiencia de la Comuna, por breve que esta experiencia haya sido. Citemos los pasajes más importantes de esta obra:
En el siglo XIX, se desarrolló, procedente de la Edad Media, “el poder centralizado del Estado, con sus órganos omnipresentes: el ejército permanente, la policía, la Burocracia, el clero y la magistratura”. Con el desarrollo del antagonismo de clase entre el capital y el trabajo, “el poder del Estado fue adquiriendo cada vez más el carácter de un poder público para la opresión del trabajo, el carácter de una máquina de dominación de clase. Después de cada revolución, que marcaba un paso adelante en la lucha de clases, se acusaba con rasgos cada vez más salientes el carácter puramente opresor del Poder del Estado”. Después de la revolución de 1848-1849, el poder del Estado se convierte en un “arma nacional de guerra del capital contra el trabajo”. El Segundo Imperio lo consolida.
“La antítesis directa del Imperio era la Comuna”. “Era la forma definida” “de aquella república que no había de abolir tan solo la forma monárquica de la dominación de clase, sino la dominación misma de clase...”
¿En qué había consistido, concretamente, esta forma “definida” de la república proletaria, socialista? ¿Cuál era el Estado que había comenzado a crear?
“... El primer decreto de la Comuna fue... la supresión del ejército permanente para sustituirlo por el pueblo armado...”
“... La Comuna estaba formada por los consejeros municipales elegidos por sufragio universal en los diversos distritos de París. Eran responsables y podían ser revocados en todo momento. La mayoría de sus miembros eran, naturalmente, obreros o representantes reconocidos de la clase obrera...
“... La policía, que hasta entonces había sido instrumento del gobierno central, fue despojada inmediatamente de todos sus atributos políticos y convertida en instrumento de la Comuna, responsable ante ésta y revocable en todo momento... Y lo mismo se hizo con los funcionarios de todas las demás ramas de la administración... Desde los miembros de la Comuna para abajo, todos los que desempeñaban cargos públicos lo hacían por el salario de un obrero. Todos los privilegios y los gastos de representación de los altos dignatarios del Estado desaparecieron junto con éstos... Una vez suprimidos el ejército permanente y la policía, instrumentos de la fuerza material del antiguo gobierno, la Comuna se apresuró a destruir también la fuerza de opresión espiritual, el poder de los curas. ... Los funcionarios judiciales perdieron su aparente independencia ... En el futuro debían ser elegidos públicamente, ser responsables y revocables...”
Por tanto, la Comuna sustituye la máquina estatal destruida, aparentemente “solo” por una democracia más completa: supresión del ejército permanente y completa elegibilidad y movilidad de todos los funcionarios. Pero, en realidad, este “solo” representa un cambio gigantesco de unas instituciones por otras de un tipo distinto por principio. Aquí estamos precisamente ante uno de esos casos de “transformación de la cantidad en calidad”: la democracia, llevada a la práctica del modo más completo y consecuente que puede concebirse, se convierte de democracia burguesa en democracia proletaria, de un Estado (fuerza especial para la represión de una determinada clase) en algo que ya no es un Estado propiamente dicho.
Todavía es necesario reprimir a la burguesía y vencer su resistencia. Esto era especialmente necesario para la Comuna, y una de las causas de su derrota está en no haber hecho esto con suficiente decisión. Pero aquí el órgano represor es ya la mayoría de la población y no una minoría, como había sido siempre, lo mismo bajo la esclavitud y la servidumbre que bajo la esclavitud asalariada. ¡Y, desde el momento en que es la mayoría del pueblo la que reprime por sí misma a sus opresores, no es ya necesaria una “fuerza especial” de represión! En este sentido, el Estado comienza a extinguirse.
En vez de instituciones especiales de una minoría privilegiada (la burocracia privilegiada, los jefes del ejército permanente), puede llevar a efecto esto directamente la mayoría, y cuanto más intervenga todo el pueblo en la ejecución de las funciones propias del Poder del Estado tanto menor es la necesidad de dicho Poder.
En este sentido, es singularmente notable una de las medidas decretadas por la Comuna, que Marx subraya: la abolición de todos los gastos de representación, de todos los privilegios pecuniarios de los funcionarios, la reducción de los sueldos de todos los funcionarios del Estado al nivel del “salario de un obrero “. Aquí es precisamente donde se expresa de un modo más evidente el viraje de la democracia burguesa a la democracia proletaria, de la democracia de la clase opresora a la democracia de las clases oprimidas, del Estado como “fuerza especial “ para la represión de una determinada clase a la represión de los opresores por la fuerza conjunta de la mayoría del pueblo, de los obreros y los campesinos.
... La completa elegibilidad y la movilidad en cualquier momento de todos los funcionarios sin excepción; la reducción de su sueldo a los límites del “salario corriente de un obrero”: estas medidas democráticas, sencillas y “evidentes por sí mismas”, al mismo tiempo que unifican en absoluto los intereses de los obreros y de la mayoría de los campesinos, sirven de puente que conduce del capitalismo al socialismo. Estas medidas atañen a la reorganización del Estado, a la reorganización puramente política de la sociedad, pero es evidente que solo adquieren su pleno sentido e importancia en conexión con la “expropiación de los expropiadores” ya en realización o en preparación, es decir, con la transformación de la propiedad privada capitalista sobre los medios de producción en propiedad social.
“Al suprimir las dos mayores partidas de gastos, el ejército y la burocracia, la Comuna –escribe Marx– convirtió en realidad la consigna de todas las revoluciones burguesas: un gobierno barato”...
“La Comuna –escribió Marx– debía ser, no una corporación parlamentaria, sino una corporación de trabajo, legislativa y ejecutiva al mismo tiempo...”
“... En vez de decidir una vez cada tres o cada seis años qué miembros de la clase dominante han de representar y aplastar [ver-und zertreten] al pueblo en el parlamento, el sufragio universal debía servir al pueblo, organizado en comunas, de igual modo que el sufragio individual sirve a los patronos para encontrar obreros, inspectores y contables con destino a sus empresas”.
Esta notable crítica del parlamentarismo, trazada en 1871, figura también hoy, gracias al predominio del socialchovinismo y del oportunismo, entre las “palabras olvidadas” del marxismo. Los ministros y parlamentarios profesionales, los traidores al proletariado y los “mercachifles” socialistas de nuestros días han dejado íntegramente a los anarquistas la crítica del parlamentarismo, y sobre esta base asombrosamente juiciosa han declarado toda crítica del parlamentarismo ¡como “anarquismo”!
... Decidir una vez cada cierto número de años qué miembros de la clase dominante han de oprimir y aplastar al pueblo en el parlamento: he aquí la verdadera esencia del parlamentarismo burgués, no solo en las monarquías constitucionales parlamentarias, sino también en las repúblicas más democráticas.
Pero si planteamos la cuestión del Estado, si enfocamos el parlamentarismo como una de las instituciones del Estado, desde el punto de vista de las tareas del proletariado en este terreno, ¿dónde está entonces la salida del parlamentarismo? ¿Cómo es posible prescindir de él?
... La salida del parlamentarismo no está, naturalmente, en la abolición de las instituciones representativas y de la elegibilidad, sino en transformar las instituciones representativas de lugares de charlatanería en corporaciones “de trabajo”. “La Comuna debía ser, no una corporación parlamentaria, sino una corporación de trabajo, legislativa y ejecutiva al mismo tiempo”. “No una corporación parlamentaria, sino una corporación de trabajo”: ¡este tiro va derecho al corazón de los parlamentarios modernos y de los “perrillos falderos” parlamentarios de la socialdemocracia! Fijaos en cualquier país parlamentario, de Norteamérica a Suiza, de Francia a Inglaterra, Noruega, etc.: la verdadera labor “de Estado” se hace entre bastidores y la ejecutan los ministerios, las oficinas, los Estados Mayores. En los parlamentos no se hace más que charlar, con la finalidad especial de embaucar al “vulgo”... La Comuna sustituye el parlamentarismo venal y podrido de la sociedad burguesa por instituciones en las que la libertad de crítica y de examen no degenera en engaño, pues aquí los parlamentarios tienen que trabajar ellos mismos, tienen que ejecutar ellos mismos sus leyes, tienen que comprobar ellos mismos los resultados, tienen que responder directamente ante sus electores. Las instituciones representativas continúan, pero desaparece el parlamentarismo como sistema especial, como división del trabajo legislativo y ejecutivo, como situación privilegiada para los diputados. Sin instituciones representativas no puede concebirse la democracia, ni aun la democracia proletaria; sin parlamentarismo, sí puede y debe concebirse, si la crítica de la sociedad burguesa no es para nosotros una frase vacua, si la aspiración de derrocar la dominación de la burguesía es en nosotros una aspiración seria y sincera y no una frase “electoral” para cazar los votos de los obreros...
... Organizaremos la gran producción nosotros mismos, los obreros, partiendo de lo que ha sido creado ya por el capitalismo, basándonos en nuestra propia experiencia obrera, estableciendo una disciplina rigurosísima, férrea, mantenida por el Poder estatal de los obreros armados; reduciremos a los funcionarios del Estado a ser simples ejecutores de nuestras directivas, “inspectores y contables” responsables, movibles y modestamente retribuidos (en unión, naturalmente, de técnicos de todas clases, de todos los tipos y grados): he ahí nuestra tarea proletaria, he ahí por dónde se puede y se debe empezar al llevar a cabo la revolución proletaria. Este comienzo, sobre la base de la gran producción, conduce por sí mismo a la “extinción” gradual de toda burocracia, a la creación gradual de un orden –orden sin comillas, orden que no se parecerá en nada a la esclavitud asalariada–, de un orden en que las funciones de inspección y de contabilidad, cada vez más simplificadas, se ejecutarán por todos siguiendo un turno, acabarán por convertirse en costumbre, y, por fin, desaparecerán como funciones especiales de una capa especial de la sociedad.
... ¿Cómo Engels, veinte años después de la Comuna, resumió sus enseñanzas para el proletariado militante?.
He aquí las enseñanzas que Engels destaca en primer plano:
“... Precisamente la fuerza opresora del antiguo gobierno centralista: el ejército, la policía política y la burocracia, que Napoleón había creado en 1798 y que desde entonces había sido heredada por todos los nuevos gobiernos como un instrumento grato, empleándolo contra sus enemigos; precisamente esta fuerza debía ser derrumbada en toda Francia, como había sido derrumbada ya en París.
“La Comuna tuvo que reconocer desde el primer momento que la clase obrera, al llegar al Poder, no puede seguir gobernando con la vieja máquina del Estado; que, para no perder de nuevo su dominación recién conquistada, la clase obrera tiene, de una parte, que barrer toda la vieja máquina represiva utilizada hasta entonces contra ella, y, de otra parte, precaverse contra sus propios diputados y funcionarios, declarándolos a todos, sin excepción revocables en cualquier momento...”
Engels subraya una y otra vez que no solo bajo la monarquía, sino también bajo la República democrática, el Estado sigue siendo Estado, es decir, conserva su rasgo característico fundamental: convertir a sus funcionarios, “servidores de la sociedad”, órganos de ella, en señores situados por encima de ella.
“... Contra esta transformación del Estado y de los órganos del Estado de servidores de la sociedad en señores situados por encima de la sociedad, transformación inevitable en todos los Estados anteriores, empleó la Comuna dos remedios infalibles. En primer lugar, cubrió todos los cargos administrativos, judiciales y de enseñanza por elección, mediante sufragio universal, concediendo a los electores el derecho a revocar en todo momento a sus elegidos. En segundo lugar, todos los funcionarios, altos y bajos, solo estaban retribuidos como los demás obreros. El sueldo máximo abonado por la Comuna no excedía de 6 mil francos. Con este sistema se ponía una barrera eficaz al arribismo y la caza de cargos, y esto aún sin contar los mandatos imperativos que introdujo la Comuna para los diputados a los organismos representativos...”
Engels llega aquí a este interesante límite en que la democracia consecuente se transforma, de una parte, en socialismo y, de otra parte, reclama el socialismo, pues para destruir el Estado es necesario transformar las funciones de la administración del Estado en operaciones de control y registro tan sencillas, que sean accesibles a la inmensa mayoría de la población, primero, y a toda la población, sin distinción, después. Y la supresión completa del arribismo exige que los cargos “honoríficos” del Estado, aunque sean sin ingresos, no puedan servir de trampolín para pasar a puestos altamente retribuidos en los Bancos y en las sociedades anónimas, como ocurre constantemente hoy hasta en los países capitalistas más libres.
El desarrollo de la democracia hasta sus últimas consecuencias, la indagación de las formas de este desarrollo, su comprobación en la práctica, etc.: todo esto forma parte integrante de las tareas de la lucha por la revolución social. Por separado, ningún democratismo da como resultante el socialismo, pero, en la práctica, el democratismo no se toma nunca “por separado”, sino que se toma siempre “en bloque”, influyendo también sobre la economía, acelerando su transformación y cayendo él mismo bajo la influencia del desarrollo económico, etc. Tal es la dialéctica de la historia viva. Engels prosigue:
“... En el capítulo tercero de La guerra civil se describe con todo detalle esta labor encaminada a hacer saltar [Sprengung] el viejo poder estatal y sustituirlo por otro nuevo realmente democrático. Sin embargo, era necesario detenerse a examinar aquí brevemente algunos de los rasgos de esta sustitución, por ser precisamente en Alemania donde la fe supersticiosa en el Estado se ha trasplantado del campo filosófico a la conciencia general de la burguesía e incluso a la de muchos obreros Según la concepción filosófica, el Estado es la “realización de la idea”, o sea, traducido al lenguaje filosófico, el reino de Dios sobre la tierra, el campo en que se hacen o deben hacerse realidad la eterna verdad y la eterna justicia. De aquí nace una veneración supersticiosa del Estado y de todo lo que con él se relaciona, veneración supersticiosa que va arraigando en las conciencias con tanta mayor facilidad cuanto que la gente se acostumbra ya desde la infancia a pensar que los asuntos e intereses comunes a toda la sociedad no pueden gestionarse ni salvaguardarse de otro modo que como se ha venido haciendo hasta aquí, es decir, por medio del Estado y de sus funcionarios retribuidos con buenos puestos. Y se cree haber dado un paso enormemente audaz con librarse de la fe en la monarquía hereditaria y entusiasmarse por la República democrática. En realidad, el Estado no es más que una máquina para la opresión de una clase por otra, lo mismo en la República democrática que bajo la monarquía; y en el mejor de los casos, un mal que se transmite hereditariamente al proletariado que haya triunfado en su lucha por la dominación de clase. El proletariado victorioso, lo mismo que lo hizo la Comuna, no podrá por menos de amputar inmediatamente los lados peores de este mal, entretanto que una generación futura, educada en condiciones sociales nuevas y libres, pueda deshacerse de todo ese trasto viejo del Estado”.
En las consideraciones corrientes acerca del Estado... se olvida constantemente que la destrucción del Estado es también la destrucción de la democracia, que la extinción del Estado implica la extinción de la democracia.
A primera vista, esta afirmación parece extraordinariamente extraña e incomprensible; tal vez en alguien surja incluso el temor de si esperamos el advenimiento de una organización social en que no se acate el principio de la subordinación de la minoría a la mayoría, ya que la democracia es, precisamente, el reconocimiento de este principio.
No. La democracia no es idéntica a la subordinación de la minoría a la mayoría. Democracia es el Estado que reconoce la subordinación de la minoría a la mayoría, es decir, una organización llamada a ejercer la violencia sistemática de una clase contra otra, de una parte de la población contra otra.
Nosotros nos proponemos como meta final la destrucción del Estado, es decir, de toda violencia organizada y sistemática, de toda violencia contra los hombres en general. No esperamos el advenimiento de un orden social en el que no se acate el principio de la subordinación de la minoría a la mayoría. Pero, aspirando al socialismo, estamos persuadidos de que éste se convertirá gradualmente en comunismo, y en relación con esto desaparecerá toda necesidad de violencia sobre los hombres en general, toda necesidad de subordinación de unos hombres a otros, de una parte de la población a otra, pues los hombres se habituarán a observar las reglas elementales de la convivencia social sin violencia y sin subordinación.
Para subrayar este elemento del hábito es para lo que Engels habla de una nueva generación que, “educada en condiciones sociales nuevas y libres, pueda deshacerse de todo este trasto viejo del Estado”, de todo Estado, inclusive el Estado democrático-republicano. n
Enlaces
[1] https://es.internationalism.org/files/es/RM_125%20BAT.pdf
[2] https://en.internationalism.org/forum/1056/beltov/4515/occupy-wall-street-protests#comment-3866
[3] https://en.internationalism.org/icconline/2011/september/indignados
[4] https://en.internationalism.org/icconline/2011/special-report-15M-spain/real-democracy-now
[5] https://News.yahoo.com/occupy-protests-Seismic-Effect-062600703.html
[6] https://es.internationalism.org/tag/geografia/america-central-y-sudamerica