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Acción Proletaria nº 208, 15 de Julio - 15 de Septiembre

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Detrás del discurso de paz de Obama se oculta una verdadera estrategia imperialista

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El discurso del nuevo presidente de los EE UU el pasado 4 de junio en El Cairo (Egipto) ha sido calificado rápidamente, en todos los países occidentales, de "histórico". Debemos decir que Obama se expresó con palabras y análisis que a primera vista parecían en total ruptura con la agresiva política de "¡A la guerra!" del anterior Jefe de Estado estadounidense G. W. Bush. B. Obama presentó su propia política internacional: habló de la necesidad de pasar página y de tratar los errores de Bush y de su Administración tomando en cuenta el traumatismo que supuso el Once de setiembre de 2001. Si hacemos caso de lo que dijo, la "guerra de civilizaciones", tan querida por la antigua administración estadounidense, se ha terminado. En su discurso del 4 de junio no le costó colar el mensaje de que EEUU no es enemigo de los musulmanes sino un compañero leal. Habló sin rodeos de «la ocupación» y de «la aspiración de los palestinos a la dignidad, la legalidad, la igualdad de oportunidades y a un Estado independiente»[1]. Presentó prácticamente a los Estados Unidos como ese amigo de los palestinos con el que pueden contar. Pidió a Hamás -sin calificarle de terrorista- el reconocimiento del Estado de Israel. Más significativo aún: comparó el combate de los palestinos con el de los esclavos negros de América e incluso con el combate de los negros de África del Sur en tiempos del Apartheid.

Desde la óptica de un presidente de los EEUU tales afirmaciones públicas son absolutamente inéditas; pero están en continuidad con la política de apertura diplomática que EEUU parece querer llevar a cabo con Irán; país al que han calificado hasta hace poco de «peligro potencial para la seguridad del mundo».

¡Cuántos cambios en tan poco tiempo!

¿Cómo es que los EEUU hasta ayer mismo totalmente agresivos se han vuelto de repente rapsodas del diálogo y de la paz?

Nosotros tenemos razones más que suficientes para desconfiar. La experiencia, dramática en muchos casos, nos ha enseñado a no tomarnos al pie de la letra los bellos discursos de los burgueses. La historia nos ha mostrado efectivamente que cuando el capitalismo habla de paz en realidad está preparando la guerra.

 

La necesaria reorientación de la política estadounidense

Los Estados Unidos, tras el hundimiento del Bloque ruso en 1989, han llegado a ser la única superpotencia del planeta. Mantener su dominio a cualquier precio es la orientación que han dado a su política guerrera a lo largo de los años transcurridos desde entonces. Sin embargo, a partir de 2001, con la guerra en Afganistán y en Irak, hay una realidad que se muestra con claridad meridiana: el debilitamiento de los EEUU. Su hundimiento hasta las cejas en el embrollo afgano e iraquí es una manifestación concreta y particularmente trágica de esa realidad que no se presenta aislada; en cualquier rincón del mundo las otras grandes potencias impugnan la supremacía estadounidense y ponen sus propios intereses por encima de cualquier otra consideración: es el caso de China en África, el de Irán en Oriente Medio,... Cualquier nación, camarilla o grupo de presión, cualquier burguesía nacional se anima enseguida a defender sus propios intereses, al amparo de un desorden y un caos en aumento. La política de la administración Bush, firme en su voluntad de afirmar la potencia estadounidense, sola contra todos, no ha frenado en nada este fenómeno de debilitamiento; al contrario, esa política aceleró el proceso de aislamiento y debilidad; incrementó la contestación, la discordia y el descontento antiestadounidenses en especial en el mundo musulmán, incluso por parte de aliados como Egipto o Arabia Saudita.

Que esta política obstinada, tozuda, de los EEUU no podía ser mantenida durante mucho tiempo lo ha comprendido gran parte de la burguesía estadounidense, el Presidente Obama y su Administración superando, al menos momentáneamente, la gran desavenencia existente entre republicanos y demócratas respecto a esa política. Sin embargo, la política orquestada por la Administración Obama no impedirá el desarrollo de un creciente proceso de aislamiento de Estados Unidos. El debilitamiento estadounidense y el ascenso de la tendencia a ir "cada uno a la suya", característica del periodo histórico, son realidades irreversibles. Uno de los aspectos de esta realidad se halla en la creciente imposibilidad para EEUU de intervenir militarmente y al mismo tiempo en las diferentes guerras regionales en las que está totalmente atascado. No sólo están agotados sus recursos militares, particularmente los "medios humanos", sino que la crisis económica que comienza a hacer estragos en el mundo entero le causa serios problemas. El ejército estadounidense devora diariamente millones de dólares mientras el país se empobrece a marchas forzadas, mientras explota el desempleo, y la cobertura sanitaria es nula,... En un momento en que la pobreza golpea a partes crecientes de la población ¿cómo conseguir que ésta acepte sin rechistar los gastos militares constantemente en aumento? Es más, a pesar de que les aumentan las primas y el sueldo, es cada vez más difícil encontrar jóvenes dispuestos a enrolarse, a dejarse agujerear la piel en guerras cada vez más desfavorables. Esta nueva orientación de la política imperialista de EEUU no tiene nada que ver con un humanismo reencontrado por Obama. Esta política se impone, como algo necesario, a la burguesía americana y significa, simplemente, que Estados Unidos debe hacer las cosas con mejor puntería cuando se trata de intervenciones guerreras. Su elección está decidida: llevar la guerra a Afganistán y a Paquistán; lo que consecuentemente lleva implícito el intento de calmar, al menos de momento, las apuestas iraní y palestina. Dominar la situación en Afganistán es un imperativo para EEUU, si quieren recuperar una verdadera influencia en Paquistán, un auténtico punto de confluencia de múltiples direcciones: Irán hacia el Oeste, el Cáucaso y Rusia al Norte, y China e India hacia el Este; país, este último, que no cesa de mostrar sus crecientes apetitos imperialistas. He aquí la obligada elección que deben hacer los Estados Unidos y que explica el sentido profundo del discurso de Obama en El Cairo.

 

Washington presiona a Israel

 

Israel es desde hace décadas el más fiel aliado de Estados Unidos en Oriente Medio. El vínculo entre la burguesía de estos dos países es muy fuerte y el ejército israelí está apoyado totalmente por Washington. En tiempos de G.W. Bush los israelíes lograron una notable dimensión en lo que se refiere al dominio de su política imperialista; Tel-Aviv y Washington estaban prácticamente en la misma longitud de onda. Hoy no es el caso: la Administración estadounidense exige actualmente a la burguesía israelí que se pliegue a sus exigencias, a la defensa de sus propios intereses inmediatos; lo cual ha hecho subir inmediatamente la tensión entre ambos países. Las divergencias entre Netanyahu, jefe del gobierno israelí, y el presidente Obama son claras y rotundas; de tal manera que, bajo la fuerte presión estadounidense, Netanyahu ha debido moderar sus declaraciones en el discurso que pronunció en Tel-Aviv en respuesta al de Obama en El Cairo. Por primera vez a Netanyahu no le ha quedado más remedio que pronunciar las palabras "Estado palestino", aunque lo haya hecho asociándolas a la desmilitarización de éste y al rechazo de la división de Jerusalén como capital. Esto demuestra que las presiones al jefe del gobierno israelí deben ser fuertes y constantes. En este sentido le hace falta ganar tiempo; y eso es lo que ha hecho. Nosotros estamos seguros de que esto en el fondo no va a cambiar nada. Es fácil darse cuenta de ello cuando se descubre que Netanyahu ha pedido a los palestinos, como condición previa, que reconozcan al Estado israelí como un Estado judío. El Jefe de gobierno ha hecho de esta exigencia un elemento central, un factor que condiciona cualquier avance en las negociaciones de "paz"; cuando tiene claro que eso para la burguesía palestina no es de ninguna manera aceptable.

Con toda seguridad van a seguir subiendo las tensiones entre Israel y los EEUU; y no es menos cierto que esta nueva política estadounidense a la larga empujará a Israel a huir hacia una salida guerrera, llevado de la mano de la fracción burguesa en el poder

El Primer ministro B. Netanyahu considera la amenaza nuclear iraní insoportable para Israel. La escalada verbal entre M. Ahmadinejad, líder iraní, y el Gobierno israelí plasmaron el incremento de tensiones entre los dos países. Es más que probable que los acontecimientos actuales en Irán no tranquilicen mucho a la burguesía israelí. El Estado israelí puede caer en la tentación de poner al gobierno Obama contra las cuerdas por medio de una acción militar contra Irán.

Aunque tal perspectiva nunca se lleve a cabo la burguesía israelí no puede quedarse sin reaccionar ante lo que consideran un aumento de las exigencias estadounidenses. Paradójicamente, este incremento de las tensiones es el resultado del debilitamiento estadounidense. La guerra y la barbarie van a continuar desarrollándose inexorablemente en esta región del mundo.

Tino (02 julio 2009)
Traducción desde CCI Online de Révolution Internationale

 



[1] Courrier Internationale, 16 Junio 2009

Geografía: 

  • Estados Unidos [1]

Personalidades: 

  • Obama [2]

China y Bangladesh: miles de obreros en huelga

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Por todos los rincones del planeta la clase obrera padece condiciones de explotación y miseria cada vez más insoportables. En los países que la burguesía llama hipócritamente "emergentes" los obreros son tratados como si fuesen animales de carga.

Pero en los últimos años, estos esclavos asalariados tienden a resistir de forma creciente. En Egipto, en Dubai, o en Vietnam, estas revueltas se desatan y estallan esporádicamente, reuniendo en cada lucha decenas de miles de obreros.

La existencia de estas luchas es desconocida en el resto del mundo, hasta totalmente ignorada. Los medios de comunicación, a las órdenes de la burguesía, desarrollan una verdadera censura: nada se filtra, ni las grandes huelgas, ni la terrible represión que se desencadena sistemáticamente sobre los obreros en lucha.

De esta manera, los periódicos han hecho reinar un silencio de plomo sobre las luchas masivas que se han desarrollado recientemente en Bangladesh y en China.

 

Bangladesh: los obreros del textil en lucha.

Los trabajadores del textil de este país detentan un triste récord mundial, el de los salarios más bajos: ¡0,22 $ por hora! En la India, donde la población vive en la más completa miseria, los salarios son dos veces más elevados (0,44 $ por hora). Además, últimamente, la situación se ha degradado todavía más: ¡en ciertas fábricas, estos mismos salarios de miseria no son pagados!

Por consiguiente, y después de meses de sufrimiento y de privaciones, la masividad y la violencia de la reacción obrera ha estado a la altura de este tratamiento inhumano. El 10 de mayo último, en una fábrica de jerseys Rupashi en Narayanganj (ciudad portuaria y centro de la industria textil del país). Los obreros han dejado estallar su cólera reteniendo físicamente a su patrón. «El día siguiente, los obreros de Rupashi cuando volvieron al trabajo se encontraron frente a una fábrica cerrada. Los trabajadores decidieron entonces ir en manifestación a las otras fábricas de la ciudad entonando eslóganes contra la explotación. Miles de trabajadores dejaron su puesto de trabajo para seguirles. Se produjeron enfrentamientos con los guardas de seguridad de las fábricas. La violencia se propagó como un reguero de pólvora: 20.000 trabajadores se pusieron a saquear y prender fuego a decenas de fábricas del textil y de hilado de algodón.»[1]

Ya en 2006,  miles de trabajadores sublevados devastaron ciertas zonas industriales. Pero esta vez, los huelguistas han actuado más masivamente y con más violencia. No han vacilado en atravesar todas las barreras de seguridad que rodean las fábricas para agruparse y enfrentarse al ejército, lo que ha dado lugar a sangrientas batallas callejeras.

Estos lugares son verdaderos presidios industriales, campos cercados de alambre de espino y protegidos permanentemente por vigilantes armados. Tomando las fábricas y enfrentándose al ejército, estos 20.000 obreros han tratado a la vez de destruir las máquinas,  verdaderos objetos de tortura sobre los que sudan sangre y lágrimas, día y noche, y al mismo tiempo enfrentarse a sus carceleros arriesgando su vida.

 

En China, frente a la crisis, también se desarrolla la combatividad obrera

 

China es presentada desde hace quince años como el nuevo Eldorado capitalista. Si creyésemos a los charlatanes diplomados en economía, el imperio de oriente está actualmente considerado como una excepción a la crisis económica. Mejor todavía, ¡China permitiría en el futuro a la economía mundial salir de la recesión! Evidentemente la verdad es totalmente diferente. Este país también está afectado de pleno y brutalmente por la crisis, y como en todos los sitios la clase obrera es la primera víctima. Por ejemplo, «sólo en Daqing[2], 88.000 empleados han sido despedidos en los últimos dos años»[3]. En todo el país, cerca de 30 millones de trabajadores emigrantes han perdido su trabajo desde el último verano.

Pero poco a poco la combatividad se desarrolla. A pesar de la represión despiadada del partido "comunista" chino, los obreros aceptan cada vez menos ser tratados como bestias de carga. Así, desde comienzos de marzo, «miles de obreros del noreste de China manifiestan su descontento en la calle para reclamar la entrega de sus subsidios y la liberación de sus representantes[4]. Las manifestaciones han tenido lugar en las ciudades de Daqing y de Liaoyang, en el corazón del centro industrial de Manchuria, afectado por la crisis económica. En torno de estas ciudades, las industrias del estado dan trabajo directa e indirectamente a nueve personas de cada diez. Pero el rendimiento de estas industrias está descendiendo y los planes de austeridad se multiplican. Después de que se anunciara que no recibirían más subsidios para la calefacción y que se quedarían sin seguridad social después del despido, los obreros de Daqing, por miles, hasta 30.000, salen todos los días a la calle desde primeros de marzo. Reunidos en la plaza del Hombre de Hierro, nombre de un héroe legendario del proletariado de los años sesenta, hacen un plante frente a la sede local de Petro China, la compañía pública que les emplea. "Nosotros somos Los hombre de hierro"; eso es lo que pone en las pancartas que han colgado en las ventanas de sus patronos. En Liaoyang, razones similares han obligado a decenas de miles de obreros a desafiar el frío y los vientos de arena, para protestar frente a la sede del gobierno local»[5].

Esta oleada de luchas es representativa del aumento de la combatividad del proletariado que se vive en China frente a los efectos de la crisis económica. «A lo largo de los tres primeros meses de este año, al ritmo de las pérdidas de empleo y del retorno de los emigrantes a sus regiones de origen que ha aumentado rápidamente, China ha experimentado 58.000 "incidentes de masas". El mismo gobierno habla de huelgas, de manifestaciones en la calle, cortes de carreteras y de otras formas de lucha proletaria. Estas cifras provienen de agencias de observación  de la estabilidad política en China continental  situadas en Hong Kong. Si esta tendencia continua todo el año, 2009 batirá todos los récords precedentes con más de 230.000 de estos llamados "incidentes de masas", comparados a los 120.000 de 2008 y a los 90.000 de 2006»[6] .

De Vietnam a Dubai, de China a Bangladesh, estallan  huelgas cada vez más importantes y violentas. La cuestión que se plantea es esta: ¿cuál es el porvenir de estas luchas? Para responder, hay que concebirlas como partes de un proceso internacional de retorno progresivo del proletariado al terreno de la lucha de clases en todo el mundo.

En los países "emergentes", la combatividad obrera, la masividad de las huelgas, así como la valentía frente a la represión feroz, son una fuerza que puede y debe inspirar a los proletarios de todos los países.

Pero la desesperación que les lleva, como en Bangladesh, a saquear las fábricas y a enfrentarse a las fuerzas de represión sin otra perspectiva que morir en un baño de sangre, revela también hasta que punto estos proletarios necesitan de la lucha de los obreros en los países centrales, en Europa y Estados Unidos, para apropiarse de la larga experiencia de los batallones más viejos del proletariado mundial.

Para que todas estas luchas tengan un eco, para que la combatividad de unos aliente a la de los otros y que la experiencia de los otros aproveche recíprocamente, hay que romper la capa de plomo mediática orquestada por la burguesía, quebrar el black-out difundiendo y debatiendo lo más ampliamente posible, a escala internacional, cada nueva lucha importante.

 

Traducido de Révolution Internationale nº 403, periódico de nuestra sección en Francia.

 

 



1)   Fuente: "Des nouvelles du front".

 

2)   Ciudad de un millón de habitantes situada en la provincia de Heilongjiang.

 

3)   Fuente: "Des nouvelles du front"

 

4)   Estos "representantes" son a priori los elementos que el estado chino ha señalado como los obreros más combativos desde el comienzo del movimiento y sobre los cuales ha concentrado la represión metiéndolos en prisión. Sin embargo, debido a la poca información  a nuestra disposición, nosotros no sabemos en que condiciones y hasta que punto estos "representantes" son reconocidos por el conjunto de los obreros en lucha.

 

5)   Fuente: "Des nouvelles du front".

 

[6] Fuente: "Des nouvelles du front

Geografía: 

  • China [3]

Lindsey: los trabajadores muestran el poder de la solidaridad

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La huelga del pasado junio de los trabajadores de mantenimiento y construcción en 30 obras del sector energético a lo largo de Gran Bretaña, exigiendo la readmisión de sus 640 compañeros despedidos en la refinería de Lindsey, Lincolnshire, mostró la fuerza colectiva de la solidaridad obrera.

Estas huelgas no oficiales, convocadas en muchos casos por asambleas masivas de trabajadores, forzaron a la empresa petrolera Total a retirar los despidos. También consiguieron restablecer los empleos de 51 obreros de la construcción cuyos despidos provocaron la entrada en huelga de otros 1200 trabajadores de la obra, lo que llevó a Total a despedir de forma provocativa a cientos de huelguistas. En un momento en el que a los obreros se les dice que no pueden hacer nada ante la creciente ola de desempleo, este movimiento de solidaridad le recordará a la clase su fuerza potencial.

El hecho de que la lucha se basara en la solidaridad, le dio una base mucho más firme que la menos importante huelga en Lindsey a primeros de año, cuando para muchos pareció que el impulso tras la huelga era el slogan reaccionario "Empleos británicos para trabajadores británicos", idea que sólo puede sembrar divisiones en el seno de la clase obrera. La evidente muestra de solidaridad de clase con los obreros despedidos hizo que la huelga de junio tuviera un eco más claro en toda la clase trabajadora.

A pesar del indudable peso del nacionalismo, la huelga de enero ya tuvo importantes aspectos positivos: huelgas de solidaridad, asambleas masivas, el surgimiento de pasos hacia la ruptura de la división entre trabajadores "británicos" y "extranjeros". Estos rasgos hicieron posible que la lucha forzara a los empresarios a ceder, y ahora han vuelto a aparecer de una forma más amplia y dinámica.

 

Solidaridad: la fuerza colectiva de la clase obrera

 

«Pase lo que pase en los próximos días esta lucha ha demostrado que los trabajadores no tienen por qué aceptar los ataques; que pueden resistir. Más que eso, se ha visto que la única manera para los trabajadores de defenderse es defendiéndose los unos a los otros» (‘Construction workers at the centre [4]of the class struggle', CCI online) [4]. Escribimos esto durante el primer fin de semana de huelga; para el final de la semana siguiente todos los trabajadores habían sido readmitidos.

La clase dominante se vio enfrentada a una oleada huelguística extendida a lo largo de algunos de los puntos más importantes del sector energético en El Reino Unido. El trabajo de construcción en refinerías de gas y petróleo; en centrales energéticas incluyendo la central nuclear de Sellafield; en complejos petrolíferos; en centrales petroquímicas, se paralizó cuando los obreros organizaron asambleas masivas y entraron en huelga. 900 trabajadores se declararon en huelga en la central nuclear de Sellafield, 1.100 en la de Ensus biocombustibles en Wilton, Teeside. 400 miembros de la plantilla pararon en dos plantas de LNG en el oeste de Gales, incluyendo la importantísima instalación petrolera en South Hook. Se produjeron huelgas de los trabajadores de construcción y de mantenimiento en la central de Longannet, Fife en Escocia, en la central de Aberthaw, Gales del sur; de 200 trabajadores de subcontratas en la central de Aberthaw en el oeste de Gales; los de mantenimiento en la refinería de Shell Stanlow en Ellesmere Port, Cheshire; subcontratados en las centrales de Drax y Eggborough , cerca de Selby, North Yorkshire; la planta nuclear de Hinkley Point en Somerset; la refinería de Coryton en Essex; y la de Isle of Grain en Kent. Algunas de estas huelgas sólo duraron uno o dos días; otras se mantuvieron mientras los compañeros de Lindsey permanecieron despedidos.

Como la lucha en enero también se logró el apoyo de trabajadores "extranjeros"; obreros polacos se sumaron a la huelga en la central de Drax.

La valentía de esas acciones no debe ser subestimada. El sector de la construcción está siendo duramente golpeado por la recesión. Estos obreros trabajan para subcontratas y se tienen que trasladar por todo el país buscando trabajo, y se sabe que estas empresas elaboran listas negras con los trabajadores más combativos. Esas acciones de solidaridad son ilegales y por tanto los responsables no sólo pueden ser arrestados sino también perder sus empleos por romper la ley. Estos obreros arriesgaron mucho con el fin de defender a sus compañeros.

 

La extensión de la lucha

 

Este movimiento se extendió no sólo por el boca a boca sino también a través del envió de piquetes informativos itinerantes por parte de los huelguistas de Lindsey con el fin de ganarse a otros trabajadores. De nuevo ilegal completamente, pero los obreros entendieron la necesitad vital de extender la lucha. Esos piquetes significan que puedan tener lugar discusiones entre los huelguistas y otros trabajadores, echando abajo barreras que los medios de comunicación y los sindicatos tratan de levantar. Se trata tan sólo de especulación, pero es posible que la experiencia de la gran distorsión de los medios en luchas anteriores llevara a los trabajadores de Lindsey a querer explicar las razones de su lucha directamente. Sea la razón que fuera estos piquetes informativos expresaron la determinación de extender la lucha.

 

Asambleas masivas

 

Al contrario que a primeros de año, los medios no mostraron demasiado relacionado con las reuniones masivas en Lindsey. Entonces mostraron las asambleas y concentraciones debido a la presencia de Union Jacks (bandera británica) y las pancartas con el "Empleos británicos para trabajadores británicos", y siempre pudieron encontrar algún huelguista que defendiera este slogan reaccionario. Esta vez no se interesaron en mostrar a los obreros discutiendo cómo extender su lucha, agradeciendo la solidaridad de compañeros. Hubo una o dos pancartas nacionalistas y Union Jacks, pero la cuestión de la solidaridad las relegó a un segundo plano.

No fue sólo en Lindsey donde hubo asambleas masivas. En otros sitios se produjeron antes de ir a la huelga. Un ejemplo muy interesante es Sellafield. Al principio de la segunda semana, el 22 de junio, los sindicatos del complejo convocaron una asamblea masiva y tras ella los obreros dejaron sus puestos de trabajo. Al día siguiente el sindicato desconvocó la huelga, sin ninguna asamblea. El miércoles algunos trabajadores organizaron su propia reunión. «Pensé simplemente que era acertado tener una asamblea que implicara a la gente, así que hicimos la asamblea y votamos continuar la huelga. Alrededor de unos 100 se declararon en huelga ese día, y después se nos unieron otros 100. Había una asamblea convocada para el viernes por la mañana y pienso que todo el centro habría apoyado la huelga otra vez pero en ese punto Lindesy ya había vencido» (declaraciones de un huelguista en socialistworker.co.uk 30/6/09).

Las asambleas masivas son vitales para la lucha porque permiten a los trabajadores discutir colectivamente las acciones que se necesitan. En este sentido hay una solidaridad consciente en relación a las acciones acordadas. No es sorprendente por tanto por qué es ilegal que esta clase de reuniones decida el ir a la huelga. Según la ley tiene que haber una votación secreta antes de cualquier huelga, o lo que es lo mismo, que no haya discusión colectiva acerca de las acciones que se deben tomar.

 

Los sindicatos intentan contener la lucha

La solidaridad activa mostrada por este movimiento ha significado un desafío para la habilidad de los sindicatos en el control de los trabajadores. Los obreros de Lindsey no esperaron a los sindicatos y a sus votaciones secretas para entrar en huelga en apoyo de los 51 trabajadores despedidos. Ni tampoco sus compañeros de Drax y Eggborough, Ratcliffe y West Burton en Nottinghamshire, Fiddlers Ferry, Aberthaw y los de las contratas en la refinería de BP cerca de Hull que se declararon en huelga cuando llegaron a sus oídos los 51 despidos y la huelga en su apoyo. La defensa de sus compañeros fue su principal preocupación. Los sindicatos fueron sobrepasados, aunque intentaron subirse al carro de un movimiento que estaba desbordando los diques de reglamentaciones, leyes y divisiones entre sindicatos. No decimos aquí que los trabajadores vieran claramente a los sindicatos como correas de sujeción o que quisieran organizarse fuera de ellos. Sin embargo, su voluntad de expresar solidaridad significó que tuvieron que actuar de forma ilegal y fuera de las normas de los sindicatos.

¿Cómo respondieron los sindicatos? Rápidamente.

Primero, los delegados sindicales de Lindsey jugaron su papel. Los delegados son la cara militante de los sindicatos. Su comité pareció transformarse en un comité de huelga, invitando a participar a miembros adicionales. Los obreros sí tenían confianza en un comité de huelga. Por tanto, a pesar de no confiar en los líderes sindicales, sí entregaron a los delegados sindicales el control de la huelga. Es cierto que estos delegados de base contribuyeron a la extensión de la lucha, pero siempre dentro del marco sindical. La idea para ellos era que la extensión de la lucha presionaría a los jefes sindicales para hacerles frente a los patronos, fortaleciendo su poder de negociación, dándoles un respaldo. Y en el caso de las asambleas, también fueron vistas como medios de presionar a la jerarquía sindical mientras negociaban, ya que estas podían rechazar cualquier acuerdo tomado.

Al mismo tiempo, la dirección sindical, después de, en un principio, llamar a los trabajadores a volver al trabajo, "apoyó" la huelga tan pronto Total despidió a los 640 huelguistas. Comprendieron que esta acción llevaría a una extensión mucho más amplia de la lucha. Para ponerse a la cabeza del movimiento los líderes de GMB y de UNITE inmediatamente buscaron negociar con Total, y así centrar el movimiento en el éxito de sus negociaciones.

Entre ellos y los delegados sindicales se las arreglaron para contener al movimiento dentro de los cauces sindicales. Aún así, si Total no hubiera cedido, los sindicatos habrían tenido dificultades para contener la lucha. Como un huelguista de Sellafield dijo, si no se hubiera llegado a un acuerdo el centro entero se habría reunido y unido a los 200 obreros que ya estaban rechazando la vuelta al trabajo promulgada por los sindicatos. Estos y el resto de la clase dominante sabían que estaban sobre un volcán y la única forma de apagarlo era cediendo.

 

El potencial de las próximas luchas

 

Este dramático y victorioso movimiento de solidaridad ha mostrado a la clase obrera en Gran Bretaña y todo el mundo que la solidaridad activa a través de la extensión de la lucha es el único camino para resistir a los ataques. Aunque sólo estuvieron involucrados unos pocos miles de trabajadores, su extensión a lo largo del país, la participación de obreros polacos, el uso de asambleas masivas, la tendencia a cuestionar las órdenes de los sindicatos, la reaparición de piquetes informativos móviles después de 25 años, y sobre todo la determinación de defender a sus compañeros, son indicios del potencial de las luchas futuras. Esta lucha también mostró que lejos de ser pasivo comparado con los obreros de Francia o Italia, el proletariado en Gran Bretaña es parte del resurgimiento internacional de luchas. Los trabajadores de todo el mundo se fortalecerán enormemente de esta experiencia. Dondequiera que vivas, no es algo muy habitual ver a los patronos ceder de forma tan completa ante la resistencia obrera.

La solidaridad de esta lucha también ha desmentido la imagen de los trabajadores de la construcción como un sector atrasado y nacionalista propagada por los medios tras la huelga de enero. Esto abrirá la puerta al potencial de otros sectores que sigan el ejemplo.

Traducido de World Revolution, publicación de la CCI en Gran Bretaña

Geografía: 

  • Gran Bretaña [5]

Noticias y actualidad: 

  • Lubhas en las refinerías en Gran Bretaña [6]

Una Reunión Pública en la República Dominicana

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https://es.internationalism.org/node/2618 [7]

 

Geografía: 

  • América central y Sudamérica [8]

Vida de la CCI: 

  • Reuniones públicas [9]

Los anarquistas y la guerra (I): La traición al internacionalismo en 1914 por parte de la Socialdemocracia y los anarquistas

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En el actual medio anarquista, y sobre todo en Francia y en Rusia, se está produciendo un debate entre dos concepciones opuestas: la de quienes tratan de desmarcarse y la de los que asumen la postura nacionalista que subyace en la defensa de los regionalismos, de la "identidad étnica", o de las luchas de liberación nacional, cuestiones estas que, muy frecuentemente, resultan características de este medio y que en muchos casos representan una de sus principales debilidades. Hay que decir que el curso catastrófico en el que cada vez más se adentra la sociedad capitalista empuja a quienes desean de todo corazón ser partícipes de la revolución social a examinar, con todo rigor, las perspectivas que se abren ante el proletariado. Estas pueden ser favorables al desarrollo de las luchas obreras pero también han de verse en la oposición al desarrollo de la barbarie  de la guerra imperialista, un fenómeno que dada la evolución que toma la situación del capitalismo decadente, está cada vez más presente, y con efectos también más destructivos, alcanzando, prácticamente, a todos los continentes.

La única actitud que, de acuerdo a sus intereses, puede adoptar el proletariado ante la guerra imperialista es, en primer lugar, la de rechazar completamente cualquier participación al lado de ninguno de los contendientes, y, en segundo lugar, la denuncia de toda fuerza de la burguesía que, con la excusa que sea, llame a los trabajadores a dar su vida por uno u otro de los bandos imperialistas. Ante una situación de guerra imperialista, la clase obrera debe anteponer la única salida posible: el desarrollo de la lucha más consciente y más intransigente para poder derribar el capitalismo. Por ello, la cuestión del internacionalismo constituye el criterio decisivo para afirmar o negar la pertenencia de una organización, o de una corriente política, al terreno del proletariado.

La base de este internacionalismo es el carácter universal de las condiciones de brutal explotación de su fuerza de trabajo que se imponen a los trabajadores sea en el país o en el continente que sea, Fue precisamente ese internacionalismo lo que hizo surgir en el movimiento obrero la Primera Internacional. La justificación del internacionalismo reside en el hecho de que las condiciones de emancipación del proletariado son, asimismo, internacionales: por encima de fronteras y los frentes militares; más allá de los distintos orígenes y las diferentes culturas de los trabajadores, la clase obrera forja su unidad en la lucha común contra las condiciones de explotación y en el interés, también común, en la abolición del asalariado y la construcción del comunismo. Este terreno común es el fundamento de su naturaleza como clase.

Sin embargo, para el anarquismo, el internacionalismo se desprende más bien de  "principios" abstractos tales como el antiautoritarismo y el rechazo del poder, venga de donde venga, del anti-estatismo, de la libertad, etc., y no de una comprensión clara de que el internacionalismo constituye una frontera, intangible pero fehaciente, que delimita el terreno de clase del proletariado del campo del capital. Esto es lo que explica que, como iremos viendo, la historia del anarquismo se ha visto atravesada por continuas oscilaciones entre tomas de posición claramente internacionalistas, pero también posiciones pacifistas y humanistas estériles, cuando no abiertamente belicistas.

En la serie de artículos que ahora iniciamos, vamos a tratar de entender por qué ante las principales confrontaciones imperialistas - por ejemplo las dos Guerras Mundiales - la gran mayoría del medio anarquista no ha llegado a defender el interés de la clase obrera y sí, en cambio, se ha dejado ganar por el nacionalismo burgués, mientras que, por el contrario, una pequeña minoría sí se mantenía firme en la defensa del internacionalismo proletario.

La traición al internacionalismo por parte de la Social Democracia y el anarquismo en 1914.

Con el estallido de la Primera Guerra mundial, asistimos a la vergonzosa quiebra de la Internacional Socialista, con el sometimiento de la gran mayoría de sus partidos al capitalismo, declarando sin tapujos una Unión Sagrada con las respectivas burguesías nacionales de cada país, y fomentando la movilización del proletariado para la guerra imperialista. También vimos a las componentes más importantes del movimiento anarquista trocarse en pro-belicista en provecho del Estado burgués. Así, los Kropotkin,  Tcherkesoff, o Jean Grave se convirtieron en los defensores más encarnizados de Francia: «No permitáis que esos atroces conquistadores aplasten otra vez la civilización  latina y el pueblo francés... No les dejéis que impongan a Europa un siglo de militarismo» [1] . E, invocando precisamente esa defensa de la democracia contra el militarismo prusiano, se volcaron en defensa de la Unión Sagrada: «La agresión alemana constituía una amenaza - ya consumada - no sólo contra nuestros anhelos de emancipación sino contra toda la evolución humana. Y por eso, nosotros los  anarquistas, nosotros los antimilitaristas, nosotros enemigos de la guerra, nosotros defensores fervientes de la paz y la fraternidad entre los pueblos, nosotros hoy nos sumamos a las filas de la resistencia y creemos que nuestro deber es no distinguir nuestra suerte de la del resto de la población»[2]. En Francia la CGT anarco-sindicalista echó por tierra sus propias resoluciones que le imponían que en caso de guerra debía desencadenar una huelga general, y en cambio se convirtió en propagandista histérico del acarreo de la carne de cañón a la matanza imperialista. «Contra el derecho basado en los puños, contra el militarismo germánico, ¡salvemos la tradición democrática y revolucionaria de Francia!», «partid sin vacilar, camaradas obreros a los que se os llama para defender, en las fronteras, la tierra francesa.»[3]. En Italia, por su parte, grupos anarquistas y anarcosindicalistas, crearon los "fasci" «contra la barbarie, el militarismo germánico, y la pérfida Austria católica y romana».

Y, sin embargo esta convergencia de la mayoría de la Socialdemocracia y del anarquismo en pro del apoyo a la guerra imperialista y el Estado burgués, obedecía a dinámicas fundamentalmente diferentes.

En el caso de la Socialdemocracia, su posición en 1914 ante la guerra constituye una traición al marxismo, la teoría del proletariado internacional y revolucionario cuyo principio básico es que los proletarios no tienen patria. En cambio, la adhesión a la guerra imperialista y a la burguesía, por parte de la gran mayoría de los dirigentes anarquistas del mundo ante la Primera Guerra Mundial no constituye un paso en falso, sino la consecuencia lógica de su anarquismo, es decir de sus posiciones políticas esenciales.

Así en 1914, la invocación del antiautoritarismo, es decir de lo intolerable que resultaba «que un país sea violentado por otro»[4], fue lo que sirvió a Koprotkin para justificar su posición chauvinista pro-francesa. De igual forma, al basar el internacionalismo en la "autodeterminación", es decir en «el derecho absoluto de todo individuo, toda agrupación, toda municipalidad, toda provincia, toda región, toda nación, a decidir por ellos mismos, de asociarse o no asociarse, de aliarse con quien ellos quieran o de romper tales alianzas»[5]; los anarquistas no hacen más que hacer suyas las divisiones que el capitalismo impone al proletariado. En última instancia la posición chauvinista se enraíza en el federalismo que constituye la base misma de toda la concepción anarquista. Al contemplar la nación como un "fenómeno natural", y por tanto también "el derecho de toda nación a su existencia y a su libre desarrollo", el anarquismo no advierte "más peligro en la existencia de las naciones que la propensión a ceder al ‘nacionalismo' inculcado por la clase dirigente para enfrentar a unos pueblos con otros". Por ello, ante la guerra imperialista, el anarquismo se ve impelido a distinguir entre "agresores" y "agredidos", o entre "opresores" y "oprimidos", etc., lo que le conduce a ponerse del lado del "más débil" o del que ve "sus derechos pisoteados",... Pero esa tentativa de basar el rechazo de la guerra en algo que no sean las posiciones de clase del proletariado deja el campo libre a las justificaciones de apoyo a uno u otro beligerante, es decir, en la práctica, a tomar partido por uno u otro bando imperialista.

La fidelidad a los principios internacionalistas afirmada por el movimiento de Zimmerwald y el desarrollo de la lucha de clases.

Y sin embargo algunos anarquistas sí consiguieron defender una posición netamente internacionalista. De hecho una minoría de 35 libertarios (entre los que figuraban A. Berkman, E. Goldmann. E. Malatesta, y D. Nieuwenhuis), publicaron en febrero de 1915, un manifiesto contra la guerra que señalaba: «Así pues resulta ingenuo y pueril que, tras haberse multiplicado las causas y las ocasiones de conflicto, se busque establecer las responsabilidades de tal o cual gobierno. No hay distinción posible entre guerras ofensivas y defensivas (...) Ninguno de los contendientes tiene el menor derecho a reivindicar para sí la civilización, como tampoco ninguno puede invocar el derecho a actuar en legítima defensa. (...) Sea cual sea la forma que revista el Estado, éste no es más que la opresión organizada en provecho de la minoría de privilegiados. Y el conflicto actual pone esto de manifiesto de manera tajante: todas las formas del Estado aparecen implicadas en esta guerra: el absolutismo de Rusia, el absolutismo mitigado con parlamentarismo de Alemania, el Estado que reina sobre pueblos de distintas razas como es el caso de Austria, el régimen democrático constitucional de Inglaterra, y el régimen democrático republicano francés. (...) El papel de los anarquistas ante la tragedia actual, sea cual sea su situación o su emplazamiento, es el de continuar proclamando que no existe más que una única guerra de liberación: aquellas que, en todos los países, libran los oprimidos contra los opresores, los explotados contra los explotadores» (6) . Esta capacidad para mantenerse fiel a las posiciones de clase fue aún más clara en las organizaciones proletarias de masas que reaccionaron contra el abandono progresivo de toda perspectiva revolucionaria por parte de la Socialdemocracia ya antes de la guerra, y que se orientaron hacia el sindicalismo revolucionario. En España, A Lorenzo, que ya militara en la Primera Internacional y que fundase la CNT, denunció inmediatamente la traición de la socialdemocracia alemana, de la CGT francesa y de los sindicatos ingleses, acusándolos de «haber sacrificado sus ideales en los altares de sus respectivas patrias, negando el carácter fundamentalmente internacional del problema social». En Noviembre de 1914 ya había aparecido otro Manifiesto firmado por grupos anarquistas, sindicatos y sociedades obreras de toda España y que insistía en esas mismas ideas: denuncia de la guerra, denuncia de todos los bandos beligerantes, reivindicación de la necesidad de una paz que «sólo podrá estar garantizada por la revolución social» (7). La reacción fue, en cambio, más débil, en el caso de los anarcosindicalistas que sufrían un peso mayor de la ideología anarquista. Pero aún así surgió, tras la traición de la CGT, una minoría opuesta a la guerra y que se reagrupó en el pequeño grupo La Vida Obrera de Monatte y Rosmer. (8)

Tras estallar, la nebulosa anarquista se escindió pues entre anarco-patriotas e internacionalistas. A partir de 1915, la reanudación de las luchas por parte del proletariado, y la creciente resonancia de la consigna. "transformar la guerra imperialista en guerra civil" lanzada por las Conferencias celebradas en Zimmerwald y Kienthal (9) , permitió a los anarquistas anclar su oposición a la guerra en la lucha de clases.

En Hungría, tras 1914, fueron militantes anarquistas los que se pusieron a la cabeza del movimiento contra la guerra imperialista. Entre ellos hay que destacar a Ilona Duczynska y Tivadar Lukacs que introdujeron y dieron a conocer en Hungría el Manifiesto de Zimmerwald. Con el impulso de esta conferencia internacionalista, el Círculo Galileo que se había fundado en 1908, y que se componía de una amalgama de anarquistas, socialistas excluidos de la socialdemocracia, pacifistas,... fue progresivamente decantándose y radicalizándose, pasando del antimilitarismo y el anticlericalismo al socialismo, y de una actividad propia de un círculo de discusión, a una actividad de propaganda más decidida contra la guerra y una presencia más activa en las luchas obreras que iban desarrollándose. Sus hojas contra la guerra aparecían firmadas por el «Grupo de Socialistas húngaros afiliados a Zimmerwald».

En España, la lucha contra la guerra íntimamente relacionada con el apoyo vehemente a las luchas reivindicativas que se multiplicaban desde 1915, constituyó la actividad fundamental de la CNT. Esta organización mostró una clara voluntad de debate y estar sumamente interesado en las posiciones de las Conferencias de Zimmerwald y Kienthal a las que saludó con todo entusiasmo.  De hecho discutió y colaboró con los grupos socialistas minoritarios que, en España, se oponían a la guerra. Se implicó además en un enorme esfuerzo de reflexión para tratar de comprender las verdaderas causas de la guerra y de los medios para luchar contra ella. Digamos, por último, que se alineó con las posiciones de la Izquierda de Zimmerwald, defendiendo que «como todos los trabajadores, deseamos que el final de la guerra sea el resultado del levantamiento del proletariado de los países en guerra» (10) .

Octubre de 1917, faro de la Revolución Proletaria.

El estallido de la Revolución en Rusia suscita un entusiasmo enorme. El movimiento revolucionario de la clase obrera y la insurrección victoriosa de Octubre de 1917 impulsan a las corrientes proletarias en el seno del anarquismo a situarse en su verdadero lugar. La aportación más fructífera de los anarquistas al proceso revolucionario se concretizó en su colaboración con los bolcheviques. La proximidad política y la convergencia de puntos de vista de los medios anarquistas internacionalistas con el comunismo y los bolcheviques se reforzaron más aún a escala internacional.

Así, por ejemplo, en la CNT, Octubre de 1917 se percibe como una verdadera victoria para el proletariado. La publicación Tierra y Libertad considera que «las ideas anarquistas han triunfado»(11) , y que el régimen bolchevique «está guiado por el espíritu anarquista y el maximalismo»(12) . Por su parte Solidaridad Obrera señala que «los rusos nos muestran el camino a seguir». El Manifiesto de la CNT proclama: «miremos a Rusia, miremos a Alemania, imitemos a esos campeones de la Revolución proletaria».

En cuanto a los militantes anarquistas húngaros, Octubre de 1917 determinó que su acción contra la guerra se orientara cada vez más nítidamente hacia la revolución. Por ello, y con objeto de apoyar el movimiento obrero que se encontraba en plena ebullición, se fundó en Octubre de 1918, y a partir del Círculo Galileo, la llamada Unión Socialista Revolucionaria, que en su gran mayoría estaba compuesta por libertarios, pero donde se agrupaban corrientes que se reivindicaban tanto del marxismo como del anarquismo.

En ese momento cabe señalar como ejemplo de la contribución a la revolución por parte de una parte del medio anarquista, la más comprometida con la causa del proletariado, la trayectoria de Tibor Szamuely, que se declaró anarquista durante toda su vida. Fue movilizado para combatir en el frente ruso, donde cayó prisionero en 1915. Tras Febrero de 1917 tomó contacto con los bolcheviques, y contribuyó a la organización de  un grupo comunista de prisioneros proletarios. Posteriormente se destacó por su participación en los combates que, durante el verano de 1918, tuvieron lugar en los Urales entre el Ejército Rojo y los Blancos. Cuando, en Hungría, se gestó una situación prerrevolucionaria, decidió regresar en Noviembre de 1918, para llamar con todas sus fuerzas a la creación de un partido comunista que fuera capaz de dar una dirección a las acciones de masas, y en el que pudieran agruparse todos los elementos revolucionarios. El reconocimiento de las imperiosas necesidades de la lucha de clases y de la revolución, llevó a muchos militantes anarquistas a superar su aversión por cualquier tipo de organización política, y sus prejuicios en contra de que el proletariado ejerza el poder político. Finalmente, a últimos de Noviembre de 1918, tuvo lugar la constitución del Partido Comunista, en el que participaron anarquistas tales como O. Korvin, o K. Krausz que editaba el diario anarquista Tarsadalmi Forrdalom. Este Congreso adoptó un programa en el que se defendía la validez de la dictadura del proletariado.

Este PC de Hungría «se dedicará, desde sus orígenes, a poner en práctica el poder de los Consejos Obreros» (13) . En el movimiento revolucionario que finalmente se desencadenó en Marzo de 1919, Szamuely asumió numerosas responsabilidades en las que destaca el Comisariado de Asuntos Militares que organizaba la lucha contra las  actividades contrarrevolucionarias. Muchos anarquistas, entre los que abundaban quienes habían participado en los motines de la flota en Cattaro en febrero de 1918, formaron, bajo la dirección de Cserny, las tropas de choque del Ejército rojo, que se destacaron especialmente en la defensa de Budapest que hizo fracasar la intentona franco-serbia de arrasar esa capital, así como en el apoyo a la efímera República de los Consejos que se declaró en Eslovaquia en mayo de 1919. A estas resueltas tropas se les conocía, dada su inquebrantable fidelidad a la revolución proletaria, como «los muchachos de Lenin».

En Rusia, durante la ofensiva blanca contra Petrogrado (octubre de 1919), también se puso de manifiesto la lealtad de los anarquistas a la revolución, cuando a pesar de sus muchos desacuerdos con los bolcheviques, declararon que: «La Federación Anarquista de Petrogrado, a pesar del escaso número de sus militantes por haber dado lo mejor de sus fuerzas en muchos frentes y al Partido Comunista bolchevique, se mantiene, en estos momentos de gravedad (...) enteramente del lado del Partido.» (14)

La puesta en cuestión de los dogmas anarquistas

La experiencia primero de la guerra mundial, y luego de la revolución, impuso a todos los revolucionarios un completo re-examen de las ideas y de los modos de actuación que mantenían antes de la guerra. Pero esta necesidad de adaptación no se planteaba en los mismos términos para todos. Ante la guerra, el ala izquierda de la Socialdemocracia, los comunistas (liderados por los bolcheviques y los espartaquistas), mantuvieron intransigentemente el internacionalismo. También pudieron - al comprender que el derrocamiento del sistema capitalista por parte del proletariado constituía la única vía para erradicar la barbarie guerrera de la faz de la tierra, y que eso ya era históricamente posible - jugar un papel decisivo estimulando y encarnando la voluntad de las masas obreras. Supieron pues asumir lo que correspondía hacer en aquel momento, situándose, esencialmente, en continuidad con su programa y analizando que dicha guerra inauguraba la fase de decadencia del capitalismo, y que, por tanto, el objetivo final del movimiento proletario, el comunismo, es decir el "programa máximo" de la social-democracia, constituía ya el objetivo inmediato por el que luchar.

No puede decirse lo mismo de los anarquistas, que no viendo más que "pueblos", debieron primeramente establecer su rechazo a la guerra y su internacionalismo, sobre unas bases diferentes a la retórica idealista del anarquismo y adoptar las posiciones de clase del proletariado para poder mantenerse fieles a la causa de la revolución social. Fue, precisamente, su apertura frente a las posiciones desarrolladas por los comunistas (sobre todo a través de los debates comunes que tuvieron lugar en las conferencias internacionales contra la guerra), lo que les permitió fortalecer su combate contra el capitalismo, superando, sobre todo, el peso del apoliticismo y del rechazo de toda lucha política, tan característicos de las concepciones inspiradas en el anarquismo. Así, por ejemplo, en el seno de la CNT, el libro de Lenin, "El Estado y la Revolución", fue recibido con mucho interés, y tras leerlo con toda atención se concluyó que ese folleto «establecía un punto de integración entre el marxismo y el anarquismo».

Deshaciéndose de los fardos del desprecio por la política o del antiautoritarismo, y basándose en su capacidad de aprender de la práctica de la clase obrera misma en su oposición a la guerra y en el proceso revolucionario en Rusia y Alemania, pudieron adoptar finalmente una actitud internacionalista consecuente. Así, en su Congreso de 1919, la CNT expresó su respaldo a la revolución rusa y reconoció la necesidad de la dictadura del proletariado. Subrayó, además, la identidad existente entre los principios y los ideales defendidos por la CNT, y los que encarnaba dicha revolución. Llegó incluso a plantearse y debatir sobre la adhesión a la Internacional Comunista. Por otro lado, el anarquista alemán E. Mühsam, tras haber participado en la República de los Consejos de Munich (en 1919), concluía que: «las tesis teóricas y prácticas de Lenin sobre la realización de la revolución y de las tareas comunistas del proletariado, dieron a nuestra acción una nueva base (...) Ya no hay obstáculos insuperables para una unificación de todo el proletariado revolucionario. Es verdad que los anarquistas comunistas han debido ceder sobre el punto más importante de desacuerdo entre las dos principales tendencias del socialismo: han debido reconocer la actitud negativa de Bakunin sobre la cuestión de la dictadura del proletariado, y hacer, en cambio, suyas, las tesis de Marx. La unidad del proletariado revolucionario es necesaria y no admite más demora. La única organización capaz de llevarla a cabo es el Partido Comunista alemán.» (15)

En el seno del medio anarquista existen, efectivamente, elementos sinceramente comprometidos con la revolución social y que, sin lugar a dudas, se muestran dispuestos a sumarse al combate de la clase obrera. La experiencia histórica deja claro que cada vez que han sido capaces de adoptar posiciones revolucionarias válidas, ha sido partiendo de las posiciones proletarias nacidas de la experiencia del movimiento real de la clase obrera, y acercándose a los comunistas para, precisamente, poder fructificarlas y hacerlas vivir en la práctica.

Scott.


 

[1] Carta de Koprotkin a Jean Grave, del 2 de Septiembre de 1914.

[2] Manifiesto de los Dieciséis (llamado así por ser ese el número de quienes lo firmaron) del 28 de Febrero de 1916

[3] La Batalla Sindicalista, órgano de la CGT, de Agosto de 1914.

[4] Carta a J. Grave.

[5] D. Guérin, El Anarquismo, publicado en francés en Idées Gallimard, p. 80. Hay edición en español en ED. Proyección, 1968, Buenos Aires

(6) La Internacional Anarquista y la guerra, febrero de 1915

(7) Véase nuestros artículos La CNT ante la guerra y la revolución (1914 - 1919) en nuestra Revista Internacional nº 129,  (/revista-internacional/200705/1903/historia-del-movimiento-obrero-la-cnt-ante-la-guerra-y-la-revoluci [10] ) y en general toda la serie que hemos dedicado a la historia de la CNT desde la Revista Internacional nº 128 a la 133.

(8) Ver El anarcosindicalismo frente a un cambio de época: la CGT francesa hasta 1914 en Revista Internacional nº 120. ( /revista-internacional/200510/203/historia-del-movimiento-obrero-el-anarcosindicalismo-frente-al-camb [11])

(9) Ver sobre todo "La Conferencia de Zimmerwald en Septiembre de 1915: el combate de los revolucionarios contra la guerra [12]", en francés en Revolution Internationale -órgano de la CCI en Francia - nº 361, octubre de 2005.

(10) Artículo "Sobre la paz, dos criterios", aparecido en Solidaridad Obrera en junio de 1917.

(11)  del 7 de Noviembre de 1917.

(12)  del 21 de Noviembre de 1917.

(13) R Bardy. 1919, la Commune de Budapest, en francés Ed. La Tête de Feuilles, 1972, p. 60.

(14) Víctor Serge, L'an I de la révolution russe, Ed la Découverte, p. 509. Hay edición en español en ED Siglo XXI, Madrid, 1972.

(15)  Carta de E. Mühsam a la Internacional Comunista, en septiembre de 1919 publicada en Bulletin Communiste nº 22, de julio de 1920.

Corrientes políticas y referencias: 

  • Anarquismo "Oficial" [13]

Cuestiones teóricas: 

  • Internacionalismo [14]

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Enlaces
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