Sarkozy y sus amigos ricachones tienen la desfachatez de decirnos que hay que aceptar la reducción, cuando no la pura y simple liquidación, de los regimenes especiales de jubilación, en nombre de la «igualdad social»
Los <ferroviarios, los empleados del Metro, los trabajadores del gas o la luz, etc no están luchando por «sus privilegios». En sus asambleas generales lo han dejado bien claro: ¡ 37 años y medio PARA TODOS!.
Saben muy bien que ceder ante este ataque significa que mañana el Estado nos pedirá 41 ó 42 años de cotización para tener derecho a cobrar la pensión integra, y que retrasará le edad de jubilación a los 65 años (como pronto ocurrirá en Italia) o incluso a los 67 como ya pasa en Alemania o Dinamarca.
Este verano el Gobierno ha adoptado una ley, a la chita callando y con la complicidad de la UNEF y del Partido Socialista, que prepara una Universidad a dos bandas: una «las facultades de la excelencia» reservada a los estudiantes más ricos y otra «las facultades basura» para la mayoría de la juventud, para los hijos de los barrios más desfavorecidos, dejando clara su condición de futuros parados y trabajadores precarios.
El Gobierno también prepara su regalo para los funcionarios: eliminación de 300.000 empleos de aquí al 2012. Para los maestros la realidad diaria es: aulas masificadas; para los funcionarios: cada vez más cargas de trabajo y horas suplementarias no pagadas.
Más de lo mismo vemos en la empresa privada: montones de despidos y cierres de empresas, al tiempo que el Gobierno Sarkozy se prepara para imponer una reforma del Código Laboral que, bajo la consigna de la «flexibilidad», supone que nos podrán echar a la calle de un día para otro más fácilmente aún que ahora.
A partir del 1 de Enero del 2008 tendremos que pagar más por las medicinas que cubre el sistema de salud, gasto que se añade a las crecientes tasas hospitalarias (instituidas por el ex ministro del PCF, Ralite), y otras lindezas como la franquicia de 90 euros por actos médicos, etc
Sarkozy tiene el santo morro de decirnos que «trabajemos más para ganar más», cuando sabemos que lo que quieren es que trabajemos más ganando menos. El poder adquisitivo está cayendo en picado mientras que los precios de los alimentos de primera necesidad están por las nubes: leche y derivados lácteos, pan, patatas, frutas y verduras, legumbres, y no digamos de la carne o el pescado. Y si a eso le sumamos el precio de la vivienda nos da como resultado que cada vez un mayor numero de proletarios viven en sitios más precarios e insalubres.
Cada vez una mayor cantidad de proletarios, incluso con trabajo, son arrastrados a la miseria: sin posibilidad de alimentarse correctamente, sin techo, sin acceso a una higiene y salud dignas. Y esto no se ha acabado. Preparan ataques aún peores porque cada burguesía nacional -en este caso la francesa- tiene que hacer frente a la concurrencia de sus rivales: ¡Hay que ser competitivos! para resistir la feroz concurrencia por el mercado mundial que exacerba la agravación de la crisis del capitalismo. Y la única forma de «ser competitivos» es atacar a fondo las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera.
El hartazgo y la cólera que hoy vemos en las calles y en las empresas solo puede ampliarse por doquier porque todos los trabajadores se ven obligados a responder frente a los mismos ataques.
La clase obrera desde 2003 está mostrando su combatividad (que la burguesía consideraba «algo superado»): contra los recortes en las pensiones en Francia o Austria en 2003; contra la reforma del sistema sanitario, contra los despidos en el sector naval gallego en España en 2006 o en el automóvil andaluz la pasada primavera. Hoy nuestros hermanos de clase alemanes luchan por sus salarios. En todas las luchas, desde Chile a Perú hace pocos meses, desde Egipto hasta los trabajadores emigrantes de la construcción de Dubai aún mas recientemente, ... late y emerge un profundo sentimiento de solidaridad de clase que empuja hacia la extensión de la lucha contra una misma sobreexplotación. Esa misma solidaridad de clase que se expresó en la lucha de los estudiantes franceses contra el CPE la primavera del 2006, está en el centro de la situación actual. Y eso inquieta a la burguesía.
La burguesía francesa ha elegido, por razones puramente estratégicas, atacar primero los regímenes especiales de jubilación ligados a sectores particulares como los transportes públicos (ferrocarriles, metro) o el sector energético (electricidad, gas) de los que no va a sacar grandes ahorros. Su elección no ha sido tanto por razones económicas sino para tratar de dividir a la clase obrera.
La izquierda y los sindicatos están de acuerdo con el gobierno en las cuestiones de fondo, es más, han sido los primeros en decir que había que "reformar" las pensiones y los regimenes especiales de jubilación. Sin ir más lejos el antiguo primer ministro socialista, Rocard, redacto el «Libro Blanco de las pensiones», allá por los años 80, que ha sido el armazón sobre el que se han sustentado los sucesivos ataques a las pensiones, tanto de la izquierda como de la derecha. Las actuales criticas de la izquierda y los sindicatos son solo de forma: que si no se han hecho «democráticamente», que si falta «concertación», ... Pero actualmente el papel estelar en cuanto al encuadramiento de la clase obrera le corresponde a los sindicatos, y son maestros en repartirse la faena con el gobierno para sabotear mejor la respuesta obrera. La burguesía necesita aislar a los obreros del sector de los transportes públicos, cortar su relación con el conjunto de la clase obrera.
Desde un principio la clase dominante ha movilizado a sus voceros y plumíferos de los medios de comunicación para desacreditar la huelga y propagar la falacia de que el resto de los trabajadores serían rehenes de una minoría de egoístas privilegiados que se aprovechan de que es en las empresas de transporte público donde se da esos regimenes especiales de pensiones. Para amplificar esa campaña y oponer «usuarios» contra «huelguistas» escriben ríos de tinta sobre lo impopular que sería una huelga larga del transporte público, especialmente de los ferrocarriles (que fue el sector más combativo durante la huelga del invierno de 1986/87, así como en 1995).
Cada uno de los sindicatos ha jugado su papel para dividir y aislar las luchas:
Todo ese tiempo ha servido a los sindicatos para imponer, a la chita callando, la vuelta al trabajo tanto por parte de los trabajadores de la electricidad como los del gas. Así, el miércoles 21, justo tras la manifestación de la víspera, las seis federaciones sindicales se aprestan a negociar con el Gobierno la «suerte» de los trabajadores del ferrocarril en torno a una «plataforma de reivindicaciones» especificas.
Pese al intento del Gobierno para quebrar la resistencia de los obreros, pese a la multiplicación de las amenazas gubernamentales para forzar la vuelta al trabajo, pese a la complicidad y a la labor de zapa y sabotaje de la lucha por los sindicatos, se mantiene la cólera y la combatividad obrera, pero además persiste la voluntad de unificar los diversos fuegos de lucha que emergen. Así por ejemplo el 17 de Noviembre, en Rouen, los estudiantes de la facultad de Mont-Saint_Aignan fueron a buscar a los ferroviarios en huelga, comieron con ellos y participaron en su asamblea general, y también forzaron la imposición de un «peaje gratuito» en la autopista para explicar las razones de su lucha y pedir la solidaridad. Así, poco a poco, puede germinar la idea de la necesidad de un combate masivo y unido de toda la clase obrera para poder hacer frente a los incesantes ataques del gobierno. Por eso es imprescindible que los trabajadores saquemos las lecciones del sabotaje sindical. Para luchar eficazmente, para oponer una respuesta unida y solidaria que busque extender la lucha, solo contamos con nuestras propias fuerzas como clase. No hay otra elección: tomemos la lucha en nuestras propias manos, zafémonos de todas las trampas y maniobras de división y sabotaje de los sindicatos.
El futuro es, más que nunca, el desarrollo de los combates de clase.
Wim (18 novembre)