"Así es como los resultados son contestados en las repúblicas bananeras". Esta declaración, hecha después de la intrusión en el Capitolio de varios cientos de partidarios de Donald Trump que vinieron a interrumpir la certificación de la victoria de Joe Biden el 5 de enero, no viene de alguien visceralmente hostil a USA, o de un "izquierdista" americano. Nada de esto: su autor es el expresidente George W. Bush, que también es miembro del mismo partido que Trump

"No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia", como dijo Marx. Hoy en día, la realidad del "ser" de la mayoría de la gente en todo el mundo se está deteriorando de una manera peligrosa y desconcertante: guerras, dificultades económicas, degradación del medio ambiente, migraciones forzadas y este año, además, un nuevo virus. Estas condiciones materiales de creciente caos y confusión - además de la aparente ausencia de una alternativa creíble – es la materia prima que alimenta la proliferación de "teorías de conspiración".

El asesinato policial en Estados Unidos y las movilizaciones antirracistas en protesta (ver nuestra denuncia en https://es.internationalism.org/content/4579/movilizaciones-antirracista... ) nos mueven a analizar desde un punto de vista histórico el papel de la esclavitud y del racismo como herramientas del Capital para dividir a los obreros y enturbiar su conciencia. Estados Unidos que presume de ser "el país más democrático del mundo" pasó de una esclavitud atroz a un sistema de segregación racial y actualmente a la barbarie policial. El proletariado tiene que comprender las raíces históricas de esos medios de discriminación, barbarie y división.