Imperialismo

El proletariado ante la guerra

La guerra del Golfo ha venido a recordar, y con qué brutalidad, que el capitalismo es la guerra. La responsabilidad histórica de la clase obrera mundial, única fuerza capaz de oponerse al capital, ha aparecido con mayor relieve todavía. Para asumir esa responsabilidad, sin embargo, la clase revolucionaria debe reapropiarse su propia experiencia teórica y práctica de lucha contra el capital y la guerra. En esta experiencia volverá a encontrar la confianza en su capacidad revolucionaria, volverá a encontrar los medios para llevar a cabo su combate.

La política extranjera de los Estados Unidos tras la 2ª Guerra Mundial

Ha cambiado mucho el mundo desde que desapareció la división en dos polos que caracterizó la Guerra Fría durante 45 años. No ha aparecido nunca, claro está, la pretendida era de paz, de prosperidady de democracia que nos prometió la burguesía tras el hundimientodel bloque del Este, en 1989. Muy al contrario, la descomposiciónde la sociedad capitalista, consecuencia del bloqueo de la relaciónde fuerzas entre burguesía y proletariado, tras dos decenios de crisis económica abierta que acabó provocando el hundimiento del estalinismo, se ha agravado implacablemente, arrastrando a la humanidada una espiral infernal de hundimiento en el caos, la violenciay la destrucción, hacia un porvenir de barbarie cada vez más inminente. En el momento de escribir este artículo, el presidente George W. Bush acaba de anunciar que Estados Unidos estaba dispuesto a invadir Irak, aun cuando no estén apoyados internacionalmente, esté o node acuerdo el Consejo de Seguridad. Es palpable la brecha abiertaentre Washington y las capitales de los principales paises europeos, como también con China, sobre la cuestión de la guerra en Irak.En ese contexto, resulta necesario examinar las raices de la política imperialista norteamericana desde finales de la Segunda Guerra mundial para entender la situación actual.

América Latina: Desde el siglo XIX, patio trasero del imperialismo norteamericano

La guerra de independencia de los EUA, que culminara en las últimas décadas del siglo XVIII, indudablemente ayudó a la cohesión de la nueva clase burguesa norteamericana, a la definición del Estado nación, y por tanto, a la aceleración del paso en el desarrollo capitalista. Es la consolidación del modo capitalista de producción, y con ello la necesidad de la extensión del mercado, lo que conlleva a que la burguesía norteamericana perciba como enemigos a vencer (tanto en el terreno económico, como en el político-militar) a las potencias colonialistas europeas, presentes como fuerzas dominantes, en ese entonces, en el continente Americano. Es en este contexto de la dinámica capitalista que EUA plantea la doctrina Monroe (1823), con la que prepara el argumento diplomático para respaldar a los procesos de independencia de los Estados latinoamericanos, pero en los hechos, será una amenaza a los viejos colonizadores, en tanto que, con la declaración: “América para los americanos”, la burguesía norteamericana define al continente americano como territorio de su dominio, marcando desde entonces a América Latina (AL) como su “patio trasero”.

Acerca del imperialismo

La proliferación de luchas de liberación nacional por todo el planeta, el creciente número de guerras locales entre Estados capitalistas, la carrera acelerada de preparativos de ambos bloques imperialistas para un postrer enfrentamiento, todos esos fenómenos que expresan la irreversible descomposición de la economía mundial capitalista hacen que sea cada día más importante para los revolucionarios, el explicar claramente lo que es el imperialismo. Los marxistas han afirmado que vivimos, desde hace 70 años, en la época de decadencia imperialista  y han procurado sacar todas las consecuencias de ese hecho para la lucha de clases.

Última hora: la “revolución serbia” - Una victoria de la burguesía, no de la clase obrera

Cuando íbamos a cerrar este número, la situación ha conocido una nueva conmoción en Yugoslavia. Queremos aquí expresar inmediatamente nuestra postura. Lo exige nuestra responsabilidad como organización revolucionaria del proletariado que somos, por muy breve que haya de ser nuestra toma de posición. Seguros podrán estar nuestros lectores de que muy rápidamente hemos de exponer nuestros análisis y nuestra intervención en general sobre esta cuestión, en particular en nuestras publicaciones territoriales.

El poder aislado y debilitado de los Estados Unidos

Desde el colapso del bloque ruso a finales de los 80, y la resultante dispersión de la alianza occidental, los EUA han permanecido como la superpotencia mundial que ha sido permanentemente forzado a tomar la iniciativa a nivel militar, en la que goza de una superioridad aplastante sobre sus rivales, con el objeto de defender su liderazgo global ante el desafío creciente de Francia, Alemania, Rusia y China. Desde la primera guerra del Golfo, la mayor parte de los conflictos han sido el resultado de la política preventiva de los EUA, anticipándose al surgimiento de un nuevo bloque imperialista. Pero los EUA tienen una gran contradicción: cada nueva ofensiva, pone un freno momentáneo al desafío a su liderazgo, pero al mismo tiempo crea la condición para que los desafíos vayan más allá, dado que alimenta sentimientos de frustración y un anti-americanismo.

Oriente Próximo : sólo el proletariado mundial podrá acabar con la barbarie capitalista

NO SE HABÍAN terminado todavía las operaciones militares en Afganistán cuando ya se estaba desencadenando otra matanza en Oriente Próximo. Y en pleno degolladero tanto en Cisjordania como en Jerusalén, se está preparando ya una nueva intervención contra Iraq. Irremediablemente el mundo capitalista se hunde en el caos y en la barbarie bélica. Y cada nuevo baño de sangre pone más todavía al desnudo la locura asesina que genera este sistema. Oriente Próximo se ha vuelto a precipitar en la guerra. El conflicto palestino-israelí, cuyos orígenes hay que ir a buscar en el reparto imperialista de la región en 1916 entre Gran Bretaña y Francia, ha estado ya marcado por cuatro guerras "declaradas" en 1956, 1967, 1973 y 1982. Pero desde que empezó la segunda Intifada en septiembre de 2000, el conflicto ha alcanzado una dimensión nunca vista en violencia y matanzas a destajo. Ante la presión de los hechos, los difíciles acuerdos de Oslo y los años de negociación para instaurar un proceso de paz se han hecho añicos. Este conflicto se inscribe claramente en una espiral sin fin de locura asesina marcada por un desencadenamiento de caos y de barbarie.

Crisis, guerras y lucha de clase

LA Corriente comunista internacional ha celebrado recientemente su XIVº Congreso. Publicamos en este mismo número un articulo sobre las tareas y lo que debía zanjarse en este congreso. En él se adoptó una Resolución sobre la Situación internacional publicada aquí. La finalidad de esa Resolución no es pronunciarse sobre los acontecimientos inmediatos de la situación, sino dar el marco más general y profundo posible para entenderlos. Además, ese documento se redactó hace más de dos meses por lo que no están incluidos en él los acontecimientos más recientes. Sin embargo, como habremos de ver, esos acontecimientos han venido a ilustrar de manera patente el análisis que se hace en la Resolución. Ésta, además, está completada e ilustrada por extractos del Informe sobre la Crisis económica presentado en el Congreso (1). La Resolución sobre la Situación internacional del XIVº Congreso de la CCI consta de tres partes: la situación económica del capitalismo, los conflictos imperialistas y el estado de la lucha de clases. En la parte titulada "La lenta agonía de la economía capitalista", la resolución señala que: "El 'boom' [de la economía estadounidense durante los años 90] ya es algo del pasado, hablándose cada día más de una caída de Estados Unidos en la recesión. Ya no solo tienen dificultades las 'punto.com', sino también amplios sectores de la producción. A pesar de esas señales alarmantes, la burguesía sigue hablando de 'booms' especiales en Gran Bretaña, en Francia, en Irlanda, en España…pero sólo es para tranquilizarse a sí misma. Al depender estrechamente de Estados Unidos los demás países industriales, el final evidente de los 'diez años de crecimiento de Estados Unidos' tendrá obligatoriamente serias repercusiones por todo el mundo industrializado." Esa previsión no ha tardado en verificarse, pues estamos asistiendo últimamente a una serie de "profits warnings" (o sea, bajas de ganancias en comparación con lo previsto) en gran cantidad de empresas entre las más punteras, especialmente las de la "nueva" economía, lo cual ha llevado a una caída continua de los índices bursátiles (que han perdido casi 30% en un año). Gigantes como Philips o Nokia, líder mundial de teléfonos móviles, anuncian o el abandono de la fabricación de ese producto o reducciones drásticas de su fabricación, todo ello acompañado de despidos a mansalva. Incluso una empresa como Alcatel, gigante francés de telecomunicaciones, anuncia que iba a deshacerse ¡de más de cien de sus ciento veinte fábricas! Al mismo tiempo, las previsiones para el crecimiento del PIB de 2001 son regularmente revisadas hacia abajo en la mayoría de los países europeos (cerca de un punto desde principios de año, o sea que el crecimiento será 30% más débil de lo que estaba previsto). En fin, las tasas oficiales de desempleo, que se han reducido en los últimos tiempos están volviendo a incrementarse por todas partes (en Alemania desde hace varios meses así como en Francia, uno de los países alabados por sus "resultados" económicos). En su parte "Caída hacia la barbarie", la resolución indica que: "La dislocación de los antiguos bloques, en su estructura y su disciplina dio rienda suelta a las rivalidades entre naciones a unos niveles desconocidos, resultado de un combate cada día más caótico, cada uno para sí, un combate que involucra desde las grandes potencias mundiales hasta los más cutres caudillos de guerras locales. Esto ha cobrado la forma de un incremento constante de guerras locales y regionales, en torno a las cuales las grandes potencias procuran adelantar sus peones en propia ventaja. (…) A lo largo de esta década, la supremacía militar de Estados Unidos se ha visto incapaz de poner coto a la aceleración centrífuga de las rivalidades interimperialistas. En lugar de un nuevo orden mundial dirigido por Estados Unidos, que en sus tiempos prometiera su padre, el ahora nuevo Bush está confrontado a un desorden militar creciente, a una proliferación de guerras por todo el planeta". Entre los ejemplos de esta situación, la Resolución cita la agravación del conflicto en Oriente Medio, el nuevo despegue de la guerra en los Balcanes, en Macedonia ahora. Desde que se redactó la Resolución, las cosas han ido de mal en peor. Cada día aporta su lista de muertos en Israel y Palestina, sin que nada puedan hacer los esfuerzos diplomáticos a repetición del "padrino" americano. Entre "tregua" que nadie respeta y "alto el fuego" violado nada más firmarlo, nada parece poner fin a la demencia bélica en esta parte del mundo. Y para todos está claro que aunque hubiera algún que otro receso, nunca desembocaría en paz verdadera, una paz que se proponía el "proceso de Oslo" nada menos que a principios de los años 90. En cuanto a los Balcanes, cabe hacer una mención especial a lo que acaba de ocurrir, el 28 de junio, con la entrega de Milosevic al Tribunal penal internacional de La Haya por parte del Gobierno de Belgrado, inmediatamente seguida por el desbloqueo de más de mil millones de dólares por los países "donantes" para la reconstrucción de Serbia. Tenemos ahí patente un buen ejemplo de la hipocresía que puede desplegar la burguesía. Milosevic fue, a principios de los 90, el amiguete de los americanos y de algunos otros países europeos, como Francia y Gran Bretaña, que querían refrenar las ambiciones alemanas en los Balcanes por medio sobre todo de Croacia. Después, los norteamericanos cambiaron de chaqueta aportando su apoyo a los bosnios, mientras que aquellos dos países europeos seguían apoyando a Milosevic. Los EE.UU. necesitaron llegar a la prueba de fuerza de la conferencia de Rambouillet a principios de 1999, que hizo inevitable la guerra entre la OTAN y Serbia, para forzarlos a alinearse con la potencia norteamericana durante los "bombardeos humanitarios" sobre Serbia y Kosovo de la primavera de ese año. Esta guerra, que pretendidamente era para "proteger" a la población albanesa de Kosovo lo que hizo fue aumentar las matanzas antes de que los supervivientes pudieran volver a una región transformada en montón de ruinas. La potencia estadounidense necesitaba un "happy end", el castigo del "malo" para justificar la barbarie guerrera que ella misma había desencadenado. Y así se ha hecho: el "bueno" de antes transformado en "malo" por necesidades del guión, está ahora en manos del sherif. El conflicto en Macedonia, por su parte, no ha cesado de agravarse. Una buena parte del norte del país está ya en manos de la guerrilla proalbanesa del UCK. Y es ésta una nueva ocasión para las grandes potencias de hacer surgir sus rivalidades, por mucho que todas parezcan estar de acuerdo en que el UCK llegue a sus fines: ante el anuncio de EE.UU. de mandar tropas de la OTAN para calmar los ánimos, la diplomacia europea contesta nombrando a un "Especial Macedonia" en la persona de F. Leotard, antiguo ministro francés de Defensa. El que Solana haya escogido a un político del país tradicionalmente más opuesto a Estados Unidos, da una idea de que en Macedonia como en otras partes, los discursos de paz y las expresiones manifiestas de "amistad" entre EE.UU. y sus ex aliados europeos, sólo sirven de tapadera para lo contrario, o sea el incremento irresistible de sus rivalidades. Esto quedó confirmado durante la visita de Bush a Europa en junio: el presidente de EE.UU. no ha logrado ni mucho menos "vender" a los europeos su proyecto de escudo antimisiles, el cual es, como lo dice la Resolución: "Una gran ofensiva por parte del imperialismo americano para convertir su ventaja tecnológica en una supremacía planetaria sin precedentes. Ese proyecto es un paso más en una carrera de armamento cada día más aberrante que va a exacerbar el antagonismo con sus rivales". Y, para terminar, la perspectiva de desarrollo de la lucha y de la conciencia de clase no ha tenido, en esos últimos tiempos, una evolución significativa. Vale sin embargo la pena subrayar, como lo hace la Resolución en la parte "La clase obrera sigue teniendo en sus manos la llave del futuro", la idea de que una de las maneras con las que valorar la amenaza potencial que sigue siendo la clase obrera para el orden burgués es "la enorme cantidad de tiempo y de energía dedicado a sus campañas ideo lógicas [de la burguesía] contra el proletariado, y entre ellas, las dedicadas a demostrar que éste sería una fuerza totalmente agotada son de las más ruidosas". En el próximo número de esta Revista escribiremos sobre un ejemplo muy significativo de esas campañas, aquellas cuyo objetivo es pervertir el significado verdadero de los movimientos sociales de los últimos años 60. Para ocultar el hecho de que esos movimientos fueron el final de la contrarrevolución, fueron el inicio de un período en el que el proletariado iba a volver a ser capaz de desempeñar un papel de actor en el escenario social; para incrustar la idea de que nuestra clase "está acabada", los medios y los políticos burgueses, como dice la Resolución, han desempolvado y sacado a la luz a los "excombatientes" de las luchas estudiantiles de entonces. Se trata para la clase dominante de hacer que se olvide que las luchas obreras de entonces tuvieron una importancia sin comparación posible con las estudiantiles. También quieren hacer creer que al haberse integrado en el sistema (como el actual ministro alemán de Exteriores) los pretendidos "revolucionarios" de entonces habrían dado la prueba de que también ellos habían comprendido que la revolución es imposible. Lo que demuestran esas campañas, aunque la gran mayoría de obreros no sea todavía hoy consciente de ello, es que los sectores más lúcidos de la burguesía sí saben que la revolución es posible. El proletariado deberá, en el período que nos espera, alcanzar la conciencia de que la revolución es posible y que el porvenir de la revolución está en sus manos.

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