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En los centros de trabajo, en los hogares, en el transporte, en la ciudad, en el campo… el tema omnipresente es el desafuero de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), jefe del Gobierno del Distrito Federal, un paso más en la pugnas internas de la burguesía para decidir qué equipo y qué personaje político van a poner a la cabeza del gobierno federal en el 2006. En esta ocasión dejamos para otra ocasión el análisis del momento actual de esas pugnas, pues es necesario alertar contra la política criminal de la burguesía que está intentando enrolar al proletariado como carne de cañón mediante una campaña mediática sin precedentes.
Ya en RM85 (mar-abr 2005) en una nota de última hora fuimos categóricos al afirmar que el desafuero era un asunto de la burguesía y no del proletariado. Después de recordar que “Esta dinámica de enfrentamiento no pudo ser contenida, por el contrario se ha agudizado, como es notoria en las disputas al interno de los partidos de la burguesía, tanto los de derecha como los de izquierda, y toda institución de gobierno no deja de ser usada como campo de batalla. No es excepcional, por ello, que a medida que se aproxima el circo electoral para la presidencia, los choques entre los grupos de la burguesía tomen mayor magnitud” (Op. Cit.); el artículo llama a los trabajadores a no dejarse embarcar en este terreno burgués, pues “la clase trabajadora ante el enfrentamiento entre fracciones de la burguesía no puede tomar partido por alguna de ellas, las diferencias que existen entre Fox y López Obrador, expresan disputas ajenas a los trabajadores, en tanto éstos no tienen ningún interés que los una con sus explotadores. Por el contrario, si la burguesía se interesa en que la clase obrera sea arrastrada a esta pelea, es porque con ello asegura un fortalecimiento del control y evita que el conjunto de los asalariados dirijan su reflexión y su descontento hacia el verdadero problema, que no es otro que el capitalismo” (Ídem). Esta debe ser la principal ancla de los trabajadores para evitar que sus explotadores logren desarraigarlo de su propio terreno de clase que no es otro que la lucha por mejores condiciones de trabajo y de vida en general: aumento salarial, oposición a los despidos, aposición a la intensificación de la explotación, y, más allá, el combate unido y centralizado a nivel internacional por la destrucción revolucionaria del capitalismo y la instauración del comunismo.
La campaña mistificadora sobre la democracia burguesa
La vertiente central del ataque a la conciencia proletaria viene dado por el mensaje de que cualquier conflicto de envergadura debe sujetarse a la jurisdicción de las instituciones de la nación: la Suprema Corte de Justicia, El Congreso Legislativo, la PGR… Los Poderes de la nación tienen independencia y por lo tanto salvaguardan efectivamente las leyes y además tienen la encomienda de actuar de manera imparcial ante todos los ciudadanos; a propósito, el “Subcomandante Marcos”, el autollamado “insurgente” no se ha cansado de decir que no importa quien sea el personaje desaforado, incluso Martha Sahagún, el pugnaría por su defensa, una posición que coincide en toda la línea con la asumida también nada más y nada menos que por EU; es decir, una defensa llana y simple de la sacrosanta ley burguesa.
Esta ideología sobre la legalidad y la democracia burguesa se encuentra tanto en las peroratas de la administración federal como en los alegatos leguleyos de la fracción capitalista que está tras AMLO, argumentando sobre la necesidad de que el conflicto se sujete a “reglas civilizadas” en el marco de la Constitución Política. Sobre todo, hay que poner una atención especial en el discurso de la izquierda e izquierdistas del capital quienes están saturando hasta la nausea con toda suerte de llamados a resistir el “despojo ilegal de la derecha”, “la defensa de la opción de los pobres”, “el rescate de la legalidad de las elecciones”, en fin, otra vez… “los valores de la democracia parlamentaria”. Es decir, simple y llanamente, la ideología y los mecanismos del funcionamiento de la sociedad burguesa. Y aquí la clase obrera no tiene nada que ganar y en cambio tiene todo que perder si se enrola en la defensa de uno u otro de los bandos en disputa y sobre todo si es engañado con el camelo de que esos valores de la burguesía también lo benefician.
El riesgo de enfrentamientos
Siempre que la burguesía entra en la ruta de los enfrentamientos internos invariablemente utiliza a la clase trabajadora como carne de cañón y no sólo como medio de presión sino también como medida preventiva pues aprovecha para mandar el mensaje de que el poder omnipotente del aparato estatal es incuestionable y que más vale adoptar una actitud sumisa y resignada ante el orden burgués. “La polarización actual encierra un peligro de enfrentamiento político ‘a favor o en contra de la opción democrática para el 2006’, una idea que los medios de difusión de la burguesía ya han logrado fijar en la mente de millones de radioescuchas, telespectadores y lectores de prensa escrita. Frente a esta estrategia triunfante hasta ahora, el proletariado requiere fundamentalmente desmarcarse de este terreno burgués recuperando las lecciones históricas similares donde ha sido arrastrado por los capitalistas a defender a uno u otro verdugo. AMLO no pertenece a la clase obrera, él es un acérrimo defensor de los intereses nacionales de la burguesía mexicana, el proletariado tiene unos intereses y un proyecto histórico diferente.” (RM 81 jul-ago 2004). La burguesía al final de cuentas tendrá que decidir qué cuadro político, de la baraja de opciones partidistas (PAN, PRI, PRD) con las que cuenta, poner a la cabeza del gobierno federal en el 2006 para que se encargue de aplicar sus planes económicos, políticos y sociales; sin embargo, mientras tanto, al mismo tiempo que gestiona sus propios conflictos internos mantiene una capacidad enorme para apuntalar la campaña mistificadora sobre las elecciones pues es uno de sus mecanismos estrella de control de la clase trabajadora pues por este medio alimenta su ilusión de que por medio del voto es posible revertir la situación de miseria y explotación cada vez más acentuada.
¿Qué alternativa?
En perspectiva, como ya lo dijimos, la burguesía está utilizando a fondo toda esta alharaca sobre la democracia, la legalidad, etc., para recalentar el ambiente político y así rescatar un poco el juego político electoral sobre todo para el recambio de gobierno federal a mediados del 2006. El proletariado debe recordar que las elecciones no lo fortalecen sino que al contrario lo desarman en el momento en que es ganado por las ilusiones de que es participando con su voto como va a mejorarse la situación desesperante que vive en el plano laboral y en general en sus niveles de vida tan precarios. Sobre todo, ahora que se le está ofreciendo la oferta de la izquierda de la burguesía, debe recordar, por ejemplo, casos como el de Hugo Chávez en Venezuela el cual siendo un ejemplar de la llamada “izquierda radical” no ha vacilado en imponer los planes anticrisis del capital nacional venezolano y ha atacado a la clase trabajadora como nunca antes; o como el caso de Lula Da Silva en Brasil, representante, por su parte, de la etiquetada “izquierda moderada” y quien ha provocado en las grandes masas de explotados una gran repulsión también por la aplicación de uno de los planes anticrisis más draconianos que se hayan conocido hasta ahora. En fin, debe reflexionar sobre la función que cumplen el conjunto de los partidos políticos de cualquier color, de derecha o de izquierda, que actúan en el circo electoral: mantener el control de las grandes masas de explotados inculcando la ideología de que el capitalismo es inmortal y que sólo a través de sus instituciones y en especial de las elecciones se puede alcanzar el “bienestar de todos los ciudadanos”.
El proletariado (obreros industriales, empleados de oficinas, trabajadores de la educación, desempleados…) no debe apoyar a ningún bando en pugna, al contrario, haciendo un pequeño esfuerzo de memoria histórica debe recordar que cuando en otros países los trabajadores han sido convocados a defender equis o ye proyecto de tal o cual personero de la burguesía, invariablemente han resultado timados: los casos más cercanos, Brasil, Venezuela, Argentina... (Ver artículo en este mismo número sobre América Latina: gobiernos de derecha o izquierda, enemigos de la clase obrera). “En este tipo de situaciones la clase obrera requiere recuperar su identidad política como una clase independiente totalmente diferente a la burguesía y a la pequeñaburguesía, con intereses y medios de lucha propios y, por supuesto, con organizaciones que representan sus intereses como clase, las organizaciones comunistas que existen actualmente en varios países, incluido México.” (RM 84 nov-dic 2004). Esta constatación es más vigente hoy dada la situación actual de la lucha de clases: ahora que se avisoran densos nubarrones producto de la recesión económica capitalista que ensombrecerán los cánticos de prosperidad capitalista, el Estado burgués, claro está, tiene que ocuparse sobremanera del flanco social para tratar de descarrilar cualquier expresión de lucha obrera genuina y, ¿qué mejor que empleándose a fondo en su campaña democrática? Por consiguiente, los trabajadores no deben apoyar a ninguna fracción burguesa del color o ideología que sea pues en cualquier caso sería un suicidio político de clase; como ya lo hemos demostrado en las publicaciones de la CCI, el proletariado tiene un proyecto político de clase propio.
RR / abril - 2005