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Desde la presentación del Manifiesto del Partido Comunista por Marx y Engels, (1848) queda definido el carácter internacionalista de la organización proletaria, como la CCI lo señala en su Plataforma Política: “La naturaleza necesariamente mundial y centralizada de la revolución proletaria confiere al partido de la clase obrera ese mismo carácter mundial y centralizado por lo que las fracciones o grupos que trabajan en su construcción tienden necesariamente hacia una centralización mundial.” En la tendencia hacia esta centralización a nivel planetario, la Internacional Comunista (IC ó III Internacional) representa el punto más alto alcanzado por el proletariado y, por tanto, los aciertos así como los errores de su corto periodo de vida son experiencias invaluables, en el avance de la clase hacia el logro de su objetivo histórico, que hoy merecen ser recordadas.
El contexto de la formación de la IC es la oleada revolucionaria internacional de 1917-1923 que se alzó en respuesta a la guerra de 1914-18. De esta manera, la IC fue un producto directo de las nuevas necesidades del movimiento obrero y sus posiciones programáticas al momento de su fundación eran reflejo de la vanguardia política de ese periodo. Sin embargo, el primer congreso de la IC surge poco después de que estas movilizaciones habían alcanzado su punto culminante e iniciaban su declive, marcado por la derrota de la revolución en Alemania en enero de 1919. De esta manera, en retrospectiva, podernos darnos cuenta que el surgimiento de la IC fue tardío lo que se tradujo en una debilidad vital para los intentos revolucionarios que amenazaban con destruir al capitalismo en ese entonces y que no lograron extenderse a nivel mundial dando lugar así al negro periodo de la contrarrevolución estalinista.
La ruptura con la IIª Internacional
Cuando estalló la primera Guerra Mundial la mayoría de los socialdemócratas de la II Internacional en lugar de oponerse a la carnicería, apoyaron a sus burguesías con la consigna de la “defensa nacional” mostrando el oportunismo y chovinismo esparcido en sus filas y que marcó su traición al proletariado quedando éste sin una dirección política consolidada en ese momento crucial. Sin embargo, una minoría revolucionaria había constituido un ala de izquierda en el seno de la Internacional en proceso de degeneración, que decreta la muerte de la II Internacional y llama a la formación de la IIIª. El Partido Bolchevique formaba parte de la izquierda revolucionaria constituyendo una auténtica vanguardia para el proletariado mundial. Como a lo largo del movimiento obrero, en éste momento particular se constata la importancia fundamental de las minorías en el siempre difícil combate para salvar a la organización de las garras del oportunismo e impedirle hundirse en la degeneración o, peor aún, traicionar, y en estos casos, en su arduo trabajo por dar vida a una nueva organización y permitir así la continuidad del movimiento.
La primera tentativa de reconstitución de la nueva Internacional fue en 1915 en Suiza donde se difundió una resolución del grupo Izquierda de Zimmerwald que además del rechazo a la guerra planteaba la necesidad de denunciar su carácter imperialista y llamaba a la solidaridad internacional y a la transformación de las huelgas económicas en huelgas políticas hacia la guerra civil. En 1916 la segunda conferencia en Kienthal ya pone en primer plano las consignas por la lucha revolucionaria contra la guerra y por la construcción de la nueva Internacional. Octubre de 1917 ponía en evidencia que la Revolución Rusa era el comienzo de la revolución mundial y con ello la imperiosa necesidad de contar con una organización sólida para dirigirla. Aunque el auge de la revolución aporta su impulso al trabajo de organización de la IC, éste ya estaba en retraso.
Es hasta enero de 1919 que varios partidos comunistas llaman al Primer Congreso de la nueva Internacional. A pesar del bloqueo casi total al que ya se veía sometida Rusia y las dificultades del proletariado del Oeste, la revolución concentra todas sus esperanzas en la única salida posible, la unión internacional de las fuerzas revolucionarias bajo un programa que fijara claramente los objetivos de clase en la Plataforma (1919) que asume: “Las condiciones indispensables para la lucha son: la ruptura no solamente con los sirvientes del capital y los verdugos de la revolución comunista –el ala derecha de la socialdemocracia– sino también con el “centro” (el grupo de Kautsky) que abandonó al proletariado en el momento critico para reunirse al enemigo de clase”.
Así mismo en su primer Manifiesto (1919) expone la forma en que los revolucionarios avanzando, asumiendo y sintetizando las experiencias de las luchas proletarias: “Bajo la bandera de los consejos obreros, de la lucha revolucionaria por el poder y la dictadura del proletariado, bajo la bandera de la Tercera Internacional, obreros del mundo entero uníos”.
Las adquisiciones de la IC
La IC partió, desde su fundación en marzo de 1919, de una comprensión de la nueva etapa del capitalismo y de las nuevas condiciones y necesidades que se desprendían de este hecho. El capitalismo iniciaba la era de su decadencia, periodo en el que se aferra a la vida a través del capitalismo de Estado. Así, su Plataforma se centra en las cuestiones capitales de la revolución proletaria: la conquista del poder político, retomando las lecciones de la revolución de Octubre -la necesidad de una completa destrucción del Estado burgués, sustituyéndolo por la dictadura del proletariado organizado en consejos obreros y la expropiación de la burguesía con la transformación económica de la sociedad. Las medidas económicas en la Plataforma constituyen, un punto de partida adecuado cuyas debilidades hubieran podido ser superadas en el caso de un desarrollo victorioso de la revolución mundial. La Plataforma expresaba confusiones sobre aspectos que se estaban saldando con el cambio de periodo histórico como eran la cuestión nacional, el parlamentarismo y el sindicalismo. Sin embargo, la IC muestra una preocupación por expresar los nuevos métodos de lucha obrera adecuados a la nueva situación, y esto es una clara demostración de que fue el resultado del momento culminante de la oleada revolucionaria mundial y de los enormes pasos adelante que había dado el proletariado, lo que continúa siendo una referencia esencial para los proletarios de hoy.
El peso de la contrarrevolución
El aislamiento del bastión ruso, y con ello el declive de la oleada revolucionaria, extendieron sus efectos sobre todas las organizaciones obreras y entre ellas la IC que inició su degeneración oportunista. La imposibilidad para su desarrollo y consolidación debido a ese reflujo, se traducía en terribles consecuencias para ese movimiento de masas debido a la ausencia de un partido comunista consolidado, centralizado a escala internacional, dotado de un programa más claro y reconocido por su clase. Por ejemplo, cuando Alemania estaba llamada a ser el nuevo impulso para la oleada internacional, la derrota del levantamiento de Berlín en enero de 1919, marcada por el asesinato de Luxemburgo y Liebknecht, fue, en gran parte, el resultado de la incapacidad del recién nacido KPD para alertar a los trabajadores sobre las trampas y provocaciones de la burguesía.
En 1920 la esperanza de la revolución palidecía rápidamente. A pesar de esto y de las debilidades programáticas, en el Segundo Congreso se aclararon las nociones sobre la dictadura del proletariado, y el papel del partido. La necesidad de hacer efectiva la ruptura con la socialdemocracia lleva a la adopción de las 21 condiciones de admisión a la Internacional entre las que se encontraban las confusiones sobre las luchas de liberación nacional, el parlamento y los sindicatos contra las cuales fracciones minoritarias de izquierda se empezaban a oponer.
En el Tercer Congreso en 1921, se reconoce el retroceso de la oleada revolucionaria. El partido ruso se encontraba como la dirección preponderante de la IC y en un esfuerzo por mantener viva a la IC lanza la consigna “Ir a las masas” por lo que los Bolcheviques y las fuerzas dominantes de la IIIª Internacional obran a favor de un acercamiento con los centristas ambiguos y traidores a los que denunciaban dos años antes pero que aún tenían influencia sobre el proletariado. Los grupos reaccionarios consiguen sabotear toda tentativa de formación de partidos comunistas en Inglaterra, en Francia y en otros países. Gracias a sus maniobras y sus calumnias sobre la izquierda, que luchaba contra esta política, consiguen aislar a las izquierdas, a la italiana con Bordiga, a la inglesa, alrededor de Pankurst y a la germano-holandesa con Pannekoek, Gorter y el KAPD (excluido en este congreso). El camino del “Frente Único” de 1922 en el cuarto congreso y la defensa de la patria rusa y del “socialismo en un solo país”, finalmente decretado en 1926, estaba ya abierto por estas acciones. A pesar de que la oleada revolucionaria se extendió todavía a Bulgaria y con otro intento a Alemania en 1923 y a China en 1927, el reflujo ganó a estos últimos esfuerzos.
La lucha de las Izquierdas Comunistas
Desde los primeros indicios de la penetración del oportunismo en los Partidos Comunistas las Izquierdas Comunistas, posteriormente organizadas como fracciones, dieron una encarnizada lucha de oposición en éstos para mantener los principios proletarios. El combate de las Izquierdas contra la degeneración de la Tercera Internacional es ejemplar porque fue librado en el peor período que haya conocido el movimiento obrero: la situación de retroceso de la oleada revolucionaria y la profunda y terrible contrarrevolución.[1] Las Izquierdas hicieron todo lo que pudieron desde el interior de la IC para evitar su degeneración, fueron excluidas de ésta a lo largo de los años 20 pero continuaron su combate para asegurar la continuidad entre la organización que estaba pereciendo y el futuro partido mundial.
Marx y Engels habían constatado que un partido o una Internacional no pueden conservar su carácter de instrumentos de la clase cuando domina un marco general de reacción. Este instrumento de la clase no puede conservar una unidad organizacional cuando no existe un movimiento en ascenso de la clase, él es penetrado por los efectos del reflujo y de la derrota, y contribuye entonces, a la confusión, a la contrarrevolución. Es por esto que Marx disolvió la Liga de los Comunistas después del reflujo de la oleada revolucionaria del 1848 y traslada el Consejo General de la AIT a Nueva York después que la derrota de la Comuna de París, y que marcó el fin de un período. La II Internacional, a pesar de su auténtica contribución al movimiento obrero, sufre un largo proceso de corrupción durante el período ascendente del capitalismo, donde ésta se ve atada cada vez más al reformismo, dando así un sello nacional a sus partidos. El nacionalismo la hace presa de la guerra imperialista, de manera parecida, la derrota de la oleada revolucionaria condena a la IC. Tras este periodo de crisis para la clase obrera, la tarea indispensable de balance, elaboración teórica y de desarrollo de la conciencia de la clase corresponde a las “fracciones revolucionarias” surgidas de las viejas organizaciones, preparando así el terreno para la construcción de una nueva organización.
La Internacional Comunista sólo puede entenderse como una parte auténtica y fundamental del movimiento proletario que nos deja enseñanzas vitales en la lucha por la revolución mundial. La CCI se reivindica de esta organización hasta el Tercer Congreso, periodo en el que en su seno se sostuvo aún una lucha encarnizada por la autonomía de la clase y por la defensa del Internacionalismo, columna vertebral de la clase trabajadora. Por ello, esta organización muere como instrumento del proletariado con la declaración de “socialismo en un solo país”. El proceso de contrarrevolución que condenó a la IC sembró una terrible confusión en el movimiento obrero. Aquellos que prosiguieron su tarea en los sombríos años 30-40, lo que quedaba del movimiento de la Izquierda Comunista, tuvieron que sufrir y constatar las implicaciones del período de derrota pero han salvaguardado las experiencias que dejó la oleada revolucionaria. La CCI, como parte importante del Medio Político Proletario actual, reivindicándose de la Internacional Comunista y de las Izquierdas Comunistas, ha proseguido la tarea de éstas clarificando y profundizando esas lecciones preparando las bases del futuro partido mundial.
Héctor, febrero/2007