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Los esfuerzos concertados de la fracción dominante de la burguesía en EUA por forzar a un reajuste de la política imperialista en Irak han encontrado una fuerte resistencia por parte del núcleo duro de los elementos leales a la administración Bush. Desde el fracaso para cambiar el equipo dominante en las elecciones del 2004, la administración ha estado bajo presión para modificar sus políticas fallidas. Esta presión fue ejercida a través de análisis de política exterior, campañas mediáticas y escándalos políticos. La administración siempre ha respondido a medias, con las suficientes concesiones para dar la apariencia de que ya viene el cambio. Los ejemplos incluyen el sacrificio de Paul Wolfowitz, diputado neoconservador secretario de defensa ampliamente acreditado por ser el arquitecto de la política de guerra en Irak, y la adopción de una política dirigida al retiro gradual de tropas en enero del 2006.
Sin embargo, en tanto que la situación en Irak empeora constantemente, en el último invierno apareció el consenso en la fracción dominante de que la situación en Irak era absolutamente un caos, un cenagal que arriesga con alcanzar los intereses globales del imperialismo americano. El ejército americano claramente se ha visto tan forzado por las guerras en Irak y Afganistán que fue incapaz de responder a amenazas en otras partes del mundo. Esta es una situación intolerable porque el ejercicio de la fuerza militar en el exterior es una absoluta necesidad para el imperialismo americano en un periodo en que su hegemonía esta bajo cambio creciente. Para empeorar las cosas, la torpeza de la administración Bush con la guerra en Irak ha despilfarrado completamente las conquistas ideológicas de la clase dominante americana que logró al manipular la popular aceptación de sus aventuras imperialistas más allá de sus fronteras después del 9 de septiembre.
Este consenso llevó en marzo pasado a la creación de una comisión bipartita, el Grupo de Estudio Iraquí, dirigido por James A. Baker, y el anterior congresista demócrata Lee Hamilton. Baker, cercano consejero y amigo de George Bush padre, Secretario de Estado bajo la primera invasión americana a Irak en 1991. Baker manejó el aspecto legal del presidente Bush para ganar la elección del año 2000 en Florida, y a veces se refieren a él como el “portero” de la familia Bush, con quien siempre se cuenta para limpiar las suciedades de la familia. Hamilton también fue coopresidente de la comisión 9/11. Formada de manera aplastante por prominentes oficiales[1] de la administración Reagan, Bush padre y Clinton, la comisión en esencia representa la continuidad del aparato permanente del estado capitalista, que vio la necesidad de forzar al equipo dominante a alterar el curso.
El trabajo inicial de esta comisión fue conducido secreta y confidencialmente, pero en el curso de la campaña electoral, sus miembros, tanto demócratas como republicanos cada vez más lo hacían en público, criticando específicamente la retórica política de la polarización de la administración, oponiendo “mantener el curso” vs “salir corriendo” , como incapaces de avanzar los intereses imperialistas nacionales. La tendencia de la administración a poner en duda el patriotismo de sus críticos burgueses fue claramente inaceptable. De hecho, los media transmitieron el mensaje, emanado de la comisión, de que esta simplista dicotomía política reflejaba una insostenible pérdida de relación con la realidad. Tan fuerte era esta presión que para principios de septiembre el presidente en realidad dejó de usar el lema “mantener el curso”. Sin embargo, Bush aún pareció aferrarse a este punto de vista. Aún continúo denunciando a los demócratas como el partido del “salir corriendo” y el contenido de su mensaje continuó enfatizando la necesidad de continuar luchando en Irak hasta lograr la victoria. Sin embargo, el grupo de estudio efectivamente puso las bases para un cambio en la política aún antes de la elección.
En Internationalism[2] 140 decíamos que impedir la victoria democrática: “…incrementaría la presión por ajustes extra-electorales en la administración, incluyendo quizás la forzada renuncia del secretario de Defensa Donald Rumsfeld.”
La confirmación se dio casi inmediatamente con el anuncio de la forzada renuncia del secretario de defensa Rumsfeld y la designación de un sucesor a la 1 de la tarde un día después de la elección. Si se puede creer en los informes de los medios, una semana antes de la elección, Bush ya había pedido a Rumsfeld renunciar y decidido reemplazarlo con Robert Gates, veterano agente de seguridad nacional que trabajó como director bajo George Bush padre. Demostrando aún más gráficamente la potencial influencia del bipartidista Grupo de Estudio iraquí, debe notarse que Gates fue de hecho miembro del grupo de estudio iraquí (renunció luego de su nominación como Secretario de Defensa). Gates generalmente apoyaba la actitud cautelosa de Baker en relación a la política imperialista y las críticas a la actual actitud de la administración.
El fortalecimiento de la mistificación democrática lograda por la elección en noviembre es importante para la burguesía porque la creencia de que el sistema funciona es una precondición para la conformidad popular con lo que viene después. A pesar de la popular repulsión contra la guerra, particularmente en la clase obrera, la elección no es una victoria de la paz, sino una victoria del esfuerzo de la burguesía para preparar la próxima guerra, para reparar el daño hecho al ejército americano, al servicio de inteligencia y el aparato político exterior por los errores de la administración Bush.
El debate real en la burguesía sobre Irak no opone halcones con palomas, sino halcones contra halcones sobre como salir mejor del cenagal y prepararse para la próxima aventura militar en el exterior. Como escribió el “pacifista” New York Times en su editorial dos días después de la elección, “La tarea más urgente de Mr. Gates, asumiendo que sea confirmado, debe ser reabrir los canales necesarios de comunicación con los servicios militares e inteligencia extranjeros sobre el terreno. Luego de escuchar lo que tienen que decir, necesita recomendar una nueva estrategia realista a Mr. Bush en lugar de la que ahora se ha demostrado fallida. Tendrá que reconstruir un ejército mal desplegado, reenfocar la transformación militar cambiando las innecesarias armas de la guerra fría por nuevas tecnologías más acordes a las actuales necesidades, y alimentar una relación más constructiva con los comités de vigilancia del congreso”.
Desde la elección, los jefes generales de personal se apresuraron para afirmar su independencia del desacreditado Rumsfeld. Los jefes han emprendido una revaloración de la situación militar en Irak, investigando por su cuenta políticas alternativas aún antes que Gates fuera confirmado y antes de que el grupo de Estudio de Irak emitiera sus recomendaciones a mediados de diciembre. El ejército ya publicó un nuevo manual de entrenamiento que revierte uno de las más controversiales políticas de Rumsfeld estimando mínimos niveles de tropas para ocupación y operaciones de reconstrucción luego de invasiones militares, política que ha sido desastrosa en Irak.
Liberados de una obligación de seguir la línea establecida previamente por el incapacitado Rumsfeld, el General Abizaid, director del Comando Central de EU, testificó ante el Senado y la Casa de los Comités a mediados de noviembre criticando y contradiciendo las pasadas decisiones y políticas de Rumsfeld y Bush en Irak. Por ejemplo, en relación a la larga disputa entre los servicios armados y Rumsfeld sobre los necesarios niveles de tropas en Irak, Abizaid testificó que el general Eric Shinseki fue dado de baja por Rumsfeld en 2003 por criticar la doctrina de Rumsfeld de dispersar las fuerzas de ocupación empleadas e insistir en que eran necesarios más de 300 000 soldados, fue corregido en sus evaluaciones de la situación y no debía haber sido dado de baja.
Abizaid también contradijo la propaganda de la administración que por mucho tiempo insistió en que el mayor peligro en Irak no venía de Al Qaeda sino de las milicias sectarias que estaban al borde de la guerra civil. Abizaid se opuso tanto al retiro programado de tropas por el cual abogaban algunos demócratas, como al despliegue de miles de tropas más como abogaba el republicano senador John McCain. En su lugar, el pedía un cambio de política que podría cambiar el despliegue de un número significativo de tropas americanas con tareas de patrullaje y combate para entrenar a las fuerzas de seguridad irakíes.
A pesar del popular desencanto con la guerra y el amplio apoyo a la retirada, no habrá un rápido retiro militar de Irak. La administración Bush ha rechazado esencialmente las recomendaciones del grupo de estudio y parece completamente decidido a escalar la guerra en Irak. La línea dura en la administración ha aprovechado la propuesta del senador McCain de una “aumento” de tropas, con el despliegue de quizás 30 000 soldados adicionales para sofocar la resistencia en las áreas sunitas, a pesar de que los líderes militares en la Junta de Jefes y en el campo en Irak son opuestos al incremento de tropas. La oposición militar al “aumento” estima que las preocupaciones se relacionan a que esto solamente hará parecer la situación como una ocupación, aumentará el número de objetivos americanos sobre el terreno y por lo tanto el número de atentados, y a la larga debilita la capacidad militar de intervenir en cualquier otro lugar. De hecho, es irónico que cuando el ejército quería tropas adicionales en 2003, la administración Bush las rechazó y despidió al general a cargo, y ahora cuando no quieren más tropas, la administración plantea apretarles el cuello. Bush respondió anunciando un movimiento en el comando militar. Los lideres militares que se oponen a la escalada en el comando central y en el campo en Irak han sido reasignados a otros lugares, y están siendo reemplazados por oficiales que aceptan el plan de la administración.
Con toda probabilidad, a pesar de esperar alguna obstinada resistencia de algunos elementos en la administración, la fracción dominante anticipó la implementación en gran mediada de propuestas del Grupo de Estudio iraquí, incluyendo particularmente aumentar la presión sobre la burguesía iraquí para alcanzar compromisos entre sí, una especie de programación para una retirada, y un cambio al rechazo de la administración Bush realizar pláticas con Siria e Irán para acordar una Conferencia Internacional en Medio Oriente sobre el futuro de Irak que podría incluir la participación de estos dos países. En esta consideración, Baker ha puntualizado públicamente la importancia de hablar a sus “enemigos”. Esta es la única opción al alcance que podría permitir a EU liberarse del cenagal de Irak, mantener una presencia en la región, y responder a las aperturas europeas hacia Irán y Siria. Mientras Bush asigna a Gates como su nuevo secretario de defensa bajo la presión de las fuerzas externas en la burguesía, Gates parece ser la única figura del presidente capaz de reconocer la gravedad de la situación. El ajuste de la situación en Medio Oriente es crucial a los intereses del imperialismo americano, necesario para sentar las bases del imperialismo americano y ajustarse más efectivamente a los cambios en el lejano oriente y Latinoamérica.
La resistencia de la administración Bush a una corrección significativa del curso plantea graves peligros para la clase dominante. Arriesga la pérdida de disciplina política en la burguesía, debilitando la mistificación democrática y la intolerable agravación de la crisis del imperialismo americano. Esto agravará seriamente la crisis política que aflige a la clase dominante y crea una mayor presión política sobre la administración.
J. Grevin
Notas
[1] Además de Baker y Hamilton, la comisión incluyó a la anterior jefe de la Suprema Corte de Justicia Sandra Day O´Connor, republicana designada a la corte por la administración Reagan, Lawrence Eagleburguer, anterior Secretario de Estado bajo George Bush padre; Leon Pannetta, anterior jefe de la Casa Blanca y jefe de personal de la administración Clinton; William J. Perry, anterior Secretario de Defensa durante la administración Clinton, 1994-97; Charles Robb, anterior senador democrático por Virginia y yerno de Lyndon B. Jonson. Robert Gates, anterior director de la CIA, sirvió en la comisión hasta su renuncia luego del anuncio de su nominación como Secretario de Defensa para reemplazar a Rumsfeld en noviembre. El anterior alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani, republicano, sirvió brevemente en la comisión y renunció en la primavera pasada.
[2] Publicación de la CCI en EEUU.