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A raíz del artículo “España 1936: La izquierda desvía la lucha obrera y somete al proletariado al Estado burgués” (colocado en nuestro portal Internet), recibimos un correo electrónico de un lector (al que nos referiremos como “G”) que se reivindica del anarquismo, en él marca diferencias con el análisis que planteamos. El mensaje finaliza utilizando un lenguaje fuera de tono en la discusión proletaria, recurre a calificativos en vez de argumentos, por ejemplo, asegura que los militantes de la CCI somos “cupulitas de políticos de academia aunque digan estar fuera de ella”. El proletariado en tanto requiere de la discusión y el debate de ideas para forjar su conciencia, le son ajenas las formas injuriosas que la burguesía y la pequeñaburguesía utilizan en sus relaciones; justamente el combate desarrollado por Marx y el Consejo General de la AIT en contra del bakuninismo, no fue por el hecho de que se reclamaran del anarquismo, sino fundamentalmente por la intriga y el accionar conspirativo de éstos, creando sociedades secretas y paralelas a la misma AIT. Dicho esto, recobraremos esa tradición proletaria y privilegiaremos el debate, reconociendo, que las preocupaciones planteadas por G son sinceras y requieren abordarse para romper mitos que la clase dominante esparce a través de su aparato de izquierda.
1936: el mito de la revolución española
Es una costumbre, lo mismo por los historiadores oficiales que por la burguesía y su aparato de izquierda, al referirse a los acontecimientos de España 1936, denominarla como “guerra civil” o “revolución española”, hay incluso los que en un mayor atrevimiento lo refieren como una experiencia revolucionaria más profunda que la emprendida por el proletariado ruso en 1917. Sin embargo la realidad expone que ni fue guerra civil, y menos aún revolución, fue más bien una guerra imperialista, en la que se enfrentan dos fracciones de la burguesía española, por un lado Franco, apoyado por la burguesía alemana e italiana, por el otro la república (representada por el Frente Popular, que sumaba a estalinistas del PCE, trotskistas del POUM y anarquistas de la CNT) sostenida por la URSS y otras fuerzas imperialistas democráticas, como la que representaba el gobierno de México, con Lázaro Cárdenas al frente. Esta confrontación fue la preparación de la Segunda Guerra Mundial. Es bajo ese marco que desarrollamos el planteamiento de que la clase obrera fue aplastada no sólo por la derecha encabezada por Franco, sino también por el accionar de la izquierda, representada por el Frente Popular, en el que participó también la CNT-FAI. Aprovechando su prestigio entre los trabajadores, logró que éstos se tragaran el engaño de que ante el franquismo el “mal menor” era confiar en el gobierno burgués republicano. En el artículo referido por nuestro detractor presentamos argumentos de cómo la izquierda y entre ella los anarquistas de la CNT, exponen abiertamente su subordinación al Estado burgués y su actitud antiobrera: “unas [organizaciones] como el PCE, el PSUC –consagrados como grandes partidos del orden burgués–, el PSOE y UGT, asumiendo directamente también ellas el papel de verdugos, otras, como CNT, FAI, o el POUM, empujando a los obreros a abandonar su terreno de clase en nombre del “frente antifascista” para arrojarlos en brazos de sus asesinos y a la guerra imperialista. La presencia de ministros anarquistas y cenetistas en el gobierno de Cataluña, y después en el gobierno central de Caballero fue un pujante factor que el Frente Popular rentabilizó para engañar a los obreros. Los anarquistas tuvieron un papel estelar en la maniobra de la burguesía, ocupándose de engañar a los obreros sobre la naturaleza de clase del gobierno y del Frente Popular...”
Por presentar esta reflexión lleva a que G nos diga: “... me da tristeza que de repente hablen sin saber lo que paso, basados en mentiras, para empezar, la revolución en España fue siempre defendida por los anarquistas quienes nunca pugnaron por un orden burgués como ustedes lo afirman... ”
Los hechos, empero, son contundentes y muestra como la CNT, encuentra su prueba de fuego en 1936, siendo incapaz de mantenerse en la trinchera proletaria integrándose al aparato del Estado. Ya en el artículo referido, citamos a la prensa cenetista (Solidaridad Obrera, 4-11-1936) en la que aseguran: “El gobierno [del Frente Popular] en la hora actual, como instrumento regulador de los órganos del Estado, ha dejado de ser una fuerza de opresión contra la clase trabajadora, así como el Estado no representa ya el organismo que separa la sociedad en clases...”. Pero, si eso no logra convencer, recobremos argumentos de militantes anarquistas: “Los Amigos de Durruti” (1937-39), que se mantienen firmes en el terreno proletario, y denuncian claramente el carácter contrarrevolucionario del gobierno republicano y el colaboracionismo de la CNT: “La Generalidad (1) no representa nada. Su continuación fortifica la contrarrevolución. La batalla la hemos ganado los trabajadores. Es inconcebible que los comités de la CNT hayan actuado con tal timidez que llegasen a ordenar ‘alto el fuego’ y que incluso hayan impuesto la vuelta al trabajo cuando estábamos en los lindes inmediatos de la victoria total. No se ha tenido en cuenta de dónde ha partido la agresión, no se ha prestado atención al verdadero significado de las actuales jornadas. Tal conducta ha de calificarse de traición a la revolución que nadie en nombre de nada debe cometer ni patrocinar. Y no sabemos como calificar la labor nefasta que ha realizado Solidaridad Obrera y los militantes más destacados de la CNT”. (Manifiesto del 8-05-1937).
La reflexión que presentamos no es una acto arrogante, es un esfuerzo por recuperar la experiencia de la clase obrera, y colaborar en el proceso de toma de conciencia. Es indudable la diferencia existente entre la CNT y “Los Amigos de Durruti”, ambos son anarquistas no obstante, mientras los primeros se integran orgánicamente con la burguesía, formando parte de lo que llamamos el anarquismo oficial, los otros exponen un verdadero esfuerzo (aunque incompleto) con una orientación claramente proletaria (2).
Este aspecto de la historia nos permite entender también la dificultad presente en el anarquismo, que se mantiene dentro del capitalismo dando continuos tropezones que los aleja del terreno de clase. Por ejemplo, en 1914, mientras anarquistas como Malatesta y Flores Magón asumen una postura proletaria de denuncia a la “Gran guerra” como una carnicería imperialista, en la que los trabajadores no podían tomar partido (asumiendo una postura cercana a la impulsada Lenin, Trosky y Luxemburgo), otros, como Kropotkin y Federico Urales, toman partido por una fracción imperialista, en este caso la de los aliados, a los que consideran como el “mal menor”.
El anarquismo es una corriente heterogénea, a la que, como tal, no se le puede caracterizar como burguesa (a diferencia de corrientes como el estalinismo o el trotskismo), en ella incluso se expresan esfuerzos de reflexión, pero habría que marcar que no es gracias a la vitalidad de sus argumentos, sino son a pesar de ellos. Muchos proletarios muy honestos son envueltos en el anarquismo y aunque intentar canalizar ahí su combatividad, ésta es contenida y desgastada, porque el anarquismo no puede ofrecer una alternativa revolucionaria, el ejemplo de este esfuerzo valiente, pero incompleto y esterilizado, lo representan “Los Amigos de Durruti”.
De frente a los sucesos de España 36, bien podríamos sintetizar y sacar la lección histórica recobrando el análisis de la Izquierda Comunista Italiana, que fue de las pocas fuerzas militantes que mantuvieron una defensa intransigente de los principios proletarios: “Si en el curso de una conflagración social como la que tuvo lugar en Barcelona, los trabajadores no son empujados a atacar al Estado capitalista, sino a defenderlo, entonces es una colaboración de clases y no una lucha de la clase la que ha ganado el día… Socializar una empresa cuando se mantiene al aparato de Estado intacto, es un eslabón en la cadena que ata al proletariado a su enemigo de clase…” (Bilan 1937).
El combate de Marx contra el bakuninismo: defensa de la organización revolucionaria
Otro de los comentarios expuestos por G en su correo giran en torno a la concepción de la organización y la conducta militante defendida por Marx en contra de la conspiración de Bakunin, al interno de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT). Sobre ello nos dice: “... según la historia es en el anarquismo donde siempre ha militado la clase trabajadora desde la internacional, pues cuando Marx y su camarilla sedienta de poder quisieron prohibir la entrada de los anarquistas a la internacional estos llegaron en la representación de las organizaciones obreras de distintas partes del mundo y cuando paso esto prohibieron la entrada de estos sectores obreros organizados y lo prohibieron por que Marx y su camarilla desde siempre han querido ser ellos los dirigentes, la hegemonía, y cualquier posición diferente era coartada... ”
Más adelante completa diciendo: “... Marx y su grupo se apoderaron autoritariamente de la Internacional alejándola de sus objetivos, una coordinación proletaria internacional...”
No tenemos el suficiente espacio para ampliar los argumentos, no obstante nos esforzaremos por sintetizar los argumentos que nos permitan demostrar la validez del combate de Marx y el Consejo General de la AIT.
Intentando borrar los hechos históricos el anarquismo pretende resumir el debate de Marx contra Bakunin, diciendo que se impuso el autoritarismo, sin embargo precisemos los hechos: Bakunin apegado al pasado y su accionar de aventurero, desde 1864 participa en sociedades conspirativas, algunas de corte liberal, en donde se acomodaba sin ningún rubor junto a personajes de la burguesía, como fue el caso de la “Liga por la Paz y la Libertad”. A través de una de sus creaciones: la Alianza Internacional de la Democracia, es que Bakunin propone, en 1868, incorporarse a la AIT, enviando un mensaje en el que le dice a Marx: “Tu vez mi querido amigo, que soy tu discípulo y me enorgullezco de serlo”, no obstante se rechaza su ingreso hasta que no desintegre su Alianza, para no presentarse como una estructura paralela, lo cual él acepta, y según su testimonio, cumple, lo que lleva a ser aceptado en febrero de 1869.
Pero si sus palabras eran de alabanzas para Marx y a la AIT, sus hechos eran desleales, dado que mantiene en secreto a la Alianza como un órgano paralelo, en donde además él es l gran dictador: otorga “grados”, impone lineamientos y disciplina de acero según lo dicta el “Catecismo Revolucionario” (salido de la pluma del provocador y oscuro personaje Sergei Nechayev)... Basta ver el perfil que hace de un revolucionario para entender que la ideología de la “Alianza” no tiene raíz proletaria: “Un revolucionario sabe solamente una ciencia: la de la destrucción, todos los sentimientos de afecto, todos los débiles sentimientos de parentesco, amistad, amor y gratitud deben ser suprimidas…” En este mismo tenor se encuentran su “Programa”, en el que, paradójicamente se expresa justamente aquello que el compañero G acusa a los comunistas cuando dice: “Marx y su grupo se apoderaron autoritariamente de la internacional alejándola de sus objetivos… volviéndola una elite política que dice aún ser la dirección del proletariado, demostrándose eso hoy cuando compañeros de ustedes hablan de los interese únicos del proletariado, cuando su realidad esta alejada del proletariado”. (el subrayado es nuestro)
Revisando el programa de Bakunin notamos que la organización que propone es una sociedad conspirativa, que según sus palabras es un “Estado Revolucionario mayor”, y su tarea es ser “intermediario entre la idea revolucionaria y los instintos populares”, de forma que para asegurar la revolución basta “cien revolucionarios seria y fuertemente unidos…”. Resulta pues, según Bakunin, que el “pueblo” sólo tiene instintos, mientras la minoría privilegiada es la guardiana de la “idea revolucionaria”…
Es un hecho que núcleos del anarquismo presentan esfuerzos reales para colocarse en la trinchera proletaria, pero hay otros, como el bakuninismo, que es un retroceso histórico. No es extraño que conciba a los bandidos y al lumpenproletariado como la verdadera fuerza social de la transformación y que, haciendo una apología a la ignorancia y la desesperación (propia de los desclazados), declare: “El revolucionario que estudia la revolución en libros nunca será bueno para nada”.
Las ideas anarquistas han tenido sin duda una presencia en la clase obrera, grupos y personajes de esta corriente han expuesto esfuerzos políticos, aún cuando expresan incomprensión. Personajes como Rosmer y Monatte, que desde las filas del anarquismo mantenían posturas honestas, pero además claramente revolucionarias, encuentran en éste medio ataduras que les impide avanzar, por lo que requieren romper políticamente con estas posiciones y acercarse al marxismo. De manera que no se trata de establecer por “decreto” al marxismo como el cuerpo teórico-político que sintetiza la experiencia histórica del proletariado necesaria para conducir su combate emancipador, se trata de reflexionar, a la luz de los hechos históricos, la solidez de sus argumentos.
Tatlin/8-08-09
Notas:
1. Se refiere al gobierno de Cataluña, en el que la CNT contaba con consejeros.
2. Para abundar en los aspectos de España 1936, remitimos a nuestro libro: España 1936: Franco y la república masacran al proletariado, así como Los amigos de Durruti: lecciones de una ruptura incompleta con el anarquismo, en Revista Internacional 102 (3er. Trimestre 2000).