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El capitalismo es un sistema que requiere de la fuerza de trabajo asalariada y no le importa de qué nacionalidad sean. El proceso de extensión del capital obligó a que grandes masas de la población trabajadora se desplazaran de un país a otro. La historia del capitalismo se encuentra marcada por esta dinámica, de manera que durante el siglo XIX trabajadores de Europa se desplazaban hacia las “nuevas” zonas en las que el capital requería su presencia. La migración era una necesidad del mismo capitalismo, por eso durante su fase de expansión la clase dominante lo llegó a promover, Lenin en “Imperialismo fase superior del capitalismo” cita al financista Cecil Rhodes, que en 1885 expresaba así la necesidad del capital de Reino Unido por expandirse fuera de sus fronteras arrastrando con ello a los trabajadores: “Al oír allí <en un barrio obrero> discursos exaltados cuya nota dominante era ¡pan!, ¡pan!… me convencí, más que nunca del imperialismo… debemos posesionarnos de nuevos territorios; a ellos enviaremos el exceso de población y en ellos encontraremos nuevos mercados para los productos de nuestras fábricas y de nuestras minas.” Sin embargo aún cuando la burguesía requiere de esta migración en momentos se vuelve un problema que debe detener. Rosa Luxemburgo refiere como en 1863, en la crisis algodonera en Inglaterra generó un millón de desempleados, y cuando los trabajadores piden apoyo para ser trasladados a Australia, “… los fabricantes algodoneros levantan la gritería de indignación contra esa exigencia de los obreros… <en consecuencia> los desocupados quedaron encadenados a su hambrienta miseria para construir la reserva necesaria para el capital.” (Introducción a la Economía Política).
Este problema se ha vuelto agudo en la DECADENCIA, ejemplo de ello es la forma en que se ha desarrollado la migración de trabajadores de México y el resto de América Latina hacia los EUA. Durante la 2ª Guerra Mundial, los gobiernos de México y EUA establecen un acuerdo para que trabajadores de origen mexicano laboraran en los campos de EUA (situación que dicho sea de paso generó una gran estafa que hasta ahora reclaman los trabajadores, en tanto que funcionarios del gobierno mexicano robaron un gran porcentaje de su pago), así mismo pese a establecerse formalmente una persecución a los trabajadores que entran ilegalmente, en épocas de cosecha los policías guarda fronteras de EUA, en una alianza con “polleros” (mafias dedicadas al traslado de trabajadores ilegalmente a los EUA) dejan pasar montos mayores de trabajadores. En el presente el gobierno de los EUA busca limitar la entrada de inmigrantes de origen latinoamericano, y aunque lo hace levantando un “justificante” racista, de “defensa de la seguridad” y de los “empleos de los norteamericanos”, hay circunstancias que empujan a la burguesía norteamericana a ello:
- la agudización de la crisis, que implica una disminución de la actividad productiva, y que se ejemplifica con el recorte de empleos en industrias “puntales”, como la automotriz,
- los efectos generales de la descomposición del sistema que extiende las pugnas entre las mafias del narcotráfico (en las que tanto en México como en EUA, los grupos de la burguesía se encuentran fundidos, e incluso sectores como el ejército mexicano está al centro del conflicto), y que se complementa en la amplificación de masas lumpenizadas como la “mara-salva-trucha” que aunque es usada como carne de cañón en su refriega interna, no deja de extender las dificultades sociales, que a ratos se sale del control de las burguesías tanto de EUA como de México,
- y además, la agudización de las pugnas imperialistas que hace que el Estado de los EUA establezca una militarización de sus fronteras.
De frente a esta realidad, el gobierno de EUA busca definir con la “Ley migratoria” un límite a la movilidad de trabajadores, es evidente que el capital instalado en los EUA requiere de ese trabajo, sobre todo porque su condición de ilegales permite se les pague un salario aún más bajo, sin embargo necesita mantenerlo bajo control. Esa medida, en la que se define como delincuentes y criminales a los inmigrantes, y la amenaza de crear un muro a lo largo de la frontera norte de México, ha generado, indudablemente, un coraje en las masas de asalariados latinos (ilegales y con tarjeta verde) establecidos en EUA. Este coraje se expresó en las manifestaciones en la que incluso los jóvenes de manera espontánea salieron de sus escuelas a tomar las calles, sin embargo pronto ese descontento es copado por el Estado con sus diversos aparatos, desde los sindicatos, hasta las ONG, pasando por las estructurales clericales y sectores de los partidos políticos de la burguesía (principalmente sectores del demócrata). Así, aunque se han visto crecer las manifestaciones callejeras abarcando 130 ciudades, y presentándose contingentes, en ciudades como en Los Ángeles, hasta de medio millón, el control y el sentimiento chauvinista que le han impregnado esterilizan el descontento.
De frente a las leyes restrictivas contra los trabajadores inmigrantes en los EUA, la alternativa no es asumir un patrioterismo y suponer que el movimiento de “la raza” o el “mexican power” podrá frenar el golpe, por supuesto la falsa ilusión alimentada por la burguesía de que puede influirse mediante el voto, tampoco debe ser escuchado por los trabajadores… ante las agresiones a las condiciones de vida de los trabajadores la única alternativa que queda es la búsqueda de la unión de todos los trabajadores, sin importar la nacionalidad.
Esta ley anti-inmigrantes no debe terminar alentando la ideología chauvinista, que tan útil le es a la burguesía para mantener su dominio, ni la ilusión de que la democracia y el voto puede mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, esta medida descubre que las agresiones a los asalariados por parte del capitalismo son cada vez mayores, y sólo su unidad, sin importar la nacionalidad es la que puede detener los ataques. Por eso hoy más que nunca el llamado internacionalista: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”, debe colocarse por encima de la bandera tricolor y la de las barras y las estrellas. La agresión en contra de los trabajadores inmigrantes no es ajena a los trabajadores de EUA, ni a los de otro origen, después de todo como dijera Marx (1845): “La nacionalidad del obrero no es francesa, ni inglesa, ni alemana; es el trabajo, la esclavitud en libertad, la venta voluntaria de sí mismo… Su cielo patrio no es el francés, ni el inglés, ni el alemán; es la atmósfera de la fábrica.”
Tatlin/13-abril-2006