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El 24 de marzo de 1976 una junta de jefes militares, con el General Jorge Rafael Videla a la cabeza, se hizo del poder en Argentina. Se iniciaba así lo que se le llamó como Proceso de Reorganización Nacional que no era otra cosa que un profundo proceso de militarización del trabajo y de toda la vida social, 30 mil víctimas dan testimonio de la barbarie de la que es capaz la burguesía. Hoy, 30 años después, la clase capitalista da rienda suelta a la “fiesta de la democracia”, bajo el lema de “nunca más” se hacen remembranzas de los golpes de Estado que se propagaron en América Latina en la década de los 70 (Brasil, Argentina, Chile, etc.). Toda esta alharaca pretende introducir en el proletariado la idea de que la “dictadura es mala” y la “democracia buena” ocultando así la esencia de la miseria y la violencia contra los trabajadores: la permanencia de un sistema de explotación del trabajo asalariado y cuya decadencia arrastra a la humanidad entera a un abismo sin retorno.
<<>>Democracia o dictadura, falsas alternativas para la clase obrera>
Desde la entrada del capitalismo en su fase de decadencia, es decir, desde que dejó de ser un sistema de progreso para la humanidad (desde la I Guerra Mundial), no hay ya lugar para la lucha por “la democracia”. Ya no existen más fracciones “progresistas” de la burguesía y la democracia revela toda su naturaleza como justificación de la explotación capitalista. La masacre del proletariado español en 1936[1] en vísperas de la II Guerra Mundial se pudo realizar gracias a las trampas de la democracia, la clase obrera fue encuadrada en la defensa de la política del “mal menor”, es decir, habría que elegir entre un verdugo vestido de militar u otro vestido de traje y corbata. Durante toda la guerra fría (Fin de la II Guerra Mundial hasta la caída del Muro de Berlín en 1989) la democracia fue presentada por la burguesía como sinónimo de “libertad” en contraposición a los regímenes estalinistas, falsamente llamados comunistas, esta “oposición” es en realidad la cobertura de un mismo sistema de esclavitud asalariada, tanto en los países occidentales como en los del Este pasando por China, Albania y Cuba la explotación de la clase obrera ha sido y sigue siendo el pan de cada día. Si la burguesía y sus intelectuales se desgañitan por presentar “sistemas diferentes” se debe simplemente a que toda la burguesía mundial está interesada en evitar que los trabajadores comprendan que el verdadero cambio vendrá de la eliminación de capitalismo y no de un cambio de vestimenta de éste.
El capitalismo es como un monstruo de mil cabezas, lo mismo se presenta como una “democracia” rebosante de “libertades” que como una feroz dictadura militar. Lo que a la burguesía siempre le ha convenido es despistar a los obreros hacia el lodazal democrático presentando a la democracia como “el mejor de los mundos” y ocultando cuidadosamente, y en ello colaboran tanto la izquierda como la derecha, que detrás de sus sistemas parlamentarios y electorales y demás instituciones se esconde una feroz dictadura del capital sobre el trabajo. Es esta realidad la que nos ocultan cada vez que hay un festejo de la “democracia” en ocasión de las hipócritas poses de la burguesía que hoy se rasga las vestiduras al recordar los sangrientos golpes militares de los 70.
La democracia, cara de una clase cínica e hipócrita
Los regímenes militares que subieron al poder en América latina en los 70 reforzaron la lucha de la burguesía norteamericana contra el rival “comunista”: la URSS. En el cono sur se desplegó la terrible Operación Cóndor, la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), las Brigadas Blancas en México, es decir el capitalismo abiertamente realizaba asesinatos a mansalva y desapariciones como medios de terror contra una clase trabajadora que trataba de emprender el camino de la lucha. Esta política estaba particularmente dirigida contra todo aquello que oliera a “comunista”, era una forma en que los EUA metían la disciplina en su patio trasero contra la influencia de sus rivales de la URSS. El general Videla declaró una vez que “un terrorista no es sólo el portador de una bomba o una pistola, sino también el que difunde ideas contrarias a la civilización cristiana y occidental”, la burguesía latinoamericana cerraba filas con los EUA y la “civilización cristiana y occidental” podía sentirse a salvo bajo la protección de los militares.
Hoy los EUA escandalizan ante el dictador Hussein (¡que ellos crearon, protegieron y premiaron!), ante los “crueles talibanes” (que también ellos armaron) y montan en “cólera” ante los atropellos de los “derechos humanos”. Sin embargo, ese mismo Estado paladín y “defensor de las víctimas” se hizo de la vista gorda durante 20 años de dictaduras en este continente, Pinochet y sus congéneres gozaron del apoyo abierto y de la protección de los EUA. La misma clase capitalista en EUA desarrolló toda una campaña de terror contra los trabajadores bajo el pretexto de la lucha contra “el comunismo” (juicios abiertos contra todo aquél que se llamara “comunista”, incluso se sentenció a muerte a supuestos “espías rusos” e incluso actores y productores de Hollywood fueron usados y hostigados para “mostrar el ejemplo”). Un personaje como Nixon escaló al poder gracias a su “anticomunismo”, es decir, a su férrea defensa del “mundo libre” donde irónicamente se inducía a “pensar en una cierta dirección”.
Esta hipocresía podríamos decir que es una cualidad de cualquier burguesía. El Estado mexicano por ejemplo, “abría los brazos a los exiliados víctimas de las dictaduras” mientras que por otro lado exterminaba en la llamada “guerra sucia” a todos aquéllos que osaban alzar la voz contra las injusticias y la opresión.
Los discursos del “nunca más” y las lágrimas de cocodrilo de la burguesía llevan la clara intención de hacer olvidar la barbarie capitalista vestida de militar y de machacarnos que la democracia es casi “un paraíso”. No ha habido en la historia clase explotadora más cínica que la burguesía, cuando nos hablan de “libertad” es para mejor cubrir la opresión, cuando lanzan peroratas sobre el progreso es porque el hundimiento económico devora las entrañas de la sociedad, los discursos sobre la “libre elección” esconden la realidad de un sistema electoral diseñado para engañar y sembrar ilusiones en un modo de producción cuya agonía sólo representa miseria y barbarie.
La democracia no es una meta histórica para el proletariado, éste tendrá que derribar al capitalismo junto con ése su quinto pilar: la democracia. Hoy todos los gobiernos invierten sumas escandalosas en elecciones y en el mantenimiento de sus “instituciones democráticas”, a toda costa deben “validar” la explotación capitalista. Todos los medios de comunicación de la burguesía invierten tinta y espacios cada ocasión en la que se trate de marcar la “diferencia” entre los gobiernos militares y los democráticos, apoyándose en el dolor y el traumatismo dejado por esas masacres en la clase trabajadora, todos los “aniversarios” o “conmemoraciones” de ese tipo no hacen sino alimentar la ilusión de que el “capitalismo democrático” finalmente “no es tan malo” como los regímenes militares de los 70. Un vistazo a la situación mundial actual debería bastar para hacer añicos todos esos discursos.
Abril de 2006/Dan