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Reforma laboral
Una explotación despiadada para el proletariado
Aunque las distintas fracciones burguesas en México y en el mundo –sean conservadoras, liberales o “socialistas”– cual aves de corral cacareen la reforma laboral como la llave maestra para elevar la competitividad de las naciones, atraer inversión extranjera, reactivar el empleo, y la presenten como la reforma fundamental para sacar a las economías nacionales del atolladero, en realidad la crisis mundial del capitalismo, que estalló en la década del setenta del siglo xx y que significó la ruptura del viejo orden mundial establecido en la segunda posguerra, no tiene solución y el capitalismo se hunde cada vez más en un proceso de descomposición acelerada
Las leyes del desarrollo del capitalismo han conducido a la crisis y a la descomposición y, en consecuencia, son éstas las que dictan la necesidad de las reformas. Los personeros del capital, los partidos de derecha, centro o izquierda entran en competencia en el Coliseo político “democrático” contemporáneo para ofrecer la mejor propuesta que beneficie a la burguesía para así poder acceder al poder en el aparato estatal y desde ahí dictar las políticas económicas a seguir.
La continuidad en la imposición de las reformas en el mundo ha sido la característica común, sin importar la fracción burguesa en el poder. En España, desde el socialista Felipe González (1982), pasando por el derechista Aznar (1996), y por el Socialista Rodríguez Zapatero (2004) y ahora con el derechista Rajoy (2012), la reforma laboral ha seguido una línea de continuidad. Lo mismo ha ocurrido en Inglaterra con Thatcher, Major, Blair, Brown o Cameron, ocupantes Tories o laboristas de Downing Street. Y en EUA, desde Reagan hasta Obama (republicanos y demócratas); o en Alemania, desde Kohl, pasando por el socialdemócrata Schröder hasta llegar a la democristiana Merkel. En México, con el PRI o el PAN o el PRD encaramados en los distintos poderes de la república burguesa… la profundización y continuidad de las reformas contra el proletariado no se han detenido ni un ápice.
¿Cuál es el significado de las reformas laborales?
En realidad, las reformas laborales que desde la segunda mitad de la década de los ochenta se han venido imponiendo a escala mundial tienen un solo objetivo: recuperar la tasa de ganancia mediante la profundización de la explotación de los trabajadores por la vía de la reducción de los costos laborales. Y la flexibilidad laboral, como categoría económica, es la que mejor expresa la puesta en marcha y la continuidad de las reformas para alcanzar dicho objetivo.
Veamos este problema en México. Es justamente a partir de la década de los ochenta que el Costo Laboral Unitario (CLUR) en términos reales empezó a caer de manera abrupta y cuya tendencia podemos observar en el gráfico. El mecanismo: una evolución del salario real (sr) en caída libre, combinado con el aumento de la productividad del trabajo (π). Así tenemos que si el CLUR disminuye entonces la tasa de plusvalía aumenta y, en consecuencia, se produce una elevación de la tasa de ganancia.
Y esta misma tendencia se ha producido en el mundo, tanto en los países desarrollados como en la periferia del capitalismo. Por diferentes medios, la burguesía reduce el costo de la fuerza de trabajo para aumentar sus ganancias y el proletariado se enfrenta a la burguesía para mejorar sus condiciones de vida. Es la clásica antinomia entre el trabajo asalariado y el capital, como lo plantea Marx; por un lado, el capital pugna por disminuir el salario directo e indirecto, produciendo una disminución del valor de la fuerza de trabajo asalariado y, por el otro, aumenta la productividad del trabajo con lo cual se produce un decremento del valor de la fuerza de trabajo. Ambos efectos combinados han producido desde los setenta, pero sobre todo desde la década de los ochenta, un aumento de la tasa de explotación sobre el proletariado. El resultado ha sido, para la clase trabajadora, un empeoramiento brutal y permanente de sus condiciones de vida, menor capacidad de compra de su salario, menor seguridad social y mayor intensidad en los ritmos de trabajo.
La burguesía mundial tiene bastante claro las consecuencias que se producirían en caso de que los salarios aumentaran en mayor medida que la productividad, porque como dice Marx “la acumulación se enlentece tras el acrecentamiento del precio del trabajo, porque se embota el aguijón de la ganancia” (El Capital).
Ahora bien, como señalamos anteriormente, el contenido fundamental de las reformas laborales en el mundo se expresa en la llamada flexibilidad laboral que implica la reducción del CLUR.
1) Flexibilidad numérica que permite al capitalista contratar la cantidad de fuerza de trabajo de acuerdo con las necesidades de la acumulación, introduciendo además los contratos de aprendizaje con su período de prueba y se flexibiliza la terminación de la relación laboral con la inclusión de una prima de antigüedad, sin importar la causa del despido. Complementariamente, reglamentan la contratación de trabajadores temporales. Bajo este mecanismo el capital puede hacer frente a los periodos de crisis o de elevación de la actividad productiva.
En Portugal, por ejemplo, no solo se establece la disminución de vacaciones, eliminación de días festivos nacionales y las rebajas del pago de horas extras, sino que las indemnizaciones por despido, se han reducido de 30 días por año trabajado a ocho días. Y en España, se generalizó el despido otorgando 20 días por año trabajado y si el despido es por razones improcedentes, se redujo desde los 45 a los 33 días por año trabajado. Desde mediados de los ochenta, se generalizó la contratación temporal, creciendo 73 % en el periodo 1985-1993, lo que implica lanzar como ráfagas a trabajadores con contratos temporales sin ninguna o escasa protección. Así, la tasa de temporalidad llegó al 30 % respecto al total de asalariados y desde entonces se ha mantenido y sólo a partir de 2008 se ha reducido notablemente la tasa de temporalidad… ¡Porque la temporalidad es el mecanismo de ajuste frente a las crisis!
Polonia es el país con mayores tasas de temporalidad (26.5 %) dentro de la Unión Europea, seguido de España con un 25,4 %, Portugal muy cerca con un 22 %, y en Holanda los contratos temporales alcanzan el 18 % del total, según los datos de la Oficina estadística de la Unión Europea, Eurostat.
2. Flexibilidad interna, que establece las condiciones para dar manga ancha a los empresarios para mover a sus asalariados entre los diferentes puestos de trabajo al interior del proceso de producción capitalista (trabajador polivalente), trasladarlos geográficamente y mover los días y los horarios de trabajo. Particularmente, flexibilizan la distribución del tiempo semanal del trabajo según los criterios de los empresarios e, incluso, expresan la obligación de los obreros de trabajar horas extras y en días de descanso obligatorio en caso de que las necesidades de la producción lo requieran.
3. Flexibilidad salarial, lo que implica el movimiento de los niveles salariales en función de los niveles de productividad del trabajo. Los mismos datos de la Unión Europea nos muestran que los salarios ajustados a la productividad en Alemania crecieron solo un cinco por ciento desde 2000. Y si con esas medidas los trabajadores no mueren irremediablemente, la burguesía mundial reduce por decreto los salarios, como en el caso de Grecia que con Lukas Papademos en Santa Alianza con los líderes que sostienen a la coalición gubernamental (socialistas, derechistas y ultraderechistas), en marzo de este año decretaron la reducción del salario mínimo en un 22 %, rebajas en las pensiones, despidos masivos en el aparato estatal y un zarpazo al gasto público para intentar el equilibrio presupuestal, como lo recomiendan todos los economistas que intentan salvar el barco capitalista, para quienes el Estado capitalista tiene que comportarse como una buena ama de casa.
Los mismos ataques por todo el mundo
Lo anterior explica el por qué, con las reformas laborales en el mundo con sus particularidades nacionales, los capitalistas lograrían aumentar la competitividad internacional pues está basada en una mayor explotación sobre el proletariado, mediante la disminución de salarios directos e indirectos, disminución de la seguridad social, eliminación o reducción de vacaciones, reducción de aguinaldos, y por si fuera poco, a través de la intensificación de la jornada laboral y la eliminación de los tiempos muertos, además de la introducción de tecnologías para aumentar los ritmos de productividad en el proceso de producción capitalista.
Los medios de comunicación de la burguesía, por ejemplo, han realizado una apología de los enormes flujos de inversión extranjera en la China “socialista” porque los costos laborales han llegado al nivel del suelo y amenazan con enterrar tres metros bajo tierra a millones de chinos mientras laboran a ritmos de trabajo insoportables. La inversión extranjera se mueve hacia donde los costos son más bajos, revolotean como aves de rapiña a las naciones donde las reformas laborales avanzan a grandes zancadas. Aunado a lo anterior, avanzan las políticas de austeridad que se han aplicado a nivel mundial y que han significado reducciones al gasto social y aumentos a los impuestos indirectos, es decir, impuestos al consumo.
La burguesía mundial ha vendido la idea de que con dichas reformas, además, se disminuirían las tasas de desempleo, sin embargo, en Europa, durante 2012, se han observado niveles elevados de desempleo según datos de Eurostat: España 23.1 %, Portugal 15.4 %, Grecia 22.5 %, Alemania 6.1 %, Reino Unido 8.2, mientras la media de la Unión Europea ha sido de 10.1 % a principios de 2012. Incluso en la economía más poderosa del mundo, los EUA, la tasa de desempleo ha alcanzado el 10.8 % y en México el 5.9 %. La explotación se vuelve aún más despiadada sobre los trabajadores si consideramos que un porcentaje muy alto de la población ocupada corresponde a lo que se llama trabajadores precarios, con escasa o nula seguridad social.
Ante esto, los “defensores” de la clase trabajadora, esto es, la burocracia de los sindicatos suplican “la corrección en profundidad de la reforma laboral”, y de manera más particular, no es gratuito que, en México, no existan diferencias fundamentales entre las distintas propuestas de los partidos (PAN y PRI versus PRD), empresarios y sindicatos. Coinciden en lo esencial de la reforma en términos de la llamada flexibilidad laboral. Sus “diferencias” solo son matices para dorar la píldora pues mientras que unos, por un lado, plantean la unilateralidad patronal que no implique un acuerdo de por medio con la parte obrera, por el otro, se propone la necesidad de flexibilizar moderadamente las relaciones de trabajo; sin embargo, en lo esencial sostienen completas las medidas comentadas anteriormente. Por ejemplo, la izquierda del capital (PRD) que gobierna la Ciudad de México desde 1997 ha demostrado que es una de las fuerzas políticas del Estado más hábiles para aplicar este tipo de medidas en beneficio de la burguesía por casi tres lustros.
Pero lo peor está por venir. Las medidas comentadas apenas son una muestra de lo que el capital nos depara en el periodo venidero, de ahí la necesidad de que los trabajadores encontremos los medios para empezar a discutir y clarificar cuáles son las verdaderas formas de organización y de lucha obreras capaces de hacer retroceder a los patrones en esta ofensiva que amenaza con arruinar nuestra vida y la de nuestras familias.
Plexus, agosto 2012