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¿A dónde llegó el yo soy #132?
¿Representa una alternativa para los explotados?
El 11 de mayo estudiantes de la universidad Iberoamericana del DF, al expresarse con abucheos y críticas al entonces candidato presidencial del PRI, Enrique Peña, abrieron una secuela de manifestaciones en las que participaron estudiantes de universidades privadas y públicas. El hartazgo por la corrupción de los gobiernos y la certeza de que el sistema no les ofrece sino mayores penurias para el futuro, animó sin duda en gran parte a los estudiantes para participar ampliamente en los actos políticos que culminarían en la formación de la agrupación denominada “#yo soy 132”.
De manera que no se puede dudar que hubo sentimientos de coraje real y actitudes honestas en las expresiones de protesta y repudio a Peña Nieto y al PRI. Es cierto que su perspectiva desde el inicio se mostraba limitada, en tanto ataban sus esperanzas en la democracia y en su accionar como “ciudadanos”, sin embargo detrás de la confusión no deja de percibirse la chispa de una fuerza social cargada de descontento en contra de la actuación salvaje de los gobiernos… pero ¿hacia dónde se dirigió esta fuerza social?
Movimiento ciudadano = callejón sin salida
La situación que los explotados viven en todo el planeta se degrada cada día que pasa. En Europa se aplican feroces planes de austeridad y así a través de despidos, aumento de precios e impuestos, reducción y congelamiento de salarios, buscan proteger la ganancia capitalista. En México la situación no es mejor, grandes masas de trabajadores se ven obligados a laborar en condiciones precarias lo mismo en el área “informal” que en el “formal”, la incertidumbre para conservar el trabajo es continua por ello obligan a aceptar salarios miserables y horarios y cargas de trabajo crecientes. Las presiones y amenazas que vienen sufriendo los trabajadores de la educación corroboran esto que decimos, pero de forma aún más grotesca se expone en las minas. Son continuos los “accidentes” laborales que se presentan en las minas de México, lo cual es explicado por el ansia de ganancia de los empresarios que aprovechando la miseria, contratan a trabajadores por míseros salarios y los hacen bajar a los socavones sin las condiciones adecuadas y sin protección.
Pero si la miseria se extiende, también el descontento se acrecienta y empieza a animar respuestas que van marcando una tendencia ascendente y expansiva por todo el mundo, así se ha visto con las movilizaciones en España, Inglaterra, Chile o Canadá, pero también las expresiones de descontento en México, pese a que han sido acotadas por la campaña electoral de la burguesía, se inscriben en esa dinámica que la agudización de la crisis económica ha venido alentando. Pero no basta regocijarnos con lo que puede parecer obvio, hay que tener presente las dificultades que enfrentan, no como un acto para descalificar, sino en la preocupación de sacar las lecciones.
Es indudable que el desarrollo de las movilizaciones por el planeta no avanza de forma homogénea, no obstante se perciben dificultades similares, en mayor o menor medida según el país y el momento específico. En el origen de estos problemas se resalta la falta de confianza de la clase obrera en sus fuerzas, que se expone de manera abierta en el temor para lanzarse a la lucha y colocarse a la cabeza del combate, pero al mismo tiempo esa falta de confianza es notoria por la dificultad para reconocer su identidad de clase, lo que permite que la fuerza de los explotados gire hacia las ilusiones burguesas para buscar alternativas.
Teniendo ese marco, podemos entender que el movimiento que animó a la creación del #132 también es producto de un descontento y una combatividad, no obstante, de forma muy rápida fue atrapada por la burguesía, en tanto que esa fuerza desatada fue encadenada y sometida a la esperanza de que las elecciones y la democracia son medios adecuados para cambiar (o mejorar) el mundo opresivo que impone el capitalismo.
Las manifestaciones de jóvenes impugnando al candidato del PRI levantaron inmediatamente una gran simpatía entre los trabajadores y demás núcleos de la población no explotadora porque en sus primeras expresiones no solo denunciaban la actuación tramposa de partidos, gobierno y empresas de televisión, además incitaban a la unidad y a la discusión colectiva. No obstante, la clase dominante utilizando a su aparato de izquierda, captura ese coraje y lo amarra a la cola de López Obrador para darle “oxígeno” a las elecciones y las mismas empresas de televisión que eran criticadas en las protestas callejeras, se encargan de resaltar la importancia de las preocupaciones de los “jóvenes ciudadanos”. La burguesía así desvía esa fuerza social movilizándola en el terreno minado de la democracia, pero además la aprovecha para reforzar su dominio de clase.
Entendiendo ese proceso es que puede comprenderse que la creación del movimiento “#yo soy 132”, no fue el paso a un nivel superior de las movilizaciones, sino hacia su domesticación, lo que implica que pese a que las movilizaciones actuales que convoca el #132 siguen siendo concurridas por honestos jóvenes con preocupaciones y descontento reales, están siendo obligados a seguir las consignas que el capital ha dictado, por eso más que una organización que ayude al proceso de unidad y reflexión de los explotados es una pesada carga.
Ni
confianza en la democracia, ni apoyo a falsos redentores,
reflexión colectiva y
unidad de los explotados
En las primeras manifestaciones callejeras del mes de mayo se exponía una fuerza espontánea un poco confusa, sin saber hacia donde avanzar, pero con una convicción de repudio a la realidad que ofrece el capitalismo, luego con la creación formal del #132 se elimina toda posibilidad de reflexión y se impone como única perspectiva a seguir el de asistir mansamente a las urnas.
Así, en el primer acto de la farsa se alienta el “espíritu ciudadano” para crear el “cambio” mediante el voto, después en un segundo acto han de complementar la trampa, llamando a la impugnación de Peña Nieto por haber realizado la compra de votos… todo eso que parece una actuación crítica, no ha hecho sino desviar el descontento hacia objetivos de incumbencia exclusiva de la clase dominante.
Terminado el circo electoral la burguesía, usando al #132 puede continuar alentando falsas ilusiones que ayuden al capital a mejorar la explotación y a sofisticar los métodos de control y dominio, así se percibe por el hecho de que la agenda planteada por voceros de esta agrupación, parece copiar los planteamientos de “Democracia Real Ya” en España, y que consisten en hacer una crítica a la forma en que se levanta la estructura de Estado, para poder plantear como único camino la “democratización del Estado” mediante la “participación ciudadana”, cuidando de alejar toda reflexión que conduzca hacia la crítica del capitalismo.
La masa de jóvenes estudiantes que siguen al #132, no es una unidad social homogénea porque la conforman lo mismo proletarios (que por su origen o por su condición de asalariados los hace formar parte de esta clase), pero también hay individuos adheridos, social e ideológicamente, a la clase dominante y su sistema, por ello, para lograr una fuerza de combate real que enfrente los ataques que el capitalismo viene asestando, los proletarios y demás oprimidos no tienen otro camino que el de la reflexión colectiva de los problemas reales que enfrenta: de la degradación que impone el sistema a su condición de vida y de las trampas (como las elecciones) que tienen como objetivo impedir que tomen conciencia de su condición de explotados.
Para poder hacer pasar mejor los ataques contra los trabajadores, como la reforma laboral (ver el artículo en este mismo número) y ante la poca credibilidad de los partidos y sindicatos, la burguesía requiere procesos y cuerpos que ayuden a oxigenar al sistema; así la imposición del encuadramiento de los explotados bajo la denominación de “ciudadano”, se presenta como una condición necesaria para impedir la expresión de su fuerza de combate, pero además el imponerle preocupaciones falsas como la democratización de los medios o la flexibilidad electoral (entre otras muchas consignas tramposas), le asegura, a la clase dominante, el aprovechamiento del descontento social y, por tanto, el fortalecimiento de su capacidad de dominio.
Tatlin, agosto 2012