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Lucha de clases
Si quedamos aislados ¡nos condenamos a la derrota!
Ahora que los profesores de educación básica han retomado su lucha contra los ataques a sus condiciones de trabajo y de vida, es necesario que el conjunto de los trabajadores reflexionen sobre el significado de este tipo de movilizaciones, sus oportunidades de avance, sus principales dificultades, qué hacer para que la lucha se desarrolle; y esto es necesario pues a todos nos incumbe dado que es la totalidad de la clase obrera la que está siendo atacada, no sólo en México sino en el mundo entero. Como nunca se sufre un deterioro inédito de las condiciones de vida: reducción de los salarios, despidos masivos imparables, precariedad en las familias obreras a un punto que las está dislocando en sus más mínimas relaciones vitales, en fin, situaciones inéditas de pobreza y hambre que están degradando de manera indecible la misma condición humana de los trabajadores. Ni caso tiene ya hablar de la cancelación de la esperanza de una vida más o menos estable y de un futuro mejor para sus hijos.
Ante esto, se ha hecho patente en los últimos años una profunda indignación que se ha extendido y se ha expresado en una voluntad de romper la pasividad y de volver a tomar las calles y las principales plazas para manifestar su negativa a aceptar los planes draconianos de la burguesía. En este incipiente proceso, los trabajadores han dado muestras de una preocupación genuina por conocer las causas de la crisis (que en su fase actual de recesión ya lleva 5 años) y a hacerse preguntas interesantes sobre el futuro que el sistema capitalista les depara, sobre las alternativas que existirían, etc.
Varios han sido los países donde la cólera obrera se ha expresado produciendo importantes movilizaciones que se han tornado masivas en varias ocasiones. Sin embargo, ¿por qué no han logrado echar atrás los planes de la burguesía? Aquí se impone comprender en qué condiciones tienen lugar estas protestas.
El aislamiento y la desarticulación
La burguesía tiene múltiples canales para afectar ideológica y políticamente a la clase obrera a fin de desorientarla y evitar que encuentre el camino de su lucha, en especial el juego democrático periódico e interminable de la “decisión mayoritaria y ciudadana” del voto electoral, sin embargo, pone especial interés en un aspecto que es el alma vital del proletariado: su unidad. Y es contra este elemento que enfila sus baterías sabiendo que es un impulso profundo que constantemente está tratando de abrirse camino y que, cuando ha logrado manifestarse de manera importante ha hecho que el potencial revolucionario de su enemigo de clase se alce de manera gigantesca representando un verdadero peligro para su sistema de opresión y explotación.
Es por esto que la hemos visto maniobrar de manera similar en todos los países concernidos siguiendo un guión muy claro:
• en la medida en que lo permite la profundidad de la crisis, se escalonan los ataques sector por sector y dentro de cada sector, paquete por paquete de medidas, buscando que el ataque generalizado sea visto como ataques sectoriales o regionales desligados entre si, lo cual produce el efecto de resistencia obrera encerrada en su propio asunto;
• hay otra división que de manera socorrida explotan sobremanera en cuanto a los sectores público y privado, haciendo correr la versión de que los primeros serían “privilegiados” por sus mejores prestaciones y sueldos y que los segundos, incluso, resienten más recortes por los excesivos recursos económicos que aquéllos consumen en sus ingresos. De ahí que cuando algún sector de trabajadores inicia una movilización prácticamente no le pasa por su mente buscar la solidaridad de algún sector de los que considera tradicionalmente opuesto a sus condiciones de trabajo;
• cuando la movilización estalla los sindicatos se encargan de convencer a los trabajadores de que la mejor estrategia es quedarse en resguardo de sus centros de trabajo y de entablar una “lucha” en los tribunales;
• al lograr escalonar las respuestas, fragmentándolas lo más posible, una por una, impiden que aparezca en lo más mínimo la necesidad de unirlas en un solo movimiento y, todavía más, se encargan de formular pliegos de demandas totalmente exclusivas y excluyentes subrayando la atención en aquellas características identitarias del sector para así asegurar la desarticulación entre los diferentes batallones de la clase trabajadora;
• todavía más, cuando en los sectores de trabajadores existen diversas funciones, categorías, etc., los sindicatos se encargan de que las demandas laborales sean presentadas por cada departamento y, en su caso, cuando se declara la huelga, siempre bajo el control sindical, ésta se hace con la denominación de tal o cual división de empleados, por ejemplo, “huelga de académicos”, “administrativos”, “manuales”…
• la sarta de cuentas del rosario sindical es extensa. Cuando una movilización está en curso e incluso cuando varias movilizaciones de diferentes sectores coinciden en el tiempo y aún al nivel geográfico en una misma ciudad o región, lo sindicatos lo hacen todo para evitar que coincidan en las manifestaciones callejeras, que se encuentren en las mismas plazas y cuando esto se hace es bajo su propio control estricto y policiaco de los “contingentes” que no deben estar demasiado tiempo en contacto y mucho menos discutiendo de manera libre y en colectivo de sus problemas.
¿Cómo romper esta trampa gigantesca?
La respuesta es sin duda ¡Luchando! Esto parece una obviedad pero solo la lucha permite que miles y miles de trabajadores que toman las calles y las plazas descubran que ¡sí se puede hacer algo para frenar los ataques inmisericordes del capital! No tenemos otra alternativa. Pero el problema justamente se encuentra en comprender cómo luchar. No cualquier “procesión” por las calles implica luchar verdaderamente. El primer aspecto es tomar conciencia de qué medios disponemos, quienes son nuestros enemigos y cómo actúan, cuáles son las trampas que nos tienden.
En un primer momento, a los trabajadores se les impone la amenaza de las represalias económicas o administrativas si se movilizan en sus centros de trabajo y, sobre todo, la espada de Damocles del despido es un verdadero disuasivo para cualquier deseo de hacer algo. De ahí que los obreros dispongan de un recurso ya usado ampliamente en varios países, ¡ganar la calle!: es en las manifestaciones masivas en las calles y en las plazas públicas, pero no para repetir las tradicionales peregrinaciones organizadas por la estructura sindical, sino para crear un lugar donde podemos reflexionar e intercambiar experiencias con nuestros hermanos de clase de cualquier sector.
¡Unidad! Ya el movimiento obrero desde siempre ha demostrado que es necesario luchar unidos. No es una opción entre varias, para enfrentar los ataques que son generales contra todos los sectores de trabajadores se requiere de una respuesta unida. Hay que crear un solo movimiento que aspire a integrar al conjunto de los trabajadores sin importar el sector, ni su condición de activos, pensionados o desempleados. Esta extensión y masividad en un solo torrente de energía enfocado a hacer retroceder los ataques del Estado capitalista es la única salida a la etapa actual donde múltiples expresiones de lucha, por más combativas que sean no han podido avanzar en ese sentido debido a que no han logrado sortear el aislamiento y la desarticulación en que los sindicatos las tienen sometidas. Sin este vínculo, cualquier intento de lucha está condenado al fracaso de manera irremediable.
¡Auto-organizándonos! Una vez que alguna fracción de trabajadores entran en lucha deben saber que, aún siendo una decisión muy loable dadas las dificultades existentes, apenas es un ínfimo paso que inmediatamente tiene que ser continuado por la formalización de la Asambleas Generales, en las cuales se pueda discutir abiertamente, y donde los trabajadores puedan tomar verdaderamente en sus manos el rumbo del movimiento. La verdadera toma en manos del control del combate requiere permitir la integración de trabajadores de otros sectores e incluso de los desempleados.
Asambleas que estén dispuestas a convertirse en órganos abiertos a otros sectores en lucha es lo que ha de dar fuerza y dirección a los combates. Por eso se requieren Asambleas Generales donde se construya la confianza recíproca, la empatía mutua y, sobre todo la solidaridad, que permita a cualquiera sentirse cobijado y defendido por sus compañeros en lucha, lo que aporta a cada participante y a la masa misma una gran moral de combate tan necesaria para enfrentar los ataques de la burguesía y la labor antiobrera de los sindicatos.
El movimiento de resistencia de los trabajadores en estos años tiene un doble alcance: inmediato, para resistirse a los ataques sensibles a sus condiciones actuales de trabajo y de vida en general para ellos y sus familias; a largo plazo, para emplazarse de manera decidida y poder dar respuesta a cuestionamientos esenciales sobre el futuro que ofrece el capitalismo, qué alternativa de organización humana es posible y necesaria en el momento actual, qué necesitamos hacer para acceder a ella.
De este tamaño es el desafío que tiene el proletariado, de esta dimensión deberá ser el esfuerzo que deberá desplegar si quiere estar a la altura de esta nueva cita con la historia.
RR, abril de 2012