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Después de más de tres lustros de diseño y ajustes de la llamada "reforma laboral" prácticamente ya está lista. La burguesía la presenta, para variar, como la nueva panacea para resolver la crisis y sobre todo para remediar el problema del desempleo; pretendiendo que con la "flexibilización" que propone la nueva ley los jóvenes que se agregan al mercado laboral podrán tener más facilidad de ser contratados. Todos los discursos se afanan en "demostrar" que es para bien de la economía nacional puesto que son reglas que ya se practican en otros países y de no hacerlo el país no podrá competir en el mercado internacional, pero y, sobre todo, que beneficiará a todos los sectores sociales por igual (los medios de la burguesía se esfuerzan siempre en evitar la mención de clases sociales, y con mayor razón la lucha de clases). Sin embargo, la reforma laboral o la también catalogada "nueva cultura laboral" significan cruda y llanamente la implementación de métodos más eficaces de explotación contra los trabajadores para extraerles una cuota mayor de plusvalía, lo que en la práctica se traduce inmediatamente en una degradación mayor de las condiciones de trabajo y de vida del trabajador y de su familia por un lado, y en un incremento de las ganancias del capital por el otro. No hay términos medios.
Esta nueva reforma laboral, como las habidas anteriormente, se ensaña contra los trabajadores como se muestra en sus principales medidas:
- nuevos contratos de trabajo de carácter eventual que exime a los patrones de hacer pagos por antigüedad, prestaciones como seguro social o vacaciones, indemnización, etc;
- destaca el trabajo de ‘capacitación inicial' o ‘periodo de prueba' para explotar a los jóvenes y nuevos trabajadores por un periodo de hasta seis meses, también sin ninguna prestación; simulando que al ser contratados después las prestaciones (que son en realidad parte del salario) serán retroactivas, pero nada obliga al patrón a contratar, de tal suerte que al no ser contratados después, el patrón se habrá ahorrado las prestaciones;
- la contratación ‘outsourcing' que es una subcontratación mediante empresas intermediarias que tienen más posibilidad de evadir el pago de salarios y prestaciones; los trabajadores que realizan la limpieza del Metro, por ejemplo, legalmente no son trabajadores de esta paraestatal, sino de una compañía que aparece como prestadora del servicio a las autoridades del gobierno del Distrito Federal, la cual no ofrece ninguna prestación a estos trabajadores.
- reducción al mínimo de la indemnización por despido de los trabajadores;
- nuevas obligaciones para los obreros en el sentido de hacer tareas complementarias a sus labores y también de aceptar eventuales aumentos de la jornada diaria sin el pago correspondiente por tiempo extra;
- flexibilizar la estabilidad en el empleo no sólo facilitando los despidos sino también permitiendo la libre movilidad de un puesto a otro e incluso entre sedes de trabajo, a criterio del patrón;
-en fin, la introducción del concepto de pago por hora que todavía no está muy claro pero que sin duda se orienta a eliminar los llamados "tiempos muertos" y limitar el pago al "trabajo efectivamente realizado"; es decir, negar al trabajador la satisfacción de sus necesidades básicas como humano. En suma, se trata pura y llanamente de elevar la productividad del trabajo para aumentar la acumulación capitalista y eso sólo es posible atacando las condiciones de vida y de trabajo del proletariado.
En los hechos, el grueso de estas medidas ya está en marcha y ahora se está buscando rematar el golpe con un marco jurídico actualizado que elimine algunas trabas molestas para la burguesía. Este nuevo apretón de tuercas que va a agravar dramáticamente las condiciones de vida y de trabajo, tiene que entenderse en el marco de la agudización de la crisis económica capitalista que se ha profundizado de manera dramática en los últimos años y donde todos los países del mundo están siendo afectados, en primer lugar las potencias económicas, lo que está dando al traste con el cuento machacón de los gobiernos y sus medios de que "ya estamos saliendo de la crisis".
Estos ataques tienen un contexto internacional pues todos los gobiernos del mundo están implicados en hacer aceptar a los trabajadores estas medidas despiadadas para hacerles pagar los costos de la crisis capitalista. Efectivamente, las medidas que toma el Estado capitalista son muy conocidas y se concretan con: más despidos, inflación (aumento de precios), reducción de los salarios pues los topes de los "aumentos" salariales van siempre atrás de la galopante inflación que devora de manera implacable la capacidad de consumo de los sueldos, ampliación de la edad de jubilación (y mayores cotizaciones), recortes presupuestarios, reforma laboral..., es decir, ataques directos a los trabajadores y sus familias.
El proletariado, debe liberarse de la ilusión de que el Estado es neutral y que protege a todos por igual, cuando es un aparato al servicio de los patrones. Y, por lo mismo, no pueden esperar que las medidas adoptadas ante la crisis van a repartir de manera equitativa las cargas entre ricos y pobres. El Estado y sus instituciones como el gobierno, los partidos políticos en el gobierno y en la oposición, los sindicatos oficialistas o independientes, la iglesia, etc., trabajan diariamente para defender a la burguesía y garantizar las mejores condiciones para continuar la explotación de los obreros y el aumento de las ganancias de las empresas capitalistas sean privadas o públicas.
Los partidos políticos y los sindicatos están en primera línea para hacer aceptar a los trabajadores este hierro candente de la reforma laboral. Por un lado, los partidos políticos amplificando su juego parlamentario, discutiendo propuestas y contrapropuestas de la derecha a la izquierda del espectro político de la burguesía para hacer creer que verdaderamente se buscan las mejores medidas para beneficiar tanto a patrones como a los trabajadores; por el otro lado, los sindicatos se reparten también el trabajo para maniatar a los obreros, así, algunos de ellos, elaboran "sesudas" propuestas pretendidamente favorables a sus agremiados y retoman su protagonismo para mostrar que "luchan" legalmente por los intereses laborales; otros ponen el grito en el cielo ante la "ofensiva del neoliberalismo", y se aprestan a "movilizarse" contra estas medidas cuando en realidad lo que hacen es montar falsas luchas para evitar que los trabajadores desplieguen sus propios y verdaderos medios de lucha.
Tenemos que luchar pero sin los sindicatos
No hay otra alternativa, hay que luchar para oponernos a estos nuevos ataques; en primer lugar hay que retomar la discusión y la reflexión colectiva que clarifique las causas de estos ataques, así como los medios políticos y sindicales que tiene el Estado burgués para maniatarnos y hacernos tragar los ataques, y también discutir sobre los medios de lucha y de organización que tenemos como clase, y que han sido retomados en la lucha obrera de diferentes partes del mundo. En primer lugar esta discusiones obviamente deben ser convocadas fueras de las instancias sindicales. Nos atacan a todos, por lo tanto debemos reflexionar cómo desarrollar una lucha que implique al conjunto de los trabajadores no importando el sector, empresa privada o pública a que pertenezcan. Solamente asumiendo una lucha generalizada con los medios de lucha propios, oponiéndonos desde el principio a las maniobras sindicales, podremos estar en posibilidad de rechazar de manera exitosa este tipo de medidas. Que esto es posible, nos lo demuestran las experiencias de combate de nuestra clase a lo largo de la historia del movimiento obrero a escala internacional y en particular las luchas recientes de nuestros hermanos de clase que por similares causas se han movilizado, por ejemplo, en España, en Grecia, en Turquía y en otros países, comprobando que es el único camino que tiene futuro para oponernos a este sistema de opresión y explotación absolutas y empezar a plantearnos su destrucción revolucionaria.
RR/16-abril-2010