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La danza de las cifras de muerte por los ajustes de cuentas entre los diferentes cárteles del narcotráfico son el pan de cada día en los meses recientes (algunos cálculos conservadores estiman unas 1 500 muertes de este tipo en lo que va del 2008); los noticieros de radio y televisión llenan sus espacios con las noticias más escalofriantes, los diarios no alcanzan a dar cabida a tan abundante material que se amontona y caduca casi al instante por las nuevas noticias que fluyen generosas desde todos los confines del país. La versión de la burguesía es, como siempre, que se trata de una guerra entre el Estado mexicano contra el «crimen organizado», el cual estaría desafiando, como nunca, a las instituciones democráticas. Sin embargo, la realidad es completamente diferente.
En las páginas de RM, desde su creación como sección de la CCI, hemos desmentido ampliamente este cuento chino de una supuesta guerra entre «policías y delincuentes» (ver al menos, RM N° 85 y 99 en www.internationalism.org) y hemos demostrado que, lejos de ser una actividad marginal, la red empresarial multimillonaria del narcotráfico que engloba desde hace ya mucho tiempo también otro tipo de actividades lucrativas como el tráfico de armas, la prostitución, la pederastia, la pornografía informática, el juego, la venta de protección, etc., está perfectamente integrada al Estado capitalista, sobre todo si tenemos en cuenta que, según algunas estimaciones de organismos internacionales este negocio genera anualmente cifras cercanas al billón de dólares. Un área de oportunidad cada vez más omnipresente en los negocios capitalistas a nivel global con un funcionamiento que encadena diversas funciones empresariales en cada país y entre ellos a nivel internacional. Una realidad que hace añicos la pretensión de algunas almas piadosas que proponen la legalización de las drogas algo así como exigirle a la burguesía que deje de ser la clase social más rapaz y criminal que ha existido en la historia de la humanidad.
La descomposición social generalizada del capitalismo... la fractura política de la burguesía mexicana
Para explicar estos acontecimientos debemos ligarlos a la vida interna de la clase dominante y saber ver en la multiplicación de las pistas sangrientas de los ajustes de cuentas, en los escándalos cada vez más frecuentes, en los «suicidios» de dos tiros en la cabeza, etc., no las acciones de una minoría corrupta sino el funcionamiento en pleno y real del Estado capitalista decadente; es decir, estas rivalidades no son más que la punta del iceberg, de esa guerra más extensa, sin cuartel, de las diferentes fracciones capitalistas por asumir la hegemonía del aparato estatal, sinónimo siempre de acceso a privilegios y canongías económicas y políticas de gran calado. Este es el único método que permite entender lo que está sucediendo actualmente no sólo en México sino en toda la región de América Latina donde esta situación se repite cotidianamente y los Estados democráticos burgueses lo hacen todo por ocultarlo tras la cortina de humo de su sacrosanta democracia, donde la cruzada consiste en limpiar al Estado de sus «manzanas más podridas», la fábula interminable de los campeones de la perfectibilidad del capitalismo.
Los antecedentes inmediatos de esta división y colisión de las diferentes facciones de la burguesía mexicana los hemos establecido en la resolución sobre la situación nacional que la tercera reunión panamericana adoptó en noviembre del 2006 y que se resume en la insistencia sobre los efectos perniciosos de la descomposición social generalizada del capitalismo que considera entre las características más importantes de la descomposición de la sociedad capitalista una creciente dificultad de la burguesía para controlar la evolución de la situación política, tras lo cual encontramos siempre una debilidad manifiesta para controlar el aparato económico (Ver las Tesis sobre la descomposición en la Revista Internacional N° 62). En este marco la agudización de la crisis económica y con ello de la competencia, provoca que las fisuras aparecidas en la estructura política en todos los planos de la vida de la burguesía se han acentuado y se aceleran con motivo, por ejemplo, de la elección del presidente del país en el 2006, una situación que muestra en realidad una ruptura de la disciplina, «una gran fractura política de la burguesía en su conjunto, y aunque en su forma se presenta como una bipolarización (PAN-PRI vs PRD), es una fragmentación mayor en la que cada uno de los sectores busca su propio provecho y donde las relaciones entre cada una de las partes se presenta con dificultad, creando alianzas endebles, no duraderas, en las que los intereses se mezclan, y los personajes y grupos se mueven de un bando a otro. Por eso, al imponer a Calderón en la presidencia, la agudización de la pugna, no sólo presagia su propia continuación sino su agudización, dada la extensión de la pelea en todos los dominios: partidos, ejército, clero, grupos del tráfico de drogas...» Así, al no conseguir «la cohesión de la clase dominante en su conjunto y apenas haber logrado aglutinar en torno a la fracción gobernante actual a un núcleo que está unido con lazos endebles, cada vez más se hace evidente que la característica particular de este período es que cada grupo de la clase dominante, si no puede establecer un dominio total del escenario, se conforma con no dejar avanzar a su enemigo, imponiendo, mediante la fuerza, continuos obstáculos (...) Es la agudización de esa tendencia la que se perfila luego de pasadas las elecciones y de que se impone como presidente a Calderón.» (Resolución sobre la situación nacional. Tercera Reunión panamericana, Ver RM 96, ene-feb 2007).
El plan Mérida y la privatización de PEMEX: otros frentes de división
En este escenario también se deben ubicar las divisiones frente al llamado «Plan Mérida» - «Plan México» o al intento de la privatización de PEMEX que no desarrollaremos aquí y que revela la disputa, otra vez, entre las fracciones de la burguesía que presentan proyectos diferentes concernientes a la competencia por quedarse con la mayor parte de la renta petrolera (ver artículo en esta edición). En cuanto al primero (surgido en enero del 2007 a iniciativa del Congreso estadounidense), es una medida similar al Plan Colombia (Ver RM N° 103), y busca hacer frente al caos que se ha generalizado por todo el territorio y que ha obligado al capo mayor, al Tío Sam, a exigir un mejor control y un nuevo equilibrio entre los diferentes grupos que se disputan los «grandes negocios» pues no puede permitir una degradación mayor en su traspatio y menos al pie de su frontera; un requerimiento relacionado directamente con la seguridad nacional de la burguesía americana frente a los efectos de la descomposición que se acumulan de manera peligrosa por todo el mundo y que demandan un reforzamiento mayor en sus fronteras, pero sobre todo, se trata de un apuntalamiento de su presencia militar en la región frente a la injerencia cada vez mayor de sus potencias rivales que intentan, en cualquier oportunidad, desestabilizar el establishment norteamericano de la región para disputarle mejor otras áreas estratégicas en el tablero imperialista. Esta exigencia, se dirige directamente al ejército, sin embargo, este último ya ha manifestado su desacuerdo, junto con el Secretario de Gobernación Mouriño, pues, fuera de la cantidad irrisoria que se propone entregar a los militares del Ejército y la Marina principalmente (entre 350 y 400 millones de dólares en equipo y tecnología en su mayor parte), lo que está en juego es su propia libertad de acción, por eso es que cuando la burguesía defiende la soberanía nacional se trata precisamente del derecho a usufructuar los límites de las fronteras que les ha tocado explotar sin la injerencia de otras burguesías que tienen lo suyo en sus propios países. Claro, la mistificación va dirigida a la clase explotada y oprimida para alimentar su ilusión de que algo de la «patria» le pertenece. El descontento en este sector se acrecienta contra el grupo en el poder debido a que el gobierno de Felipe Calderón aceptó colocar a las fuerzas armadas bajo la vigilancia estadounidense, lo que es inadmisible pues como ya lo han documentado revistas como Proceso o Zeta o también algunos diarios, esta estructura, articulada en una verdadera red nacional es la que en realidad ha administrado y controlado este negocio capitalista. Las exigencias del Padrino USA se deben sobre todo en los últimos años al caos generalizado por la pérdida de la disciplina que había antaño en este asunto y que demanda restablecer, lo cual no está resultando tan fácil dada la descomposición de las relaciones entre los diversos grupos de interés de la clase dominante que están enfrentados a muerte en una guerra sin cuartel.
La «guerra al narco» justifica la militarización de la sociedad
En medio de esta situación que tiende a salirse de control, la burguesía en su conjunto (es el único punto de acuerdo entre las diferentes fracciones en pugna) aprovecha para amplificar el clima de terror y justificar de manera relativamente fácil el reforzamiento de sus medios de represión y el control totalitario de la sociedad por el Estado vía el ejército y los diferentes cuerpos policiacos con el cuento siempre ad hoc de la «protección ciudadana». Esta cacareada protección ha dejado ya una secuela de miedo en todas partes: asesinatos, cateos, detenciones arbitrarias, robo, secuestros, tortura, linchamientos, violaciones. La lista de abusos es interminable, como el de la anciana de Veracruz que murió por la violación tumultuaria en marzo del 2007, o la familia que fue acribillada en Sinaloa por una «confusión» en un retén militar en junio del 2007, o los innumerables casos que se han registrado últimamente en prácticamente todos los estados; un infierno que vive principalmente la clase trabajadora del campo y la ciudad que paralelamente a la inseguridad laboral y a la acentuación de su miseria tiene que soportar un clima de verdadero terror orquestado por el Estado burgués. A plazo, este accionar del aparato estatal persigue el objetivo de reforzarse para hacer frente a las luchas obreras que se perfilan en el horizonte como respuesta a la agudización y generalización de la crisis capitalista mundial.
Esta es la sórdida vida política interna de la burguesía, corresponde al proletariado alimentar su toma de conciencia con este conocimiento para desbrozar su lucha de clase de toda suerte de trampas ideológicas que intentan imponerle preocupaciones ajenas a sus intereses de clase como las que fomenta la burguesía y que tienen el denominador común de la defensa y perfeccionamiento de la naturaleza explotadora y opresiva de la sociedad capitalista.
RR, Junio del 2008