Submitted by Revista Interna... on
El mito de la "Green Economy"
El capitalismo necesita hoy todo un arsenal de mistificaciones ideológicas para sobrevivir. Sistema económico y social en quiebra histórica, el capitalismo ya no tiene nada que ofrecer a la humanidad sino miseria, decadencia y guerra. Para la clase dominante, es necesario ocultar esta realidad e impedir que la clase obrera sea capaz de comprender sus responsabilidades revolucionarias históricas y llevarlas a la práctica. La última patraña que la burguesía mundial se ha sacado de la manga es la green economy (la economía verde). Cada vez más, los expertos de los media, los políticos, los economistas y los hombres de negocios ven la extensión de la economía verde como un componente importante de la recuperación económica. Algunos comparan la green economy con la alta tecnología (high-tech) y la informática por sus potencialidades de transformación de la economía norteamericana. Es casi cómico ver a todas las grandes empresas subirse al vagón "verde", ahora que la ecología está de moda. Incluso los peores contaminadores predican ahora la ecología, como se puede ver en una publicidad televisada en Estados Unidos que afirma que la calefacción de fuel consume poca energía ¡y es buena para el medio ambiente!
Como cualquier otra estafa ideológica, la economía verde tiene cierta relación con la realidad. Existe una preocupación verdadera y de sobra compartida ante el saqueo del entorno y la amenaza muy real de cambios climáticos, con sus efectos potencialmente catastróficos a nivel social. Por otro lado, es un hecho innegable que el frenazo económico destruye empleos por millones en el mundo entero, empeora la pobreza y las privaciones. Este vínculo dramático con la realidad hace que el mito de la green economy sea más pernicioso que una vulgar campaña de propaganda de esas de tres al cuarto.
La burguesía mundial tiene la pretensión absurda de disponer de una alternativa política para salvar la situación, con el fin de cortocircuitar el progreso de la conciencia de clase y el reconocimiento de que el desastre ecológico y la crisis económica ponen al desnudo el carácter anacrónico del capitalismo y plantean muy claramente la necesidad de su derrocamiento. Así pues, la burguesía niega el hecho de que la crisis actual sea una crisis del sistema y avanza la idea de que es un problema que puede ser tratado con políticas diferentes. La economía verde, nos dice, va a revolucionar la economía y a traer la prosperidad.
Las realidades ecológicas y económicas
Las pruebas científicas de la gravedad de la crisis ecológica son abundantes. Según un informe realizado por los consejeros científicos de Barack Obama, el calentamiento climático ya ha causado cambios significativos en las tendencias climáticas en Estados Unidos, implicando mayores precipitaciones, aumento de la temperatura y del nivel del mar, retroceso rápido de los glaciares, prolongación de los periodos de cultivo, modificación del caudal de los ríos ([1]). Este informe prevé que las temperaturas en Estados Unidos podrían aumentar por término medio en 11 °F - algo así como 6 °C - de aquí a finales de siglo. La Conferencia internacional sobre el cambio climático que se celebró en Copenhague en marzo de 2009, informó que: "las sociedades contemporáneas tendrían muchas dificultades para asumir un aumento de temperatura de más 2 °C y que esa subida incrementaría las convulsiones climáticas durante el resto del siglo".
Y que se sepa, ¡6° son tres veces más que 2°!
Una de las principales conclusiones de la Conferencia de Copenhague fue: "Las últimas observaciones confirman que la peor de las previsiones del GIEC está realizándose. Las emisiones han seguido aumentando en grandes cantidades y el sistema climático ya evoluciona fuera de las variaciones naturales en las que se construyeron nuestras sociedades y nuestras economías: la temperatura media en la superficie del planeta, el aumento del nivel de los mares, la dinámica de los océanos y del hielo, la acidificación del océano y los episodios climáticos extremos. Hay un riesgo significativo de que se aceleren muchas tendencias, desembocando en cambios climáticos brutales o irreversibles" ([2]).
Por lo que se refiere a la crisis económica, no es necesario aquí presentar pruebas de la seriedad de la recesión actual. Los propios medios de comunicación burgueses la consideran como la peor crisis económica desde la Gran Depresión. Y como la recesión actual se produce a pesar de la multitud de medidas de salvaguardia y de paliativos capitalistas de Estado implantados tras la Gran Depresión en los años treinta, y que debían haber impedido que semejante desastre económico se reprodujera, se puede afirmar que esta recesión es incluso peor que la de 1929. Ha puesto de rodillas a la mayor y más poderosa economía mundial, Estados Unidos; requirió la casi nacionalización de la banca, el apoyo a todas las finanzas y ha conocido la bancarrota de General Motors, la factoría más importante del mundo. Solía decirse que: "lo que es bueno para General Motors es bueno para Estados Unidos".
La administración Obama anunció primero que el desempleo iba a aumentar en Estados Unidos hasta un 8 % antes de estabilizarse. La realidad ya superó esta predicción excesivamente optimista. Oficialmente, el desempleo ya ha alcanzado un 9,4 %, y el propio Obama reconoce ahora abiertamente que la tasa de desempleo se duplicará antes de que las cosas comiéncen a mejorar. Incluso esas siniestras cifras están por debajo de la realidad. En Estados Unidos, sólo se considera que alguien está desempleado cuando no tiene trabajo y está buscando uno desde hace 30 días. Los parados que no han buscado trabajo durante este período, o que están demasiado desmoralizados para ponerse a buscar unos empleos inexistentes y renuncian a inscribirse se les considera como si ya no fueran fuerza de trabajo. Según el Estado americano, esos "trabajadores desanimados" ya no son trabajadores, de modo que ¡no pueden ser desempleados!
Los trabajadores que perdieron su empleo y no pueden encontrar otro a tiempo completo pero bregan para encontrar un empleo subalterno a tiempo parcial para sobrevivir - bautizados "obreros a tiempo parcial no voluntarios" - ya no se consideran como parados ni tampoco como subempleados. Si tienen un trabajo a tiempo parcial de 10 horas por semana como mínimo, se les considera "con trabajo"; es más, a esos empleos a tiempo parcial se les considera como "empleos" en las estadísticas que contabilizan la cantidad de empleos en la economía. Así por ejemplo, una ayudante de educación especializada, de 59 años, que fue despedida y perdió su empleo hace nueve meses, y que ahora tiene cuatro a tiempo parcial, no solo no es considerada como desempleada por el Gobierno, sino que, por sí sola, contabiliza cuatro empleos nuevos en la economía. Trabajando de profesor de gimnasia en cinco clases por semana, de ayudante técnico-sanitario, de enfermera a domicilio para una persona discapacitada y de profesor de gimnasia para clientes privados, logra cobrar 750 $ al mes, lo que no es de mucha ayuda, puesto que su reembolso inmobiliario mensual es de 1000 $ ([3]).
El Labor Departement americano (ministerio de Trabajo) reconoce que existían 9,1 millones "obreros a tiempo parcial no voluntarios" en mayo y que si se contabilizaran los obreros "desanimados" y el tiempo parcial no deseado en el cálculo del desempleo, éste no sería 9,4 % sino qua alcanzaría 16,4 %. Incluso los pronosticadores más optimistas preven que el "pleno" empleo (definido en el 6 % de desempleo) quizás no volverá a Estados Unidos antes de 2013 o 2014.
La Green Economy
La mistificación de la green economy fue un elemento central en la campaña presidencial de Obama. Durante el segundo debate presidencial, en octubre de 2008, Obama dijo: "si creamos un ahorro de nuevas energías, podemos fácilmente crear cinco millones de empleos nuevos".
Más concretamente, su sitio web de campaña prometía "crear cinco millones de nuevos empleos invirtiendo de manera estratégica 150 mil millones de dólares durante los diez próximos años con el fin de catalizar los esfuerzos de cada uno para construir la energía limpia del futuro" ([4]).
En su programa, la propuesta de economía verde de Obama/Biden incluye los siguientes puntos:
- de aquí a diez años, ahorrar más petróleo que el que se importa actualmente de Oriente Medio y Venezuela;
- de aquí al 2015, tener más de un millón de coches de motor híbrido por las carreteras;
- garantizar que un 10 % de la electricidad proceda de fuentes renovables de aquí a 2012, 25 % en 2025;
- establecer en toda la economía un programa cap-and-trade (de limitación y tasas por contaminación) con el fin de reducir la emisión de gas de efecto invernadero en el 80 % de aquí a 2050 ([5]).
En febrero del 2009, el Congreso adoptó el plan de recuperación económica de Obama que se distinguía por un presupuesto de 80 millones para estimular los gastos en el desarrollo de fuentes de energía alternativas y demás iniciativas ecológicas; ese plan "se vendió" muy bien a los grupos ecologistas como un anticipo sobre la green economy. Sin embargo, a pesar del triunfalismo de estos grupos, los miserables 80 millones significan matemáticamente que Obama debe gastar todavía "de forma estratégica" 149,92 mil millones ([6]) en los 9 próximos años para cumplir con su promesa de economía verde.
La patraña de la economía verde no es un fenómeno únicamente norteamericano. Según un militante ecologista europeo, "la economía limpia está a punto de emprender el vuelo" ([7]). La Unión Europea fomenta activamente la inversión en la industria verde. Los países europeos introdujeron sus propios programas cap-and-trade sobre el dióxido de carbono en 2005. Alemania promulgó la ley sobre la energía renovable alemana e introdujo un programa de feed-in tariffs (FITs) ([8]) incitando a inversiones en energía limpia. En Canadá, la provincia del Ontario adoptó una medida sobre el modelo del FIT alemán. En Gran Bretaña, los esfuerzos por promover inversiones buenas para el medio ambiente están en el centro de los planes de recuperación económica. Australia quiere aumentar los empleos verdes en un 3000 % en las próximas décadas. Alemania, España y Dinamarca han favorecido programas de energía eólica. Alemania y España también apoyan empresas de energía solar.
La Green Economy ¿es una poción mágica?
La Green Economy no es la poción mágica que salvará el capitalismo de sí mismo. Las comparaciones entre la economía verde y lo que se llamó la "revolución industrial" son falsas. No será una revolución tecnológica lo que transformará la sociedad como lo hizo la revolución industrial al permitir superar la producción natural y desarrollar la industria moderna, bajar los costes y aumentar la producción, elevar el nivel de vida. Cuando el capitalismo era un sistema históricamente progresivo, capaz de desarrollar las fuerzas productivas, cuando nacían nuevas tecnologías y nuevas industrias, eso producía millones de nuevos empleos, a costa de destruir los antiguos y las viejas industrias. Pero hoy, en una crisis global de sobreproducción, la tecnología informática, a pesar de que haya sido capaz de reducir los costes de producción y aumentar la productividad, no revolucionó la economía, no permitió al sistema superar su crisis económica sino, al contrario, empeoró la crisis de sobreproducción.
Es un error total imaginarse que reparar los estropicios provocados por el capitalismo durante el siglo pasado sería la base del progreso económico. Es como si se afirmase que el huracán Katrina, que devastó Nueva Orleans en 2004, fue bueno para la economía porque creó millones de nuevos empleos en la construcción e hizo posible el crecimiento económico. Este tipo de juegos malabares ideológicos no funciona más que si se saca de la ecuación todo el sufrimiento humano (las muertes, la pobreza) y la destrucción de las fuerzas productivas, de las viviendas, de las escuelas, de los hospitales, etc., que causó Katrina. Reparar algo roto no es en nada una "revolución" de la economía.
De todas formas, toda la campaña sobre la economía verde que crearía nuevos empleos es absurda. Un estudio, encargado por la Asociación estadounidense de Alcaldes, prevé un aumento de los empleos verdes de unos 750 000 actuales a 2,5 millones en 2018, o sea un aumento de 1 750 000 empleos - mucho más modesto que los 5 millones previstos por Obama. Sin embargo, investigadores de universidades, del York College en Pensilvania, de las Universidades de Illinois y de Arlington Texas, impugnaron las predicciones de los alcaldes por estar muy sobrevaloradas, ya que inflaron el número de empleos con puestos administrativos interinos que no tenían la menor relación directa con la producción de energía limpia. Y aunque las pretensiones exageradas de Obama fuesen justas, 5 millones de nuevos empleos verdes en los diez próximos años distan mucho de compensar los efectos pasados y futuros de la recesión en Estados Unidos. Desde que comenzó la recesión en diciembre del 2007, la economía norteamericana ha perdido casi 6 millones de empleos por despidos y necesita entre 125 000 a 150 000 nuevos empleos al mes - o 1 500 000 a 1 800 000 por año - solo para absorber los nuevos trabajadores en edad de entrar en el mundo del trabajo y mantener un nivel estable de desempleo. Así que los pretendidos cinco millones de nuevos empleos que se deberían crear "fácilmente" en los diez próximos años, ¡ni siquiera compensarán todos los empleos destruidos durante los 18 últimos meses de recesión!
Los nuevos empleos verdes tampoco compensarían los que desaparecerían en las industrias del petróleo, de refinado, de carbón, nuclear y del automóvil debido al abandono a gran escala de las energías fósiles. El programa tan elogiado de cap-and-trade, que permite a las empresas contaminantes seguir comerciando con la autorización de contaminar, y que es aplicable en Europa desde hace cuatro años, aún debe mostrar sus efectos beneficiosos puesto que los niveles de emisiones aumentaron en esos países.
Las empresas capitalistas no se convertirán a prácticas e inversiones buenas para el medio ambiente si no hay beneficios que realizar. Estas nuevas tecnologías, al implicar enormes inversiones preliminares de investigación y desarrollo, han de poder proporcionar muchas ganancias. La única forma para que los Gobiernos puedan promover la green economy sería introducir medidas de disuasión ante la continuación del uso de energías fósiles, y de incitación para invertir en la economía verde. Las fuerzas llamadas "de libre mercado" nunca permitirán que eso ocurra, sólo lo podría permitir una política de intervención capitalista de Estado, lo que significaría un aumento de los impuestos sobre la utilización de las tecnologías de energía fósil, el aumento de los costes de producción de las mercancías según los procesos industriales clásicos, y el aumento de los precios para los consumidores. Eso también supone subvenciones de los Gobiernos y reducciones de impuestos para las empresas de tecnología verde. Claro está, todo eso sería financiado a costa de la clase obrera, que tendrá que pagar más caro los bienes de consumo "limpios" y también más impuestos para financiar las subvenciones y compensar las rentas perdidas debido a las reducciones de impuestos. En fin de cuentas, la economía verde que pretende "revolucionar" la economía y salvar el mundo del desastre ecológico no es sino otra manera de repercutir la austeridad sobre la clase obrera y bajar más aún su nivel de vida.
El capitalismo mundial es completamente incapaz de cooperar para hacer frente a la amenaza ecológica. En particular en este período de descomposición social, con la tendencia creciente de cada nación a jugar su propia baza en la partida internacional, a la competencia de cada cual contra los demás, tal cooperación es imposible. Si Estados Unidos fue criticado por su negativa a participar en el Protocolo de Kyoto que quería reducir las emisiones de carbono, por su parte las naciones que participaron con entusiasmo en el Tratado no hicieron nada por reducir los gases de efecto invernadero en la última década. Incluso cuando el capitalismo "intenta" aplicar soluciones a la crisis medioambiental, la cuestión de la ganancia juega irracionalmente para socavar el bienestar social. El ejemplo desastroso de lo que ha ocurrido con el paso, motivado por la ganancia, a la producción de etanol como energía alternativa a partir del maíz es edificante: se animó a gran parte del sector agroalimentario a producir maíz para el etanol y no para la alimentación, contribuyendo así a la escasez global de alimentos. Y ante tal situación han estallado motines del hambre por el mundo entero. Ahí tenemos uno de los signos anunciadores de lo que la green economy capitalista reserva a la humanidad.
La Green Economy es una cortina de humo
La green economy no es sino una cortina de humo, una campaña ideológica para pretender darle un rostro humano al capitalismo. En su afán de ganancias, el capitalismo ha desfigurado el medio ambiente. La calamidad ecológica que creó el capitalismo es una prueba más del que ha ido más allá de su tiempo útil y que ha llegado la hora en que es necesario quitárselo de en medio. La economía verde es una respuesta cínica de la clase dominante que pretende poder solucionar un problema cuando éste es la emanación directa del propio carácter de su sistema. La distancia que separa la promesa de la green economy de la realidad es tan grande como grotesca. Y no solamente en lo que a empleos se refiere. Van a comercializar productos alimenticios ecológicos que pretenden ser más naturales, más biológicos, pero cuyo precio va mucho más allá de lo que puede comprar un obrero medio. Otro ejemplo: para ahorrar energía, se pretende sustituir las bombillas incandescentes por lámparas fluorescentes, pero éstas contienen mercurio, desastroso para el medio ambiente si no se utiliza de manera controlada.
Sea cual sea el embalaje ideológico, el capitalismo está hecho para generar ganancias, no para responder a las necesidades de los hombres.
El capitalismo no tiene ninguna solución para evitar la crisis económica y la del medio ambiente. Solo el proletariado tiene la capacidad de salvar el futuro de la humanidad - destruyendo este sistema predador, de explotación del hombre por el hombre basado en una búsqueda incesante de ganancias y sustituyéndolo por una sociedad en la que satisfacer las necesidades sociales sea el principio preponderante de la vida económica y social. Toda esa palabrería sobre la economía verde o negra es absurda. Sólo una economía roja dará un futuro a la humanidad.
J. Grevin
[1]) Según la ley, la Casa Blanca debe producir un informe sobre el impacto del recalentamiento climático, pero ningún informe se ha hecho desde el año 2000, cuando aún estaba en el poder la administración Clinton/Gore. La administración Bush - debido a sus vínculos con la industria de la energía y sus amiguetes de derecha contrarios a las normas anticontaminación - se negó a producir ese informe a lo largo de sus ocho años en el poder. Hasta que el International Panel on Climate Change (IPCC) - Grupo de expertos intergubernamental sobre la evolución del clima (GIEC) - no entregó su informe en el que se afirma que el recalentamiento climático es inevitable, la administración Bush consideraba la cuestión como un problema científico "abierto", provocando la consternación de los científicos profesionales del Environmental Protection Agency y lel National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) cuyos informes fueron censurados o destruidos durante los años Bush.
[2]) "Key messages from the Congress", https://climatecongress.ku.dk/newsroom/congress_key_messages/
[3]) De Pass Dee, "More Workers Fall Back on Part-Time ‘Survival' Jobs", Star Tribune, Minneapolis, MN), 21 junio de 2009.
[5]) Idem.
[6]) Los 150 mil millones prometidos en el debate electoral a los que se restan los 80 millones ya asignados en febrero de 2009.
[7]) WWF: "Green Economy Creates Jobs", https://en.cop15.dk/news/view+news?newsid=1555
[8]) Tarifas impuestas a las compañías para la compra de electricidad de fuentes renovables.