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Introdución
El nuevo auge de combatividad obrera a que asistimos desde hace más de un año obliga a las organizaciones revolucionarias a desarrollar su intervención. Más que nunca, hay que saber comprender rápidamente la importancia de una situación e intervenir destacando "los fines generales del movimiento" de manera concreta y comprensible.
La intervención concreta en las luchas es un test, una manera de medir la solidez teórico-política y organizativa de un grupo revolucionario. En ese sentido, cualquier ambigüedad y vacilación a nivel programático, se traduce inevitablemente en intervenciones erróneas, vagas, dispersas e incluso en una parálisis frente a la realidad de un movimiento de auge de luchas. Por ejemplo, en las luchas actuales y venideras, la comprensión del papel de los sindicatos es un problema clave para el desarrollo de la autonomía del proletariado en su terreno de clase. Si un grupo revolucionario no ha comprendido que los sindicatos han dejado de ser órganos de la clase obrera y se han convertido, para siempre y sin esperanza de que cambien, en armas del Estado capitalista en medio obrero, ese grupo no puede contribuir a la evolución de la conciencia de clase.
La acción de la clase exige respuestas claras sobre todos los fundamentos teóricos de un programa de clase: tanto sobre la crisis económica como sobre las luchas de liberación nacional o sobre las diferentes expresiones de la descomposición del mundo burgués en general. Es por esa razón que la discusión y la reflexión en los grupos revolucionarios y entre los grupos a nivel internacional se da como fin clarificar, criticar, completar y actualizar las posiciones políticas del marxismo que hemos heredado y principalmente las de la última gran organización obrera internacional, la Internacional Comunista.
Pero la intervención concreta durante enfrentamientos de clase no sólo permite medir las capacidades "teóricas", programáticas, de una organización; permite igualmente medir las capacidades organizativas de un grupo político proletario. Durante los diez años que siguieron a la oleada de luchas de 1968, el medio revolucionario trabajó arduamente para tomar conciencia de la necesidad de trabajar de manera organizada e internacional, para mantener y desarrollar una prensa revolucionaria, para crear organizaciones dignas de llamarse así. En el período actual de resurgimiento de las luchas, un grupo que no es capaz de movilizarse, de hacer acto de presencia política, de intervenir enérgicamente cuando los acontecimientos se precipitan, está condenado a fracasar, a quedarse impotente. Por muy justas que puedan ser sus posiciones políticas, se convierten en pura palabrería, en frases huecas. Para una organización proletaria, la eficacia de su intervención depende de los principios programáticos así como de la capacidad para dotarse de un marco organizativo conforme a sus principios. Estas condiciones son necesarias pero no son suficientes. Así como la capacidad de crear una organización política apropiada no se desprende automáticamente de una comprensión teórica de los principios comunistas sino que requiere además una toma de conciencia específica del problema de la organización de los revolucionarios (comprender y saber adaptar las enseñanzas del pasado a las especificidades del período actual), asimismo la intervención eficaz en las lucha actuales no es el resultado automático de una comprensión teórica u organizativa. La reflexión y la acción forman un todo coherente, la praxis, pero cada aspecto de la totalidad aporta su contribución al conjunto y exige capacidades específicas.
En el plano teórico, hay que saber analizar la relación de fuerzas entre las clases pero en un lapso de tiempo suficientemente largo y a escala de las fases históricas. Las posiciones de clase, el programa comunista, evolucionan y se enriquecen lentamente, siguiendo el paso de la experiencia histórica, dejando a los que estudian esos problemas el tiempo de asimilarlos. Además el estudio teórico permite, si no de manera integra, al menos de manera adecuada, comprender el materialismo histórico, el funcionamiento del sistema capitalista y sus leyes fundamentales.
De la misma manera, respecto a la cuestión de la práctica organizativa, aunque un conocimiento teórico no puede sustituir a una continuidad orgánica que las convulsiones del siglo XX destruyeron, un esfuerzo de voluntad y la experiencia limitada pero real de nuestra generación pueden aportar clarificaciones. Muy diferentes es el problema cuando se trata de intervenir puntualmente en acontecimientos que se están desarrollando. En este caso se trata de analizar una coyuntura que no cubre un período de 20 años ni de 5, sino de poder comprender lo que está en juego a corto plazo, unos meses, unas semanas, a veces sólo unos días. Durante un conflicto entre clases, se asiste a fluctuaciones importantes muy rápidas ante las cuales hay que saber orientarse, guiándose con los principios y los análisis. Hay que estar en la corriente del movimiento, saber concretizar los "fines generales" para responder a las preocupaciones reales de una lucha, para poder apoyar y estimular las tendencias positivas que aparecen. En este caso el conocimiento teórico no puede sustituir a la experiencia. Las experiencias limitadas a las cuales han participado la clase obrera y los revolucionarios desde 1968 no son suficientes para adquirir un juicio certero.
La CCI, como la clase obrera, no descubre la intervención de repente, hoy. Pero queremos contribuir a una toma de conciencia de la envergadura que pueden tomar las luchas en los años venideros y que no serán comparables con las del pasado inmediato. Las explosiones actuales y, aun más las venideras, pondrán a los revolucionarios ante grandes responsabilidades y todo el medio obrero debe aprovechar las experiencias de unos y de otros para corregir mejor las flaquezas, para prepararse mejor. Es por eso que volvemos a tratar aquí sobre las luchas en Francia del invierno pasado y la intervención de la CCI desde el asalto a la comisaría de policía de Longwy en Febrero de 1979 por los obreros de la siderurgia hasta la marcha a Paris del 23 de marzo de 1979. Desde entonces, hubo otras experiencias importantes de intervención, particularmente en la huelga de los estibadores del puerto de Rótterdam en el otoño de 1979 (ver "Internationalisme", periódico de la sección de la CCI en Bélgica). Pero dedicamos este artículo a los acontecimientos en torno al 23 de Marzo porque hemos recibido muchas críticas por parte de grupos políticos; críticas hechas a veces "desde las alturas" (generalmente por aquellos que no intervinieron en absoluto) por grupos que, por lo visto, parecer querer darnos lecciones.
La CCI no ha pretendido jamás tener la ciencia infusa ni el programa acabado. Cometemos errores inevitablemente y nos esforzamos por reconocerlos y por corregirlos. Al mismo tiempo, queremos responder a "nuestros censores", esperando que así se clarificará una experiencia para todos y no con el propósito de lanzar luchas estériles entre los grupos políticos.
Significado de la "Marcha a París"
Si tomamos la manifestación del 23 de Marzo aparte, como acontecimiento asilado, no se comprende por que provocó tantas discusiones y polémicas. Una manifestación en París, conducida por la CGT no es algo nuevo. Una multitud de gente desfilando durante horas no tiene, en sí, nada de excitante. Tampoco la movilización excepcional de las fuerzas de policía ni el enfrentamiento violento de miles de manifestaciones con la policía son algo nuevo. Lo hemos visto en otras ocasiones. Pero la visión cambia radicalmente y adquiere otro significado cuando se deja de tener una óptica obtusa y se sitúa al 23 de Marzo en un contexto más general. Ese contexto indica un cambio profundo en la evolución de la lucha del proletariado. No es el 23 de Marzo lo que acarrea un cambio; es el cambio habido lo que explica el 23 de Marzo, el cual es sólo una de sus manifestaciones.
¿En qué consiste la nueva situación?
La respuesta es : en la ola de luchas fuertes y violentas de la clase obrera que se anuncia contra la agravación de la crisis y las medidas draconianas de austeridad que el capital impone al proletariado: despidos, inflación, disminución del nivel de vida, etc.
Durante cuatro o cinco años, de 1973 a 1978, el capitalismo logró contener el descontento de los obreros en Europa con el espejismo de un "cambio". La "izquierda al poder" fue la principal arma para mistificar a la clase obrera y permitió canalizar el descontento hacia el atolladero de las elecciones. Durante todos esos años, la izquierda puso todo su afán en minimizar la dimensión histórica y mundial de la crisis, explicándola como un producto de la mala administración de los partidos de derecha. La crisis dejaba de ser una crisis general del capitalismo para convertirse en una crisis propia de cada país y que, por lo tanto, era debida a los gobiernos de derecha. De esto se desprendía que la solución podía igualmente encontrarse dentro del marco nacional, con sólo cambiar la derecha por la izquierda en el gobierno. Ese tema embaucador fue de lo más eficaz para desmovilizar a la clase obrera en todos los países de Europa occidental. Durante años, la esperanza ilusoria de que mejorar las condiciones de vida era posible con la llegada de la izquierda al poder adormeció la combatividad de la primera ola de luchas obreras. Fue así como la izquierda pudo poner en práctica el "Contrato social" en Gran-Bretaña, el "Compromiso Histórico" en Italia, el "pacto de la Moncloa" en España, el "Programa común" en Francia, etc.
Pero, como escribía Marx: «no se trata de saber lo que tal o cual proletario, o hasta el proletariado entero se presentan momentáneamente como meta. Se trata de lo que es el proletariado y de lo que se verá históricamente obligado a hacer, conforme a su ser»[1]. El peso de la ideología y de las mistificaciones burguesas puede, momentáneamente calmar el descontento obrero, pero no puede detener indefinidamente el curso de la lucha de clases. En las condiciones históricas actuales, las ilusiones sobre "la izquierda al poder" no podían aguantar mucho tiempo ante la agravación de la crisis y eso tanto en los países en donde la izquierda estaba ya en el gobierno como en aquellos en donde estaba en camino. La barrera de "la izquierda al poder" se fue gastando y fue cediendo lentamente ante la acumulación de un descontento cada día más perceptible y más difícil de contener.
Los sindicatos, que son los que están presentes más directamente dentro de la clase, en los lugares de trabajo, en las fábricas, son los que se dan cuenta en primer lugar del cambio que se opera en la clase y de los peligros de una explosión de lucha. Toman conciencia de que, con la postura que han adoptado - apoyo a la izquierda al poder- no van a poder controlar esas luchas. Son ellos quienes presionan a los partidos políticos de izquierda (de los cuales son una prolongación), para hacer valer la necesidad de pasar urgentemente a la oposición, lugar más adecuado para descarrilar el tren del nuevo auge de luchas obreras.
Al no poder como antes oponerse e impedir que estallen luchas y huelgas, los partidos de izquierda y, en primer lugar, los sindicatos, se ven obligados a apoyarlas radicalizando su lenguaje para poder acribillarlas mejor desde dentro.
Los grupos revolucionarios tardaron mucho y tardan todavía en comprender plenamente esta nueva situación, que se caracteriza por la izquierda en la oposición con todas sus implicaciones. Al seguir repitiendo generalidades sin tomar en cuenta los cambios que han intervenido en la realidad concreta, sus intervenciones se quedan en el reino de lo abstracto y sus tiros yerran inevitablemente el blanco.
El 23 de marzo no es un acontecimiento aislado sino que forma parte del curso general de reanudación de las luchas. Lo preceden una serie de huelgas, en muchos lugares de Francia y, más particularmente en París: huelgas duras de fuertes combatividad. Es sobre todo el producto directo de las luchas de los obreros de la siderurgia de Longwy y de Denain que dieron lugar a enfrentamientos violentos con las fuerzas armadas del Estado. Fue a los obreros de Longwy y Denain, en lucha contra la amenaza de despidos en masa a quien se le ocurrió la idea de la marcha a Paris. ¿Debían los revolucionarios apoyar esa iniciativa y participar a esa acción? Todo titubeo en ese respecto es absolutamente inadmisible. El que la CGT (Confederación General de Trabajadores - PC), después de haber hecho todo lo posible por hacer fracasar ese proyecto y retrasarlo conjuntamente con las otras centrales sindicales, se decidiera a participar, encargándose de "organizar" la marcha, no podía de ninguna manera justificar la no participación de los revolucionarios. Sería estúpido que se pudieran a esperar luchas "puras" y que la clase obrera haya logrado deshacerse complemente de la presencia de los sindicatos para dignarse participar en sus luchas. Sí esa fuera una condición necesaria, entonces los revolucionarios no participarán nunca en las luchas de clase obrera, ni siguiera en la revolución. Al mismo tiempo, lo que se hace en ese caso es demostrar la inutilidad de la existencia de los grupos revolucionarios.
Al tomar la iniciativa FORMAL de la marcha del 23 de Marzo, la CGT demostró no tanto la inanidad de la manifestación sino su gran capacidad de maniobra y de recuperación para poder sabotear mejor y desviar las acciones del proletariado. Esta capacidad de los sindicatos para sabotear las luchas obreras desde el interior mismo de las luchas es el peligro más grande al que deberá enfrentarse en los meses venideros y por muchos tiempos la clase obrera; es también el combate más difícil que van a tener los revolucionarios contra esos agentes de la burguesía que son los peores. Los revolucionarios aprenderán a luchar contra esos órganos desde el interior de las luchas y no quedándose al margen. Y no es con generalidades abstractas sino en la práctica, con ejemplos concretos durante la lucha, comprensibles y convincentes para todo obrero, como los revolucionarios lograrán desenmascarar a los sindicatos y denunciar su papel anti-obrero.
Nuestros censores
Muy diferente es la manera de proceder de nuestros eminentes censores. No hablemos de los modernistas que están todavía preguntándose: ¿quién es el proletariado? Esos están todavía tratando de descubrir las fuerzas subversivas capaces de transformar la sociedad. Es pérdida de tiempo tratar de convencerlos. Nos los encontraremos, quizás, después de la revolución, ¡si sobreviven hasta ese entonces! Otros, los intelectuales, están, demasiado ocupados escribiendo sus grandes obras... No tienen tiempo que perder con pequeñeces como el 23 de Marzo. Existen también los "excombatientes", escépticos por naturaleza y que miran las luchas actuales encogiéndose de hombros. Cansados y desengañados por las luchas pasadas a las cuales participaron antaño, no le tienen mucha fe a las luchas presentes. Prefieren escribir sus memorias y sería inhumano molestarlos en su triste retiro. También están los espectadores de buena voluntad que, aunque a veces sufren con el mal de la escritura, son, sin embargo, "anti-militantes" furibundos. Su gran anhelo es dejarse convencer pero para eso esperan... los acontecimientos. Esperan... y no comprenden que otros formen parte de ellos.
Pero también hay grupos políticos para quienes la intervención militante es la razón de su existencia y que sin embargo critican nuestra intervención del 23 de Marzo.
El FOR (Fomento Obrero Revolucionario) por ejemplo. Activista y voluntarista más allá de lo común, ese grupo se niega a participar en la manifestación, probablemente porque era una manifestación contra el desempleo. El FOR, que sólo reconoce una "Crisis de civilización", niega que haya crisis económica del sistema capitalista. Despidos, desempleo, austeridad, son para él apariencias o fenómenos secundarios que no pueden servir de terreno de movilización para luchas obreras. Sin embargo, el FOR ha elaborado más de una vez reivindicaciones económicas tales como un aumento masivo de salarios, rechazo de horas extras, y, particularmente en 1968 pedía la semana de 35 horas. Hay que creer que era por puro gusto de sobrepuja y de radicalismo verbal. La presencia de la CGT y que ésta dirigiera la manifestación completaba las razones para denunciarla.
Otro ejemplo, el PIC (Pour une intervención comunista). Ese grupo, que había hecho de la intervención a todo gas su caballo de batalla, se distinguió por su ausencia precisamente durante esos meses tormentosos de luchas. El PIC empezó en 1974 -en el momento de estancamiento y de reflujo de las luchas- con un arranque a toda velocidad (pretendiendo "intervenir" en todas las huelgas, por pequeña y localizada que fuese, con el propósito de multiplicar hojas de fábrica, etc....) y tal un deportista de mala calidad, llega exhausto y sin aliento en el momento en que hay que saltar. Claro está, no se le ocurre al PIC preguntarse si la razón del fracaso, varias veces repetido de sus "campañas" artificiales (agrupación para apoyar a los obreros portugueses, conferencia de los grupos por la autonomía obrera, bloque anti-electoral, reuniones internacionales, etc....) no se encuentra en su incomprensión de lo que puede y debe ser una intervención, o en su declarada ignorancia de la relación que existe necesariamente entre la intervención comunista y el nivel de la lucha de clase. La intervención, para el PIC es un puro acto de voluntad, y aunque no comprenda la necesidad de nadar por la orilla cuando se quiere remontar un río, no comprende tampoco por qué se debe nadar en el medio cuando se quiere seguir la corriente del río. Todo ese razonamiento es chino para el PIC que prefiere inventar otras explicaciones para justificar su ausencia y para teorizarla, como es debido. Así pues, las intervenciones huecas, la ilusión de intervenir, se transforman hoy en ausencia efectiva de intervención.
Es precisamente cuando se manifiesta una nueva irrupción de la clase y de su voluntad combativa de plantarle cara a los ataques del capitalismo y de su política de austeridad y de despidos, cuando el PIC "descubre" que esa luchas, como las luchas por reivindicaciones económicas en general son reformismo. A esas luchas de resistencia, opone "la abolición del salariado" por la cual se propone lanzar otra campaña más.
Sabemos por experiencia qué hay detrás de esas "campañas" episódicas del PIC: burbujas de jabón que aparecen y desaparecen en seguida en el vacío. Lo que es más interesante, es el redescubrimiento que está haciendo el PIC del lenguaje de los modernistas y la recuperación de esa "fraseología revolucionaria" típica de la ex "Unión ouvriére" de la cual pretende quizás ocupar el puesto vacío. Pero regresemos a la definición del reformismo que el PIC identifica erróneamente con la resistencia obrera a los ataques inmediatos de la burguesía[2]. El reformismo en el movimiento obrero de antes de 1914 no consistía de ninguna manera en la defensa de los intereses inmediatos de la clase obrera sino en la separación que operaba entre esta defensa de los intereses inmediatos y la meta final histórica del proletariado: sólo se puede llegar al comunismo con la revolución[3].
Los ideólogos de la pequeña burguesía radical, los restos del movimiento estudiantil, los continuadores anarquizantes de la escuela proudhonista, oponen al reformismo el aliento cálido de su fraseología pseudos-revolucionaria, pero comparten con él la separación artificial entre luchas inmediatas y meta final, entre reivindicaciones económicas y luchas políticas. Lo de que "el movimiento lo es todo, la meta no es nada" (Bernstein) del reformismo y lo de que "la meta lo es todo el movimiento no es nada" de la fraseología modernista no se oponen más que en apariencia; son en realidad el haz y el envés de una misma manera de proceder.
Los marxistas revolucionarios han combatido siempre tanto a unos como a otros. Se han elevado siempre enérgicamente contra toda tentativa de operar ese tipo de separación. Han demostrado siempre la unidad indivisible del proletariado, a la vez clase explotada y clase revolucionaria y la unidad indivisible de su lucha, a la vez por la defensa de sus intereses inmediatos y por su meta histórica. Así como en el período ascendente del capitalismo con la posibilidad de obtener mejoras duraderas- el abandono de la meta histórica revolucionaria equivalía a una traición del proletariado, así también en el período de decadencia, la imposibilidad de obtener mejoras no puede justificar la renuncia a la lucha de resistencia de la clase obrera ni el abandono de sus luchas por la defensa de sus intereses inmediatos. Tal abandono, por muy radical que sea la fraseología que lo defienda, significa pura y simplemente deserción y abandono de la clase obrera.
Es un abuso vergonzoso utilizar "la abolición del salariado" contra la lucha violenta de la clase obrera contra los despidos de los cuales es víctima hoy. Citar a tontas y a locas esa célebre afirmación que proviene de la exposición de Marx al "consejo general" de la AIT en 1865 contra el owenista J. Weston, conocida bajo el nombre "salario, precio y ganancia", pero separándola de su contexto, es una deformación sin escrúpulos del espíritu y de la letra del autor. Esa deformación que se arraiga en "un radicalismo falso y superficial" (Marx "salario ...") se basa en la separación y la oposición que se hace entre la defensa de las condiciones de vida de la clase obrera y la abolición del salariado. En esa excelente exposición, Marx se empeña en demostrar la posibilidad y la necesidad de que la clase obrera luche cotidianamente por la defensa de sus intereses económicos, no sólo porque es ese su interés inmediato sino, sobre todo, porque esa lucha es una de las condiciones principales de su lucha histórica contra el capital. Afirma esta advertencia: "si (el proletariado) se "contentara con admitir la voluntad, el "ukase del capitalismo como ley económica constante, compartiría toda la miseria del esclavo sin gozar de situación de seguridad de éste" (idem). Y, más lejos, después de haber demostrado que la "tendencia general de la producción capitalista no es a subir los salarios medios sino a bajarlos", Marx saca esta primera conclusión:
«Siendo esa la tendencia de las cosas en ese régimen, ¿quiere esto decir que la clase obrera deba renunciar a su resistencia contra los abusos del capital y abandonar sus esfuerzos por arrancar en las ocasiones que se presenten todo aquello que pueda aportar ciertas mejoras a su situación? Si así lo hiciera, se rebajaría a no ser más que una masa informe, aplastada, de seres famélicos a los cuales ya no se les podría aportar ninguna ayuda».
Y más lejos, sobre el mismo tema: «Si la clase obrera renunciara a su conflicto cotidiano con el capital, se privaría a sí misma de la posibilidad de emprender tal o cual movimiento de mayor amplitud» (ídem)
Nunca se le ocurrió a Marx la ridícula idea de oponer la consigna de abolición del trabajo asalariado a la lucha inmediata, considerada y rechazada como reformista, como lo quieren hacer creer los fanfarrones que se pavonean con la fraseología "revolucionaria". Al contrario, a la ilusión y la mentira de una armonía posible entre proletariado y capital, basada en una noción falsa y abstracta de justicia y de equidad, le opuso, textualmente, la consigna:
«En vez del lema conservador de "¡Un salario justo por una jornada de trabajo justa!", deberá inscribir en su bandera esta consigna revolucionaria: "¡Abolición del sistema del trabajo asalariado!"».
¿Debemos también recordar la lucha de Rosa Luxembourg contra la separación entre programa mínimo y programa máximo, cuando reivindica (en su discurso al congreso de Fundación del Partido Comunista", a fines de 1918) la unidad del programa, la unidad entre la lucha económica e inmediata y la lucha política por la meta final, como dos aspectos de una única lucha histórica del proletariado? Es también en ese sentido que Lenin, tan aborrecido por el PIC, podía afirmar que "detrás de cada huelga se perfila el fantasma de la revolución".
Para el PIC, al contrario, la lucha contra los despidos equivale a reivindicarse... del trabajo salariado; así como para Proudhon, la asociación de los obreros y las huelgas significaban el reconocimiento del capital. ¡Así es como nuestros severos censores comprenden, interpretan y deforman el pensamiento marxista!
El PCI bordiguista (Partido Comunista Internacional), por su parte, no se queda atrás cuando se trata de minimizar la importancia de la manifestación del 23 de Marzo o aun de convertirla en otra cosa de lo que representaba realmente. Mientras que el "Le Prolétaire" n° 288 (órgano en Francia del PC Int) cubre la mayor parte de su primera página con un artículo sobre el 1° de Mayo, aunque ese día se haya convertido desde hace mucho tiempo en una celebración de la "fiesta del trabajo", en un carnaval siniestro dirigido por los peores enemigos de la clase obrera que son los partidos de izquierda y los sindicatos, al 23 de Marzo le consagran solamente algunos comentarios furtivos que convierten a esa manifestación en un "día de acción cualquiera de los que organizan los sindicatos".
Así, antes del 23 de Marzo, se puede leer en "Le Prolétaire" n° 285 (P.2): «Una vez que se han contenido las fuerzas, sólo queda convertirlas en una "gran acción" de tipo "día nacional" que, al dar la ilusión de solidaridad, mella su filo de clase y le deja como única salida una intervención en el terreno parlamentario».
Después del 23 de Marzo, el PCI vuelve a hablar de ese día y no ve más que: «un desperdicio previsible de energías obreras, una empresa de división y de desmoralización, una jornada de embrutecimiento a golpes de mugidos chovinistas, de pacifismo social y de cretinismo electoral...» (Le Prolétaire n° 287: unas cuantas lecciones de la marcha a Paris).
Así, púes, encerrado en sus esquemas del pasado, al PCI no le atañeron los enfrentamientos de clase del invierno pasado. Esto no le impidió denunciar (Le Prolétaire n° 285) «las nuevas formas más "románticas" de oportunismo que no dejarán de florecer en reacción al sabotaje reformista y centrista, saber las formas de sindicalismo, de consejismo, de autonomismo, de terrorismo, etc....». Sin tener complejos de persecución, nos podemos sentir aludidos por la referencia a los "consejistas", cuando se sabe que el PCI califica siempre así a nuestra organización y que sus militantes nos han llamado "oportunistas" y "seguidistas" más de una vez en reuniones públicas, refiriéndose a las lucha de principios del 79 en Francia.
¡Es como para creer que el PCI no se mira nunca al espejo!
Es el colmo que un "Partido" (Sic) que sigue defendiendo la "naturaleza proletaria de los sindicatos porque agrupan a obreros", argumento tan escolástico como la defensa trotskista de la naturaleza "todavía proletaria" del estado ruso, venga a hacernos reproches. No hace mucho tiempo, el PCI hacía todavía valer los títulos nobiliarios de la CGT, por sus orígenes proletarios que la distinguirían de las demás confederaciones sindicales de orígenes más dudosos. Y ¿qué se puede pensar de la lista de reivindicaciones inmediatas que elaboró el PCI en donde exigen entre otras cosas, que los desempleados puedan seguir siendo miembros de los sindicatos? Se puede recordar también la "equitativa" reclamación del derecho de voto... para los obreros inmigrados. No hemos olvidado el celo particular con el cual los miembros del PCI en el servicio de orden de la manifestación de las "Residencias Sonacotra"[4] prohibían, so pretexto de apoliticismo, la venta de periódicos revolucionarios. Y ¡Cómo hay que apreciar el apoyo que aportó el PCI al Comité de coordinación de las Residencias "Sonacotra" al encargarse de la difusión (durante la reunión pública que organizó la "Gauche Internationaliste") de un volante que llamaba a un mitin en Saint-Denis (junto a Paris) y que estaba firmado por las secciones sindicales y la unión local CFDT y que además contenía esta precisión: "Mitin apoyado por el Partido Socialista de Saint-Denis" ¡Se reconoce acaso el PCI cuando lee en ese volante: "Hoy, todos los demócratas de este país tienen que tomar posición, etc.....?
Estos castigadores terribles del oportunismo que están todavía preconizando la táctica -cuán "revolucionaria"! de un Frente Único sindical, táctica que la CGT y la CFDT aplican cotidianamente para encuadrar e inmovilizar mejor a los obreros en lucha, no son los más indicados para venir a dar lecciones a quien sea. Al identificar sindicatos EN GENERAL y reformismo, mantienen una terrible confusión entre los obreros. Efectivamente, los revolucionarios podían y debían participar en el movimiento sindical en el período ascendente del capitalismo, a pesar de que la orientación y la mayoría de ellos eran reformistas. No es lo mismo hoy en día, en el período de decadencia, cuando los sindicatos no podían sino volverse y se volvieron efectivamente- órganos del Estado capitalista en todos los países. En esas organizaciones no hay sitio para ninguna defensa de clase y por lo tanto tampoco para los revolucionarios.
Al no tomar en cuenta esa diferencia fundamental entre los sindicatos de HOY y el reformismo, al identificarlos, al calificar a esos sindicatos de reformistas, el PCI le hace un inmenso favor a la burguesía, al ayudarla a hacer creer a los obreros que esa organización es de ellos. Por otra parte, le hace un regalo -su aval revolucionario - muy apreciable: un taparrabo con el cual los sindicatos esconden su desnudez, su naturaleza y su función anti-obrera. Cuando el PCI hay comprendido esa diferencia, sabrá entonces quizás juzgar mejor que es una intervención revolucionaria y qué es oportunismo.
La "Communist Workers' Organization" y nuestra intervención
Para terminar de manera más detallada, examinemos el n° 15 de "Revolutionary perspectivas" en el cual la Communist Workers' Organization (CWO) de Gran-Bretaña diseca profesionalmente qué es lo que había que hacer, qué se hubiera debido hacer, qué se podía hacer, que se hubiera podido hacer el 23 de Marzo de 1979, y todo eso con un mínimo de información y un máximo de observaciones desmedidas con respecto a la CCI... todo por la polémica.
«A causa de la visión de ese grupo [la CCI], dominado por el espontaneismo y el economicismo; su intervención no fue más que una serie de esfuerzos incoherentes y confusionistas... Aunque la CCI haya intervenido muy pronto en las ciudades de la siderurgia denunciando a los sindicatos y llamando a los obreros a organizarse y a extender la lucha, rechazó todo papel de vanguardia para si mismo, fiel a sus tendencias consejistas. La CCI rehusó canalizar la aspiración de los obreros a favor de una marcha a Paris hacia una meta práctica, prefiriendo decirles a los obreros que se organicen ellos mismos. En ciertas ocasiones, la CCI ha logrado superar ese titubeo como por ejemplo en Dunkerque en donde los militantes de la CCI ayudaron a los obreros a transformar una reunión sindical en asamblea de masa. Pero eso fue hecho empíricamente, sin ir más lejos que sus concepciones espontaneistas y consejistas. La CCI, en su "viraje práctico" va a terminar en el oportunismo y no en una práctica coherente de intervención puesto que le falta toda compresión de la conciencia y del papel de la vanguardia "comunista...."»
La CWO, en cambio, que comprende perfectamente los caminos de la conciencia y del partido dirigente, lo comprendió todo del 23 de Marzo: «Con respecto al 23 de Marzo, está claro que sólo una acción de retaguardia era entonces posible». He aquí una claridad magnífica que viene, seis meses después de los acontecimientos, a decirnos que ¡no valía la pena tanto esfuerzo!
¿Qué análisis profundo le permitió a la CWO tener tan luminosa claridad? ¿Qué dice la CWO sobre la situación política y social en Francia? En el n° 10 de Revolutionary Perspectivas, cuando las elecciones de 1978 en FRANCIA, leíamos que la CWO constataba (al igual que el mundo entero) que «la iniciativa está del lado de la clase dominante» y que existe una paz social relativa en Francia desde hace cinco años. En el n°15, en octubre de 1979, la CWO vuelve a citar ese extracto, añadiendo: «Desde ese entonces, nos complace informarles que la situación ha cambiado». ¡Gracias por la noticia! Ver una realidad cuando salta a la vista no es una base para la intervención. La intervención no se prepara agitándose a destiempo para darse importancia sino afinando a tiempo sus análisis políticos. No es cosa fácil para cualquier organización revolucionaria. Sin embargo, a pesar de la dificultad de captar todos los matices de una realidad en movimiento, desde antes de las elecciones de Marzo de 1978, la CCI (en la Revista Internacional n° 13) llamó la atención sobre el hecho de que las condiciones del reflujo estaban comenzando a agotarse y que sobresaltos de combatividad obrera, contenida por mucho tiempo, se estaban preparando (lo cual iba a revelarse justo con las huelgas de la primavera de 1978 en Alemania). También desarrollamos el análisis que más tarde nos permitió evidenciar, ante la clase obrera, el peligro que representaba la izquierda en la oposición. Contentarse con comprobar una situación es sin duda mejor que la actitud de otros grupos revolucionarios que se niegan a reconocer el auge de las luchas, pero no es suficiente para orientarse rápidamente ante surgimientos bruscos.
Si la CWO no nos puede reprochar el no haber sabido armar la organización para dar cara a la lucha de clase, si nos reprocha en cambio el no haber sabido "ser la vanguardia" de un movimiento "condenado a ser una acción de retaguardia". Con esa noción de "vanguardia de la retaguardia" de la impresión de que a la CWO le gustan las contorsiones circenses.
Pero ¿En qué análisis genial se basa la CWO para poder decir, de lo alto de su cátedra, que el 23 de Marzo estaba de antemano condenado a ser un fracaso? ¿Cuál era realmente la situación?
La combatividad obrera estalló en Longwy con la movilización general de los obreros siderúrgicos contra los despidos, con el ataque de la comisaría de la policía, la destrucción de los expedientes en la sede patronal; una situación de lucha abierta que los sindicatos no lograba contener y que por lo tanto denunciaron. La agitación se extiende a Denain y a toda la siderurgia. Además, en París, varias huelgas estallan contra despidos contra la austeridad y las condiciones de trabajo: en la televisión francesa (SFP), en los bancos, las compañías de seguros, en correos y telecomunicaciones. ¿Qué hacer en esa situación cargada de potencialidades, en ese contexto de crisis? ¿'Contentarse con hablar de manera abstracta de la necesidad de generalizar la huelga, abandonar su carácter regional y de categoría? Los obreros mismos pensaron en concretizar esa idea de extensión de la lucha y comenzaron a hablar de una marcha a París: Paris, en donde el fulminante social ha sido siempre más eficaz, como lo demuestra toda la historia del movimiento obrero en Francia. ¿Cómo no apoyar esa necesidad de ir a Paris que expresaron y reivindicaron los obreros de las zonas en lucha? ¿Porqué los sindicatos se opusieron a ese proyecto obrero durante más de un mes posponiendo cada día su realización? ¿No era acaso que tenían la esperanza de poder anularlo completamente o, por menos, desarmarlo?
Pero aún antes de haber fijado la fecha de finales de Marzo (suficientemente tarde para permitir un condicionamiento ideológico de los obreros) los sindicatos estaban haciendo ya incansablemente su trabajo de zapa. Utilizaban la táctica de la división sindical para quebrar toda tendencia hacia la unidad de los obreros: la CGT (sindicato PC) se encargaba de la "organización de la marcha para sabotearla mejor desde dentro" mientras que la CFDT proclamaba muy fuerte que rechazaba las "jornadas nacionales asfixiantes".
Al principio, nadie podía afirmar con certeza qué amplitud podría tomar la manifestación del 23 de Marzo. Todo dependía de las potencialidades de las luchas que se desarrollaban en ese momento. Diez días antes de la manifestación era todavía posible que la marcha se convirtiera en catalizador concreto de la voluntad de extender las luchas y de unir los siderúrgicos y los obreros en huelga en Paris, hacer que la marcha desbordara a los sindicatos. Pero si los revolucionarios sintieron esa potencialidad (es decir aquellos que no creen que todo esté condenado a fracasar de antemano), la burguesía y su ejército sindical lo sintieron también. Los sindicatos pusieron mucho empeño y unos días antes del 23 de Marzo, pusieron fin a todas las huelgas de la región de Paris. Una por una, todas las luchas se fueron apagando bajo una presión sindical fuera de lo común. De todas maneras, es evidente que la fecha tardía de la manifestación había sido escogida por los sindicatos para aplicar esa táctica.
Habíamos distribuido panfletos a los huelguistas, llamándolos a la marcha, a la unidad en la lucha, al desborde sindical. Pero la presión de la burguesía venció esta primera tentativa de expresión de la combatividad obrera. Ya en las ciudades del norte, los obreros desconfiaban con razón de la CGT que lo había encuadrado todo. Al mismo tiempo que decíamos que no había que dejar venir a delegaciones sindicales, que los obreros tenían que venir en masa, lo cual constituía la única posibilidad de salvar la marcha, nos dábamos cuenta que la delegación de Denain por ejemplo, iba a ser mucho más reducida de lo que se hubiera podido creer.
¿Qué hacer? ¿Seguir lanzados como si nada? ¡Claro que no! En los días antes del 23 de Marzo, la CCI preparó un panfleto para la manifestación que decía que únicamente el desborde sindical podía dar a la marcha su verdadero contenido, el que los obreros habían esperado.
De paso, la CWO acuse a la CCI de haber difundido un panfleto calificando a la manifestación como "un paso adelante". Es fácil sacar una palabra de una frase para hacerlo decir lo contrario; lo que se dice en el panfleto: «Para que el día del 23 de Mayo sea un paso adelante en la lucha de todos nosotros...» y el contenido del panfleto no deja ninguna duda sobre la necesidad de romper el cordón sindical. Los sindicatos lo comprendieron tan bien que los elementos de su cordón rompían el panfleto y agredían a nuestros militantes que vendían el periódico n° 59, que llevaba el titular: "Sin desbordamiento de los sindicatos, no se extienden las luchas" y "Saludo a los obreros de Longwy".
¡Pero cuidado! La CWO hubiera hecho diferentemente. Nos da la lección: primero, hubiéramos debido "canalizar la marcha hacia un objetivo práctico" en vez de" decirle a los obreros que se organicen por sí mismo" ¿Qué significa exactamente "canalizar la marcha nosotros mismos"? «Antes de la manifestación, la CCI hubiera debido intervenir para denunciar la manifestación como maniobra para matar la lucha»... ¿Desde el principio de Febrero o sólo después de que la CGT cogiera el tren en marcha y hubiera saboteado las huelgas de Paris? La CWO no se digna aclararnos estos pequeños detalles. No parece comprender que un movimiento de clase es rápido y las relaciones de fuerza entre las clases hay que captarlas constantemente en el terreno. Pero «la CCI hubiera debido llamar a otra alternativa para la marcha: ir a las fábricas de Paris y llamar a huelgas de solidaridad». Llamamos a la solidaridad en las empresas de Paris. Pero para la CWO, según nos parece, la manifestación estaba condenada a fracasar de antemano. ¿Había que denunciarla y proponer otra? (¿En donde? ¿Por la televisión? ¿Sacando la liebre del sombrero? ¿Y durante esa manifestación alternativa, ir a otras fábricas? ¿Cuáles? Ninguna estaba en huelga en ese momento). La CWO debería ponerse de acuerdo: o bien una manifestación está condenada a fracasar de antemano y entonces si acaso se denuncia pero se inventan ideas sobre la posibilidad de "desviarla", o bien una manifestación contiene una potencialidad importante y entonces no se denuncia. Con respecto a una manifestación "alternativa", esa idea es tan absurda como la de un grupo de obreros de Longwy que nos pidió que los alojáramos en Paris si venían 3.000. Suponer que hubiéramos podido ofrecer tal alternativa hoy, es revolotear por las nubes de la retórica, es creerse en período casi insurreccional. La cuestión no era imaginar lo imposible con papel y tinta, sino realizar todo lo que era posible en la práctica.
La CWO piensa que le era posible a una minoría revolucionaria desviar la manifestación. Se le vuelve a olvidar precisarnos cómo y en qué circunstancias. Curiosa, esa concepción de la CWO que, en grandes rasgos, podría ver la revolución en cada esquina a partir del momento en que el partido infalible da las directivas convenientes, y eso independiente del grado de madurez de la clase.
Sin embargo, a pesar de un sabotaje de lo más refinado, de lo más sistemático, a pesar de un cordón sindical de 3.000 "gorilas" del PC para encuadrar a los obreros, a pesar de la dispersión de los obreros más combativos desde que llegaron a las afueras de Paris, a pesar de la dispersión "manu militari" por las calles vecinas de la Plaza de la Opera, el 23 de Marzo no fue una manifestación -paseo como las siniestras del 1° de Mayo. El 23 de Marzo, la combatividad obrera, al no poder encontrar por donde expresarse, estalló en una pelea en donde centenares de obreros se enfrentaron al cordón sindical, pero allí también la CWO tiene una versión muy suya de la verdad: «Seguir a esos obreros sin reflexionar en un combate fútil con los CRS/CGT era un acto desesperado».
La CWO inventa ahora que nuestra intervención "irreflexiva" se redujo a ir a pelear con la policía al lado de los obreros en un combate "fútil". ¡Si proviniera de otra publicación esa "acusación" nos dejaría pensativos! Necesitamos acaso precisar que nuestros camaradas no buscaron la pelea sino que se defendieron contra los ataques de los CRS como los demás obreros y con ellos. Retrocedieron con los manifestantes hasta la dispersión completa de la concentración continuando con distribuir panfletos y discutir. La CCI no ha exaltado nunca la violencia en sí, ni hoy, ni mañana, sino al contrario, como así lo atestiguan los textos que publicamos sobre el período de transición. La CWO nos reprocha ahora el habernos visto obligados a defendernos contra la policía mientras que en el n° 13 de R.P. se lee: «La CCI está bajo una influencia creciente de ilusiones liberales y pacifistas» (P.6). Hay que aclararse: los miembros de la CCI son "soñadores", "utópicos" porque están contra la violencia en el seno de la clase durante la revolución (mientras que la CWO, como un maestro de la revolución, se está ya frotando las manos preparando la buena lección de plomo que le destina a los obreros que no anden derecho); en cambio, cuando la CCI se enfrenta con la policía en una manifestación, entonces a la CWO le parece "Irreflexivo". Enfrentarse con la policía es "fútil" pero matarnos entre nosotros, ¡he ahí una "táctica" verdaderamente revolucionaria!
Dijimos que la marcha a Paris ofrecía una ocasión de concretar la necesidad y la posibilidad de la generalización de las luchas, una ocasión para mostrar la fuerza real de la clase obrera. Que esa potencialidad no haya podido realizarse no es culpa nuestra. Aunque hayamos tomado la palabra para tratar de lanzar la idea de un mitin, la rapidez del ataque de la policía, conjuntamente con la dispersión organizada por los sindicatos no permitió que los miles de proletarios que "no se dispersaban" hicieran un mitin.
El que la manifestación del 23 de Marzo no haya dado más de lo que los sindicatos querían, no significa en absoluto que no hay tenido ninguna potencialidad. A pesar de todo el sabotaje previo, a pesar de haber sido cuando ya no había más huelgas en la región parisina, hubiera podido ser diferente como lo demostró unos días más tarde el desbordamiento de la manifestación de Dunkerque en donde el mitin sindical que debía ponerle fin se transformó en asamblea obrera, donde muchos obreros denunciaron a los sindicatos. Con la lógica de la CWO, los revolucionarios no hubieran debido participar en esa manifestación puesto que estaba todavía más encuadrada por los sindicatos y que era, en cierto modo, más "artificial" que la del 23 de Marzo; en ese caso se hubiera privado de una intervención importante y relativamente eficaz, como se privó el PCI que tenía un análisis semejante al de la CWO.
Después de la marcha, la CCI difundió en todas las fábricas en donde intervenimos regularmente un panfleto analizado el éxito del sabotaje sindical. Se decía que la lección principal de esa lucha, en donde los sindicatos aparecieron claramente como defensores de la policía contra la ira de los obreros, es que no le queda más solución a la clase obrera que desbordar los sindicatos.
En la intervención de la organización durante todo ese período agitado por las luchas de los obreros siderúrgicos en Francia, la CWO no ve más que la «culminación de una larga serie de capitulaciones políticas de la CCI». Ese grupo no sabe medir sus palabras. Además de que sus comentarios sobre cómo se hubiera podido hacer una "verdadera ( ! ) Intervención revolucionaria" son absurdos, nada de lo que hizo la CCI puede justificar la acusación de "capitulación política". La CCI se portó fiel a sus principios y con una orientación coherente. La agitación es un arma difícil de manejar y se aprende en el terreno. No pretendemos que cada uno de los seis panfletos que distribuimos en seis semanas sea una obra de arte, pero en las críticas de la CWO, nada en absoluto puede probar que nos hayamos apartado de nuestros principios en lo más mínimo. Que estos señores aspirantes a futuros "dirigentes" de la clase obrera reconozcan que la intervención de la CCI no es del estilo substitucionista, está muy bien y nos felicitamos por ello, pero en la práctica, no tiene nada preciso que aportar como contribución y sus palabras, en fin de cuentas, se las lleva el viento.
La CWO concluye su ataque de mala fe contra la CCI diciendo que sobre problemas vitales del movimiento obrero de hoy, como ¿se debe o no favorecer la constitución de grupos de obreros desempleados? ¿Se deben o no favorecer núcleos obreros? ¿Se debe asistir o no a reuniones internacionales de obreros aunque estén todavía bajo una influencia sindical? «la CCI deja a sus miembros en plena oscuridad y los destina a caer en el oportunismo». Esto ya es demasiado. La CWO asistió al 3° congreso de la CCI en donde todos esos temas fueron planteados; pero o se volvió amnésica o estaba sorda. Hay que reconocer que cuando uno no está acostumbrado - como en caso de la CWO- a la elaboración de posiciones políticas en una organización internacional y cuando se cree en el monolitismo dentro de un armario, es difícil orientarse en un congreso en donde obligatoriamente se ven diferentes proposiciones y que diferentes ideas se enfrentan. Pero si la CWO se ahoga ya hoy en un vaso de agua, ¿qué hará en la tormenta de la lucha de clases el día en que todos los obreros se pongan a reflexionar?
No pretendemos tener respuesta para todo, no más que la CWO que, en un asalto de realismo, confiesa que «no tiene una claridad total sobre esas cuestiones». Pero sobre las cuestiones planteadas más arriba, la CCI ha respondido ya en la práctica (ver el comité de desempleados de Angers, la huelga de Rótterdam, la reunión internacional del estibadores en Barcelona). Apoyando siempre toda tendencia hacia la auto-organización de la clase obrera, debemos saber cómo orientarla, qué peligros hay que evitar, cómo contribuir en ese esfuerzo. Y para eso sólo se puede contar con los principios, y los aportes de la experiencia.
En ese sentido, afirmamos la necesidad de dar nuestro apoyo a todas las luchas del proletariado en un terreno de clase. Apoyamos las reivindicaciones que los obreros deciden por sí mismo, a condición de que sean conformes a los intereses de la clase obrera. Rechazamos el juego izquierdista del "quién da más" (o que cuando los sindicatos y la izquierda piden 18 céntimos, entonces los izquierdistas proponen 25 céntimos) así como la idea absurda del PCI (Partido Comunista Internacional - bordiguista) de hacer "cuadernos de reivindicaciones" en sustitución de los obreros.
En mayor obstáculo ante las luchas obreras hoy en día son los sindicatos. En un período de auge de luchas, nos esforzamos en denunciar a los sindicatos no sólo de manera general abstracta sino sobre todo concretamente, en la lucha, demostrar en lo cotidiano su sabotaje de la combatividad obrera.
Lo principal de toda lucha obrera hoy es un empuje hacia la extensión: más allá de las categorías, las regiones y las naciones, la unidad de la lucha obrera contra la descomposición del sistema capitalista en crisis. Una lucha que se deja aislar va hacia un fracaso. Una sola cosa hace retroceder al capital: la unidad y la generalización de las luchas. En eso, la situación presente se distingue de la del siglo pasado, cuando la duración de una lucha era un factor esencial de su éxito: frente a una patronal mucho más dispersa que hoy, el detener la producción durante un período largo podía crear pérdidas económicas catastróficas para la empresa y constituía por lo tanto un medio eficaz de presión. Hoy en día, en cambio, existe una solidaridad del capital nacional, de la cual se encarga principalmente el Estado, permitiendo a una empresa que aguante más tiempo (sobre todo en un período de sobreproducción y de reservas excedentes). Por eso, una lucha que se eterniza corre muchos riesgos de perder por causa de las dificultades económicas que provoca para los huelguistas y el cansancio que acaba por ganar. Es por eso que a los sindicatos no les molesta mucho presentarse como muy combativos y declarar "¡aguantaremos el tiempo que sea necesario!": saben muy bien que a la larga, la lucha se agotará. En cambio, no es por casualidad si sabotean todo esfuerzo de generalización: lo que teme por encima de todo la burguesía es tener que enfrentarse a un movimiento no sólo de tal o cual categoría de la clase obrera sino que tiende a generalizarse a toda la clase obrera, poniendo en la palestra a dos clases antagónicas y no a un grupo de obreros contra un patrón. En ese caso la burguesía corre el riesgo de verse paralizada tanto económica como políticamente y es por eso que una de las armas de la lucha es la tendencia a su extensión aún cuando ésta no se realice de un golpe. La burguesía teme mucho más a los huelguistas que van de fábrica en fábrica para tratar de convencer a sus camaradas de unirse a la lucha que a huelguistas que se encierran en su fábrica aunque tengan la voluntad de aguantar dos meses.
Es por esa razón y porque prefigura los combates revolucionarios que mañana abrazarán a toda la clase obrera, que la generalización de las luchas es la consigna permanente de la intervención de los revolucionarios hoy.
Para poder luchar fuera y contra los sindicatos, la clase obrera se organiza de manera vacilante al principio, pero deja ya entrever los primeros signos de la tendencia hacia la auto-organización del proletariado (ver la huelga de Rótterdam en Septiembre de 1979). Apoyamos con todas nuestras fuerzas las experiencias que enriquecen la conciencia de clase respecto a ese punto capital. Respecto a los obreros más combativos, apoyamos su agrupamiento, no para que constituyan nuevos sindicatos, ni para que se pierdan en un apoliticismo estéril por falta de confianza en sí mismos, sino en grupos obreros, comités de acción, colectivos, coordinaciones, etc...., lugares abiertos a todos los obreros para discutir sobre las cuestiones fundamentales ante la clase. Sin caer en un entusiasmo exagerado y sin farolear, afirmamos que la efervescencia en la clase obrera se anuncia ya en las minorías combativas que contribuyen al desarrollo de la conciencia de clase, no tanto por los individuos a que estos grupos conciernen directamente en un momento dado, sino por el hilo histórico que reanuda la clase al abrir la discusión y la confrontación en su seno.
Sobre cuestiones como la manifestación del 23 de Marzo, debemos afirmar que no existen recetas preparadas de antemano y válidas para cualquier caso. Mañana habrá otras múltiples manifestaciones de la combatividad obrera que concentrarán nuestra atención porque serán reveladoras de la fuerza del proletariado. Al igual que toda la clase, los revolucionarios se encuentran ante una labor de gran importancia: definir perspectivas, tomando en cuenta una situación precisa, saber cuando hay que pasar de la denuncia general a la denuncia concreta demostrada por hechos, cuando hay que pasar a un ritmo superior, evaluar el nivel real de la lucha, definir en cada etapa los fines inmediatos con respecto a la perspectiva revolucionaria.
No somos más que un puñado de militantes revolucionarios en el mundo; no hay que ilusionarse respecto a la influencia directa de los revolucionarios hoy en día, ni sobre la dificultad que tendrá la clase obrera para reapropiarse el marxismo. En ese torbellino de explosiones de lucha, en esa obra «de la conciencia, de la voluntad, de la pasión, de la imaginación que es la lucha proletaria», los revolucionarios jugarán un papel solamente «si no han olvidado que siempre hay que seguir aprendiendo».
JA/MC/JL/CG
[1] La Sagrada Familia
[2] En el periódico de PIC -Jeune Taupe nº 27- se reproduce una hoja de un grupo de obreros de Ericsson acompañada de un comentario del PIC donde les critica el oponerse a los despidos argumentando que «no se puede a la vez luchar por mantener el empleo y por destruir el trabajo asalariado y el capitalismo».
[3] Hay que evitar la identificación entre el reformismo y la actividad de los sindicatos actuales. El reformismo oponía a la lucha por la revolución la lucha por los intereses inmediatos de la clase basándose en la ilusión de que esta podía desarrollarse en el marco de la continua expansión del capitalismo. En cambio, los sindicatos de la decadencia del capitalismo no tienen esa ilusión que tenían los reformistas. Ellos se han opuesto siempre a la revolución, han abandonado igualmente la defensa de los intereses inmediatos de los obreros y se han convertido en órganos directos del Estado capitalista.
[4] Lucha en 1978 protagonizada por obreros argelinos emigrantes.