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El despertar de la combatividad obrera
La crisis económica empuja al proletariado a luchar
La quiebra económica del capitalismo tiene consecuencias terribles para el proletariado mundial. Los cierres de empresas y los despidos se multiplican por todas partes. Especialmente en las principales potencias económicas e imperialistas, en Estados Unidos, en Europa, e incluso en Japón; en los sectores centrales como el automóvil, la construcción aeronáutica, la siderurgia, la informática, los bancos y los seguros, el sector público, etc. He aquí una pequeña muestra de lo que oficialmente se espera: 30 000 despidos en Volkswagen, 28 000 en Boeing, 40 000 en la siderurgia alemana, 25 000 en IBM donde ya hubo 43 000 en 1992... Esos despidos masivos, vienen acompañados de una baja de salarios, reducciones drásticas del « salario social » (seguridad social, ayudas y subsidios diversos), de las pensiones, etc. Las condiciones de trabajo para quienes tienen todavía la gran « suerte » de trabajar se están deteriorando gravemente. Se reducen los subsidios de desempleo y eso cuando existen. La cantidad de vagabundos sin techo, de familias obreras obligadas a tender el plato en los organismos de caridad, de pordioseros, se está incrementando a toda velocidad en todos los países industrializados. Obreros de Norteamérica y de Europa occidental empiezan a sufrir la pauperización absoluta como, antes que ellos, sus hermanos de clase de los países del llamado Tercer mundo y de Europa del Este.
Del mismo modo que los conflictos imperialistas estallan por todas partes a la vez, y con una bestialidad inaudita, los ataques contra los obreros caen con una dureza que hace poco tiempo ni siquiera podía imaginarse, en todos los sectores y en todos los países al mismo tiempo.
Pero a diferencia de los conflictos guerreros producto de la descomposición del capitalismo, la catástrofe económica de este sistema y sus consecuencias para la clase obrera, van a permitir que se despierte la esperanza y la perspectiva de una alternativa comunista a este mundo de espantosas miserias y crueles atrocidades.
Ya desde el otoño del 92 y la reacción obrera masiva en Italia, el proletariado ha vuelto a reanudar la lucha. A pesar de sus debilidades, las manifestaciones de los mineros en Gran Bretaña, los signos patentes de cólera en Francia o España, y las manifestaciones de los obreros de la siderurgia en Alemania, son expresiones del retorno de la combatividad obrera. Inevitablemente, el proletariado internacional deberá contestar a los ataques que está soportando. Inevitablemente deberá volver al camino de la lucha de clase. Pero le queda mucho trecho antes de que pueda presentar claramente ante una humanidad humillada, la perspectiva de la revolución proletaria y del comunismo. Deberá luchar, claro está, pero también deberá aprender cómo hacerlo. En la defensa de sus condiciones de vida, en sus luchas económicas, en la búsqueda de una unidad cada vez más amplia, deberá afrontar las manipulaciones y salvar las zancadillas de los sindicatos, tendrá que desmontar las trampas corporativistas, identificar como tales las siniestras farsas de división de los sindicalistas radicales, «de base», evitar esas ratoneras políticas falsamente radicales que arman los izquierdistas. Deberá desarrollar sus capacidades de organización, agruparse, mantener asambleas generales abiertas a todos, trabajadores activos o desempleados, formar comités de lucha, manifestarse en las calles llamando a la solidaridad activa. Resumiendo, deberá llevar a cabo un combate político, difícil y firme, por el desarrollo de sus luchas y la afirmación de su perspectiva revolucionaria. Para los obreros no hay otra opción sino la de la lucha y el combate político. De ese combate dependen sus condiciones generales de existencia. De ese combate depende su futuro. De esa lucha depende el futuro de la humanidad entera.
RL
5 de marzo de 1993