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En la primera parte de este artículo (publicada en la Revista internacional nº 124), examinamos el contexto histórico en el que se fundó IWW, a comienzos del siglo xx, momento crítico de cambio del capitalismo de su fase ascendente a la de su decadencia. Sobre la base de la teoría de “el unionismo industrial”, Industrial Workers of de World (IWW, Trabajadores industriales del mundo) trataba de buscar una respuesta a los problemas planteados por la incapacidad creciente del “cretinismo parlamentario” y del sindicato reformista de Samuel Gomper (la American Federation of Labour, AFL) para hacer frente a los problemas planteados por el capitalismo y la lucha de clases. Contrariamente a los anarquistas y a los anarcosindicalistas que tenían una visión federalista, los fundadores de IWW trataron de construir una organización de lucha de clases unida y centralizada que debía ser al mismo tiempo capaz de reunir a todo el proletariado para la toma del poder y ofrecer un marco para ejercer el poder proletario después de la revolución.
En este artículo examinaremos si la teoría y la práctica de IWW le permitieron conseguir sus objetivos y hacer frente al mayor reto al que jamás estuvo confrontado el movimiento obrero mundial: el desencadenamiento del primer gran conflicto imperialista mundial de la historia, en 1914.
¿A favor o en contra de “la política”?
El preámbulo adoptado por la Convención de fundación de IWW tomó claramente partido por la destrucción revolucionaria del capitalismo.
“La clase obrera y la clase de los patronos no tienen nada en común. No podrá haber paz mientras millones de trabajadores conozcan el hambre y la necesidad, mientras una minoría, que forma la clase de los patronos, posea todas las buenas cosas de la vida... Entre estas dos clases, la lucha debe proseguir hasta que los obreros del mundo se organicen como clase, se apropien de la tierra y del aparato de producción y acaben con el trabajo asalariado... Es la misión histórica de la clase obrera de abolir el capitalismo”.
Sin embargo la organización de IWW no fue clara sobre la naturaleza de esta revolución ni sobre los medios para conseguirla, en particular sobre la naturaleza económica y política de la revolución. Además, aunque IWW había aceptado y también saludado la participación de organizaciones y de militantes políticos en sus filas y que sus miembros apoyaran a los candidatos socialistas en las elecciones, ellos mantenían desde sus orígenes grandes confusiones sobre la naturaleza de la acción política del proletariado.
En 1905, los miembros del Partido socialista (SPA, Socialist Party of America) [1] presentes en la Convención de la fundación suponían que IWW apoyaría al Partido. Por otra parte, sus rivales DeLeonistas esperaban que IWW se aliara con el SLP (Socialist Labor Party). Estas ingenuas esperanzas manifestaban una seria subestimación del escepticismo que entonces prevalecía en la Convención de fundación frente a la política. A pesar de sus simpatías marxistas, los fundadores de IWW pensaban, por lo general, que los obreros debían subordinar la lucha política a la lucha económica. Por ejemplo, antes de la Convención, la Western Federation of Miners (Federación occidental de mineros) escribía:
“La experiencia nos ha enseñado que la organización económica y la organización política deben estar distanciadas y separadas... Según nosotros es necesario unir a los obreros en el ámbito económico antes que unirlos sobre el terreno político” [2].
A pesar de los puntos de vista muy divergentes sobre la política, en interés de la unidad, la Convención formuló en términos muy complicados una concesión a los socialistas de los dos partidos aceptando insertar, en el preámbulo de la constitución de IWW, un párrafo político que se presentó de esta manera:
“Entre las dos clases, la lucha debe proseguir hasta que todos los trabajadores se reúnan tanto en el terreno político como en el industrial, y se apropien de lo que producen con su trabajo, mediante una organización económica de la clase obrera, sin afiliación a partido político alguno”.
Para la mayor parte de los delegados, esta concesión referente a la política era incomprensible. Un delegado se quejaba:
“Yo no puedo permitirme, cada vez que me encuentre con alguien, tener junto a mí a DeLeon para poder explicar a esa persona lo que quiere decir tal o cual párrafo” [3].
La oposición a la política provenía de una incomprensión teórica de la lucha de clases, de la revolución proletaria y de las tareas políticas del proletariado. Para IWW, la “política” tenía un sentido muy estrecho; significaba parlamentarismo y participación en las elecciones burguesas. Desde este punto de vista, la acción política –es decir la participación en las elecciones– no tenía más que un valor de propaganda y demostraba la inutilidad del electoralismo como lo demuestra esta toma de posición:
“El único valor de la actividad política para la clase obrera, es desde el punto de vista de la agitación y de la educación. Su mérito educativo consiste únicamente en probar a los obreros su total ineficacia para vencer el poder de la clase dominante y por lo tanto forzar a los obreros a apoyar la organización de su clase en las industrias del mundo”.
“Es imposible pertenecer al Estado capitalista y utilizar el aparato del Estado en interés de los obreros. Todo lo que se puede hacer, es intentarlo hasta que nos culpen de todo –y así ocurrirá – sacando así una lección para los obreros sobre el carácter de clase del Estado” [4].
Tales tomas de posición estaban muy extendidas. Aun cuando los “antipolíticos” detestaban a DeLeon, no sin ironía, compartían con él a menudo muchas concepciones teóricas como:
– la primacía de la lucha económica sobre la política.
– la identificación entre política y urnas electorales.
– el rechazo de la dictadura del proletariado.
– la incomprensión de que, en las condiciones del capitalismo históricamente progresista, fuera verdaderamente posible participar en el parlamento y arrancar reformas a la burguesía.
– la incapacidad de hacer la diferencia entre las reformas ganadas por la lucha de clases (como la jornada de trabajo de 8 horas, la limitación del trabajo de los niños, etc.) y la doctrina contrarrevolucionaria del reformismo que defendía que se podía llegar al socialismo de forma pacífica por la vía electoral.
En su rebelión contra “la política”, puesto que era imposible utilizar el Estado capitalista para las necesidades revolucionarias de la clase obrera, los wobblies [5] mostraban que no comprendían la naturaleza de la revolución proletaria y revelaban su ignorancia de una lección fundamental sacada por Marx de la experiencia de la Comuna de París: el reconocimiento de que el proletariado debe destruir el Estado capitalista. ¿Es que hay algo más político que destruir el Estado capitalista, que adueñarse de los medios de producción? La revolución proletaria será el acto político y social más audaz y más completo de toda la historia de la sociedad humana – una revolución durante la cual las masas explotadas y oprimidas se levantarán para destruir el Estado de la clase explotadora e imponer su propia dictadura revolucionaria de clase sobre la sociedad para así realizar la transición al comunismo. A partir del punto de vista justo según el cual los obreros no pueden apoyarse en el Estado burgués y utilizarlo al servicio del programa revolucionario, “los antipolíticos” llegaban a la conclusión falsa según la cual la revolución proletaria era un acto económico y no político. Al igual que los anarquistas, IWW deducía que se podía ignorar la política, no solamente el parlamento, sino el propio poder del Estado burgués. IWW defendía este punto de vista a pesar de su propia actividad como la de las luchas por la libertad de expresión que mantenía no sólo en los lugares de trabajo, sino en la calle y como acto de enfrentamiento político con el Estado [6]. Y a pesar de los duros enfrentamientos con la burguesía, durante los cuales ésta ni siquiera respetaba sus propias leyes, IWW no comprendió en absoluto que se estaba abriendo un período durante el cual el parlamento y las leyes burguesas no eran sino máscaras para el ejercicio del poder más despiadado contra la amenaza proletaria. Esto debería tener consecuencias catastróficas, como veremos, y fue una tragedia de dimensión histórica que en aquel nuevo período, tantos militantes valientes y leales fueran lanzados a la lucha sin tener asimilados esos aspectos fundamentales de la perspectiva marxista.
El entendimiento político evocado más arriba (la concesión a los socialistas de los dos partidos) plasmado en el preámbulo de 1905 no fue suficiente para mantener la unidad de la organización. En la Convención de 1908 la perspectiva antipolítica triunfó. DeLeon no pudo participar en la Convención por cuestiones de mandato, él y sus partidarios rompieron para formar, en Detroit, su propio IWW subordinado al SLP; esta organización tampoco logró sobrevivir a la Socialist Trade and Labor Aliance. Debs y otros miembros del SPA no renovaron su adhesión y se retiraron de la organización. Igualmente el WFM, que había tenido un papel vital en la fundación de IWW, se retira de la organización. En 1911 es al mismo tiempo miembro dirigente de IWW y miembro del Secretariado del Partido socialista, hasta que abandona este último a favor de IWW, ya que los socialistas consideraban imposible esa doble pertenencia a causa de la posición de IWW sobre el sabotaje y su oposición a la acción política.
¿Partido revolucionario u organización unitaria?
Para IWW la unión industrial era una forma organizativa que lo englobaba todo. La unión no era solo una organización unitaria que sirve a la vez para defender los intereses de la clase obrera y para encarnar la forma de dominación proletaria después de la revolución, era también una organización de militantes revolucionarios y de agitadores. Tras su constitución en 1908, IWW pensaba que:
“el ejército de productores debe organizarse no solo para la lucha cotidiana contra los capitalistas, sino igualmente para dirigir la producción después del derrocamiento del capitalismo. Organizándonos sobre una base industrial estamos en vías de crear una nueva sociedad en el interior de la antigua”.
Como hemos mostrado anteriormente en esta serie de artículos, ésa es una visión sindicalista que ve la posibilidad de:
“formar la estructura de la nueva sociedad en el interior mismo de la antigua (…) que proviene de una profunda incomprensión del antagonismo que existe entre la última de las sociedades de explotación – el capitalismo– y la nueva sociedad sin clases que se trata de instaurar. Es un error grave, que conduce a subestimar la profundidad de la transformación social necesaria para operar la transformación entre esas dos formas sociales y, conduce también, a subestimar la resistencia de la clase dominante a la toma del poder por la clase obrera” [7].
Además, la idea según la cual la misma organización podría ser simultáneamente una organización revolucionaria de obreros y agitadores conscientes de la clase y una organización abierta a todos los obreros en la lucha de clases dentro del capitalismo, revela una doble confusión característica del sindicalismo revolucionario. La primera de estas confusiones consiste en la incapacidad para distinguir los dos tipos de organización que fueron segregados históricamente por la clase obrera: las organizaciones revolucionarias y las organizaciones unitarias. IWW no llegó a comprender que una organización revolucionaria, que agrupa a los militantes sobre la base de un acuerdo compartido y de un compromiso con los principios y el programa revolucionario es, por esencia, una organización política, es de hecho un partido de clase aunque no tome ese nombre. Tal organización, por definición, sólo puede agrupar a un minoría de la clase obrera, a sus miembros más conscientes políticamente y más entregados. Como lo señaló el Manifiesto comunista de 1848:
“Los comunistas son, pues, prácticamente, la parte más decidida, el acicate siempre en tensión de todos los partidos obreros del mundo. Teóricamente, llevan de ventaja a las grandes masas del proletariado su visión clara de las condiciones, los derroteros y los resultados generales a que debe abocar el movimiento proletario”.
La incapacidad de IWW para hacer esta distinción lo condenó a una existencia inestable. La admisión en la organización estaba tan abierta como las puertas de un molino, por las que salieron tan rápido como entraron quizá hasta un millón de obreros entre 1905 y 1917. Se creaban nuevas secciones sindicales que desaparecían rápidamente, sin dejar la menor huella, una vez que terminaba la lucha que las había hecho nacer.
La tensión que resulta de esa idea contradictoria, querer ser una organización revolucionaria y una organización de masas abierta a todos los obreros, iba a contribuir, al cabo, al fracaso histórico de IWW durante la oleada revolucionaria que siguió a la Primera Guerra mundial. La visión que IWW tenía de su tarea, como sindicato de masas que agrupaba a los obreros, lo condujo a preocuparse cada vez más de la construcción de una organización sindical en detrimento de los principios revolucionarios.
La segunda confusión viene de que IWW no comprendió que la batalla librada por las uniones industriales contra el sindicalismo de oficio y los sindicatos colaboracionistas, pese a estar inspirada en la defensa de los intereses de su clase, era un anacronismo. A principios del siglo xx estaba cambiando el periodo histórico. La creación del mercado mundial y la tendencia a su saturación hacían que el capitalismo entrara en su fase de decadencia acabando con la época en que era posible la lucha por reformas duraderas. En esas nuevas condiciones, la forma sindical de organización, ya sea de oficios o industrial, ya no se ajusta a las necesidades de la lucha de clase y está condenada a ser absorbida por el Estado capitalista y convertirse en un órgano de control de la clase obrera. La experiencia de la huelga de masas en Rusia, en 1905, y la creación, por los obreros de ese país, de los soviets o consejos obreros es un momento clave para todo el proletariado mundial. Las lecciones de ello y su impacto en la lucha de clases son el centro de los trabajos teóricos de Rosa Luxemburg, León Trostski, Antón Pennekoek y otros en el ala izquierda de la Segunda Internacional.
Los consejos obreros, contrariamente a la teoría del sindicalismo revolucionario, ocuparon el lugar de los sindicatos como organización unitaria de la clase obrera. Este nuevo tipo de organización unía a los obreros de todas las industrias, de una zona territorial dada, para el enfrentamiento revolucionario contra la clase dominante, y eran la forma “históricamente encontrada” que tomaría la dictadura del proletariado (empleando la expresión acuñada por Lenin). También es importante, como la experiencia de 1905 lo demostró, que las organizaciones unitarias de masas de la clase obrera en lucha no pueden mantenerse como organizaciones permanentes en el seno del capitalismo, cuando la movilización obrera refluye. Aunque la Convención de fundación de IWW expresó su solidaridad con las luchas obreras del proletariado en la Rusia de 1905, desgraciadamente no fueron capaces de hacer un trabajo de elaboración teórica a partir de la experiencia rusa y nunca pudieron reconocer el cambio de periodo histórico, ni el significado de los consejos obreros, y siguieron cantando las bondades del “unionismo industrial [como] el único camino hacia la libertad” [8].
Fue especialmente perjudicial que IWW fuera incapaz de sacar las lecciones de la experiencia real concreta, ni siquiera de darse cuenta de los avances teóricos que el ala izquierda de la Socialdemocracia (que más tarde se convertiría en el armazón sobre el que se construyó la Internacional comunista), pero, en realidad, su trabajo teórico era, en general, muy flojo. En sus periódicos de propaganda, al abordar las cuestiones teóricas, se limitaban a repetir los puntos fundamentales del marxismo relativos a la plusvalía, al conflicto entre proletariado y burguesía, sin tomar en cuenta las elaboraciones posteriores de la teoría marxista realizadas por el ala izquierda de la Socialdemocracia. IWW no aportó gran cosa, o nada, en el plano histórico a la teoría del marxismo, ni siquiera a la teoría del unionismo. Melvyn Dubosky, como historiador, señala que IWW…
“… no aporta ninguna idea realmente original, ninguna explicación radical de cambio social, ninguna teoría fundamental de la revolución” [9].
Su crítica del capitalismo jamás va más allá de un odio visceral hacia la explotación y la opresión del sistema y como no se plantea nunca examinar los matices y lo intrincado del desarrollo del capitalismo, no comprende el significado ni las consecuencias del cambio de las condiciones en las que la clase obrera desarrolla sus luchas.
La única excepción, desastrosa por lo demás, a esa ignorancia de IWW de la necesidad de elaboración teórica, es su esfuerzo por explicar más profundamente su concepto de “acción directa” lo que les lleva a una ingenua defensa teórica del “sabotaje” como arma de la lucha de clases, lo que los hace vulnerables a las acusaciones de terrorismo y abre la puerta a la represión. IWW excluye, en su defensa del sabotaje, atentar contra la vida humana pero confunde toda una serie de tácticas (como la huelgas de celo o la divulgación de “obscuros secretos” de la fábrica, las acciones puramente individuales similares a las del anarquismo pequeño burgués de la “propaganda por los hechos”) con los métodos de lucha masiva de la clase obrera. IWW apoyó, por ejemplo, que en un teatro de Chicago alguien...
“... esparciera por el suelo productos tóxicos durante una representación y se largara rápidamente en silencio” [10].
Ciertos oradores soap box [11] de IWW defendían demagógicamente el uso de dinamita y bombas. Al ser difícil reconciliar la glorificación del sabotaje de individuos o pequeños grupos de obreros y el compromiso con la lucha de masas, IWW resuelve la contradicción declarando que tal contradicción no existe:
“los actos individuales de sabotaje realizados con el fin de que la clase obrera saque provecho de ellos no pueden, de modo alguno, emplearse contra la solidaridad. Al contrario son un factor de unidad. El saboteador solo se compromete a sí mismo y si toma tales riesgos es por su vigoroso espíritu de clase”.
Sus oscilaciones frente a la Primera Guerra mundial
Las guerras y las revoluciones son momentos históricos cruciales para las organizaciones que se reivindican del proletariado, son una prueba para su auténtica naturaleza del clase. El estallido de la Primera Guerra mundial, en agosto de 1914, reveló la traición de los principales partidos socialdemócratas europeos: tomaron partido por sus respectivas burguesías, apoyaron la guerra imperialista dando la espalda a los principios del internacionalismo proletario y de la oposición a la guerra imperialista; ayudaron a movilizar al proletariado en la carnicería y traspasaron la frontera de clase que los separaba de la burguesía.
IWW, por su parte, despreciaba el patriotismo. En sus propias palabras:
“entre todas las ideas idiotas y perversas que los obreros aceptan de esa clase que vive de su miseria, el patriotismo es la peor”.
Los wobblies formalmente defendían el internacionalismo proletario y se oponían a la guerra. En 1914, poco después de que la guerra estallase en Europa, la Convención de IWW adopta una resolución en la que se establece que:
“… el movimiento industrial barrerá todas las fronteras y establecerá relaciones internacionales entre todos los hombres comprometidos en la industria… Como miembros que somos del ejercito industrial nos negamos a batirnos por otro objetivo que no sea el logro de la libertad industrial”.
En 1916 la Xª Convención anual adoptó una resolución por la que la organización se comprometía con un programa que defendía…
“la propaganda antimilitarista en tiempos de paz, la defensa de la solidaridad entre los obreros del mundo entero y, en tiempos de guerra, la huelga general de todas las industrias” [12].
Pero en abril de 1917 cuando el imperialismo americano entró en guerra junto a los Aliados, IWW falla lamentablemente y se olvida en la práctica de su internacionalismo y antimilitarismo. La organización cae en una actitud centrista y oscilante caracterizada por la prudencia y la inactividad. IWW, contrariamente a AFL, no respaldó jamás la guerra ni participó en movilizar al proletariado para la carnicería. Pero tampoco hicieron una oposición activa a la guerra.
Jamás adoptó una resolución que denunciara la guerra, a diferencia de los socialistas. Es más, los folletos contra la guerra, como The Deadly Parallel, se retiraron de la circulación. Los oradores soapbox de IWW pararon su agitación contra la guerra. Haywood, defendiendo el mismo punto de vista que el Buró ejecutivo general, considera la guerra como una desviación de la lucha de clases y que lo más importante es construir la unión; temía que una oposición activa a la guerra desencadenase una represión contra IWW [13].
Ben Williams, editor de Solidarity, atacó violentamente lo que llamaba acciones antiguerra “sin sentido”.
“En caso de guerra, escribía Williams, queremos que la One Big Union salga más fortalecida del conflicto, con más control sobre la industria que antes. ¿Por qué deberíamos sacrificar los intereses de la clase obrera en aras de algunos desfiles y manifestaciones antiguerra impotentes?. Continuemos nuestra tarea de organizar a la clase obrera para que pueda adueñarse de las fábricas, en guerra o no, y detener cualquier agresión capitalista futura que lleve a la guerra o a cualquier otra forma de barbarie” [14].
He ahí el fruto de la acumulación de confusiones: IWW no entiende el significado de la guerra mundial, ni que ésta marcaba la apertura de una nueva era de guerras y de revoluciones, ni el cambio que suponía para las condiciones de la lucha de clases. Tampoco entendía que su tarea era la de una organización revolucionaria (de hecho la de un partido) y en su lugar se centró en su papel de sindicato de masas y la perspectiva de su crecimiento, como si no pasara nada.
A pesar de las promesas de la resolución de 1916 de…
“… extender su seguro de apoyo moral y material a todos los obreros que sufren a manos de la clase capitalista por sus principios [contra la guerra]”,
IWW dejó a sus militantes solos, que decidieran individualmente si se sometían al reclutamiento y a la guerra imperialista o resistían, sin recibir apoyo alguno de la organización. Muchos dirigentes de IWW se oponían, con razón, a las manifestaciones interclasistas contra la guerra y defendían que IWW no tenía la influencia suficiente en el proletariado para organizar una huelga general contra la guerra con éxito. Pero tampoco buscaban los medios de oponerse a la guerra imperialista desde el terreno de la clase obrera. Haywood en una de sus cartas a Frank Little, uno de los dirigentes de la fracción antiguerra del Buró general ejecutivo, le aconseja:
“Mantén la cabeza fría; no hables. Muchos ven las cosas como tú, pero la guerra mundial tiene poca importancia comparada con la gran guerra de clases… Me siento incapaz de definir los pasos que hay que dar contra la guerra” [15].
Este consejo, que representa el punto de vista de la mayoría del Buró, supone una completa subestimación del significado del periodo que abre la guerra mundial y deja al ala izquierda de IWW completamente desarmada frente a la represión estatal que se avecina.
James Slovick, secretario del sindicato de transportes marítimos de IWW escribe a Haywood en febrero de 1917, antes de que Estados Unidos entrase en guerra, aconsejando preparar en el futuro una huelga general contra la guerra, incluso si esto llevaba a la destrucción de la organización. Slovick presentía, con razón, que la burguesía iba a utilizar la guerra como excusa para atacar despiadadamente a IWW, llevase ésta o no una acción contra la guerra. Defendía que una huelga general contra la guerra tendría una importancia histórica y demostraría que IWW era la única organización obrera del mundo capaz de luchar por terminar con la carnicería, y por eso requirió la convocatoria de una convención extraordinaria de IWW para decidir sobre esa cuestión. Haywood se negó a hacerlo:
“Evidentemente es imposible para esta tarea… que lances acciones por tu iniciativa individual. Sin embargo añadiré tu carta a un expediente que trataremos más adelante”.
Frente a los preparativos de la burguesía para su entrada en guerra, de implicación en la masacre imperialista generalizada, la exigencia de convocar urgentemente una convención del Congreso continental de la clase obrera para discutir una respuesta proletaria acorde con la situación… ¡se deja para un dossier que se tratará más adelante!. ¿Y quién lo va a tratar? ¡Ni más ni menos que el muy combativo Big Hill Haywood!. Todo ello porque ¡oponerse a la guerra imperialista podría perturbar la construcción de la unión!
Frank Little, por su parte, considera la guerra imperialista como el mayor crimen cometido por el capitalismo contra la clase obrera mundial y quiere hacer campaña contra el reclutamiento. Dice:
“IWW se opone a todas las guerras y debe hacer todo lo que pueda para impedir que los obreros empuñen las armas”.
Little responde a aquellos que dicen que la represión del Estado se abatirá contra quien se oponga a la conscripción, invocando el peligro de que el resultado de esa oposición será la condena de IWW, que “Mas vale morir combatiendo que abandonar” [16]. La voz de Little fue rápidamente silenciada, se dejó de escuchar en el debate interno en IWW, porque lo asesinaron unos sicarios de la empresa durante la huelga minera de Montana, en el verano de 1917. Su punto de vista, a pesar de tener el mérito de defender resueltamente el internacionalismo proletario, pecaba de una gran ingenuidad política al aceptar la represión como una fatalidad.
IWW en vez de atacar la guerra y preparar a sus militantes y sus dirigentes para una actividad clandestina, centraron todos sus esfuerzos en construir la unión, organizando huelgas en las industrias que consideraban vulnerables a la presión de la lucha. Para ellos era más importante que el gobierno les atacase por luchar por mejores salarios, o algo similar, que por luchar contra la guerra. Lo irónico de la historia es que una vez que Estados Unidos entró en el conflicto, el blanco de la represión fue IWW, que conscientemente había decidido no luchar activamente contra la guerra, y no los partidos socialistas que sí lo habían hecho. Mientras que a los socialistas, como Eugene Debs, que habían alzado abiertamente su voz contra el reclutamiento se les detenía y encarcelaba como individuos, a IWW se le acusó como organización de conspiración y sabotaje contra el esfuerzo de guerra. La guerra, en ese sentido, ofreció a la burguesía la excusa para reprimir a IWW por sus actividades pasadas, por su lenguaje radical y el miedo que había inspirado. Se podría decir que la burguesía estadounidense era más consciente que los propios dirigentes de IWW, del peligro que representaba su organización. El 28 de septiembre de 1917 se acusó a 165 dirigentes de IWW por obstrucción a la conscripción y al esfuerzo de guerra, de conspiración y sabotaje, así como de interferir en la buena marcha de la economía y la sociedad. El gobierno estaba hasta tal punto decidido a decapitar a IWW que incluso acusó a personas muertas y a algunos que ya habían abandonado la organización mucho antes de que Estados Unidos entrara en la guerra. Así, entre los wobblies acusados, encontramos, por ejemplo, a:
– Frank Little asesinado en agosto de 1917;
– Gurley Flynn y Joseph Ettor excluidos de la organización en 1916, mucho antes de que Estados Unidos participara en la guerra;
– Vincent St John que había dimitido de la organización, abandonó la política y participó en la prospección del desierto de Nuevo México en 1914.
Los abogados de los wobblies durante el proceso defendieron que los acusados no habían tratado de entorpecer el esfuerzo de guerra. Sostuvieron que sólo 3 de los 521 conflictos laborales habidos durante el periodo de guerra los había organizado IWW, el resto eran obra de la AFL. Haywood en su testimonio renegó de la postura defendida por Frank Little, afirmando que se había retirado de la circulación la literatura contra la guerra, como el Deadly Parallel o el folleto sobre el sabotaje, desde el momento en que Estados Unidos entró en la guerra.
En menos de media hora de deliberación los wobblies, pese a su inocencia respecto a las acusaciones que se les imputaba, fueron declarados culpables y la mayoría de los dirigentes que centralizaban IWW enviados, encadenados de pies y manos, a Leavernworth. Así la organización empezó a declinar y a caer bajo el control de los anarcosindicalistas anticentralización, a pesar de su compromiso en las huelgas generales de Winnipeg, en Canadá, y de Seattle o en las importantes luchas de Butte (Montana) o Toledo (Ohio).
El fracaso de IWW
La imagen romántica del wobbly, revolucionario aguerrido, incansable trotamundos, viajando clandestinamente en trenes de mercancías, errando de ciudad en ciudad, para hacer propaganda de la One Big Union –un caballero andante proletario con una armadura deslumbrante– aun persiste en la cultura americana. Este modelo de revolucionario, individuo ejemplar que tanto seduce a los anarquistas, carece de interés para el proletariado. La lucha de clases no avanza gracias a individuos heroicos aislados, sino por el esfuerzo colectivo de la clase obrera, una clase explotada y revolucionaria al mismo tiempo, cuya fuerza no reside en individuos brillantes sino en la capacidad de las masas obreras para desarrollar la conciencia, para debatir y todos juntos llevar a cabo una acción común.
Pese a su más que justificada oposición al oportunismo y al cretinismo parlamentario, las inadecuaciones teóricas de IWW características del sindicalismo revolucionario, lo incapacitaron para comprender las tareas políticas del proletariado. IWW vivió en una época muy especial de la historia de la lucha de clases. En un periodo en que el capitalismo, una vez alcanzado su apogeo, se muda en traba al desarrollo de las fuerzas productivas, convirtiéndose en un sistema decadente. El capitalismo deja de ser un sistema históricamente progresivo y las condiciones para su destrucción revolucionaria, y su sustitución por un nuevo modo de producción controlado por la clase obrera mundial, ya estaban maduras. En aquel periodo el proletariado mundial descubre, con la experiencia de 1905 en Rusia, la huelga de masas como la forma de conducir la lucha, y los soviets o consejos obreros como medio de ejercer su dictadura revolucionaria de clase para acometer la transformación de la sociedad. Es un periodo en que el capitalismo decadente ponía a la humanidad ante el dilema histórico de guerra o revolución, no como algo abstracto sino como algo inmediato y práctico. Los acontecimientos y las luchas dieron un impulso formidable al esfuerzo teórico llevado a cabo por el ala izquierda de la socialdemocracia para comprender las fuerzas en conflicto, sacar rápidamente las enseñanzas de la experiencia de la lucha de clases y perfilar las líneas del camino a seguir para ir más lejos. En medio de aquel torbellino de acontecimientos históricos y de elaboración teórica, la visión que tenía IWW sobre la clase obrera y la revolución era prisionera de los estrechos límites del debate sobre los sindicatos de oficio y el unionismo industrial, debates característicos del periodo ascendente del capitalismo que ya no tenían nada que ver con las tareas que tiene que abordar el proletariado en el capitalismo decadente.
El tan aireado internacionalismo de IWW se disuelve como un azucarcillo en la vacilación y el centrismo ante la Primera Guerra imperialista mundial, que pone de relieve la auténtica naturaleza de la clase de quienes se reivindican de la defensa de los principios revolucionarios y del internacionalismo proletario. Como hemos puesto en evidencia, la mayoría de los dirigentes, Haywood incluido, no ven la guerra imperialista mundial y la resistencia a esa carnicería como un momento decisivo de la lucha de clases sino como algo que se interfiere en el trabajo “real” de construir la unión. Resulta irónico que, a pesar de las vacilaciones de IWW en luchar contra la guerra, la clase dominante estadounidense eligiera esa oportunidad para utilizar la retórica revolucionaria del pasado de IWW contra él y lanzar un ataque sin precedentes para decapitarlo para luego convertirlo en un mito de la cultura anarcosindicalista.
La experiencia concreta demuestra que toda organización que se aferra a concepciones teóricas que la historia ha dejado atrás, está condenada a desaparecer o a sobrevivir vegetando como una secta incapaz de comprender la lucha de clases, y mucho menos influir en ella. Hoy día, una secta anarquista sigue llamándose IWW, celebró el año pasado su centenario, pero es totalmente incapaz de contribuir para nada en la lucha revolucionaria. Los mejores militantes de IWW o se perdieron a causa de la represión del Estado al final de la Primera Guerra Mundial o ingresaron, tras ella, en los nuevos partidos comunistas. La Revolución rusa ejerció una potente atracción en los miembros no anarquistas de IWW “atrayendo a militantes como moscas” [17]. Conocidos wobblies evolucionaron hacia el Partido comunista que acababa de ser fundado, como Harrison George, George Mink, Elizabeth Gurley Flynn, John Reed, Harold Harvey, George Hardy, Charles Asleigh, Ray Brown et Earl Browder, alguno de los cuales pronto se volverían estalinistas. Big Hill Haywood también evolucionó hacia el comunismo, aunque siguió en IWW hasta que se exilió en 1922 en Rusia.
“Big Hill Haywood dijo a Ralph Chaplin ‘la Revolución rusa es el mayor acontecimiento de nuestra vida. Representa todo lo que hemos soñado y todo por lo que nos hemos peleado en nuestra vida. Es la obra de la libertad y de la democracia industrial’”.
Sin embargo, a Haywood le desilusionó la revolución rusa, en gran parte porque la revolución no tomó la forma unionista. Pero en un comentario hecho a Max Eastman, Haywood resume de forma sucinta el fracaso del sindicalismo revolucionario de IWW del que, en gran parte, había sido el arquitecto:
“IWW ha intentado coger el mundo entero en sus manos pero una parte del mundo ha ido más lejos que él” [18].
Es cierto que los sindicalistas revolucionarios actuaban de buena fe y estaban realmente entregados a la causa de la clase obrera, pero su respuesta al oportunismo, al reformismo y al cretinismo parlamentario erró totalmente su objetivo. Su unionismo industrial y su sindicalismo revolucionario ya no se correspondían con el periodo histórico. El mundo “había ido más lejos que ellos” y los había dejado atrás.
Su incapacidad para comprender qué quiere decir política para la clase obrera, y para cumplir un papel como organización que era, o sea, fundamentalmente, el de un partido político, llevó a IWW a fracasar ante la guerra imperialista. Su total incapacidad para comprender lo que la guerra significaba en el desarrollo histórico del capitalismo condujo a sus dirigentes a confiar en la democracia burguesa y en una “ley justa” durante el Gran proceso contra IWW. El resultado, por no haberlo entendido y no haber preparado la clandestinidad para continuar la lucha, fue literalmente la destrucción de IWW, sus finanzas casi arrasadas por completo, sus dirigentes encarcelados o exiliados. Por eso fueron incapaces de desempeñar su papel para que el proletariado norteamericano pusiera todo su peso en la balanza en apoyo de la Revolución rusa.
J.Grevin
[1]) Para mas detalles sobre esta y otras organizaciones, así como sobre las personalidades citadas en este artículo, ver la primera parte publicada en la Revista internacional nº 124.
[2]) Miners Magazine, VI (23 febrero 1905), citado en Dubosky.Melvyn, We shall be all : a history of the Industrial Workers of the World, Urbana and Chicago, II, University of Illinois Press, 2nd edition, 1988, p. 83.
[3]) Dubosky, p. 83-85.
[4]) The IWW and the political parties, de Vincent St John, fecha desconocida, transcrito por J.D. Crutchfield. (véase www/workerseducation.org/crutch/pamphlets/political.html).
[5]) “Wobblies” es el término popular para designar a los militantes de IWW. Ver la nota nº 6 de la primera parte de este artículo (Revista internacional nº 124).
[6]) Ver el artículo anterior en la Revista internacional nº 124.
[7]) Revista internacional no 118, “Historia del movimiento obrero: lo que distingue al movimiento sindicalista revolucionario”.
[8]) Joseph Ettor, Industrial Unionism: The Road to freedom, 1913.
[9]) Dubosky, p. 147.
[10]) Walker C. Smith, Sabotage: Its History, Philosophy and Function, 1913.
[11]) Ibid. Los “soap box orators” era el nombre dado a los “oradores sobre cajas de jabón”, según la expresión popular, porque los militantes obreros tenían por costumbre tomar la palabra en la calle subiéndose en esas cajas.
[12]) Proceedings of the Tenth Annual Convention of the IWW (Actas de la Xª Convención anual de IWW) Chicago, 1916.
[13]) Patrick Renshaw, The Wobblies, Garden City: Doublday, 1967, citando notas, actas y otros documentos de IWW en el Tribunal de apelación de Estados Unidos, 7º distrito, octubre 1917.
[14]) Solidarity, febrero de 1917, citado por Dubosky.
[15]) “Haywood a Little”, 6 de mayo de 1917, citado por Renshaw.
[16]) Renshaw citando declaraciones e interrogatorio de Haywood en US versus William D. Haywood.
[17]) James P. Cannon, The IWW: The Great Infatuation, NY, Pioneer Press, 1955.
[18]) Colin, Bread and Roses too, citando a Ralph Chaplin, Wobbly: the Rough and Tumble Story of an American Radical, Chicago, University of Chicago, 1948