Documento (J. Rebull, POUM) - Sobre las Jornadas de mayo del 37 en Barcelona

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Documento (J. Rebull, POUM)

Sobre las Jornadas de mayo del 37 en Barcelona

 

Presentación

El artículo de Josep Rebull sobre las  Jornadas de mayo del 37, que aquí  publicamos, forma parte de un trabajo serio e interesante de Agustín Guillamón sobre la Guerra de España que él nos ha comunicado. Este texto fue publicado en su origen en un Boletín interno de discusión para el Segundo congreso del Comité local de Barcelona del POUM, tras los acontecimientos de mayo del 37. Su publicación hoy participa de la reflexión indispensable que se ha de llevar a cabo sobre la Guerra de España ([1]). Contiene en particular importantes elementos de clarificación en cuanto a la actitud política de la corriente anarquista y del POUM ([2]) durante aquellos trágicos acontecimientos.

Las Jornadas de mayo del 37 fueron efectivamente otra dramática experiencia para la clase obrera. También fueron para los estalinistas y los anarquistas “oficiales” la ocasión de desencadenar una política antiobrera y mostrar que se habían convertido en defensores de los intereses del capitalismo. Durante esas luchas, no fueron sino unos pocos trotskistas en torno a G. Munis así como el grupo anarquista de Los amigos de Durruti los que se pusieron claramente del lado de los obreros de Cataluña.

El artículo de J. Rebull es de gran clarividencia en cuanto al resultado de las Jornadas de mayo y también en cuanto al curso general de la lucha de clases. También merece un homenaje el valor político que demostró, por haber desarrollado un militante del partido – desde el interior – una crítica así a la dirección del POUM.

Josep Rebull ([3]) fue miembro del POUM durante los años 30. Es necesario recordar aquí que este partido se constituyó en 1935 partiendo del BOC (Bloque obrero y campesino) ([4]) de Joaquín Maurín ([5]) al que se añadieron elementos como Andrés Nin ([6]). Éste rompió primero con la Oposición de izquierdas internacional y luego con Trotski en 1934. En el POUM, Maurín conservó el puesto de Secretario general mientras que Nin fue nombrado Secretario político ([7]). Durante la Guerra de España, mientras Maurín se pudría en las cárceles de Franco, Nin participó junto con la CNT y los partidos de la burguesía republicana y catalanista como Esquerra republicana de Lluís Companys y Josep Taradellas en el gobierno de la Generalitat de Cataluña, en tanto que ministro de Justicia. A pesar de sus desacuerdos profundos con la política del POUM durante la Guerra de España, y aunque fue capaz de acercarse un poco a las posiciones de la Izquierda comunista, Josep Rebull jamás fue capaz de romper formalmente con su partido.

Durante el período histórico que va de finales de los 30 a comienzos de los 40, las energías revolucionarias eran particularmente reducidas y aisladas de su clase. Entre ellas estaba la Izquierda italiana que tuvo en aquellos momentos el inmenso mérito de entender cuál era la verdadera dinámica de la situación. Por eso fue a contracorriente de todas las demás tendencias políticas revolucionarias. La Izquierda italiana supo, efectivamente, situarse en una visión histórica con una verdadera comprensión marxista de la realidad de la relación de fuerzas entre las clases y de su evolución; supo situar en el mismo centro de su análisis la noción de curso histórico. Así fue capaz de determinar que éste ya no era favorable a la clase obrera, que se había invertido a finales de los 20 y que, desde entonces, la contrarrevolución y la marcha hacia la guerra imperialista generalizada eran el marco de la situación política internacional.

Esta es la visión política de la que más carece Rebull, por la que su artículo tiene limitaciones políticas importantes. La más grave entre ellas es la ilusión de que la revolución proletaria era posible en España en 1936 y 1937. Defiende la idea de que si hubiese habido una verdadera dirección proletaria durante las Jornadas de mayo del 37, la situación habría podido evolucionar diferentemente. Pero más allá de esas importantes confusiones políticas, queremos saludar este artículo de Josep Rebull y poner de relieve los numerosos elementos de clarificación política, que van mucho más allá de la simple comprensión de los acontecimientos de mayo del 37 en Barcelona.

¿Qué hemos de recordar de este artículo?

• En mayo del 37, la burguesía española e internacional ha logrado acallar definitivamente las últimas expresiones proletarias en España. Tras las Jornadas de mayo del 37, la represión está en marcha y puede abatirse sobre la clase obrera española antes de que se inicie la Segunda Guerra mundial. El artículo muestra que las Jornadas de mayo fueron una derrota gravísima para la clase obrera y “un triunfo para la burguesía pseudodemocrática”.

• Reanuda con una visión histórica de flujos y reflujos de la lucha de clases. Como Marx cuando la Comuna de París ([8]), como Lenin durante la Revolución rusa ([9]) o Rosa Luxemburg ([10]) durante la Revolución alemana, analiza en qué momento de la lucha de clases se enmarcan las Jornadas de mayo. Es uno de los pocos del POUM, pero también entre los demás revolucionarios españoles, que da la voz de alarma sobre la necesidad imperiosa de pasar a la clandestinidad tras las Jornadas de mayo. Esta evaluación, la más compleja de diagnosticar para un revolucionario, en qué momento de la lucha se está, es el honor de los marxistas. Es su papel y su función entender el ritmo de la lucha de clases y así decirlo ante su clase. Si ellos no lo asumen no lo asumirá nadie, y de nada servirían.

• No solo crítica al PC español y al PC catalán (el PSUC), sino también a la CNT que actúa apoyando el poder republicano dominado por los estalinistas y la fracción de izquierdas de la burguesía republicana. Sobre la dirección de la CNT, escribe que “el movimiento de Mayo ha demostrado el verdadero papel de los dirigentes anarcosindicalistas. Como todos los reformistas de todas las épocas han sido – consciente o inconscientemente – los instrumentos de la clase enemiga dentro de las filas obreras”.

• Saca lecciones sobre el verdadero papel de los Frentes populares: “En el futuro, la clase obrera no puede tener ya ninguna duda acerca del papel reservado al Frente popular en cada país”.

• Ofrece una perspectiva para la nueva situación creada por el fracaso de las Jornadas de mayo. Contrariamente al POUM que considera que estos acontecimientos son una victoria para la clase obrera, él los ve como una derrota y en este marco los revolucionarios han de prepararse, para poder sobrevivir, a vivir en la clandestinidad.

Rol

Las Jornadas de mayo ([11])

Preámbulo

Desaparecido el segundo poder en su forma organizada, es decir, desaparecidos los órganos nacidos en julio en oposición al Gobierno burgués, la contrarrevolución, representada actualmente por los partidos pequeñoburgueses y reformistas, ha atacado sucesivamente – primero con cautela y después en forma agresiva – las posiciones revolucionarias del proletariado, principalmente en Cataluña, por ser la región en que más impulso había recibido la revolución.

La potencia de la clase trabajadora estaba neutralizada, en parte, ante estos ataques; por un lado, por la dictadura contrarrevolucionaria de los dirigentes de la UGT en Cataluña, y, por otro lado, por la colaboración de la CNT en los gobiernos burgueses de Valencia y de Barcelona.

No obstante este handicap ([12]), el proletariado ha ido convenciéndose – diferenciándose de sus dirigentes reformistas, colaboradores de la burguesía – de que únicamente su acción enérgica en la calle podía cortar los avances de la contrarrevolución. Los choques armados producidos en diversos lugares de Cataluña durante el mes de abril, fueron el preludio de los sucesos de mayo en Barcelona.

La lucha estaba planteada (y sigue planteada), en términos generales, entre la revolución y la contrarrevolución, en las siguientes condiciones, por lo que respecta a Cataluña:

Los sectores revolucionarios CNT-FAI y POUM contaban con la mayor parte del proletariado en armas, pero han carecido, desde julio acá, de objetivos concretos y de una táctica eficaz. La revolución perdió por eso su iniciativa.

Los sectores contrarrevolucionarios PSUC-Esquerra, sin tener una base tan amplia – casi inexistente en Julio –, han seguido, desde el primer momento, objetivos bien determinados y han llevado una táctica en consecuencia. Mientras la CNT – fuerza numéricamente decisiva – se ha ido enmarañando en el laberinto de las instituciones burguesas, hablando al mismo tiempo de nobleza y lealtad en el trato, sus adversarios y colaboradores han venido preparando cuidadosamente y ejecutando por etapas todo un plan de provocación y desprestigio, cuya primera fase era la eliminación del POUM. Tanto éste como la dirección de la CNT, ante estos ataques – primero solapados y después descaradamente al descubierto –, se han situado a la defensiva. Han permitido, pues, a la contrarrevolución, que tomara la ofensiva.

Es en estas condiciones que se producen los acontecimientos de mayo

La lucha

La lucha iniciada el [lunes] 3 de mayo fue provocada, episódicamente, por las fuerzas reaccionarias del PSUC-Esquerra, al tratar de apoderarse de la Telefónica en Barcelona. La parte más revolucionaria del proletariado respondió a la provocación tomando posesión de la calle y fortificándose en ella. La huelga se extendió como reguero de pólvora y con una amplitud absoluta.

A pesar de nacer decapitado, este movimiento no puede en manera alguna calificarse de “putsch”. Se puede afirmar que casi todas las armas en manos de los obreros estuvieron presentes en las barricadas. El movimiento fue acogido, durante los dos primeros días, con simpatía por la clase obrera en general – prueba de ello la amplitud, rapidez y unanimidad de la huelga – y sumió a la clase media en actitud de expectante neutralidad, influida, naturalmente, por el terror. Los obreros pusieron en juego toda su combatividad y entusiasmo, hasta constatar la falta de coordinación y objetivo final del movimiento, en cuyo momento cundió la vacilación y la desmoralización en varios sectores combatientes. Únicamente a base de estos factores psicológicos, puede comprenderse que los mismos obreros dejaran de llegar, contra las órdenes de sus dirigentes, hasta el mismo Palacio de la Generalidad, del cual estaban a pocos metros.

Al lado del Gobierno sólo se encontraban una parte de las fuerzas de Orden público, los estalinistas, Estat Català, Esquerra – fuerzas estas últimas escasamente combativas. Algunas compañías de Orden público se declararon neutrales; negándose a luchar contra los obreros, y otras se dejaron desarmar. Las Patrullas de control estuvieron en su aplastante mayoría al lado del proletariado.

No existió un centro director y coordinador por parte de las organizaciones revolucionarias. Sin embargo, la ciudad quedó en tal forma en manos del proletariado que desde el martes podían hacerse perfectamente los enlaces entre los diferentes focos obreros. Únicamente alguno de estos quedó aislado; pero hubiese bastado una ofensiva concentrada sobre los centros oficiales para quedar, sin gran esfuerzo, la ciudad completamente en poder de los obreros ([13]).

La lucha se mantuvo, en general, a la expectativa por ambas partes. Las fuerzas del Gobierno por no contar con efectivos para llevar la iniciativa. Las fuerzas obreras por carecer de dirección y de objetivos.

Como factores ajenos a la ciudad y que podían de un momento a otro incorporarse a la lucha, estaban las fuerzas del frente, dispuestas a venir sobre la capital – fuerzas de los sectores revolucionarios que habían empezado ya por cortar el camino a la División Carlos Marx – y las fuerzas que enviaba el Gobierno de Valencia, las cuales no tenían ciertamente la llegada muy segura. A partir del miércoles había frente a Barcelona varios buques franceses e ingleses, probablemente dispuestos para la intervención.

Las fuerzas proletarias fueron dueñas de la calle cuatro días y medio: del lunes tarde hasta el viernes. Los órganos de la CNT asignaron al movimiento la duración de un día – el martes. Los órganos del POUM le asignaron la duración de tres días. Es decir, cada uno hace terminar el movimiento coincidiendo con su respectiva orden de retirada. Pero, en realidad, los obreros se retiraron DESPUÉS de las órdenes, por falta de una dirección que les señalara una salida progresiva, y, sobre todo, ante la traición de los dirigentes confederales: unos, declarando patéticamente desde la radio; otros colaborando con Companys, según propia declaración de éste: “El Gobierno disponía de pocos medios de defensa, de muy pocos, y no porque no lo hubiera previsto, pero no podía remediarlo. A pesar de ello, ha contenido sin vacilaciones la subversión, con estas únicas fuerzas, asistidas por el fervor popular y con conversaciones iniciadas en la Generalidad con diferentes delegados sindicales, y con la asistencia de algunos delegados de Valencia, iniciándose el retorno a la normalidad” (Hoja oficial, 17 de mayo).

Tal fue, pues, en líneas generales, la insurrección de mayo.

Los dirigentes de la CNT

El proletariado llegó a este movimiento de una manera espontánea, instintiva, sin una dirección firme, sin objetivo positivo concreto para avanzar decisivamente. La CNT-FAI, al no explicar a la clase trabajadora claramente el significado de los hechos de abril, dejaron ya decapitado el movimiento al nacer.

No todos los dirigentes confederales estuvieron al principio contra el movimiento. Los Comités de la localidad de Barcelona, no sólo lo apoyaron, sino que intentaron coordinarlo desde el punto de vista militar. Pero esto no podía hacerse sin tener previamente objetivos de carácter político a realizar. La duda y la vacilación de estos Comités se tradujeron, en la práctica, en una serie de instrucciones ambiguas y equívocas, término medio entre la voluntad de la base y la capitulación de los comités superiores.

Únicamente éstos – Comités nacional y regional – expresaron una decisión firme: la retirada. Esta retirada, ordenada sin condiciones, sin obtener el control del Orden público, sin la garantía de batallones de seguridad, sin órganos prácticos de frente obrero, y sin una explicación satisfactoria a la clase trabajadora, poniendo en el mismo saco a todos los elementos en lucha – revolucionarios y contrarrevolucionarios – queda como una de las mayores capitulaciones ante la burguesía y como una traición al movimiento obrero.

Dirigentes y dirigidos no habrán de tardar en tocar las graves consecuencias, si la formación del Frente obrero revolucionario no se lleva a la realidad ([14]).

La Dirección del POUM

Fiel a su línea de conducta desde el 19 de julio, la Dirección del POUM fue a remolque de los acontecimientos. A medida que éstos iban produciéndose, nuestros dirigentes iban suscribiéndolos, a pesar de no haber tomado parte ni arte ni en la declaración del movimiento ni en su encauzamiento ulterior. No puede titularse como encauzamiento la consigna – con retraso y en malas condiciones de difusión – de Comités de defensa, sin decir ni una palabra acerca del papel antagónico de estos Comités frente a los Gobiernos burgueses.

Desde el punto de vista práctico, todo el mérito de la acción queda en favor de los comités inferiores y de la base del partido. La dirección no editó ni un solo manifiesto, ni una sola octavilla, en los primeros días, para orientar al proletariado en armas.

Cuando – lo mismo que los que luchaban en las barricadas – nuestros camaradas dirigentes se dieron cuenta de que el movimiento no iba concretamente a la consecución de ningún objetivo final, dio la orden de retirada ([15]). Después del curso de los acontecimientos, sin la decisión de dirigirlo desde el principio, y ante la capitulación de los dirigentes confederales, la orden de retirada tendía evidentemente a evitar la masacre.

Con todo y esta falta de orientación por parte de nuestros dirigentes, la reacción les presenta como directores e impulsores del movimiento. Es, desde luego, un honor que se les hace, del todo inmerecido, a pesar de que ellos lo rechacen apelando a que se trata de una calumnia ([16]).

El Frente popular

Para todos aquellos que creían en el Frente popular como la salvación de la clase trabajadora, este movimiento ha sido altamente aleccionador. Movimiento provocado precisamente por los componentes del Frente popular y aprovechado por ellos para reforzar el aparato represivo de la burguesía, ha quedado como la prueba más contundente de que el Frente popular es un frente contrarrevolucionario que, al impedir el aplastamiento del capitalismo – causa del fascismo – prepara el camino a éste, mientras reprime por otro lado todo intento de llevar la revolución hacia adelante.

La CNT, apolítica hasta el 19 de julio, cayó – al entrar en la arena política – en la trampa del Frente popular, habiendo de costar esta desgraciada experiencia, nuevos ríos de sangre proletaria.

Para las posiciones políticas del POUM anteriores al 19 de julio, esta diferenciación brutal del Frente popular, constituye un triunfo teórico, puesto que lo había previsto y prevenido.

Con respecto al estalinismo, por primera vez se ha desenmascarado como enemigo abierto de la revolución proletaria, habiéndose situado al otro lado de la barricada, luchando contra los obreros revolucionarios y en favor de la burguesía del Frente popular, del cual es el estalinismo el creador y principal valedor.

{En el} futuro, la clase obrera no puede tener ya ninguna duda acerca del papel reservado al Frente popular en cada país.

El peligro de intervención

El temor de ciertos sectores durante el movimiento de mayo sobre el peligro de intervención armada de parte de Inglaterra y Francia, indica una falta de comprensión del papel jugado hasta la fecha por dichas potencias.

La intervención anglo-francesa contra la revolución proletaria española ya existe desde hace meses, de forma más o menos encubierta. Esta intervención consiste en el dominio ejercido por dichos imperialismos, a través del estalinismo, sobre los gobiernos de Valencia y Barcelona; consiste en la reciente lucha – siempre a través del estalinismo – dentro del gobierno de Valencia, que terminó con la eliminación de Largo Caballero y de la CNT, consiste, en fin, en los acuerdos de “no-intervención” sólo observados y cumplidos cuando de favorecer al proletariado hispano se trata. La intervención abierta mediante envíos de buques de guerra y tropas de ocupación sólo cambiaría la forma de intervención. Esta intervención, abierta o encubierta, habrá que vencerla o nos vencerá.

Al igual que cualquiera revolución obrera, la nuestra no sólo tiene y tendrá necesidad de eliminar a nuestros explotadores nacionales, sino también la ineludible de luchar por la derrota de toda tentativa intervencionista del capitalismo internacional. No puede haber revolución victoriosa sin afrontar y vencer este aspecto de la guerra. Pretender soslayarlo, equivale a renunciar a la victoria, pues nunca los imperialistas dejarán voluntariamente de tratar de intervenir en nuestra revolución.

Una justa política internacional por parte de los revolucionarios españoles puede despertar en nuestro favor al proletariado de aquellos países que quieran movilizarlo contra el proletariado español, e incluso revolverlo contra su propio gobierno. Tal es el ejemplo de la Revolución rusa de 1917.

Discusión del movimiento

Planteado el movimiento espontáneamente, podían tomarse principalmente dos posiciones sobre la marcha [excluimos la inhibición]: a) Considerarlo como un movimiento de protesta, en cuyo caso había que señalar rápidamente un plazo corto y tomar las medidas en consecuencia para evitar sacrificios inútiles. En julio de 1917, los dirigentes bolcheviques se esforzaron en detener el movimiento prematuro del proletariado de la capital y no por eso mermó su prestigio, pues supieron justificar la resolución tomada.

b) Considerar el movimiento como decisivo para la conquista del poder, en cuyo caso el POUM, en tanto que único partido marxista revolucionario, había de haberse puesto de una manera resuelta, firme, inquebrantable, a la dirección del movimiento para coordinarlo y dirigirlo. Para ello no bastaba, naturalmente, esperar encontrarse por casualidad constituido en Estado mayor de la revolución, sino que era preciso actuar rápidamente, ampliar el frente de lucha, extenderlo por todo Cataluña, proclamar sin rodeos que el movimiento iba dirigido contra el Gobierno reformista, aclarar desde el primer momento que los Comités de defensa y su Comité central debían constituirse sin dilación, constituirlos, fuese como fuese, para pasar a ser los órganos de poder FRENTE AL GOBIERNO DE LA GENERALIDAD, y atacar sin demora los lugares estratégicos aprovechando las largas horas de desconcierto y de pánico que atravesaron nuestros adversarios.

Pero si el temor manifestado en la dirección del Partido a enfrentarse con los dirigentes confederales desde el comienzo –después era tarde –, es un caso de renuncia a costa del partido, es decir, contrario a las primeras medidas adoptadas al estallar el movimiento y contrario a la independencia política del POUM, la posible excusa de que el partido no estaba en condiciones de asumir la dirección no es menos contraria a los intereses del mismo, puesto que el POUM solamente podrá jugar el papel de verdadero partido bolchevique, tomando la dirección y no precisamente declinando por “modestia” la orientación resuelta de los movimientos de la clase trabajadora. No es suficiente para el partido que se llama de la revolución estar al lado de los trabajadores en lucha, sino que es preciso situarse en vanguardia.

De no haber titubeado, de no haber esperado una vez más el criterio de los elementos trentistas de la dirección confederal, el POUM, aun en el caso de derrota, de persecución y de ilegalidad hubiese salido enormemente fortalecido de esta batalla.

El único grupo que intentó tomar una posición de vanguardia fue el de los Amigos de Durruti, que sin adoptar consignas totalmente marxistas, tuvieron y tienen el indiscutible mérito de haber proclamado que luchaban – e invitaron a luchar – CONTRA EL GOBIERNO DE LA GENERALIDAD.

Los resultados inmediatos de esta insurrección obrera representan una derrota para la clase trabajadora y un nuevo triunfo para la burguesía seudodemocrática ([17]). Pero una actuación más eficaz, más práctica en la dirección de nuestro partido, podría haber resultado una victoria cuando menos parcial de los obreros. En el peor de los casos se podría haber organizado un Comité central de defensa, a base de las representaciones de las barricadas. Para esto hubiese bastado celebrar primero una asamblea de delegados de cada barricada del POUM y alguna que otra de la CNT-FAI, para nombrar un Comité central provisional. Este Comité provisional, mediante un pequeño manifiesto podría haber luego convocado a una segunda reunión invitando a delegaciones de grupos que no estaban representados en la primera asamblea, a fin de establecer un organismo central de defensa. En el caso de haber estimado también una retirada, habría sido posible conservar este Comité central de defensa, como órgano embrionario del doble poder, es decir, como un Comité provisional del Frente obrero revolucionario, que mediante su democratización por medio de la creación de Comités de defensa en los lugares de trabajo y en los cuarteles, habría podido continuar la lucha con más ventaja que ahora contra los gobiernos burgueses ([18]).

Pero no podemos excluir una variante infinitamente más favorable. Una vez constituido el Comité central de defensa, en la forma indicada, habría sido quizás posible la toma del poder político. Las fuerzas burguesas – desmoralizadas y rodeadas en el centro de Barcelona – podrían haber sido vencidas mediante una ofensiva rápida y organizada.

Naturalmente, este poder proletario en Barcelona, habría repercutido en todo Cataluña y muchos lugares de España. Todas las fuerzas del capitalismo nacional e internacional se habrían aprestado para destrozarlo. Su destrucción habría sido inevitable, sin embargo, si no se hubiese fortalecido inmediatamente por los medios siguientes:

a) la rápida resolución del POUM para actuar como vanguardia marxista revolucionaria, capaz de orientar y dirigir el nuevo poder en colaboración con los otros sectores activos de la insurrección;

b) la organización del nuevo poder a base de los Consejos de obreros, campesinos y combatientes, o lo que es lo mismo, a base de Comités de defensa democráticamente constituidos y debidamente centralizados;

c) la extensión de la revolución por toda España, mediante una rápida ofensiva en Aragón;

d) la solidaridad de los obreros de los demás países. Sin estas condiciones la clase obrera catalana no habría podido mantenerse por mucho tiempo en el poder.

Digamos, para finalizar este apartado, que las hipótesis aquí formuladas tienden a aportar datos a la discusión general que las Jornadas de mayo están destinadas a suscitar durante largo tiempo en los medios revolucionarios.

Conclusiones

1. La clase obrera continúa en una situación defensiva en condiciones peores que antes de la insurrección de mayo. Podría haber iniciado su ofensiva en mayo, si la traición y la capitulación no hubiesen determinado una derrota parcial, que no significa [aún] una derrota definitiva para la actual revolución. Los trabajadores poseen más armas que antes de las Jornadas de mayo, y si no se dejan arrastrar a una lucha prematura por la provocación, podrán estar nuevamente en condiciones de tomar la ofensiva al cabo de unos meses.

2. El no haber sabido tomar el poder en julio, planteó una segunda insurrección: la de mayo. La derrota sufrida ahora, hace ineludible una nueva lucha armada ante la cual tenemos el deber de prepararnos. Mientras no sea derrocado el Estado burgués, contra el cual tenemos que dirigir nuestra lucha revolucionaria, la insurrección armada del proletariado continúa siendo una cosa del futuro.

3. El movimiento de mayo ha demostrado el verdadero papel de los dirigentes anarcosindicalistas. Como todos los reformistas de todas las épocas han sido – consciente o inconscientemente – los instrumentos de la clase enemiga dentro de las filas obreras. La revolución en nuestro país sólo puede triunfar a través de la lucha simultánea contra la burguesía y contra los dirigentes reformistas de todos los matices, incluso CNT-FAI.

4. Se ha visto que no existe un verdadero partido marxista de vanguardia en nuestra revolución y que queda todavía por forjarse este instrumento indispensable para la victoria definitiva. El partido de la revolución no puede tener una dirección vacilante y en continua expectativa, sino una dirección firmemente convencida de que hay que ir delante de la clase obrera, orientarla, impulsarla, vencer con ella ([19]). No puede situarse solamente a base de los hechos consumados, sino que debe tener una línea política revolucionaria que sirva de base a su acción e impida las adaptaciones oportunistas y las capitulaciones (10). No puede basar su acción en el empirismo y la improvisación, sino que debe utilizar en su favor los principios de la técnica y organización modernas. No puede permitirse las más leves ligerezas en la cima, porque éstas se proyectan dolorosamente amplificadas en la base, siendo el germen de la indisciplina, de la falta de abnegación, de la pérdida de fe en los menos fuertes, en el triunfo de la revolución proletaria.

5. Queda demostrada una vez más, la necesidad ineludible del Frente obrero revolucionario, que sólo puede constituirse a base de una lucha a fondo contra la burguesía y su Estado simultáneamente a la lucha contra el fascismo en los frentes. Si las direcciones de las organizaciones obreras revolucionarias no aceptan dichas bases ([20]) – que ciertamente pugnan con su actuación de julio acá – entonces deberá promoverse la formación mediante la presión desde abajo.

6. Ninguna de las lecciones aprendidas podrá ser útil, si el proletariado, y sobre todo el partido marxista revolucionario, no se entrega a un intenso trabajo práctico de agitación y organización. Hasta la misma lucha contra las amenazas y restricciones de la clandestinidad requiere una actividad incansable si no queremos ser aplastados irremediablemente. El criterio de que el Partido no será sumido en la clandestinidad solamente puede admitirse como el propósito de una nueva adaptación y una nueva renuncia a la lucha revolucionaria en estos momentos, quizás decisivos ([21]).

J. Rebull

 


[1] Cf. el libro que la CCI acaba de publicar, España 36, Franco y la República masacran a los trabajadores, Valencia, abril 2000, 159 p.

[2] Véase por ejemplo Historia del POUM, Víctor Alba, Ed. Champ libre, París, 1975. Historia escrita por una antiguo miembro del POUM.

[3] Cf. el trabajo realizado sobre J. Rebull por A.‑Guillamón, in Balance nos 19 y 20, octubre 2000.

[4] El Bloque obrero y campesino nació en marzo del 31 en Terrassa, ciudad de la cercanía industrial de Barcelona.

[5] Nacido en 1896 en Bonanza (provincia de Huesca), es influenciado por el anarcosindicalismo y de la Revolución rusa. En 1919, es miembro de la CNT, participa en su Segundo congreso en el que conoce a Nin con el que se pronuncia a favor de la adhesión a la Internacional comunista. El Congreso aprobó esta adhesión. Luego fue miembro y uno de los dirigentes del Partido comunista español hasta su expulsión junto con la Federación comunista catalano-balear en 1930, que representaba una tercera parte del Partido.

[6] Nacido en 1892 en Vendrell, en Cataluña. Tiene el mismo recorrido político que J. Maurín, luego es uno de los secretarios de la Internacional sindical roja en Moscú hasta 1928. Es dimitido de sus responsabilidades por haber manifestado su simpatía hacia Trotski. Cuando logra irse de la URSS y volver a España en 1930, participa en la Oposición de izquierdas internacional, perteneciendo al grupo que se nombra Izquierda comunista. La propuesta de fusión propuesta por Nin fue rechazada en 1934 por el BOC y no se realizó hasta el 29 de setiembre del 35, cambiándose el nombre por el de POUM. Nin fue asesinado en 1937 por sicarios del NKVD de Stalin.

[7] No es Secretario general para que quede claro que esta función se reserva para J. Maurín.

[8] Marx fue capaz de saludar la lucha y sin embargo afirmar que estaba perdida y no podía resolverse más que en un fracaso sangriento debido a su aislamiento. Según Marx, los proletarios se lanzaban "al asalto del cielo".

[9] Durante las Jornadas de julio del 17, Lenin fue capaz de decir que no era favorable el momento para la clase obrera, y también fue capaz de favorecer la preparación de la insurrección a partir del mes de setiembre.

[10] {Se trata de una crítica directa al CE del POUM}.

[11] Existen dos versiones del texto de Josep Rebull. La primera fue publicada en el Boletín del Comité local del POUM, y está fechada el 29 de mayo del 37. La segunda fue publicada en el Boletín de discusión editado por el Comité de defensa del congreso [del POUM], París, 1 de julio de 1939. Cuando exista un añadido, que corresponda al texto de 1939, aparecerá entre corchetes: [ ]. Las modificaciones más relevantes están indicadas en notas a pie de página. Las escasas indicaciones del compilador de este trabajo aparecerán entre los signos: { }.

[12] En el texto de 1939 se sustituye la palabra inglesa "handicap" por la española "desventaja".

[13] {Nota número 1 de Rebull, que fue suprimida en la versión publicada en 1939}: La cél. 72 posee un plano de Barcelona con las barricadas y posiciones de ambos lados durante la lucha. Su examen es altamente interesante. Está a disposición de todos los camaradas.

[14] {Es notable la diferenciación que hace Josep Rebull entre los comités locales de Barcelona y los comités superiores: nacional y regional. En el seno de la CNT, en Barcelona, se daba la organización informal de los comités de fábrica y de defensa de los barrios, coordinados por Manuel Escorza. Cf. la coincidencia con Abel Paz: Viaje al pasado (1936-1939. Ed. Autor, Barcelona, 1995.}.

[15] ["Faltos los trabajadores que luchaban en la calle de unos objetivos concretos y de una dirección responsable, el POUM no podía hacer otra cosa que ordenar y coordinar una retirada estratégica..." (Resolución del CC ante las jornadas de mayo, punto 3)]. {Esta nota no aparecía en la versión de 1937}.

[16] [“por parte de cierta prensa nacional y extranjera, se hacen los esfuerzos más extraordinarios – ya se necesita que lo sean – para presentarnos como los “agentes provocadores” de los sucesos acaecidos la semana pasada en Barcelona... Si nosotros hubiésemos dado la orden de empezar el movimiento el día 3, no tendríamos por qué ocultarlo. Siempre hemos respondido de nuestras palabras y de nuestros actos... Lo que hizo nuestro partido – eso lo hemos dicho ya varias veces y lo repetimos hoy sencillamente – fue sumarse a él. Los trabajadores estaban en la calle y nuestro partido tenía que estar al lado de los trabajadores...” (Editorial de La Batalla, 11 de mayo 1937. El subrayado es nuestro). {Nota que no fue publicada en la versión de 1937}.

[17] {Nota añadida por Rebull en 1939}: [En la orden de retirada, la dirección del POUM interpretó, por lo contrario, que la victoria pertenecía a los obreros. Una sangrienta represión vino como epílogo de esta “victoria obrera”.].

[18] {Nota que existía ya en el primer texto publicado en 1937}: [Durante la tarde del martes se trabajó en el C{omité} L{ocal} de Barcelona para esta coordinación, pero faltó el entusiasmo de la dirección para llegar hasta el final.].

[19] {Josep Rebull constata que el POUM no es un partido revolucionario, ni podrá llegar a serlo jamás con la estrategia política del actual CE}.

10) {Se trata de una crítica directa al CE del POUM}.

[20] {Nota añadida por Rebull en 1939}: [Bases que forman parte de la Contratesis política que mencionamos al principio].

[21] {Nota añadida por Rebull en 1939}. [En efecto, la dirección no tomó las medidas necesarias en orden al trabajo ilegal y organización clandestina. Desgraciadamente, los mismos dirigentes, como hemos visto, fueron las primeras víctimas de su imprevisión.]

{Esta es la única advertencia manifestada por un dirigente poumista sobre la inminencia de la represión contra los revolucionarios, y por lo tanto la urgente necesidad de prepararse para la clandestinidad, que se cumplió a partir del 16 de junio con la ilegalización del POUM, la detención de sus dirigentes, el secuestro y asesinato de Nin, y la persecución de sus militantes.}

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