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Continuamos publicando textos antiguos de nuestra Revista Internacional. En este caso se trata de una contribución fruto de la discusión en nuestra sección en Bélgica, sobre las condiciones de surgimiento del partido del proletariado y la evolución y la responsabilidad de las minorías revolucionarias de nuestra época
Las condiciones generales del resurgir de lucha obrera desde 1968 y sus implicaciones en el proceso de agrupamientos hacia el Partido.
–I–
El futuro partido de clase no surgirá como producto de una reacción contra la guerra sino de un desarrollo lento y con altibajos de la lucha de clases en respuesta a una crisis internacional que se va agudizando con un ritmo relativamente lento. Esto implica lo siguiente:
§ la posibilidad de una mucho mayor maduración de la conciencia obrera antes del asalto final, maduración que se expresará en particular en el seno de las minorías revolucionarias;
§ que una lucha que se desarrolla a escala mundial pone las bases para un proceso de reagrupamiento de las fuerzas revolucionarias que se concibe, de entrada, a nivel internacional.
–II–
Lo “original” del período 1917-23 no fue tanto la rapidez de los acontecimientos a partir de 1917 (es de suponer que esta vez todo irá más rápido una vez iniciado el proceso revolucionario, pues nos encontramos frente a una burguesía con mayor experiencia) sino el carácter bisagra del período.
Hoy día, 70 años de decadencia capitalista hacen que una serie de cuestiones se planteen en términos mucho más claros que entonces: naturaleza de los sindicatos, de la democracia y del parlamentarismo, la cuestión nacional. Aun cuando estamos lejos del período insurreccional, cada lucha obrera se ve obligada a enfrentarse con las fuerzas de mistificación y de encuadramiento de la burguesía. Aunque con confusiones, el medio proletario de hoy se ve obligado a tomar postura frente a las experiencias y enseñanzas de estos 70 años de decadencia. La labor de clarificación de las condiciones de la lucha de clases impuestas por la entrada en decadencia del sistema ya está desde ahora mucho más avanzada que en 1919.
–III–
Si es verdad que el período actual sigue caracterizado por la ausencia de continuidad orgánica con el movimiento del pasado, lo cual es un pesado lastre para las fuerzas revolucionarias de hoy y sus relaciones mutuas, no debemos olvidar que la continuidad orgánica con la Segunda Internacional –aunque de ésta salieron las fuerzas vivas que formaron la Tercera Internacional– también condicionó muchas de las debilidades de ésta. No sólo en lo programático no fue capaz de proseguir con suficiente profundización la crítica de las tradiciones socialdemócratas y comprender el conjunto de las nuevas condiciones que estaban apareciendo, sino que también en lo organizativo, las diferentes fracciones de izquierdas tuvieron enormes dificultades para comprender lo que eran y superar la fase de existir como oposición encargada de enderezar la organización socialdemócrata degenerante. En la Tercera Internacional, el proceso de confrontación y de reagrupamiento estuvo muy marcado por el modelo de la Segunda Internacional: funcionamiento como suma de partidos nacionales, y, hasta dentro de una nación como Alemania pesaban los hábitos federalistas. Así pues:
§ incluso sin “ruptura orgánica”, la organización de un marco de discusión resultó no solo insuficientemente internacional, sino que ya fue incluso muy difícil en la propia Alemania;
§ la elaboración de la ruptura con la Segunda Internacional se quedaría en una serie de procesos nacionales, lo cual produjo desfases entre los países y por lo tanto heterogeneidad en lo político.
El largo período de derrota que vivió el proletariado tras el fracaso de la revolución fue al mismo tiempo el crisol en el cual la clase llevó lo más lejos posible su esfuerzo para sacar las lecciones de la oleada revolucionaria. Tenemos detrás de nosotros, no sólo la experiencia viva de octubre, sino también el esfuerzo de fracciones, como Bilan e Internationalisme[1], por sacar la máximo de lecciones para la próxima oleada.
–IV –
Hoy, la ruptura orgánica con el movimiento del pasado hace que los grupos revolucionarios ya no estén enfrentados a la necesaria ruptura con las organizaciones que se pasaron al campo enemigo. Tampoco son lo que fue Bilan, al tener esta fracción como tarea esencial, en la contrarrevolución triunfante, la de servir de lazo con la futura apertura de un curso revolucionario, sacando todas las lecciones de la derrota. La existencia y el desarrollo de las organizaciones revolucionarias hoy están condicionados ante todo por la reanudación de las luchas de finales de los 60.
– V –
Las condiciones están reunidas como nunca antes para que se realicen lo que plantea el texto de CCI[2] de lo que en el período de decadencia «el partido político puede perfectamente surgir antes de ese momento álgido que los Consejos Obreros son».
El esquema simplista que convierte a los bolcheviques en un “ejemplo de partido”, comparado con Alemania donde el reagrupamiento resultó mucho más difícil, no tiene en cuenta el hecho de que la ausencia ya desde 1917 de un partido internacional fue una gran debilidad que pesaría en toda la oleada revolucionaria. El retraso habido en el reagrupamiento hacia el partido mundial fue un lastre no sólo a nivel de Alemania, sino y sobre todo a nivel internacional. El polo de clarificación que fue la IC se constituyó demasiado tarde y duró poco tiempo; hoy, en cambio, las condiciones para la constitución de ese polo, con la suficiente anticipación de los momentos decisivos, son mucho mejores. De igual modo, podrá y habrá que constituirse sobre una base programática mucho más clara, que engloba como base mínima el conjunto de las lecciones de la primera oleada revolucionaria.
– VI –
Hoy, si las condiciones generales muestran la posibilidad de un partido más claro, más maduro y más directamente internacional, también hacen esas características más necesarias que nunca. Es verdad que la burguesía ya no dispone de aquella arma contrarrevolucionaria esencial que fueron las organizaciones de masas que recién acaban de pasarse al enemigo, sin embargo ha aprendido a desarrollar los medios de control más sutiles y es de suponer que intentará todo para tratar de recuperar los órganos con que se dotará la clase obrera. Y sobre todo es una burguesía mucho más capaz de unificarse con la mayor rapidez a nivel internacional con la que se enfrentará el proletariado. En esa situación, la claridad de la vanguardia política, su unidad y su capacidad para desarrollar una influencia internacional serán vitales.
El medio proletario y la labor de reagrupamiento hoy
– I –
El fracaso del ciclo de Conferencias Internacionales[3], anunciadora de la crisis que atraviesa el medio revolucionario, y esto cuando se está produciendo una aceleración cualitativa de la historia, nos da la medida del retraso y de la debilidad de las minorías comunistas frente a sus responsabilidades. Así pues no basta con que las condiciones objetivas tal como hoy existen vayan en favor de la clarificación y el proceso de unificación en el seno de las fuerzas revolucionarias, para que se emprenda automáticamente el proceso de reagrupamiento hacia el partido.
– II –
La ruptura orgánica con el movimiento del pasado y los 50 años de contrarrevolución implican tareas cualitativamente diferentes para las minorías comunistas. La cuestión ya no se plantea en términos de asegurar la continuidad del programa operando una ruptura clara con las antiguas organizaciones degeneradas. Sin embargo, no por esto resulta la tarea menos ardua. Es una larga labor de decantación la que incumbe a las minorías comunistas desde el resurgir del proletariado en el 68. Decantación en el sentido tanto de la reapropiación de las lecciones del pasado como de clarificación de las nuevas condiciones que están apareciendo. Esta decantación implica una comprensión de lo que son y lo que no son, en relación con el análisis del período actual. La megalomanía – el mito de ser hoy día EL partido, rechazando cualquier confrontación con el medio político –, el sectarismo, la idea de que la historia “empieza con uno” o que el partido y su programa es algo invariable desde 1848, las confusiones, todo eso son expresiones de las dificultades del medio para tomar conciencia de lo que es y de cuáles son hoy sus responsabilidades.
– III –
Al decir que hoy existen las condiciones para el surgimiento del partido antes del momento crucial, no decimos que están reunidas todas las condiciones para que se constituya el partido ya. Su relación con el desarrollo de la lucha de clases significa que el surgimiento del partido implica que la clase obrera responda al llamamiento de la historia y desarrolle su conciencia en una dinámica de internacionalización de su lucha.
La aparición de partidos del proletariado exige esa dinámica, no sólo para que se les “escuche”, no solo porque únicamente en esta fase es cuando las ideas revolucionarias pueden “convertirse en fuerza material”, sino también porque sólo esa dinámica puede aportar elementos indispensables al reagrupamiento de las fuerzas revolucionarias a escala mundial. Y esto al clarificar en la práctica cuestiones tan esenciales como el problema de la generalización internacional, la organización general de la clase contra las múltiples formas sindicales, la función de la violencia... y, sobre todo, la cuestión del partido, de su relación con los Consejos obreros.
– IV –
Así pues, aún rechazando la idea de un partido creado artificialmente en torno a un reagrupamiento “PCInt + CCI + CWO” y el carácter absurdo de semejante posibilidad, la CCI no por ello considera el futuro partido como un producto mecánico del período prerrevolucionario. Existe ya desde hoy un esfuerzo voluntario por parte de las minorías comunistas, pero sin ilusiones inmediatas o prematuras. Nuestra voluntad de participar en las Conferencias iniciadas por el PCInt (BC) se apoyaba:
§ en el rechazo de todas las prácticas de sectarismo y de negación del debate;
§ en la comprensión de que no se puede andar fabricando reagrupamientos prematuros;
§ en la necesidad de organizar un lugar de confrontación y de decantación lo más amplio posible, en el marco de las fronteras de clase;
§ en la necesidad de tener criterios de participación lo bastante precisos, no admitiendo, entre otras, a las corrientes “antipartido”, modernistas o consejistas, con el fin de quedarse muy claro el objetivo de esas conferencias;
§ en el objetivo de que esas conferencias son, frente al exterior, frente a la clase, un polo activo de referencia, al ser capaces de tomar posición sobre cuestiones esenciales;
§ en la necesidad de órdenes del día hechos en el sentido de la profundización de lo que es el esfuerzo de unificación de los revolucionarios hoy: el análisis del período actual y de la crisis, por una parte, y por, la cuestión del papel de los revolucionarios, al ser esta una de las cuestiones menos avanzadas hoy y que hace urgente una confrontación.
Tuvimos que darnos cuenta de que el sectarismo y el rechazo del debate tenían mucho peso incluso entre los grupos que habían participado activamente en las conferencias. La inmadurez del medio también se plasmó en la idea que se hacían finalmente de las conferencias BC y CWO o, o sea, de algo mucho más inmediato, en busca de un reagrupamiento rápido, antes de que hubiera tenido lugar el debate, y, al fin y al cabo, contando con las primeras conferencias únicamente para encontrar los medios materiales para expulsar a la CCI... en nombre de un desacuerdo que ni siquiera se debatió.
– V –
Esta experiencia nos muestra el largo camino que todavía nos queda por recorrer. Si hemos puesto la cuestión del partido al orden del día en la CCI, es porque pensamos que en esta cuestión se plasma la comprensión de las tareas de las minorías revolucionarias hoy, así como la actitud que unas tienen para con las otras. En el centro del proceso de decantación que, de grado o por fuerza – y hasta con forma de crisis abierta con la desaparición de grupos enteros –, se ha emprendido en el medio político, está la cuestión del partido y de cómo se desarrolla la conciencia de clase.
La crisis que está atravesando el medio, y que tampoco ha dejado a salvo a la CCI, es una advertencia grave. Pues demuestra que las confusiones sobre la función de las organizaciones políticas de la clase, la búsqueda de un resultado inmediato y la impaciencia respecto a la lucha de clases, son terreno abonado para la destrucción de las organizaciones comunistas bajo la presión material e ideológica de la burguesía.
No podemos alegrarnos de ver a un PCInt diezmado parir una organización burguesa, o ver a la CWO enrollarse con grupos nacionalistas. Esto demuestra que, sin una reacción clara a nivel programático contra la presión de la burguesía, sin tampoco desarrollar una capacidad para integrar las nuevas lecciones de la lucha de clases, todo el esfuerzo de decantación en el seno del medio revolucionario puede verse aniquilado del día a la mañana.
– VI –
Nuestra comprensión sobre la cuestión del partido es hoy la que más lejos va en el balance de la primera oleada revolucionaria. Es esta la cuestión sobre la cual más confusiones hay en el medio, en la medida en que la experiencia de 1917-23 no consiguió darle suficiente claridad. A menudo decimos que nuestra posición se inscribe más en negativo que en positivo; hemos de comprender, sin embargo, que sólo en los movimientos de huelga de masas se podrá esclarecer plenamente esta cuestión a nivel internacional.
Los acontecimientos de Polonia, aún con todos sus límites, fueron para nosotros la confirmación patente de nuestras posiciones sobre el desarrollo de la conciencia de clase, la función de las minorías revolucionarias y las formas de organización unitaria de la clase. Y también nos obligaron a llevar más lejos la comprensión del problema de la internacionalización, de la necesaria crítica de la teoría del “eslabón más débil”[4]. Todo el medio fue, en realidad, puesto a prueba por aquellos acontecimientos. Ante un movimiento semejante, pero en un país más central, ¿podría la CWO haber mantenido durante mucho tiempo su llamamiento para “la insurrección ahora ya”, que dijo para Polonia?. ¿Y el PCInt hubiera podido seguir afirmando que no puede existir movimiento de clase sin organización previa de los obreros por el partido?.
Los próximos movimientos, más todavía que durante la fase de retroceso de los primeros años 80, pondrán a prueba a los grupos revolucionarios. Se producirán, sin lugar a duda, aún más cambios y trastornos en el medio revolucionario y, también, han de surgir nuevos grupos. Y estos no por ser nuevos estarán, ni mucho menos, a resguardo de las confusiones del pasado. Para asimilar lo mejor posible las lecciones de las próximas experiencias de la clase obrera, para poder ser ese polo de referencia para que las nuevas vanguardias y generaciones comunistas no vuelvan a cometer los mismos errores, la esforzada labor de clarificación debe proseguir en el medio revolucionario.
El armazón del futuro partido no está formado ya de una vez para siempre por las corrientes y grupos que hoy existen, y, sin embargo, les incumbe a ellos la continuación de la labor de decantación indispensable para el reagrupamiento de mañana, pues para eso los hizo surgir su clase desde que ésta volvió por los caminos de la lucha.
JU
Mayo de 1983
[1] BILAN (Balance): órgano de la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista, existió entre 1933 y 1938. INTERNATIONALISME (Internacionalismo): órgano de la Izquierda Comunista de Francia, grupo que continuó la labor de BILAN (1945-52).
[2] Texto adoptado como Resolución en el V° Congreso de la CCI. Ver Revista Internacional n° 34-35, “El Partido y los lazos con su clase”, punto XVII-D, p. 37.
Ver /revista-internacional/200604/892/el-partido-y-sus-lazos-con-la-clase
[3] Ver un balance de las mismas en El sectarismo, una herencia de la contra-revolución que hay que superar, en Revista Internacional nº 22, https://es.internationalism.org/node/2829
[4] Ver "El proletariado de Europa Occidental en una posición central de la generalización de la lucha de clases", Revista Internacional nº 31.