El 12 de junio, Israel bombardea masivamente Irán, que responde de inmediato. Miles de misiles, cohetes y drones surcan el cielo. Debajo, viviendas y hospitales quedan destrozados. La prensa internacional habla de una situación extremadamente grave que podría sumir al Oriente Medio en el caos.
Durante la noche del 21 de junio, Estados Unidos entra a su vez en el conflicto lanzando, en particular, bombas penetrantes de trece toneladas para destruir las instalaciones nucleares iraníes. No se habían utilizado artefactos tan potentes desde la Segunda Guerra Mundial.
En esta situación de desarrollo de la guerra y la barbarie, nuestra organización decide organizar una reunión pública internacional en línea. Si bien el objetivo de esta reunión es, evidentemente, debatir para analizar y comprender la situación, hay algo aún más importante: reunir a las fuerzas revolucionarias, aisladas unas de otras en muchos países, para afirmar juntas la voz proletaria del internacionalismo.
En este sentido, podemos decir desde el principio que esta reunión pública internacional fue un verdadero éxito. Organizada en pocos días, numerosos compañeros respondieron a la convocatoria, denunciaron la naturaleza imperialista de todos los bandos, de todas las naciones presentes en el conflicto, y defendieron con fuerza que el único futuro para la humanidad es la solidaridad y la unidad de los trabajadores, más allá de las fronteras, las razas y las religiones.
Solo hay que lamentar: la ausencia - con la excepción de Internationalist Voice - de los demás grupos revolucionarios de la Izquierda Comunista a los que habíamos invitado cordialmente[1].
Todos los participantes afirmaron que las guerras actuales que se acumulan son producto del sistema capitalista y de las rivalidades imperialistas entre potencias, grandes o pequeñas. Como señaló un compañero: «La caja de Pandora se abrió en 1914». Pero, ¿cómo explicar el aumento de las tensiones actuales? ¿Por qué las guerras vuelven a extenderse y amenazan a regiones cada vez más vastas del planeta? ¿Por qué se dispara la producción de armamento en todas partes?
Muchos compañeros destacaron la creciente polarización entre el poder estadounidense y China:
– «Se trata de una lucha mundial entre dos grandes potencias: China y Estados Unidos».
– «Estados Unidos está centrando su atención imperialista en China, y esto ha quedado muy claro desde los acuerdos AUKUS con Australia, en particular».
Otras intervenciones también han destacado la búsqueda de intereses económicos:
– «Este conflicto está fundamentalmente relacionado con las rutas comerciales y las puertas de entrada económicas».
– «Estas potencias se disputan el control económico, las rutas comerciales y la superioridad tecnológica».
Otras intervenciones insistieron en lo que, a su juicio, era una visión racional y política de la burguesía: «[las guerras] son herramientas políticas de la clase dominante, utilizadas para retrasar los movimientos revolucionarios, explotar a las sociedades y garantizar los intereses capitalistas».
Otros compañeros, por el contrario, pusieron de relieve que la raíz de la dinámica actual era el desarrollo de un caos creciente. Un participante insistió en este sentido en la realidad de una «fragmentación» y de un «sálvese quien pueda», subrayando «las fluctuaciones de la política de Trump, que reflejan las luchas dentro de la burguesía». Estamos totalmente de acuerdo con esta respuesta que surgió en el debate. La dinámica de la discusión permitió entonces comenzar a abordar la cuestión que se esconde detrás de toda la dinámica mundial actual: ¿nos encontramos ante la constitución de dos nuevos bloques imperialistas, como durante la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría? En otras palabras, ¿nos estamos dirigiendo hacia la Tercera Guerra Mundial? La cuestión es importante porque una explosión planetaria de tal magnitud, dada la capacidad de aniquilación de numerosas potencias, sería sinónimo de un holocausto nuclear generalizado y, por lo tanto, del fin de la humanidad. La respuesta mayoritaria del debate fue: ¡NO! Un compañero lo afirmó muy claramente: «No nos dirigimos hacia bloques como en la Primera y la Segunda Guerra Mundial, sino hacia una fragmentación, como se ve en Ucrania, África y Oriente Medio». Otro añadió: «En cuanto a los bloques, no veo que se estén formando. Es interesante ver hasta qué punto Netanyahu actúa por su cuenta: será interesante saber si el CCI cree que Estados Unidos utiliza a Israel como perro de presa o si, por el contrario, Netanyahu sigue la política del «sálvese quien pueda»[2].
Para comprender plenamente el significado de la dinámica del caos, hay que partir de la fase histórica del capitalismo: la descomposición. Al final de este debate, la CCI intervino para defender esta idea que, en nuestra opinión, es esencial: «De 1945 a 1990, el mundo estaba estructurado en dos bloques con dos superpotencias [...]. En 1989, con el colapso de la URSS, se podría haber pensado que Estados Unidos saldría victorioso y dominante, pero la burguesía estadounidense comprendió de inmediato las dificultades que se avecinaban. Hubo el gran discurso de Bush padre subrayando la necesidad de un «nuevo orden mundial» y la demostración de fuerza militar en el Golfo. […] ¿Por qué esta demostración? La burguesía estadounidense dijo al mundo y, en particular, a sus aliados: «Nos debéis obediencia, tenemos una fuerza militar aplastante». En el plano inmediato, la primera guerra del Golfo fue una inmensa victoria militar. Pero solo dos años después, Yugoslavia estalló: los antiguos aliados (Francia, Alemania, Estados Unidos) jugaron su propia carta. […] Y eso iba a hacer que Yugoslavia se dividiera en cuatro o cinco países. Ahí se resume lo que ha estado sucediendo durante los últimos 35 años. Es decir, Estados Unidos tiene un poder militar cada vez más aplastante en comparación con todos sus competidores, está ampliando la brecha. Invierte cada año tanto como todo el resto del mundo. Y golpean cada vez más fuerte. Lo vemos con Irán. Y, sin embargo, eso no calma a todos los adversarios. ¡Al contrario! Alimenta la dispersión. Alimenta las veleidades de cada imperialista de jugar su propia carta. Esa es la verdadera dinámica histórica que no va a detenerse y por eso lo que está pasando en Irán es extremadamente grave e histórico».
Una vez constatado el debilitamiento de Irán tras algunas intervenciones, fue posible profundizar en el debate: «Irán está humillado y debilitado, pero los mulás siguen al mando. La cuestión es la desestabilización de la región, la importancia de la clase obrera en Irán y la capacidad de los mulás para mantenerse en el poder. Su falta de fuerza aérea [...] envalentona a sus vecinos».
En definitiva, este nuevo conflicto entre Israel, Irán y Estados Unidos supone un paso cualitativo en la aceleración del caos y la barbarie bélica. Por primera vez desde 2003, cuando Estados Unidos quería reforzar su posición en el Pacífico, se ha visto nuevamente obligado a intervenir militarmente, lo que demuestra una vez más el declive de su hegemonía. La demostración de fuerza mediante bombardeos destinados a impresionar a China y a intentar (de forma totalmente ilusoria) imponer su autoridad, es una clara señal de ello. Por otra parte, esta nueva guerra implica a dos potencias regionales, una de las cuales, Irán, amenaza con colapsar, lo que, junto con el extremo debilitamiento del poder de los mulás, contribuye a una desestabilización sin precedentes de todo Oriente Medio e incluso, en mayor medida, del mundo entero[3].
Ante la creciente barbarie y la guerra que tiende a generalizarse, era evidente que todos los participantes buscaban un lugar de debate para defender el internacionalismo proletario. Así lo atestiguaba esta intervención: «Me alegro de que busquemos una línea internacionalista proletaria coherente». Esta búsqueda permitió afirmar con toda claridad que «el internacionalismo es una posición que defendemos. La clase obrera es internacional y nuestra estrategia y nuestra táctica se basan en este principio». A continuación, el debate se centró en reflexionar sobre la forma de aplicar este principio fundamental del movimiento obrero, enunciado desde el Manifiesto del Partido Comunista de 1848, subrayando que «los proletarios no tienen patria». El punto de vista compartido fue destacar, como afirmó un compañero, que «ante la barbarie de la guerra imperialista, llamamos al proletariado a no apoyar a un país en lugar de a otro. Contra la guerra, llamamos a los trabajadores de todo el mundo a unirse y adoptar una posición de clase y no una posición nacionalista». Todos reconocieron que se trataba de una exigencia, de una lucha difícil frente a la intensa propaganda burguesa. El debate continuó tratando de identificar las trampas ideológicas, los obstáculos que la burguesía pone a la clase obrera, denunciando las mistificaciones democráticas, los falsos amigos que son la izquierda, los sindicatos y, en particular, los izquierdistas que están en auge: «el izquierdismo puede movilizarse para apoyar el nacionalismo o las manifestaciones contra Trump».
Ante toda esta propaganda, el debate fue motivo de reflexión sobre la forma en que la clase obrera libraba su lucha hoy en día, para intentar extraer lecciones:
– La primera lección fue el claro reconocimiento de que la clase obrera «no está derrotada». Así, se destacó el contexto en el que había que evaluar la realidad de «una maduración subterránea de la conciencia» en el seno del proletariado y una dinámica de «ruptura» frente a la apatía de las últimas décadas[4].
– La segunda lección esencial es el hecho de que la clase obrera no tiene la fuerza para oponerse a la guerra en los países beligerantes, donde se ve sometida al fuego de las bombas y a la lógica de la venganza. Del mismo modo, en los países periféricos, sigue estando demasiado marcada por la mistificación democrática y el peso del nacionalismo. Como señala un compañero: «El nacionalismo es una grave enfermedad que afecta a la clase obrera, y también el tercermundismo en los países subdesarrollados. Fíjense, por ejemplo, en las ilusiones sobre Nasser, Mugabe, etc. Eran opresores brutales y no defensores de la libertad. Las escenas de gente celebrando los ataques de Hamás contra Israel son una vergüenza para la clase obrera».
– La tercera lección es reconocer la importancia de la experiencia del proletariado de los países occidentales, la realidad de sus luchas, aunque estas aún no permitan oponerse a la guerra y mucho menos detenerla: «Ante el desarrollo de las guerras, uno puede desear que haya una verdadera respuesta obrera que detenga las guerras. Pero, de hecho, por ahora, y durante mucho tiempo aún, ¡eso no es posible!».
– La cuarta lección que podemos extraer es que, a pesar de sus luchas, las debilidades del proletariado son aún demasiado importantes como para que pueda desarrollar su conciencia hasta el punto de politizar su lucha. Será un proceso lento, difícil, aún muy largo, sembrado de obstáculos y escollos.
– La última lección, ante esta difícil realidad, es que la CCI insistió en el peligro de ceder a la impaciencia. De hecho, se trata de una lacra que es el sello de la influencia de la ideología pequeñoburguesa y un vector del oportunismo dentro del movimiento obrero: «Trevor [un participante] dijo que Marx comprendería la necesidad de evitar la impaciencia, y es cierto. En el movimiento obrero, la cuestión del inmediatismo y la impaciencia ha sido un verdadero problema. En la Liga Comunista, durante la confrontación entre Marx y la tendencia Willich-Schapper, […] Willich y Schapper dijeron que había que hacer la revolución ahora. Marx dijo que era un callejón sin salida, que el proletariado tendría que luchar durante muchas décadas para poder enfrentarse a la burguesía. Era un problema que ya existía en el siglo XIX. La impaciencia es la base del oportunismo. Hay un famoso texto de Rosa Luxemburgo que explica que durante muchos años fuimos de victoria en victoria, y luego sufrimos terribles derrotas. Entre los verdaderos revolucionarios, la idea es que no podemos resolver los problemas directamente ahora. Hay muchos desastres, masacres, barbarie: no podemos impedirlo ahora. Esta idea debe estar presente en nuestras mentes. Es una diferencia con los izquierdistas: los izquierdistas dicen «ahora», en el 68 el lema era «revolución ahora», una idea pequeñoburguesa. Nosotros trabajamos para el futuro, para la perspectiva. Después del 68, muchos jóvenes decepcionados, que querían la revolución inmediatamente, se perdieron para la lucha (incluso se habló del suicidio de jóvenes decepcionados). Debemos volver y luchar firmemente contra el inmediatismo. El movimiento obrero existe desde hace dos siglos, no sabemos cuándo tendrá lugar la revolución, pero la única manera de preparar la perspectiva es impedir la destrucción del potencial que existe en una minoría de la clase, debemos decir que hay que ser pacientes».
Una de las últimas intervenciones insistió en que «es muy importante que los compañeros no se desanimen ante la ausencia de huelgas masivas en el corazón de Europa, esto llevará mucho tiempo. Hoy se ha dado un paso adelante: los revolucionarios y los internacionalistas se han reunido para aclarar una dimensión de la lucha de clases». Consideramos que la preocupación y el estado de ánimo que transmite esta intervención son importantes para resistir y luchar.
Para concluir este artículo, reiteramos nuestro llamamiento al debate y animamos a todos nuestros compañeros y lectores a participar en nuestras próximas reuniones. Para ello, basta con consultar nuestra página web, donde publicamos regularmente las fechas y los lugares de estos debates. También hacemos un llamamiento para difundir nuestros folletos recientemente publicados sobre la cuestión de la guerra, así como los relativos a la lucha de clases (que se encuentran en nuestra página web en formato PDF).
WH, 29 de junio de 2025
[1] Nos sumamos a las acertadas palabras de uno de los participantes: «Es lamentable que no haya ningún compañero de otras organizaciones de la Izquierda Comunista presente. Es importante que las organizaciones mantengan la polémica, los debates y la correspondencia. Solo en el marco de la Izquierda Comunista la clase obrera saldrá victoriosa».
[2] Creemos que estos dos aspectos no se contradicen: Biden y luego Trump tuvieron que hacer frente a la lógica del «sálvese quien pueda» que enciende el Medio Oriente, incluido el gobierno israelí, que favorece sus propios intereses por encima de los de su aliado estadounidense. En este contexto, sin embargo, Estados Unidos ha llevado a cabo políticas que buscan mantener al máximo su control sobre la situación.
[3] Irán se ve minado por las fuerzas centrífugas de sus minorías, los azeríes en el norte, los baluchis en el sur y sus divisiones religiosas, sin contar con las potencias fronterizas al acecho, cuyas tensiones imperialistas se agudizan, como las tensiones entre la India y Pakistán. Estas son solo las primeras reflexiones que habrá que continuar en nuevos debates para comprender mejor el contexto geopolítico y el caos en el que deberá desarrollarse la lucha proletaria.
[4] Véase, en particular, en la Revista Internacional n.º 173, «Las raíces históricas de la «ruptura» en la dinámica de la lucha de clases desde 2022 (Parte I)» y Parte II (marzo de 2025).
Durante más de un año y medio, hemos sido testigos de las operaciones del ejército israelí en la Franja de Gaza. En nombre del «derecho de Israel a defenderse», Netanyahu pretende perseguir a los comandos asesinos de Hamas en sus túneles y dondequiera que el grupo terrorista haya encontrado refugio, ya sea en hospitales, escuelas o campos de refugiados, «para liberar», afirma, a los rehenes del 7 de octubre que aún están vivos.
Pero el gobierno israelí se preocupa un comino por los rehenes, estos son meros pretextos para sus sórdidos objetivos imperialistas: Netanyahu y su camarilla han anunciado que quieren ocupar toda la Franja de Gaza para siempre... ¡Completamente depurada de la población árabe! Para hacer esto, la burguesía israelí no escatima en los medios. El ejército muestra una crueldad sin límites en esta prisión a cielo abierto: entre montones de cadáveres, la población, arrojada de una zona a otra, al norte un día, al sur al siguiente, sumida en la desesperación y carente de todo, vive con el miedo permanente de los despreciables crímenes de los soldados, de las bombas, del hambre, de la enfermedad. Al mismo tiempo, los ataques y la política de expulsión se han intensificado en Cisjordania, donde miles de palestinos son aterrorizados y obligados a huir.
Para Netanyahu y los fanáticos religiosos que lo rodean, eliminar a los palestinos de la faz de la tierra es ahora un objetivo asumido: cuando el ejército no está disparando deliberadamente contra multitudes asustadas, está constantemente obstruyendo el suministro de alimentos y bienes de primera necesidad, matando de hambre descaradamente a adultos, ancianos y niños. Durante más de tres meses, el gobierno incluso bloqueó los suministros por completo con pretextos tan extravagantes que en sí mismos eran solo otra provocación, una admisión apenas disimulada de limpieza étnica. Y todo ello con la complicidad activa de Egipto y Jordania, que están oficialmente preocupados por el destino de los palestinos para estrangularlos mejor, prohibiéndoles salir de este infierno.
En todo el mundo, estamos presenciando una inmensa indignación y protesta por los crímenes que se están desarrollando ante nuestros ojos. Se llevaron a cabo manifestaciones en muchas ciudades a favor del fin de los combates, gritando «¡Palestina libre!»[1] Incluso los líderes de varios países europeos, después de muchos rodeos durante meses, ahora se sienten obligados a condenar los abusos de Tsahal (Fuerzas de defensa israelí) en Gaza, o incluso a denunciar la realidad de un genocidio en curso, como el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, que recientemente se pronunció en contra de «una situación catastrófica de genocidio»[2].
Pero detrás de estas declaraciones, solo hay hipocresía y mentiras. La política de destrucción sistemática en Gaza no es una excepción. ¡Todo lo contrario! Lejos de un «mundo en paz», toda la historia del capitalismo decadente muestra que la sociedad se hunde inexorablemente en la barbarie y que ninguna facción de la burguesía es capaz de ponerle fin.
En el siglo XIX, Karl Marx ya había demostrado que el capitalismo vino al mundo en forma de violencia, masacres, destrucción y saqueo, «chorreando sangre y lodo por todos los poros»: «El descubrimiento de regiones auríferas y argentíferas de América, la reducción de los nativos indígenas por la esclavización, su enterramiento en las minas o su exterminio, los comienzos de la conquista y el saqueo en las Indias Orientales, la transformación de África en una especie de madriguera comercial para la caza de pieles negras, estos son los procesos idílicos de acumulación primitiva que señalan el amanecer de la era capitalista»[3]. El capital originario necesario para la Revolución Industrial no cayó milagrosamente del cielo; su acumulación inicial solo podría haber existido a través del saqueo, el bandolerismo y la esclavitud. De hecho, la historia de las primeras potencias capitalistas es una sucesión de ignominias, muy alejadas de los ideales de su filosofía de la Ilustración: desde el genocidio a gran escala de los pueblos amerindios (¡entre 80 y 100 millones de víctimas!), el desarrollo del capitalismo se ha llevado a cabo en todas partes con derramamiento de sangre. Ya sea Gran Bretaña (genocidio de los aborígenes de Australia, entre muchos otros ejemplos), Francia (exterminio de un tercio de la población argelina a partir de 1830), Alemania (genocidio de los Hereros y Namas en Namibia entre 1904 y 1908), Rusia (1 a 2 millones de víctimas durante la limpieza étnica de los circasianos entre 1864 y 1867), Estados Unidos (durante la conquista de Occidente, por ejemplo) e incluso el «pequeño país» como lo era Bélgica (¡y sus 10 millones de muertos en el Congo!), todas las burguesías se han visto inmersas en las peores atrocidades. Esta violencia también se expresó contra el campesinado de la sociedad tradicional, como lo demuestra la crueldad que Gran Bretaña ejerció sobre los campesinos irlandeses.
El capitalismo es sinónimo de violencia estructural e institucionalizada, pero el proceso dio un nuevo giro cualitativo después de la Primera Guerra Mundial. La Internacional Comunista, en su congreso fundacional en 1919, había identificado claramente la entrada del capitalismo en su período de decadencia: «Ha nacido una nueva época: la época de la desintegración del capitalismo, de su colapso interno. La época de la revolución comunista del proletariado». Donde las conquistas de ascendencia habían permitido a las potencias capitalistas desarrollar y universalizar las nuevas relaciones de producción, la Primera Guerra Mundial, por el contrario, significó que, por falta de espacio y mercados suficientes, la conquista tuvo que llevarse a cabo, ya no esencialmente en «tierras vírgenes», sino a través de la confrontación a muerte con las otras potencias capitalistas.
Así, mientras que la violencia del período de ascenso del capitalismo había permitido al menos el desarrollo de las fuerzas productivas, las de la decadencia han representado una formidable cadena de destrucción que ha seguido extendiéndose y profundizándose: «Mancillada, deshonrada, chorreando sangre, cubierta de inmundicia; así es como se presenta la sociedad burguesa, esto es lo que es. No es cuando, bien lamida y honesta, se cubre a sí misma de cultura, filosofía, moral, orden, paz y ley, es cuando se asemeja a una bestia salvaje, cuando baila en la orgía de la anarquía, cuando sopla la peste sobre la civilización y la humanidad que se muestra completamente desnuda tal como realmente es [...] Una cosa es cierta, la guerra mundial representa un punto de inflexión para el mundo. Es una locura insensata imaginar que solo debemos dejar pasar la guerra, como la liebre espera el final de la tormenta bajo un arbusto para luego reanudar alegremente su paso del modo acostumbrado. La guerra mundial cambió las condiciones de nuestra lucha y nos cambió radicalmente»[4].
Durante la Primera Guerra Mundial, comenzaron a aparecer asesinatos en masa científicamente planificados (como los ataques con gas) y abusos organizados a gran escala, como durante los genocidios de los griegos pónticos o los armenios en los que millones de personas fueron asesinadas y desplazadas. Por eso la Internacional Comunista había identificado muy claramente que frente a un capitalismo que se había vuelto obsoleto, la alternativa que se abría a la humanidad era el socialismo o la barbarie: «La humanidad, cuya cultura entera ha sido devastada, está amenazada con la destrucción total [...]. El resultado final del modo de producción capitalista es el caos, y este caos solo puede ser derrotado por la clase productiva más grande: la clase trabajadora».
Desde entonces, el capitalismo no ha dejado de esparcir la muerte y sembrar la barbarie: las expulsiones, los genocidios, la limpieza étnica, la política de hambruna se han convertido en armas de guerra ordinarias utilizadas sin interrupción por todos los beligerantes a una escala sin precedentes en la historia de la humanidad. Después de la Primera Guerra Mundial, incluso antes de que comenzaran los horrores de la Segunda, esta cadena de violencia continuó. Por ejemplo, se perpetraron atrocidades, esta vez no contra un «enemigo extranjero», sino contra campesinos ucranianos (Holodomor) durante una hambruna organizada por Stalin (entre 2.6 y 5 millones de muertos), o contra la población rusa, que murió por millones trabajando en los gulags.
La cadena de violencia terminó por alcanzar un mayor nivel de barbarie durante la Segunda Guerra Mundial con 60 a 80 millones de muertos en solo 6 años, sin contar las innumerables víctimas del hambre, la enfermedad o la represión después del final de los combates. Este conflicto es parte de la misma lógica que la de 1914-1918, pero en una escala aún más mortal, reflejando la profundización de la crisis histórica del sistema.
Las atrocidades masivas del régimen nazi y sus aliados están ampliamente documentadas, pero es sin duda la matanza industrializada de 3 millones de personas, la gran mayoría de ellas judías, en los campos de exterminio (de un total de más de 6 millones de judíos exterminados) lo que expresa más claramente la cumbre de barbarie que representó este conflicto. Pero si los nazis eran bárbaros espantosos, no hay que olvidar que expresaban la barbarie de un sistema decadente, reducido a los extremos más innobles en la competencia a muerte entre todos los Estados y todas las facciones burguesas.
Sin embargo, lo que fue mucho menos publicitado fueron los crímenes de los Aliados durante la guerra, incluso contra los judíos. Ahora se establece que los aliados conocían perfectamente la existencia de los campos de exterminio, tan pronto como se establecieron en 1942, así como los detalles de los métodos de exterminio y el número de víctimas ya liquidadas y por venir.[5] Por lo tanto, ni el gobierno británico, ni el de Estados Unidos, ni el de la URSS tomaron ninguna medida para, si no detener, al menos obstaculizar la masacre. ¡Ni siquiera una vía férrea bombardeada! En cambio, bombardearon repetidamente (con aterradoras bombas incendiarias de fósforo) muchas ciudades alemanas con solo población civil, especialmente suburbios de clase trabajadora, como Leipzig, Hamburgo (al menos 45 mil víctimas civiles) y especialmente Dresde. Este último bombardeo causó innumerables víctimas. Las estimaciones varían ampliamente entre 25 mil y 200 mil muertes. No estamos en condiciones de determinar el número de víctimas, pero el bombardeo de Dresde presenta ciertas particularidades significativas de la barbarie desatada por los aliados, tanto a través de la movilización de medios excepcionales (1,300 bombarderos en una noche y dos días) como del uso de bombas de fósforo «prohibidas» que transformaron la ciudad en un verdadero horno. Todos estos medios solo tienen sentido cuando sabemos que Dresde no era una gran ciudad industrial, ni tenía un interés estratégico real. En cambio, tenía una gran población de refugiados que habían huido del Frente Oriental con la creencia de que Dresde no sería bombardeada. El objetivo de esta aniquilación ejemplar era aterrorizar a las poblaciones y a la clase obrera en particular, para eliminar cualquier deseo de movilizarse en su terreno de clase, como ya había sucedido en 1943 en varias ciudades alemanas e italianas. En un memorándum del 28 de marzo de 1945 dirigido al Estado Mayor británico, Winston Churchill escribió sobre estos bombardeos: «Me parece que ha llegado el momento de cuestionar el bombardeo de ciudades alemanas llevado a cabo con el objetivo de aumentar el terror, mientras se invocan otros pretextos. De lo contrario, iríamos y nos apoderaríamos de un país arruinado de arriba abajo. Por ejemplo, no podríamos extraer de Alemania materiales de construcción para nuestras propias necesidades [...]. La destrucción de Dresde ha arrojado serias dudas sobre la conducta de los bombardeos aliados». ¡Que cinismo tan impactante!
Pero estos crímenes fueron en última instancia solo un preámbulo de la inmensa tragedia de los bombardeos nucleares militarmente inútiles de Hiroshima y Nagasaki (alrededor de 200 mil víctimas), destinados en realidad a intimidar al rival «soviético». Y fue con el mismo cinismo, con la misma indiferencia hacia las víctimas, que las tropas rusas detuvieron los combates a las puertas de Varsovia para dejar que los nazis sofocaran la insurrección en curso (160 mil a 250 mil civiles muertos). Para la burguesía estalinista, obsesionada por el fantasma de la oleada revolucionaria de 1917, en plena guerra mundial, se trataba de aplastar cualquier posibilidad de reacción proletaria y tener las manos completamente libres para instalar un gobierno bajo su control. En Italia, Churchill también frenó los combates para permitir que los fascistas reprimieran las huelgas que se multiplicaban dejándolas, en sus propias palabras, «cocerse a fuego lento en sus propios jugos».
Desde 1945, las masacres jamás han cesado: nuestro planeta no ha conocido un solo día sin conflictos militares. Tan pronto como terminó la guerra, la confrontación entre los dos nuevos bloques rivales condujo a los horrores de la Guerra Fría: la Guerra de Corea (3 y 5 millones de muertos), la Guerra de Vietnam (alrededor de 2 millones de muertos), la Primera Guerra de Afganistán (2 millones de muertos según las estimaciones) e innumerables guerras de poder extremadamente mortales, como la guerra Irán-Irak a fines de la década de 1980 que dejó al menos 1millón 200 mil muertos.
Después de la Guerra Fría, las masacres se reanudaron con renovado vigor, el mundo dio un giro aún más caótico y anárquico porque la lógica de los bloques ya no imponía ninguna disciplina a los diferentes Estados o facciones. Una nueva dinámica de putrefacción apareció en esta fase final de decadencia, la de la descomposición. Los conflictos se volvieron cada vez más destructivos, caracterizados por tomas de poder miopes sin objetivos estratégicos racionales, aparte de sembrar el caos entre los rivales.
Aquí también, las grandes democracias tienen las manos llenas de sangre, como lo testimonian las guerras en Yugoslavia (al menos 130 mil muertos), alimentadas con armas por Estados Unidos, Francia y Alemania. La actitud de las tropas de la ONU durante este conflicto, cuando permitieron que los escuadrones de la muerte de Milosevic masacraran a la población de Srebrenica en julio de 1995 (unos 8 mil muertos) también es característica del cinismo permanente de la burguesía. Igualmente podemos mencionar la actitud de las tropas francesas, bajo mandato de la ONU, durante la guerra de Ruanda en la década de 1990, las cuales fueron cómplices del genocidio de los tutsis (1 millón de muertos). Las grandes potencias también han estado directamente implicadas en las masacres a gran escala, sembrando el caos allí donde han intervenido, especialmente en Afganistán (165 mil muertos, oficialmente, sin duda más), en Irak (1 millón 200 mil muertos) y hoy, en Oriente Medio y Ucrania, un conflicto cuyo número de muertos asciende ya a más de un millón de muertos. La lista es interminable.
La cadena de violencia que abarcó el siglo XX conduce ahora, a través de la amenaza de una guerra generalizada, riesgos atómicos o la destrucción del medio ambiente, a una posible desaparición de la civilización, o incluso de la humanidad en su conjunto. Si bien las escenas de horror en Gaza son particularmente repugnantes, la población ucraniana y partes de Rusia también han estado viviendo durante más de tres años bajo las bombas y una política de terror asumida con el apoyo abiertamente belicista de quienes ahora están indignados por el destino de los palestinos. Al mismo tiempo, los millones de personas que sufren la guerra en Sudán, Congo, Yemen y en tantas otras partes del mundo, reciben poca atención de los medios de comunicación. Solo en Sudán, 12 millones de personas han intentado en vano huir de la guerra, y millones más están amenazados de morir de hambre bajo la mirada indiferente de todas las «democracias». El Sáhara está a fuego y sangre, Oriente Medio se hunde más que nunca en el caos. Asia está bajo altas tensiones y al borde de la guerra. En América del Sur, las regiones donde abundan los enfrentamientos entre pandillas rivales se asemejan a zonas de guerra, como lo muestra la catastrófica situación en Haití. Incluso en los Estados Unidos, se están sintiendo los comienzos de una posible guerra civil. El capitalismo ofrece hoy una imagen de apocalipsis y, en este sentido, llama la atención constatar que los campos de ruinas, típicos del final de la Segunda Guerra Mundial, han aparecido en tan solo pocas semanas en Ucrania y Gaza.
Es en este proceso mortal que se inscriben las guerras en el Medio Oriente. Símbolo del callejón sin salida en el que se hunde el capitalismo, en mayo Israel lanzó una nueva ofensiva en la Franja de Gaza al mismo tiempo que Trump recorría los países árabes, donde celebraba una sucesión de acuerdos comerciales y proyectos de inversión, muchos de los cuales se referían, por supuesto a la venta de armas (¡142 mil millones de dólares solo con Arabia Saudita!).
La burguesía europea no se queda atrás en materia de cinismo. Aunque estaba un poco indignada tardíamente por la limpieza étnica hacia los palestinos y amenazaba (sin demasiada insistencia) a Israel con sanciones, al mismo tiempo se reunía en Albania en la cumbre de la Comunidad Política Europea para unirse al apoyo para Ucrania. Su principal preocupación no es tanto ayudar a los refugiados, ni a las víctimas de la política genocida de Israel, ni a los millones de refugiados que han huido y están tratando desesperadamente de llegar a Europa. Su única preocupación ha sido movilizar más armas y soldados para la guerra contra Rusia, al tiempo que intensifican las medidas brutales contra los «ilegales».
Mientras que la propaganda del gobierno israelí busca hacer pasar cualquier indignación por los crímenes en Gaza como antisemitismo[6] instrumentalizando el holocausto de una manera despreciable, el Estado hebreo, que se presenta como el protector de los judíos descendientes del genocidio nazi[7], él mismo se ha transformado en el exterminador. Esto no es sorprendente: el Estado-nación no es una categoría trascendente, por encima de la historia, es la forma acabada de explotación y competencia capitalista. En un mundo dominado por la lógica implacable del imperialismo y las rivalidades de todos contra todos, cada Estado, débil o poderoso, democrático o no, es un eslabón en la cadena de violencia que el capitalismo inflige a la humanidad. Luchar por la creación de un nuevo Estado, Israel ayer, Palestina hoy, es luchar para institucionalizar el armamento de nuevos beligerantes y alimentar un nuevo cementerio. Es por lo que todos los grupos de extrema izquierda que piden apoyo a la «causa palestina» están eligiendo de facto un bando armado y de hecho están contribuyendo a la perpetuación de las masacres y no a la liberación de la humanidad.
EG, 13 de julio de 2025
[1] Cf. "Manifestaciones propalestinas en todo el mundo: ¡Elegir un bando contra otro es elegir siempre la barbarie capitalista! [5]", publicado en el sitio web de la CCI (mayo de 2024).
[2] Pedro Sánchez, como todos sus homólogos, no se expresó de esta manera por la bondad de su corazón: España está desplegando tesoros de seducción hacia los países árabes en un intento de imponerse como actor central en el área mediterránea. Cuando los intereses españoles estaban alineados con los de Israel, el PSOE nunca levantó una ceja en protesta contra las acciones de las Fuerzas de defensa de Tsahal.
[3] Karl Marx, El Capital (1867).
[4] Rosa Luxemburgo, La crisis de la socialdemocracia (1915).
[5] Este es un hecho que ha sido documentado durante mucho tiempo por los historiadores y que la publicación de los archivos de la ONU en 2017 [6] ha hecho algo oficial.
[6] Esto no resta valor a la realidad de un creciente antisemitismo en la sociedad, incluso en las filas de la izquierda del capital.
[7] Sobre las mentiras del sionismo en el período de decadencia, ver: "Antisemitismo, sionismo, antisionismo: todos son enemigos del proletariado [5]", disponible en el sitio web de la CCI.
La manifestación de hoy no es el punto final de seis meses de movilizaciones, sino que constituye un eslabón más en la cadena de luchas que nuestra clase ha emprendido no solo en Bélgica, sino también en muchos otros países (Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos...) desde 2022 y que necesariamente deberán continuar en los próximos meses. Por eso es necesario profundizar en la reflexión sobre las experiencias de las movilizaciones pasadas, con el fin de fortalecer nuestras fuerzas para las luchas venideras.
El Gobierno federal belga está aplicando medidas para imponer un ahorro presupuestario de 26 mil millones de euros con el fin de aumentar la competitividad y la rentabilidad de la economía belga, al tiempo que gasta decenas de miles de millones en la compra de material militar. Toda la clase trabajadora se verá gravemente afectada por este amplio programa de austeridad: mientras que los trabajadores de las empresas privadas son despedidos en masa, se erosiona la indexación automática de los salarios y las prestaciones, se reducen las primas por horas extras y trabajo nocturno, se aumenta la flexibilidad laboral, se restringe el derecho a las prestaciones por desempleo, se aplican recortes drásticos en las pensiones y el seguro médico, se reduce el número total de funcionarios, se pone en peligro la titulación del personal docente, etc.
No nos hagamos ilusiones: la crisis del sistema capitalista hace que la burguesía no tenga más remedio que atacar cada vez más a la clase obrera. La magnitud de los ataques en Bélgica anuncia lo que les espera a nuestros hermanos de clase de otros países. Según la lógica de la clase dominante, es necesario aumentar la competitividad para hacer frente a la disminución del crecimiento económico y a la guerra comercial intensificada por el proteccionismo económico de Trump, pero también por el creciente costo de los gastos militares impuestos por las tensiones y las guerras imperialistas. En todas partes, las clases dirigentes intentan repercutir en los trabajadores las consecuencias de «su» crisis de sobreproducción, es decir, de los bienes que ya no pueden vender con suficiente beneficio en los mercados disponibles, y de «su» huida hacia el militarismo y la guerra. Rechacemos esta lógica perniciosa y suicida de la burguesía.
Desde las primeras «filtraciones» sobre las medidas previstas, se ha iniciado el dinamismo de las movilizaciones: desde las «jornadas de acción» de diciembre y enero pasados, que reunieron a un número creciente de trabajadores, hasta la tercera jornada de acción, que reunió en febrero a 100 mil participantes en Bruselas procedentes de todas las regiones y numerosos sectores, en contra de la intención inicial de los sindicatos, pasando por las manifestaciones «sectoriales» de la enseñanza francófona del 27 de enero y del sector no mercantil del 22 de mayo, que reunieron a 30 mil participantes, el doble de lo que esperaban los sindicatos, la fuerza de la combatividad y la voluntad de unificación de la lucha se manifestaron ampliamente.
– Lo que ilustra esta dinámica de movilización es que el descontento va más allá de una medida concreta o de una «reforma» específica: expresa la voluntad de oponerse globalmente a las intenciones de la patronal y del gobierno de hacer pagar la crisis a la clase trabajadora.
– Además, estas movilizaciones no expresan en absoluto una especificidad belga, sino todo lo contrario: son solo una de las expresiones de una convicción cada vez mayor entre la clase obrera de no seguir aceptando pasivamente esta avalancha de ataques contra sus condiciones de vida. Las luchas en Gran Bretaña en 2022-23, donde decenas de miles de trabajadores de diferentes empresas y sectores desarrollaron sus luchas durante casi un año, hasta las 14 «jornadas de acción» masivamente seguidas en Francia en 2023 contra los ataques del gobierno a las pensiones, y en EEUU, donde los trabajadores iniciaron en plena campaña presidencial en 2023 y 2024 una de las huelgas más masivas de la historia de este país, especialmente en el sector automovilístico y en Boeing. En todas partes, los trabajadores afirman: ¡Basta!
En este sentido, la primera victoria es la lucha misma, el terreno en el que comenzamos a reconocernos como clase; es la voluntad de la clase obrera de oponerse a los ataques en un número cada vez mayor de países, de tomar conciencia progresivamente de que, para ello, es necesario reforzar la unidad y la solidaridad de los movimientos más allá de la empresa, el sector o la región en la que trabajamos: todos los trabajadores están «en el mismo barco». Nuestra fuerza reside precisamente en la unificación de las luchas en un solo y mismo movimiento y, a través de estas luchas, los trabajadores tienden cada vez más a afirmarse como una sola «clase» obrera.
Los sindicatos han respondido a la dinámica de movilización y unificación creciente desplegando sus tácticas probadas: aislar y dividir los diferentes sectores fragmentando las acciones y poniendo de relieve reivindicaciones específicas de determinados sectores o regiones, cuando las medidas afectan a todo el mundo: desde repetidas huelgas en los ferrocarriles, con división incluso entre sindicatos, hasta acciones puntuales en la enseñanza de la comunidad francesa y entre el personal sanitario y de asistencia social, pasando por la organización de varias supuestas «huelgas generales», en las que se pide a los trabajadores que se queden pasivamente en sus casas, la fragmentación de la lucha ha sido intensa. En cuanto a las manifestaciones nacionales, como la del 13 de febrero o la de hoy, se centran en la «defensa del servicio público», ¡como si los trabajadores del sector privado, los desempleados o los jubilados no debieran ser defendidos!
Estas tácticas son bien conocidas, son las mismas que utilizaron los sindicatos en Francia cuando planificaron una serie de jornadas de acción sin futuro, o en Gran Bretaña cuando intentaron en cada ocasión limitar las movilizaciones concentrándolas en determinados sectores o en aspectos concretos de los planes de austeridad. El objetivo es, fundamentalmente, minar la voluntad de lucha, fomentar el desánimo para allanar el camino hacia «una concertación social plena con una verdadera participación de los trabajadores» (volante del sindicato socialista para la manifestación del 25 de junio), preparando la conclusión de que «los sacrificios son inevitables, siempre que se repartan de forma justa».
La manifestación de hoy debe invitar a la reflexión: para reforzar la respuesta, es importante ser numerosos, pero no basta con eso. También es necesario:
– rechazar cualquier compromiso que pretenda hacernos pagar por la crisis y las guerras del capitalismo;
– superar las divisiones regionales, las que existen entre los trabajadores del sector público, del sector privado y los desempleados;
– contrarrestar cualquier intento de fragmentar las luchas, enviando delegaciones masivas a otros trabajadores para que se unan a la lucha.
Para lograrlo, para ampliar y unificar las luchas y contrarrestar la trampa del control sindical, debemos tomar las riendas de nuestras luchas creando espacios de debate y decisión, como asambleas generales soberanas y abiertas a todos, que estimulen la expansión de la movilización en torno a reivindicaciones unificadoras. Es esta dinámica de solidaridad, expansión y unidad la que siempre ha sacudido a la burguesía a lo largo de la historia.
Corriente Comunista Internacional
25.06.2025
Cuando las economías de los principales países europeos están en recesión o muestran un raquítico crecimiento, la economía española deslumbra con un crecimiento del PIB del 3’2% en 2024. Mientras en Bélgica, Gran Bretaña, Francia se anuncian brutales planes de austeridad y recortes sociales, el gobierno “progresista” español presume de “mejorar la vida de la gente”. Mientras París, Londres, Berlin, etc., hablan abiertamente de aumentar los gastos militares, el presidente Sánchez figura en cambio como la “resistencia” a tales incrementos. Si los gobiernos europeos toman medidas descaradas contra la llegada de los emigrantes, el gobierno español aparece en cambio como “baluarte” contra la xenofobia y el populismo. ¿Será verdad ese aura progresista del gobierno de izquierdas español? En absoluto.
Si los demás Estados, tan defensores de la guerra y la explotación capitalistas como el español, están dispuestos a sostener ese mito del “nuevo milagro español” es porque les interesa alimentar la patraña de que un capitalismo “próspero” sí sería posible, que frenar la guerra o el auge del populismo es viable con gobiernos como el de “izquierdas” presidido por Sánchez.
¿Ha mejorado el nivel de vida de la clase trabajadora?
Las propias estadísticas oficiales lo desmienten. Los salarios acumulan pérdidas de poder adquisitivo desde 2008 devorados por el incremento de los precios, sobre todo de la vivienda que se encarece a pasos agigantados aumentando el hacinamiento y la insalubridad en que habitan las familias obreras. Lo que si crece es la llamada “pobreza laboral”, es decir, las familias obreras que ni aun trabajando logran satisfacer unas necesidades básicas[1].
La cacareada reducción del desempleo de la que presume el Gobierno y sus socios de sindicatos e izquierdistas es en realidad una sustitución de empleo estable por empleo a tiempo parcial, temporal o de “fijo-discontinuo”[2] en los que la vida de los trabajadores queda a merced de las necesidades de la producción o de los caprichos del empresario. Ahora nos anuncian un nuevo “avance social” con la hipotética reducción de la jornada laboral, cuando la realidad es que la proporción de asalariados con horas extras impagadas es hoy mayor aún que antes de la Reforma laboral de 2019.
El Gobierno presume de un crecimiento económico que, en realidad, está basado en una inversión en gran parte especulativa (el sector inmobiliario), dependiente de un monocultivo turístico (es el 13% del PIB) rentabilizado por una sobrexplotación de trabajadores, sobre todo proveniente de la emigración.
¿Un gobierno por la paz?
Como gobierno de izquierdas, el gobierno Sánchez, es proclive a disimular su fidelidad a la explotación y la guerra detrás de pantomimas “solidarias” y pacifistas”. Así sucedió en la reciente cumbre de la OTAN cuando el presidente “posó” apartado de los demás mandatarios para aparentar desentenderse de la alocada carrera belicista y el aumento de los presupuestos militares. Pero lo cierto es que desde meses antes el gobierno “progresista” había alcanzado el compromiso del 2’5% del PIB en gastos militares (casi 41 mil millones de euros) incrementado con un Plan Industrial de Defensa (otros 10 mil millones) y un compromiso de invertir 34 mil millones más en los próximos años[3]. A las pocas semanas el propio Pedro Sánchez anunciaba un plan para incrementar el número de efectivos militares de 116 mil a 140 mil en los próximos 8 años.
Con asqueante cinismo Sira Rego, ministra de Juventud y miembro de la más “izquierdista” SUMAR, declaraba «sería contradictorio tener que escoger entre el desarrollo de un programa social y los gastos militares, y que los hospitales, las escuelas cerrasen y que el futuro de nuestra generación se viera amenazado porque producimos más armas» ¡Pero es eso exactamente lo que están haciendo! Congelar las ayudas para las personas dependientes, empujar a los trabajadores a que contraten seguros médicos privados por el deterioro de la sanidad pública. Recortar las plantillas de profesores, como han denunciado las movilizaciones de éstos en Cataluña, País Vasco, Asturias, Madrid, etc.
¿Un gobierno a favor de los trabajadores emigrantes?
Otro de los rasgos de la propaganda de los partidos de la izquierda del Capital es agitar las atrocidades de la Derecha para camuflar las propias. Así lo estamos viendo por ejemplo recientemente en Estados Unidos[4], como lo hemos visto en los sucesos de Torre Pacheco en España, cuando el gobierno “socialista” de Sánchez y sus cofrades izquierdistas tratan de sacar pecho “progresista” exhibiendo la rabia xenófoba y racista de las bandas de extrema derecha. Por el contrario, el gobierno “progresista” prodiga palmaditas en la espalda a nuestros hermanos de clase, pero para explotarlos mejor. Les dice que la “prosperidad” española les debe mucho. ¡Y tanto que les debe! Un reciente estudio constataba que los trabajadores emigrantes ganan en España un 30% menos que los nativos.[5] Con toda su hipocresía, la ministra Pilar Alegría, declaraba a propósito de los ataques a población emigrante en Torre Pacheco: «Nuestro país no se parece en nada a esos violentos que los maltratan con la excusa de estar defendiendo España». Y lo dice la portavoz de un gobierno que perpetró la masacre de la valla de Melilla, o que trapichea con los gobiernos de Marruecos, Mauritania, etc. la represión de quienes tratan de escapar de la guerra y el caos.
Dice el gobierno de izquierdas que la “gente” les pide “que resistan”, en defensa de las “conquistas sociales conseguidas durante décadas”. Lo que tratan de escamotear con esta patraña es que gobierne quien gobierne, el curso del capitalismo mundial hacia la guerra y la miseria es la única vía que ofrece a la humanidad. La única posibilidad de eludir ese siniestro destino es luchar, unidos, como clase y contra todas las facciones de la clase explotadora. Hacernos creer que dentro de estas las hay “más favorables a los obreros”, o que representan un capitalismo “más humano”, es el peor engaño con que tratan de encadenarnos, impotentes, a ese curso a la barbarie.
Valerio, 1 de agosto 2025
[1] Un 17% de las familias según un informe de la ONG Save the Children. Ese porcentaje se eleva hasta un 33% si tienen un hijo.
[2] La lucha contra el aumento de este tipo de contratos ha estado muy presente en luchas como la de los profesores de Asturias o los trabajadores del metal en Cádiz. En el mes de mayo de 2025 el 83% de los contratos laborales fueron temporales, parciales o fijos discontinuos.
[3] Son cifras del informe del Centro Delás [15], un equivalente al SIPRI en España.
[4] Ver en nuestra web el volante que llamamos a distribuir (junio 2025): Contra los ataques xenófobos de Trump a la clase obrera y la consigna de «defensa de la democracia» : La clase obrera tiene que desarrollar su propia lucha [16]
Links
[1] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/estados-unidos
[2] https://es.internationalism.org/en/tag/vida-de-la-cci/reuniones-publicas
[3] https://es.internationalism.org/en/tag/personalidades/willich
[4] https://es.internationalism.org/en/tag/personalidades/shapper
[5] mailto:https:/es.internationalism.org/content/5089/manifestaciones-pro-palestinas-en-todo-el-mundo-elegir-un-bando-contra-otro-siempre
[6] https://f/Downloads/Allied%20forces%20knew%20about%20Holocaust%20two%20years%20before%20discovery%20of%20concentration%20camps,%20secret%20documents%20reveal
[7] https://es.internationalism.org/en/tag/personalidades/benyamin-netanyahou
[8] https://es.internationalism.org/en/tag/personalidades/pedro-sanchez
[9] https://es.internationalism.org/en/tag/personalidades/karl-marx
[10] https://es.internationalism.org/en/tag/personalidades/winston-churchill
[11] https://es.internationalism.org/en/tag/personalidades/slobodan-milosevic
[12] https://es.internationalism.org/en/tag/3/47/guerra
[13] https://es.internationalism.org/en/tag/3/48/imperialismo
[14] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/belgica
[15] https://centredelas.org/actualitat/espana-ya-roza-el-25-en-gasto-militar/?lang=es
[16] https://es.internationalism.org/content/5363/contra-los-ataques-xenofobos-de-trump-la-clase-obrera-y-la-consigna-de-defensa-de-la
[17] https://elpais.com/economia/2025-07-16/los-inmigrantes-en-espana-ganan-un-29-menos-que-los-trabajadores-locales.html
[18] https://es.internationalism.org/en/tag/situacion-nacional/situacion-politica-1