Nos volvemos a encontrar un siglo después en una nueva encrucijada en la historia de la humanidad. La clase revolucionaria, muy temprano y con una gran clarividencia, definió aquella época de cambio decisivo con la expresión: "socialismo o barbarie". La lucidez del análisis marxista que contiene ese lema no debe reducirse a una simple fórmula. Por eso queremos aquí subrayar brevemente su importancia histórica, su gran profundidad.
Si nos fijamos en los orígenes oscuros y difíciles de desentrañar del género humano, no podemos sino quedar estupefactos e impresionados por las etapas considerables que permitieron al Hombre emerger del mundo animal y las que han seguido a dicha emergencia: las lenguas, la escritura, las danzas, la arquitectura, la producción de bienes a profusión, su capacidad para referirse a la diversidad y la profundidad de las necesidades morales, culturales, intelectuales y el valor de esas necesidades, reflejando todo ello la riqueza cultural y una aceleración de la historia que nos deja asombrados. Pero si nos fijamos en las diferentes épocas de la historia humana, debemos también reconocer que ni ha existido ni existe un desarrollo continuo y progresivo. Y más dramáticamente, tras el advenimiento de las sociedades de clase y el nacimiento de las grandes "culturas" debemos concluir que casi todas desaparecieron irremediablemente y que sólo algunas se trasformaron en algo nuevo. Constatamos que ha habido muchas épocas de regresión cultural y de olvido de lo adquirido, acompañadas en general de un embrutecimiento moral de los hombres y de una brutalidad desmedida en las relaciones humanas. En la base de los progresos realizados por la especie humana está su capacidad para transformar la naturaleza para así satisfacer sus necesidades, las materiales en primer lugar, y en su capacidad para mejorar y desarrollar sus medios y técnicas de producción, lo que Marx llama las "fuerzas productivas". El nivel de desarrollo de esas fuerzas productivas y la división del trabajo que implican es lo que, sobre todo, determina cómo se organiza la sociedad para realizarlas, o sea, las “relaciones de producción”. Cuando las relaciones de producción están en adecuación con el desarrollo de las fuerzas productivas, la sociedad vive entonces un auge no sólo en lo material sino también en lo cultural y lo moral. Pero cuando aquéllas se convierten en estorbo para el desarrollo de éstas, la sociedad vive entonces convulsiones crecientes, amenazada por la barbarie. Baste un solo ejemplo histórico: uno de los pilares del Imperio romano era la explotación de esclavos, especialmente para las labores agrícolas, pero cuando aparecieron nuevas técnicas agrícolas, éstas no podían ser manejadas por productores con un estatuto de res lo cual fue una de las causas de la decadencia y del hundimiento del Imperio.
Hoy podemos observar los impresionantes cambios culturales[1], desde la revolución neolítica, hasta el Renacimiento, el Humanismo y la Revolución rusa, como un preludio a la revolución mundial. Esos “saltos” culturales fueron cada vez el resultado de largos períodos de lucha, durante los cuales las nuevas relaciones sociales debían triunfar sobre las antiguas. Todos nos llevan hacia el próximo cambio: la primera socialización mundial consciente, el socialismo. El marxismo, la teoría del proletariado en su combate contra el capitalismo, posee los medios para mirar con lucidez y sin autoengaño la historia y reconocer sus grandes tendencias. Eso no significa, ni mucho menos, que pretenda leer el futuro en una bola de cristal. Es evidente que nadie puede predecir cuándo ocurrirá la revolución mundial, ni siquiera si ocurrirá. Lo que sí debemos defender y comprender con profundidad, contra todo tipo de resistencias e incomprensiones que afectan incluso a algunos revolucionarios, es la inmensa importancia histórica que tuvo la entrada del capitalismo en su decadencia. La alternativa ante la que nos encontramos desde hace 100 años puede resumirse así: o se produce un próximo cambio social y cultural, el socialismo, o será la barbarie. La gravedad de esa alternativa es más dramática que la de cualquier otra época conocida hasta hoy, porque las contradicciones entre las fuerzas productivas no han cesado de agudizarse, abriendo las puertas no solo al declive social y cultural, sino incluso a la destrucción total de la especie humana. Por vez primera en la historia, se está pues planteando la propia perennidad de la especie humana en la decadencia de un modo de producción. Y, al mismo tiempo, resulta que existen posibilidades históricas gigantescas para un posible desarrollo posterior: el de la entrada en la "verdadera" historia consciente de la humanidad. El modelo capitalista de socialización es el que ha conseguido los mayores logros en la historia de la humanidad. El capitalismo ha absorbido todos los ámbitos culturales de las demás sociedades, y eso cuando no los destruyó, creando por vez primera una sociedad mundial. La forma central de la explotación es el trabajo asalariado, que permite la acumulación del trabajo excedente. El acaparamiento gratuito del trabajo cooperativo extremadamente productivo, del trabajo asociado, socializado es lo que explica la explosión técnica y científica incomparable vinculada a la historia del auge del capitalismo. Pero una de las particularidades de la socialización capitalista es que se realizó de manera inconsciente, determinada por leyes que son la expresión de relaciones sociales determinadas, las del intercambio de fuerza de trabajo por salario, entre productores y poseedores de los medios de producción, y que se presentan como "naturales", "inmutables" y, por lo tanto, exteriores a toda voluntad humana. La visión de la realidad mistificada, cosificada, en la que los seres humanos y las relaciones entre ellos se vuelven “cosas”, la que hace aparecer el enorme incremento de los recursos materiales, de las fuerzas productivas, como si fueran el producto del capital y no del trabajo humano. Pero ocurre que con la conquista del mundo, la Tierra aparece como lo que es: redonda y finita. Y el mercado mundial ya está terminado (después de haberse destruido otras formas alternativas de producción, como, por ejemplo, las producciones textiles china, india y otomana). El triunfo del modo de producción capitalista fue una etapa progresiva en la historia humana, pero el salto dado por la revolución industrial significó para la mayoría de la población del centro del capitalismo la destrucción de formas de vida antaño existentes así como también una explotación feroz, a la vez que en muchas otras partes del mundo ha significado epidemias, hambre y esclavitud. El capitalismo es sin la menor duda la relación de explotación más moderna, pero es, al fin y al cabo, tan parásito como sus antecesores. Para mantener en marcha la máquina de la acumulación, la socialización capitalista necesita siempre más y más materias primas y mercados, así como también debe contar con una reserva de seres humanos obligados a vender su fuerza de trabajo para sobrevivir. Por eso su victoria sobre los demás modos de producción exigió la ruina y la hambruna de los antiguos productores.
El capitalismo se proclama meta y apogeo del desarrollo humano. Según su ideología, fuera de él, no hay nada. Para ello, la ideología capitalista debe ocultar dos cosas: una, que el capitalismo depende históricamente y al más alto grado de las relaciones de producción y de la esfera extra-capitalistas, y la otra, que la socialización capitalista, como todas las demás formas que la precedieron en la historia de la humanidad, no es sino una etapa en el proceso hacia el devenir consciente de la humanidad. La fuerza motriz de la acumulación produce permanentemente contradicciones internas, que estallan cual violenta erupción en las crisis. En la fase ascendente del capitalismo, esas crisis se superaban mediante la destrucción du capital excedentario y la conquista de nuevos mercados. El nuevo equilibrio venía acompañado de una nueva extensión de las relaciones sociales capitalistas, pero con el reparto del mercado mundial entre las potencias centrales del capitalismo, dicho mercado alcanzó un límite. A partir de entonces, los grandes Estados nacionales no pueden proseguir la conquista del mundo si no es enfrentándose; y al estar repartido el pastel entero, cada uno no puede aumentar su parte si no es reduciendo la de los demás.
Los Estados desarrollaron sus armamentos y se lanzaron unos contra otros en la Primera Guerra Mundial. Las fuerzas productivas encadenadas por unas relaciones de producción históricamente superadas se transformaron en una carnicería mundial, en unas fuerzas destructoras de un potencial inimaginable. Con la entrada del capitalismo en su decadencia, la guerra se convierte en una guerra de materiales que someten lo esencial de la producción a las necesidades bélicas. La máquina ciega de destrucción y aniquilamiento arrastra al mundo entero hacia el abismo. Ya bastante antes de 1914, la izquierda de la Internacional socialista, las fuerzas revolucionarias en torno a Rosa Luxemburg y Lenin, se empeñaron con tesón en la lucha contra la amenaza de destrucción imperialista. El marxismo vivo, o sea el único marxismo posible, el que no está encerrado en dogmas y fórmulas vacuas, reconoció que se trataba de una nueva guerra entre Estados-nación, parecida a las anteriores, pero la Primera Guerra Mundial marcó la entrada en la decadencia del capitalismo. Los marxistas comprendieron que se encontraban en una encrucijada histórica, una encrucijada en la que seguimos estando hoy cuando, por primera vez, la lucha podría serlo por la supervivencia de la especie humana. La entrada del capitalismo en su decadencia hace 100 años es irreversible, pero eso no significa, ni mucho menos, la interrupción de las fuerzas productivas. En realidad, esas fuerzas están tan aprisionadas y comprimidas por la lógica de la explotación capitalista que es como si un huracán cada día más brutal estuviera tragándose a la sociedad. Solo la clase obrera podrá dar a la historia una dirección diferente y construir una nueva sociedad. Tras la derrota del levantamiento revolucionario de los años 1917-23 pudo vivirse la barbarie capitalista en su estado puro, de una bestialidad hasta entonces desconocida. El curso hacia otra guerra mundial quedaba así abierto, las personas quedaron reducidas a números y matrículas, encerradas en campos donde se las explotaba hasta la muerte o, sencillamente, eran exterminadas. Los asesinatos estalinistas de masas fueron superados por la demencia exterminadora de los nazis pero la propia burguesía "civilizada" no podía fallar su cita con la barbarie: y así fue, entre otras “gestas”, con el uso de la bomba atómica "democrática" que arrasó por completo dos grandes ciudades de Japón, infligiendo a los escasos supervivientes unos sufrimientos horribles. La máquina del Estado capitalista sólo aprende de la historia cuando debe impedir su propia destrucción, pues la burguesía no va a suicidarse así como así dejando la escena de la historia al proletariado, por eso la única garantía para atajar el curso abierto hacia la guerra fue el retorno de clase obrera después de 1968. Sin embargo, aunque la clase obrera ha podido cerrar el camino hacia un nuevo holocausto mundial, no ha logrado, sin embargo, imponer su propia perspectiva. Nos encontramos pues en una situación en la que ninguna de las dos clases determinantes de la sociedad ha podido dar una respuesta decisiva a una crisis económica irreversible y más profunda cada día. La sociedad vive así en un contexto de putrefacción que socava sus raíces día tras día, una descomposición social que hace más difícil para el proletariado alcanzar una conciencia clara de su perspectiva histórica, una perspectiva que sí estaba ampliamente extendida en sus filas hace un siglo.
Hace cien años y desde entonces, la clase obrera se ha encontrado ante une tarea histórica enorme. La clase del trabajo asociado, la clase obrera, como portadora de la historia de la humanidad, como clase medular en la lucha por la abolición de las clases, debe erguirse contra la barbarie. En la lucha contra la barbarie nihilista y amoral del capitalismo, es la encarnación de la humanidad que toma conciencia de sí misma. Es la fuerza productiva del porvenir, todavía encadenada. Lleva en sí el potencial de un nuevo salto cultural. En la lucha de la época de la entrada en decadencia del capitalismo, apareció toda una generación de revolucionarios en el plano mundial para negar la socialización pervertida y cosificada del capitalismo, y afirmar la asociación consciente de la clase obrera – guiada por el faro de la Internacional Comunista.
Con la revolución rusa, la clase obrera tomó en sus manos la lucha por la revolución mundial. Aquella gran tarea de asumir sus responsabilidades por la humanidad entera sigue siendo para nosotros, casi 100 años después, una tarea palpitante. Frente a la amenaza de embrutecimiento se yergue una indignación moral en el corazón de la clase obrera, que sigue siendo para nosotros hoy nuestra brújula. La clase obrera sufre con el conjunto de la sociedad bajo el peso de la decadencia. Nuestra propia identidad se ve atacada por la atomización y la ausencia de perspectiva. En los enfrentamientos venideros, la clase obrera mostrará si es capaz de recuperar la conciencia de su tarea histórica. Será quizás una etapa corta, históricamente hablando, la de pasar de la indignación moral a la politización de toda una generación. Un nuevo salto cultural en la historia de la humanidad es posible e indispensable, eso es lo que nos enseña la historia viva.
CCI, enero de 2014
[1] Para entendernos, agrupamos bajo el término de “cultura” todo lo que forma una sociedad determinada: su modo de reproducirse materialmente, pero también el conjunto de su producción artística, científica, técnica, y moral.
Durante los últimos cinco años, la población del norte de Nigeria ha estado viviendo en un estado de terror. Desde su primera llamada a la yihad en 2009, Boko Haram ha llevado a cabo las más horribles atrocidades. El grupo simplemente masacra a todos aquellos que no encajan en su versión del Islam y la ley islámica –a los aldeanos, los estudiantes... Desde el comienzo de este año, Amnistía Internacional estima que sus crímenes han contabilizado 1500 víctimas, a las que hay que añadir los 300 quemados vivos y ametrallados en el pueblo de Gamboru Ngala. Y probablemente más de 118 personas reventadas por los bombardeos de un mercado y un hospital en Jos el 20 de mayo.
Este grupo y su bárbara ideología es, sin duda, una caricatura de la descomposición del capitalismo, que oscila entre la irracionalidad y el nihilismo. En particular, se oponen a cualquier cosa que suponen estar vinculada a la cultura y la educación "moderna" u "occidental": su nombre significa literalmente "la educación occidental está prohibida"…
La atención de los medios de comunicación mundiales se ha enfocado especialmente en el secuestro de 276 chicas de secundaria desde su residencia en Chibok. Un gran número de las chicas desfilaron posteriormente frente a las cámaras como “convertidas” al Islam, no antes de que el líder de Boko Haram Abubakar Shekauhad fuera filmado despotricando sobre cómo las niñas serían vendidas como esclavas en el mercado.
Un acto tan bárbaro ha provocado una gran indignación, como se puede observar en los medios de comunicación y redes sociales en muchos países. El lema “Traed de vuelta a nuestras chicas” apareció el 23 de abril y se difundió en Internet por millones de personas. Esta ha sido una sana reacción, una negativa a permanecer indiferente a todas las atrocidades que se están cometiendo cada día, en todo el mundo. La clase explotada en general se conmueve más por el destino de otros seres humanos que tal vez no conozcan pero con quienes se sienten conectados. Este sentimiento instintivo de pertenencia a la misma humanidad es un elemento clave en las luchas de clase del futuro...
Sin embargo, la burguesía, a través de sus portavoces políticos, se ha subido rápidamente al carro y lo utiliza para hacer un gran despliegue de emoción y “solidaridad”. Así por ejemplo tenemos a Michelle Obama posando frente al lema de “Traed de vuelta a nuestras chicas”, convenientemente hechos a mano para confirmar su autenticidad. Esta imagen recorrió el mundo como un símbolo de la preocupación de las grandes potencias por las escolares amenazadas. ¡Qué cinismo! ¡Qué hipocresía! Es cierto que Boko Haram es un grupo de fanáticos asesinos. Pero la gran burguesía no es menos asesina. La burguesía funciona con un sistema de explotación inhumano y nada le hará detenerse en la defensa de sus intereses: asesinatos, masacres masivas, campañas de calumnias... Lleva a cabo masacres a gran escala y con un frío cálculo: dos guerras mundiales, Corea y Vietnam, la guerra del Golfo del 91, las guerras en Afganistán e Irak en la década del 2000… La lista de matanzas imperialistas es inacabable. Mientras tanto, mientras que los medios de comunicación generaban un inmenso ruido “en apoyo” de las escolares, los padres de las estudiantes eran los que tenían que pagar el coste de la gasolina para buscar a sus hijas desaparecidas...
Todo este circo mediático tiene un solo objetivo, el de restaurar la imagen de los dirigentes de los grandes países democráticos. Unas bonitas fotos, algunas buenas palabras, unos cuantos clics en las redes sociales y unas lágrimas de cocodrilo delante de las cámaras – ¿qué mejor manera la de estos carniceros para hacer que olvidemos sus propias cruzadas bañadas en sangre?
Así es cómo la burguesía utiliza la barbarie de su propio sistema para regenerar su ideología democrática y para justificar una nueva ronda de intervenciones en la región. La guerra lanzada por Boko Haram se limita principalmente al norte del país y no tiene todavía un gran impacto en la economía nigeriana –la principal riqueza del país, su petróleo, sus grandes ciudades, sus centros de producción, están situados en el sur. Pero aunque las campañas de las grandes potencias occidentales no están vinculadas a un motivo económico inmediato, todavía tienen intereses geo-estratégicos muy importantes en la región y esta es una nueva oportunidad para introducirse militarmente antes que los demás. Así que el 6 de mayo, Estados Unidos anunciaba que estaba enviando sus 'técnicos' para ayudar; al día siguiente Francia siguió el juego con el anuncio de que podría enviar un "equipo especializado"; poco después Gran Bretaña envió sus “consejeros especiales”, y los israelíes han conseguido también meterse en el tema.
A todas estas grandes potencias les importa un comino las colegialas. La experiencia nos ha demostrado que las intenciones humanitarias de la burguesía equivalen a una coartada para avanzar sus peones en la despiadada competencia imperialista en la que están todos involucrados.
DG, 15 de mayo 2014
Elegir entre monarquía o república es un falso problema. Ambos son variantes del Estado capitalista. Este, sea cual sea su forma (monarquía-república, dictadura-democracia) es un aparato exclusivo y excluyente del capital, no es un órgano “de todos” sino que está al servicio de la minoría explotadora. La esencia del Estado es el ejército, la policía, los tribunales, las cárceles, la burocracia; el Estado es, como decía Engels, el “capitalista colectivo ideal”, la herramienta con la que cada capital nacional defiende sus intereses tanto frente a sus rivales –otras naciones– como, sobre todo, contra el proletariado.
La burguesía es una clase minoritaria en la sociedad y sin embargo mantiene sometidos al imperio de sus intereses al proletariado y a la inmensa mayoría. Uno de los medios para ello es hacernos pensar y luchar en falsos problemas evitando así que nos planteemos los verdaderos problemas.
Elegir entre monarquía o república es un falso problema. Ambos son variantes del Estado capitalista. Este, sea cual sea su forma (monarquía-república, dictadura-democracia) es un aparato exclusivo y excluyente del capital, no es un órgano “de todos” sino que está al servicio de la minoría explotadora. La esencia del Estado es el ejército, la policía, los tribunales, las cárceles, la burocracia; el Estado es, como decía Engels, el “capitalista colectivo ideal”, la herramienta con la que cada capital nacional defiende sus intereses tanto frente a sus rivales –otras naciones– como, sobre todo, contra el proletariado.
Para que la lucha del éste sea eficaz ha de ir a la raíz de los problemas. La raíz del desempleo, de la miseria rampante, de la barbarie moral, de los enormes sufrimientos que afectan cada vez más dolorosamente a la inmensa mayoría, no está ni en la forma de estado ni en el tipo de gobierno, está en el capitalismo y en el Estado que lo defiende.
La burguesía española –como otras burguesías del mundo– cambiará de “forma de Estado” si ello le permite defender mejor sus intereses y, sobre todo, mejor engañar, dividir y finalmente aplastar al proletariado, la clase revolucionaria de esta sociedad.
La burguesía española tiene una larga experiencia en aquello de que “todo cambie para que todo siga igual”, como dice un avispado vizconde en la novela El Gatopardo. Ya lo hizo en 1931 cuando envió a Alfonso XIII al exilio nombrando presidente a un terrateniente andaluz y antiguo monárquico – Alcalá Zamora. Lo repitió con la tan ensalzada transición cuando la dictadura de Franco fue reemplazada por la democracia con el aval entusiasta de franquistas de toda la vida (Suarez, Fraga), codo con codo con los “demócratas de toda la vida”, el PCE y el PSOE.
Lo volverá a hacer de nuevo si la situación lo requiere. Ya prepara las nuevas músicas: mientras PP-PSOE, debido a sus responsabilidades de gobierno, apoyan al viejo y al nuevo monarcas, los partidos “más a la izquierda” (IU, Podemos, etc.) enarbolan la otra versión del Estado capitalista: la República. En todo caso, hoy todos sin excepción entonan los mismos cánticos: con la abdicación de Juan Carlos tendríamos “el cambio”, un “tiempo nuevo”, “el ascenso de una nueva generación”. Una burda retórica que esconde una realidad que no solo no cambia sino que empeora por momentos.
Perder el tiempo en un falso dilema –monarquía o república– nos aleja de la verdadera disyuntiva: socialismo o barbarie.
Juan Carlos I, rey de España durante los últimos 39 años, ha abdicado. Era obvio que la monarquía necesitaba renovar y mejorar su imagen, que empeora día a día. Parece que, desde el Estado, se ha considerado que ya había llegado ese momento de renovación de imagen y así lo han hecho: el hasta ahora príncipe Felipe será rey dentro de poco. Ante esto, muchos trabajadores empiezan a responder rechazando la monarquía... y pidiendo una república.
Conviene dejar bien claro que el Estado no “somos todos”: el Estado moderno es un órgano para gestionar los asuntos comunes de la burguesía de la nación, para organizar la competición contra las burguesías extranjeras, para asegurar las condiciones de explotación de los trabajadores y, en resumen, para asegurar en la medida de lo posible la permanencia del capitalismo. Y va a seguir siendo de esta forma mientras existan los antagonismos de la sociedad de clases en que el Estado hunde sus raíces.
Todos los trabajadores, los proletarios, privados de los medios necesarios para producir, somos esclavos asalariados. Las palancas que mueven todo las accionamos nosotros pero las gestionan sólo unos pocos, y el valor creado por nosotros se nos quita de las manos en la rueda loca de la acumulación de capital. A nivel nacional, el capital es capaz de organizarse para perfeccionar nuestra explotación y sometimiento y para competir mejor contra los capitales de otras naciones. Y todo eso lo lleva a cabo por medio del Estado.
Es innecesario hablar de que la monarquía es una institución al servicio del Estado burgués, una institución más del órgano que dota de unidad a la burguesía de donde vivimos y les permite gestionar nuestra explotación. Pero la monarquía no es más que un muñeco de paja, un títere inerte. Y la desaparición o no de ese muñeco de paja no es algo que nos concierna a nosotros, los trabajadores. Los trabajadores (¡de todo el mundo!) tenemos, en el fondo, un sólo interés: dejar de ser explotados.
El Estado español tuvo forma republicana hace ocho decenios. Aprovechemos para recordar que este año se cumplen ochenta años del aplastamiento brutal, del ahogamiento en sangre de nuestros hermanos de clase que se atrevieron a levantarse contra la explotación en la Asturias de la maravillosa República, asesina de obreros y gestora de explotación [1].
¿Qué diferencias hay entre la monarquía parlamentaria actual y una eventual república? En el fondo, ninguna. Ambas siguen siendo un órgano para gestionar nuestra explotación, ambas siguen siendo algo ajeno y opuesto a nuestra clase.
Nuestros intereses, por tanto, no son facilitar el trabajo de la burguesía dando nuestro apoyo a tal o cual forma de gestionar nuestra explotación, sino que son destruir las relaciones de explotación en las que hunde sus raíces tanto la monarquía como la república para poder pasar a disponer de nuestras capacidades, para orientar la sociedad en beneficio de nuestras necesidades. No se trata de elegir cómo es tal o cual detalle del órgano que nos explota sino de destruirlo.
El ala izquierda del capital (a saber; partidos, sindicatos, asociaciones y plataformas de todo tipo) nos dicta consignas vacías que son ajenas a nosotros, que nos llevan a acciones estériles y en nuestra propia contra y que quiere que identifiquemos a toda costa nuestros intereses con el Estado, lo que no es sino otra forma de decir que identifiquemos nuestros intereses con los del capital. Si queremos luchar por nuestros propios intereses no lo podemos hacer marchando detrás de ellos, para nosotros no puede haber más salvador que nosotros mismos. Así, tenemos que romper con su dinámica para ir hacia la dinámica histórica de nuestra clase: en vez de discursos de escuchar y callar, debate que clarifique qué queremos y cómo lo queremos. En vez de sectorialismo (sector educativo, sector sanitario, sector industrial etc. cada uno por su lado), unidad de clase. En vez de pedir una república, combatir por poner el poder en nuestras propias manos. En vez de sindicatos, partidos y asociaciones; asambleas y consejos obreros.
Circulo de Debate Acción Internacionalista – acciinter@gmail.com [7]
¿Monarquía o república?
¡Sociedad sin Estado y sin clases!
Nuestra emancipación será obra de nosotros mismos o no será
[1] Quienes estén interesados sobre qué fue realmente la República pueden consultar nuestro libro España 1936: Franco y la República masacran a los trabajadores. https://es.internationalism.org/booktree/539 [8]
Según los sesudos analistas políticos, las elecciones europeas han deparado muchas sorpresas. El triunfo de la extrema derecha en Gran Bretaña y Francia. Los éxitos de la izquierda en Italia, Portugal y por número de votos en España.
¿En qué contexto histórico tienen lugar las elecciones del 25 mayo? En primer lugar, la crisis capitalista continúa desarrollándose en profundidad pese a que se dé un cierto respiro en los países europeos a nivel de cifras macroeconómicas no desde luego en la vida cotidiana del proletariado donde se ve una agudización de la explotación y un deterioro sin perspectiva, el desempleo no cesa de aumentar golpeando en pleno rostro a los más jóvenes.
En segundo lugar, los conflictos imperialistas muestran una agravación considerable: en Irak vemos claramente el peligro de desintegración del país y la manifestación rotunda del fracaso de Estados Unidos. En Ucrania la situación se encona, mientras los demás focos de contienda no desaparecen y se van agravando en profundidad [1].
Pero el parámetro más importante para analizar la situación actual tanto respecto a la acción de la burguesía como en relación al proletariado es el peso de la descomposición social del capitalismo [2]. De todo esto, las elecciones europeas han sido una ilustración “de manual”.
Los acontecimientos no pueden verse desde un prisma inmediato y coyuntural sino que para comprenderlos cabalmente hace falta colocarlos en un marco histórico y global, dentro del cual captar lo que aportan. Desde hace más de 30 años la situación mundial viene presidida por la tendencia a la descomposición que nace de una situación histórica inédita que describimos en la tesis 4: “La crisis abierta que se inicia a finales de los años 60 abre de nuevo la vía a la alternativa histórica guerra mundial o enfrentamientos de clase generalizados. Pero, contrariamente a la crisis abierta de los años 30, la crisis actual se ha desarrollado en un momento en el que la clase obrera no estaba sometida a la contrarrevolución. Por eso, con su resurgir histórico a partir del año 1968, dio la prueba de que la burguesía no tenía las manos libres para desencadenar una tercera guerra mundial. Al mismo tiempo, aunque el proletariado ha encontrado las fuerzas para impedir esa “solución”, en cambio no ha encontrado todavía las fuerzas necesarias para echar abajo al capitalismo. En una situación así, la historia sigue, sin embargo, su curso. En el capitalismo, todavía menos que en los demás modos de producción que lo precedieron, la vida social no puede “estancarse” ni quedar “congelada”. Mientras las contradicciones del capitalismo en crisis no cesan de agravarse, la incapacidad de la burguesía para ofrecer a la sociedad entera la menor perspectiva y la incapacidad del proletariado para afirmar, en lo inmediato y abiertamente la suya propia, todo ello no puede sino desembocar en un fenómeno de descomposición generalizada, de putrefacción de la sociedad desde sus raíces”.
¿Qué consecuencias acarrea esta situación de pudrimiento de la sociedad en la raíz?
Por parte de la burguesía, sus gobiernos navegan en el proceloso mar de la crisis sin una orientación clara, van dando bandazos sin rumbo, no ofrecen ningún proyecto concreto, capaz de “ilusionar a la sociedad”. Al contrario, asistimos a una política basada en el corto plazo más rastrero, en la ausencia de toda consideración por el interés general y la primacía descarada de sectores particulares de la clase dominante. Lo único que interesa a gobernantes y capitalistas es lucrarse sin límites, sin ofrecer la más mínima perspectiva.
Esta situación es muy diferente de la que prevaleció en los años 30 del siglo XX, entonces “la burguesía, frente a la crisis, tenía las manos libres para dar rienda suelta a su “solución” [la guerra mundial imperialista]. Una solución de una crueldad indecible, una respuesta a la crisis de carácter suicida que produjo la mayor catástrofe de la historia humana[3]; pero también una solución en torno a la cual ella pudo, al no haber una resistencia significativa del proletariado, organizar el aparato productivo, político e ideológico de la sociedad” (tesis 5). Hoy, en cambio, “la burguesía ha sido incapaz de organizar lo mínimo para movilizar a los diferentes componentes de la sociedad, incluso entre la clase dominante, en torno a un objetivo común, si no es el de aguantar paso a paso y sin esperanzas de lograrlo, ante los avances de la crisis” (tesis 5).
Esta incapacidad creciente de la burguesía para imponer cohesión y disciplina a todas sus fracciones, da como resultado un creciente desorden en su aparato político que se ve cada vez más golpeado por el “sálvese quien pueda”, la fragmentación y la dispersión. “La base de este fenómeno es que la clase dominante cada día controla menos su aparato económico, infraestructura de la sociedad. El atolladero histórico en que está metido el modo de producción capitalista, los fracasos sucesivos de las diferentes políticas instauradas por la burguesía, la huida ciega permanente en el endeudamiento con el cual va sobreviviendo la economía mundial, todos esos factores repercuten obligatoriamente en un aparato político incapaz, por su parte, de imponer a la sociedad, y en especial a la clase obrera, la «disciplina» y la adhesión que se requieren” (tesis 9).
Los resultados de las elecciones europeas se pueden comprender fácilmente a la luz de los análisis que acabamos de exponer y que tienen como común denominador la descomposición del capitalismo.
Los Estados democráticos utilizan el mecanismo electoral para legitimar y plebiscitar sus orientaciones políticas con el voto popular. Si las distintas fracciones de la burguesía son disciplinadas y responsables respecto al interés nacional y se atienen con rigor a lo que necesita éste en cada momento, resulta relativamente fácil conducir a los electores a dar el resultado apetecido. Sin embargo, es más difícil si los partidos burgueses tienden cada vez más a la indisciplina y el sálvese quien pueda.
Las elecciones europeas son un mecanismo que no decide nada en lo referente a lo que verdaderamente interesa a cada capital nacional: el gobierno del Estado, de ahí que sean utilizadas por cada burguesía nacional para testear las tendencias que existen en la población y, con especial atención, a lo que sucede en la clase obrera.
Respecto a ese testeo, las elecciones europeas del 25 de mayo han deparado 3 claros fenómenos:
La creciente desafección hacia los “grandes partidos” manifestada por la abstención revela la dificultad creciente que tiene la burguesía para manejar adecuadamente las elecciones. Salvo excepciones, los Estados democráticos son en realidad un régimen de partido único pero con dos caras, un centro-derecha y un centro-izquierda, lo que se llama el bipartidismo, que ha monopolizado el poder durante décadas.
Debido a la descomposición, este régimen bipartidista sufre un fuerte desgaste, el cual es más acusado en Francia a causa de la debilidad crónica de la Derecha. Esto es lo que explica la fuerza creciente que alcanza la extrema derecha de la familia Le Pen[4]. En cambio, en España, Italia, Portugal y Grecia, es la izquierda la que ha ganado. ¿Sería debido a una “mayor conciencia ciudadana”, como presumen con orgullo nacionalista los partidos de izquierda? En absoluto, el hecho de que durante muchos años en esos países la derecha ejerciera una dictadura abierta (España, Portugal y Grecia) o encubierta (durante más de 40 años la Democracia Cristiana monopolizó el poder en Italia) obliga a la burguesía a dar más cancha a la izquierda. De ahí que los resultados parezcan dispares a los de Francia o Gran Bretaña.
Es necesario evaluar cuidadosamente estos fenómenos. De forma muy optimista y en base a un razonamiento mecánico, se suele considerar que la creciente abstención sería el síntoma de una toma de conciencia en las filas proletarias.
Esto no es así. La abstención expresa esencialmente apatía, nihilismo, desinterés por lo que sucede en el mundo, encierro en lo “privado”. Nada de esto expresa la menor toma de conciencia proletaria, al contrario, comporta un debilitamiento considerable. La abstención, aparte de que recorre a todas las capas de la sociedad, incluidos burgueses individuales, hay que verla como manifestación del peso de la descomposición sobre la clase obrera. Este peso se ve aún más claramente con el éxito del FN en Francia y de UKIP en Gran Bretaña.
Estos partidos han recogido un voto del miedo. Miedo al futuro. Miedo al extranjero. Miedo a las diferencias. Con la descomposición se desarrollan fenómenos de xenofobia, de refugiarse en la familia, en las pequeñas comunidades locales, en las bandas etc., para tratar de darse una ilusoria protección frente a un mundo cada vez más hostil, cruel e incierto.
Esta huida hacia “mundos aparte” es radicalmente reaccionaria. Por ejemplo, encerrarse en la familia como supuesto “refugio protector” es perderse en una institución estatal que reproduce a nivel “microscópico” la represión y el control social que el Estado ejerce a escala macroscópica. Es huir de la garra del zorro para meterse en la boca del lobo.
En un contexto donde la clase obrera sufre una pérdida de identidad y una seria desconfianza en sí misma, esta situación de desarticulación social, de creciente depravación moral, de ausencia absoluta de perspectivas, puede empujar a sectores de la clase obrera a seguir irracionalmente a los líderes populistas que critican demagógicamente a todos los políticos, que preconizan la nación como una “madre protectora” y que designan toda clase de chivos expiatorios sobre los cuales cargan todos los problemas habidos y por haber.
Ciertos sectores de parados de larga duración, aunque también de jóvenes parados, han mostrado una vulnerabilidad a los cantos de sirena de la extrema derecha. Esto es debido a que, como decimos en la Tesis 14: “El desempleo, resultado directo de la crisis económica, aunque en sí no es una expresión de la descomposición, acaba teniendo, en esta fase particular de la decadencia, consecuencias que lo transforman en aspecto singular de la descomposición. Aunque en general sirve para poner al desnudo la incapacidad del capitalismo para asegurar un futuro a los proletarios, también es, hoy, un poderoso factor de “lumpenización” de ciertos sectores de la clase obrera, sobre todo entre los más jóvenes, lo que debilita de otro tanto las capacidades políticas actuales y futuras de ella”.
Estas ideologías reaccionarias, irracionales y pogromistas, son compartidas por los partidos del aparato político de la burguesía. Sin embargo, solamente la extrema derecha las presenta abierta y sistemáticamente. Aunque, cabe señalar que en los últimos años ha surgido un populismo de izquierda que compite con aquella desarrollando los mismos temas xenófobos y ultra-nacionalistas con “argumentos” aparentemente “solidarios” y “en defensa de los de abajo”. Esta forma cínica e hipócrita de defender la barbarie no hace más que echar agua al molino del populismo. El Frente de Izquierdas francés compite descaradamente en temas nacionalistas y de “rechazo al extranjero” con el Frente Nacional de Le Pen. Syriza en Grecia y Podemos [5] en España, muy ensalzados como “renovadores de la izquierda”, desarrollan un nacionalismo que nada desmerece del exhibido por los grupos fascistas.
El Frente Nacional en Francia ha heredado casi todos los temas patrioteros, de “defensa nacional contra el imperialismo extranjero”, de rechazo a la emigración, que defendía a capa y espada el casi moribundo PCF. En realidad, las zonas industriales o de la periferia de París, antaño feudos electorales del estalinismo, han pasado en muchos casos a manos de las huestes de Le Pen. ¡Para ello no le ha hecho falta a Madame Le Pen cambiar de discurso!
La izquierda presenta a los populistas de extrema derecha como la resurrección del fascismo de los años 30. Una vez más sus “razonamientos” son interesadamente sofistas. En los años 30, el régimen nazi respondía a una necesidad de la burguesía alemana de desarrollo de la economía de guerra en las condiciones de derrota previa del proletariado perpetrada por la socialdemocracia en 1918-23 [6].
Actualmente, estos partidos no tienen una perspectiva de tomar el poder. Su programa económico y político es completamente absurdo desde el punto de vista de lo que necesita el capital nacional y cuando han tenido responsabilidades de gobierno –como en Austria u Holanda- se han desprestigiado rápidamente. Su ascenso es motivado por los efectos de la descomposición y su función es recoger y azuzar los sentimientos reaccionarios que esta provoca sin por ello canalizarlos hacia la acción gubernamental. La postura de “oposición” les resulta mucho más cómoda y hace más eficaz su impacto sobre sectores obreros y de otras capas de la población.
Toda una serie de fenómenos que se han exacerbado con la descomposición si se analizan parcialmente uno a uno y fuera de una perspectiva proletaria, provocan sentimientos de miedo, desorientación, irracionalismo y misticismo, que abonan el terreno a la propaganda populista. Veamos algunos de ellos:
“Todas esas manifestaciones de la putrefacción social expresan no sólo la dislocación de la sociedad burguesa, sino y sobre todo la destrucción de todo principio de vida colectiva en el seno de una sociedad sin el menor proyecto, la menor perspectiva, incluso a corto plazo, incluso la más ilusoria” (tesis 8)
El impacto negativo de estos fenómenos ligados a la descomposición solo podrá empezar a superarse desde la lucha masiva y con una clara orientación revolucionaria de sectores importantes del proletariado. Mientras no se llegue a esa situación, tienen una influencia destructiva sobre la conciencia y la solidaridad proletarias. En particular, propician en las filas obreras el cáncer del inmediatismo y el activismo, llevando a la búsqueda desesperada de consuelos y de soluciones fáciles.
Frente a ello, de forma paciente y perseverante, hay que fomentar a través de la elaboración teórica y el debate lo más amplio posible, los anticuerpos que posee el proletariado como clase histórica y mundial.
La descomposición ataca directamente esos anticuerpos:
Hemos de desarrollar, cultivar obstinadamente, esos 4 anticuerpos, de su extensión a toda la clase obrera depende el porvenir de la humanidad
Smolny, 15-6-14
[1] Para darse una visión global ver el informe sobre las tensiones imperialistas de nuestro último congreso internacional, /content/3985/informe-sobre-tensiones-imperialistas [13]
[2] Ver nuestras “Tesis sobre la Descomposición”, /revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [14]. Las citas a continuación se han tomado de dicho documento.
[3] Recordemos que la 2ª carnicería imperialista mundial entre 1939-45 produjo 60 millones de muertos y dio lugar a cumbres de barbarie jamás conocidas en la historia humana como los campos de exterminio nazi o bombardeo atómico de Hiroshima-Nagasaki por parte del bando democrático.
[4] Conviene recordar que éste último fue promocionado por el presidente socialista Mitterand que estuvo en el poder entre 1981-1995, con el objetivo de dividir a la derecha.
[5] Ver “Podemos, un poder del Estado capitalista”, /cci-online/201406/4033/podemos-un-poder-del-estado-capitalista [15]
[6] Ver en Revista Internacional nº 3 “Orígenes económicos, políticos, y sociales del fascismo”, /revista-internacional/197704/111/origenes-economicos-politicos-y-sociales-del-fascismo [16]
La sorpresa de las recientes elecciones europeas ha sido los 5 diputados obtenidos por una nueva fuerza aparentemente surgida de la nada: Podemos. Sectores de jóvenes, algunos restos degenerados de lo que en su día fueron las Asambleas del 15 M[1], lo han apoyado creyendo que algo podrá hacer en la lucha contra el increíble deterioro de las condiciones de vida de la inmensa mayoría al que estamos asistiendo. Para ver si esta expectativa tiene fundamento necesitamos empezar por una pregunta: ¿Es “el voto” un medio que tendrían los explotados para luchar por sus condiciones de vida?
Según la ideología dominante, la única manera de mejorar nuestra suerte es votando.
Si vemos las cosas según la lógica formal esto parece inobjetable. Los explotados serían la mayoría de la población, les bastaría con votar al partido que más favoreciera sus intereses para de esta manera mejorar su situación.
Sin embargo, cuando se mira la realidad esa especulación aparentemente irrefutable se derrumba como un castillo de naipes. Para empezar, la marcha de todos los países está gobernada por leyes ciegas, no escritas, que brotan de las relaciones de producción capitalista; los vaivenes de este sistema de producción que engloba al planeta entero son los que determinan con mayor o menor intensidad el destino y la evolución de todos los países. Es cierto que a través de la política económica e imperialista, cada Estado, aprovechando su posición en el tablero mundial, puede mejorar algo su situación, generalmente en detrimento de sus rivales, pero vistas las cosas histórica y mundialmente, el destino de la humanidad depende en gran medida de la evolución de un capitalismo que es un sistema que lleva más de 100 años de decadencia y amenaza con hacernos caer en la barbarie de la autodestrucción[2].
Una primera conclusión debe ser sacada: nuestro porvenir no se puede decidir encerrados en la cárcel de “nuestro país” sino a escala mundial. La lucha unida del proletariado mundial es la única que podrá decidir el porvenir de toda la humanidad.
Una segunda reflexión es además necesaria. El voto –dicen– es para enviar diputados al Estado, el cual decidiría el rumbo de la sociedad según la voluntad de la mayoría. Pero ¿es eso así? Mil hechos nos muestran que NO. El Estado es una máquina al servicio exclusivo y excluyente de la minoría explotadora, la burguesía. Nació con la sociedad de clases y desde entonces no ha hecho otra cosa que reforzarse e identificarse con el modo de explotación reinante. Bajo el capitalismo, el Estado se impregna hasta la médula de su lógica y defiende de forma acérrima sus intereses incluso entrando en conflicto con tal o cual capitalista individual. El Estado es el consejo de administración del conjunto del Capital Nacional. Además, el Estado es mucho más que su parte visible: Jefatura del Estado, Gobierno, Parlamento, administraciones regionales y municipales… Tras ese decorado se halla un aparato frío e impersonal formado por ejército, policía, tribunales, cárceles, burocracia…
El proletariado no podrá aportar nada a la defensa de sus intereses y a la liberación de la humanidad si se mete en la boca del lobo del Estado. Su experiencia histórica le muestra unos medios totalmente diferentes para intervenir en la evolución social. Se trata de las asambleas generales y, en situaciones de maduración revolucionaria, los consejos obreros, órganos no estatales, donde los proletarios pueden construir su unidad y tomar las riendas del porvenir[3].
Mientras el Estado es un órgano de sumisión y aplastamiento de todos los explotados, las asambleas y consejos obreros son el cauce de nuestra auto-actividad, la plataforma para poder pensar y decidir juntos, el medio de estimular nuestras iniciativas y nuestra creatividad.
Y esto nos lleva a un último punto. El voto nos atomiza y nos divide reduciéndonos a la entelequia de un individuo supuestamente soberano, autónomo y plenipotenciario. El voto parte de la suposición idealista de que cada individuo es un propietario privado que lo hace independiente y dueño de sí mismo y que por lo tanto, podría decidir libremente y sin ninguna atadura sobre los asuntos del país.
Esto no tiene ni pies ni cabeza; sabemos que los trabajadores y la inmensa mayoría están desposeídos de todo medio de producción y vida. Su única “propiedad privada” es su fuerza de trabajo que tienen que vender al capital. De “su casa” lo único que poseen es la hipoteca que han de pagar y ya hemos visto como miles y miles han sido brutalmente arrojados de su “propiedad”.
Ese individuo atomizado, encerrado en “sus asuntos”, separado de los demás, es presa fácil de las manipulaciones, las promesas, los engaños, de los políticos. No está decidiendo “en conciencia” sino dejándose llevar por falsas promesas y planteamientos trucados.
Esto es radicalmente diferente de las asambleas generales creadas y controladas por los obreros en lucha donde todos pueden sentir la fuerza de actuar en común, asociadamente, donde cada cual puede aportar lo mejor de sí mismo, donde todos se pronuncian asumiendo plenamente su responsabilidad (mientras que con el voto, que es secreto, se es totalmente hipócrita e irresponsable pues cara a la galería se puede decir una cosa y luego en la cabina hacer otra).
Podemos criticar a los dos grandes partidos a los que considera incluidos en “La Casta”[4], un concepto de lo más ambiguo pues ¿quién está en esa “casta”? ¿Sólo los políticos corruptos? ¿Solo una parte de los capitalistas?
Esta ambigüedad permite alimentar el típico engaño de que existiría un capitalismo “bueno”, progresista y “aprovechable” y un capitalismo “malo” y “antipatriota”. Esta idea ha sido repetida hasta la náusea tanto por partidos de izquierda como de derecha, para los cuales “los burgueses lo son y deben seguir siéndolo... en interés de la clase trabajadora” (El Manifiesto Comunista).
Podemos es tan patriota como la extrema derecha. En realidad, el patriotismo es el atributo de todo partido del capital, sea de derechas o de izquierdas. El líder de Podemos se ha esmerado en demostrar su defensa intransigente del capital español: “Echo en falta cierto patriotismo en la política española”, declara a La Razón, añadiendo: “Amamos nuestro país y no queremos ser países que sólo nos dediquemos a ponerle cañitas y tapitas a los ricos del norte que vienen a veranear”[5]. El nacionalismo es por definición excluyente, los “forasteros” –vengan del norte rico como turistas o del sur pobre como emigrantes– serían los enemigos de la “comunidad nacional”. La Izquierda –pero igualmente la extrema derecha– vende el cuento de una patria “para los españoles de a pie”. Esto es falso pues la nación es la finca privada del conjunto de capitalistas de un país y el interés nacional del capital exige despidos, recortes, rebajas salariales, desahucios y el sacrificio supremo de asesinar y ser asesinado en la barbarie de la guerra imperialista. Por mucho que Podemos rechace al futuro rey comparte con él la defensa de la “querida España” (palabras de un discurso reciente de Felipe). Del mismo modo, podrá despotricar contra el PP-PSOE, “los dos puntales de la Casta”, sin embargo coincide con ellos en la defensa de España. La crítica que Iglesias hace al gobierno es la de no ser suficientemente patriota: “El Gobierno debería ser patriota y suspender el pago de la deuda”[6] y al jefe de la oposición le espeta: “Yo no le pido que sea socialista, señor Rubalcaba, le pido que sea patriota”[7].
El segundo pilar del programa de Podemos está en la defensa de la democracia. Critica a los dos grandes partidos sobre todo porque alejan a las gentes de la democracia. Pretende hacerla creíble con jueguecitos participativos: primarias, opinión on line y “asambleas ciudadanas” para decidir su línea política.
Todo esto parece muy atractivo pero se da de bruces con la realidad. Podemos ha nacido con un aparato cuidadosamente organizado. En la sombra hay un partido de extrema izquierda –Izquierda Anticapitalista– y una serie de hombres fuertes entre los que destacan junto a Iglesias, Monedero procedente de IU y Errejón que ha colaborado con los regímenes de Morales en Bolivia y de Chávez en Venezuela. Por otra parte, se basa en un descarado culto a la personalidad del “querido líder”, el súper televisivo Pablo Iglesias cuya imagen estaba en marca de agua en las papeletas electorales del partido.
Esta promoción de un “hombre providencial” es una práctica típicamente estatal y capitalista. En todos los partidos de la burguesía, el político que logra ascender a la cumbre del partido es ciegamente ensalzado y peloteado por todo el aparato, figura obsesivamente en los carteles electorales, es el único que habla ante las cámaras, deja las tareas sucias a los números dos etc. Podemos ha seguido al pie de la letra este guión.
El Estado democrático oculta una dictadura tan totalitaria como la de los regímenes de partido único. El ejecutivo es detentado por los dos partidos mayoritarios que se turnan en el ejercicio de una política que apenas se diferencia más allá de algunos matices y de la demagogia empleada. El resto de partidos entra en el parlamento para canalizar el descontento y renovar constantemente la ilusión de que “se puede hacer algo” mediante el voto. Una de sus bazas es la de proponer medidas demagógicas y lanzar toda clase de órdagos a sabiendas de que no van a tener que cumplirlas pues no van a poder gobernar.
Podemos participa en ese juego. Su programa promete de todo: “Queremos una Europa del trabajo digno, la sanidad universal, la educación, la vivienda, las pensiones, la ayuda a la dependencia, y el respeto al medioambiente”, palabrería vacía que oculta el crecimiento del paro, el deterioro de la sanidad y la educación, los desahucios, el recorte de las pensiones y de las prestaciones de todo tipo e igualmente el vertiginoso proceso de destrucción medioambiental.
Por otra parte, Podemos trata de combatir el descrédito del Estado democrático vendiendo la ilusión de que sería posible una “verdadera democracia”. Es el sentido de la ambigua frase de Iglesias que habla de “Lo que yo digo es que lo que estamos diciendo no es de derechas ni de izquierdas, y eso es de sentido común. Que la clave de este momento no es un eje derecha-izquierda sino democracia respecto a dictadura”[8]. El desgaste evidente del “bipartito” (PP-PSOE) que está afectando igualmente a sus comparsas (UPYD-IU), lleva a Podemos a reivindicar una especie de “Frente popular nacional” donde quepan “todos”, de izquierdas y de derechas[9], para eliminar las “imperfecciones dictatoriales de la democracia”.
Esto es una tomadura de pelo y una forma de desviar nuestra lucha hacia callejones sin salida. Las políticas de los gobiernos contra los trabajadores y la inmensa mayoría, la corrupción de los políticos y el favoritismo de los jueces, la creciente violencia policial, no son “imperfecciones” o “desviaciones” de la democracia, sino los rasgos necesarios e inevitables del Estado capitalista, tanto si se da la cara sonriente de la democracia como si adopta el gesto hosco de la dictadura abierta.
Podemos propone nacionalizaciones parciales de sectores estratégicos de la economía nacional. La nacionalización parcial o completa de la economía nada tiene que ver con el socialismo. Es una medida perfectamente capitalista que han practicado hombres de derecha como De Gaulle, Franco, Hitler o Mussolini. El capitalismo es una relación social de producción basada en la mercancía y el trabajo asalariado, ésta existe tanto con propiedad estatal como privada[10].
Con una sanidad o una educación estatizadas, ambas siguen al servicio del capital. La primera para reparar rápidamente la fuerza de trabajo y hacerla entrar lo más pronto posible en los circuitos de la explotación. La segunda enfocada no tanto a la formación humana o a la cultura sino hacia la obtención de la máxima productividad de los futuros trabajadores.
Podemos se ofrece como algo novedoso cuando en realidad sus propuestas se parecen como dos gotas de agua a las de sus rivales.
Podemos confiesa abiertamente que no quiere ningún tipo de cambio social ni de nueva sociedad, su líder, Pablo Iglesias, lo aclara elocuentemente: “Hablamos de patriotismo, de decencia, de democracia. No necesitamos hablar de más, no necesitamos hablar de comunismo, de socialismo, de socialización de los medios de producción, basta con hablar de sentido común”. Tanto Rajoy como quien hace los discursos en la Casa Real podrían haber suscrito estas palabras huecas.
Podemos responde a una necesidad de renovar el aparato político del capital español muy desgastado por la descomposición de este sistema[11]. Les hacen falta nuevas caras que traten de dar algo de credibilidad a un régimen muy deteriorado. Podemos sigue la estela de esas tentativas de “novedades fuertes”, que protagonizaron Syriza en Grecia o el Movimiento 5 Estrellas en Italia.
Podemos ha logrado arrastrar a algunos sectores de jóvenes a causa del inmediatismo y el activismo. El capitalismo es una sociedad profundamente inmediatista, su base es la obtención de la máxima ganancia en el mínimo tiempo posible. Este inmediatismo impregna a toda la sociedad y contagia incluso a los que quieren sinceramente luchar contra el sistema. El movimiento que llevará al proletariado mundial a derrocar el capitalismo va a necesitar muchos años de luchas, esto se empezó a entender en el movimiento de indignados de 2011 cuando se gritaba “No es que vamos despacio es que vamos muy lejos”. La impaciencia, la urgencia de “ver algún resultado”, impulsa a compañeros a agarrarse a clavos ardiendo como Podemos que sin duda les llevará a nuevas decepciones. Buscando atajos para llegar más pronto a la meta en realidad se alejan de ella y retrasan todavía más su llegada.
Enlazado con el inmediatismo está el activismo. El capitalismo es una sociedad violentamente utilitaria, pragmática y sin escrúpulos. La contaminación de su ADN a los que quieren acabar con él les hace enrollarse en una cadena sin fin de “acciones prácticas”, de “pequeños pasos”, de “estar presentes”. Podemos con su retahíla de “propuestas prácticas” les lleva a una acción que únicamente sirve al capital. Por ejemplo, la actual “agitación por la República” en la que Podemos junto con IU se ha volcado a tope[12]. Perdiendo el tiempo en acciones sin futuro, nos alejamos de una tarea que quizá resulta dura y difícil, de la que no se verán resultados más que a largo plazo, pero que es apasionante: se trata de la recuperación y vivificación crítica de la experiencia histórica del proletariado, de la elaboración teórica. Estas constituyen armas imprescindibles para futuras luchas y participan de la maduración subterránea de la conciencia que se da en sectores del proletariado.
El proletariado no puede confiar en vendedores de humo como Podemos, debe desarrollar su propio terreno de lucha: su interés como clase mundial y emancipadora frente al interés nacional del capital; su auto-organización en asambleas generales y consejos obreros frente a al Estado y sus “salvadores”.
“Ni en dioses, reyes ni tribunos, está el supremo salvador, nosotros mismos realicemos el esfuerzo redentor”, dice el himno de La Internacional.
Smolny, 8-6-14
[1] Para un balance de este movimientos y otros a nivel internacional ver “2011: de la indignación a la esperanza”, https://es.internationalism.org/node/3349 [19]
[2] Ver nuestro artículo “100 años de decadencia”, /cci-online/201406/4029/100-anos-de-decadencia [20]
[3] Ver en Revista Internacional nº 140, el inicio de la Serie ¿Qué son los Consejos Obreros? /revista-internacional/201002/2769/que-son-los-consejos-obreros-i [21]
[4] Es un término utilizado nada menos que por el banquero Mario Conde, famoso por su pelotazo en el Banesto en 1993.
[9] Como muestra cabe destacar que el Señor Iglesias se declara “amigo” del Señor Vestrynge quien comenzó su carrera en la extrema derecha, después fue secretario general del predecesor del PP (Alianza Popular), posteriormente fue asesor del Señor Frutos (dirigente del PCE y de IU) y se incorporó al proyecto Podemos, aunque unas declaraciones “inoportunas” de tinte racista hicieron que ante la lo metieran en el armario. Ver https://www.publico.es/politica/521917/pablo-iglesias-podemos-ha-movilizado-a-muchos-que-nunca-hubieran-llegado-a-la-izquierda [26]
[10] Esto lo explicamos en “La experiencia rusa: propiedad privada y propiedad colectiva”, /revista-internacional/200711/2089/la-experiencia-rusa-propiedad-privada-y-propiedad-colectiva [27]
[11] Ver nuestras “Tesis sobre la Descomposición”, /revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [14]
[12] Ver El engaño se llama monarquía o república, la verdad es socialismo o barbarie. /cci-online/201406/4031/el-engano-se-llama-monarquia-o-republica-la-verdad-se-llama-socialismo-o-barb [28]
Links
[1] https://es.internationalism.org/en/tag/21/534/la-decadencia-del-capitalismo-varios
[2] https://es.internationalism.org/en/tag/2/25/la-decadencia-del-capitalismo
[3] https://es.internationalism.org/en/tag/5/632/1914
[4] https://es.internationalism.org/en/tag/5/633/gran-guerra
[5] https://es.internationalism.org/en/tag/personalidades/obama
[6] https://es.internationalism.org/en/tag/20/634/boko-haram
[7] mailto:acciinter@gmail.com
[8] https://es.internationalism.org/booktree/539
[9] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/espana
[10] https://es.internationalism.org/en/tag/vida-de-la-cci/cartas-de-los-lectores
[11] https://es.internationalism.org/en/tag/20/636/juan-carlos-i
[12] https://es.internationalism.org/en/tag/6/635/abdicacion
[13] https://es.internationalism.org/content/3985/informe-sobre-tensiones-imperialistas
[14] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo
[15] https://es.internationalism.org/cci-online/201406/4033/podemos-un-poder-del-estado-capitalista
[16] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197704/111/origenes-economicos-politicos-y-sociales-del-fascismo
[17] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/europa
[18] https://es.internationalism.org/en/tag/6/578/elecciones
[19] https://es.internationalism.org/node/3349
[20] https://es.internationalism.org/cci-online/201406/4029/100-anos-de-decadencia
[21] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201002/2769/que-son-los-consejos-obreros-i
[22] http://www.larazon.es/detalle_normal/noticias/6301620/pablo-iglesias-candidato-de-podemos-a-las-europeas-echo-en-falta-cierto-patriotismo-en-la-politica-espanola#Ttt1EqeZrtXRHXok
[23] https://www.youtube.com/watch?v=d_UaRvo259U&hd=1
[24] https://www.youtube.com/watch?v=y5iic9GhKRU
[25] https://www.andalucesdiario.es
[26] https://www.publico.es/politica/521917/pablo-iglesias-podemos-ha-movilizado-a-muchos-que-nunca-hubieran-llegado-a-la-izquierda
[27] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200711/2089/la-experiencia-rusa-propiedad-privada-y-propiedad-colectiva
[28] https://es.internationalism.org/cci-online/201406/4031/el-engano-se-llama-monarquia-o-republica-la-verdad-se-llama-socialismo-o-barb
[29] https://es.internationalism.org/en/tag/6/504/democracia
[30] https://es.internationalism.org/en/tag/6/637/podemos