Revista Internacional nº 22 julio - septiembre 1980
I
En el período anterior a la Primera Guerra Mundial y durante la guerra misma, los revolucionarios marxistas se esforzaron no sólo en denunciar el carácter imperialista de la guerra, sino demostrar el carácter inevitable de ésta mientras el capitalismo fuera el modo de producción mundialmente dominante.
En contra de los pacifistas que hacían votos por un capitalismo sin guerras, los revolucionarios afirmaban que era imposible impedir las guerras imperialistas sin al mismo tiempo destruir el capital. La acumulación del Capital y El Folleto de Junius de Rosa Luxemburg, así como "El Imperialismo, fase superior del capitalismo" de Lenin, fueron escritos esencialmente con ese objetivo. Los medios de análisis en estas obras, así como ciertas conclusiones son diferentes, pero la preocupación que las anima desde el principio hasta el final es la misma, o sea, la de la acción revolucionaria del proletariado internacional frente a la barbarie capitalista.
Hoy, cuando una crisis abierta del capitalismo vuelve a amenazar con una nueva guerra imperialista mundial y a la vez crea las condiciones para un nuevo asalto revolucionario del proletariado contra el capital a escala planetaria, los revolucionarios tienen que continuar ese trabajo, de análisis de la sociedad capitalista con el mismo ánimo de intervención militante.
En contra de lo que puedan pensar los catedráticos de marxismo de la Universidad, el marxismo no forma parte de la economía política, sino que es la crítica revolucionaria de ésta. Para los revolucionarios, cuando analizan la crisis actual del capitalismo, no se trata de especulaciones académicas en el mundo etéreo de los análisis económicos. No es sino un momento más de su intervención global con vistas a preparar las armas de la revolución proletaria. No es pura interpretación del mundo capitalista, sino un arma para destruirlo.
II
Frente a las convulsiones económicas crecientes que conoce actualmente el capitalismo, se trata, pues, para los revolucionarios de poner en evidencia cómo se verifican las perspectivas revolucionarias marxistas, demostrando:
III
Para llevar a cabo esas tareas, los revolucionarios deben ser capaces de expresar con términos claros, comprobables ampliamente en la realidad de la crisis tal como la vive el conjunto de la sociedad y en particular la clase obrera, los fundamentos principales del análisis marxista de las contradicciones internas del capitalismo. Defender la idea de la necesidad y de la posibilidad de destruir el capitalismo sin ser capaces de explicar clara y sencillamente los orígenes de la crisis del sistema, es condenarse a ser vistos como profesores de economía, o como utopistas iluminados. Esa necesidad es tanto más fuerte hoy por cuanto todo da a entender que, al contrario de los movimientos revolucionarios de 1871, de 1905 o de 1917-23, la próxima oleada revolucionaria proletaria estallará, no como consecuencia de una guerra, sino de una crisis económica. Cada día, más el debate sobre las causas de la crisis del capitalismo ya no tendrá lugar en revistas teóricas de unos cuantos grupos revolucionarios, sino en asambleas de desempleados, en asambleas de fábrica, el cogollo mismo de la clase obrera en lucha contra las crecientes agresiones de un capitalismo acorralado. La tarea de los comunistas es la de saber prepararse para ser, en las luchas, factores eficaces de claridad.
IV
Paradójicamente, la cuestión de los fundamentos de la crisis del capitalismo, piedra angular del socialismo científico, ha sido objeto sobre todo desde los debates sobre el imperialismo, de cantidad de desacuerdos entre marxistas.
Todas las corrientes comunistas comparten en general el concepto fundamental de que la instauración de una sociedad comunista es una necesidad y una posibilidad histórica desde el momento en que las relaciones de producción capitalistas dejan de ser factores indispensables para el desarrollo de las fuerzas productivas, transformándose en trabas, o dicho según la fórmula de El Manifiesto Comunista, cuando "las instituciones burguesas se han vuelto demasiado estrechas como para contener la riqueza que han creado".
Los desacuerdos surgen cuando se trata de precisar la manera como se concretiza esa contradicción general, cuando se trata de definir cuándo y cómo se caracteriza el fenómeno económico que transforma esas instituciones (salariado, ganancia, nación, etc.) en trabas definitivas para el desarrollo de las fuerzas productivas, precipitando al capitalismo en la crisis, la quiebra y la decadencia.
Esos desacuerdos siguen existiendo hoy, muchas veces con las mismas divergencias con que se opusieron los revolucionarios á principios de siglo[1] [1]. Lo que pasa es que con el terrible debilitamiento de las fuerzas revolucionarias, por los 50 años de contrarrevolución triunfante, con la ruptura orgánica casi completa respecto de organizaciones del pasado y el total aislamiento en que han vivido los grupos comunistas durante décadas, todo ello ha hecho que el debate entre revolucionarios sobre este tema ha sido casi inexistente.
Tras la reanudación de las luchas proletarias y el resurgir de nuevos grupos revolucionarios desde hace diez años, ha vuelto la discusión sobre el tema, discusión aguijoneada por la necesidad de entender las dificultades económicas crecientes que sufre el capitalismo mundial. Sin embargo, el debate se reanuda a menudo con bases que lo reducen en importancia y en posibilidades de que desemboque en resultados apreciables que enriquezcan el análisis.
Es lógico que el debate se haya reanudado sobre las discusiones no zanjadas por los teóricos marxistas de principios de siglo y que recogieron más tarde grupos como Bilan, Internationalisme o la revista Living Marxism. En el centro del debate estaba la oposición entre los análisis de Rosa Luxemburg y los de quienes se mantuvieron en defender el análisis de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia como explicación básica de las contradicciones del capitalismo. Por desgracia, el debate ha tenido hasta ahora una fuerte tendencia a limitarse a hacer exégesis de los escritos de Marx, unos esforzándose en demostrar que las tesis de Rosa Luxemburg son "algo totalmente fuera del marxismo" o por lo menos, una "malísima interpretación de los trabajos del fundador del socialismo científico" y los otros insistiendo en poner de relieve la continuidad marxista de la tesis de La acumulación del capital.
Por muy importante que sea la cuestión de situar cualquier análisis "marxista" con respecto a los trabajos de Marx, el debate acabaría en un callejón sin salida estéril si se limitara a eso. Una teoría no queda confirmada o invalidada más que si se encara a la realidad que pretende explicar. Un pensamiento sólo puede desarrollarse-positivamente y llegar a los medios para convertirse en fuerza material si se someta a la crítica de los hechos. Así pues, para que el debate actual sobre las causas básicas de la crisis del capitalismo pueda desenvolverse constructivamente, hay que:
· saber considerar los análisis de los marxistas del pasado, incluido Marx, no como libros sagrados cuyo estudio bastaría para darnos la explicación de todos los fenómenos económicos del capitalismo actual, sino como esfuerzos teóricos que deben, para ser comprendidos y recogidos, ser situados en las condiciones históricas en las que fueron elaborados.
Por todo eso, nos parece esencial:
M A R X
En plena crisis económica de 1847-48, y para intervenir en las luchas obreras resultantes, fue cuando Marx expuso en conferencias en la Asociación de Obreros Alemanes de Bruselas ("Trabajo asalariado y Capital") y luego en El Manifiesto Comunista, las bases para explicar las crisis del capitalismo. Con fórmulas sencillas pero precisas, Marx hace resaltar lo más específico de la crisis económica capitalista en relación con las crisis económicas de las sociedades pasadas. En las sociedades precapitalistas, el objetivo inmediato de la producción era el consumo. En cambio, el objetivo del capitalista es la venta y la acumulación de capital; siendo el consumo un "mal menor", y entonces, la crisis económica se traduce no en penuria de bienes, sino de sobreproducción: los bienes necesarios a la subsistencia o las condiciones materiales para producirlos existen, pero la masa de productores que solo recibe de sus amos el coste de la fuerza de trabajo, está privada de los medios y del dinero necesario para comprarlos. Y encima, al mismo tiempo que la crisis precipita a los productores en la miseria y el paro, los capitalistas destruyen los medios de producción que permiten paliar esa miseria.
Al mismo tiempo, Marx esboza la razón profunda de las crisis: al vivir en competencia permanente entre sí, los capitalistas no pueden vivir más que desarrollando su capital y no pueden desarrollar su capital más que disponiendo dé nuevas salidas mercantiles. Es así como la burguesía está obligada a invadir todo el planeta en busca de nuevos mercados. Pero al lanzarse a esa expansión, que es lo único que le permite superar las crisis, también está limitando al mismo tiempo el mercado mundial, creando así las condiciones para nuevas crisis todavía más fuertes.
Resumiendo, por la naturaleza misma del salariado y de la ganancia capitalista, el capital no puede dar a sus asalariados los medios para comprar todo lo que produce. Los compradores de lo que no puede vender a sus explotados: la burguesía los encuentra en los sectores y las naciones en las que no domina el capitalismo. Pero al vender su producción a esos sectores, los obliga a adoptar el modo de producción burgués, lo cual los elimina como tales mercados engendrando de nuevo la necesidad de nuevos mercados.
"Desde hace varios decenios (escribe Marx en El Manifiesto de 1848), la historia de la industria y del comercio no es otra cosa sino la rebelión de las fuerzas productivas, contra las relaciones de producción modernas, contra el sistema de propiedad que es la condición de "existencia de la burguesía y de su régimen"; "Basta recordar las crisis comerciales que, vueltas periódicamente, amenazan cada vez más la existencia de la sociedad burguesa. En estas crisis una gran parte no sólo de los productos ya creados, sino también de las fuerzas productivas existentes, son destruidos. Y aparece una epidemia social que en cualquier otra época, hubiera parecido absurda, la epidemia de la sobreproducción. De repente, la sociedad se encuentra hundida en un estado de barbarie momentáneo. Parecería como si el hambre o una guerra de destrucción universal la hubiera dejado sin víveres. La industria y el comercio parecen haber sido aniquilados. Y todo eso ¿por qué? Pues porque la sociedad tiene demasiada civilización, demasiados víveres, demasiada industria, demasiado comercio..."
"... ¿Y cómo supera la burguesía esas crisis? Por un lado, imponiendo la destrucción de una masa de fuerzas productivas; por otro, apoderándose de nuevos mercados y explotando mejor los antiguos. ¿y qué significa esto? pues que prepara crisis más generales y profundas, reduciendo a la vez los medios para prevenirlas".
Que entienden Marx y Engels por "apoderarse de nuevos mercados": El Manifiesto contesta que “presionada por la necesidad de mercados cada vez más amplios para sus productos, la burguesía invade toda la superficie del globo. Por todas partes tiene que incrustarse, necesita construir por doquier, por todas partes establece relaciones. Los precios bajos de sus mercancías son la artillería pesada con la que derriba todas las murallas de China, obtiene la capitulación de los bárbaros más decididamente xenófobos. Obliga a todas las naciones, si no quieren ir a la ruina total, adoptar el modo de producción burgués, las obliga a importar lo que se llama civilización, o sea que hace naciones de burgueses. En resumen, la burguesía crea un mundo a su imagen... Del mismo modo que ha subordinado el campo a la ciudad, somete a los países bárbaros y semibárbaros a los países civilizados, las naciones campesinas a las naciones burguesas, Oriente a Occidente".
¿De qué modo es esta conquista el medio para la burguesía de superar sus crisis y al mismo tiempo su condena a más generales y más profundas"?
En "Trabajo asalariado y Capital", Marx contesta:
"Resulta que la masa de productos y por lo tanto la necesidad de mercados aumenta, mientras que el mercado mundial se estrecha, y que cada crisis somete para el mundo comercial un mercado aun no conquistado o poco explotado, limitando así los mercados"
Esas fórmulas son, sin duda alguna, una síntesis magistral de la teoría marxista de las crisis. No es una casualidad si Marx y Engels las pusieron en documentos redactados con el objetivo de presentar a la clase obrera la quintaesencia de los análisis de los comunistas. Ni Marx ni Engels pondrían después, esas fórmulas en entredicho, sino al contrario. Sin embargo, no se encuentra en los trabajos posteriores económicos de Marx, una exposición sistemática y acabada de esa tesis. Hay dos razones básicas.
En efecto, el periodo histórico del siglo XIX es el del auge del movimiento de formación del mercado mundial: "La burguesía invade toda la superficie del globo..., y crea un mundo a su imagen..." comprueba Marx. Pero el movimiento de formación del mercado mundial no estaba realmente terminado. El movimiento que estaba descrito por Marx de que el capital somete para el mundo comercial un mercado aún no conquistado o poco explotado limitando así los mercados, ese movimiento por el que el mercado mundial se estrecha, ese movimiento histórico que hace que la burguesía prepara crisis más generales más profundas, reduciendo a la vez los medios para prevenirlas, ese movimiento, pues; no había alcanzado, en tiempos de Marx, el punto crítico en que el mercado mundial es, tan limitado que la burguesía ya no dispone de medios para prevenir y superar las crisis. El estrechamiento del mercado mundial, la limitación de mercados no había alcanzado un nivel tal que transformara la crisis del capitalismo en algo permanente.
Las crisis del siglo XIX que Marx describe lo son todavía de crecimiento, crisis de las que el capital sale reforzado. Las crisis comerciales de que habla Marx “que, vueltas periódicamente, amenazan cada vez más la existencia de la sociedad burguesa” no son todavía estertores de agonía (como el mismo Marx lo reconocerá años más tarde en el Prefacio a Las luchas de clases en Francia), sino crisis de desarrollo. En el siglo XIX, como también lo dice Marx, "la burguesía supera sus crisis apoderándose de nuevos mercados y explotando mejor los antiguos". Esto le es posible porque el mercado mundial está formándose aún. Tras cada crisis, quedan aún mercados nuevos por conquistar parca los países capitalistas.
Inglaterra, por ejemplo, entre, 1860 Y 1900, colonizaría todavía cerca de 7 millones de millas cuadradas de territorios poblados por 164 millones de personas, lo cual triplica la superficie y duplica la población de su imperio. Francia incrementa su imperio en 3,5 millones de millas cuadradas y 53 millones de habitantes (lo cual multiplica por 18 la extensión y por 16 la población de sus colonias).
Marx asiste al movimiento en que se repliegan las contradicciones del capitalismo y define la fundamental, la cual por un lado impulsa el movimiento y por otro lo condena al callejón sin salida. Marx descubre en el capitalismo en pleno auge de su potencia histórica la enfermedad que lo condenaría a muerte. Pero esta enfermedad no aparecía en aquella etapa de desarrollo, como mortal. Y por eso mismo, Marx no llegó a poder estudiar todos sus aspectos.
Para poder medir la resistencia de un material, hay que llevarlo hasta el punto de ruptura. Para conocer todas las funciones de una sustancia nutritiva en un ser vivo, hay que privarle a éste de aquella hasta que aparecen todas las consecuencias de su falta. De la misma manera, hacía falta que el mercado mundial se encogiera hasta el punto de bloquear de manera definitiva la expansión del capitalismo para que pudiera analizarse en toda su complejidad su contradicción fundamental.
Habría que esperar hasta principios del siglo XX y la exacerbación de los antagonismos entre países capitalistas por la conquista de nuevos mercados hasta llevar a la preparación de la guerra mundial, para que el análisis del problema superara una nueva etapa y alcanzara un nivel más elevado de comprensión. Y así sería con los debates sobre el imperialismo.
Marx no había dejado, sin embargo, los análisis de las contradicciones internas del capitalismo tras El Manifiesto. En El Capital, se encuentran en varios lugares estudios detallados de las condiciones de las crisis capitalistas. Pero en casi todos esos trabajos, hace explícitamente abstracción del mercado mundial, remitiendo al lector a hacerlo. Más que una visión total del mundo capitalista que no podía ser otra que la del mercado mundial, Marx analiza mecanismos internos del "proceso de conjunto del capital", haciendo abstracción de todos aquellos sectores de la economía mundial que son nombrados en El Manifiesto como "mercados nuevos".
Ese es el caso, en particular, de la conocida "ley de la tendencia decreciente de la cuota (o tasa) de ganancia". Esta ley, que Marx descubrió, pone en evidencia los mecanismos por los cuales, sin cierta cantidad de factores contrarios, la elevación de la composición orgánica del capital (es decir, el crecimiento de la productividad del trabajo con la introducción en el proceso productivo de una proporción creciente de trabajo muerto, las maquinas en particular, con respecto al trabajo vivo), lleva la cuota de ganancia del capitalismo a la baja.
Esta ley describe los mecanismos económicos que expresan, a nivel de la cuota de ganancia del capital, la contradicción entre, por un lado, el hecho de que la ganancia capitalista no puede ser extraída más que del trabajo vivo explotado (el capitalismo solo puede robar a los obreros, nunca a las máquinas) y, por otro lado, el hecho de que la proporción de trabajo vivo que contiene cada mercancía capitalista disminuye continuamente en provecho de la del trabajo muerto. En un mundo sin obreros, en el que solo las maquinas producirían, la ganancia capitalista es un absurdo. La ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia describe como, al mecanizar y automatizar cada día más la producción, el capitalista está obligado a recurrir a una serie de medidas que impidan la tendencia a la baja a hacerse efectiva.
Marx hizo un estudio de esas medidas destinadas a frenar la baja y que hacen que la ley sea tendencial y no absoluta. Ahora bien, los factores principales que contrarrestan la tendencia dependen precisamente de la capacidad del capital para emplear la escala de la producción, y, por lo tanto, la capacidad para agenciarse mercados nuevos.
Ya sea por factores que compensan la baja de la cuota de ganancia por el aumento de la masa de ganancia, o por factores que impiden esta baja con el incremento del grado de explotación del obrero (elevación de la cuota de plusvalía) gracias a la elevación de la productividad social (baja de salarios reales, extracción creciente de plusvalía relativa), estos dos tipos de factores fundamentales solo pueden hacer su papel si el capitalista encuentra siempre nuevos mercados que le permitan incrementar la escala de su producción, y por lo tanto:
Por eso, Marx insiste tanto en lo tendencial, y no absoluto de dicha ley. Y por eso también, a lo largo de su exposición de la ley y de los factores que la contrarrestan, remite en varias ocasiones al lector a trabajos posteriores.
La ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia describe en realidad la carrera entre dos movimientos paralelos en la vida del capitalismo: el movimiento hacia la mecanización y la automatización creciente del proceso de producción por un lado, y, por otro lado, el movimiento del capitalismo hacia una intensificación siempre mayor de la explotación del proletariado [2] [2]. Si la mecanización de la producción capitalista se desarrolla más rápidamente que la capacidad del capital para intensificar la explotación del proletariado, la cuota, de ganancia baja. Si, al contrario, la intensificación de la explotación se desarrolla más deprisa que el ritmo de mecanización de la producción, la cuota de ganancia tiende a aumentar.
Al describir esta carrera contradictoria, la ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia, esclarece un problema real. Pero no ella sola describe todos los elementos de la realidad de ese fenómeno, sus causas y sus frenos. A las preguntas esenciales ¿qué cosa determina la velocidad de cada uno de esos movimientos?, ¿qué es lo que engendra y mantiene la carrera a la modernización del proceso de producción?, ¿qué es lo que provoca permanentemente el movimiento de intensificación de la explotación?, la ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia no contesta, ni pretende contestar por otra parte. La respuesta está en la especificidad histórica fundamental del capitalismo o sea, en que es un sistema mercantil y universal.
El capitalismo no es el primer modo de producción de la historia que conoce el intercambio mercantil y el dinero. En el modo de producción esclavista como también en él feudalismo, existía el intercambio mercantil, pero entonces solo regían unos aspectos siempre limitados de la vida productiva social. Lo específico del sistema capitalista, es su tendencia a universalizar el intercambio, no solo a todo el planeta, sino también y sobre todo, a todos los sectores de la producción social, y muy en particular, a la fuerza de trabajo. Ni el esclavo, ni el siervo vendían su fuerza de trabajo. La parte que les correspondía en la producción social dependía de la producción realizada por un lado y, por otro, de las reglas usuales para ese reparto.
En el capitalismo, el obrero vende su fuerza de trabajo. La parte que le corresponde en la producción social está determinada por la ley del salario, es decir por el valor de su fuerza de trabajo transformada por el capital en mercancía. Su "parte" no es más que lo equivalente del coste de su fuerza de trabajo para el capitalista, y eso sino está en paro (lo cual no se planteaba ni para el siervo ni para el esclavo). Es por eso por lo que el capitalista puede conocer esta situación, desconocida antes en la historia, de estar en sobreproducción, o sea, en una situación en la que los explotadores se encuentran con "demasiados" productos, "demasiadas" riquezas entre sus manos que no pueden reintroducir en el proceso de producción.
Este problema no se plantea al capital mientras este dispone de otros mercados además del que forman sus propios asalariados. Pero por esto mismo, la vida de cada capitalista es lo mismo que una carrera constante por mercados. La competencia entre capitalistas, característica esencial de la vida del capital, no es una competencia por honores o ideales, sino por mercados. Un capitalista sin mercados es un capitalista muerto. Incluso un capitalista que consiguiera realizar el milagro biológico de hacer trabajar a sus obreros gratis (realizando entonces una tasa de explotación sin límites y por lo tanto, una cuota de ganancia enorme), acabaría en quiebra si no consiguiera dar salida a las mercancías creadas por sus explotados. Por eso, la vida del capital está siempre ante una alternativa: o conquistar mercados o morir.
Así es la competencia capitalista, que ningún capital puede evitar. Es esa competencia, por mercados (tanto los existentes como los por conquistar) lo que obliga, cual divinidad, despiadada, al capitalista a agenciárselas para producir a menor coste cada vez. Los bajos precios de las mercancías no solo son la artillería pesada con la que el capital "derriba todas las murallas de China", acorralando los sectores extra capitalistas, sino también el arma económica esencial de la competencia entre capitalistas.
Es esta lucha por bajar los precios de sus mercancías con el fin de mantener o conquistar mercados, lo que es el motor de los dos movimientos cuya velocidad determina la tasa de ganancia. Los dos medios de que dispone el capital para rebajar costes de producción son, en efecto:
Un capitalista no moderniza sus fábricas por no se sabe que ideal modernista, sino porque está obligado, so pena de muerte, por la competencia de mercados. Y lo mismo es en cuanto a la exigencia de intensificar la explotación de la clase obrera.
Así pues, se mire la tendencia decreciente de la cuota de ganancia desde el punto de vista de las fuerzas que la provocan, o se mire desde los factores que la moderan y la contrarrestan, topamos con lo mismo, o sea, con un fenómeno que depende de la lucha del capital por, nuevos mercados. La contradicción económica que esa ley expresa, igual que todas las demás contradicciones económicas del sistema, acaban por reducirse siempre en la contradicción fundamental entre la necesidad para el capital de ampliar siempre más la producción, por un lado, y, por otro el hecho de que nunca podrá crear en su propio seno, dando, a sus asalariados el poder adquisitivo necesario, las salidas necesarias para esa ampliación.
Por eso, tras, haber expuesto la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, Marx escribe dos secciones más lejos en el mismo Libro III de El Capital: "... mientras que la capacidad de consumo de los obreros se halla limitado en parte por el hecho de que estas leyes sólo se aplican en la medida en que su aplicación sea beneficiosa para la clase capitalista.
“La razón última de toda verdadera crisis es siempre la pobreza y la capacidad restringida de consumo de las masas con las que contrasta la tendencia de la producción capitalista a desarrollar las fuerzas productivas como si no tuviese más límite que la capacidad absoluta de consumo de la sociedad” [3] [3].
Pero desde El Manifiesto hasta el Libro III de El Capital el enunciado de esa razón es siempre el mismo.
Para precisar mejor el contenido de lo que Marx formuló efectivamente y a riesgo de hacer concesiones a los debates de exegetas, hay que contestar aquí, a uno de los últimos argumentos desarrollado por uno de los más conocidos defensores de la idea de que la tendencia decreciente de la cuota de ganancia sería la única teoría de las crisis de Marx. Según Paul Mattick, en su libro Crisis y Teoría de las crisis, las fórmulas de Marx referentes a los problemas que provoca en el mercado el consumo inevitablemente limitado de los trabajadores, serían o "errores de escritura" o concesiones a las teorías subconsumistas en particular de Sismondi.
Marx criticó la teoría subconsumista de Sismondi. Pero lo que rechaza en esta teoría no es la idea de que el capitalismo esté confrontado a problemas de mercado por el hecho mismo de que al ampliar su campo de acción limita también y siempre el poder adquisitivo y el consumo de los trabajadores.
Lo que Marx rechaza de las teorías subconsumistas es:
En resumen, el fondo de la crítica de a los subconsumistas no es que niegue el problema económico que plantean, sino, primero, como lo plantean y segundo las respuestas que le dan.
La teoría de las crisis de Marx sitúa en el centro de su análisis el problema de la incapacidad para el capitalismo de crear todas las salidas necesarias para su expansión y por tanto, el del consumo limitado de las masas obreras. Pero no por eso, es una teoría subconsumista.
El último cuarto del siglo XIX fue sin duda alguna el del auge histórico del capitalismo. El colonialismo capitalista domina casi por completo el planeta. El capitalismo se desarrolla con ritmo sin precedentes, tanto en extensión como en productividad interna. Las luchas sindicales y parlamentarias del movimiento obrero consiguen arrancar reformas duraderas al capitalismo. Las condiciones de existencia del proletariado conocen en los países más desarrollados mejoras verdaderas al mismo tiempo que la expansión fulgurante del capital mundial parece haber dejado como recuerdo del pasado las grandes crisis económicas.
En el movimiento obrero se empieza a desarrollar entonces el "revisionismo", o sea las tendencias que ponen en entredicho la idea de Marx de que el capitalismo está condenado a soportar crisis mortales y proponiendo la posibilidad de pasar al socialismo de manera gradual y pacífica, por medio de reformas sociales progresivas. Lo que dijo Bernstein: "el movimiento lo es todo, la meta no es nada", es el contenido de esa revisión.
En 1901, uno de los principales "marxistas revisionistas", el profesor ruso Tugan-Baranovski, publica un libro que sostiene la idea de que las crisis del capitalismo vienen no de una falta de consumo solvente para la capacidad de extensión de la producción capitalista, sino de una simple desproporción entre los diferentes sectores que podría ser evitada gracias a intervenciones apropiadas de los gobiernos. De hecho, era una reposición de una de las tesis básicas de la economía burguesa, formulada por J. B. Say, según la cual el capitalismo no tendría nunca verdaderos problemas de mercados.
Esas tesis dieron lugar a un debate que llevó a la socialdemocracia a volverse a ocupar de las causas de las crisis. Le incumbió a Kautsky, que era todavía el portavoz más reconocido en todo el movimiento obrero de las teorías de Marx, contestar a Tugan-Baranovski. Citamos aquí un trozo del artículo de Kautsky, el cual pone en claro como en aquella época todavía no planteaba problema alguno en el movimiento obrero, el que la causa de las crisis del capitalismo estaba en su incapacidad para crear los mercados necesarios para su expansión.
"... Los capitalistas y los obreros por ellos explotados ofrecen con el crecimiento de los primeros y del número de los obreros un mercado que aumenta la riqueza de los primeros y del número de los segundo, pero no tan a prisa como la acumulación del capital y la productividad del trabajo. Este mercado, sin embargo, no es, por sí solo, suficiente para los medios de consumo creados por la gran industria capitalista. Esta debe buscar un mercado suplementario, fuera de su campo en las profesiones y naciones que no producen aún en forma capitalista. Lo halla también y lo amplía cada vez más, pero no con bastante rapidez. Pues este mercado suplementario no posee, ni con mucho, la elasticidad y la capacidad de extensión del proceso de producción capitalista. Desde el momento en que la producción capitalista se ha convertido en gran industria desarrollada, como ocurría ya en el siglo XIX, contiene la posibilidad de esta extensión a saltos, que rápidamente excede a toda ampliación del mercado. Así, período de prosperidad que sigue a una ampliación considerable del mercado se halla condenado a vida breve, y la crisis es su término irremediable. Tal es en breves rasgos la "teoría de la crisis fundada por Marx y en cuanto sabemos, aceptada en general por los marxistas ortodoxos".
Kautsky da la dimensión política al debate cuando escribe en el mismo artículo de 1902: "... No es una casualidad que el revisionismo combata con particular ardor la teoría marxista de las crisis (y que el revisionismo quiera transformar) la social-democracia, de un partido de la lucha de clases proletaria, en el ala izquierda de un partido democrático con un programa de reformas sociales".
Sin embargo, por mucho que esta teoría resumida en algunas palabras por Kautsky fuese generalmente adoptada por el movimiento obrero marxista, nadie se había puesto a desarrollarla de manera más sistemática, tal como Marx se lo había propuesto.
Eso es lo que se intentó en los debates sobre la naturaleza del imperialismo en la época de mera guerra mundial.
Los principios del siglo XX conocen el remate de las tendencias contradictorias descubiertas por Marx. El capital ha extendido su dominio al mundo entero. No queda prácticamente un solo kilómetro cuadrado en el planeta que no esté bajo las garras de una u otra metrópoli imperialista. El proceso de formación del mercado mundial, o sea la integración de todas las economías del mundo en un mismo circuito de producción y de intercambio, alcanza entonces un grado tal que la lucha por los últimos territorios no capitalistas se vuelve, problema vital para todos los países.
Nuevas potencias como Alemania, Japón o EE.UU. se han hecho capaces de competir con la toda poderosa Inglaterra en el plano industrial y, sin, embargo en el reparto colonial del mundo, están prácticamente ausentes. En las cuatro esquinas del globo los antagonismos entre todas las potencias se agudizan. De 1905 a 1913 en cinco ocasiones, los antagonismos estallan en conflictos en lo que se ve que la marcha hacia la guerra generalizada es la única solución que puede encontrar el capitalismo para repartirse el mercado mundial. Por fin, la explosión de la primera guerra mundial, vino a señalar con el mayor holocausto que la humanidad había conocido en su historia, que era imposible para el capitalismo seguir viviendo como hasta entonces. Las naciones capitalistas ya no pueden tener un desarrollo paralelo unas, con otras, dejando el intercambio libre y a los exploradores que sirvan de reguladores la extensión de cada dominio. No, ahora el mundo es demasiado limitado para tantos apetitos capitalistas. El libre intercambio deja el sitio a la guerra y los exploradores son substituidos por los cañones. El desarrollo de una nación capitalista no podrá llevarse a cabo más que a expensas de otra u otras. Ya no quedan verdaderas posibilidades de ampliar el mercado mundial.
La Tercera Internacional: se forma en 1919 con la base del reconocimiento y comprensión del cambio habido de la ruptura histórica cualitativa. De ahí que el primer punto de la plataforma de la Internacional Comunista diga:
"Las contradicciones del sistema mundial, que antes estaban ocultas, han aparecido con una fuerza inusitada, con una formidable explosión; la gran guerra imperialista mundial... una nueva época ha nacido. Época de desmoronamiento del capitalismo, de su hundimiento desde dentro. Época de la revolución comunista del proletariado".
Así reafirmaba la IC su ruptura con las tendencias reformistas y posteriores que se habían desarrollado en el seno de la II Internacional, tendencias que habían arrastrado al proletariado a la carnicería interimperialista en nombre de la posibilidad de un desarrollo continuo de las fuerzas productivas y de un paso pacífico del capitalismo al socialismo.
La IC afirmaba con claridad:
Toda la IC reconocía en la Primera guerra mundial la plasmación de que el desarrollo de las contradicciones internas del capitalismo había llegado a un punto sin vuelta atrás.
Pero si todos los revolucionarios marxistas compartían esas conclusiones, no era lo mismo en cuanto a los análisis sobre la naturaleza precisa de esas contradicciones y del desarrollo de éstas.
Entre los que habían formado la izquierda de la IIIª Internacional, se habían desarrollado dos teorías principales sobre el imperialismo y las contradicciones económicas del capitalismo que lo engendran. Por un lado, la de Rosa Luxemburg explicada en La Acumulación del Capital (1912) y luego en La crisis de la Socialdemocracia alemana que escribió en la cárcel, durante la guerra. Por otro, la de Lenin, expuesta en El imperialismo fase superior del capitalismo (1916).
Para ambas teorías, el análisis del imperialismo y el de las contradicciones básicas del capitalismo no eran sino dos aspectos del mismo problema. Ambos trabajos apuntan contra las concepciones socialdemócratas patrioteras, con su pacifismo vergonzante y la ilusión de que era posible impedir la guerra imperialista y el imperialismo, por medio de luchas parlamentarias legales con las que influenciar al gobierno. Para Rosa como para Lenin, es imposible impedir la guerra si no es destruyendo el capitalismo, pues el imperialismo no es más que la consecuencia de sus contradicciones internas. Contestar a la pregunta: ¿qué es el imperialismo? implica, pues, que haya que contestar a: ¿cuál es la contradicción básica que el capitalismo pretende paliar con su política imperialista?
La respuesta de Rosa pretende ser, y a nuestro parecer es, la continuación de los trabajos de Marx sobre el desarrollo del capitalismo, considerándolo no ya bajo la forma abstracta y simplificada de un sistema puro que funciona en un mundo en el que sólo habría obreros y capitalistas, sino bajo la forma histórica concreta, es decir como meollo y parte del mercado mundial. Su respuesta es el desarrollo sistemático del análisis de la crisis de Marx, apenas esbozada desde El Manifiesto hasta El Capital. En La Acumulación del Capital, aquella emprende un análisis del problema del crecimiento capitalista en relación con el resto del mundo, no capitalista, con un método marxista perfectamente dominado, las grandes etapas de ese crecimiento y también, los diferentes enfoques del problema.
La respuesta de Rosa al problema del imperialismo es la actualización de los análisis de El Manifiesto Comunista, 60 años más tarde. El capitalismo no puede crear en su propio seno los mercados necesarios para su expansión. Los obreros, los capitalistas y sus servidores directos, no pueden comprar más que una parte de la producción realizada. La parte de la producción que no consume o sea, la parte de la ganancia que debe ser reinvertida en la producción, el capital tiene que venderla a alguien fuera de los agentes que somete a dominio directo y a los que paga con sus propios fondos. A esos compradores no puede encontrarlos más que en los sectores que siguen produciendo según modos precapitalistas.
El capitalismo se desarrolló vendiendo excedentes de productos de sus manufacturas primero a los señores feudales, luego a los sectores artesanos y agrícolas atrasados y, por fin, a las naciones "salvajes" precapitalistas que colonizó.
Y paralelamente el capital eliminó a los señores, transformó los artesanos y campesinos en proletarios. Luego, en las naciones precapitalista ha proletarizado a una parte de la población, hundiendo al resto en la indigencia al destruir con los bajos precios de sus mercancías las antiguas economías de subsistencia.
Para Rosa Luxemburg el imperialismo es esencialmente la forma de vida que toma el capitalismo cuando los mercados extracapitalistas se vuelven demasiados estrechos para las necesidades de expansión de un número creciente de potencias cada vez más desarrolladas, abocadas a enfrentamientos permanentes cada vez más violentos por encontrar sitio en el reparto del mercado mundial.
"El imperialismo actual no es... el preludio de la expansión del capital, sino el último capítulo de su proceso histórico de expansión: es el período de la concurrencia general mundial de los Estados capitalistas que se disputan los últimos restos del medio no capitalista de la Tierra" (R. Luxemburg, Una anticrítica– La acumulación del Capital, p.452.- E. Grijalbo).
La contradicción fundamental del capitalismo, o sea, la que en última instancia es determinante en su acción y en su vida, es la que forman por un lado la necesidad permanente de expansión del capital de cada nación bajo la presión de la competencia y, por otra, el hecho de que, al desarrollarse, al generalizar el salariado, restringe los mercados indispensables para dicha expansión.
De este modo, el capital va preparando su bancarrota por dos caminos. De una parte, porque, al expansionarse a costa de todas las formas no capitalistas de producción, camina hacia el momento en que toda la humanidad se compondrá exclusivamente de capitalistas y proletarios asalariados, haciéndose imposible, por tanto, toda nueva expansión y, como consecuencia de ello toda acumulación. De otra parte, en la medida en que esta tendencia se impone, el capitalismo va agudizando los antagonismos de clase y la anarquía política y económica internacional en tales términos que mucho antes de que se llegue a las ultima consecuencias del desarrollo económico, es decir, mucho antes de que se imponga en el mundo el régimen absoluto y uniforme de la producción capitalista, sobrevendrá la rebelión del proletariado internacional, que acabará necesariamente con el régimen capitalista.
"El término de esta contradicción no será alcanzado jamás, así lo precisa Rosa Luxemburg, puesto que la acumulación del capital no es sólo un proceso económico sino un proceso político".
El imperialismo es tanto un método histórico para prolongar la existencia del capital, como un medio seguro para poner objetivamente un término a su existencia. Con eso no se ha dicho que este término haya de ser tranquilamente alcanzado. Ya la tendencia de la evolución capitalista hacia él se manifiesta con vientos de catástrofe.
(R. Luxemburg, La acumulación del Capital, p.346.- Grijalbo).
La agudización de los antagonismos interimperialistas para conquistar las colonias a finales del XIX y principios de este siglo, había obligado a Rosa, mucho más que a Marx, a preocuparse por analizar la importancia de los sectores no capitalistas en el crecimiento del capitalismo. La perspectiva histórica y lo específico del momento en que vivía con respecto al que Marx vivió, le dieron las bases que la convencieron para proseguir los análisis de aquel.
Sin embargo, al desarrollar su análisis, R. Luxemburg tuvo que criticar los trabajos de Marx sobre la reproducción ampliada (y, en particular los esquemas matemáticos) en el Libro II de El Capital. Esta crítica consistía sobre todo en mostrar, por un lado, el carácter inacabado de esos trabajos, que se tendía a presentar como algo definitivo y terminado, y, por otro, en dejar bien claro que los postulados teóricos en que se habían basado no permitían comprender el problema en su globalidad (el postulado de Marx era estudiar las condiciones de la ampliación de la reproducción capitalista haciendo abstracción del medio no capitalista que lo rodea, es decir, considerando al mundo como un mundo puramente capitalista).
La publicación de los trabajos de Luxemburgo en vísperas de la guerra mundial provocó en el aparato oficial de la Social Democracia alemana una reacción muy violenta y dura, pretextando muchas veces la "salvaguardia" de la obra de Marx. Para ellos, Rosa habría inventando un problema inexistente. El problema de los mercados seria un problema falso. Marx así lo habría "demostrado" con sus conocidos esquemas sobre la reproducción ampliada, etc., y, en fin de cuestas, como telón de fondo de las criticas "oficiales" estaba la tesis de los futuros patriotas, la de que el imperialismo es algo que se puede evitar en el capitalismo.
El análisis de Lenin en El imperialismo, fase superior del capitalismo, escrito en 1916, no hace referencia a los trabajos de mercados más que de modo accesorio. Para demostrar el carácter inevitable del imperialismo en el capitalismo "en descomposición", Lenin insiste en el fenómeno de concentración acelerada del capital durante las décadas anteriores a la guerra. En esto, sus análisis recoge la tesis de Hilferding ("El capital financiero", 1910), según la cual el fenómeno de concentración es esencial en la evolución del capitalismo en esta época.
"Si hubiera que definir el imperialismo con la mayor brevedad, escribe Lenin, habría que decir que es la fase monopolista del capitalismo".
Lenin define 5 rasgos fundamentales del imperialismo: Por eso, sin olvidar lo convencional y relativo de todas las definiciones en general, que jamás pueden abarcar en todos sus aspectos las relaciones de un fenómeno en su desarrollo completo, conviene dar una definición del imperialismo que contenga los cinco rasgos fundamentales siguientes: 1) la concentración de la producción y del capital llegada hasta un grado tan elevado de desarrollo, que ha creado los monopolios, lo cuales desempeñan un papel decisivo en la vida económica; 2) la fusión del capital bancario con el industrial y la creación, sobre la base de este "capital financiero", de la oligarquía financiera; 3) la exportación de capitales, a diferencia de la exportación de mercancías adquiere una importancia particularmente grande; 4) la formación de asociaciones internacionales monopolistas de capitalistas, las cuales se reparten el mundo, y 5) la terminación del reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes” (Cap. VII, El imperialismo..., p.765, Tomo I de "Obras escogidas". Ed. Progreso).
En esos "rasgos fundamentales", tres se refieren a la concentración creciente del capitalismo a nivel nacional e internacional. Para Lenin la contradicción fundamental del capitalismo, la que le lleva a la fase imperialista y "descomposición", es la que hay entre su tendencia al "monopolismo", el cual hace que la producción capitalista se vuelva cada vez más social, y las condiciones generales del capitalismo (propiedad privada, producción mercantil, competencia). "El capitalismo, en su fase imperialista, conduce de lleno a la socialización de la producción en sus más variados aspectos; arrastra, por decirlo así, a los capitalistas, en contra de su voluntad y consciencia, a un cierto nuevo régimen social, de transición entre la absoluta libertad de competencia y la socialización completa.
“La producción pasa a ser social, pero la apropiación continua siendo privada. Los medios sociales de producción siguen siendo propiedad privada de un reducido número de individuos. Se conserva el marco general de la libre competencia formalmente reconocida, y el yugo de unos cuantos monopolistas sobre el resto de la población se hace cien veces más duro, más insensible, más insoportable” (p. 709, Ídem).
Luego, en el capítulo sobre "El parasitismo y la descomposición del capitalismo": Según hemos visto, la base económica más profunda del imperialismo es el monopolio. Se trata de un monopolio capitalista, esto es, que ha nacido del capitalismo y se halla en el ambiente general de éste, en el ambiente de la producción mercantil, de la competencia, en una contradicción constante e insoluble con dicho ambiente general (p. 774, Ídem).
Esta contradicción entre el carácter cada vez mas "social" que toma la producción capitalista conforme se va extendiendo y concentrando y la continuación de la propiedad privada capitalista es una contradicción real del capitalismo, evidenciada por Marx en varias ocasiones. Pero ella sola es incapaz de dar cuenta realmente del porqué del imperialismo y de los hundimientos del capitalismo.
La tendencia hacia el "monopolismo" no explica por qué, a partir de cierto grado de desarrollo, los países capitalistas están abocados a la guerra a muerte por las colonias. Es, al contrario, la necesidad de hacer guerras cada vez más duras por las colonias lo que explica la tendencia en cada nación capitalista a unificar y concentrar todo el capital nacional. Las potencias que tuvieron las concentraciones mas rápidas y amplias no fueron precisamente las más pudientes en imperios coloniales (Inglaterra o Francia), sino las que tuvieron que hacerse un sitio en el mercado mundial (Alemania o Japón, por ejemplo).
Al no tener en cuenta el problema de los mercados para el capitalismo, Lenin acabó tomando como causa del imperialismo lo que en verdad, sólo era una consecuencia como lo es el imperialismo mismo de la lucha de los capitalistas por nuevos mercados. Así también, Lenin acabó por tomar la exportación de capitales, lo que no es sino una de las armas de la pelea entre potencias por los mercados en los que colocar sus mercancías (cosa que, por cierto, el mismo Lenin reconoce cuando dice: "la exportación de capitales pasa a ser un medio de estimular la exportación de mercancías", p.745, en el Cap. IV sobre "La exportación de capital" (Ídem)).
Al tomar como punto de partida de su análisis los trabajos de Hilferding sobre el monopolismo, difícilmente podrá llegar Lenin a conclusiones coherentes con semejantes premisas. Hilferding era uno de los teóricos del ala reformista de la IIª Internacional. Tras la importancia exagerada que otorgaba aquel al fenómeno de concentración del capital en el capital financiero, había la voluntad de demostrar la posibilidad del paso al socialismo por vías pacificas y progresivas. Según Hilferding, la concentración creciente impuesta por el monopolismo permitiría realizar dentro del capitalismo toda una serie de medidas que echarían progresivamente las bases del socialismo: se eliminaría la competencia, el dinero, las naciones y así, como quien no quiere la cosa..., hasta el comunismo. Todo el esfuerzo teórico de Hilferding tendía a demostrar la falsedad de la vía revolucionaria al comunismo. Todo el esfuerzo de Lenin iba en dirección totalmente contraria. Al recoger las base teóricas de Hilferding sobre el imperialismo, Lenin no podía sacar conclusiones revolucionarias mas que con forcejeos contradictorios con aquellas.
En su plataforma, la IC no se pronuncia realmente sobre el fondo del debate. La explicación esbozada de la evolución del capitalismo hacia su "hundimiento interno" se refiere explícitamente, sin embargo, al monopolismo y a la anarquía del capitalismo, mientras que el problema de los mercados solo es mencionado para explicar en parte el imperialismo.
El capitalismo ha intentado superar su propia anarquía con la organización de la producción. En lugar de muchas empresas en competencia, se han organizado vastas asociaciones capitalistas (sindicatos, cárteles, trust), el capital bancario se ha unido al capital industrial, toda la vida económica ha caído en poder de una oligarquía financiera capitalista que, por medio de una organización basada en ese poder, ha adquirido un predominio exclusivo. El monopolio substituye a la libre competencia. El capitalista aislado se convierte en miembro de una asociación capitalista. La organización sustituye a la anarquía.
Pero precisamente porque, en los Estados tomados uno por uno, los procedimientos anárquicos de la producción capitalista, era sustituidos por la organización capitalista, las contradicciones, la competencia, el desorden, alcanzaban en la economía mundial una mayor agudización. La lucha entre los mayores Estados conquistadores, llevaba, con inflexible necesidad, a una monstruosa guerra imperialista. El ansia de beneficios empujaba al capitalismo mundial a la lucha por conquistar nuevos mercados, nuevas fuentes de materias, mano de obra barata de esclavos de colonias. Los Estados imperialistas que se han repartido el mundo entero, que ha transformado a millones de proletarios y campesinos de África, Asia, América y Australia, en mulos de carga, tenían que dejar aparecer, tarde o temprano, en un gigantesco conflicto, la naturaleza anárquica del capital. Y así se produjo el mayor de los crímenes. La guerra mundial del bandidaje.
Es difícil sacar de entre estas expresiones, una idea clara sobre las cuestiones del imperialismo y de las contradicciones internas del sistema, la IC contesta, siguiendo a Lenin y por lo tanto bajo la influencia de Hilferding, con lo de la evolución del sistema hacia el monopolio. Y también como Lenin, afirma inmediatamente la imposibilidad de una evolución continua hasta eliminar las naciones por medio de concentraciones internacionales sucesivas. La concentración a nivel nacional lleva a que "las contradicciones, la competencia, el desorden alcancen en la economía mundial una mayor agudización", dando a entender como Lenin, que esa tendencia a la concentración es la causa y no la consecuencia de la agudización de "las contradicciones, competencias y desorden" internacionales.
En cuanto a las políticas imperialistas de conquista, la IC se limita a hablar del "ansia de beneficios" que "empujaba al capitalismo mundial a la lucha por conquistar mercados nuevos, nuevas fuentes de materias, mano de obra barata de esclavos de colonias". Todo esto es cierto, en particular por lo que significa como denuncia de las ideologías que presentaban al imperialismo como medio de "llevar la civilización", pero, a nivel económico queda como descripción simple que no permite comprender por qué el imperialismo está inscrito en la contradicción básica del capitalismo.
Y, en fin, en lo que se refiere a la Primera Guerra Mundial, y a las razones de su estallido, la IC se refiere, igual que Lenin y Rosa, a que "los Estados imperialistas se han repartido el mundo entero", pero sin decir por qué lleva inevitablemente a la guerra el que ese reparto se haya acabado, y por qué no podía estar acompañado, ese reparto, de una evolución paralela de las diferentes potencias.
En cuanto al problema de las crisis de sobreproducción, del mercado mundial, del estrechamiento de éste, etc. de los cuales hablaba el Manifiesto, la IC no dice nada.
La Internacional Comunista no consiguió, en su conjunto, ponerse de acuerdo sobre la cuestión. Los partidos comunistas, en 1919, tenían el poder en Rusia, el estallido de la revolución alemana había sido una confirmación de la visión de los comunistas de que la guerra generaría un movimiento revolucionario internacional. Pero la derrota inmediata de ese primer asalto revolucionario en Alemania planteaba el problema de la fuerza real del movimiento internacional. En esta situación, la cuestión de saber las razones teóricas del estallido de la guerra mundial pasaba a segundo término. La historia misma se había encargado de barrer, en la barbarie guerrera y con la fogata de la revolución, todas las teorías sobre el continuo desarrollo del bienestar en el capitalismo y del paso pacifico al socialismo.
La guerra, la forma más violenta de la miseria humana, estaba ahí, presente. Y había engendrado un movimiento revolucionario internacional. Y era inevitable que las cuestiones ligadas a la lucha revolucionaria estuvieran en primer término.
Pero esa no es la única razón por la que se explica que la IC no consiguiera llegar a un acuerdo sobre las bases de las crisis económicas del capitalismo. La Primera Guerra Mundial toma la forma de guerra total, es decir, la forma de una guerra que, por vez primera, exige la participación activa no sólo de soldados en el frente sino también de la población civil encuadrada por un aparato de Estado, vuelto organizador omnipresente de la marcha hacia la matanza general y de la producción industrial de artefactos mortíferos.
La monstruosa realidad de la guerra se hacía con fábricas que "funcionaban a pleno rendimiento", con un gasto de vidas humanas con o sin uniformes, que "eliminaba el desempleo". La realidad de la primera hecatombe mundial, que costó 24 millones de muertos a la humanidad, ocultaba, con el ruido de las fábricas produciendo destrucción, el hecho de que el capitalismo ya no era capaz de producir a secas. La subproducción de armamentos ocultaba la sobreproducción de mercancías... Las ventas a los Estados para la guerra ocultaba el hecho de que los capitalistas eran incapaces de vender otra cosa. Tenía que vender para destruir porque ya no podían seguir produciendo para vender.
Esa es sin duda la razón primera de que, sorprendentemente, la plataforma de la IC no recogiera la menor coma de las formulaciones de El Manifiesto, sobre la cuestión ya planteada 60 años antes, de las crisis de sobreproducción y de estrechamiento del mercado mundial.
Resumiendo, podemos decir que la necesidad de explicar el imperialismo permitió proseguir lo que Marx comprendió. Pero las condiciones mismas de la crisis de los años 14 o sea, los movimientos proletarios revolucionarios que hacen pasar a segundo plano las preocupaciones de tipo teórico-económico, lo reciente de la ruptura comunista con la IIª Internacional y, por ende, el peso de la influencia de los teóricos socialdemócrata sobre los revolucionarios, y, por fin, el que la guerra ocultara lo específico y básico de la crisis del capitalismo y en particular, la sobreproducción, todo ello, pues, vino a entorpecer que se llegara a un acuerdo de fondo sobre cómo analizar las causas de la crisis entre los revolucionarios, en la IC.
R.V.
[1] [4] Sobre este tema pueden leerse los artículos "Marxismo y teorías de las crisis", "Teorías económicas y lucha por el socialismo", "Sobre el imperialismo (Marx, Lenin, Bujarin, Luxemburg)", "Las teorías sobre las crisis en la Izquierda Holandesa" en la Revista Internacional nos 13, 16, 19 y 21 respectivamente.
[2] [5] Utilizando las fórmulas de Marx, la cuota de ganancia, es decir la relación entre la ganancia y el capital total gastado se escribe: …, en que pl representa la plusvalía; la ganancia, c el capital constante gastado, es decir el coste para el capitalista de las maquinas y de las materias primas, v el capital variable, es decir los costes salariales. Dividiendo el numerado y el denominador de esta fórmula por v, la cuota de ganancia resulta:, es decir la relación de la cuota de plusvalía o cuota de explotación (pl/v, o trabajo no pagado dividido por el trabajo pagado v) en la composición orgánica del capital (c/v, o gasto del capitalismo en trabajo muerto sobre gasto en trabajo vivo, expresión en valor de la composición técnica del capital en el proceso de producción).
[3] [6] El Capital, -Libro III, Sección 5ª, Ed. F.C.E.
Comentario de dos libros aparecidos sobre la Guerra de España de 1936
La nueva edición de los textos de "Bilan" sobre los acontecimientos de España del 36 al 38, en una colección de libros de bolsillo, es un acontecimiento importante. Durante mucho tiempo, ocultadas por la potencia de la ola contrarrevolucionaria, las posiciones internacionalistas resurgen poco a poco en la memoria proletaria. Desde hace algunos años, un interés creciente se manifiesta acerca de la Izquierda Comunista en general, y acerca de la verdadera Izquierda Italiana, encarnada sobre todo por "Bilan".
No debe sorprendernos que los pretendidos "herederos" de la Izquierda Italiana -la corriente bordiguista- no haya juzgado interesante publicar los textos de "Bilan". Su política de silencio no es casual. La izquierda Italiana de los años 30 es un "antepasado" molesto que habrían preferido enterrar en un olvido definitivo.
En realidad, los "bordiguistas" de hoy no tienen más que una relación muy lejana con "Bilan" y no pueden de ninguna manera reivindicarse de ellos. Nos proponemos, dentro de algunos meses, publicar una historia de la Izquierda Comunista Italiana de 1926 a 1945, en forma de libro con el fin de que sus aportaciones queden suficientemente vivas para las nuevas generaciones revolucionarias.
En el mes de Junio del 70, con gran interés y satisfacción hemos visto la publicación de un extracto de textos de "Bilan" sobre la guerra de España, publicados por J. Barrot. Este trabajo de reimpresión había sido hecho ya en parte por la CCI en su "Revista Internacional" (Nº 4, 6 y 7) y, referente a nuestro análisis de la importancia del trabajo realizado por la fracción italiana de la Izquierda Comunista, dirigimos al lector a las introducciones escritas en aquella ocasión.
Con la voluntad de situar a "Bilan" en la historia de las fracciones de Izquierda que lucharon contra la degeneración de la III Internacional, Barrot ha escrito una larga introducción donde, aun afirmando y recordando posiciones revolucionarias, el autor acaba ciertamente por despistar al lector poco documentado haciendo un revoltijo; consideraciones personales mezcladas con la de "Bilan", comparaciones históricas con el periodo actual, definición de conceptos, historia de otros grupos, polémicas contra la CCI y "Bilan". Si muchas de estas anotaciones son justas, y no negamos que sea necesario hacer críticas de "Bilan", que era producto como todo grupo de un periodo determinado, hay que constatar desgraciadamente que Barrot se sitúa como juez de la historia y que sus concepciones propias vienen a aumentar la confusión sobre las posiciones fundamentales para la emancipación de la clase obrera, sobre su vida y su papel histórico.
Medidas concretas y perspectivas revolucionarias
La experiencia española, la reacción espontánea de los proletarios dotándose de milicias contra el ataque fascista a pesar de los intentos de conciliación del Frente Popular, y después estos mismos obreros sometiéndose al encuadramiento de la burguesía de izquierdas, demuestra la naturaleza de las barreras políticas levantadas contra el proletariado y la derrota a la cual es llevado si no las supera.
Saludando las posiciones claras de "Bilan" sobre esto, y no pudiendo hacer otra cosa, pues él no inventa nada al respecto, J. Barrot se coloca sin embargo como observador desde lo alto de su tarima acerca de los acontecimientos de España. Bilan tiene tendencia a ver únicamente una derrota de los proletarios (lo que es cierto), y no la aparición de un movimiento social susceptible en otras condiciones de tener un efecto revolucionario.
Denunciar la contrarrevolución sin citar también las medidas positivas y de donde provienen en cada situación, es actuar de manera puramente negativa. El partido (o la fracción) no es una maquina de podar. (p.88)
Si J. Barrot entiende por movimiento social, la transformación inevitable de las instituciones burguesas en tiempo de crisis, como las huelgas y ocupaciones de tierra, esto es un hecho que "Bilan" no niega. Lo que dice "Bilan", es que tal transformación es insuficiente sin la caída del Estado burgués.
Cuando Bordiga decía que había que destruir el mundo capitalista antes de pretender construir la sociedad comunista, no era para anunciar un presagio mas, sino para demostrar como lo hacía Rosa, que los revolucionarios sólo disponen de algunos postes indicadores para llegar al comunismo. Pero J. Barrot tiene sin duda la pretensión, al igual de los utopistas, de definir con todos los detalles el seguimiento y la constitución de una sociedad que construirán millones de proletarios y sobre la cual sabemos muy pocas cosas, a grandes rasgos: que se verá la muerte del Estado, la abolición del salario y el final de la explotación del hombre por el hombre1.
J. Barrot parece haber olvidado la parte fundamental de la denuncia de la sociedad burguesa cuando retoma por su cuenta, con otras palabras, la acusación tradicional del burgués, según la cual los revolucionarios serian puramente nihilistas.
A propósito de la masacre de los trabajadores en España, el papel de la Fracción era y no podía ser otro que el de separar las ideas burguesas de las proletarias y sin ningún nihilismo, levantar la perspectiva de lucha autónoma de clase - que en tanto que tal no tiene nada que ver con la lucha sindical basada en las reivindicaciones de la izquierda - de afirmar la necesidad de oponerse a todo envío de armas sea para uno u otro campo imperialista, de poner en marcha la necesaria confraternización de los proletarios, sin lo que (es lo que pasó) serian masacrados en un guerra local primero, y después en el holocausto mundial. Tales eran las medidas concretas, políticas, a mantener, y "Bilan" las defendió.
¿Crisis del proletariado o necesaria reconstitución de su independencia de clase?
Olvidando medio siglo de contrarrevolución y desnaturalizando la afirmación de autonomía de clase por "Bilan", J. Barrot parece rebajar esta independencia de la acción del proletariado al nivel del peligro de que la lucha económica quede en un nivel puramente económico (más lejos niega la primacía de lo político cuando la acción de la clase engloba necesariamente lo político y lo económico): "... en estas condiciones, insistir sobre la autonomía de las acciones obreras, no basta. La autonomía no tiene por que ser un principio revolucionario, de igual manera que el dirigismo por una minoría: la revolución no se reivindica ni de la democracia ni de la dictadura."
Aunque recuerde la importancia del contenido para la autonomía, nos preguntamos que contenido le da Barrot a la dictadura del proletariado, a la democracia proletaria, a los órganos de masa del proletariado...
Comprendemos que para este autor, la autonomía no sea un principio, ya que así rechaza la afirmación del proletariado como clase distinta a las otras clases y que forma su experiencia a través de las múltiples luchas e incluso bajo la dominación del capital. Es él el quien hace la separación entre la lucha económica y política mientras que ni "Bilan" ni la CCI nunca han hecho preceder lo uno de lo otro de manera mecánica. Rosa y Lenin han demostrado ya bastantes veces que las fases de las luchas económicas y políticas se suceden ínter penetrándose hasta tal punto que se diluyen una en la otra, por que son momentos de una misma lucha de la clase obrera contra el capital.
Los revolucionarios siempre han puesto en primer lugar que los obreros se ven llevados a sobrepasar el estadio estrictamente reivindicativo, ya que si no ocurre esto, las luchas acaban en un fracaso. Por consiguiente, los fracasos de numerosas luchas en estos últimos años son el fermento de lucha decisiva en el futuro, pero J. Barrot ve ahí una contradicción: "...contradicción que engendra una verdadera crisis del proletariado reflejada entre otras cosas por la crisis de algunos grupos revolucionarios. Sólo una revolución podría sobrepasar prácticamente esta contradicción".
Para resolver lo que él comprende de esta aparente contradicción, Barrot sacude la palabra revolución como el cura mueve el incienso para ahuyentar al demonio. No es de mucho interés retener aquí las contradicciones de Barrot, pero sí por ejemplo, que de un lado reconoce que: "La experiencia proletaria tiene sus raíces en los conflictos inmediatos" ¿Cómo puede sostener la idea según la cual: "es la actividad reformista de los asalariados lo que los encadena al capital"?
¿Qué viene a hacer aquí el reformismo, mientras que los proletarios se pelean contra la agravación de sus condiciones de vida? A menos que Barrot - como todo izquierdista medio - identifique las clases con los partidos contrarrevolucionarios que pretenden representarla y que pasan por ser "reformistas".
Si los proletarios se encadenan por si solos al capital, esto equivale a decir que los partidos de izquierda en España (y en otras partes) no tienen ninguna responsabilidad en la guerra imperialista y que las ideas burguesas ya no son fuerzas materiales. Entonces, el proletariado ya no existe como clase revolucionaria y la sociedad comunista ya solo será una utopía más.
Pero Barrot puede decir aún que desnaturalizamos las cuestiones que él plantea - ciertamente, estaría hecho con mala idea - si Barrot no confirmaba la naturaleza de estas cuestiones por respuestas modernistas y juicios históricos.
Hemos aprendido sucesivamente que la autonomía de la clase no era un principio, que los proletarios se encadenaban al capital. Aprendemos después que la CCI sabe "mas o menos lo que la revolución debe destruir, pero no lo que debe de hacer para poder destruirlo" (p. 87); esto nos recuerda las medidas concretas tales como entran en el esquema de Barrot, y veremos como éste se hace el ignorante.
Ninguna modificación tangible de la estructura social es viable sin la destrucción del estado burgués
Hemos ya dejado constancia que la insuficiencia de algunas transformaciones sociales; que la clase obrera tiende a volver a poner en marcha la producción y que los campesinos sin tierra expropien a los propietarios no es un hecho revolucionario en sí mismo, sino mas al contrario un momento del proceso de intentos de la clase que: en sí mismo no son emancipadores si este control de la producción se convierte en autogestión y si los proletarios, como en España, están sometidos a una fracción de la burguesía en nombre del antifascismo. Barrot reconoce los límites de tales transformaciones, pero aun así las presenta como un inmenso avance revolucionario.
Aun reconociendo parcialmente que el Estado burgués republicano rechazaba (evidentemente) el empleo de métodos de lucha social para enviar a fin de cuenta a los proletarios al frente imperialista, Barrot piensa que: "la no destrucción del Estado impide a las socializaciones y a las colectividades de organizar una economía antimercantil al conjunto de toda sociedad."
Esto es cierto en un sentido pero para Barrot socializaciones y colectivizaciones son forzosamente la tendencia potencial al comunismo. Para nosotros, si hay una tendencia potencial al comunismo, se expresa en la capacidad de la clase obrera para generalizar sus luchas, para centralizar y coordinar su organización, para desmarcarse de los partidos burgueses, para armarse con el fin de acabar con la dominación capitalista, como condición primera de la transformación social, mas bien que un control de la producción dirigido a atenuar la derrota de la burguesía, o peor, pretendiendo antes de la destrucción del Estado, instituir relaciones de producción nuevas.
En Octubre del 17 en Rusia, este tipo de experiencia de autocontrol de las fábricas fue muy corto. Lo que se extrae primeramente y sobretodo, es la centralización de la lucha, una centralización que, o no existió en España, o fue tomada por el Estado burgués. Los proletarios en Rusia, después de la destrucción del Estado burgués, pudieron creer durante un corto espacio de tiempo, el organizar una economía antimercantil con todas las dificultades que sabemos: lo que se confirmó, es una imposibilidad de hacerlo en un cuadro nacional, incluso después de la destrucción del Estado burgués.
Está claro que los proletarios, ya antes del asalto contra el Estado, en el período de maduración, transforman la marcha de la explotación: ponen en marcha una reducción del tiempo de trabajo (las 8 horas), imponen decretos sobre la tierra y sobre la paz, pero estas medidas no son en sí mismas comunistas. Su aplicación no es más que la satisfacción en reivindicaciones que el capitalismo ya no es capaz de conceder. E incluso si el capital cede antes sobre alguna de estas medidas, el grado de conciencia conseguido por lo proletarios en el transcurso del proceso de la lucha no puede hacer que olviden la necesidad de la insurrección política.
Después de la insurrección, los proletarios de un área geográfica, continúan soportando el yugo de la ley del valor. Si no se reconoce esto, hay que negar entonces que el capitalismo impone su ley al conjunto del planeta en tanto que sigue existiendo y esto es la puerta abierta a la tesis estalinista del "socialismo en un solo país". Todo lo que sabemos, es que el proletariado no se verá con un método de producción fijo, sino que tendrá que transformarse constantemente en un sentido antimercantil.
El establecer hoy de manera precisa el cómo y el cuando se verá efectuada la distribución de las riquezas sociales según las necesidades a largo plazo (aparte de conceder las reivindicaciones mas inmediatas, la comida, el alojamiento, la supresión de las diferencias salariales, etc.), no seria mas que especulación o bricolaje político. ¡Sobre todo esto, nos encontramos en la sociedad de transición del capitalismo al comunismo, etapa inevitable como siempre lo ha afirmado el marxismo!
La lucha de clase bajo la dominación del capital a la afirmación del proletario
Es fácil para todos los novatos en teoría sociológica el teorizar las debilidades del movimiento obrero, el ver a los obreros recuperados por la sociedad de consumo o integrados al capital. La pretensión de estos fabricantes de ideas no es en realidad más que una tentativa para liquidar el marxismo en tanto que instrumento de combate que tiende a destruir la infraestructura de la clase a la que pertenecen, la burguesía. Tal es el camino en el que Barrot corre el peligro de enredarse.
Desgraciado el proletariado de España en el 36 que no obedece a las consideraciones de un gran observador por encima de la historia. Al principio, hay un comportamiento comunista bien narrado por Orwell y después no se organiza de manera comunista porque no actúa de manera comunista. Comprenda el que pueda. En realidad, Barrot pone el carro delante de los bueyes: "el movimiento comunista solo puede vencer si sobrepasa la simple revuelta (incluso armada) si no se atan al salario mismo. Los asalariados no pueden llevar la lucha armada mas que destruyéndose como asalariados". Barrot se lo toma a la ligera para extraer una lección de los sucesos en España, en Julio del 36 no se trata de un levantamiento armado contra el Estado. Después de ser incapaz de explicarnos como los obreros atomizados e individualizados pueden transformarse en proletariado afirmándose en la transformación del orden establecido, de otra manera que por formulas como la de "explosión de la teoría del proletariado", quiere hacernos creer en la simultaneidad absoluta de la abolición del salario y la caída del Estado burgués. Equivale a lo mismo que soñar en la constitución inmediata al comunismo.
Efectivamente, los proletarios insurrectos no son propiamente asalariados, pero "¿Cesarán por eso de producir en las fábricas, incluso con un fusil en bandolera? ¿Trabajarán gratuitamente para millones de parados? ¿Es posible en el seno del sector bajo control proletario el suprimir toda distribución en la anarquía legada por el capitalismo internacional, que en su intento material para arrasar la revolución impondrá por ejemplo una mayor producción de armas o de materiales de primera necesidad? ¿De todas maneras, quien puede decidir el modelo de retribución y la mejor manera de ir rápidamente hacia la abolición del salario en la división del trabajo aun existente, Marx y sus bonos de trabajo recogidos en "La critica del programa de Gotha"? ¿Barrot? ¿El partido? O mas bien la experiencia misma de la clase.
Lo que distingue hoy a los revolucionarios de todos los filósofos del comunismo imaginativo, es la afirmación de que todas las medidas económicas o de transformación social serán asumidas bajo la dictadura del proletariado, bajo el control político de esta clase y que no habrá medidas económicas adquiridas definitivamente: garantizando el avance hacia el comunismo, donde estemos seguros que no se volverá contra el proletariado, en tanto que la política burguesa no esté definitivamente vencida.
Barrot aun no ha empezado a ver la sociedad en transición hacia el comunismo cuando define ya la revolución como "la reapropiación de las condiciones de la vida y de la producción de las relaciones nuevas", tratando por encima del periodo insurreccional decisivo. Se comprende que reproche, como todos los modernistas, a la izquierda italiana "un formalismo obrero, parecido al economicismo". Incluso si se ve obligado a reconocer un papel clave a los obreros. Por la falta de claridad en todas estas formulaciones, creemos que la demostración implica el rechazo y la afirmación del proletariado como clase sujeto de la revolución.
Todos los que intentan hacer ver que el proletariado está en crisis porque no llegará a sobrepasar sus luchas triviales inmediatas que lo encadenan al capital, todos los que piensan en la desaparición de la clase obrera antes del asalto revolucionario, antes del comunismo, son inútiles para el proletariado, ya que borran de una vez todas las dificultades hacia el comunismo. Sus teorías acabaran en el basurero de la historia.
Lejos de ayudar a una apreciación justa del papel de las fracciones de izquierda y de sus aportaciones a nuestra generación, Barrot la desforma, acusando a la izquierda italiana de atrofiar la política, de quedarse en una concepción sucesiva de la revolución (política y después económica) y, aunque "Bilan" haya perfilado los caracteres generales de la revolución comunista futura, lo acusa de haber opuesto "el fin al movimiento".
Este tipo de comentarios nos llevan al parloteo. Al contrario de lo que intenta demostrar Barrot, hasta con leer los textos publicados para ver el cuidado que "Bilan" pone en el análisis de las relaciones de fuerza, en recordar los auges proletarios y los sacrificios de la clase, para mostrar donde vive esta y donde lucha, incluso mutilada por el peso del anarquismo en España, incluso desviada de la perspectiva comunista, en lo que las experiencias de lucha del 36 constituyen una parte irremplazable de le experiencia de la clase en la búsqueda de su meta final.
La guerra de España no ha bloqueado en ningún momento el desarrollo teórico de la izquierda italiana, al contrario, ha verificado los análisis de "Bilan", confirmando que no se puede abandonar ni una de las posiciones políticas proletarias. En cuanto al movimiento potencial del que habla Barrot para las necesidades de su teoría, las medidas concretas tales como las de socialización y colectivización han sido exageradas en su importancia y utilizadas por la burguesía para esconder el problema político fundamental: el ataque contra el estado burgués.
Para Barrot, el comunismo es para ahora o para nunca. Chilla a quien quiere oírle: "el comunismo teórico no puede existir mas que como afirmación positiva de la revolución". En estas condiciones, el lector que lee la introducción de los textos de "Bilan" puede preguntarse que reivindica la revolución de Barrot, si no es algo que no lleva y que no puede ir a ninguna parte.
El lector atento, ha comprendido que la revolución vendrá sola, un día, para resolver la crisis del proletariado por la negación pura y simple de esta clase, que no sobrepasaría de estos pequeños grupos revolucionarios que se parecen mas a casas editoras o grupos como la CCI que es lo que la revolución debe hacer. La fuerza de la pluma de Barrot elimina las adquisiciones programáticas del movimiento revolucionario, del debate sobre el periodo de transición, rechaza la conciencia de clase y la importancia de la actividad de los revolucionarios y da un gran salto en el vacío intersideral.
Barrot tiene un gran merito, el haber publicado los textos de "Bilan" sobre la guerra de España.
SOBRE LA PUBLICACION DE LOS TEXTOS DE "L' INTERNATIONALE" SOBRE LA GUERRA DE ESPAÑA
El medio de los revolucionarios de los años 30 en Francia constituía un verdadero microcosmos de las corrientes revolucionarias existentes. Mientras que el trotskismo perdía su carácter proletario para transformarse en una auténtica fuerza contrarrevolucionaria, algunos grupos se mantenían en el mismo periodo con posiciones de clase. La Izquierda Comunista Italiana fue la expresión más autentica de una coherencia y firmeza revolucionarias.
La confusión existe, en la cual cayó el grupo "UNION COMUNISTA", no iba desgraciadamente a permitirle pasar positivamente el test de los sucesos en España. Nacido en la confusión, desapareció en 1939 en la confusión, sin haber dado al proletariado una aportación substancial.
Uno de sus fundadores (Chazé), mas de 40 años después, ha reeditado con un prólogo, una selección de textos de su órgano ("L´Internationale"). Desgraciadamente, fijándose demasiado en posiciones que no han podido seguir adelante, consejismo y anarquismo, sembrando a veces pesimismo y amargura, algunos viejos militantes proletarios ilustran de manera trágica la ruptura entre las viejas generaciones revolucionarias gastadas y desmoralizadas por la contrarrevolución y las nuevas, que sufren una dificultad en reapropiarse de las experiencias pasadas. Que el balance crítico del pasado haga engrandecer la llama nueva del proletariado que no ha conocido el ambiente irrespirable de la contrarrevolución.
La guerra de España ha suscitado desde hace algunos años numerosos estudios, por desgracia a menudo bajo formas universitarias o de "memorias" de carácter equivoco. Es muy a menudo la voz "Frente Popular", poumistas, trotskistas, anarquistas, la que se hacia oír. Todas estas voces, estas visiones múltiples que se confundían en un mismo coro para cantar que si los meritos del Frente Popular, que si las colectivizaciones, que si el coraje de los "combatientes antifascistas"...
La voz de los revolucionarios, por el contrario, solo podía hacerse oír débilmente. La publicación en la Revista Internacional de la CCI y después la edición de libros en francés y castellano de los textos de "Bilan"2 consagrados a este periodo ha venido a llenar un vacío y hacer que se oiga, aunque débilmente, la voz de los revolucionarios internacionalistas. Este interés en las posiciones de clase expresadas en un total aislamiento, es un signo positivo. Poco a poco, aunque demasiado despacio todavía, se resquebraja la visión ideológica que la burguesía mundial ha fijado sobre el proletariado para aniquilar su capacidad teórica y de organización, para desenvolverse en su propio terreno, donde se expresa su verdadera naturaleza: la revolución proletaria mundial.
Ahora, con gran interés, el reducido medio revolucionario internacional ha visto aparecer en francés "Crónicas de la revolución española, selección de textos de la Unión Comunista", aparecidos entre 1933-39 y en el que H. Chazé era uno de los principales redactores.
Orígenes e itinerario político de la unión comunista
La UC nació en 1933. Bajo el nombre de Izquierda Comunista, en Abril de ese mismo año, habían reagrupado a las antiguas oposiciones del "15eme Rayón", de Courbevoie, de Bagnolet3 así como el grupo de Treint (antiguo dirigente del Partido Comunista Francés antes de su expulsión) que había escindido de la "Liga Comunista Trotskista" de Frank y Moliner. En diciembre, 35 expulsados de la Liga, casi todos salidos del grupo judío se fundían a la Izquierda Comunista para crear la Unión Comunista.
Este grupo se pronunciaba contra la fundación de una IV Internacional, contra el "socialismo en un solo país". Grupo revolucionario, la UC guardaba de su herencia trotskista muchas confusiones. No solo se decantaba por la defensa de Rusia, sino también sus posiciones no se desmarcaban del ideal antifascista. En Febrero de 1934, pediría milicias obreras, reprochando al PCF y a la SFIO (socialistas) el no querer constituir un "frente único" para combatir al fascismo. En Abril de 1934, verá con satisfacción a la "izquierda socialista" de Marceau Pivert «tomar una actitud revolucionaria», lanzada a plantear el problema de la conquista revolucionaria del poder ("L' Internationaliste" Nº 5). En 1935, tomará contracto con La Revolución Proletaria4 de los pacifistas, trotskistas, todos antifascistas, para preconizar el reagrupamiento de estas organizaciones. En 1936 participará a titulo de observador en la creación del nuevo partido trotskista (Partido Obrero Internacionalista).
En todo esto, se ve la enorme dificultad que tuvo la UC para definirse como una organización proletaria. En la confusión existente la clarificación de las posiciones de clase chocaba con miles de obstáculos. En la introducción a "Crónicas a la revolución española", Chazé lo reconoce y lanza una crítica del pasado: «Sobre la naturaleza y el papel contrarrevolucionario de la URSS, teníamos por lo menos 10 años de retraso en relación a nuestros camaradas holandeses (comunistas consejistas) y a los de la izquierda alemana».
Añade que este retraso iba a traer el abandono de militantes de la UC: «unos para buscar un auditorio en el grupo de Doriot entre el 34-35, otros porque en la UC no podían jugar a ser lideres, otros simplemente porque nuestra rápida evolución los asustaba. Salidas silenciosas o después de una discusión corta y amistosa. Algunos años después, casi todos estos camaradas estaban en la izquierda socialista de Marceau Pivert o en los "estalinistas de izquierda" del grupo que editaba. ¿Qué hacer?"5»
La UC se constituyó pues en medio de la más grande heterogeneidad política. A pesar de ello fue capaz, y este es su mérito, de aproximarse progresivamente a las posiciones de clase rechazando la defensa de la URSS y el Frente Popular definido muy justamente como "frente nacional".
¿Esta clarificaron se había realizado en su totalidad? Los sucesos de España tan determinantes por las masacres del proletariado español y la preparación de la guerra imperialista, ¿iban a llevar a la UC a romper definitivamente con las confusiones del pasado y ayudar firmemente a la construcción de la conciencia revolucionaria?.
Sobre esto, afirma Chazé en su prefacio: «Después de 40 años de franquismo, los trabajadores españoles han empezado a enfrentarse con la trampa de la democracia burguesa en un contexto de crisis económica y social mundial. (...) la lucha de clase no se deja entrampar durante mucho tiempo... con la condición de que tenga siempre en cuenta las enseñanzas de las luchas anteriores. Es para ayudarlos a romper la camisa de fuerza del encuadramiento que publicamos esta "Crónica de la revolución de 36-37».
¿De qué "ayuda" se trata?
LAS ENSEÑANZAS DE LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA; "EL INTERNACIONAL"
EN 1936 - 37
Leyendo los textos del "Internacional" es preciso constatar que las posiciones expresadas no ayudan a romper la camisa de fuerza del encuadramiento. El "Internacional" cree, al igual que los trotskistas que la revolución ha empezado en España. En Octubre de 1936, afirma, después de la insurrección del 18 de Julio de los obreros de Barcelona, después lo de Madrid; «el ejército, la policía, la burocracia estatal, han sido frenados y la intervención directa del proletariado ha pulverizado a las fracciones republicanas. El proletariado ha creado piedra sobre piedra y en sus pocos días sus milicias, su policía, sus tribunales y ha puesto las bases de un nuevo edificio económico y social» (Nº 23). La UC ve sobre todo en las colectivizaciones y en la fundación de las milicias, la base de la "revolución española".
Para apoyar esta "revolución", la UC funda al final del año 36 un comité para la revolución española en el cual participan trotskistas y sindicalistas. Como recuerda Chazé, este apoyo era también militar aunque la UC no participase formalmente en las milicias españolas; «algunos camaradas técnicos especializados en la fabricación de armamento, miembros de la Federación de ingenieros y técnicos, me pidieron informarme acerca de los responsables de CNT para saber si podían ser útiles. Estaban preparados para dejar su empleo en Francia para trabaja en Cataluña».
De esta manera, la UC hacia coro con los trotskistas y el PCF que pedían armas para España. El Internacional proclama: «la no intervención (del frente popular. Nota de la redacción) es el bloqueo de la revolución española», en resumen la UC veía en la CNT y el POUM organizaciones obreras de vanguardia. El POUM sobre todo, a pesar de grandes errores, le parecía llamado a jugar un papel importante en el reagrupamiento internacional de los revolucionarios, a condición de abandonar la defensa de la URSS. El Internacional, hasta su desaparición, se hizo el consejero del POUM y después, de su ala izquierda; veía en las juventudes anarquistas un potencial revolucionario y se felicitaba que su revista se leyese en España por jóvenes del POUM y anarquistas.
Todas estas posiciones sobre las cuales volveremos, eran por otra parte muy confusas. En el mismo artículo citado se puede leer en otro apartado, que el Estado republicano que había sido "pulverizado" existía en realidad: «queda mucho por derribar pues la burguesía democrática se agarra a los últimos pedazos de poder burgués que subsisten». Junto a una llamada por la intervención en España, se puede leer más adelante: la lucha por el apoyo efectivo a nuestros camaradas en España significa la lucha revolucionaria contra nuestra propia burguesía.
El entusiasmo que engendraba la revolución española iba a caer día a día. En Diciembre del 36, se podía leer en el nº 24 de "El Internacional": «La revolución española retrocede... la guerra imperialista amenaza... el fracaso del anarquismo frente el problema del Estado... El POUM se ve metido en una vía que puede llevarlo rápidamente a la traición de la revolución, si no modifica radicalmente su política».
La masacre de los obreros de Barcelona en Mayo del 37 llevará a "El Internacional" a denunciar la traición de los dirigentes anarquistas. Subrayará que la contrarrevolución ha triunfado. Sin embargo, seguirá viendo potencialidades revolucionarias en el ala izquierda del POUM y en "los amigos de Durruti".
Dos años después, con el comienzo de la guerra, la UC se disolverá.
LA CONTRARREVOLUCIÓN EN ESPAÑA
¿De qué revolución se trata entonces? Chazé solo cita a las colectivizaciones anarquistas y a los comités del frente popular en el 36. Atacando a "Révolution Internationale", órgano de la CCI en Francia, afirma que hablamos de contrarrevolución «negando que por lo menos hubo un conato revolucionario provocando esta contrarrevolución», y añade: «afirman que el proletariado español no se había organizado en consejos. ¿Pero que eran entonces estos comités de todas clases nacidos en el amanecer del 19 de Julio? La palabra consejos es muy a menudo, en Francia, utilizada por la burguesía para designar los órganos directores, jurídicos y políticos».
Si bien es cierto que el 19 de Julio del 36 expresó unas potencialidades revolucionarias del proletariado español, éstas se agotaron rápidamente. Fueron precisamente estos comités, fundados a menudo por la iniciativa de anarquistas y poumistas, los que iban a llevar al proletario tras la defensa del Estado republicano. Rápidamente, estos comités iban a enrolar a los obreros en milicias que los alejaban de las ciudades para transportarlos al frente militar. Es así, como la burguesía republicana conservaba casi intacto su aparato de Estado, y sobre todo a su gobierno, que no iba a tardar mucho en prohibir las huelgas, las manifestaciones, en nombre de la unidad nacional para la defensa de la revolución. Este papel abiertamente contrarrevolucionario del Frente Popular iba a ser ampliamente apoyado por la CNT y el POUM en los cuales Chazé después de 40 años, ve aún aspectos revolucionarios.
«Que existían revolucionarios lo sabíamos, y estos se manifestaron claramente en el transcurso del las jornadas de Mayo del 37». Esto es lo que afirma en su introducción. Pero que individuos siguiesen siendo revolucionarios, que siguiesen luchando con las armas en la mano contra el Gobierno republicano en Mayo del 37, no debe ser el árbol que nos impida ver el bosque. La lección fundamental de estos sucesos, es que anarquistas y poumistas, gracias a su política, llevaron al proletariado a la masacre. Fueron ellos los que pusieron fin en Julio del 36 a la huelga general; fueron ellos los que llevaron a los obreros fuera de las ciudades; fueron ellos los que mantuvieron a la Generalitat de Cataluña; fueron ellos los que hicieron de esos comités instrumentos que obligaban a los obreros a producir primero y reivindicar después.
Este es el triste balance de esta política revolucionaria en la que los comités fueron un instrumento en las manos del capitalismo. Nada tienen que ver con los consejos obreros, verdaderos órganos de poder que surgen de una revolución. No es cuestión de palabras.
Pero lo más grave en la posición de UC, que aún defiende hoy Chazé, es su petición de armas para España, la subestimación o la negación del carácter imperialista de la guerra de España. Chazé aún está orgulloso recordando que su organización se puso a disposición de la CNT para ayudar a fabricar armas. ¿Es que ignora que estas armas sirvieron para poder mandar a los obreros a la carnicería guerrera? Se queja de que el gobierno Blum no diese esas armas. La URSS sí que las dio. ¿Para que sirvieron, sino para fusilar a los insurrectos de Barcelona en Mayo del 37? De esto, ni una palabra. Prefiere esconder la naturaleza contrarrevolucionaria de esta política definiéndola como una «sociedad de clase con los trabajadores españoles en lucha».
Sólo podemos apenarnos cuando vemos a un viejo militante como Chazé conservar la misma confusión que "El Internacional" en 1936-37. Afirmando aún hoy que la posición de derrotismo revolucionario en la guerra de España era insensata, niega el carácter imperialista de aquella. Esta guerra es una guerra de clase, afirmaba "El Internacional" en Octubre del 36. Chazé lo reafirma hoy. Sin embargo, estos mismos artículos de "El Internacional" demuestran claramente el carácter imperialista de la guerra: «Por un lado Rosemberg, embajador soviético en Madrid es la eminencia gris de Caballero; por el otro lado, Hitler y Musolini toman en sus manos las operaciones... En el cielo de Madrid, los aviones y aviadores rusos combaten con los aviones y aviadores alemanes e italianos» (nº 24, 5/12/36). Esta cita tan clara no basta para aclarar a la UC (y a Chazé hoy) que se pregunta: «¿La guerra civil en España se transforma en guerra imperialista?». ¡Chazé solo ve la transformación en guerra imperialista después de Mayo del 37, como si esta masacre no fuera la consecuencia de la carnicería imperialista iniciada en Julio del 36.
¿MENTIRA, FALSIFICACIÓN, AMALGAMA?
La introducción de H. Chazé en "Las crónicas de la revolución española" es la ocasión para él de arreglar unas cuentas pendientes con "Bilan" y "Communisme", órganos respectivos en aquella época de las fracciones italiana y belga de la Izquierda Comunista, llamada "bordiguista". Afirma: «Un puñado de jóvenes bordiguistas belgas, ya en 1935 y por consiguiente antes de publicar Communisme practicaban alegremente la mentira, la falsificación de textos y amalgama... Continuaron a propósito de España en "Communisme" y fueron respaldados por la dirección de la organización italiana de los bordiguistas que publicaban "Bilan", y muy a menudo utilizando los mismos procedimientos indignos de militantes revolucionarios». Concluye: «la posición a priori de la dirección bordiguista la condujo a un monstruoso rechazo de solidaridad de clase con los trabajadores españoles en lucha» (p.8).
Se buscaría en vano argumentos para hacer acusaciones tan graves. Lo que está claro, es que "Bilan" y "Communisme", durante la guerra de España, defendieron sin dar concesión alguna a las corrientes "intervencionistas", las posiciones internacionalistas. Rehusaron defender un campo imperialista u otro y afirmaron incasablemente que sólo la lucha en los "frentes de clase" contra todas las fracciones burguesas, incluidas las anarquistas y poumistas, podía poner fin a la masacre de los frentes militares imperialistas. Al estribillo clásico de todos los traidores del proletariado "hacer primero la guerra y la revolución después", la corriente "bordiguista" oponía una sola consigna internacionalista: «hacer la revolución para transformar la guerra imperialista en guerra civil». Esta posición sin concesiones, sólo la izquierda italiana y belga con el grupo de los trabajadores de México6 la defendió firmemente contra la corriente de abandonos y traiciones que alcanzaron incluso a los pequeños grupos comunistas de izquierda, a la izquierda del trotskismo. Tal posición no podía más que aislar a las izquierdas comunistas italiana y belga. Estas lo escogieron deliberadamente para no traicionar al proletariado internacional.
Lo que se esconde detrás de las palabras falsificación, mentira, amalgama, es una intransigencia política que el grupo UC no ha sabido adoptar. La UC se situaba en un mar indefinido donde intentaba conciliar posiciones de clase y posiciones burguesas. Esto fue la razón de la ruptura definitiva con la izquierda italiana y la UC, que hasta entonces conservaban algunos contactos. La corriente "bordiguista" pensaba incluso que la UC había pasado al campo de la burguesía en la masacre de España7
La guerra de España, porque desde sus principios preparó la segunda masacre imperialista, ha sido un test definitivo para todas las organizaciones proletarias. Si la UC no se pasó el campo enemigo en 1939 como los trotskistas, por sus confusiones y su falta de coherencia política, estaba condenada a desaparecer sin haber podido dar verdaderas contribuciones al proletariado.
H. Chazé cree sin duda herirnos en lo más hondo presentándonos como los herederos de esos "falsificadores": «nuestros censores del 36 tienen herederos que siguen haciendo estragos en su periódico "Revolution Internationale». No nos metemos en lo referente a reducir a toda la CCI en RI, procediendo habitualmente empleado para negar la realidad internacional de nuestra corriente. Lejos de sentirnos insultados no podemos más que estar orgullosos de ser presentados como los herederos de los censores de la UC. La herencia de la izquierda italiana belga, que Chazé presenta como "monstruoso", es una rica herencia de fidelidad y de firmeza revolucionarias que le permitió durante la II guerra mundial afirmase como corriente proletaria. Lo que "Bilan" y "Communisme" denunciaron, era precisamente la mentira de una guerra imperialista presentada a los obreros españoles como una guerra de clase. Lo que denunciaron, es la mayor falsificación histórica que ha disfrazado la masacre obrera en los frentes militares en Mayo del 37, como una "revolución obrera". La peor amalgama era, y es, aún hoy en día, el confundir el terreno capitalista y terreno proletario ahí donde se excluyen, el terreno proletario era la destrucción del Estado capitalista, el terreno capitalista era el de enrolar al proletariado tras la causa enemiga en nombre de la "revolución".
Las lecciones de la izquierda comunista no son una herencia muerta. Ayer como hoy, los proletarios pueden ser llevados fuera de su terreno de clase y ser llamados a morir por la causa enemiga. En una situación tan difícil como la de España 36, es decisivo comprender - sean cuales sean las dificultades con las que se encuentre el proletariado en un terreno militar donde avanzan los ejércitos capitalistas- que los frente militares sólo pueden ser derrotados cuando el proletariado opone firme e irresolublemente su frente de clase. Tal frente sólo puede afirmarse elevándose contra el Estado capitalista y sus partidos "obreros". El proletariado no tiene alianzas momentáneas y tácticas que hacer con ellos: debe, por sí solo, con sus propias fuerzas, batirse contra sus pretendidos aliados que lo inmovilizan para la masacre y lo condenan a un nuevo Mayo 37. El proletariado de un país dado sólo tiene por aliado a su clase que es mundial.
¿LA VIA DEL DERROTISMO O LA VIA DE LA REVOLUCION?
Chazé explica que ha querido publicar de nuevo los textos de "El Internacional" para ayudar a "romper la camisa de fuerza del encuadramiento". Su intento, desgraciadamente, va en sentido opuesto. No sólo no se mueve ni un ápice en relación a las posiciones de la UC y muestra una incapacidad para hacer un balance serio de los sucesos de la época, sino que además, a lo largo de la presentación en "Crónicas", se aprecia un tono claramente derrotista. Mientras que hoy la actividad y la organización de los revolucionarios es una orientación fundamental que hay que comprender en la lucha del proletariado, un instrumento que será decisivo en la maduración de la conciencia de clase, Chazé preconiza la vía del "comunismo (o socialismo) libertario" que precisamente fracasó en España. Rechaza toda la posibilidad y necesidad de una organización proletaria de revolucionarios afirmando: «la noción de partido (grupo o grupúsculo) único portador de la verdad revolucionaria contiene el germen del totalitarismo». En cuanto al período actual, Chazé mantiene el más negro pesimismo afirmando no tener «demasiadas ilusiones en relación con el contexto internacional muy parecido a lo que rea en 1936, a pesar del número de huelgas salvajes, duras, largas, contra la política de austeridad, única premisa de los patronos de los países industrializados (...) las fuerzas contra-revolucionarias se han agrandado en el mundo entero». Si estamos aún en un período de contrarrevolución, ¿para qué servirán las lecciones que Chazé quiere dar a sus lectores?
H. Chazé forma parte de esos viejos militantes cuyo mérito ha sido resistir a la corriente contrarrevolucionaria. Pero como muchos que vivieron la época más negra del movimiento obrero, trágicamente impotentes, Chazé ha guardado una inmensa amargura, un desengaño frente a la posibilidad de una revolución proletaria, las lecciones que Chazé quiere dar, su pesimismo, no las nuestras8. Hoy, después de más de diez años, se cerró la larga fase de la contrarrevolución. El proletariado ha vuelto a surgir en el terreno de la lucha de clase. Frente a un capitalismo en crisis que quisiera llevarle al igual que en los años 30 a una carnicería imperialista, guarda una combatividad intacta, no está derrotado.
A pesar del peso de las ilusiones que caen sobre él, lo que subraya Chazé con mucha razón, hay una fuerza inmensa que espera a su hora para levantarse y proclamar al mundo capitalista: "era, soy, seré".
Roux-Chardin
1 Sobre el periodo de transición, ver los trabajos de "Bilan" y varios textos en la Revista Internacional
2Véase "Revista Internacional" número especial, Julio de 1977 (artículos de "Bilan"), para la edición en español. En francés e inglés, véanse los nº 4, 6 y 7 de la Revista. "La contre revolution en Espagne" ("Bilan"), EGE 1979; Paris, cuyo prefacio de Barrot criticamos en el otro artículo de esta Revista. Por su parte, la editorial "Etcétera" de Barcelona publicó en 1978 la traducción de algún texto de "Bilan" sobre España: "Textos sobre la revolución española, 1936-39".
3 Rayon: organización de base del PCF. Courbevoie, Bagnolet: barrios obreros de París
4 "La revolución proletaria": revista de sindicalismo revolucionario
5 "¿Qué hacer?", dirigido por Ferrat, era un escisión del PCF, partidario del "frente único" con la SFIO (socialista). Después de la guerra, Ferrat entro en el partido de Blum (nota nuestra).
6 Ver en Revista Internacional nº 10 Textos de la Izquierda Comunista Mexicana (https://es.internationalism.org/node/2064 [10] )
7 La cuestión española trajo consigo la ruptura entre "Bilan" y la "Liga de los comunistas internacionalistas" de Bélgica en 1937. De estos últimos salió la Fracción belga que publicó hasta el final de la guerra la revista "Communisme". La actitud cara a la guerra de España fue el origen de esta ruptura. Básicamente, la LCI tenía las mismas posiciones que la UC de Chazé y Lastérade
8 La colección de textos de "El Internacional" con el prologo de Chazé, ha encontrado admiradores entusiastas en el PIC (Por una Intervención Comunista) que publica "la Jeune Taupe" en París. En el "Joven Topo" nº 30 de Marzo del 80, se puede leer esta incitante invitación: "a leer para no morir tonto". Desde hace algún tiempo, el "Joven Topo" se ha especializado en volver a publicar textos de "El Internacional". Por desgracia, es a menudo con la intención de oponer la clarividencia de la UC frente a "Bilan", al que el PIC trata de leninista. ¿Significa esto que el PIC se reivindica de las posiciones de UC sobre la guerra de España y, en particular, el apoyo de las milicias, y que ve en la CNT y el POM a fuerzas auténticamente revolucionarias"?. En espera de aclararnos sobre este punto, podemos ya comprobar que el PIC prefiere hacer pinitos en el modernismo, cuando no conchabarse con "socialista de izquierda", en la revista "Spartacus" (París), grandes admiradores todos de la "resistencia" y de la "revolución española antifascista", en lugar de ponerse a hacer un trabajo revolucionario serio. Al verle en compañía tan brillante, podría creerse que el PIC abandona cierta cantidad de posiciones de clase y que está decidido a "morir tonto". Es lamentable observar tal evolución por parte de un grupo que hace aún algunos años manifestaba más firmeza revolucionaria
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