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Los estragos de la guerra
Desde 1914, la guerra se ha convertido en una constante en todos los continentes. Doscientos conflictos, doscientos millones de muertos, ¡Dos ciudades arrasadas por bombas atómicas! Napalm, armas químicas y bacteriológicas, bombas de racimo, drones asesinos... la última tecnología al servicio de la barbarie.
El siglo XX ha sido repetidamente calificado como el siglo más bárbaro de la historia de la humanidad. Pero el siglo XXI está en camino de ocupar un lugar aún más alto en los anales del horror: tras haber comenzado con los atentados a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, el caos se ha extendido de una región a otra: Irak, Afganistán, Siria, Libia, Congo, Ucrania, Israel/Palestina... y quizás mañana Taiwán.
La guerra se ha convertido en el centro de gravedad de toda la sociedad, al punto que centra toda la investigación científica: . microondas, productos liofilizados, latas de comida, jeringuillas autoinyectables, GPS, gafas de aviador, Internet... la lista de objetos producidos por la investigación militar es interminable. La Primera Guerra Mundial dio origen a una economía de guerra permanente: en una lucha feroz, los gobiernos tuvieron que centrar su industria e investigación científica en este ámbito de destrucción y muerte. Desde entonces ha sido la guerra la que estructura a la sociedad. Hoy en día, el gasto militar mundial supera los 2,4 billones de dólares al año. ¡Esta cifra aumenta constantemente y será aún mayor mañana!
La guerra mata, se cobra la vida de millones de personas. Pero también aniquila todas las demás formas de vida. Los campos de batalla son páramos desolados; la flora y la fauna son aniquiladas.
Cada guerra causa un desastre ambiental que dura siglos: metales pesados, productos químicos y elementos radiactivos permanecen durante siglos, incluso milenios. Las consecuencias de la Primera Guerra Mundial aún se sienten hoy. El plomo y el mercurio provenientes de la degradación de las municiones contaminan las capas freáticas dondequiera que hubo trincheras. En Francia, debido a los proyectiles enterrados, ¡120.000 hectáreas de campos de batalla siguen siendo inservibles para cualquier actividad humana! Durante la guerra de Vietnam en la década de 1960, el ejército estadounidense utilizó deliberadamente un herbicida ultratóxico (Agente Naranja) para destruir la vegetación y facilitar la detección de las fuerzas del Viet Cong. ¡Este producto químico destruyó todos los bosques en el 20% del sur del país y continúa contaminando el medio ambiente y la población! ¿Y la energía nuclear? Todos los estados con armamento nuclear realizan pruebas, unas 2000 actualmente, que están causando un aumento considerable de cáncer en la población «local».
El conflicto en Ucrania es un concentrado de todas estas fuerzas destructivas. Además de los cientos de miles de muertes en ambos bandos, el riesgo de catástrofe nuclear en la central de Zaporiyia hace temblar al mundo; los edificios derrumbados liberan por todas partes cantidades incalculables de asbesto al aire; tanques, armas y equipos médicos abandonados representan toneladas de residuos altamente contaminantes. Solo una cifra: si bien el país alberga el 35% de la flora y fauna de Europa, casi el 30% de sus bosques ya han sido destruidos.
En Ucrania, la destrucción del medio ambiente es un arma de guerra. La explosión de la presa de Kajovka el 6 de junio de 2023 es prueba de ello: miles de hectáreas de tierras de cultivo y reservas naturales fueron destruidas, polígonos industriales inundados, lo que provocó que el agua de la presa se mezclara con diversos productos químicos, hidrocarburos y aguas residuales, etc. La devastación de Gaza por el ejército israelí está teniendo efectos similares en el medio ambiente, mientras masacra y mata de hambre a decenas de miles de personas. Las guerras actuales demuestran que esta estrategia de tierra quemada se ha reforzado: destruir los recursos naturales de un entorno para matar de hambre a su adversario. Este también fue uno de los objetivos del uso del napalm en Vietnam.
Y para rizar el rizo, el colosal gasto militar que se avecina incluso llevará a los gobiernos a abandonar sus compromisos insignificantes con el clima: recortes drásticos en los programas de reducción de emisiones de CO2, en la investigación de energías alternativas, etc.
Este es el mundo tal como ha sido desde 1914, un mundo en guerra permanente que devora recursos y quema regiones enteras. Si no se hace nada para detener esta dinámica, los estados continuarán su matanza y los focos de guerra se extenderán hasta consumirlo todo.