Submitted by Accion Proletaria on

El mundo ha conocido desde principios de año un recrudecimiento espectacular de las manifestaciones a favor del Estado «democrático»: Corea del Sur, Turquía, Israel, Serbia y, más recientemente, Estados Unidos. Estos movimientos, como hacía tiempo que no veíamos, son el signo inequívoco de crisis políticas y sociales. Pero, ¿debemos alegrarnos necesariamente de que estos acontecimientos se produzcan en los cuatro puntos cardinales? Los revolucionarios saben que «no todo lo que se mueve es rojo» y que es importante ver lo que hay detrás de cada manifestación, analizar cual es el fondo político real de estos movimientos.
Corea del Sur
En un país donde existe un amplio proletariado con cierta experiencia de lucha, donde incluso hay un grupo que se reclama de la Izquierda Comunista,[1] el golpe de fuerza del presidente Yoon Suk-yeol del 4 de diciembre dio lugar a importantes manifestaciones, por un lado, en defensa del presidente golpista, y por otro en apoyo de su destitución y detención. Las manifestaciones estuvieron encabezadas por diputados de los principales partidos de la Asamblea coreana, que reunieron a sus partidarios a la espera de la decisión de la Corte constitucional.
Es evidente que las preocupaciones sociales y proletarias están totalmente ausentes de estas manifestaciones, que son, tanto de un lado como del otro, maniobras para apoyar a una camarilla burguesa contra otra. La causa de esta situación es el bloqueo político entre las fracciones burguesas de la Asamblea, incapaces de aprobar un presupuesto por falta de mayoría suficiente, lo que condujo al intento de golpe de fuerza del presidente.
El caos político resultante es una buena ilustración de la situación de la burguesía coreana, profundamente dividida y fragmentada, y de la actitud del cada uno para sí de todos los partidos, ilustrada por el intento de asesinato en enero de 2024 del principal líder del partido de la oposición y por el golpe de fuerza del 4 de diciembre. La radicalización de las facciones de derecha hacia una ideología conspirativa de inspiración trumpista, los episodios absurdos que se desarrollaron durante la detención del presidente por la policía, un episodio de destitución presidencial que ya se ha producido tres veces desde 2004, seguido de la destitución del presidente interino por su falta de cooperación con la Asamblea, muestran el peso de la descomposición sobre la clase dominante de este país.
«La cooperación con el Partido Demócrata, una fracción de la clase capitalista, es el entierro de la lucha obrera. Proponer una reforma del capitalismo mediante una “reforma social” sin luchar contra el sistema capitalista, oculta el hecho de que la causa de la crisis y la tragedia actual es el sistema capitalista y propaga la ilusión de un capitalismo más sano»[2]. El reto del proletariado es no dejarse arrastrar a la defensa de uno u otro bando burgués, en un país abocado a sufrir la recesión que se avecina con las medidas tomadas por Trump y su camarilla, de la que probablemente se resentirá especialmente la economía surcoreana.
Turquía
La detención el 19 de marzo, de Ekrem Imamoglu, líder del partido CHP, opositor del presidente Erdogan, y alcalde de Estambul, es la culminación del endurecimiento de la postura del gobierno frente a la oposición con vistas a las próximas elecciones presidenciales. Imamoglu había sido designado candidato a estas elecciones por su partido, miembro de la Internacional Socialista.
Hubo una reacción inmediata en las calles, la más importante movilización desde el intento de destrucción del parque Gezi de Estambul en 2013 para construir proyectos inmobiliarios. Pero las consignas propuestas muestran hasta qué punto el CHP controla estas manifestaciones: se trata de «defender la democracia turca» amenazada por un «gobierno autoritario» que organiza elecciones espectaculares, en las que el presidente Erdogan elegirá a sus adversarios eliminando a sus rivales más peligrosos. Se trata, pues, de defender la legitimidad de las urnas.
Frente a esto, apoyamos la conclusión de Internationalist Voice, un grupo del medio proletario, que dedicó un artículo bien documentado a los movimientos en Turquía: «Sólo a través de la lucha de clases, y desde el terreno de clase, podremos hacer retroceder los ataques de la burguesía. Debemos extender nuestra lucha independientemente de todas las facciones y movimientos burgueses, oponiéndonos directamente al capitalismo. Nuestro interés no reside simplemente en un cambio dentro de la clase dirigente, es decir, en sustituir a Erdoğan por İmamoğlu, sino en la propia lucha de clases»[3].
Una vez más, se trata de una lucha entre camarillas burguesas, totalmente ajena a los intereses de clase del proletariado. La catastrófica situación económica de Turquía está llevando al proletariado turco a una espiral infernal de pobreza, que en cualquier caso se verá agravada por los conflictos imperialistas para los que se está preparando toda la burguesía turca: enfrentamientos con Israel en Siria, con Rusia en el Caúcaso y Asia Central, con los kurdos en Irak y Siria, con Grecia en la rivalidad por la supremacía del Mar Egeo... La espiral de guerra en la región y el deseo de la burguesía turca de armarse no se verán alterados en modo alguno por un cambio democrático en la facción en el poder en Turquía; la figura tutelar del CHP sigue siendo Kemal Atatürk. Luchar por una camarilla burguesa contra otra, cuando es el capitalismo en su conjunto el que se hunde en una crisis sin fin y en el torbellino de fenómenos ligados a la descomposición del orden capitalista mundial, ¡es pedir al proletariado que luche para saber quién va a conducirlo a la miseria y a la guerra!
Serbia
El derrumbe del techo de la estación de tren de Novi Sad (16 muertos) en Serbia el 1 de noviembre, debido a fallos evidentes ligados a la corrupción que asola el país, dio lugar a una serie de manifestaciones gigantescas motivadas por «la lucha contra la corrupción» y «vivir en un país donde la justicia funcione y haga su trabajo». Estas gigantescas manifestaciones, como la del 15 de marzo, congregaron a multitudes con motivaciones políticas muy diversas, desde demócratas opuestos al autoritarismo del presidente serbio Vucic hasta ultranacionalistas prorrusos. Incluso se unieron a la procesión agricultores con sus tractores.
La heterogeneidad de los participantes y de las motivaciones de estas manifestaciones, así como el apoyo de la oposición al partido del presidente en forma de acciones dentro del parlamento (como el lanzamiento de bombas de humo contra el parlamento el 4 de marzo), muestran claramente que no se trata de defender los intereses de la clase obrera, que se ve ahogada por la masa de manifestantes que, de hecho, defienden el Estado burgués y exigen una mejor justicia para el país. Este movimiento, inicialmente interclasista, se encontró rápidamente bajo el control total de las camarillas burguesas que pretenden forzar la dimisión del presidente y organizar nuevas elecciones. Estas movilizaciones se encuentran en un terreno totalmente ajeno, opuesto a la lucha proletaria. En un país desestabilizado por una crisis económica sin fondo y que es el campo de batalla de diversas influencias imperialistas (los ultranacionalistas apoyan a Rusia, a la oposición le gustaría entrar en la Unión Europea, y China está construyendo la nueva línea ferroviaria entre Belgrado y Budapest), la clase obrera debe imponer más que nunca la defensa de sus propios intereses, independientemente de cualquier facción burguesa. El reto para el proletariado en Serbia es salir de este movimiento lo antes posible: luchar contra la corrupción en un sistema capitalista en descomposición es luchar contra la escoria de su bancarrota con la ilusión de que todavía es posible mejorarlo desde dentro y no avanzar por la vía de la toma de conciencia de la necesidad de su derrocamiento.
Las luchas están por delante
El proletariado sólo tiene su unidad y su conciencia para oponerse a la burguesía. Apoyar a una fracción burguesa más «progresista» que las demás es, por supuesto, una estrategia que Marx y Engels plantearon durante la revolución de 1848, pero el objetivo en aquel momento era sobre todo realizar el proyecto nacional de la burguesía para desarrollar y unificar a la clase obrera en un contexto en el que el capitalismo se encontraba en una fase ascendente, en pleno desarrollo. Esta visión es ahora totalmente obsoleta en vista de la bancarrota histórica del sistema capitalista: todas las fracciones de la burguesía son ahora reaccionarias, y el proletariado no tiene ningún interés en apoyar a una de ellas contra las otras. El proletariado debe mantener su autonomía política, defender sus intereses sin mezclarlos con los de las fracciones burguesas cuya razón de ser es impedir que se desarrolle la lucha de clases. En cualquier caso, ¡es ilusorio querer luchar contra la corrupción o exigir más «democracia» en un mundo donde la regla es la máxima ganancia y donde el poder político vigente es en todas partes una dictadura de clase!
En Corea del Sur, Turquía, Serbia y otros lugares, el desafío actual es defender nuestros intereses de clase frente a la degradación de nuestras condiciones de vida y de trabajo, los despidos, a la movilización por el rearme y a plazo, la guerra definitiva de todos contra todos. ¡Ninguna fracción burguesa es capaz de defender nuestros intereses!
Los sectores más concentrados y experimentados de la clase obrera, especialmente los de Europa occidental y Estados Unidos, debemos dar ejemplo decidiendo nuestros propios métodos de lucha: uniéndonos en torno a la defensa de nuestro nivel de vida y nuestras condiciones de trabajo; luchando contra los efectos de la crisis económica y las políticas belicistas de todas las burguesías; organizándonos en manifestaciones para construir la solidaridad y participando en las huelgas más amplias posibles para desarrollar una correlación de fuerzas a nuestro favor. Sólo entonces podremos tener una idea clara de lo que está realmente en juego, quiénes son nuestros amigos y enemigos, cómo hacer retroceder al Estado y a la clase dominante y cuáles son las perspectivas políticas abiertas a la clase obrera. Y lo que es seguro es que no lo conseguiremos defendiendo al Estado capitalista y la democracia burguesa.
HG, 24 de abril de 2025
[1] El grupo International Communist Perspective (ICP).
[2] «El despido de Yoon Seok-yeol es el comienzo de una lucha de clases contra el régimen capitalista y el sistema capitalista», IPC (4 de abril de 2025).
[3] «Ni Erdoğan ni İmamoğlu: ¡La lucha de clases es el único camino a seguir!», Internationalist Voice (24 de marzo de 2025).