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Las elecciones presidenciales del 28 de julio en Venezuela, en las que el Consejo Nacional Electoral (CNE)[1] dio el triunfo al presidente Nicolás Maduro, y su no reconocimiento por la oposición, han acentuado la confrontación política en el país y en la región. La oposición, agrupada en la Plataforma Unitaria Democrática, llamó a la población a defender el voto mayoritario que dice haber recibido su candidato Edmundo González Urrutia[2], lo que generó protestas en todo el país que han sido reprimidas duramente por las fuerzas militares y policiales, así como por los Colectivos que son bandas armadas del régimen chavista. Hasta ahora se cuentan 25 muertos, cientos de heridos y más de 2000 detenidos. Poco antes de las elecciones Maduro dijo que, de no ganar las elecciones, habría un “baño de sangre”, y así lo está haciendo, aunque el CNE lo declaró ganador: el régimen ha desatado un verdadero terrorismo de Estado, no sólo contra dirigentes de la oposición, sino contra la población.
Estas elecciones fueron utilizadas por las facciones burguesas de oposición (tanto en el país, como en el exilio), para cohesionarse y presentar un frente único contra el chavismo. Han capitalizado a su favor el genuino descontento de los trabajadores y masas explotadas del país contra el régimen chavista, que durante 25 años ha atacado de manera sistemática sus condiciones de vida y las ha sumido en la miseria. Situación que ha causado la emigración de cerca de 8 millones de personas (alrededor del 25% de la población).
La situación en Venezuela es de suma gravedad. Los trabajadores y la población han sido polarizados por las facciones burguesas en pugna como una lucha entre “democracia contra dictadura”. Ni unos, ni otros representan una salida a la pauperización que se vive en Venezuela: hace 25 años la población votó mayoritariamente por Chávez; hoy, al parecer han votado por los partidos políticos de oposición, quienes entonces abrieron el camino para el ascenso del chavismo [3].
Esta situación es la más clara expresión de que el sistema capitalista, en plena descomposición, es incapaz de dar una salida a la dramática situación que vive la población en Venezuela y en ningún otro país; más bien, lleva al caos, la destrucción, la emigración y la muerte.
Los trabajadores y el conjunto de la población en Venezuela son víctima de las confrontaciones burguesas
La situación en Venezuela es consecuencia del avance de las tensiones imperialistas en la región y al debilitamiento de la política imperialista de Estados Unidos en su propio “Patio Trasero”. Tensiones que se aceleraron al llagar Chávez al poder, quien desarrolló una política imperialista hacia la región basada en el “Socialismo del Siglo XXI” o “Socialismo Bolivariano”; en abierta confrontación contra “el imperialismo norteamericano”, y en alianzas estrechas con China, Rusia y otros países, como Cuba e Irán.
Para intentar contrarrestar la influencia del chavismo en la región, los Estados Unidos, desde el primer gobierno de Obama en 2009 y hasta ahora, aplica medidas contra el régimen venezolano a nivel económico, político y judicial; medidas también apoyadas por la Unión Europea. Estas medidas, aunque han afectado al régimen chavista, no han impedido que éste prosiga con su propia política imperialista, por ejemplo, en el conflicto que existe con Guyana[4].
Es este contexto geopolítico el que explica la intervención caótica de los países que directa o indirectamente intervienen en la actual crisis política de Venezuela, ya que cada uno se alinea según sus propios intereses geopolíticos. También explica por qué a la Organización de Estados Americanos se le ha dificultado buscar una salida concertada a la situación, pues cada país de la región, sea de tendencia de derecha o izquierda, actúa defendiendo su propio posicionamiento geopolítico.
Este “calculo geopolítico” es una muestra patética del avance de la descomposición del sistema capitalista, que se expresa a través de una pérdida de control político a lo interno de varios países de la región y en su conjunto, no sólo de parte del Estado norteamericano, sino del conjunto de las burguesías de dentro y fuera de la región.
Pero son las masas explotadas de Venezuela quienes pagan las consecuencias de estas confrontaciones. Todos dicen defender “al pueblo venezolano”. Pura hipocresía. Por un lado, el régimen descarga sobre la población los efectos de las medidas que contra el régimen aplica el “Tío Sam” y la Unión Europea, que a su vez apoyan a las facciones de oposición, que han causado la mayor ola migratoria en la región; por el otro, países con gobiernos de izquierda, como los de Brasil, Colombia o México, cada uno defendiendo su posicionamiento geopolítico, contrario al “intervencionismo” de Estados Unidos, apoyan al régimen de Maduro.
La situacion pone en juego la responsabilidad crucial del desarrollo de las luchas obreras en los paises centrales del capitalismo
La situación en Venezuela ya está afectando a toda la región y puede ser aún mayor, debido a la alta posibilidad de que aumente la emigración, no sólo huyendo de la pauperización, sino también del terror de la represión del Estado y sus bandas armadas. Tampoco hay que descartar que se den confrontaciones armadas.
Es otra muestra de que el capitalismo en descomposición, lo que nos ofrece es caos y mayor miseria: las crisis humanitarias, la pauperización, la represión masiva y muerte a mansalva de poblaciones inermes, debido a las fuerzas represivas de los Estados y sus matones a sueldo, ya es la norma en Siria, en varios países africanos y muchos otros.
Esta realidad ya se presenta en América: Cuba, Nicaragua, Haití[5] y ahora en Venezuela, donde sus repercusiones serían mucho mayores, debido al lugar geoestratégico que ocupa Venezuela y al hecho de las estrechas relaciones que tiene este país con grandes potencias contrarias a los intereses imperialistas del gendarme norteamericano.
En Venezuela hay una indignación acumulada y en crecimiento que las facciones de la burguesía han podido canalizar hacia la cuestión electoral. En este sentido, se corre el peligro de que los trabajadores de este país se vean arrastrados a un conflicto completamente ajeno a sus intereses de clase y sin ninguna perspectiva.
Ante este panorama nada alentador, los trabajadores en Venezuela deben negarse a defender toda bandera burguesa, sea de derecha, populista de derecha, de la izquierda del capital como el Partido Comunista de Venezuela, o izquierdistas como los trotskistas que llaman a “luchar por un polo independiente de Maduro, la derecha y del imperialismo”. Todos son defensores del capital nacional.
De igual manera, es también de suma importancia que los trabajadores de la región, rechacen la campaña burguesa que plantea el conflicto en Venezuela como una confrontación entre democracia contra dictadura. La democracia es la mayor expresión de la dictadura del capital. Por ello, los trabajadores de Venezuela y la región no debemos defender a ninguna de las facciones burguesas en pugna. Debemos luchar contra esas facciones en nuestro propio terreno de clase; es el único terreno que nos hace fuertes ante la clase que nos explota y sume en la miseria. Para ello tenemos una referencia cercana en el tiempo: las luchas que han desarrollado los trabajadores en varios países centrales del capitalismo desde 2022 como en Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, Canadá y otros países, que nos muestran que sí existe el potencial para que la clase trabajadora abra el camino hacia la superación del caos y la barbarie a que nos somete el capitalismo en descomposición.
LB 29/8/24
[1] Organismo electoral del Estado venezolano.
[2] La oposición sustenta su supuesto triunfo en el hecho de que logró tener copia de un alto porcentaje de las actas electorales, las cuales daban como ganador al candidato opositor Edmundo González Urrutia.
[3] Los partidos burgueses agrupados en la Plataforma Unitaria Democrática, que pujan por sacar a Maduro y al chavismo del poder, son los mismos que abrieron el camino para el triunfo de Chávez. Después de haber gobernado durante 40 años, sumidos en la corrupción e impopularidad, perdieron el control político del Estado; situación que aprovechó Chávez (después de alcanzar alta popularidad tras el fallido intento de golpe de Estado de 1992), para, junto con el apoyo de los partidos de la izquierda del capital, lanzarse como candidato a la presidencia y arrasar en las elecciones de 1998. El gobierno de Chávez, nacido de la descomposición de la clase burguesa venezolana y sus partidos políticos, implantó un régimen mucho más descompuesto que el de los gobiernos que le precedieron: colocó a la cabeza del Estado a un grupo de aventureros (militares e izquierdistas resentidos), quienes vaciaron las arcas del Estado y destruyeron la infraestructura productiva del país, incluyendo a la industria petrolera, principal fuente de ingresos del Estado.
[4] Ver Disputas imperialistas entre Venezuela y Guyana: los trabajadores deben rechazar la defensa de la patria, Revolución Mundial nº 148, enero-junio 2024.
[5] Ver Haití, vitrina del capitalismo en putrefacción, ICC Online.