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Desde el sábado 7 de octubre un diluvio de fuego y acero cae sobre las poblaciones que viven en Israel y Gaza. En un lado, Hamas, en el otro el ejército israelí. En el medio, los civiles que sufren los bombardeos, las matanzas, las ejecuciones, la toma de rehenes. Los muertos se cuentan ya por millares.
En todo el mundo, la burguesía nos llama a elegir bando. Por la resistencia palestina a la opresión israelí. O por la respuesta israelí al terrorismo palestino. Cada uno denuncia la barbarie del otro para justificar la guerra. El Estado israelí lleva décadas oprimiendo al pueblo palestino, con bloqueos, acosos, puestos de control y humillaciones, por lo que la venganza sería legítima. Las organizaciones palestinas han estado matando a inocentes con ataques a cuchillo y atentados con bomba. Cada bando pide que se derrame la sangre del otro.
Esta lógica de la muerte es la lógica de la guerra imperialista. Son nuestros explotadores y sus Estados los que libran siempre una guerra despiadada en defensa de sus propios intereses. Y somos nosotros, la clase obrera, los explotados, los que pagamos siempre el precio, con nuestras vidas.
Para nosotros, proletarios, no hay bando que elegir, ¡no tenemos patria, ni nación que defender! A ambos lados de la frontera, ¡somos hermanos de clase!¡Ni Israel, ni Palestina!
Oriente Medio: la guerra interminable
El siglo XX fue un siglo de guerras, las guerras más atroces de la historia de la humanidad, y ninguna de ellas sirvió a los intereses de los trabajadores. Estos últimos siempre fueron llamados a ir y ser asesinados por millones por los intereses de sus explotadores, en nombre de la defensa de "la patria", la "civilización", la "democracia", incluso "la patria socialista" (como algunos presentaron a la URSS de Stalin y el gulag).
Hoy, hay una nueva guerra en Oriente Medio. En ambos bandos, las camarillas dirigentes llaman a los explotados a "defender la patria", ya sea judía o palestina. Esos trabajadores judíos que en Israel son explotados por capitalistas judíos, esos trabajadores palestinos que son explotados por capitalistas judíos o por capitalistas árabes (y a menudo de forma mucho más feroz que por los capitalistas judíos, ya que en las empresas palestinas la legislación laboral sigue siendo la del antiguo Imperio Otomano).
Los trabajadores judíos ya han pagado un alto precio por la locura bélica de la burguesía en las cinco guerras que han sufrido desde 1948. Nada más salir de los campos de concentración y de los guetos de una Europa devastada por la guerra mundial, los abuelos de los que hoy visten el uniforme del Tsahal se vieron arrastrados a la guerra entre Israel y los países árabes. Luego, sus padres pagaron el precio en sangre en las guerras del 67, 73 y 82. Estos soldados no son brutos horribles cuyo único pensamiento es matar niños palestinos. Son jóvenes reclutas, en su mayoría obreros, muertos de miedo y asco, a los que se obliga a actuar como policías y a los que se les llena la cabeza con la "barbarie" de los árabes.
También los trabajadores palestinos han pagado ya un terrible precio de sangre. Expulsados de sus hogares en 1948 por la guerra emprendida por sus dirigentes, han pasado la mayor parte de su vida en campos de concentración, reclutados de adolescentes en las milicias de Fatah, el FPLP o Hamás.
Las mayores masacres que sufrieron no fueron perpetradas por los ejércitos de Israel, sino por los de los países donde estaban estacionados, como Jordania y Líbano: en septiembre de 1970 ("septiembre negro"), el reyezuelo Hussein los exterminó en masa, hasta el punto de que algunos de ellos se refugiaron en Israel para huir de la muerte.
Nacionalismo y religión dos venenos contra los explotados
Hoy, en nombre de la “Patria Palestina” se quiere movilizar de nuevo a los obreros árabes contra sus hermanos judíos, de la misma manera que se pide a estos últimos asesinar por la “Tierra Prometida”.
La propaganda nacionalista fluye repugnantemente de ambos bandos, propaganda adormecedora de la mente diseñada para convertir a los seres humanos en bestias feroces. Las burguesías israelí y árabe la han estado agitando durante más de medio siglo. A los trabajadores israelíes y árabes se les ha dicho constantemente que deben defender la tierra de sus antepasados. Para los primeros, la militarización sistemática de la sociedad ha desarrollado una psicosis de cerco para convertirlos en "buenos soldados". Para los segundos, se arraigó el deseo de combatir a Israel para encontrar un hogar. Para conseguirlo, los dirigentes de los países árabes en los que estaban refugiados los mantuvieron durante décadas en campos de concentración, con unas condiciones de vida insoportables.
El nacionalismo es una de las peores ideologías inventadas por la burguesía.
Es la ideología que le permite enmascarar el antagonismo entre explotadores y explotados, unirlos a todos tras una misma bandera, por la que los explotados serán asesinados al servicio de los explotadores, en defensa de sus intereses y privilegios de clase.
Para colmo, a esta guerra se añade el veneno de la propaganda religiosa, la que crea el fanatismo más demente. Los judíos están llamados a defender con su sangre el Muro de las Lamentaciones del Templo de Salomón. Los musulmanes deben dar su vida por la Mezquita de Omar y los lugares santos del islam. Lo que ocurre hoy en Israel y Palestina confirma claramente que la religión es "el opio del pueblo", como decían los revolucionarios del siglo XIX. El propósito de la religión es consolar a los explotados y oprimidos. A aquellos para quienes la vida en la tierra es un infierno se les dice que serán felices después de su muerte siempre que sepan cómo ganarse su salvación. Y esta salvación se cambia por sacrificios, sumisión y como remate sacrificar sus vidas al servicio de la "guerra santa".
El hecho de que, a principios del siglo XXI, se sigan utilizando ampliamente ideologías y supersticiones que se remontan a la Antigüedad o la Edad Media para empujar a los seres humanos a sacrificar sus vidas dice mucho del estado de barbarie al que se está sumiendo Oriente Próximo, junto con muchas otras partes del mundo.
Las grandes potencias responsables de la guerra
Fueron los dirigentes de las grandes potencias quienes crearon la situación infernal en la que hoy mueren por millares los explotados de esta región. Fue la burguesía europea, y en particular la burguesía británica con su "Declaración Balfour" de 1917, la que, para dividir y conquistar, permitió la creación de un "hogar judío" en Palestina, promoviendo así las utopías chovinistas del sionismo. Fueron estas mismas burguesías las que, tras la Segunda Guerra Mundial, que acababan de ganar, dispusieron que cientos de miles de judíos centroeuropeos fueran transportados a Palestina tras abandonar los campos de concentración nazi haciéndolos vagar lejos de su región de origen. Así no tenían que acogerlos en “su patria”.
Fueron estas mismas burguesías, primero la británica y la francesa, luego la estadounidense, las que armaron hasta los dientes al Estado de Israel para darle el papel de punta de lanza del bloque occidental en esta región durante la Guerra Fría, mientras que la URSS, por su parte, armaba al máximo a sus aliados árabes. Sin estos grandes "patrocinadores", las guerras de 1956, 67, 73 y 82 no habrían podido tener lugar.
Hoy, las burguesías del Líbano, Irán y probablemente Rusia están armando y empujando a Hamás. Estados Unidos acaba de enviar su mayor portaaviones al Mediterráneo y ha anunciado nuevas entregas de armas a Israel. De hecho, ¡todas las grandes potencias participan más o menos directamente en esta guerra y en estas masacres!
¡Esta nueva guerra amenaza con sumir en el caos a todo Oriente Próximo! No es el enésimo enfrentamiento sangriento que enluta este rincón del mundo. La magnitud de las matanzas indica que la barbarie ha alcanzado un nuevo nivel: jóvenes que bailan acribillados con ametralladoras, mujeres y niños ejecutados en plena calle a quemarropa, sin otro objetivo que satisfacer un deseo de venganza ciega, una alfombra de bombas para aniquilar a toda una población, dos millones de personas privadas de todo, agua, electricidad, gas, alimentos... ¡No hay lógica militar en todas estas exacciones, en todos estos crímenes! Ambos bandos se revuelcan en la furia asesina más espantosa e irracional.
Pero hay algo aún más grave: esta caja de Pandora no volverá a cerrarse. Al igual que con Irak, Afganistán, Siria y Libia, no habrá vuelta atrás, ni "retorno a la paz". El capitalismo arrastra a sectores cada vez más amplios de la humanidad a la guerra, la muerte y la descomposición de la sociedad. La guerra en Ucrania dura ya casi dos años y está empantanada en una carnicería sin fin. También se están produciendo masacres en Nagorno-Karabaj. Y ya existe la amenaza de una nueva guerra entre las naciones de la antigua Yugoslavia. ¡El capitalismo es la guerra!1
¡Para acabar con la guerra hay que acabar con el capitalismo!
Los trabajadores de todos los países deben negarse a tomar partido por uno u otro bando burgués. En particular, deben rechazar la retórica de los partidos que se reclaman de la clase obrera, los partidos de izquierda y extrema izquierda, que les piden que muestren "solidaridad con las masas palestinas" en su búsqueda del derecho a una "patria". La patria palestina nunca será otra cosa que un Estado burgués al servicio de la clase explotadora y que oprime a esas mismas masas, con policías y cárceles. La solidaridad de los trabajadores de los países capitalistas más avanzados no va a los "palestinos" como no va a los "israelíes", entre los que hay explotadores y explotados. Va a los trabajadores y parados de Israel y Palestina (que, además, ya han dirigido luchas contra sus explotadores a pesar de todo el lavado de cerebro al que han sido sometidos), igual que va a los trabajadores de todos los demás países del mundo. La mejor solidaridad que pueden ofrecer es, sin duda, no alentar sus ilusiones nacionalistas.
Esta solidaridad significa ante todo desarrollar su lucha contra el sistema capitalista responsable de todas las guerras, una lucha contra su propia burguesía.
La clase obrera tendrá que conquistar la paz derrocando al capitalismo a escala mundial, y esto significa hoy desarrollar sus luchas en un terreno de clase, contra los ataques económicos cada vez más duros que le dirige un sistema sumido en una crisis insuperable.
Contra los nacionalismos, contra las guerras a las que quieren arrastrarles sus explotadores:
¡Proletarios de todos los países, uníos!
Corriente Comunista Internacional 9 octubre 2023
1 Hemos dado un marco de análisis a esta situación histórica llena de graves convulsiones y peligros dominada por guerras omnipresentes: Los años 20 del Siglo XXI: La aceleración de la descomposición capitalista plantea abiertamente la cuestión de la destrucción de la humanidad | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org)