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Cinco meses de lucha, catorce días de acción, millones de manifestantes, multitud de huelgas y bloqueos, una movilización récord... En resumen, un movimiento social de una amplitud que no se veía en Francia desde 1968. Y, sin embargo, la reforma de las pensiones ha sido aprobada. ¿Ha sido en vano? ¡No!
Este movimiento es una promesa para el futuro. Es una señal de que nosotros, la clase trabajadora, hemos vuelto a levantarnos. Una vez más, luchamos juntos. Durante décadas, hemos sufrido los ataques implacables de los sucesivos gobiernos, de derechas y de izquierdas. Pero a partir de ahora, nos negamos a aceptar el continuo deterioro de nuestras condiciones de vida y de trabajo. Eso es lo que demuestra la magnitud de nuestro movimiento.
Un movimiento lleno de lecciones para futuras luchas
Desde la primera manifestación del 19 de enero, la inmensa mayoría de los trabajadores no se hizo ilusiones de que el gobierno podría dar marcha atrás. Sin embargo, semana tras semana, millones de trabajadores nos negamos a ceder. Al negarnos a ceder, al luchar juntos, al desarrollar la solidaridad entre sectores y entre generaciones, logramos nuestra primera victoria: ¡la lucha misma!
"A veces los trabajadores triunfan, pero es un triunfo efímero. El verdadero resultado de sus luchas no es tanto el éxito inmediato como la creciente unidad de los trabajadores". (Manifiesto Comunista, 1848).
Esta victoria tiene un valor incalculable para el futuro. Porque sabemos que los ataques van a empeorar. Los precios de los alimentos, la electricidad, la vivienda y el combustible seguirán subiendo. Tanto en el sector privado como en el público, la precariedad laboral, la falta de personal, los ritmos de trabajo infernales y los salarios de miseria serán cada vez peores. El Estado seguirá destruyendo los sistemas de sanidad, educación y transporte... ¡lo único que aumenta son los presupuestos para armas y represión!
Así que vamos a tener que seguir luchando, basándonos en la experiencia de nuestro movimiento actual. Por eso es vital que nos reunamos, siempre que sea posible (al final de las manifestaciones, en nuestros lugares de trabajo, en comités de lucha o círculos de discusión, en reuniones de organizaciones revolucionarias), para discutir y aprender las lecciones. Porque, sí, hay muchas lecciones que aprender de este movimiento:
- En las últimas décadas, hemos sido atacados desde muchos flancos, aislados unos de otros e impotentes. Habíamos perdido la confianza en nuestra capacidad para unirnos y luchar en masa. Peor aún, incluso habíamos olvidado que nuestra fuerza colectiva podía existir. Esos días han terminado.
- Luchando juntos, hemos empezado a darnos cuenta de que somos una sola fuerza. Somos la clase obrera. Desempleados, jubilados, estudiantes con contratos precarios, asalariados del sector privado o público, con mono o bata blanca, en talleres u oficinas, todos somos explotados que, atomizados, cada uno en su rincón, somos impotentes frente al capital, pero que, unidos en la lucha, podemos convertirnos en la mayor fuerza social de la historia.
- Fue precisamente esta reivindicación de nuestra identidad de clase lo que permitió recordar la experiencia de nuestras luchas pasadas. No es casualidad que el eslogan más popular esgrimido en las pancartas fuera: "Vosotros nos pusisteis en el 64, nosotros os volveremos a poner un mayo del 68". Aún más espectacular es la aparición en los debates de referencias al movimiento contra el CPE en 2006, mientras que hasta ahora este episodio era totalmente ignorado en nuestras filas, como si nunca hubiera ocurrido. Al empezar a luchar de nuevo como clase obrera, estamos haciendo posible empezar a reapropiarnos de nuestra historia, nuestras experiencias, nuestras victorias y nuestras derrotas, para que mañana podamos estar más unidos, más organizados y ser más fuertes.
- A diferencia de 2018, cuando los ferroviarios hicieron huelga en solitario durante semanas y semanas, hasta la extenuación, mientras los demás sectores eran llamados a la "huelga por delegación" y a una solidaridad platónica, esta vez ningún sector se ha quedado aislado, ningún sector ha salido derrotado. Incluso los refinadores, que se han visto obligados a retirarse a sus puestos de trabajo mes tras mes en nombre del bloqueo de la economía. Esta vez ha prevalecido la dinámica de la solidaridad activa en la lucha. La trampa clásica de la división y el aislamiento no funcionó.
- Reprimiendo ferozmente y provocando vergonzosamente, el Estado francés esperaba atemorizar a la mayoría de los trabajadores y empujar a una minoría a un enfrentamiento estéril y desesperado con las fuerzas del orden. También en este caso conseguimos evitar esta trampa, a pesar de la inmensa cólera legítima ante las palizas y los insultos.
- Este terror de Estado en las calles, al igual que la aprobación forzosa de la reforma en la más completa legalidad, gracias a los mecanismos constitucionales de la República, han empezado incluso a levantar la máscara de la democracia burguesa y a revelar lo que se esconde tras ella: la dictadura capitalista.
- Por último, y quizás lo más importante, este movimiento ha suscitado una cuestión esencial para el futuro: ¿cómo establecer una relación de fuerzas favorable a la clase obrera? Millones de trabajadores nos movilizamos durante meses y meses y, sin embargo, la burguesía francesa no cedió. ¿Por qué no lo hicieron? ¿Qué le faltó a este movimiento para hacer retroceder al gobierno?
Para entenderlo, y para ir más lejos la próxima vez, tenemos que seguir por el camino que este movimiento ha empezado a recorrer: tenemos que recordar nuestras luchas pasadas y las lecciones que nos enseñaron.
Apoyarnos sobre la experiencia de lucha de nuestra clase
Algunas luchas pasadas demuestran que es posible hacer retroceder a un gobierno, frenar sus ataques.
En 1968, el proletariado francés se unió tomando sus luchas en sus manos. Tras las grandes manifestaciones del 13 de mayo para protestar contra la represión policial de los estudiantes, los paros y las asambleas generales se extendieron como un reguero de pólvora por las fábricas y los centros de trabajo, culminando en la mayor huelga de la historia del movimiento obrero internacional, con 9 millones de huelguistas. Ante esta dinámica de extensión y unidad de la lucha obrera, el gobierno y los sindicatos se apresuraron a firmar un acuerdo sobre un aumento salarial generalizado para frenar el movimiento.
En agosto de 1980, en Polonia, ante la subida de los precios de los alimentos, los huelguistas llevaron la lucha aún más lejos reuniéndose en enormes asambleas generales, decidiendo sus propias reivindicaciones y acciones y, sobre todo, esforzándose constantemente por extender la lucha. Ante esta fuerza, no fue sólo la burguesía polaca la que tembló, sino la burguesía de todos los países.
En 2006, en Francia, tras sólo unas semanas de movilización, el gobierno retiró su "Contrato del Primer Empleo". ¿Qué asustó a la burguesía para dar marcha atrás tan rápidamente? Los estudiantes precarios organizaron asambleas generales masivas en las universidades, abiertas a trabajadores, parados y pensionistas. Propusieron una consigna unificadora: la lucha contra la precarización y el paro. Las asambleas generales eran el alma del movimiento, donde se celebraban debates y se tomaban decisiones. Cada fin de semana, las manifestaciones reúnen a más y más sectores. Asalariados y jubilados se unen a los estudiantes bajo el lema: "Jóvenes lardones, viejos picatostes, ¡todos en la misma ensalada!”
Lo que todos estos movimientos tienen en común es que ¡son los propios trabajadores los que dirigen las luchas!
En efecto, la mayor fuerza de una lucha es que es cosa de todos los explotados y no de los "especialistas". En realidad, todas las "acciones" propuestas por los sindicatos están destinadas a impedir que se vean "desbordados", a impedir que resurja el impulso de esos movimientos victoriosos, a impedir que debatamos y decidamos por nosotros mismos cómo llevar la lucha. Piquetes, huelgas, manifestaciones, bloqueo de la economía... mientras estas acciones permanezcan bajo control sindical, sólo pueden conducir a la derrota.
¿Qué han estado haciendo los sindicatos en el Reino Unido desde hace casi un año? Han dispersado la respuesta de los trabajadores: cada día, un sector diferente va a la huelga. Cada uno en su rincón, cada uno en su piquete. Sin mítines, sin debates colectivos, sin unidad real en la lucha. No se trataba de un error estratégico, sino de una división deliberada. En 1984-85, el gobierno de Thatcher ya había conseguido romperle la espalda a la clase obrera en el Reino Unido mediante el mismo trabajo sucio de los sindicatos. Aislaron a los mineros de sus hermanos de clase de otros sectores. Los encerraron en una huelga larga y estéril. Durante más de un año, los mineros ocuparon los pozos bajo el lema de "bloquear la economía". Solos e impotentes, los huelguistas llevaron al límite sus fuerzas y su coraje. Y su derrota fue la derrota de toda la clase obrera. Los obreros del Reino Unido no vuelven a levantar cabeza hasta hoy, ¡más de treinta años después! Esta derrota es, pues, una dura lección que el proletariado mundial no debe olvidar.
Sólo reuniéndonos en asambleas generales abiertas, masivas y autónomas, que decidan realmente sobre la dirección del movimiento, podremos formar la base de una lucha unida y que se extienda, impulsada por la solidaridad entre todos los sectores y todas las generaciones. Asambleas generales en las que podamos adoptar juntos reivindicaciones cada vez más unificadoras. Asambleas generales en las que nos reunamos y desde las que podamos partir en delegaciones de masas al encuentro de nuestros hermanos y hermanas de clase, los trabajadores de la fábrica, el hospital, la escuela o la administración más cercanos.
Una dinámica internacional: el retorno de la lucha de clases
Hoy todavía nos falta confianza en nosotros mismos, en nuestra fuerza colectiva, para atrevernos a tomar nuestras luchas en nuestras manos. Ese es el límite actual de nuestro movimiento, por eso la burguesía francesa no ha temblado, por eso su gobierno no ha retrocedido. Pero nuestra historia demuestra que podemos hacerlo. Y, en cualquier caso, no hay otro camino.
El capitalismo seguirá hundiéndonos en la miseria y la barbarie. Dejado a su propia lógica, este sistema decadente arrastrará a franjas cada vez más amplias de la humanidad a la guerra y la miseria, y destruirá el planeta con gases de efecto invernadero, bosques arrasados y bombas.
El sentimiento de solidaridad, de estar todos en el mismo barco, la necesidad de permanecer juntos, entre diferentes sectores, entre diferentes generaciones, son los testigos de cuál es la naturaleza profunda de la lucha de los trabajadores, una lucha por un mundo radicalmente diferente, un mundo sin explotación ni clases sociales, un mundo sin fronteras ni enfrentamientos entre naciones donde la "guerra de todos contra todos" dará paso a la solidaridad entre todos los seres humanos: el comunismo.
Nuestra lucha histórica contra el capitalismo es internacional. En los últimos doce meses, hemos visto movimientos sociales de una magnitud no vista desde los años ochenta en el Reino Unido, España, Alemania, Dinamarca, Portugal, Países Bajos, Estados Unidos, Canadá, México y China... las mismas huelgas contra la misma explotación cada vez más insostenible. "Los trabajadores permanecen unidos", gritaban los huelguistas en el Reino Unido. "O luchamos juntos, o acabaremos durmiendo en la calle", confirmaban los manifestantes en Francia. La pancarta "Por todos nosotros" bajo la que se celebró la huelga contra el empobrecimiento en Alemania el 27 de marzo es especialmente significativa de este sentimiento general que crece en la clase obrera: todos luchamos por todos.
En la lucha contra el deterioro de nuestras condiciones de vida y de trabajo, en particular frente a la inflación, desarrollaremos poco a poco nuestra fuerza colectiva, nuestra confianza en nosotros mismos, nuestra solidaridad y nuestra unidad. En la lucha, nos iremos dando cuenta de que nosotros, la clase obrera, somos capaces de tomar nuestras luchas en nuestras manos, de organizarnos, de reunirnos en asambleas generales para decidir nuestras consignas y nuestras acciones. Poco a poco nos daremos cuenta de que somos capaces de ofrecer otra perspectiva que la muerte prometida por un sistema capitalista en decadencia: la revolución comunista.
La perspectiva de la revolución proletaria volverá a nuestras mentes y a nuestras luchas.
¡El futuro pertenece a la lucha de clases!
Corriente Comunista Internacional 4 junio 2023