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guerra_crisis_austeridad_el_proletariado_debe_contraatacar_con_la_lucha_de_clases.pdf | 61.63 KB |
La guerra en Ucrania se está empantanando en la barbarie, una espiral irracional e infernal en la que se acumulan la muerte y los escombros. La guerra de “alta intensidad” se ha instalado en Europa, dando un impulso monstruoso a todos los males que ya azotaban al mundo antes de ella. El militarismo y las tensiones imperialistas van en aumento, como hemos visto, por ejemplo, entre China y Estados Unidos este verano, a propósito de Taiwán, con el corolario el desarrollo del caos mundial.
La guerra acentúa la fragmentación y la desorganización de la producción y el comercio mundiales, alimenta la inflación y genera nuevas penurias. La crisis económica, agravada también por el aumento de los gastos militares, conduce a nuevas guerras comerciales entre todos los Estados, hasta el punto de que ciertas decisiones estratégicas, como la adopción por Estados Unidos de un programa de 369,000 millones de dólares destinado a atraer empresas a su suelo, fue vivida por los competidores europeos como un auténtico “acto de guerra”, situación que les hizo temer la desindustrialización masiva del Viejo Continente. En todas partes, la escasez golpea y amenaza a sectores vitales como la energía o los medicamentos, e incluso ciertos alimentos.
La profundización de la crisis contribuye a su vez a la agravación del pillaje de los recursos y, en última instancia, a la multiplicación de las catástrofes “naturales” o industriales. Las inundaciones y otros fenómenos climáticos extremos vienen a empeorar el estado de la sociedad entera.
La pandemia Covid también se ha extendido con la variante Ómicron. Plantea la amenaza de nuevas mutaciones procedentes de China, donde los millones de infectados y los cientos de miles más de muertos evidencian el empeoramiento de las condiciones de una economía ya de por sí desastrosa, lo que pone aún más a prueba los ya debilitados sistemas sanitarios.
El año 2022 no es sólo una confirmación espectacular de esta dinámica y miasma, un simple annus horribilis. Supone un paso más en la mórbida trayectoria del capitalismo. La sociedad se hunde así cada vez más rápido en el caos en todos los niveles y nadie puede creer el discurso de la clase dirigente pidiendo apretarse más el cinturón para un hipotético “futuro mejor”.
En realidad, la lógica que genera los desastres combinados en una verdadera espiral de destrucción proviene de la crisis y de los límites históricos del modo de producción capitalista y no de “malos dirigentes” necesitados de “reformas”, ni de la “mala gestión neoliberal”, tan denunciada por los partidos de izquierda de la burguesía. Es el producto de las contradicciones del capitalismo que, como todos los modos de producción del pasado, es un sistema transitorio, que ha devenido en obsoleto. Es a través de su decadencia irreversible como el capitalismo hunde aún más a la humanidad en el abismo. Tras haber sumido al continente africano y al Medio Oriente en el caos y la barbarie, la descomposición del capitalismo golpea ahora con brutalidad a los países más poderosos del planeta.
Sin más perspectiva ni otra solución que ver cómo su propio sistema se hunde en la barbarie, la burguesía sólo cultiva la desesperación y el cada uno para sí, el repliegue sobre la nación blindando sus fronteras, presionando para que se rechace a los emigrantes, castigando a las “super ganancias” para justificar mejor y hacer aceptar la explotación y la pauperización creciente. Las manifestaciones populistas, espejo de estas ideologías podridas propias del periodo de descomposición del capitalismo, empujaron a los fanáticos seguidores de Trump a penetrar violentamente en el Capitolio hace dos años, con sólo el vandalismo puro como una salida. Más recientemente, las vengativas jaurías bolsonaristas en Brasil también han vandalizado locales institucionales, siempre dejando en el trasfondo el fantasma de una guerra civil de incalculables consecuencias.
Frente a estas plagas, que hacen el mundo invivible y la febril clase dirigente, sólo la clase obrera puede ofrecer una perspectiva desarrollando sus luchas contra los ataques del capital y contra este mundo arruinado. Así, las recientes manifestaciones y huelgas en todo el mundo, tras años de apatía, han sido un recordatorio de que la lucha de clases sigue siendo necesaria. En el Reino Unido, con las múltiples huelgas masivas que continúan, las que han tenido lugar en Estados Unidos y Europa en muchos sectores, las manifestaciones gigantescas que movilizaron entre uno y dos millones de personas el 19 de enero en Francia contra la reforma de las pensiones, todos estos movimientos muestran el camino para tomar confianza en nuestras propias fuerzas e intentar recuperar, a largo plazo, una identidad de clase perdida[1].
Sin embargo, esta difícil lucha ya está llena de escollos. El proletariado debe¸ en efecto, desconfiar de los falsos amigos que son los sindicatos y los partidos de izquierda y extrema izquierda de la burguesía, fuerzas estatales destinadas a encuadrar y sabotear las luchas.
El largo camino de la respuesta de clase pone de relieve, además, la responsabilidad particular de la fracción más experimentada y concentrada del proletariado mundial, la de los bastiones obreros de Europa Occidental. La clase obrera sólo podrá afirmarse sobre la base de esta experiencia histórica, la de un combate autónomo, sobre un terreno firme de clase. No debe dejarse arrastrar por movimientos estériles, sin perspectiva y peligrosos para su unidad y su conciencia. Por el contrario, debe desconfiar de las revueltas “populares” o de las luchas interclasistas que ahogan los intereses del proletariado en el “pueblo nacional” y lo entregan de pies y manos al ajuste de cuentas entre fracciones de la burguesía. La clase obrera debe apartarse de movimientos como los de Irán, China en este otoño y Perú más recientemente, movimientos en los que los proletarios se encuentran atrapados en el terreno burgués: la defensa de la democracia burguesa o luchas parciales como el feminismo, es decir, exigir a la clase dominante que “reforme” amablemente su sistema podrido hasta la médula. Aunque estos movimientos pueden expresar una ira legítima, como la insoportable situación de las mujeres en Irán, no dejan de arrastrar a los trabajadores detrás de ideologías pequeñoburguesas o detrás de alguna camarilla burguesa, desviando así al proletariado de sus luchas autónomas, un aspecto esencial del desarrollo de la conciencia de clase.
Los revolucionarios tienen aquí una enorme responsabilidad y un papel indispensable para advertir a la clase obrera de estos numerosos escollos y peligros. Deben defender el futuro que sólo pertenece a la lucha de clases y a sus métodos específicos de lucha. ¡Reagrupémonos! ¡Tomemos las riendas de nuestras luchas mediante discusiones e iniciativas colectivas! ¡Defendamos nuestra propia autonomía de clase! Proletarios de todos los países, ¡uníos!
WH, 19 de enero de 2023
1 Véase nuestro volante internacional: “Cómo desarrollar un movimiento masivo, unido y solidario”, disponible en el sitio web de la CCI.