¿Cómo desarrollar un movimiento unido, masivo y solidario?

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En Gran Bretaña un grito se propaga desde junio en las huelgas:

Enough is enough

¡Ya basta! ¡Es demasiado!

Este movimiento masivo, bautizado primero como el "Verano de la ira", se convirtió en el "Otoño de la ira" y luego en el "Invierno de la ira".

Esta oleada de huelgas en el Reino Unido es un símbolo de la combatividad obrera que se está desarrollando en todo el mundo:

- En España, los médicos y pediatras de la Comunidad de Madrid se declararon en huelga a finales de noviembre, al igual que los sectores aéreo y ferroviario en diciembre. Se anuncian nuevas huelgas en el sector sanitario para enero en muchas regiones

- En Alemania, donde la escalada de los precios hace temer a los empresarios las consecuencias de una crisis energética sin precedentes. El vasto sector metalúrgico y electro - industrial experimentó una serie de huelgas alternas en noviembre.

- En Italia, una huelga de controladores aéreos a mediados de octubre se sumó a la de los pilotos de EasyJet. El gobierno tuvo incluso que prohibir todas las huelgas en días festivos.

- En Bélgica, donde se convocó una huelga nacional los días 9 de noviembre y 16 de diciembre.

- En Grecia, una manifestación reunió en noviembre en Atenas a decenas de miles de trabajadores del sector privado al grito de "El coste de la vida es insoportable".

- En Francia, donde en los últimos meses se han sucedido las huelgas en el transporte público y los hospitales.

- En Portugal, donde los trabajadores exigen un salario mínimo de 800 euros, frente a los 705 actuales. El 18 de noviembre, la función pública estaba en huelga. En diciembre, el sector del transporte también se movilizó.

- En Estados Unidos, los electos de la Cámara de Representantes intervinieron para poner fin a un conflicto social y evitar una huelga ferroviaria de mercancías. En enero, miles de enfermeras se movilizaron en Nueva York.

La lista sería interminable porque, en realidad, hay multitud de pequeñas huelgas por todas partes, aisladas unas de otras, en las empresas y en las administraciones. Porque en todas partes, en todos los países, en todos los sectores, las condiciones de vida y de trabajo se deterioran, en todas partes hay alza de los precios, por un lado, y salarios miserables, por el otro, en todas partes hay precariedad y flexibilidad, en todas partes hay ritmos de trabajo infernales y personal insuficiente, en todas partes hay un terrible deterioro de las condiciones de vivienda, en particular para los jóvenes.

Desde la pandemia de Covid-19, los hospitales se han convertido en el símbolo de la realidad cotidiana de todos los trabajadores: muy pocos, cada vez menos, y sobreexplotados, hasta la extenuación, por un salario que ya no puede pagar las facturas.

La larga oleada de huelgas que afecta desde junio al Reino Unido, un país donde el proletariado parecía resignado desde los años de Thatcher, expresa una verdadera ruptura, un cambio de mentalidad en el seno de la clase obrera, no sólo en el Reino Unido, sino también a escala internacional. Estas luchas demuestran que, ante el considerable agravamiento de la crisis, los explotados ya no están dispuestos a dejarse avasallar.

Con una inflación superior al 11% y el anuncio de un presupuesto de austeridad por parte del gobierno de Rishi Sunak, hubo huelgas en casi todos los sectores: Transporte (trenes, autobuses, metro, aeropuertos) y sanidad, trabajadores postales de Royal Mail, funcionarios del Ministerio de Medio Ambiente, Alimentación y Asuntos Rurales, empleados de Amazon, trabajadores de las escuelas en Escocia, trabajadores petroleros del Mar del Norte... ¡La magnitud de la movilización de los cuidadores no se había visto en este país desde hacía más de un siglo! Y se espera que los profesores hagan huelga a partir de febrero.

En Francia, el gobierno también ha decidido imponer una nueva "reforma" que amplía la edad legal de jubilación. El objetivo es simple: ahorrar dinero exprimiendo a la clase trabajadora como a un limón, hasta el cementerio. En concreto, significará trabajar viejo, enfermo, agotado o marcharse con una pensión reducida y miserable. A menudo, además, el despido corta el nudo de este dilema antes de la edad fatídica.

Los ataques a nuestras condiciones de vida no cesarán. La crisis económica mundial seguirá agravándose. Para competir en la arena internacional del mercado y de la competencia, todas las burguesías de todos los países impondrán a la clase obrera condiciones de vida y de trabajo cada vez más insoportables, invocando la "solidaridad con Ucrania" o "el futuro de la economía nacional".

Esto es aún más cierto con el desarrollo de la economía de guerra. Una parte cada vez mayor del trabajo y de la riqueza se destina a la economía de guerra. En Ucrania, pero también en Etiopía, Yemen, Siria, Malí, Níger, Congo, etc., ¡esto significa bombas, balas y muerte! En el resto del mundo, significa miedo, inflación y ritmos de trabajo acelerados. ¡Todos los gobiernos piden "sacrificios"!

Frente a este sistema capitalista que hunde a la humanidad en la miseria y la guerra, en la competencia y la división, corresponde a la clase obrera (trabajadores asalariados de todos los sectores, de todas las naciones, en paro o trabajando, con diploma o sin él, en activo o jubilados...) proponer otra perspectiva. Rechazando estos "sacrificios", desarrollando una lucha unida, masiva y solidaria, puede demostrar que otro mundo es posible.

Divididos somos débiles. Divididos, perdemos.

Durante meses, en todos los países y en todos los sectores, sí, ha habido huelgas. Pero aislados unos de otros. Cada uno tiene su propia huelga, en su fábrica, su depósito, su empresa, su administración. Ningún vínculo real entre estas luchas, incluso cuando bastaría con cruzar la calle para que los huelguistas del hospital se encontraran con los de la escuela o el supermercado de enfrente. A veces esta división roza el ridículo cuando, en la misma empresa, las huelgas se dividen por corporación, o equipo, o planta. Hay que imaginarse a las secretarias en huelga a una hora distinta de la de los agentes técnicos, o a los de la primera planta en huelga en su propio rincón sin ningún vínculo con los de la segunda. A veces es lo que realmente ocurre.

La fragmentación de las huelgas, el encierro de cada uno en su rincón, hace el juego a la burguesía, nos debilita, nos reduce a la impotencia, nos agota y nos lleva a la derrota.

Por eso la burguesía pone tanta energía en mantenerlo. En todos los países, la misma estrategia: los gobiernos dividen. Fingen apoyar a tal o cual sector para atacar mejor a los demás. Destacan un sector, o incluso una empresa, haciendo promesas que nunca cumplirán, para ocultar la avalancha de ataques que se está produciendo en todas partes. Para dividir mejor, dirigen una ayuda específica a una categoría y reducen los derechos de todas las demás. Las negociaciones rama por rama y empresa por empresa son la norma en todas partes.

En Francia, el anuncio de la reforma de las pensiones, que afectará a toda la clase trabajadora, va acompañado de un ensordecedor "debate" mediático sobre la injusticia de la reforma para tal o cual categoría de la población. Habría que hacerla más justa integrando mejor los perfiles particulares de los jóvenes, de ciertos trabajadores manuales, de las mujeres... ¡Siempre la misma trampa!

Los trabajadores deben tomar las riendas de su lucha

¿Por qué esta división? ¿Son sólo la propaganda y las maniobras de los gobiernos las que consiguen dividirnos de esta manera, separar las huelgas y las luchas de la clase obrera entre sí?

La sensación de que todos estamos en el mismo barco es cada vez mayor. En la mente de todos germina la idea de que sólo una lucha masiva, unida y solidaria puede establecer una FUERZA contra los golpes a nuestra vida. Entonces, ¿por qué esta división durante meses, en todos los países, en todos los sectores?

Tradicionalmente, las huelgas en el Reino Unido han ido acompañadas de piquetes en el exterior de cada lugar de huelga. Durante meses, los piquetes han permanecido unos junto a otros, a veces con un solo día de diferencia, a veces a la misma hora, pero separados por unos cientos de metros. Sin ningún vínculo entre ellos. Cada cual encerrado en “su” huelga, cada cual encerrado en “su” piquete. Sin luchar contra esta dispersión, sin desarrollar una verdadera unidad en la lucha, el espíritu de lucha corre el riesgo de agotarse. En las últimas semanas, el estancamiento y el peligro de esta situación han empezado a llamar la atención. Los trabajadores que llevan seis meses en huelga por turnos podrían verse invadidos por un sentimiento de hastío e impotencia.

Sin embargo, en varios piquetes, los trabajadores nos han expresado su sentimiento de estar implicados en algo más amplio que su empresa, su administración, su sector. Cada vez hay más voluntad de luchar juntos.

Pero desde hace meses, en todos los países, en todos los sectores, son los sindicatos los que organizan todas estas luchas fragmentadas, son los sindicatos los que dictan sus métodos, los que dividen, aíslan, preconizan la negociación rama por rama, corporación por corporación, son los sindicatos los que hacen de cada reivindicación una reivindicación específica, son los sindicatos los que advierten que, sobre todo, "no hay que mezclar las reivindicaciones para no diluirse".

Pero los sindicatos también han percibido que la cólera crece, que corre el riesgo de desbordarse y romper los diques que han construido entre las corporaciones, las empresas, los sectores... Saben que la idea de "luchar todos juntos" está madurando en la clase.

Por eso, por ejemplo en Gran Bretaña, los sindicatos empiezan a hablar de reuniones intersectoriales, que hasta ahora se habían cuidado mucho de evitar. Las palabras "unidad" y "solidaridad" empiezan a aparecer en sus discursos. No renuncian a dividir, pero para seguir haciéndolo se adaptan a las preocupaciones de la clase. De este modo mantienen el control, la dirección de las luchas.

En Francia, ante el anuncio de la reforma de las pensiones, los sindicatos mostraron su unidad y su determinación; convocaron grandes manifestaciones callejeras y entablaron un pulso con el gobierno. Gritan que esta reforma no se aprobará, que millones de personas deben rechazarla.

Hasta aquí la retórica y las promesas. Pero ¿cuál es la realidad? Para hacernos una idea, basta recordar el movimiento de lucha de 2019-2020, contra la reforma de las pensiones de Macron. Frente al aumento de la combatividad y el auge de la solidaridad entre generaciones, los sindicatos habían utilizado la misma estratagema preconizando la "convergencia de las luchas", un falso movimiento unitario, en el que los manifestantes que salían a la calle se fragmentaban por sectores y por empresas. No estábamos todos juntos, sino unos al lado de los otro. Las pancartas sindicales y los servicios de seguridad dividieron las procesiones por corporaciones, por empresas, por centrales. Sobre todo, nada de discusiones ni asambleas. "Defiéndase con sus colegas de siempre y váyase a casa, hasta la próxima". Equipo de sonido a tope, para que no se oigan los más cabezones. Porque lo que realmente hace temblar a la burguesía es cuando los trabajadores toman sus luchas en sus manos, cuando se organizan, cuando empiezan a reunirse, a debatir... ¡a convertirse en una clase en lucha!

En el Reino Unido y en Francia, como en todas partes, para construir una relación de fuerzas que nos permita resistir a los ataques constantes contra nuestras condiciones de vida y de trabajo, que mañana serán aún más violentos, debemos, allí donde podamos, reunirnos para debatir y proponer los métodos de lucha que constituyen la fuerza de la clase obrera y que le han permitido, en determinados momentos de su historia, hacer tambalearse a la burguesía y a su sistema:

- la búsqueda de apoyo y solidaridad más allá de la propia corporación, la propia empresa, el propio sector de actividad, la propia ciudad, la propia región, el propio país;

- la organización autónoma de la lucha obrera, en particular a través de asambleas generales, sin dejar el control a los sindicatos, los llamados "especialistas" de las luchas y de su organización;

- la discusión más amplia posible sobre las necesidades generales de la lucha, sobre las lecciones que hay que aprender de los combates y también de las derrotas, porque habrá derrotas, pero la mayor derrota es sufrir los ataques sin reaccionar. La entrada en la lucha es la primera victoria de los explotados.

En 1985, bajo Thatcher, los mineros británicos lucharon durante todo un año, con inmenso valor y determinación; pero aislados, encerrados en su corporación, se vieron impotentes; y su derrota fue la de toda la clase obrera. Debemos aprender de nuestros errores. Es vital que se superen las debilidades que llevan décadas minando a la clase obrera y que han marcado nuestra sucesión de derrotas: el corporativismo y la ilusión sindical. ¡La autonomía de la lucha, la unidad y la solidaridad son los hitos indispensables para la preparación de las luchas del mañana!

Para ello, debemos reconocernos como miembros de una misma clase, una clase unida por la solidaridad en la lucha: el proletariado. Las luchas de hoy son indispensables no sólo para defendernos de los ataques, sino también para reconquistar esta identidad de clase a escala mundial, para preparar el derrocamiento de este sistema sinónimo de miseria y de catástrofes de todo tipo.

En el capitalismo no hay solución: ni a la destrucción del planeta, ni a las guerras, ni al paro, ni a la precariedad, ni a la miseria. Sólo la lucha del proletariado mundial apoyada por todos los oprimidos y explotados del mundo puede abrir el camino a una alternativa, la del comunismo.

Las huelgas en el Reino Unido, las manifestaciones en Francia son un llamamiento a la lucha de los proletarios de todos los países

Corriente Comunista Internacional, 12 de enero de 2023

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