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Junto a las amenazas de posibles ataques nucleares por parte de Rusia y el riesgo de que nubes radiactivas se escapen de las centrales nucleares ucranianas dañadas por los combates, las medidas adoptadas o planificadas por varios países, para poner de rodillas a la economía rusa, conllevan el riesgo de desestabilizar la economía mundial. La trágica constatación de la actual escalada de la guerra y la fuerte tendencia en el aumento de los presupuestos militares (puesta en marcha con la repentina decisión de duplicarlo en Alemania) constituirá un factor adicional para debilitar la situación económica de los países afectados.
Hacia una nueva depresión económica global con nuevas y más numerosas guerras
Las medidas de represalia económica contra Rusia conllevarán escasez de materias primas en gran parte de los países europeos y la pérdida del mercado ruso para todos. Los precios de las materias primas aumentarán y en consecuencia los de muchos productos básicos. La recesión extenderá a todo el mundo la miseria y en la misma medida aumentará la explotación y el sufrimiento de la clase trabajadora.
No es ninguna exageración, como lo demuestran las declaraciones de expertos alemanes dirigidas a un "público informado" y ansioso por predecir el futuro para poder defender, de la mejor manera, los intereses de la burguesía: "Estamos hablando de una grave crisis económica en Alemania y, por lo tanto, en Europa". "Hundimiento de empresas y desempleo" se ven por el horizonte y para mucho tiempo: "No estamos hablando aquí de tres días o tres semanas", sino quizás de "tres años".1 En este contexto, los precios de la energía siguen aumentando a niveles históricos y sus consecuencias se extenderán mucho más allá de Alemania y Europa y afectarían principalmente a los países pobres. En última instancia, tal aumento en los precios de la energía podría, como se dijo ayer, "conducir al colapso de Estados enteros en Asia, África y América del Sur"2.
La dimensión y la profundidad de las medidas adoptadas contra Rusia, a pesar de su innegable severidad, no explican por sí solas el tsunami económico que azotará al mundo. Aquí debemos incluir el actual nivel de deterioro de la economía mundial, que es producto de un largo proceso de agravamiento de la crisis mundial del capitalismo. Pero sobre esta cuestión, los "expertos" permanecieron en silencio, para no tener que admitir que la causa de la decadencia del capitalismo mundial radica en su crisis histórica e insuperable, de la misma manera que tienen cuidado de no identificar esta guerra, al igual que todas las que han ocurrido desde la Primera Guerra Mundial, como un producto del capitalismo decadente. Tampoco evocan ciertas consecuencias de una nueva caída de la economía en la crisis y en la acentuación de la guerra comercial que es inseparable de ella: un nuevo agravamiento de las tensiones imperialistas y una nueva aceleración, de manera precipitada, en la carrera armamentística.3 Como parte de un enfoque similar para defender el capitalismo, algunos están preocupados por las muy probables consecuencias de la escasez de alimentos básicos que hasta ahora eran producidos en Ucrania, en vista del malestar social mostrado en varios países, sin una preocupación real por el sufrimiento de las poblaciones hambrientas.
Una economía mundial arrasada por la acumulación de las contradicciones del capitalismo
La pandemia de Covid ya había mostrado una creciente vulnerabilidad de la economía por la convergencia de una serie de factores específicos del período de vida del capitalismo desde el colapso del bloque del Este y la posterior disolución de los bloques.
Una visión cada vez más a corto plazo ha llevado de hecho al capitalismo a sacrificar, en el altar de las demandas de la crisis global y la competencia económica mundial, cierto número de necesidades imperativas de cualquier sistema de explotación, como es la necesidad de mantener a sus explotados en buen estado de salud. El capitalismo no ha hecho nada para evitar el estallido de la pandemia de Covid-19, que es en sí misma un producto social puro, por lo que respecta a su transmisión de animales a humanos y su propagación en el mundo, a pesar de que los científicos ya habían advertido de su peligro. Además, el deterioro del sistema de salud en los últimos treinta años ha contribuido a que la pandemia sea mucho más mortal. Del mismo modo, la magnitud del desastre y sus repercusiones en la economía han sido fomentadas por la exacerbación del “cada uno a la suya” en todos los niveles de la vida de la sociedad (que es una característica de la fase actual de descomposición del capitalismo) agravando así las manifestaciones clásicas de la competencia, y dando lugar a episodios inverosímiles como la guerra entre pises, por las mascarillas, los respiradores, o las vacunas..., pero también entre servicios estatales o privados dentro del mismo país. Millones de personas han muerto en todo el mundo, y la parálisis parcial de la actividad económica y su desorganización han llevado en 2020, a la peor depresión desde la Segunda Guerra Mundial.
Al afectar a la economía en todo el mundo, era de esperar que la pandemia también revelara nuevos obstáculos a la producción capitalista, como la mayor vulnerabilidad de las cadenas de suministro a diferentes factores. De hecho, basta con que un único eslabón de la cadena sea defectuoso o inoperante, debido a enfermedades, inestabilidad política o catástrofes climáticas, para que el producto final sea en ocasiones a destiempo o muy tardío, lo que resulta incompatible con los requisitos para su comercialización en el mercado. Como consecuencia, en algunos países, un número considerable de automóviles no pudieron ponerse a la venta porque estaban inmovilizados en líneas de montaje, a la espera de piezas que no llegaban, que debían ser entregadas en particular por Rusia. El capitalismo se encuentra así sometido al efecto “boomerang” de la excesiva "globalización" de la economía que la burguesía había desarrollado gradualmente a partir de la década de 1980 para mejorar la rentabilidad del capital a través de la externalización de parte de la producción llevada a cabo por una mano de obra mucho más barata.
Además, el capitalismo se enfrenta cada vez más a los desastres resultantes de los efectos del calentamiento global (incendios monstruosos, ríos que emergen violentamente de sus lechos, inundaciones generalizadas...) que afectan cada vez más significativamente, no solo a la producción agrícola sino también a toda la producción. El capitalismo rinde así su tributo a la frenética explotación y destrucción de la naturaleza desde 1945 (y cuyo impacto se hizo más ampliamente perceptible a partir de la década de 1970) por los diversos capitales que compiten entre sí por la búsqueda de nuevas y cada vez más restringidas fuentes de ganancia.
La imagen que acabamos de esbozar no cae del cielo, sino que es la culminación de más de cien años de decadencia del capitalismo, iniciada por la Primera Guerra Mundial, durante la cual este sistema tuvo que enfrentar constantemente los efectos de la crisis de la sobreproducción, situada en el corazón de todas las contradicciones del capitalismo. Esta cuestión estuvo en el origen de todas las recesiones de este período: la Gran Depresión de la década de 1930 y, después de una apariencia de mejora económica durante el período 1950/60, que algunos han llamado "Gloriosos Treinta", la crisis abierta del capitalismo reapareció a fines de la década de 1960. Cada una de sus expresiones resulta en una recesión más severa que la anterior: 1967, 1970, 1975, 1982, 1991, 2001, 2009. En todas estas ocasiones de crisis, la maquinaria económica tuvo que reactivarse mediante deudas que, en una proporción cada vez mayor, sólo se pagarán por medio de nuevas deudas, y así sucesivamente... Como resultado, cada nueva manifestación abierta de la crisis es más devastadora, mientras que los medios utilizados para hacerle frente, como la deuda, constituyen ellos mismos una amenaza creciente para la estabilidad económica.
La ralentización del crecimiento diez años después del crack financiero de 2008 exigió de nuevo un aumento de la deuda; dos años más tarde, la caída de la producción en 2020 exigió a su vez un apoyo récord a la economía frente a una serie de "nuevos" factores (pandemias, calentamiento global, vulnerabilidad de las cadenas de suministro, etc.). Récord tras récord, la deuda mundial se desconectó más de la economía real, saltando al 256% del valor del PIB mundial. Esta situación no es trivial. Es un factor en la depreciación de las monedas y, por lo tanto, en el desarrollo de la inflación. Un aumento sostenido de los precios conlleva el riesgo de disturbios sociales de diversos tipos (movimientos interclasistas, lucha de clases) y constituye un obstáculo para el comercio mundial. Esta es la razón por la que la burguesía se verá cada vez más obligada a intentar el equilibrio –que, aunque le es familiar, se está volviendo cada vez más peligroso– para poder hacer frente a dos necesidades antagónicas:
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Elevar las tasas de interés para frenar el alza de la inflación, pero con la consecuencia de reducir el flujo del grifo del crédito;
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Sostener la economía, incapaz de sostenerse sin una inyección permanente de crédito.
Y esto en un contexto tendente al estancamiento de la economía combinado con una inflación significativa.
Además, tal situación es propicia para el estallido de burbujas especulativas que pueden contribuir a desestabilizar la actividad y el comercio global (como en bienes raíces en los Estados Unidos en 2008, en China en 2021).
Las mentiras de la burguesía
Frente a cada una de las calamidades que soporta la humanidad, ya sea la cuestión de guerra o las manifestaciones de la crisis económica, la burguesía tiene siempre una panoplia de explicaciones falsas que, a pesar de su gran diversidad, todas tienen en común el exonerar al capitalismo de los males que abruman al planeta.
En 1973 (año que fue un momento en la profundización de la crisis abierta y que desde entonces se ha vuelto prácticamente permanente) el desarrollo del desempleo y la inflación se explicó por el aumento del precio del petróleo. Sin embargo, el auge del petróleo es un hecho propio de la competencia capitalista y no una entidad que sería externa a este sistema4 y que se impondría sin remedio.
La situación actual es otro ejemplo de esta norma. La guerra en Ucrania se convierte en culpa de la Rusia totalitaria y no del capitalismo en crisis, como si este país no fuera por completo parte del capitalismo mundial.
Ante las perspectivas de un empeoramiento considerable de la crisis económica, la burguesía está preparando el terreno para hacer que los proletarios acepten los terribles sacrificios que se le impondrán y que se le presentarán como consecuencia de las medidas de represalia contra Rusia. Su discurso ya es el siguiente: "la población debe aceptar el calentarse, o alimentarse, un poco menos, en solidaridad con el pueblo ucraniano, porque este es el costo del esfuerzo necesario para debilitar a Rusia".
Desde 1914, la clase obrera ha vivido en un infierno: a veces carne de cañón en las dos guerras mundiales y conflictos regionales incesantes y asesinos; otras veces víctima del desempleo masivo durante la Gran Depresión de la década de 1930; en ocasiones obligado a arremangarse para la reconstrucción de países y economías devastados por dos guerras mundiales; y en otras, arrojados a la precariedad o la pobreza con cada nueva recesión desde el regreso de la crisis económica mundial, a fines de la década de 1960.
Ante una nueva caída en la crisis económica, ante las amenazas de guerras, cada vez más insistentes, supondría su perdición si escuchara a la burguesía pidiéndole que se sacrificara. Por el contrario, debe saber aprovechar las contradicciones del capitalismo, expresadas en la guerra y en los ataques económicos, para impulsar conscientemente su lucha de clases lo más lejos posible y derrocar al capitalismo.
Silvio (26 de marzo de 2022)
1"Habeck: examinando formas de moderar los precios de la energía", Sueddeutsche (8 de marzo de 2022)
2"Estados Unidos pone un embargo petrolero en la agenda", Frankfurter Allgemeine Zeitung (8 de marzo de 2022).
3"Resolución sobre la situación internacional", Revista Internacional N.º 63 (junio de 1990).
4Lea nuestro artículo, El aumento del precio del petróleo: una consecuencia y no la causa de la crisis, Revista Internacional N.º 19.