Estados Unidos, Rusia, la UE, Ucrania... ¡Todos los estados son responsables de la guerra!

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La sociedad burguesa, podrida hasta los huesos, enferma de sí misma, vuelve a escupir su asqueroso torrente de hierro y fuego. Cada día, la carnicería ucraniana extiende su procesión de bombardeos masivos, emboscadas, asedios y columnas de refugiados que huyen por millones del fuego masivo de los beligerantes.

En medio de la avalancha de propaganda vertida por los gobiernos de todos los países, destacan dos mentiras: la primera presenta a Putin como un "autócrata loco" dispuesto a todo para convertirse en el nuevo zar de un Imperio reconstituido y hacerse con las "riquezas" de Ucrania; la otra atribuye la responsabilidad esencial del conflicto a los "genocidas" de las poblaciones rusoparlantes del Donbass, a las que los "heroicos" soldados rusos tuvieron que proteger arriesgando sus vidas. La burguesía siempre ha tenido especial cuidado en ocultar las verdaderas causas de la guerra cubriéndolas con el velo ideológico de la "civilización", la "democracia", los "derechos humanos" y el "derecho internacional". Pero la verdadera causa de la guerra es el capitalismo.

Un paso más hacia el caos

Desde que Putin llegó al poder en el año 2000, Rusia ha hecho grandes esfuerzos para construir un ejército más moderno y recuperar su influencia en Oriente Medio, sobre todo en Siria, pero también en África con el envío de mercenarios a Libia, África Central y Mali, sembrando cada vez más el caos. En los últimos años, tampoco ha dudado en lanzar ofensivas directas, en Georgia en 2008, y luego ocupando Crimea y Donbass en 2014, en un intento de frenar el declive de su esfera de influencia, a riesgo de crear una gran inestabilidad en sus propias fronteras. Tras la retirada de Estados Unidos de Afganistán, Rusia creyó que podía aprovechar el debilitamiento de Estados Unidos para intentar devolver a Ucrania a su esfera de influencia, un territorio esencial para su posición en Europa y en el mundo, especialmente cuando Kiev amenazaba con entrar en la OTAN.

Desde el colapso del bloque del Este, no es ciertamente la primera vez que la guerra hace estragos en el continente europeo. Las guerras de los Balcanes en la década de 1990 y el conflicto de Donbass en 2014 ya habían traído miseria y desolación al continente. Pero la guerra en Ucrania tiene implicaciones mucho más graves que los conflictos anteriores, ilustrando cómo el caos se acerca cada vez más a los principales centros del capitalismo.

Rusia, una de las principales potencias militares, participa directa y masivamente en la invasión de un país que ocupa una posición estratégica en Europa, en las fronteras de la Unión Europea. En el momento de escribir estas líneas, Rusia habría perdido ya 10.000 soldados y muchos más heridos y desertores. Ciudades enteras han sido bombardeadas. El número de víctimas civiles es probablemente considerable. ¡Y todo esto en apenas un mes de guerra!1

La región asiste ahora a una enorme concentración de tropas y equipos militares avanzados, no sólo en Ucrania, con armas, soldados y mercenarios traídos de todas partes, sino también en toda Europa del Este con el despliegue de miles de tropas de la OTAN y la movilización del único aliado de Putin, Bielorrusia. Varios Estados europeos también han decidido aumentar considerablemente sus esfuerzos en materia de armamento, en primer lugar, los Estados bálticos, pero también Alemania, que ha anunciado recientemente la duplicación de su presupuesto dedicado a su "defensa".

Rusia, por el contrario, amenaza regularmente al mundo entero con represalias militares y blande descaradamente su arsenal nuclear. El ministro de Defensa francés también recordó a Putin que se enfrentaba a "potencias nucleares", antes de adoptar un tono más "diplomático". Sin mencionar siquiera un conflicto nuclear, es de temer el riesgo de un gran accidente industrial en alguna de las centrales nucleares ucranianas. Ya se produjeron duros combates en las instalaciones nucleares de Chernóbil y Zaporijia, donde se incendiaron locales (afortunadamente administrativos) tras un bombardeo.

A esto se añade una importante crisis migratoria en la propia Europa. Millones de ucranianos huyen a los países vecinos para escapar de la guerra y del reclutamiento forzoso en el ejército de Zelensky. Pero dado el peso del populismo en Europa y la voluntad a veces explícita de varios Estados de instrumentalizar cínicamente a los migrantes con fines imperialistas (como hemos visto recientemente en la frontera bielorrusa o a través de las amenazas periódicas de Turquía a la Unión Europea), a largo plazo este éxodo masivo podría crear graves tensiones e inestabilidad.

En resumen, la guerra en Ucrania conlleva un gran riesgo de caos, desestabilización y destrucción a escala internacional. Si este conflicto no conduce por sí mismo a una conflagración aún más mortífera, no hace más que aumentar considerablemente esos peligros, con tensiones y riesgos de "escaladas" incontroladas que llevan a consecuencias inimaginables.

¿Es Rusia la única responsable de la guerra?

Si la burguesía rusa abrió las hostilidades para defender sus sórdidos intereses imperialistas, la propaganda que presenta a Ucrania y a los países occidentales como víctimas de un "dictador loco" es una hipócrita mascarada. Durante meses, el gobierno estadounidense ha estado advirtiendo provocativamente de un inminente ataque ruso, mientras proclamaba que no pondría un pie en suelo ucraniano.
Desde la desintegración de la URSS, Rusia se ha visto continuamente amenazada en sus fronteras, tanto en Europa del Este como en el Cáucaso y Asia Central. Estados Unidos y las potencias europeas han hecho retroceder metódicamente la esfera de influencia rusa mediante la integración de muchos países del Este en la Unión Europea y la OTAN. Este es también el significado del derrocamiento del expresidente georgiano Shevardnadze en 2003 durante la "Revolución de las Rosas" que llevó al poder a una camarilla pro - USA, así como la "Revolución Naranja" de 2004 en Ucrania y todos los conflictos subsiguientes entre las diferentes facciones de la burguesía local. El apoyo activo de las potencias occidentales a la oposición pro -europea en Bielorrusia, la guerra de Nagorno-Karabaj bajo la presión de Turquía (miembro de la OTAN) y el ajuste de cuentas al más alto nivel del Estado kazajo no han hecho más que acentuar la sensación de urgencia en la burguesía rusa.

Tanto para la Rusia zarista como para la "soviética", Ucrania siempre ha representado una cuestión central en su política exterior. De hecho, Ucrania es para Moscú la única y última vía de acceso directo al Mediterráneo. La anexión de Crimea en 2014 ya obedecía a este imperativo del imperialismo ruso directamente amenazado de cerco por regímenes mayoritariamente proamericanos. El deseo declarado de Estados Unidos de vincular a Kiev con Occidente es, por tanto, vivido por Putin y su camarilla como una auténtica provocación. En este sentido, aunque la ofensiva del ejército ruso parece totalmente irracional y condenada al fracaso desde el principio, para Moscú es un "golpe de fuerza" desesperado que pretende mantener su rango de potencia mundial.

La burguesía estadounidense, aunque dividida en el tema, es perfectamente consciente de la situación de Rusia y no ha dejado de llevar a Putin al límite multiplicando las provocaciones. Cuando Biden aseguró explícitamente que no intervendría directamente en Ucrania, dejó deliberadamente un vacío que Rusia aprovechó inmediatamente con la esperanza de frenar su declive en la escena internacional. No es la primera vez que Estados Unidos utiliza el maquiavelismo frío para conseguir sus fines: ya en 1990, Bush padre había empujado a Sadam Husein a una trampa fingiendo que no quería intervenir para defender Kuwait. Cuando Sadam mordió el anzuelo invadiendo Kuwait Estados Unidos desencadenó la primera guerra del Golfo.

Todavía es demasiado pronto para predecir la duración y la escala de la ya considerable destrucción en Ucrania, pero desde la década de 1990 hemos visto las masacres de Srebrenica, Grozny, Sarajevo, Faluya y Alepo. Quien inicia una guerra suele estar condenado a empantanarse. En la década de 1980, Rusia pagó un alto precio por la invasión de Afganistán que llevó a la implosión de la URSS. Estados Unidos ha tenido sus propios fiascos, debilitándolo tanto militar como económicamente. Todas estas aventuras acabaron, a pesar de las aparentes victorias iniciales, en importantes reveses y debilitaron considerablemente a los beligerantes. La Rusia de Putin, si no se retira tras una humillante derrota, no se librará de quedar empantanada, aunque consiga tomar las principales ciudades ucranianas.

Todos los países y todas las guerras son imperialistas

"Un nuevo imperialismo amenaza la paz mundial"2, "Los ucranianos llevan cientos de años luchando contra el imperialismo ruso"3...

"El imperialismo ruso", la burguesía sólo tiene estas palabras en la boca, como si Rusia fuera la quintaesencia del imperialismo frente al "pollito indefenso" ucraniano. En realidad, desde que el capitalismo entró en su periodo de decadencia, la guerra y el militarismo se han convertido en características fundamentales de este sistema. Todos los Estados, grandes o pequeños, son imperialistas; todas las guerras, ya sea que pretendan ser "humanitarias", "liberadoras" o "democráticas", son guerras imperialistas. Esto ya fue identificado por los revolucionarios durante la Primera Guerra Mundial: a principios del siglo XX, el mercado mundial estaba totalmente dividido en cotos de caza por las principales naciones capitalistas. Ante el aumento de la competencia y la imposibilidad de liberarse de las contradicciones del capitalismo mediante nuevas conquistas coloniales o comerciales, los Estados construyeron gigantescos arsenales y sometieron toda la vida económica y social a los imperativos de la guerra. En este contexto estalló la Guerra Mundial en agosto de 1914, una matanza sin parangón en la historia de la humanidad, expresión fulgurante de una nueva "era de guerras y revoluciones".

Frente a la competencia feroz y la omnipresencia de la guerra, en todas las naciones, grandes o pequeñas, se desarrollaron dos fenómenos que constituyen las principales características del periodo de decadencia: el capitalismo de Estado y los bloques imperialistas. "El capitalismo de Estado [...] responde a la necesidad de que cada país, con vistas a la confrontación con otras naciones, obtenga el máximo de disciplina en su seno por parte de los distintos sectores de la sociedad, para reducir al mínimo los enfrentamientos entre clases, pero también entre facciones rivales de la clase dominante, con el fin, en particular, de movilizar y controlar todo su potencial económico. Del mismo modo, la constitución de bloques imperialistas corresponde a la necesidad de imponer una disciplina similar entre las diferentes burguesías nacionales para limitar sus antagonismos mutuos y reunirlas para la confrontación suprema entre los dos campos militares.4 El mundo capitalista se dividió así, a lo largo del siglo XX, en bloques rivales: Aliados contra potencias del Eje, bloque occidental contra bloque oriental.

Pero con el colapso de la URSS, a finales de los años 80, comenzó la última fase de la decadencia del capitalismo: el período de su descomposición generalizada5, marcado por la desaparición, durante más de 30 años, de los bloques imperialistas. La relegación del "gendarme" ruso y, de facto, la dislocación del bloque estadounidense abrió el camino a toda una serie de rivalidades y conflictos locales que habían sido sofocados por la férrea disciplina de los bloques. Esta tendencia al sálvese quien pueda y al aumento del caos se ha confirmado plenamente desde entonces.

Ya en 1990, la única "superpotencia" estadounidense intentó poner un mínimo de orden en el mundo y frenar el inevitable declive de su propio liderazgo... recurriendo a la guerra. Como el mundo ya no está dividido en dos campos imperialistas disciplinados, un país como Irak creyó posible apoderarse de un antiguo aliado del mismo bloque, Kuwait. Estados Unidos, al frente de una coalición de 35 países, lanzó una ofensiva asesina que debía desalentar cualquier tentación futura de emular las acciones de Saddam Hussein.

Pero la operación no pudo acabar con el sálvese quien pueda imperialista, manifestación típica del proceso de descomposición de la sociedad. En las guerras de los Balcanes ya se pusieron de manifiesto las peores rivalidades entre las potencias del antiguo bloque occidental, especialmente Francia, Reino Unido y Alemania, que, además de las mortíferas intervenciones estadounidenses y rusas, prácticamente se hacían la guerra entre sí a través de los distintos beligerantes de la antigua Yugoslavia. El ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 supuso un paso más hacia el caos, golpeando el corazón del capitalismo global. Lejos de las teorías izquierdistas sobre las supuestas apetencias petroleras estadounidenses, cuyo abismal coste de la guerra reveló su ineptitud, fue básicamente en este contexto en el que Estados Unidos tuvo que lanzar las invasiones de Afganistán en 2001 y de Irak, de nuevo, en 2003, en nombre de la "guerra contra el terrorismo".

En la segunda guerra del Golfo, Alemania, Francia y Rusia no sólo arrastraron los pies detrás del Tío Sam, sino que se negaron a comprometer a sus soldados. Sobre todo, cada una de estas operaciones no hizo más que generar tal caos e inestabilidad que Estados Unidos acabó empantanado, hasta el punto de tener que abandonar humillantemente Afganistán 20 años después, dejando un campo de ruinas en manos de los talibanes a los que habían venido a combatir, al igual que ya habían tenido que abandonar Irak, sumido en una inmensa anarquía, desestabilizando toda la región, especialmente la vecina Siria. Para defender su posición de primera potencia mundial, Estados Unidos se convirtió así en el principal propagador del caos en el periodo de decadencia.

Estados Unidos está creando el caos en la puerta de uno de los principales centros del capitalismo mundial

Hoy en día, Estados Unidos se ha anotado innegablemente puntos imperialistas, sin siquiera tener que intervenir directamente. Rusia, adversario desde hace mucho tiempo, está inmersa en una guerra imposible de ganar que provocará, sea cual sea el resultado, un gran debilitamiento militar y económico. La Unión Europea y Estados Unidos ya han anunciado el color: según el jefe de la diplomacia europea, se trata de "devastar la economía rusa"... ¡y tanto peor para el proletariado de Rusia que pagará todas estas represalias, como para el proletariado ucraniano que es la primera víctima y rehén del desencadenamiento de la barbarie bélica!

Además, los estadounidenses han tomado el control de la OTAN, que el presidente francés anunció que estaba "en muerte cerebral", reforzando considerablemente su presencia en el Este y obligando a las principales potencias europeas (Alemania, Francia y Reino Unido) a asumir más la carga económica del militarismo para la defensa de las fronteras orientales de Europa, una política que Estados Unidos intenta aplicar desde hace varios años, especialmente bajo la presidencia de Trump y continuada por Biden, para concentrar su fuerza contra su principal enemigo: China.

Para los europeos, la situación representa una derrota diplomática de primer orden y una considerable pérdida de influencia. El conflicto alimentado por EE.UU. no conviene a Francia y Alemania, que, debido a su dependencia del gas ruso y del mercado que representa para sus propias mercancías, no tienen absolutamente nada que ganar con este conflicto. Por el contrario, Europa sufrirá una nueva aceleración de la crisis económica bajo el impacto de la guerra y las sanciones impuestas. Así, los europeos han tenido que replegarse tras el escudo estadounidense, mientras que el debilitamiento diplomático provocado por la chulería de Trump les había hecho albergar la esperanza de un fuerte retorno del viejo continente en la escena internacional.

¿El hecho de que las principales potencias europeas se vean obligadas a alinearse detrás de Estados Unidos constituye el inicio de la formación de un nuevo bloque imperialista? El periodo de descomposición no impide por sí mismo la formación de nuevos bloques, aunque el peso del sálvese quien pueda dificultar considerablemente esta posibilidad. Sin embargo, en esta situación, la voluntad de cada Estado de defender sus propios intereses imperialistas se ve ampliamente reforzada. Alemania se ha demorado un poco en la aplicación de las sanciones y sigue andando con pies de plomo para no sancionar las exportaciones de gas ruso de las que depende en gran medida. Por otra parte, Alemania, junto con Francia, ha intervenido constantemente para ofrecer a Rusia una salida diplomática que, por supuesto, Washington intenta retrasar. Incluso Turquía e Israel intentan ofrecer sus "buenos servicios" como intermediarios. A largo plazo, con el aumento de sus gastos militares, las grandes potencias europeas podrían incluso tratar de emanciparse de la tutela estadounidense, una ambición que Macron defiende regularmente a través de su proyecto de "defensa europea". Si bien es innegable que Estados Unidos ha ganado puntos en lo inmediato, cada país intenta también jugar su propia carta, lo que compromete la constitución de un bloque con mayor facilidad, ya que China, por su parte, es incapaz de federar a ninguna gran potencia detrás de ella e incluso se ve frenada y debilitada en la defensa de sus propios objetivos.

China, el objetivo final de la estrategia estadounidense

Sin embargo, la burguesía estadounidense no tenía como objetivo principal y único a Rusia con esta maniobra. El enfrentamiento entre EE.UU. y China determina la relación imperialista mundial actual. Al crear una situación de caos en Ucrania, Washington buscaba sobre todo obstaculizar el avance de China hacia Europa, bloqueando, por un período aún indeterminado, las "rutas de la seda" que debían pasar por los países de Europa del Este. Después de amenazar las vías marítimas de China en la región Indo-Pacífica con, entre otras cosas, la creación de la alianza AUKUS en 2021, Biden acaba de crear una enorme brecha en Europa, impidiendo a China el tránsito de sus mercancías por tierra.

Estados Unidos también ha conseguido demostrar la incapacidad de China para desempeñar un papel de socio fiable en la escena internacional, ya que no tiene más remedio que dar un apoyo muy débil a Rusia. En este sentido, la ofensiva estadounidense que estamos presenciando forma parte de una estrategia más global para contener a China.

Desde las guerras en la antigua Yugoslavia, Afganistán y Oriente Medio, Estados Unidos se ha convertido, como hemos visto, en el principal factor de caos en el mundo. Hasta ahora, esta tendencia se ha dado principalmente en los países periféricos del capitalismo, aunque los países centrales también han sufrido las consecuencias (terrorismo, crisis migratorias, etc.). Pero hoy, la primera potencia mundial está creando el caos a las puertas de uno de los principales centros del capitalismo. Esta estrategia criminal está dirigida por el "demócrata" y "moderado" Joe Biden. Su predecesor, Donald Trump, tenía una merecida fama de exaltado, pero ahora está claro que para neutralizar a China sólo difiere la estrategia: Trump quería negociar acuerdos con Rusia, Biden y la mayoría de la burguesía estadounidense quieren desangrarla. Putin y su camarilla de asesinos no son mejores, al igual que Zelensky que no duda en tomar como rehén a toda una población y sacrificarla como carne de cañón en nombre de la defensa de la patria. ¿Y qué decir de las hipócritas democracias europeas que, mientras lloran lágrimas de cocodrilo por las víctimas de la guerra, entregan cantidades fenomenales de material militar?

¡Izquierda o derecha, democrática o dictatorial, todos los países, todas las burguesías nos conducen hacia el caos y la barbarie a marchas forzadas! Más que nunca, la única alternativa que se ofrece a la humanidad es: ¡socialismo o barbarie!

EG, 21 de marzo de 2022

1 A modo de comparación, la URSS perdió 25.000 soldados durante los 9 años de la terrible guerra que asoló Afganistán

2 "Contra el imperialismo ruso, por una oleada internacionalista", Mediapart (2 de marzo de 2022). Este artículo, de título evocador, roza la farsa, especialmente por parte de su autor, Edwy Plenel, belicista patentado y gran defensor del imperialismo francés

3 "Para entender el conflicto entre Ucrania y Rusia, hay que mirar al colonialismo", The Washington Post (24 de febrero de 2022)

4 "Militarismo y descomposición [1]", Revista Internacional nº 64 (primer trimestre de 1991) https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion

5 Ver nuestras Tesis sobre la Descomposición https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-desc...

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