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Resolución aprobada:
1. Hay una diferencia fundamental entre la evolución de los partidos de la burguesía y la evolución de los partidos de la clase obrera.
Los primeros, por el hecho de ser los órganos políticos de una clase dominante, tienen la posibilidad de actuar en la clase obrera y algunos de ellos lo hacen de manera efectiva ya que esto forma parte de una división del trabajo dentro de las fuerzas políticas de la burguesía, parte de la cual tiene la tarea particular de mistificar al proletariado, de controlarlo actuando incluso en su propio seno, desviándolo de su propio terreno de clase. Para este fin la burguesía ha venido utilizando, preferentemente, viejas organizaciones de la clase obrera que se han pasado al campo de la burguesía.
Por el contrario, la situación opuesta de que una organización proletaria actúe en el campo de la burguesía no es posible. Esto es así para el proletariado, al igual que para cualquier clase oprimida, porque el lugar como clase explotada que tiene en la historia hace imposible que se transforme en una clase explotadora.
Esta realidad puede ser expresada de manera resumida:
- Es posible que existan y de hecho siempre las hay, organizaciones políticas burguesas que actúan en el proletariado;
- No es posible, como demuestra su condición histórica, que partidos políticos proletarios puedan operar en el terreno de la burguesía.
2. Esto no solo es cierto para los partidos políticos estructurados de manera clásica. También es cierto respecto a las corrientes políticas divergentes que pueden surgir, en un momento dado, dentro de estos partidos. Si los miembros de los partidos políticos existentes pueden pasar de un campo a otro y en ambas direcciones (del proletariado a la burguesía y de la burguesía al proletariado), esto sólo puede ser de manera individual. En cambio, el paso colectivo de todo un partido político ya formado o en formación en los partidos tradicionales, solo puede suceder necesariamente en una dirección: de los partidos del proletariado a la burguesía y nunca en la dirección opuesta: de los partidos burgueses al proletariado. Es decir, el conjunto de elementos provenientes de una organización burguesa, en ninguna circunstancia, pueden evolucionar hacia posiciones de clase sin una ruptura consciente con cualquier idea de continuidad proveniente de su actividad colectiva anterior en el campo contrarrevolucionario. En otras palabras, si las tendencias pueden formarse y desarrollarse en las organizaciones del proletariado, evolucionando hacia posiciones políticas de la burguesía y transmitiendo esta ideología dentro de la clase obrera, esto está absolutamente excluido con respecto a las organizaciones de la burguesía.
3. La explicación de la conclusión anterior radica en el hecho esencial de que la clase económicamente dominante en la sociedad también es la clase dominante política e ideológicamente. Este hecho también explica:
- la influencia ejercida por la ideología de la burguesía sobre la gran mayoría de la clase obrera, ideología de la que sólo puede liberarse de manera muy limitada, hasta el momento de la revolución;
- las vicisitudes y dificultades del proceso de toma de conciencia para el conjunto de toda la clase sobre sus intereses y especialmente de su ser histórico, determinan un movimiento constante de victorias y derrotas parciales en sus luchas, que se traducen en avances y retrocesos en la extensión de su conciencia;
- el hecho obligatorio e inevitable de que sólo una pequeña minoría de la clase puede lograr liberarse lo suficiente (aunque no totalmente) del peso e influencia de la ideología burguesa dominante, para emprender un trabajo teórico, sistemático y coherente, destinado a la elaboración de los fundamentos políticos capaces de fertilizar el proceso de toma de conciencia y el desarrollo de la lucha inmediata e histórica de la clase;
- la función indispensable e insustituible que la clase confía a las minorías que segrega, función que no puede ser desempeñada por individuos o pequeños cenáculos intelectuales, sino sólo por elementos que comprenden las tareas para las que la clase, en el desarrollo de su lucha, las ha hecho surgir. Esto sólo es posible estructurando y dando lugar al nacimiento de una organización política centralizada y militante en el seno de las luchas obreras, en la que esta minoría, producto de la clase, puede asumir su función de ser un factor activo, un crisol en el que y con el que la clase forja las armas indispensables de su victoria final;
- la razón por la cual las corrientes oportunistas y centristas pueden manifestarse dentro de la clase explotada y revolucionaria, así como en sus organizaciones de clase, y sólo en esta clase y sus organizaciones. En este sentido, hablar de oportunismo y centrismo (en relación con el proletariado) en la burguesía no tiene sentido porque una clase dominante nunca renuncia, por su propia voluntad, a sus privilegios en favor de la clase que explota (esto es precisamente lo que la convierte en clase dominante).
4. Dos fuentes están en la raíz del surgimiento de tendencias oportunistas y centristas en la clase obrera: por una parte. la presión y la influencia de la ideología de la burguesía y, por otra, el difícil proceso de maduración y toma de conciencia por parte del proletariado. Esto se refleja en particular en la característica principal del oportunismo, que consiste en aislar, separar el objetivo final del movimiento proletario de los medios que conducen a él y finalmente acabar oponiéndose a ellos, mientras que cualquier cuestionamiento de los medios conduce a la negación del objetivo final, al igual que cualquier cuestionamiento de este objetivo tiende a privar a los medios utilizados de su significado proletario. En la misma medida en que estas son cuestiones permanentes en la confrontación histórica entre el proletariado y la burguesía, es evidente por lo tanto que el oportunismo y el centrismo son de hecho peligros que amenazan a la clase permanentemente, tanto en el período de decadencia como en el período ascendente. Sin embargo, de la misma manera que estas dos fuentes están interrelacionadas, también están relacionadas en cuanto a la forma cómo afectan el movimiento de la clase, con la evolución general del capitalismo y el desarrollo de sus contradicciones internas. Como resultado, los fenómenos históricos del oportunismo y el centrismo se expresan de diferentes maneras, con caracteres de gravedad más o menos grandes según los momentos de esta evolución y de su desarrollo.
5. Si la entrada del capitalismo en su fase de decadencia plantea directamente la cuestión de la necesidad de la revolución y es una condición favorable que facilita el proceso de maduración de la conciencia en la clase obrera, esta maduración no es para nada un hecho automático, mecánico o que tenga lugar de manera irremediable.
El período de decadencia del capitalismo ve por un lado a la burguesía concentrando abrumadoramente su poder de represión, así como trabajando para perfeccionar, tanto como sea posible, los medios de penetración de su ideología en la clase y, por otra parte aumentando de manera considerable la importancia y la urgencia de la toma de conciencia de clase en la medida en que el desafío histórico de "socialismo o barbarie” surge inmediatamente y con toda su importancia: la historia no deja al proletariado un tiempo ilimitado para poder realizar sus fines. El período de decadencia que se expresa en términos de guerra imperialista o revolución proletaria, socialismo o barbarie, no sólo no hace desaparecer el oportunismo y el centrismo, sino que hace que la lucha de las corrientes revolucionarias contra estas tendencias sea más amarga, más feroz, y más difícil en proporción directa a lo que está en juego en esta situación histórica.
6. Como ha demostrado la historia, la corriente abiertamente oportunista, por situarse en posiciones extremas y claras, conduce, en momentos decisivos, a dar un paso definitivo, y sin posibilidad de vuelta atrás, hacia el campo de la burguesía. En cuanto a la corriente centrista, que dice situarse entre la izquierda revolucionaria y la derecha oportunista -la corriente más heterogénea, en constante movimiento entre las dos y buscando su reconciliación en una unidad organizativa imposible- evoluciona por su parte según las circunstancias y vicisitudes de la lucha del proletariado.
En el momento de la traición abierta de la corriente oportunista, al mismo tiempo que se produce la reanudación y el ascenso de la lucha de clases, el centrismo puede constituir al principio, pero siempre de manera temporal, una posición común con las masas trabajadoras que representan las posiciones revolucionarias. El centrismo, como corriente estructurada, organizada en forma de partido, está llamada, en estas circunstancias favorables, a explotar y pasar en su mayoría, o en gran parte, a la organización de la izquierda revolucionaria recién constituida, como sucedió con el Partido Socialista Francés, el Partido Socialista de Italia y el USPD en Alemania en los años 1920-21, después de la Primera Guerra Mundial y tras la victoria de la revolución en Rusia.
Por otro lado, en las circunstancias de una serie de grandes derrotas del proletariado en que se abre el curso hacia la guerra, el centrismo está inevitablemente destinado a quedar atrapado en el engranaje de la burguesía y a pasar a su campo al igual que la corriente abiertamente oportunista.
Con toda la firmeza que le debe ser propia, es importante que el partido revolucionario sepa entender los dos significados opuestos de la posible evolución del centrismo en diferentes circunstancias para poder adoptar una actitud política adecuada hacia él. La falta de reconocimiento de esta realidad conduce a la misma aberración que la proclamación de la imposibilidad de la existencia del oportunismo y el centrismo dentro de la clase obrera en el período de decadencia capitalista.
7. En cuanto a esta última "teoría", toda la historia de la Tercera Internacional y de los partidos comunistas está ahí para dar fe de su incapacidad, para demostrar que no es más que una barbaridad. No sólo el oportunismo y el centrismo han podido aparecer dentro de la propia organización revolucionaria, sino que, fortaleciéndose con las derrotas y el retroceso del proletariado, el centrismo también ha logrado dominar estos partidos y, después de una lucha despiadada que duró muchos años para derrotar a la oposiciones de las fracciones de la izquierda comunista, para expulsarlos de todos los partidos comunistas: que tras estas expulsiones habían quedado vacíos de toda esencia de clase, lo que ha hecho de cada uno de ellos, órganos de sus respectivas burguesías nacionales.
La "teoría" de la imposibilidad de la existencia de corrientes oportunistas y centristas dentro del proletariado en el período de decadencia del capitalismo presupone en realidad la existencia de un proletariado y partidos revolucionarios puros, que de manera absoluta y para siempre, serian inmunes y estarían impermeabilizado por completos contra cualquier penetración de la influencia de la ideología burguesa dentro de ellos. Tal "teoría" no es sólo una aberración, sino que se basa en una visión idealista abstracta de la clase y sus organizaciones. Es parte del "método Coué" (consolarse, repitiéndose que todo está bien) y decididamente le dan la espalda al marxismo. Lejos de fortalecer la corriente revolucionaria, la debilita convirtiendo este peligro real en una amenaza y desviando su atención y su indispensable vigilancia contra este peligro.
La CCI debe combatir con toda su energía tales "teorías" en general, y dentro de ella en particular, a las que permiten que el centrismo se camufle detrás de una fraseología radical que, bajo el disfraz de "pureza programática", tiende a aislar a las organizaciones revolucionarias del movimiento real de su lucha de clases.
Resolución rechazada
EL CENTRISMO Y LAS ORGANIZACIONES POLÍTICAS DEL PROLETARIADO
1. No hay debate académico posible sobre la cuestión del centrismo. El centrismo nació y se desarrolló como un concepto en el movimiento obrero frente a la necesidad de delimitar las fuerzas políticas presentes en la lucha de clases, especialmente con miras a la constitución de partidos de clase en la época actual de guerras y revoluciones. No es casualidad que esta cuestión se plantee hoy en la CCI en un momento en que se avecinan enfrentamientos de clase decisivos y, con ellos, la perspectiva de un nuevo partido de clase: la respuesta a esta cuestión dependerá de la naturaleza del partido del mañana, y depende hoy de la actitud de los grupos revolucionarios en la preparación de esta perspectiva. La experiencia práctica de la trágica bancarrota de la Tercera Internacional, y luego de la debacle de la llamada "Cuarta Internacional" trotskista, por su política de compromiso con fracciones de la burguesía bajo la cobertura del concepto de centrismo, por un lado, el marco teórico de la naturaleza de la clase obrera, la decadencia del capitalismo y el capitalismo de Estado como modo de existencia del capitalismo en la época actual, por otro lado, proporcionar todos los materiales necesarios para que el proletariado pueda cribar la crítica del concepto de centrismo y sus implicaciones.
2. Por su condición simultanea de clase explotada y de clase revolucionaria que lleva dentro de sí la destrucción del capitalismo, el proletariado está constantemente sujeto a dos tendencias contradictorias:
- su propio movimiento hacia la toma de conciencia de su situación y de su futuro histórico;
- la presión de la ideología burguesa dominante, que tiende a destruir su toma de conciencia.
Estas dos tendencias irreconciliables determinan el carácter accidentado de la lucha de clases que ve sucesivos avances o tentativas de carácter revolucionario y retrocesos contrarrevolucionarios, así como el surgimiento de minorías de vanguardia organizadas en grupos, fracciones o partidos, llamados a catalizar el movimiento de la clase hacia su conciencia.
El proletariado sólo puede tener una conciencia: una conciencia revolucionaria, pero, debido a que nace de la sociedad burguesa y sólo puede liberarse completamente de ella cuando desaparece como clase, su conciencia es siempre un proceso en desarrollo, nunca completado en el capitalismo, que se enfrenta constantemente a la ideología burguesa que impregna toda la sociedad.
Esta situación determina la dinámica de las organizaciones políticas del proletariado: o asumen su función de desarrollar la conciencia de clase contra la ideología burguesa y se ubican prácticamente en el campo proletario, o sucumben a la ideología burguesa y prácticamente se integran en el campo burgués.
3. La delimitación de los campos entre las organizaciones políticas constituye en sí mismo un proceso histórico en desarrollo, determinado por las condiciones objetivas para el desarrollo del capitalismo y del mismo proletariado dentro de él. Desde el comienzo del movimiento obrero, ha tenido lugar un proceso de decantación que progresivamente ha delimitado las posiciones que caracterizan el terreno político del proletariado.
En el momento de la Iª Internacional, el desarrollo del capitalismo todavía se caracteriza, incluso en el corazón de Europa, por la introducción de la producción industrial a gran escala y la formación del proletariado industrial a partir del declive del artesanado y la desposesión del campesinado. En esta etapa de desarrollo del proletariado y de su conciencia, en el terreno del movimiento obrero podían situarse corrientes tan dispares como el anarquismo bakuninista y proudhoniano, anclado en el pasado pequeñoburgués y campesino, el blanquismo arraigado en la intelectualidad jacobina, el mazzismo con su programa de republicanismo radical, y el marxismo, la expresión desarrollada del proletariado revolucionario.
En la época de la Segunda Internacional, el final del período de revoluciones nacionales y de la infancia del proletariado industrial, delimitaron con más precisión las posiciones del movimiento obrero, obligando al proletariado a constituirse como un partido político separado, en oposición a todas las corrientes burguesas y pequeñoburguesas. Pero la necesidad de luchar por reformas dentro de un capitalismo ascendente, la coexistencia de los programas "mínimo" y "máximo", lo que era posible en este período, permitió que corrientes como el anarcosindicalismo, el centrismo y el oportunismo existieran en el campo político proletario junto con el marxismo revolucionario.
En la época actual de la decadencia capitalista, en la era del capitalismo de Estado, la integración de los partidos de masas y de los sindicatos en el engranaje del estado totalitario del capital, con la imposibilidad de reformas en una situación de crisis permanente y la necesidad objetiva de la revolución comunista, época abierta por la Primera Guerra Mundial, el campo político proletario es definitivamente delimitado por el marxismo revolucionario. Las diversas tendencias oportunistas y centristas, con su programa de parlamentarismo, con su estrategia de desgaste, con su base en los partidos de masas y los sindicatos, han pasado irremediablemente al campo del capitalismo. Lo mismo ocurre con cualquier organización que abandone, por cualquier otra cuestión, el terreno de la revolución mundial, como será el caso de la Tercera Internacional, tras la adopción del "socialismo en un solo país" y del trotskismo por su apoyo "crítico" a la 2ª Guerra Mundial.
4. La pregunta que el marxismo debe hacerse frente al fenómeno histórico del oportunismo y el centrismo no es si las organizaciones del proletariado están o no amenazadas con la penetración de la ideología burguesa, sino comprender en qué condiciones particulares ha sido posible la existencia de corrientes distintas al marxismo revolucionario y a las de la burguesía. Por su propia naturaleza, la clase obrera y sus organizaciones, por muy claras que sean, están siempre bajo la penetración de la ideología burguesa. Esta penetración toma las formas más variadas, y es una subestimación importante pretender encontrar una sola forma genérica. El resultado de la lucha entre la conciencia de clase y la ideología burguesa en una organización consiste en la imposición de la primera sobre la segunda, o, por el contrario, en la destrucción de la primera por la segunda. En la época de la decadencia capitalista donde los antagonismos de clase se expresan de una manera clara, esto solo puede significar, o el desarrollo del programa revolucionario o la capitulación ante la burguesía.
La posibilidad de una "tercera vía" en la época ascendente del capitalismo, es decir, la existencia de corrientes y posiciones que no son ni verdaderamente burguesas ni verdaderamente revolucionarias dentro del propio movimiento obrero resulta una incoherencia una vez llega a su fin el periodo ascendente del capitalismo, cuando si era posible una lucha permanente del proletariado por mejoras en sus condiciones de vida dentro del sistema, sin ponerlo en peligro de forma inmediata. El oportunismo -la política dirigida a la búsqueda del éxito inmediato a expensas de los principios, que son las condiciones para el éxito final- y el centrismo, -una variante del oportunismo que busca reconciliar a este último mediante una referencia al marxismo- se desarrollaron como formas políticas de la enfermedad reformista que gangrenaron el movimiento obrero de ese momento. Su base objetiva no estaba en una diferenciación fundamental de los intereses económicos dentro del proletariado, como la presentada por la teoría de Lenin de la "aristocracia obrera", sino en los aparatos permanentes de los sindicatos y los partidos de masas, que tendían a institucionalizarse en el marco del sistema y a integrarse en el estado capitalista y a alejarse de la lucha de clases. Con la entrada del capitalismo en su período de decadencia, estas organizaciones pasaron definitivamente al campo del capital y, con ellas, las corrientes reformistas, oportunistas o centristas.
A partir de ahora, la alternativa inmediata que se plantea a la clase obrera es la revolución o la contrarrevolución, el socialismo o la barbarie. El reformismo, el oportunismo y el centrismo han dejado de ser una realidad objetiva dentro del movimiento obrero, porque su base material -el logro de reformas y éxitos inmediatos, sin lucha por la revolución, y las organizaciones de masas correspondientes- ya no existe. Cualquier política encaminada al éxito inmediato alejándose de la revolución se ha convertido, desde el punto de vista del proletariado, en una ilusión y no en una realidad objetiva; representa una capitulación directa ante la burguesía, una completa política contrarrevolucionaria. Todos los ejemplos históricos de tales políticas en la época de la decadencia, como la de "ir a las masas" de la Internacional Comunista, muestran que, lejos de lograr éxitos inmediatos, conducen a fracasos completos, a la traición de las organizaciones y la pérdida de la revolución en el caso de I.C. Esto no significa que cualquier organización proletaria degenerada pase inmediatamente como tal a la burguesía; aparte de los momentos cruciales de la guerra y la revolución, la capitulación ante la burguesía puede ser parcial y gradual, como muestra la historia del bordiguismo. Pero esto no cambia la característica general del proceso, la contradicción permanente entre revolución y contrarrevolución, la transformación de la primera en la segunda sin pasar por corrientes, o por ideologías que se dicen situarse a medio camino, como lo fueron el oportunismo y el centrismo.
5. La tesis, desarrollada por Trotsky en los años 30, y desarrolladas hoy en la CCI, según la cual el oportunismo y el centrismo representan en esencia la penetración de la ideología burguesa dentro de las organizaciones del proletariado, definida simplemente en términos de "comportamientos políticos" (falta de firmeza en los principios, vacilación, conciliación entre posiciones antagónicas), se aparta radicalmente del método materialista e histórico del marxismo:
- del materialismo, porque pone la realidad patas arriba al considerar las corrientes políticas como productos del comportamiento, en lugar de considerar los comportamientos como productos de corrientes políticas, definidas por su relación con la lucha de clases;
- de la historia, porque reemplaza toda la evolución general del proletariado y de sus organizaciones, mediante categorías fijas de actitudes individuales, incapaces de explicar esta evolución histórica.
Sus consecuencias son desastrosas en una serie de aspectos esenciales del programa revolucionario:
1) Al situar el origen de las debilidades de las organizaciones proletarias en el comportamiento de la vacilación, se opone a otro comportamiento: la voluntad, y así basa su perspectiva en el voluntarismo, una desviación típica del trotskismo de los años 30.
2) Al aplicarse a la época de decadencia del capitalismo, conduce a la rehabilitación, en el campo del proletariado, de la corriente "centrista" y, por lo tanto, de la socialdemocracia después de su participación en la Primera Guerra Mundial y el aplastamiento de la revolución de posguerra, el estalinismo después de la adopción del "socialismo en un solo país" y el trotskismo después de su participación en la Segunda Guerra Mundial; en otras palabras, el abandono del criterio objetivo del internacionalismo, de la participación en la guerra o en la revolución, para delimitar el campo proletario del campo burgués; el reconocimiento de las posiciones nacionalistas – como el "socialismo en un solo país" del estalinismo y el "apoyo crítico" a la guerra imperialista del trotskismo – como expresiones del proletariado.
3) Como resultado, también altera todas las lecciones aprendidas de la ola revolucionaria y justifica, aunque sea críticamente, la política de apertura de la Tercera Internacional a los elementos y partidos contrarrevolucionarios de la socialdemocracia y, por lo tanto, conlleva un grave peligro para la revolución y el partido del mañana.
4) Al final, implica un cuestionamiento de la naturaleza revolucionaria del proletariado y de su conciencia, porque si el centrismo justifica cualquier cohabitación de posiciones contradictorias, entonces el proletariado y sus organizaciones son siempre y por naturaleza centristas, ya que, en ese caso, el proletariado conlleva necesariamente dentro de sí las marcas de la sociedad en la que existe, que son las de la ideología burguesa, a la vez que, como necesidad, afirma su proyecto revolucionario.
6. La verdad de una teoría está en la práctica. Esta es la aplicación del concepto de centrismo por la IIIª Internacional degenerada, en la formación de los partidos comunistas en Europa y por la Oposición de Izquierda trotskista en la formación de la llamada "IVª Internacional" lo que proporciona la demostración histórica definitiva de su bancarrota tras el comienzo de la decadencia del capitalismo. Fue por falta de claridad sobre la naturaleza, ahora burguesa, del "centrismo", por lo que la IC fue conducida a una política de compromiso con las tendencias y partidos socialdemócratas contrarrevolucionarios abriéndoles las puertas de la Internacional, como fue el caso en Alemania, donde el KPD tuvo que fusionarse con el USPD, o en Francia, donde el PCF se formó a partir de la SFIO que había participado en la “Unión Sagrada” durante la guerra imperialista. Fue también su concepción del centrismo lo que llevó a Trotsky a una política voluntarista de construcción de una nueva internacional y la política de “entrismo” en la socialdemocracia contrarrevolucionaria. En ambos casos, estas políticas precipitaron dramáticamente la muerte de la IC y del trotskismo.
El hecho de que las izquierdas comunistas hayan seguido utilizando los términos "centrismo" y "oportunismo" no es de ninguna manera una prueba de la idoneidad de estos términos, sino una expresión de la dificultad de las izquierdas para extraer inmediatamente lecciones teóricas de la experiencia vivida. Estas izquierdas eran al menos claras en lo esencial, a saber, la función contrarrevolucionaria que suponían las corrientes descritas como "centristas", pero su análisis se debilitó por el uso de conceptos que eran aplicables en la degeneración de la Segunda Internacional. Esto se evidencia en las posiciones insostenibles de "Bilan" sobre la dualidad entre "naturaleza" (proletaria) y "función" (contrarrevolucionaria) del estalinismo después de 1927 y sobre la calificación de la URSS como un "estado proletario" hasta la Segunda Guerra Mundial.
7. La naturaleza de clase de una organización está dada por la función histórica que cumple en la lucha de clases, porque una organización no surge como un reflejo pasivo de una clase sino como un órgano activo de la misma. Cualquier criterio basado únicamente en la presencia de trabajadores (como para el trotskismo) o revolucionarios (como para la CCI hoy) en una organización para delimitar su naturaleza de clase está inspirado en el subjetivismo idealista y no en el materialismo histórico. El paso de una organización del proletariado al campo burgués es en esencia un fenómeno objetivo, independiente de la conciencia que los revolucionarios tienen en este momento, ya que significa que la organización se enfrenta al proletariado como parte de las condiciones objetivas y opuestas de la sociedad capitalista, y por lo tanto escapa a la acción subjetiva del proletariado. El mantenimiento de los trabajadores, e incluso a veces temporalmente en el seno de las fracciones revolucionarias, no es de ninguna manera contradictorio con este hecho, ya que la función que entonces cumple para la burguesía es precisamente el encuadramiento del proletariado.
Hay criterios históricos decisivos que definen el paso de una organización al campo del capitalismo: el abandono del internacionalismo, la participación en la guerra y la contrarrevolución. Este paso fue dado por la socialdemocracia y los sindicatos durante la Primera Guerra Mundial, para la IC durante la adopción del "socialismo en un solo país", para la corriente trotskista durante la Segunda Guerra Mundial. Una vez completado este paso, la organización está definitivamente muerta para el proletariado, porque en adelante se le aplica el principio que Marx identificó frente al Estado capitalista, del que es parte interesada: no puede ser conquistado, debe ser destruido.
La muerte de una Internacional significa simultáneamente la traición de la mayoría, o de todos, los partidos que la componen, a través del abandono del internacionalismo y la adopción de una política nacionalista. Pero debido a que cada uno de los partidos se integra en un estado capitalista nacional, puede haber excepciones determinadas por condiciones nacionales específicas, como fue el caso en la Segunda Internacional. Estas excepciones, que no se restablecieron durante la bancarrota de la Tercera Internacional con la adopción unánime del nacionalismo estalinista por los PC, de ninguna manera invalidan la regla general, ni la necesidad de que estos partidos rompan completamente con la política de sus antiguos partidos "hermanos". Además, dentro de estos últimos a veces permanecen durante algún tiempo corrientes o fracciones revolucionarias que no han logrado comprender de inmediato el cambio en la situación y que posteriormente se ven conducidos a romper con el partido que ha pasado definitivamente a la contrarrevolución: este fue el caso de los espartaquistas en el SPD y luego el USPD en Alemania. Este proceso no es de ninguna manera comparable al nacimiento imposible de una organización proletaria a partir de una organización burguesa: estas fracciones rompen organizativamente con el partido pasado a la burguesía, pero representan la continuidad programática con el viejo partido en el que nacieron. Refleja el fenómeno general del atraso de la conciencia sobre la realidad objetiva, que se manifiesta incluso cuando las fracciones abandonan el partido: así, mientras que todas las fracciones de izquierda habían sido excluidas de la IC ya en 1927, la fracción italiana continuó considerando a la IC y a los PC como proletarios hasta 1933 y 1935 respectivamente, y una minoría significativa dentro de ella todavía defendía el mantenimiento de la referencia al PC, después de la conclusión de que había muerto en 1935.
El método subjetivista que toma la permanencia de revolucionarios en una organización como un criterio de su naturaleza de clase, desarma completamente a los revolucionarios en la formación del partido. Porque los revolucionarios luchan hasta el final para mantener un partido para el proletariado, y si este partido se mantiene para el proletariado por su mera presencia dentro de él, significa que no hay razón para que rompan con una organización mientras no estén excluidos de ella. Este razonamiento circular equivale a dejar la iniciativa al enemigo. Por un lado, favorece la condena apresurada de un partido en caso de exclusión apresurada, pero, por otro lado, paraliza a los revolucionarios en el caso contrario donde un partido pasado a la burguesía está dispuesto a mantener a los revolucionarios dentro de él como garantía de su apariencia "obrera", como sucedió con el USPD y una serie de partidos socialdemócratas en los movimientos revolucionarios de principios de siglo. Al eliminar el criterio objetivo de la naturaleza de clase de los partidos, elimina así la necesidad objetiva de la formación del partido revolucionario. Y el círculo acaba cerrándose: la teoría del centrismo genera el "centrismo" que dice describir y combatir, y así se genera un círculo vicioso que solo puede llevarla a concluir sobre la naturaleza centrista de la clase obrera y su conciencia.
8. Cuando se llega a sus conclusiones, la teoría del centrismo como enfermedad permanente del movimiento obrero aparece como lo que es: una capitulación ante la ideología burguesa que dice estar combatiendo, una negativa a sacar las lecciones de la experiencia histórica, una alteración del programa revolucionario.
Rechazar esta teoría, continuar el análisis marxista de las lecciones del pasado y las condiciones de la lucha de clases en la época actual sobre la base del trabajo de las izquierdas comunistas y reconocer la imposibilidad del centrismo en ese momento, es todo lo contrario de un desarme de la organización revolucionaria frente a la ideología burguesa, es su armamento indispensable luchar contra ella en todas sus formas y preparar la formación de un verdadero partido revolucionario.