Debate: oportunismo y centrismo en la clase obrera y sus organizaciones

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En los números 40, 41 y 42 de la Revista Internacional publicamos artículos sobre un debate que lleva más de dos años en la CCI. En el primero de estos artículos, “El peligro del consejismo” (nº 40)1, explicábamos la importancia de dar a conocer al exterior las discusiones políticas que tienen lugar en el seno de las organizaciones revolucionarias, en la medida en que estas organizaciones no son cenáculos para “discutir por discutir”, sino que debaten cuestiones de interés para el conjunto de la clase obrera, ya que su razón de ser es participar activamente en el proceso de concienciación de la clase obrera con vistas a sus tareas revolucionarias. En este artículo, así como en el publicado en el n°42, “Los deslizamientos centristas hacia el consejismo2, dimos elementos sobre cómo se desarrolló el debate (incluso citando largos extractos de los textos del debate interno). No volveremos sobre ello, salvo para recordar que las principales cuestiones que oponen a la minoría (constituida como “tendencia” desde enero de 1985) a las orientaciones de la CCI son:

  • el punto 7 de la resolución adoptada en enero de 1984 por el órgano central de la CCI (reproducido en el artículo del nº 42 antes mencionado) sobre la conciencia de clase;

  • la apreciación del peligro que el consejismo representa para la clase y sus organizaciones revolucionarias hoy y en el futuro;

  • el análisis de los fenómenos de oportunismo y centrismo en la clase obrera y sus organizaciones. Los tres primeros artículos tratan principalmente de la cuestión del peligro del consejismo:

  • el de la Revista n°40 que establece las posiciones de la organización,

  • el de la Revista n°41 (“La CCI y la política del mal menor3) que expone las posiciones de la minoría,

  • el de la Revista nº 42 que responde en nombre de la CCI al artículo anterior.

Este número aborda la cuestión del oportunismo y del centrismo en forma de un artículo que representa las posiciones de la “tendencia” (“El concepto de 'centrismo': el camino hacia el abandono de las posiciones de clase”) y un artículo de respuesta que defiende las posiciones de la CCI. Empezamos por el primero.

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Posición de la Tendencia. El concepto de “centrismo”: el camino hacia el abandono de las posiciones de clase

Este artículo se propone presentar las posiciones de la tendencia surgida en la CCI en enero de 1985 sobre la cuestión del centrismo. Frente a la utilización del término “centrismo” por la mayoría de la CCI para caracterizar el proceso de penetración de la ideología burguesa en las organizaciones revolucionarias del proletariado, queremos en este artículo:

  • dar una definición clara y marxista del centrismo como corriente o tendencia política que existió en el movimiento obrero;

  • demostrar que el centrismo no puede existir en el período de decadencia del capitalismo;

  • para subrayar el gravísimo peligro de utilizar el concepto de centrismo para una organización revolucionaria en nuestro tiempo.

La “definición” de centrismo dada por la mayoría de la CCI se limita a la enumeración de toda una serie de actitudes y comportamientos (conciliación, vacilación, “no ir hasta el final”). Si estas actitudes y comportamientos son indiscutiblemente de carácter político, característicos de las tendencias centristas que existieron en el pasado (cf. Rosa Luxemburgo sobre el carácter “repugnante” de Kautsky), son claramente insuficientes como definición de una corriente política. El centrismo siempre ha tenido un programa político preciso y una base material específica. Los revolucionarios marxistas (Luxemburgo, Pannekoek, Bordiga, Lenin) que lucharon contra el peligro centrista responsable de la corrupción y degeneración de la Internacional, siempre buscaron la base real de la conciliación y la vacilación del centrismo en sus posiciones políticas y en la base material de esta enfermedad del movimiento obrero antes de 1914.

Si en la Segunda Internacional hubo diversas variedades de centrismo: el menchevismo en Rusia, los maximalistas en Italia, el austromarxismo en el Imperio de los Habsburgo, el ejemplo clásico de centrismo es el kautskismo en Alemania. Un breve examen de las posiciones políticas del centro kautskista mostrará que la lucha entre marxistas revolucionarios y centristas no puede reducirse a un conflicto entre “los duros” y “los blandos”. Es una lucha entre dos programas políticos completamente diferentes.

La base teórica y metodológica del kautskismo es un materialismo mecanicista, un vulgar determinismo económico que conduce a un fatalismo sobre el proceso histórico. Partiendo no de Marx, sino de lo que él creía que era la revolución darwiniana en la ciencia, Kautsky confunde sociedad y naturaleza y construye una teoría basada en leyes universales de la naturaleza que se realizarían ineludiblemente a lo largo de la historia.

Para Kautsky, la conciencia -que se ha convertido en un mero epifenómeno- debe ser traída “desde fuera” por los intelectuales, siendo el proletariado un ejército “disciplinado” por su “Estado Mayor”: la dirección del partido. Kautsky rechaza inequívocamente cualquier idea de que la acción de masas constituya un crisol para el desarrollo de la conciencia de clase, al igual que insiste en que las únicas formas de organización proletaria son el partido socialdemócrata de masas y los sindicatos, cada uno de ellos dirigido por un aparato burocrático profesional.

El objetivo de la lucha proletaria es, según Kautsky:

“...la conquista del poder del Estado a través de la conquista de una mayoría en el Parlamento y la elevación del Parlamento a una posición de mando en el Estado, ciertamente no la destrucción del poder del Estado”. (Die neue Taktik, 1911-12). Tomar el aparato estatal existente, pero no destruirlo, realizar una transición pacífica al socialismo mediante el sufragio universal, utilizar el parlamento como instrumento de transformación social: éste es el programa político del centrismo kautskiano. En oposición a una política de lucha hasta el final que quiere batallas decisivas con el enemigo de clase, Kautsky, en su polémica con Rosa Luxemburgo, a propósito de la huelga de masas, aboga por una estrategia de desgaste basada en “el derecho de voto, el derecho de reunión, la libertad de prensa, la libertad de asociación” concedidos al proletariado occidental (Was nun?, 1909-10). Dentro de esta estrategia de desgaste, Kautsky otorga un papel extremadamente limitado y subordinado a la acción de masas: el objetivo de la acción de masas “no puede ser destruir el poder del Estado, sino solo obligar al gobierno a ceder en una determinada posición, o sustituir un gobierno hostil al proletariado por otro favorable a éste”. (Die neue Taktik). Además, según Kautsky, el propio socialismo requiere “especialistas formados” para dirigir el aparato estatal: “el gobierno para el pueblo y por el pueblo, en el sentido de que los asuntos públicos no serían gestionados por funcionarios, sino por las masas populares que trabajan sin salario en su tiempo libre, es una utopía, una utopía reaccionaria y antidemocrática” ("Die Agrarfrage” - 1899). Un examen del menchevismo o del austromarxismo revelaría lo mismo, es decir, que el centrismo -como cualquier tendencia política del movimiento obrero- debe definirse principalmente por sus posiciones políticas y su programa. Aquí es importante subrayar la distinción marxista fundamental entre apariencia y esencia en la realidad objetiva, siendo la primera tan “real” como la segunda4. La apariencia del centrismo es, en efecto, hesitación, vacilación, etc. Pero la esencia del centrismo -políticamente- es su constante e inquebrantable apego al legalismo, al gradualismo, al parlamentarismo y a la “democracia” en la lucha por el socialismo. Nunca ha vacilado ni un ápice en esta orientación.

La base material del centrismo en las sociedades capitalistas avanzadas de Europa era la maquinaria electoral de los partidos socialdemócratas de masas (y sobre todo sus funcionarios asalariados, burócratas profesionales y representantes parlamentarios), así como el creciente aparato sindical. Es en estas capas, que minaron el impulso revolucionario de los partidos obreros, y no en una supuesta “aristocracia obrera” creada, como creía Lenin, en las masas proletarias por las migajas de las superganancias capitalistas, donde encontramos la base material del centrismo. Pero tanto si miramos a la maquinaria electoral socialdemócrata y al aparato sindical como a una aristocracia obrera ficticia, está claro que los marxistas revolucionarios siempre han tratado de entender la realidad del centrismo en relación con una base material concreta. Además, es esencial recordar que aquellas capas e instituciones del movimiento obrero que dieron al centrismo una base social -la maquinaria electoral y el aparato sindical- estaban en proceso de ser arrastradas a la maquinaria del Estado capitalista, aunque esta integración solo alcanzó su punto álgido en la Primera Guerra Mundial.

Cualquier definición que ignore que el centrismo siempre implica posiciones políticas específicas y que siempre ha tenido una base material determinada, cualquier definición que se limite a actitudes y comportamientos (como la definición de la actual mayoría de la CCI) es totalmente incapaz de comprender un fenómeno tan complejo e históricamente específico como el centrismo y no puede pretender basarse en el método marxista.

Ahora es la especificidad histórica del centrismo lo que queremos abordar. Antes de considerar si el centrismo como tendencia dentro del movimiento obrero puede seguir existiendo en la era de la decadencia capitalista, es necesario entender primero cómo se han formado y transformado los límites políticos del movimiento obrero en el curso de la historia. Lo que constituye los límites políticos en un período dado está determinado por la naturaleza del período de desarrollo del capitalismo, por las tareas objetivas a las que se enfrenta el proletariado y por la organización del capital y su Estado. Desde el inicio del movimiento proletario, ha habido un proceso de decantación histórica que ha ido estrechando y delimitando los parámetros del terreno político de la clase obrera.

En la época de la Internacional, el desarrollo del capitalismo, incluso en el corazón de Europa, se caracteriza todavía por la introducción de la producción industrial a gran escala y la formación de un verdadero proletariado a partir del artesanado en declive y del campesinado desposeído. Entre las tareas históricas objetivas a las que se enfrentaba el joven movimiento proletario en ese momento estaban el triunfo de la revolución democrática antifeudal y la culminación del proceso de unificación nacional en países como Italia y Alemania. En consecuencia, los límites del movimiento obrero podrían incluir a los bakuninistas y proudhonianos con programas políticos enraizados en el pasado artesanal y campesino pequeñoburgués; a los blanquistas con su base en la intelectualidad jacobina; e incluso a los mazzinianos con su programa de nacionalismo radical y republicanismo, así como a los marxistas, expresión específica del proletariado como clase que sufre “cadenas radicales”.

En la época de la Segunda Internacional, el desarrollo del capitalismo obligó al proletariado a constituirse en un partido político distinto, en oposición a todas las corrientes burguesas y pequeñoburguesas. La tarea de la clase obrera era tanto la preparación organizativa e ideológica de la revolución socialista como la lucha por las reformas duraderas en el marco del capitalismo ascendente. El fin del período de las revoluciones nacionales y antifeudales y el fin de la infancia del proletariado industrial como clase habían reducido considerablemente la delimitación del movimiento obrero. Pero la tensión constante entre el programa máximo y el mínimo, entre la lucha por el socialismo y la lucha por las reformas, hizo que en el terreno político de la clase obrera pudieran existir tendencias tan diferentes como el marxismo revolucionario, el anarcosindicalismo, el centrismo y el “revisionismo”.

En la época de la decadencia del capitalismo, en la era del capitalismo de Estado, con la integración de los partidos políticos y los sindicatos de masas en el funcionamiento del Estado totalitario del capital, época abierta por la Primera Guerra Mundial, la revolución proletaria internacional se convierte en la única tarea objetiva de la clase obrera. El fin de cualquier distinción entre programa máximo y mínimo, la imposibilidad de reformas en la época de crisis permanente significa que el terreno político de la clase obrera y el marxismo revolucionario se vuelven idénticos. Las diversas tendencias centristas, con su programa político de parlamentarismo y legalismo, con su estrategia de desgaste, con su base material en los partidos de masas parlamentarios y los sindicatos socialdemócratas, han pasado irremediablemente al campo del capitalismo. Debe quedar absolutamente claro cuáles son las implicaciones del cambio fundamental en la naturaleza del período, en las tareas que enfrenta la clase obrera y en la organización del capital: el espacio político que antes ocupaba el centrismo está ahora definitivamente ocupado por el Estado capitalista y su aparato político de izquierda.

Los camaradas de la mayoría de la CCI dirán que si las posiciones políticas clásicas del centrismo son hoy las del enemigo capitalista (lo que nadie en la CCI niega), habría otras posiciones políticas que caracterizan al centrismo en la época de la decadencia. Aparte del hecho de que esta forma de plantear el problema ignora el fundamento y la especificidad histórica del centrismo, la verdadera cuestión sigue siendo la siguiente: ¿quién puede decir qué son precisamente estas posiciones “centristas” de nuevo cuño? ¿Existe una posición “centrista” sobre los sindicatos o sobre el electoralismo, por ejemplo? ¿La defensa del sindicalismo de base o del “parlamentarismo revolucionario” se convierte ahora en “centrista” y no -como siempre hemos dicho- en contrarrevolucionario? Ningún compañero de la mayoría se ha molestado en definir esta falsa versión moderna del centrismo en posiciones políticas precisas. Estos compañeros se limitan a repetir que el centrismo es “conciliación”, “vacilación”, etc. Tal “definición” no solo es políticamente imprecisa en relación con las clases5, sino que, como veremos a continuación, solo con Trotsky y la ya degenerada Oposición de Izquierda de los años 30’s, cualquier marxista se atreve a plantear una definición del centrismo basada en actitudes y comportamientos.

Veremos cómo el concepto de centrismo fue utilizado por los revolucionarios en el periodo de decadencia capitalista, cómo esta noción siempre acabó borrando las fronteras de clase y cómo se convirtió en un síntoma importante de corrupción ideológica y política por parte de los marxistas que la emplearon.

En la Tercera Internacional durante la formación de los partidos comunistas nacionales en Europa Occidental y Central (1919-1922) y con Trotsky y la Oposición de Izquierda antes de su paso definitivo al campo enemigo durante la Segunda Guerra Mundial, vemos dos intentos de trasladar el concepto de centrismo empleado por Luxemburgo, Lenin y otros en el período anterior a 1914 ("centrismo” para designar las tendencias políticas corruptas pero todavía en el terreno de clase del proletariado) a la época de la decadencia, la época de las guerras y las revoluciones abierta por la Primera Guerra Mundial.

El proceso de formación de los partidos comunistas en Europa occidental y central después de 1919 no siguió en absoluto el camino de los bolcheviques en Rusia, es decir, el camino de una lucha teórica y política intransigente dirigida por una facción marxista revolucionaria para lograr la claridad programática. Esta opinión ya está en las páginas de Bilan, claramente expuesta por los camaradas de la fracción italiana de la izquierda comunista en los años 30’s. La estrategia y la táctica de la I.C. están, por el contrario, animadas por la idea de la necesidad de la formación inmediata de partidos de masas, dada la inminencia de la revolución mundial. Esto lleva a la I.C. a una política de compromiso con las tendencias corruptas e incluso abiertamente contrarrevolucionarias integradas en los PC’s de Europa Occidental y Central. La influencia de estas tendencias debería haber sido contrarrestada por una situación prerrevolucionaria que empujara a la mayoría del proletariado hacia la izquierda. Además, en opinión de la I.C., el peligro de tales compromisos se minimizaba por el hecho de que los nuevos PC’s estarían sujetos a la dirección del partido bolchevique en Rusia, ideológicamente más avanzado y programáticamente más claro. En realidad, ni la esperada situación prerrevolucionaria ni la dirección del partido bolchevique pudieron contrarrestar las desastrosas consecuencias de la política de la I.C., las concesiones y compromisos con las tendencias que participaron en la guerra imperialista. De hecho, la política sin principios de la I.C. en la formación de los PC’s en Europa se convierte en sí misma en un factor adicional que conduce a la derrota del proletariado. Si el partido bolchevique no tenía una teoría adecuada ni sobre la relación partido/clase ni sobre el desarrollo de la conciencia de clase, éste era el precio para pagar por años de esclerosis de la teoría y el método marxistas dentro de la Internacional, pero también se explica por el hecho de que muchos aspectos de estas cuestiones decisivas solo podían encontrar un principio de respuesta en el crisol de la práctica revolucionaria del proletariado. Pero la política de la III Internacional en Europa Occidental condujo al abandono de la claridad y los principios revolucionarios ya adquiridos por los bolcheviques en el curso de su larga lucha teórica y política dentro de la socialdemocracia rusa, en la lucha por el internacionalismo proletario durante la guerra imperialista y en la revolución en Rusia. El caso más flagrante de este abandono de los principios revolucionarios por parte de la I.C. es la formación del PC checo, basado en elementos abiertamente contrarrevolucionarios. El PC checo se formó únicamente en torno a la tendencia ¡Smeral que apoyó fielmente a la monarquía de los Habsburgo durante toda la guerra imperialista!

En el partido socialista francés (el S.F.I.O.), aparte de una pequeña tendencia internacionalista de izquierda, el “comité para la Tercera Internacional” que quería la adhesión incondicional a la I.C.6, dos tendencias políticas se enfrentaron en 1920 en vísperas del congreso de Tours en el que la adhesión a la I.C. iba a estar en el orden del día. En primer lugar, el “comité de resistencia socialista a la adhesión a la Tercera Internacional”, el ala derecha, en torno a Léon Blum, Renaudel y Albert Thomas. A continuación, el “comité para la reconstrucción de la Internacional”, los “reconstructores” o el centro, en torno a Longuet, Faure, Cachin y Frossard. Esta tendencia “centrista” quería unirse a la I.C., pero con condiciones muy estrictas para salvaguardar la autonomía, el programa y las tradiciones del “socialismo” francés. La opinión de A. Bordiga sobre estas dos tendencias en su libro “Storia delia Sinistra Comunista” es particularmente precisa: “En cuestiones fundamentales, en cualquier caso, las dos alas se distinguen solo por simples matices. Son, en realidad, dos caras de la misma moneda”.

Los longuetistas participaron en la Unión Sagrada en defensa de la guerra imperialista hasta que el creciente descontento de las masas y la necesidad del capitalismo de enmarcarlo y desbaratarlo les llevó a pedir una paz “sin vencedores ni vencidos”. Para comprender la complicidad de los longuetistas en la carnicería imperialista, basta con citar el discurso de Longuet del 2 de agosto de 1914, preparando el terreno para la unión sagrada: “Pero si mañana Francia es invadida, ¿cómo no van a ser los socialistas los primeros en defender la Francia de la revolución y de la democracia, la Francia de la Enciclopedia, de 1789, de junio de 1848 (...)”. Cuando la I.C., en contra del consejo de Zinoviev, se negó a aceptar la adhesión del notorio chovinista Longuet, Cachin y Frossard se separaron de su antiguo líder, creando así la base para una mayoría en Tours que se uniría -con condiciones- a la I.C. Pero siguieron defendiendo y justificando su apoyo a la guerra imperialista. Así, Cachin insistió en que “la responsabilidad de la guerra no fue solo de nuestra burguesía, sino del imperialismo alemán; por lo tanto, nuestra política de defensa nacional encuentra, en lo que respecta al pasado, su plena justificación”. Las implicaciones de esta afirmación para el futuro pueden verse en la insistencia en que hay que distinguir entre la “defensa nacional honesta” y la llamada falsa defensa nacional de la burguesía.

La escisión del S.F.I.O. en Tours y la formación del P.C.F. siguieron las directrices de la I.C. y supusieron que el PCF en su inmensa mayoría, así como su dirección, estuviera formado por la sufrida fracción contrarrevolucionaria y que las 21 condiciones -insuficientes en sí mismas- se interpretaran para incluir elementos abiertamente chovinistas. ¿Cómo fue posible constituir el PCF con una mayoría dirigida por Cachin-Frossard, una mayoría esencialmente longuetista?7 Esta capitulación, este cuchillo clavado en el corazón del proletariado, esta semilla de decadencia que iba a dar lugar al Frente Popular y a la Unión Sagrada, fue ocultada y posibilitada por... ¡el concepto de centrismo! Al nombrar a los longuetistas “centristas”, esta tendencia se lavaba de sus pecados capitales, se sacaba del terreno político del capitalismo donde su práctica la había puesto, para ser reemplazada en el terreno político del proletariado (aunque un poco manchado ideológicamente).

En Alemania, donde el KPD (Partido Comunista Alemán) ya había excluido a sus tendencias de izquierda (en contra del espíritu y la letra de sus propios estatutos), las mismas tendencias de izquierda que adoptaron una inequívoca posición de clase contra la guerra imperialista y que tenían la visión más clara de la naturaleza del nuevo período, la I.C. ordena al KPD que se fusione con el USPD para crear una base de masas. El USPD, con Bernstein, Hilferding y Kautsky a la cabeza, con su manifiesto fundacional escrito por el propio renegado Kautsky, nació de la exclusión del grupo parlamentario de la oposición, el Arbeitsgemeinschaft, del SPD en 1917. La posición de la Arbeitsgemeinschaft ante la guerra imperialista8 (y que se convirtió en la posición del USPD) fue la de exigir una paz sin anexiones, una posición casi idéntica a la de un partidario acérrimo del nacionalismo alemán como Max Weber y otros portavoces del capital financiero alemán ante el peligro -principalmente social- de una larga guerra que Alemania no podría ganar. En la agitación de la revolución alemana de noviembre de 1918, el USPD participó en el gobierno de coalición, creado para frenar el estallido revolucionario, junto a los socialdemócratas de “línea dura”, el SPD de Noske y Scheidemann. Cuando, ante la masacre de Navidad, la radicalización de las masas amenazó con superar al USPD, dejando a los representantes del capital alemán sin influencia sobre las masas, el USPD se puso “en la oposición”. Desde esta oposición, el USPD trabaja para integrar los consejos obreros -donde tiene mayorías- en la constitución de Weimar, es decir, en el edificio institucional a través del cual el capitalismo alemán pretendía reconstituir su poder. En el momento del 2º Congreso de la I.C., cuando la fusión del KPD y el USPD es objeto de un intenso debate, Winjkoop, en nombre del PC holandés, declara: “Mi partido es de la opinión de que no es en absoluto necesario negociar con el USPD, con un partido que hoy se sienta incluso en el presidium del Reichstag, con un partido gubernamental”.

Para comprender plenamente la naturaleza contrarrevolucionaria del USPD, hay que mirar más allá de las declaraciones públicas -llenas de alabanzas al legalismo, al parlamentarismo y a la “democracia"- a lo que sus dirigentes dijeron, más libremente, en privado. A este respecto, la carta de Kautsky del 7 de agosto de 1916 al austromarxista Victor Adler en la que explica las verdaderas razones de la formación de la Arbeitsgemeinschaft, embrión del USPD, es un documento de la mayor importancia: “El peligro del grupo Spartakus es grande. Su radicalidad corresponde a las necesidades inmediatas de las grandes masas indisciplinadas. Liebknecht es hoy el hombre más popular de las trincheras. Si no se hubiera formado la Arbeitsgemeinschaft, Berlín estaría en manos de los «espartaquistas» y fuera del partido. Pero si hubiéramos formado el grupo parlamentario de la izquierda cuando yo quería, hace un año, el grupo Espartaco no habría adquirido ningún peso.” ¿Es realmente necesario, tras esta aclaración de Kautsky, decir explícitamente que la función -objetiva- e incluso consciente de la Arbeitsgemeinschaft y de su sucesor, el USPD, era impedir la radicalización de las masas y preservar el orden capitalista?

Para que la decisión de la I.C. de fusionar el KPD y el USPD fuera tomada y aceptada -un error monumental con consecuencias desastrosas para la revolución en Alemania-, era necesario empezar por designar al USPD como un partido “centrista” (empujado a la izquierda por los acontecimientos...) transformando, pero solo de palabra su naturaleza de clase capitalista en proletaria.

Lo que nos interesa aquí no es volver a todo el razonamiento que lleva a la I.C. a dar la espalda a los principios revolucionarios en la formación de los PC europeos, sino insistir en el hecho de que el concepto de centrismo ha dado cobertura ideológica a una política de compromiso con elementos contrarrevolucionarios.

Simultáneamente y en relación con la desastrosa política de la I.C. en la formación del PCF, del VKPD, etc., se inició el retorno al método y a la filosofía del materialismo mecanicista de la II Internacional, que dará la base al “DIAMAT”, la visión estalinista (capitalista) del mundo, institucionalizada en la “Comintern” de los años 30. El abandono de los principios revolucionarios proletarios va siempre acompañado de la incoherencia metodológica y teórica.

En el caso de Trotsky y la Oposición de Izquierda, es a través de la alianza con la socialdemocracia (el frente único, el frente popular, el antifascismo) y la defensa del “estado obrero” en Rusia que esta corriente traiciona definitivamente al proletariado para pasarse al campo del capitalismo durante la Segunda Guerra Mundial. Sus posiciones están indisolublemente ligadas a la utilización por Trotsky del concepto de centrismo para caracterizar la dinámica de la socialdemocracia y analizar la naturaleza del estalinismo. De hecho, la teoría de los “grupos centristas que cristalizan de la socialdemocracia” la incapacidad de trazar la frontera de clase que para Trotsky está completamente oscurecida por esta noción de centrismo, proporciona la base para el “giro francés” en 1934 cuando Trotsky ordena a secciones de la Oposición de Izquierda internacional que entren en los partidos socialdemócratas contrarrevolucionarios.

La diferencia del centrismo en términos de actitudes y comportamientos, el retrato de un centrista (incoherente, vacilante, conciliador, etc.) en el que la mayoría de la CCI basa hoy su concepción del centrismo, vio por primera vez la luz en el movimiento obrero durante los años 30 en las filas de la Oposición Trotskista, que ya abandonaba posición de clase sobre posición de clase en su caída hacia el campo de la contrarrevolución. En “El centrismo y la Cuarta Internacional” en The Militant del 17 de marzo de 1934, donde se abandona cualquier atisbo de definir el centrismo en términos de posiciones políticas, Trotsky pinta un retrato verbal de un centrista que se encuentra casi palabra por palabra en los textos de la mayoría de la CCI hoy9.

En el crepúsculo del capitalismo ascendente, el centrismo como tendencia política dentro de la Segunda Internacional condujo a la corrupción y a la degeneración que llevó a la traición de 1914. En el capitalismo decadente, es el concepto de centrismo -que todavía utilizan los revolucionarios incapaces de sacudirse el peso muerto del pasado- el que cada vez abre la puerta al compromiso y a la sumisión a la ideología del capitalismo dentro del movimiento obrero.

La mayoría de la CCI suele decir que los revolucionarios no deben rechazar una herramienta política -en este caso el concepto de centrismo- simplemente porque se ha utilizado mal. A esto queremos responder. En primer lugar, los camaradas de la mayoría utilizan hoy el concepto de centrismo para rechazar los mismos errores cometidos por la I.C. en los años 20. Así, la mayoría considera que el USPD, a pesar de sus impecables credenciales socialdemócratas y de su papel en la derrota de la revolución en Alemania, seguía siendo en el terreno proletario un partido “centrista”. En las páginas de Révolution Internationale, los chovinistas Cachin y Frossard se convierten en “centristas” y “oportunistas” en un artículo que da la versión de la CCI de la constitución del PCF. En segundo lugar, hay que subrayar que no hay ningún ejemplo en el que el uso del concepto de centrismo por parte de los revolucionarios en el período de decadencia no se haya convertido en sí mismo en el instrumento de compromisos y conciliación con la ideología del enemigo de clase capitalista, de un borrado de las fronteras de clase y, finalmente, de un retroceso de las posiciones de clase. En tercer lugar, el concepto de centrismo en manos de los revolucionarios de la época actual está fundamentalmente ligado a una profunda incomprensión de la naturaleza de nuestra época histórica, a la incapacidad de entender el verdadero significado y las profundas implicaciones de la tendencia universal hacia el capitalismo de Estado.

Hasta ahora estamos hablando de revolucionarios que han utilizado el término centrismo para caracterizar un fenómeno que, según ellos, está siempre en el terreno político de la clase obrera. Así es precisamente como la mayoría actual de la CCI utiliza el término. Pero otros revolucionarios con más claridad programática que la I.C. de los años 20 o Trotsky de los años 30 han utilizado el “centrismo” para caracterizar tendencias políticas activas en las filas de la clase obrera, pero que en realidad son contrarrevolucionarias, al otro lado de la línea de clase. Por ejemplo, Goldenberg, delegado francés en el II Congreso de la I.C., hablando en nombre de la izquierda internacionalista, dijo: “Las tesis propuestas por el camarada Zinóviev dan toda una serie de condiciones para que los partidos socialistas, los llamados “centristas”, entren en la I.C.. No puedo estar de acuerdo con este procedimiento. Estos dirigentes del PSF utilizan la fraseología revolucionaria para engañar a las masas. El Partido Socialista francés es un partido podrido de reformistas pequeñoburgueses. Simplemente quiero afirmar que las personas que, a pesar de su verborrea revolucionaria, han demostrado ser decididamente contrarrevolucionarias, no pueden transformarse en comunistas en unas semanas”. Goldenberg, la fracción abstencionista de Bordiga del PSI y los demás representantes de la izquierda en el 2º congreso, comprenden por una parte el carácter contrarrevolucionario de Cachin, Frossard, Daumig, Dittman, etc., de los que exigían la integración en la I.C. en nombre de las tendencias que dirigían para encuadrar y desviar mejor al proletariado. Pero, por otro lado, la izquierda sigue utilizando la terminología de “reformistas”, “centristas”, etc. para caracterizar a los elementos que se han puesto al servicio del capitalismo. Si la izquierda de la I.C. tiene claro el carácter contrarrevolucionario del “centrismo”, el hecho de que persista en utilizar este término muestra una verdadera confusión e incoherencia ante el nuevo fenómeno del capitalismo de Estado que la guerra imperialista y la crisis permanente han producido. Se trata de una confusión sobre el hecho de que estas tendencias “centristas” no solo han traicionado definitivamente al proletariado sin vuelta atrás, sino que de hecho se han convertido en parte integrante del aparato estatal del capitalismo sin ninguna diferencia de clase con los partidos burgueses tradicionales, aunque asuman una función capitalista particular con la clase obrera. En este sentido, la izquierda se vio muy perjudicada en su lucha contra la degeneración de la I.C..

La coexistencia de los términos “centrista”, “social-patriota” y “contrarrevolucionario” para caracterizar a elementos como Cachin y Frossard, el uso del concepto de centrismo con el que se pretendía entender el estalinismo desarmó a la fracción italiana de la izquierda comunista en los años 30 cuando analizó la degeneración de la I.C. y la triunfante contrarrevolución estalinista. Aunque la fracción italiana, a diferencia de Trotsky, tenía clara la naturaleza contrarrevolucionaria del estalinismo y su alineación con el terreno del capitalismo mundial, su análisis del estalinismo en términos de “centrismo"10 era una fuente de confusión constante. Una consecuencia de esta confusión fue su política incoherente en relación con el PC italiano; la fracción solo se separó formalmente del PC italiano totalmente estalinista en 1933. El hecho de que los camaradas de las fracciones italiana y belga de la Izquierda Comunista fueran capaces de hablar de Rusia como un “Estado obrero” hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, y a pesar de su posición de que Rusia se había alineado con el terreno imperialista del capitalismo mundial, atestigua la incoherencia política que resultó del uso del concepto de centrismo en la fase del capitalismo de Estado.

Después de la Segunda Guerra Mundial, el PCI bordiguiano también utilizó el concepto de centrismo para designar a los traidores socialistas que radicalizan su lenguaje para encuadrar mejor a la clase obrera en los intereses del capital y para caracterizar a los partidos estalinistas claramente reconocidos como contrarrevolucionarios en otros lugares11. Por ejemplo, hablando de la tendencia longista del SFIO, que iba a constituir la mayoría del PCF, los bordiguistas afirman con razón que “la contrarrevolución no necesitaba romper el partido (el PCF) sino que, por el contrario, se apoyaba en él”. Pero, más adelante, en relación con Cachin/Frossard: “Para evitar que el proletariado se constituya en partido revolucionario, como la situación objetiva le empuja irresistiblemente a hacerlo, para desviar su energía hacia las elecciones o hacia consignas sindicales compatibles con el capitalismo (...) el 'centrismo' debía adoptar 'un lenguaje más radical” (Programa Comunista nº 55, pp.82 y 91). En este caso, los bordiguistas comprenden el papel que desempeñan objetivamente estas tendencias contrarrevolucionarias, pero vuelven a caer en la confusión al caracterizarlas como “centristas”.

En el caso de la Facción Italiana y aún más grave en el caso de los Bordigistas de hoy (más grave por los cuarenta años más durante los cuales han seguido aferrados a esta noción de centrismo y, además de su osificación y esterilidad política) el uso del concepto de centrismo es el precio que se paga por la incapacidad de comprender la realidad del capitalismo de Estado y por tanto de una de las características fundamentales de la época actual.

Es increíble que el concepto de centrismo utilizado hoy por la mayoría de la CCI (fenómeno que sigue considerando en terreno proletario) esté por debajo de las confusiones de la izquierda de la I.C., de la fracción italiana y, en relación con la historia de los inicios de la I.C. y de las luchas en las que participó Bordiga, ¡incluso por debajo de los bordiguistas! El recurso al concepto de centrismo por parte de la CCI es extremadamente peligroso para la organización, en la medida en que pone en tela de juicio los logros de la Izquierda Comunista y da la espalda a las lecciones fundamentales de la lucha de la izquierda en el seno de la I.C.. No es que estos logros sean actualmente suficientes para alcanzar la claridad programática necesaria para la clase obrera de hoy y para la formación del partido mundial de mañana. Pero al abandonar estas lecciones y no alcanzar la claridad teórica del pasado, incluso la posibilidad de avanzar en el desarrollo del programa comunista (que en la situación actual es absolutamente necesario) se ve seriamente comprometida.

Por estas razones, la tendencia que se formó en el seno de la CCI en enero de 1983, sobre la base de una “Declaración”, rechaza el concepto de centrismo y advierte a la CCI de los graves peligros que su política actual representa para la teoría y la práctica de la organización.

Por la tendencia: Mc Intosh.

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Respuesta de la organización: Rechazar la noción de “centrismo: la puerta al abandono de las posiciones de clase

El artículo de “Mac Intosh para la Tendencia” publicado en este número de la Revista Internacional tiene una gran ventaja sobre el anterior artículo minoritario, “La CCI y la política del mal menor” de JA, publicado en el nº 41: trata una cuestión precisa y se ciñe a ella hasta el final, mientras que el otro, junto al peligro consejista, habla un poco de todo, ...incluso de la cuestión del centrismo. Sin embargo, si el eclecticismo que tendía a confundir al lector era un defecto del artículo de JA (un defecto desde el punto de vista de la claridad del debate, pero quizás una cualidad desde el punto de vista del planteamiento confusionista de la “tendencia”), la unidad temática del artículo de Mac Intosh, al tiempo que facilita la orientación de las posiciones de la tendencia, puede considerarse no solo un factor de claridad. El artículo de Mac Intosh está bien construido, se basa en un plan sencillo y lógico, y tiene una apariencia de rigor y preocupación por apoyar los argumentos con ejemplos históricos precisos, todo lo cual lo convierte en el documento más sólido de la tendencia hasta la fecha y que puede impresionar si se lee superficialmente. Sin embargo, el artículo de Mac Intosh no escapa al defecto que ya hemos señalado en la Revista n°42 en relación con el artículo de JA (y que es una de las principales características del enfoque de la tendencia): la ocultación de las verdaderas cuestiones en debate, de los verdaderos problemas del proletariado. La diferencia entre ambos artículos radica principalmente en el grado de dominio de esta técnica de evasión.

Así, mientras que JA necesita hacer mucho ruido, hablar un poco fuera de tono, producir varias cortinas de humo para lograr su juego de manos, es con mucha más sobriedad que Mac Intosh lleva a cabo el suyo. Esta misma sobriedad es un elemento de la eficacia de su técnica. Al tratar en su artículo únicamente el problema del centrismo en general y en la historia del movimiento obrero, sin referirse en ningún momento a la forma en que se planteó la cuestión en la CCI, evita llamar la atención del lector sobre el hecho de que este descubrimiento (del que es autor) de la inexistencia del centrismo en el periodo de decadencia fue bien recibido por los camaradas “de reserva” (que se habían abstenido o expresado “reservas” durante la votación de la resolución de enero del 84). La tesis de Mac Intosh, a la que se adhirieron cuando se formó la tendencia, les permitió recuperar fuerzas frente al análisis de la CCI sobre los giros centristas hacia el consejismo de los que eran víctimas y contra los que se habían agotado tratando de demostrar en vano (alternativa o simultáneamente) que “el centrismo es la burguesía”, “existe el peligro del centrismo en las organizaciones revolucionarias pero no en la CCI”, “el peligro centrista existe en la CCI pero no con respecto al consejismo”. Los compañeros “de reserva” demostraban así que, al menos, conocían el adagio “quien puede más, puede menos”. Asimismo, en su artículo, Mac Intosh se muestra como un conocedor de la sabiduría popular de que “no se habla de la cuerda en casa de un ahorcado”.

En resumen, si se puede utilizar la imagen de un mago para mostrar la diferencia entre las técnicas empleadas por JA y Mac Intosh en sus respectivos artículos, podría ilustrarse como sigue:

  • el torpe prestidigitador JA, después de mucho enredar, anuncia: “¡se acabó el conejo del “peligro del consejismo”!”, mientras la mitad del público aún puede ver su cola y la punta de sus orejas;

  • El inteligente prestidigitador Mac Intosh, en cambio, se limita a decir: “¡abracadabra, se acabó la paloma del 'centrismo'!”, y hay que tener cierta perspicacia para saber que la ha escondido en las medias de su frac.

Por nuestra parte, es recurriendo al marxismo y a las lecciones de la experiencia histórica que intentaremos poner de relieve los “trucos” que permiten a Mac Intosh y a la tendencia ocultar sus diversas artimañas12. Pero primero es importante recordar cómo el marxismo revolucionario siempre ha caracterizado al centrismo.

La definición de centrismo

El camarada Mac Intosh nos dice: “La 'definición' de centrismo dada por la mayoría de la CCI se limita a la enumeración de toda una serie de actitudes y comportamientos (conciliación, hesitación, vacilación, 'no seguir con una posición'). Si estas actitudes y comportamientos son indiscutiblemente de naturaleza política, característicos de las tendencias centristas que existieron en el pasado (cf. R. Luxemburgo sobre el carácter “repugnante” de Kautsky), son claramente insuficientes como definición de una corriente política."

Para que el lector se haga una idea más clara de la validez del reproche de Mac Intosh a las posiciones del CCPE, daremos una serie de extractos de textos de discusión interna que expresan estas posiciones.

El oportunismo se caracteriza no solo por lo que dice, sino también, y tal vez aún más, por lo que no dice, por lo que dirá mañana, por lo que calla hoy para poder decirlo mejor mañana cuando las circunstancias le parezcan más favorables, más propicias. La oportunidad que explora a menudo le dicta que guarde silencio hoy. Y si actúa así, no es tanto por una voluntad consciente, por un espíritu maquiavélico, sino porque ese comportamiento forma parte de su naturaleza, o mejor dicho, constituye la esencia misma de su naturaleza.

El oportunismo, decía Lenin, es difícil de entender por lo que dice, pero se ve claramente por lo que hace. Por eso no le gusta declarar su identidad. Nada le resulta más desagradable que ser llamado por su nombre. Odia mostrar su rostro desnudo, a plena luz. La oscuridad le sienta perfectamente. Las posturas francas e intransigentes, que van hasta el final de su razonamiento, lo marean. Demasiado “educado”, tiene poca tolerancia a la controversia. Demasiado “caballero”, solo le gusta el lenguaje cortés y le gustaría que los protagonistas de posiciones radicalmente antagónicas comenzaran llamando a sus oponentes “honorable señor”, o “mi honorable colega”, siguiendo el modelo del Parlamento inglés. Con su gusto por la “exquisitez”, el tacto y la moderación, la cortesía y el “juego limpio”, los que se inclinan por el oportunismo pierden completamente de vista que el escenario trágico y vivo de la lucha de clases y revolucionaria no se parece en nada al viejo edificio polvoriento y muerto que es la “honorable Cámara de los Comunes”.

El centrismo es una de las muchas formas en que se manifiesta el oportunismo, una de sus facetas. Expresa el rasgo característico del oportunismo de estar siempre en el centro, es decir, entre las fuerzas y posiciones antagónicas que se oponen y enfrentan, entre las fuerzas sociales francamente reaccionarias y las fuerzas radicales que luchan contra el orden de cosas existente para cambiar los fundamentos de la sociedad actual.

Es en la medida en que aborrece todo cambio o trastorno radical que el “centrismo” se ve abocado a encontrarse necesaria y abiertamente del lado de la reacción, es decir, del lado del capital, cuando la lucha de clases llega al punto de una confrontación decisiva que no deja más espacio para la dilación, como es el caso del momento del salto revolucionario del proletariado.

El centrismo es una especie de “pacifismo” a su manera. Aborrece todo extremismo. Los revolucionarios consecuentes dentro del proletariado le parecen siempre, por definición, demasiado “extremistas”. Les sermonea, les amonesta contra cualquier cosa que le parezca excesiva, y cualquier intransigencia le parece una agresión innecesaria.

El centrismo no es un método, es la ausencia de un método. No le gusta la idea de un marco; lo que prefiere y donde se siente completamente a gusto es la ronda, donde uno puede girar y girar sin parar, decir y contradecirse a voluntad, ir de derecha a izquierda y de izquierda a derecha sin que nunca le estorben las esquinas, donde uno puede evolucionar con mayor ligereza porque no tiene que soportar el peso ni sufrir la coacción de la memoria, la continuidad, los logros y la coherencia, todo lo cual obstaculiza su “libertad”.

La enfermedad congénita del centrismo es su gusto, sincero o no, por la reconciliación. Nada la perturba más que el combate franco de ideas. La confrontación de posiciones siempre le parece demasiado exagerada. Cualquier discusión le parece una polémica inútil. Uno entiende y respeta la preocupación de cada parte por no ofender a nadie, porque la prioridad, de las prioridades, la primera razón es salvar la unidad y mantener el orden. Para esto siempre está dispuesto a vender la primogenitura por un plato de lentejas. Los revolucionarios, al igual que la clase, también aspiran a la mayor unidad y a la acción más ordenada, pero nunca al precio de la confusión, de las concesiones sobre los principios, de oscurecer el programa y las posiciones, de relajar la firmeza en su defensa. El programa revolucionario del proletariado es a sus ojos innegociable. Por eso, para el centrismo, aparecen como alborotadores, extremistas, personas imposibles, incorregibles y eternos alborotadores. “¿Hay una tendencia centrista en la organización? Una tendencia formalmente organizada, no. Pero no se puede negar que existen tendencias al centrismo en nuestra organización, que aparecen siempre que se producen situaciones de crisis o diferencias de opinión sobre cuestiones fundamentales. El centrismo, básicamente, es una debilidad crónica, siempre presente de forma patente o latente en el movimiento obrero, manifestándose de forma diferente según las circunstancias. Lo que más la caracteriza es que no solo está en el medio, entre los extremos, sino que quiere conciliarlos en una unidad de la que sería el centro conciliador, tomando un poco de uno y un poco de otro. (...)

Hoy en día, este centrismo se sitúa entre el planteamiento del consejismo y el de la CCI. Lo que nos interesa como grupo político es estudiar el fenómeno político de la existencia y aparición de tendencias hacia el centrismo, la razón y el fundamento de este fenómeno. Por lo tanto, la tendencia o el giro hacia el centrismo debe estudiarse independientemente de las personalidades que lo componen en un momento dado. (…)” (Extractos de un texto del 17/2/84).

El centrismo es un planteamiento erróneo, pero no está fuera del proletariado, sino dentro del movimiento obrero y expresa, la mayoría de las veces, la influencia de un planteamiento político procedente de la pequeña burguesía. De lo contrario, es difícil entender cómo los revolucionarios pudieron cohabitar a lo largo de la historia con tendencias centristas en los mismos partidos e internacionales del proletariado. El centrismo no se presenta con un programa claramente definido; lo que le caracteriza es precisamente la vaguedad, la imprecisión, y por eso es tanto más peligroso, como una enfermedad perniciosa, que amenaza siempre, desde dentro, al ser revolucionario del proletariado.”

(Extractos de un texto de mayo del 84).

¿Pero ¿cuáles son las fuentes del oportunismo y del centrismo en la clase obrera? Para los marxistas revolucionarios, se reducen esencialmente a dos:

1) La penetración en el proletariado de la ideología burguesa y pequeñoburguesa dominante en la sociedad y que envuelve al proletariado (teniendo en cuenta además el proceso de proletarización que se está produciendo en la sociedad, haciendo que capas procedentes de la pequeña burguesía, el campesinado e incluso la burguesía caigan constantemente en el proletariado, y que lleven consigo las ideas pequeñoburguesas). (...)” (Extractos de un texto del 24/11/84).

Podríamos haber dado muchos más extractos que ilustran el esfuerzo de reflexión realizado por la CCI sobre la cuestión del centrismo, pero no tenemos espacio aquí. Sin embargo, estas citas, aunque incompletas, permiten hacer justicia a la acusación de que: “La 'definición' de centrismo dada por la mayoría de la CCI se limita a la enumeración de toda una serie de actitudes y comportamientos”. Esta secuencia de citas también tiene el mérito de poner de manifiesto uno de los principales trucos de Mac Intosh: la identificación del “centrismo” con el “oportunismo”. En efecto, su texto logra la rara proeza de no mencionar ni una sola vez el fenómeno del oportunismo, aunque la definición del centrismo se basa necesariamente en la del oportunismo, del que constituye una variedad, una manifestación, situada y oscilante entre el oportunismo abierto y franco y las posiciones revolucionarias. La línea de Mac Intosh es a la vez muy gruesa y bastante sutil. Sabe muy bien que en muchas ocasiones hemos utilizado en nuestras columnas (incluso en las resoluciones del Congreso, como se recuerda en la Revista n°42, p.29) el término oportunismo aplicado al período de decadencia del capitalismo. En este sentido, afirmar hoy que la noción de oportunismo ya no es válida en este período llevaría a preguntarse por qué es precisamente ahora cuando Mac Intosh descubre que lo que había votado (con todos los miembros de la “tendencia”) en 1978 (en el II Congreso de la CCI) es falso. En la medida en que la noción de centrismo -que sin embargo es inseparable de la de oportunismo- ha sido mucho menos utilizada por la CCI hasta ahora (y no ha sido objeto de una votación en el Congreso), da menos impresión de autoengaño afirmar hoy que no es válida en el período actual. Al pasar por alto la noción de oportunismo y hablar solo de centrismo, los camaradas de la “tendencia” tratan de ocultar que son ellos los que han dado un giro en esta cuestión y no la CCI, como les gusta repetir.

¿Es la CCI “centrista” en relación con el trotskismo?

Evidentemente, la “tendencia” no plantea así el problema, ya que para ella no puede haber centrismo en el periodo de decadencia. Por otro lado, a través de la pluma de Mac Intosh, acusa a la CCI de comprometerse con el trotskismo, de “caer en posiciones trotskistas”, lo que apoya con el siguiente argumento:

La definición del centrismo en términos de actitudes y comportamientos, el retrato de un centrista (vacilante incoherente, conciliador, etc.) en el que la mayoría de la CCI basa hoy su concepción del centrismo, ve por primera vez la luz en el movimiento obrero durante los años 30’s, en las filas de la oposición trotskista, que ya entonces abandonaba posición de clase sobre posición de clase en su caída hacia el campo de la contrarrevolución. En “El centrismo y la Cuarta Internacional” en The Militant del 17 de marzo de 1934, donde se abandona cualquier atisbo de definición del centrismo en términos de posiciones políticas, Trotsky pinta un retrato verbal de un centrista que se encuentra casi textualmente en los textos de la mayoría de la CCI hoy.”

Aquí, Mac Intosh hace uno de sus característicos chascarrillos. Tras admitir al principio del texto el “carácter político” de las cuestiones de comportamiento, su validez (aunque las considera “insuficientes”) para participar en la caracterización de una corriente política, ahora acusa a este tipo de caracterización de todos los males de la creación.

Pero este no es el fallo más grave de este pasaje. El fallo más grave es que falsea completamente la realidad. Las formulaciones del artículo de Trotsky13 son, en efecto, sorprendentes por su parecido con las del texto del 17/2/84 citado anteriormente (aunque el camarada que escribió este texto nunca había leído este artículo concreto de Trotsky). Por otra parte, es una mentira (¿deliberada o por ignorancia?) afirmar que este tipo de caracterización del centrismo fue inventado por Trotsky en 1934.

Veamos lo que el mismo Trotsky escribió ya en 1903 sobre el oportunismo (en una época en la que el término centrismo aún no se utilizaba en el movimiento obrero):

Se puede tomar como una paradoja decir que lo que caracteriza al oportunismo es que no sabe esperar. Y sin embargo, eso es lo que es. En los periodos [de calma total], el oportunismo, consumido por la impaciencia, busca a su alrededor “nuevos” caminos, “nuevos” medios de acción. Se agota en quejas sobre la insuficiencia e incertidumbre de su propia fuerza y busca “aliados” ... Corre a la derecha y a la izquierda y trata de retenerlos por la solapa de sus prendas en cada cruce. Se dirige a sus “seguidores” y les insta a mostrar la máxima consideración con cualquier posible aliado. '¡Tacto, más tacto y siempre tacto!' Padece cierta enfermedad que es la manía de la prudencia con respecto al liberalismo, la rabia del tacto, y en su furia abofetea y hiere a la gente de su propio partido.” (Trotsky, Nuestras disputas, Ed.de Minuit.p.376).

"Impaciencia”, “reflexión”, “rabia de tacto”, “manía de prudencia”: ¿por qué diablos, Trotsky no se rompió la mano el día que escribió este artículo, por qué no tuvo la buena idea de esperar 30 años para publicarlo? Eso hubiera sido bueno para la argumentación de la “tendencia”.

En cuanto a Lenin, que en sus escritos probablemente utilizó el término centrismo más que cualquier otro gran revolucionario de su tiempo, ¿por qué no consultó la opinión de Mac Intosh antes de escribir lo siguiente?:

"¿Los de la Nueva Iskra (los mencheviques) están traicionando la causa del proletariado? No, pero son defensores inconsistentes, irresolutos y oportunistas de la misma (y en el terreno de los principios de organización y táctica que informan esa causa)”. (Obras, T8, p.221).

"Tres tendencias han surgido en todos los países, dentro del movimiento socialista e internacional, en los más de dos años de guerra... Estas tres tendencias son las siguientes:

  1. Los socialchovinistas, socialistas de palabra, chovinistas de hecho (...) Son nuestros adversarios de clase. Se han pasado a la burguesía (...)

  2. La segunda tendencia es el llamado “centro”, que vacila entre los socialchovinistas y los verdaderos internacionalistas (...) El “centro” es el reino de la frase pequeñoburguesa rellena de buenas intenciones, del internacionalismo de palabra, del oportunismo pusilánime y de la complacencia para los socialchovinistas de hecho. La conclusión es que el “centro” no está convencido de la necesidad de una revolución contra su propio gobierno, no persigue una lucha revolucionaria intransigente, e inventa las más planas, aunque suenen archi-marxistas, pistas falsas para evitarla (. ...) El principal dirigente y representante del “centro” es Karl Kautsky, que gozaba de la máxima autoridad en la II Internacional (1889-1914) y que desde agosto de 1914 ofrece el ejemplo de una completa renuncia al marxismo, de una cobardía inaudita, de vacilaciones y traiciones lamentables,

  3. La tercera tendencia es la de los verdaderos internacionalistas, que es la que mejor representa a la “izquierda de Zimmerwald”. (Las tareas del proletariado en nuestra revolución, Obras T.24. págs 68-69).

Se podrían citar muchos otros extractos de los textos de Lenin sobre el centrismo en los que se repiten los términos “inconsistente”, “irresoluto”, “oportunismo camuflado, vacilante, hipócrita, aburrido”, “vacilante”, “indecisión” y que demuestran lo falso de la afirmación de Mac Intosh.

Al afirmar que “sólo con Trotsky y la ya degenerada Oposición de Izquierda de los años 30’s un marxista se atreve a plantear una definición de centrismo basada en actitudes y comportamientos”, Mac Intosh no demuestra en absoluto la invalidez de los análisis de la CCI. solo demuestra una cosa: que no conoce la historia del movimiento obrero. La seguridad con la que se refiere a ella, los hechos precisos que evoca, las citas que da no tienen otra función que enmascarar las libertades que se toma con la historia real para oponerla a la que existe en su imaginación.

La “verdadera” definición de centrismo de Mac Intosh

El camarada Mac Intosh propone, en nombre de la “tendencia”, “dar una definición clara y marxista del centrismo como corriente o tendencia política que existió en el movimiento obrero”. Para ello apela al método marxista y escribe con razón que “... es importante subrayar la distinción marxista fundamental entre apariencia y esencia en la realidad objetiva, ... siendo la tarea del método marxista [penetrar] más allá de las apariencias de un fenómeno para captar su esencia”.

El problema de Mac Intosh es que su adhesión al método marxista es solo formal y que es incapaz de aplicarlo (al menos en la cuestión del centrismo). Podría decirse que Mac Intosh solo ve la “apariencia” del método marxista sin poder “captar su esencia”. Así, afirma que “los revolucionarios marxistas... siempre han buscado la base real de la conciliación y la vacilación del centrismo en sus posiciones políticas...”

El problema es que una de las características esenciales del centrismo es precisamente (como hemos visto anteriormente) que no tiene una posición política propia precisa y definida. Veamos, pues, cuál sería ese “programa político preciso” que “siempre ha tenido el centrismo”, según Mac Intosh. Para definirlo, el ilusionista Mac Intosh comienza utilizando algunos de sus trucos favoritos:

  • identifica el centrismo con el kautskismo, del que este último es sin duda uno de los representantes más típicos, pero que está lejos de cubrir por completo (esta identificación se hace de forma inteligente: después de “examinar” el kautskismo como “ejemplo clásico de centrismo” afirma sin pruebas que el examen de otras corrientes centristas “revelaría lo mismo");

  • identifica el kautskismo como corriente con lo que Kautsky pudo haber escrito, incluso cuando no estaba bajo el título de esa corriente.

  • hace de Kautsky un centrista nato que nunca habría cambiado su posición en el espectro político de la socialdemocracia ni un cuarto de paso, mientras que, si terminó su carrera política en la “vieja casa” de la socialdemocracia que se había pasado al enemigo de clase, la comenzó como representante del ala izquierda radical de ésta y fue durante muchos años el más estrecho camarada de combate (y amigo personal) de Rosa Luxemburgo en su lucha contra el oportunismo.

Habiendo distorsionado las cosas de esta manera desde el principio, Mac Intosh está dispuesto a llevarnos a la búsqueda del Santo Grial de las “posiciones específicas del centrismo”. “La base teórica y metodológica del kautskismo es el materialismo mecanicista, un determinismo vulgar que conduce a un fatalismo en relación con el proceso histórico”.

Debe quedar claro que lo que menos nos importa es defender a Kautsky como corriente o como persona. Lo que nos interesa es la forma de argumentar de Mac Intosh y la “tendencia”. Por el momento, lo que está sirviendo no es un argumento demostrado sino una simple afirmación. Curiosamente, ¿cómo es posible que nadie en la 2ª Internacional se haya dado cuenta de lo que dice Mac Intosh? En esta Internacional había algunos marxistas e incluso reconocidos teóricos de la izquierda como A. Labriola, Plekhanov, Parvus, Lenin, Luxemburgo, Pannekoek (por nombrar solo algunos). ¿Estaban todos tan cegados por la personalidad de Kautsky como para olvidar la diferencia entre el marxismo y el “materialismo mecanicista... un vulgar determinismo económico... un fatalismo...”, etc.? Recordemos que esta misma crítica, de deslizamiento hacia un materialismo mecanicista, fue formulada, con razón, contra Lenin por Pannekoek (véase “Lenin el filósofo")14. ¿Cuándo se convirtió el materialismo mecanicista, etc., en el programa del centrismo en general y de Kautsky en particular? ¿Cuándo Kautsky combatió el revisionismo de Bernstein o cuando defendió la huelga de masas con Rosa en 1905-1907, o en 1914, o en 1919? Cuando, en 1910, Rosa entabla su famosa y violenta polémica contra Kautsky, a propósito de la huelga de masas, no es un “programa preciso” basado en el “materialismo mecanicista” lo que denuncia, sino el hecho de que Kautsky retome los argumentos de los revisionistas, el hecho de que con sus prevaricaciones pretendiendo un marxismo “radical”, Kautsky no hace más que encubrir la política oportunista y electoralista de la dirección de la socialdemocracia (recordemos de paso que, aparte de Parvus y Pannekoek, todos los grandes nombres de la izquierda radical desaprobaban la crítica de Rosa en aquella época).

Continuando su búsqueda del “programa preciso” del centrismo, Mac Intosh descubre que “para Kautsky, la conciencia debe ser llevada a los trabajadores 'desde fuera' por los intelectuales”. Esta es otra banalidad que ha “redescubierto” como demostración de la existencia de un “programa preciso” del centrismo. La falsedad de esta denuncia, escrita por Kautsky al mismo tiempo que luchaba contra el revisionismo, no tiene nada que ver con un “programa preciso” y, de hecho, nunca se ha escrito en ningún programa socialista. Y si esta idea fue retomada por Lenin en “¿Qué hacer?”, nunca apareció en el programa bolchevique, y fue repudiada públicamente por el propio Lenin ya en 1907. El hecho de que una idea semejante pueda figurar en la literatura del movimiento marxista no demuestra la existencia de un “programa preciso” del centrismo, sino que muestra hasta qué punto el movimiento revolucionario no es impermeable a todo tipo de aberraciones procedentes de la ideología burguesa.

Lo mismo ocurre cuando Mac Intosh, en su obstinada búsqueda de artículos del “programa centrista preciso”, escribe: “... él [Kautsky] insiste en que las únicas formas de organización proletaria son el partido socialdemócrata de masas y los sindicatos”. Esto no es en absoluto propio de Kautsky, sino que es la opinión común de toda la socialdemocracia antes de la Primera Guerra Mundial, incluidos Pannekoek y Rosa. Es un hecho fácil de comprobar que, aparte de Lenin y Trotsky, muy pocos en la izquierda marxista comprendieron el significado de la aparición de los soviets en la revolución de 1905 en Rusia. Así, Rosa Luxemburgo ignora totalmente los soviets en su libro sobre esta revolución, cuyo título (y esto no es lo menos significativo) es precisamente “Huelgas de masas, partidos y sindicatos”. Finalmente, cuando Mac Intosh descubre el pasaje de Kautsky “... La conquista del poder del Estado a través de la conquista de una mayoría en el parlamento...”, escribe triunfante: “He aquí el programa político del centrismo kautskiano”. Pero ¿por qué olvidar decir que se trata de un “préstamo” (en parte de Engels) que Kautsky hace del programa del revisionismo de Bernstein?

Mac Intosh descubrió así, “más allá de las apariencias”, “la esencia política del centrismo”: es su apego constante e inquebrantable al legalismo, al gradualismo, al parlamentarismo y a la 'democracia' en la lucha por el socialismo. Nunca ha vacilado ni un ápice en esta orientación. Por desgracia para él, Mac Intosh no se da cuenta de que lo que acaba de definir en su “esencia” no es centrismo, ni siquiera oportunismo, sino reformismo. Uno se pregunta por qué los revolucionarios sintieron la necesidad de utilizar términos separados si, al final, el reformismo, el centrismo y el oportunismo son una misma cosa. De hecho, nuestro experto en el “método marxista” sufre repentinamente un lapsus de memoria. Acaba de olvidar la distinción que hacen Marx y el marxismo entre “unidad” e “identidad”. En la historia del movimiento obrero anterior a la Primera Guerra Mundial, el oportunismo (mucho más que el centrismo, por cierto) adoptó frecuentemente la forma de reformismo (es el caso particular de Bernstein). Había unidad entre los dos. Pero esto no significa que el reformismo cubriera todo el oportunismo (o el centrismo), que hubiera identidad entre ellos. De lo contrario, no se entendería por qué Lenin luchó tanto a partir de 1903 contra el oportunismo de los mencheviques cuando bolcheviques y mencheviques acababan de adoptar (contra los elementos reformistas de la socialdemocracia rusa) el mismo programa15 en el II Congreso del POSDR y que, en consecuencia, tenían las mismas posiciones sobre el “legalismo”, el “gradualismo”, el “parlamentarismo” y la democracia. Debemos recordar a Mac Intosh que la separación entre bolcheviques y mencheviques se hizo en torno al punto 1 de los estatutos del partido y que el oportunismo de los mencheviques (como Mártov y Trotsky), contra el que Lenin emprendió la lucha, se refería a cuestiones de organización (sólo en 1905, sobre la cuestión del lugar que debía ocupar el proletariado en la revolución, la división entre bolcheviques y mencheviques se extendió a otras cuestiones)16.

También se puede preguntar a Mac Intosh y a la “tendencia”, si piensan seriamente que fue porque Trotsky era un “legalista”, un “gradualista”, un “imbécil parlamentario”, un “demócrata”, que Lenin lo colocó entre los “centristas” en los primeros años de la guerra mundial.

En realidad, lo que Mac Intosh nos demuestra una vez más es que detrás de la “apariencia” de rigor y de conocimiento de la historia de la que hace gala, se encuentra la “esencia” del planteamiento de la “tendencia”: la ausencia de rigor, una ignorancia angustiosa de la historia real del movimiento obrero. Esto también lo ilustra la búsqueda de Mac Intosh de las “bases materiales y sociales” del centrismo.

Las bases materiales y sociales del centrismo

Tras la búsqueda del Grial inencontrable de las “posiciones políticas precisas” del centrismo, Mc Intosh nos lleva a la búsqueda de las “bases sociales y materiales”. Aquí podemos tranquilizarle inmediatamente: existen. Residen (tanto para el centrismo como para el oportunismo, del que es una de las expresiones) en el particular lugar que ocupa el proletariado en la historia como clase explotada y revolucionaria. Como clase explotada, privada de todo control sobre los medios de producción (que constituyen la base material de la sociedad), el proletariado debe sufrir constantemente la presión de la ideología de la clase que los posee y controla, la burguesía, así como los apéndices de esta ideología que emanan de las capas sociales pequeñoburguesas. Esta presión se traduce en la constante infiltración de estas ideologías -con las diferentes formas y enfoques de pensamiento que comprenden- dentro de la clase y sus organizaciones. Esta penetración se ve notablemente facilitada por la constante proletarización de elementos de la pequeña burguesía que llevan a la clase las ideas y prejuicios de sus estratos originales.

Este primer elemento ya explica la dificultad con la que la clase desarrolla la conciencia de sus propios intereses, tanto inmediatos como históricos, y los obstáculos que encuentra constantemente en este esfuerzo. Pero no es el único. También hay que tener en cuenta que su lucha como clase explotada, la defensa de sus intereses materiales cotidianos, no es idéntica a su lucha como clase revolucionaria. Ambas están vinculadas, al igual que si el proletariado es la clase revolucionaria es precisamente porque es la clase explotada específica del sistema capitalista. Es en gran medida a través de sus luchas como clase explotada que el proletariado toma conciencia de la necesidad de dirigir la lucha revolucionaria, así como estas luchas no adquieren su verdadera magnitud, no expresan todas sus potencialidades si no son fecundadas por la perspectiva de la lucha revolucionaria. Pero, una vez más, esta unidad (que no vio Proudhon, que rechazó el arma de la huelga, y que hoy no entienden los “modernistas") no es la identidad. La lucha revolucionaria no se desprende automáticamente de las luchas por la preservación de las condiciones de vida, la conciencia comunista no surge mecánicamente de cada una de las luchas libradas por el proletariado frente a los ataques capitalistas. Del mismo modo, la comprensión de la meta comunista no determina necesaria e inmediatamente la comprensión del camino que conduce a ella, de los medios para alcanzarla.

Es en esta dificultad para que una clase explotada llegue a tomar conciencia de los objetivos y los medios de la tarea histórica más importante, con mucho, que una clase social ha tenido que realizar, en el “escepticismo”, las “vacilaciones”, los “temores” que el proletariado experimenta “ante la infinita inmensidad de [su] propio objetivo” tan bien destacados por Marx en “El 18 Brumario”, en el problema que plantea a la clase -y a los revolucionarios- la asunción de la unidad dialéctica entre sus luchas inmediatas y sus luchas últimas, es en este conjunto de dificultades, expresión de la inmadurez del proletariado, donde el oportunismo y el centrismo hacen permanentemente su nido.

Aquí es donde se encuentran las bases “materiales”, “sociales” -y podríamos añadir históricas- del oportunismo y del centrismo. Rosa Luxemburgo no dice nada más en su texto más importante contra el oportunismo:

La doctrina marxista no solo es capaz de refutarlo teóricamente, sino que es la única capaz de explicar el fenómeno histórico del oportunismo dentro de la evolución del partido. La progresión histórica del proletariado hacia la victoria no es, en efecto, algo tan sencillo. La originalidad de este movimiento reside en esto: por primera vez en la historia, las masas populares han decidido realizar su propia voluntad oponiéndose a todas las clases dominantes; además, la realización de esta voluntad se sitúa más allá de la sociedad actual, en una superación de esta sociedad. La educación de esta voluntad solo puede tener lugar en la lucha permanente contra el orden establecido y dentro de este orden. Agrupar a la gran masa del pueblo en torno a objetivos que van más allá del orden establecido; combinar la lucha diaria con el grandioso proyecto de una reforma del mundo, tal es el problema al que se enfrenta el movimiento socialista.”(¿Reforma o revolución?, Rosa Luxemburgo)

Todo esto lo sabía Mc Intosh por la CCI y por la lectura de los clásicos del marxismo. Pero aparentemente se ha vuelto amnésico: ahora, para él, la sociedad burguesa y su ideología, las condiciones que históricamente se dan al proletariado para la realización de su revolución, todo esto deja de ser “material” y se convierte en “espíritu” que navega en el trajín del universo del que nos habla la Biblia.

Al igual que Karl Grùn era un “verdadero socialista” (burlado por el manifiesto comunista), Mac Intosh es un “verdadero materialista”. Al supuesto “idealismo” y “subjetivismo” del que se dice que es víctima la CCI (en las palabras que suele utilizar la “tendencia en el debate interno”) opone la “verdadera” base material del centrismo: “en las sociedades capitalistas avanzadas de Europa la maquinaria electoral de los partidos socialdemócratas de masas (y sobre todo sus funcionarios asalariados, burócratas profesionales y representantes parlamentarios), así como el creciente aparato sindical”.

Mac Intosh tiene razón al especificar que esto se refiere a las “sociedades capitalistas avanzadas de Europa”, porque habría sido difícil encontrar “máquinas electorales” y “aparatos sindicales” en un país como la Rusia zarista, donde el oportunismo floreció como en otros lugares. ¿Cuál era entonces la “base material del centrismo” en ese país? ¿Es necesario recordar a Mac Intosh que en el partido bolchevique había al menos tanto personal permanente y “revolucionarios profesionales” como en los mencheviques o los socialistas revolucionarios? ¿Por qué milagro el oportunismo que envolvió a estas dos últimas organizaciones salvó a los bolcheviques? Esto es lo que la tesis de Mac Intosh no explica.

Pero esa no es su mayor debilidad. En realidad, esta tesis no es más que un avatar de un enfoque que, si bien es nuevo en la CCI, ya era bien conocido anteriormente. Este enfoque, que explica la degeneración de las organizaciones proletarias por la existencia de un “aparato”, de “líderes” y de “dirigentes”, es propiedad común de los anarquistas del pasado, de los libertarios y del consejismo degenerado de hoy. Tiende a unirse a la visión de “Socialismo o Barbarie” de los años 50, que “teorizaba” la división de la sociedad en “dirigentes” y “dirigidos” en lugar de la división en clases. (Oeuvres, vol. 24, p. 69). Es cierto que la burocracia de los aparatos, así como las fracciones parlamentarias, sirvieron frecuentemente de apoyo a las direcciones oportunistas y centristas, los diputados del Parlamento y los “permanentes” de las organizaciones proletarias constituyeron a menudo un “terreno” de elección para la penetración del virus oportunista. Pero explicar el oportunismo y el centrismo en base a esta burocracia no es más que una estupidez simplista del más vulgar determinismo. Mac Intosh rechaza con razón la concepción de Lenin del oportunismo como basado en la “aristocracia obrera”. Pero en lugar de ver que esta concepción era errónea al basar las divisiones políticas dentro de la clase obrera en las diferencias económicas (como la burguesía, donde las divisiones políticas se basan en las diferencias entre los grupos de interés económico) mientras que el interés “económico” es fundamentalmente el mismo para toda la clase, Mac Intosh retrocede aún más que Lenin. Es de los “aparatos” y “permanentes” de donde vendría un problema que afecta a toda la clase obrera. Esto es lo mismo que la tesis trotskista de que “si los sindicatos no defienden los intereses de los trabajadores es por culpa de los malos dirigentes” sin preguntarse nunca por qué siempre han tenido esos dirigentes durante más de 70 años.

En realidad, si Lenin fue a buscar su tesis de la aristocracia obrera como base del oportunismo en un análisis erróneo, no marxista y reduccionista de Engels, no es ni siquiera en el “materialismo mecanicista” y el “determinismo económico vulgar” de los que acusa a Kautsky, que Mac Intosh fue a buscar el suyo, es en la sociología académica que no conoce las clases sociales sino solo una multitud de categorías “socio profesionales”.

Esto es lo que se llama “penetrar más allá de las apariencias de un fenómeno para captar su esencia”.

Y cuando Mac Intosh quiere cubrir sus proezas con la autoridad de los marxistas revolucionarios escribiendo: “...tanto si se mira del lado de la maquinaria electoral socialdemócrata y del aparato sindical como del lado de una aristocracia obrera ficticia, es obvio que los marxistas revolucionarios siempre han tratado de entender la realidad del centrismo en relación con una base material concreta” demuestra o bien mala fe o bien ignorancia. Por ejemplo, en ningún momento de su estudio básico sobre el oportunismo ("Reforma o Revolución"), R. Luxemburgo le atribuye esa “base material específica”. Pero quizá Mac Intosh se refiera exclusivamente al centrismo (y no al oportunismo, que nunca menciona). Luego tiene aún menos suerte: “Los socialchovinistas son nuestros adversarios de clase, burgueses dentro del movimiento obrero. Representan una capa, grupos, círculos obreros objetivamente comprados por la burguesía (mejores salarios, cargos honoríficos, etc.) [...] Histórica y económicamente hablando, ellos [los hombres del “centro"] no representan una capa social distinta. Representan simplemente la transición entre una fase pasada del movimiento obrero, la de 1871-1914, que dio mucho, sobre todo en el arte, necesario para el proletariado, de la organización lenta, sostenida y sistemática a gran y muy gran escala, -y una nueva fase, objetivamente necesaria desde la primera guerra mundial imperialista, que ha inaugurado la era de la revolución social”. (Lenin)

Al igual que la tesis sobre la aristocracia obrera, se puede impugnar la limitación del fenómeno del centrismo a una expresión de la transición entre las dos fases del movimiento obrero y la vida del capitalismo, tal como aparece en esta cita. Pero tiene el mérito de rebatir de forma contundente la perentoria afirmación de Mac Intosh sobre los “marxistas revolucionarios [que] siempre”, etc.

Mac Intosh quería hacer malabares con trozos de historia con el oportunismo y el centrismo, pero todo le cae en la cabeza y se queda con un ojo morado.

¿No hay centrismo en el periodo de decadencia?

Mac Intosh y la “tendencia” no tienen ninguna posibilidad con la historia. Se proponen demostrar que “el centrismo no puede existir en el periodo de decadencia del capitalismo” y no se dan cuenta de que el término “centrismo” solo se utilizó como tal y de forma sistemática tras el inicio de la Primera Guerra Mundial, es decir, tras la entrada del capitalismo en su periodo de decadencia. Es cierto que el fenómeno del centrismo ya se había manifestado en numerosas ocasiones en el movimiento obrero, donde, por ejemplo, se había calificado de “ciénaga”. Pero es con el inicio de la decadencia cuando este fenómeno no solo no desaparece, sino que, por el contrario, adquiere toda su amplitud, y es por ello por lo que los revolucionarios lo identifican claramente, analizan todas sus características y sacan sus especificidades. Por eso también le dan un nombre específico.

Es cierto que los revolucionarios a veces van por detrás de la realidad, que “la conciencia puede ir por detrás de la existencia”. Pero creer que Lenin, que solo empezó a utilizar el término centrismo en 1914, era tan retrógrado que escribió decenas y decenas de páginas sobre un fenómeno que había dejado de existir, no solo es insultar a este gran revolucionario, es burlarse del mundo. En particular, es ignorar el hecho de que, durante todo el período de la guerra mundial, Lenin y los bolcheviques estaban, como se puede ver por ejemplo en Zimmerwald, en la extrema vanguardia del movimiento obrero. ¿Qué podemos decir entonces del atraso de R. Luxemburgo, Trotsky (a quienes Lenin consideraba centristas en aquella época) y otros grandes nombres del marxismo? ¿Qué podemos pensar de las corrientes comunistas de izquierda que surgieron de la Tercera Internacional y que siguen utilizando los términos oportunismo y centrismo durante décadas? ¿Qué ceguera han demostrado? ¡Qué retraso en su conciencia de la existencia! Afortunadamente, Mac Intosh y la “tendencia” llegaron para ponerse al día, para descubrir, setenta años después, que todos estos revolucionarios marxistas se habían equivocado en todo. Y esto en el mismo momento en que la CCI identifica en sus filas los virajes centristas hacia el consejismo de los que los camaradas de la “tendencia” (pero no los únicos) son más particularmente las víctimas.

No vamos a examinar en el marco de este ya larguísimo artículo la forma en que se manifestó el fenómeno del centrismo en la clase obrera durante el período de la decadencia. Volveremos a hablar de esto en otro artículo. Pero solo señalaremos el hecho de que el artículo de Mac Intosh está construido como un silogismo:

  • 1ª premisa: el centrismo se caracteriza por posiciones políticas precisas que son las del reformismo;

  • 2ª premisa: el reformismo no puede seguir existiendo en la clase obrera en el periodo de decadencia como siempre ha dicho la CCI;

  • conclusión: por tanto, el centrismo ya no existe, “el espacio político que antes ocupaba el centrismo está hoy definitivamente ocupado por el Estado capitalista y su aparato político de izquierdas”.

Esto parece inatacable. Incluso se podría añadir que Mac Intosh ni siquiera necesitó que apareciera su tonta tesis sobre la “base material” del centrismo. El problema de la lógica aristotélica es que cuando una premisa es falsa, en este caso la primera, como hemos demostrado, la conclusión no tiene ningún valor. Al camarada Mac Intosh y a la “tendencia” solo les queda reiniciar su manifestación (y aprender un poco más sobre la verdadera historia del movimiento obrero). En cuanto a su reto: “que alguien nos diga cuáles son precisamente esas posiciones “centristas” de nuevo cuño”. Responderemos que existe, efectivamente, una posición “centrista” sobre los sindicatos (e incluso varias), la que consiste, por ejemplo, en identificarlos como órganos del Estado capitalista y abogar por el trabajo en su seno, al igual que existe una posición centrista sobre el electoralismo: la de Battaglia Comunista expuesta en su plataforma: “De acuerdo con su tradición de clase, el partido decidirá cada vez el problema de su participación en función del interés político de la lucha revolucionaria” (cf. Revista Internacional nº 41, p.17).

¿Mac Intosh y la “tendencia”, que son tan “lógicos”, llegarán a afirmar que Battaglia Comunista es un grupo burgués, que, aparte de la CCI, no hay ninguna otra organización revolucionaria en el mundo, ninguna otra corriente en un terreno de clase? ¿Cuándo se cumplirá la afirmación bordiguista de que en la revolución solo puede haber un partido único y monolítico? Sin darse cuenta, los camaradas de la “tendencia” están cuestionando por completo la resolución adoptada (también por ellos) en el II Congreso de la CCI sobre los “grupos políticos proletarios” (Revista Internacional nº 1117) que mostraba claramente lo absurdo de tales tesis.

La puerta abierta al abandono de las posiciones de clase

Fue mostrando todos los peligros que el centrismo representaba para la clase obrera como Lenin dirigió durante la Primera Guerra Mundial la lucha por un internacionalismo consecuente, que él, con los bolcheviques, preparó la victoria del 17 de octubre. Al plantear el peligro del oportunismo, las izquierdas comunistas emprendieron la lucha contra la orientación centrista de la Internacional Comunista que se negaba a ver o minimizaba este peligro:

¡Es absurdo, estéril y extremadamente peligroso pretender que el partido y la Internacional estén misteriosamente asegurados contra cualquier recaída en el oportunismo o cualquier tendencia a volver a él!”(Bordiga, “Projet de Thèses de la Gauche au Congrès de Lyon, 1926).

Camarada, gracias a la creación de la Tercera Internacional, el oportunismo no ha muerto, ni siquiera entre nosotros. Esto es lo que ya vemos en todos los partidos comunistas de todos los países. De hecho, sería un milagro y una contradicción con todas las leyes de la evolución, si lo que murió en la Primera Internacional no sobreviviera en la Tercera.” (Gorter, “Respuesta a Lenin”, sobre “La enfermedad infantil...")

Para la “tendencia” que logra la notable hazaña de triunfar donde aquellas izquierdas habían fracasado: eliminar el centrismo y el oportunismo del seno de la CCI, es por otro lado el uso de la noción de centrismo lo que “siempre ha terminado por borrar las fronteras de clase” y “se convierte en un síntoma importante de corrupción ideológica y política por parte de los marxistas que la emplearon”.

No tiene sentido, como hace Mac Intosh, describir extensamente los errores fatales de la I.C. en la constitución de los partidos comunistas. La CCI siempre ha defendido, y sigue defendiendo, la posición de la izquierda comunista en Italia, considerando que la red de seguridad (las 21 condiciones) de la que se ha rodeado la I.C. contra la entrada de corrientes oportunistas y centristas era demasiado amplia. Por otra parte, es una falsificación pura y dura de la historia afirmar que la I.C. llamó “centristas” a los longuetistas y al USPD para poder integrarlos en sus filas, cuando es así como Lenin caracterizó a estas corrientes desde el principio de la guerra. Además, Mac Intosh, en esta parte de su artículo, hace una nueva prueba de su ignorancia al afirmar que Longuet y Frossard habían sido, al igual que Cachin, “socialchovinistas” durante la guerra; le aconsejamos que lea lo que Lenin dijo al respecto (en particular en su “Carta abierta a Boris Souvarine” -Obras, vol. 23, pp. 215-216)18

De hecho, la “tendencia” adopta un enfoque puramente supersticioso: al igual que algunos campesinos atrasados no se atreven a pronunciar el nombre de las calamidades que les amenazan por miedo a provocarlas, ve el peligro para las organizaciones revolucionarias no donde está realmente -el centrismo- sino en el uso del término que permite identificar este peligro para poder combatirlo.

Debemos señalar a estos camaradas que fue en gran medida porque negaron o no comprendieron suficientemente el peligro del oportunismo (tan acertadamente subrayado por la izquierda) que la dirección de la I.C. (Lenin y Trotsky a la cabeza) abrió las puertas al oportunismo que iba a engullir a esta organización. Para ocultar su propio deslizamiento centrista hacia el consejismo, estos camaradas adoptan a su vez esta política del avestruz: “no hay peligro centrista”, “el peligro es el uso de esta noción que lleva a la complacencia hacia la negación de las posiciones de clase”. Lo contrario es cierto. Si destacamos el peligro permanente del centrismo en la clase y sus organizaciones, no es en absoluto para coronarlo, es por el contrario para poder combatirlo enérgicamente, cada vez que se presenta y, con él, todo el abandono de posiciones de clase que implica. Por el contrario, es al negar este peligro cuando desarmamos la organización y abrimos la puerta a estas negaciones.

Hay que señalar también a estos camaradas que el centrismo no ha perdonado a los más grandes revolucionarios como Marx (cuando en 1872, después de la Comuna, defendió para ciertos países la conquista del poder por el parlamento), Engels (cuando en 1894 cayó en el “cretinismo parlamentario” contra el que antes había luchado tan enérgicamente), Lenin (cuando al frente de la I.C. luchó con más energía contra la izquierda intransigente que contra la derecha oportunista), Trotsky (cuando se hizo portavoz del “centro” en Zimmerwald). Pero lo que hace la fuerza de los grandes revolucionarios es precisamente su capacidad de corregir sus errores, incluidos los del centro. Y solo si son capaces de identificar el peligro que les amenaza podrán tener éxito. Esto es lo que esperamos que comprendan los camaradas de la “tendencia” antes de que les aplasten los engranajes del enfoque centrista que han adoptado y del que el texto de Mac Intosh, con sus libertades en relación con la historia y el pensamiento riguroso, con sus pistas falsas y sus trucos de prestidigitador, constituye una ilustración.

F.M.

1 Este artículo solo está disponible en nuestra Web en francés e inglés.

2 Igualmente, solo está disponible en nuestra Web en francés e inglés.

3 Solo disponible en nuestra Web en francés e inglés.

4La tarea del método marxista es penetrar más allá de las apariencias de un fenómeno para captar su esencia.

5Esta definición es vaga e imprecisa en términos de clase porque no es específica del proletariado y para la mayoría de la CCI el centrismo solo puede existir dentro del proletariado. Por otra parte, la conciliación, la vacilación, etc. son también características de la burguesía en determinados momentos en los que las tareas de la revolución democrático-burguesa aún no se han cumplido: Marx lo subrayó en relación con la burguesía alemana en 1848 y Lenin en relación con la burguesía rusa en 1905

6Una tendencia a su vez dividida entre marxistas, anarcosindicalistas y libertarios.

7En Tours, Cachin y Frossard apelan a su antiguo líder para que permanezca con ellos en el nuevo partido.

8Sus futuros miembros justificaron su voto a favor de los créditos de guerra durante dos años por el hecho de que la Kultur alemana estaba amenazada por las hordas eslavas

9Es en este sentido que la tendencia actual de la CCI dice que la mayoría de la organización está cayendo en posiciones trotskistas. Esto no significa que la organización haya adoptado de golpe todas las posiciones de Trotsky sobre la defensa de la URSS, las cuestiones sindicales y nacionales, el electoralismo, etc.

10A menudo los términos “centrista” y “contrarrevolucionario” se utilizan en la misma frase para caracterizar al estalinismo en las páginas de Bilan.

11El PCI sigue utilizando esta terminología grotesca en relación con el estalinismo en la actualidad.

12No afirmamos que sea deliberado y consciente que los camaradas de la “tendencia” realicen estos trucos y evadan las verdaderas cuestiones. Pero si son sinceros o tienen mala fe, si se engañan o no por sus propias contorsiones intelectuales, es de poca importancia. Lo que importa es que engañan y desconciertan a sus lectores y, por tanto, a la clase trabajadora. Es en esta calidad que denunciamos sus contorsiones.

13Que no podemos reproducir aquí por falta de espacio pero que animamos a nuestros lectores a leer.

14Es interesante observar que en este libro -y como se señaló en las columnas de nuestra reseña por la respuesta dada por “Internacionalismo” a este libro (Revista Internacional nº 25 a 30)- el propio Pannekoek se toma curiosas libertades con el marxismo al hacer de las concepciones filosóficas de Lenin una pista importante de la naturaleza burguesa capitalista de Estado del partido bolchevique y de la revolución rusa del 17 de octubre. ¿No es de extrañar que los camaradas que hoy se deslizan hacia el consejismo retomen el mismo tipo de argumentos que el principal teórico de esta corriente?. Ver https://es.internationalism.org/revista-internacional/200808/2326/critica-de-lenin-filosofo-de-pannekoek-2-parte

15Un programa que será común a ambas fracciones hasta la revolución de 1917.

18También volveremos en otro artículo al problema de la naturaleza de clase del USPD y la formación de partidos comunistas.

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