La recesión económica en México y en el mundo anuncia mayores ataques contra los trabajadores

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En estos momentos en que la vida de cientos de miles de explotados está en peligro de muerte, hay que preguntarnos ¿qué o quién es el responsable de esta situación? La burguesía encuentra una fácil respuesta lavándose las manos achacando a la naturaleza —más claramente al Covid-19— la horrenda situación actual. Sin embargo, hay que escarbar hasta el fondo para encontrar la realidad que se oculta tras esa gran mentira.

En el mundo impera el capitalismo que, si bien en la primera parte de su existencia ha impulsado el avance de la sociedad, ahora se encuentra en su fase de decadencia, lo que significa que se ha convertido en una traba para el desarrollo de la humanidad e incluso en un peligro para esta, lo que quedó demostrado con el estallido de las dos Guerras Mundiales. Sin embargo, la entrada en la última fase de la decadencia desde 1989, a la que llamamos de descomposición[1], significa que los efectos de la decadencia se magnifican y cambian cualitativamente a lo que puede ser ilustrado como la putrefacción de la sociedad: multiplicación de guerras locales, más miseria, destrucción del medio ambiente, la reaparición de viejas enfermedades y, como ahora la vemos, una peligrosa pandemia.

El sistema capitalista nació, como dice Marx, “chorreando sangre y lodo” y esa violencia la mantiene en la búsqueda de la ganancia económica a toda costa, incluso a costa de vidas humanas. La clase dominante tiene que ocultar esta realidad para tratar de mantener su sistema en pie: oculta entre muchas otras cosas, de manera sistemática, el origen de las crisis económicas, diciendo que son debidas a cuestiones ‘externas al sistema económico’, que son debidas, por ejemplo, a: la irresponsabilidad de los especuladores, las inadecuadas políticas económicas de los gobiernos, las actitudes de políticos como Trump, al Brexit, a la guerra comercial, etc., etc. Si bien estas cuestiones agravan la crisis, no son su origen. Las crisis económicas son en realidad, la muestra de las contradicciones internas del capitalismo. Así fue, por ejemplo, en la recesión de 2008 en la que los gobiernos culparon al mal manejo financiero, del hecho que millones de trabajadores se quedaran sin ahorros, sin casas y sin trabajo como consecuencia de esa gran caída la producción.

La crisis económica hoy es achacada a la pandemia por el Covid-19, y con esa gran mentira la burguesía, nuevamente, hará todo para que los explotados, en especial la clase trabajadora, se sacrifiquen, incluso hasta la muerte, como lo estamos viendo, para que la ganancia de los capitalistas y su sistema económico no sean afectados.

Sin embargo, la crisis abierta actual tiene hoy nuevas características, resultado de que —a pesar de paliativos temporales— no ha dejado de desarrollarse desde fines de la década de los sesenta. Así, la recesión que se abrió en 2008 tiene una salida temporal en 2013, pero no logra generar la expansión económica a largo plazo. Por el contrario, desde inicios del 2018, los analistas de la burguesía (como Bloomberg y Reuters, 8-enero), ya estimaban la posibilidad de que EUA entrara en recesión en 2020. En agosto de ese mismo año, se había registrado una desaceleración de la actividad manufacturera a nivel mundial (BBC News, 20-agosto-2019) y los niveles de deuda pública se encontraban ya “en cifras récord en la mayoría de los 194 países del mundo”: Japón, con un 237.5% del PIB, Venezuela, con un 214.4%, Grecia y China con 174.2%, etc. (El país, 29-agosto-2019). La deuda mundial a finales de ese año había alcanzado el récord de 188 billones de dólares, es decir, 14.6% más en comparación con abril y equivalente al 230% del PIB internacional (FMI, nov. 7).

Menos de un año después, desde mayo de 2019, el FMI anunciaba que el 70% de los países presentaría “desaceleración” económica. En agosto, ya se daba a conocer la situación de 8 países que daban signos de entrada a recesión: China con la menor tasa de crecimiento (6%), en los últimos 17 años, y EUA, el Reino Unido, Alemania, Italia, Brasil, Singapur, mostraron contracciones en su economía y Argentina se encontraba ya en plena recesión, con una inflación superior al 50%. Los analistas anunciaban: “Dadas estas cifras, no hay ninguna alternativa para evitar otra recesión mundial, que es muy probable que se produzca en 2021” (El país, 29-agosto-2019).

Sin embargo, ya a mediados de octubre de 2019, se advertía un alto riesgo de que la recesión mundial se adelantara para 2020, e incluso se alargara en el espacio y en tiempo. “Existe una posibilidad incómodamente alta de que una recesión afecte a la economía mundial en los próximos 12 o 18 meses, y los responsables políticos podrían no ser capaces de revertir ese rumbo” (Moody's Analytics). Pero los pronósticos seguían lejos de la realidad. Una semana después, el 21 de octubre de 2019 el Banco Central de Alemania anunció que este país ya estaba en recesión, y le siguió Hong Kong. A finales de 2019 se pronosticaba “la menor tasa de crecimiento en ocho años”, mientras la deuda mundial había aumentado más de un 60% desde 2007 (El independiente, 5-oct-2019). Las deudas públicas, empresariales, del sector financiero y de las familias de todo el planeta alcanzaban los 255 billones de dólares, tres veces superior al PIB mundial. Si dividimos la deuda por el total de la humanidad (niños incluidos), cada persona debe unos 32,500 dólares (IIF 2-enero-2020).

Estos datos muestran que la crisis en que se encuentra el mundo no es debida al covid19. La situación económica actual tiene su origen en las propias contradicciones del capitalismo y no podrán superarse, con toda la agravación de desempleo y de miseria que significan, hasta que éste sea derrocado.

La pandemia, desde luego, ha venido a acelerar y profundizar la caída en la recesión, a un grado tal que Kristalina Georgieva, directora del FMI, predice que será “la peor caída económica desde la Gran Depresión de 1929” (9-abril-2020).

De esta manera, la recesión mundial se ha adelantado y sus signos están ya presentes en el primer trimestre de este año, con el peligro de empeorar hasta la depresión mundial. Analistas de la burguesía, al inicio del año expresaban la esperanza: “…de que la recesión no dure más allá de los dos primeros trimestres de este año…”. Sin embargo, han tenido que reconocer que hay “…un malestar prolongado que tiene cierto sabor a depresión (…) una grave recesión que se mide en años, no trimestres...”, que es comparada con “la Gran Depresión de 1929-1933”. (El Financiero, 24-marzo-2020).

De esta manera, el panorama actual y futuro significa condiciones terribles para la mayoría de la población, durante y después de la pandemia y en especial para el proletariado en todo el mundo, por la pérdida de puestos de trabajo, peores condiciones de contratación, el aumento de los precios de los productos básicos, etc., etc. Es decir, más miseria, enfermedad y muerte.

La situación en México

La crisis económica en México tiene que analizarse en el contexto de la apertura de la recesión económica mundial. Sin embargo, en México como en el conjunto de las economías de menor industrialización, sus efectos son más agudos. Además, es necesario insistir que lo que hoy vemos en México, al igual que en todo el mundo, no se trata fundamentalmente de cómo gestiona la economía un partido político determinado, un grupo o un individuo de la burguesía. Como dijimos anteriormente, el capitalismo es un sistema decadente, que no solamente es incapaz de ofrecer mejoras, sino que su existencia misma, amenaza a la humanidad con su destrucción, y más ahora en su fase de descomposición.

Ya en agosto de 2018 México presentaba tendencias al estancamiento: pasando del 2% de crecimiento en 2018 al 1.6% en 2019; de enero a julio, la misma Secretaría de Hacienda informó que la inversión física tuvo una caída de 15.8%. En los primeros siete meses de 2019 los ingresos presupuestarios del sector público tuvieron una caída de 2.7% respecto a 2018. Recientemente, se estima hasta una disminución del 6.6% del PIB para 2020 (FMI).

Según los datos oficiales, al cierre de 2019 la precarización laboral se concentra en la población joven. De los 15 millones de trabajadores entre 18 y 30 años, el 59.5% laboran en el “sector informal”, lo que significa que además de falta de estabilidad en el trabajo y de recibir bajos salarios, no cuentan con servicios médicos y ni siquiera con la esperanza de tener jubilación. Lo que vive y espera la vieja generación —de 65 años o más— también es alarmante. A partir de 2021 los trabajadores que se jubilen con el sistema AFORE[2] recibirán mensualmente tan sólo el 30% de su último salario. En este marco, es necesario señalar que las medidas “asistencialistas” de López Obrador, con subsidios para jóvenes y ancianos no son suficientes para abatir la miseria y en realidad son solamente migajas utilizadas como instrumentos de control ideológico. Para rematar, como efecto del confinamiento en México, de mediados de marzo a la primera semana de abril, se han despedido a 346 mil trabajadores —cifra que es mayor al número de empleos “permanentes” creados en 2019: 326,439— y las asociaciones empresariales amenazan con que la cifra de despedidos llegará a 1.4 millones. Cuando la burguesía presenta estas cifras quiere hacer creer que el deterioro a sus condiciones de vida y trabajo proviene de la situación extraordinaria que ha creado la pandemia. Sin embargo, ésta sólo ha hecho visibles los ataques que ya se venían aplicando y ha acelerado los que la burguesía tenía planteados como resultado de la agravación de la crisis.

Así, es preciso señalar que la política económica de AMLO no ha variado sustancialmente en relación a la de los gobiernos anteriores: el “mecanismo de austeridad” es sinónimo de recorte presupuestal en todas las áreas, a pesar de las promesas de impulso al gasto social. Una muestra clara es lo que ha hecho en sector salud cuyos cambios han significado recorte de los servicios y peores condiciones de atención. Por ejemplo, la desaparición del “Seguro popular” significó el recorte de 6,000 trabajadores de la salud que redujo aún más la cobertura de servicios, que de por sí ya reportaban, en 2018, cifras entre el 60% y 80% de lo mínimo recomendado por la OMS para diferentes componentes[3]. Recordemos que desde principios de año se ha presentado el desabasto de muchos medicamentos en clínicas y hospitales oficiales, acrecentado por la disputa que se presenta entre el gobierno y las empresas distribuidoras. Aunque se informaba que se ha aumentado al presupuesto 40 mil millones para la salud, esa suma no está destinada para ampliar la infraestructura, la cobertura o el número de servicios, sino sólo para dar soporte a la estructura ya existente. Toda esta austeridad en los gastos de salud ha potenciado sus efectos negativos de frente a los peligros mortales de la pandemia por el coronavirus. Por ejemplo, se ha reducido el personal de salud en un 30% por su mayor propensión al contagio, mientras que ya se reconocía la falta de 70,000 puestos antes de la pandemia (ídem.).

Hay que añadir que a fin de preservar los “equilibrios macroeconómicos”, el gobierno de López Obrador, incluso en el escenario de emergencia que trae la expansión del coronavirus, insiste en mantener la ‘austeridad’ en los gastos, el recorte de la plantilla laboral y el impulso del “rescate” de la industria petrolera. Así, no hay que olvidar que el FMI ha expuesto que el riesgo mayor para la economía mexicana en 2020 se encuentra en PEMEX, ya que representa una carga financiera, por efecto de su endeudamiento, que sigue siendo de 99 mil millones de dólares, por lo que existe la amenaza de que las calificadoras rebajen la calidad de la deuda y la lleven al nivel de “basura”. Por otra parte, la baja en los precios del petróleo -que ha obligado a la OPEP a exigir a sus miembros bajar la producción, será una carga muy pesada para el Estado que se apoya significativamente en la venta de este combustible. Con una situación, en que el precio por barril -a fines de abril- está en 8.53 dólares, y los costos de extracción en 14.4 dólares, crecen las dificultades económicas de PEMEX, pero también las del gobierno (y de los capitales privados con concesiones), lo que presagia la necesidad de rescates crediticios urgentes, como la CEPAL lo ha recomendado, lo cual no solucionará el problema, sino sólo lo esconderá por unos años. Ese escenario está coronado con la salida de capitales que no solo afecta a la paridad del peso con el dólar (al cerrar el 2019, la paridad estaba en 19.20 pesos por un dólar, a fines de abril está en 25.13), sino además refleja la dificultad presente en el proceso de acumulación.

La respuesta de clase trabajadora

Como ha sido por mucho tiempo en todo el mundo, la respuesta de la clase obrera ante los ataques de la crisis también ha estado casi ausente en México, a pesar del descontento que el proletariado mostró al inicio del sexenio por los despidos masivos que se realizaron, éste fue contenido al presentarlo como expresiones del recorte de la plantilla fraudulenta dejada por los gobiernos anteriores[4]. Por otro lado, una parte importante del proletariado se ha dejado arrastrar por las pugnas para crear los nuevos sindicatos, pero especialmente también por los cantos de sirena de la democracia y la “4ª Transformación” que Obrador ha mantenido como promesa.

Sin embargo, la clase trabajadora no está derrotada. Ya ha vuelto a la escena luchando en diferentes países, principalmente contra los cambios en la política de pensiones en Francia[5] desde finales de 2019 hasta principios de 2020 y en Italia hubo reacciones espontaneas de trabajadores porque los querían obligar a trabajar, a sabiendas de que se exponen al contagio de la pandemia del Covid-19[6]. En México ha habido protestas aún muy débiles por ejemplo de mineros en Coahuila, en varias ciudades se han manifestado enfermeros y médicos ante las malas condiciones de trabajo en el sector de salud pública y recientemente en Cd. Juárez, los obreros de la maquila también han expresado su descontento por el recorte salarial que los patrones quieren imponerles durante el tiempo de confinamiento. El periodo del confinamiento por la pandemia hará muy difícil la expresión de la lucha proletaria en todo el mundo, pero también traerá más ataques derivados de la suspensión de la actividad productiva y comercial en varios sectores. Las peores condiciones de vida y de trabajo para la clase trabajadora que traerán la recesión y los llamados de la burguesía a más sacrificios por la unidad nacional, para recuperar la actividad económica y sus ganancias, puede provocar que el proletariado reaccione y que se lance de nuevo a la calle para protestar y reflexionar, reanudando el camino para reconocerse como la única clase que puede derrocar este sistema de competencia, miseria, caos social y muerte.

RM, 25-abril-2020.

 

[2] Sistema de ahorro individualizado para el retiro

[3] Por cada 10,000 habitantes: 8/18 camas; 27/44 miembros del personal de salud, 1/12 doctores generales y especialistas (www.elindependientedehidalgo.com.mx)

[4] La plantilla de los llamados “aviadores” existía; sin embargo, era la menos interesada en protestar.

[6] Ver Covid-19: a pesar de todos los obstáculos, la lucha de clases trata de forjar su futuro

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