Informe sobre la descomposición hoy (mayo de 2017)

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La CCI adoptó las Tesis sobre la descomposición hace casi 30 años[1]. Desde entonces, este análisis de la fase actual de la vida de la sociedad se ha convertido en un elemento clave para que nuestra organización entienda cómo está cambiando el mundo. El siguiente documento es una actualización de las Tesis sobre la descomposición a la luz de la evolución de la situación mundial durante el último cuarto de siglo, y en particular durante el último período.

Concretamente, debemos comparar los puntos esenciales de las tesis con la situación actual: hasta qué punto los aspectos planteados han sido verificados, o incluso ampliados, o han sido negados o deben ser completados. Este enfoque sistemático es tanto más necesario cuanto que, entre los efectos del período de descomposición, por su propia naturaleza, los revolucionarios se enfrentan constantemente a un fenómeno que pesa sobre el conjunto de la sociedad, "el rechazo hacia un  pensamiento racional, coherente, construido, incluso desde ciertos círculos "científicos" (Tesis 8), lo que explica en parte por qué esta cuestión no es comprendida en la mayoría de los grupos que afirman formar parte de la Izquierda Comunista. En particular, la actual situación mundial exige que volvamos sobre tres cuestiones clave:

- terrorismo

- refugiados

- el auge del populismo como manifestación de la pérdida de control de la burguesía sobre su juego político.

1) El marco general para el análisis de la descomposición

".... es esencial destacar la diferencia fundamental entre los elementos de descomposición que han afectado al capitalismo desde principios de siglo [el siglo XX] y la descomposición generalizada en la que se está hundiendo este sistema y que sólo puede empeorar. También aquí, más allá del aspecto estrictamente cuantitativo, el fenómeno de la descomposición social está alcanzando tal profundidad y extensión que está adquiriendo una cualidad nueva y singular, manifestando la entrada del capitalismo decadente en una fase específica -la última- de su historia, en la que la descomposición se convierte en un factor, si no en el factor, decisivo en la evolución de la sociedad". (Punto 2)

"En términos concretos, no sólo la naturaleza imperialista de todos los Estados, la amenaza de la guerra mundial, la absorción de la sociedad civil por el Moloch estatal, la crisis permanente de la economía capitalista, permanecen en la fase de descomposición, sino que esta última más bien se presenta como la consecuencia final, la síntesis completa de todos estos elementos". (Punto 3)

 "En una situación en la que las dos clases fundamentales y antagónicas de la sociedad chocan sin lograr imponer su propia respuesta decisiva, la historia no puede, sin embargo, detenerse. Incluso menos que para los otros modos de producción que la precedieron, no puede haber una "congelación" o "estancamiento" de la vida social para el capitalismo. Mientras que las contradicciones del capitalismo en crisis no hacen más que empeorar, la incapacidad de la burguesía de ofrecer una perspectiva para toda la sociedad y la incapacidad del proletariado de afirmar abiertamente la suya propia en el futuro inmediato sólo puede conducir a un fenómeno de descomposición generalizada, de la podredumbre en la raíz de la sociedad". (Punto 4)

"En efecto, ningún modo de producción puede vivir, desarrollarse, mantenerse sobre bases viables, garantizar la cohesión social, si no es capaz de presentar una perspectiva a toda la sociedad que domina. Y esto es particularmente cierto para el capitalismo como el modo de producción más dinámico de la historia". (Punto 5)

"....La situación actual se define, en cambio, en que la clase obrera no es todavía capaz de entablar ya el combate por su propia perspectiva, la única verdaderamente realista, la de la revolución comunista, pero también en que la burguesía es incapaz de proponer la menor perspectiva, ni siquiera a corto plazo, pues la capacidad que ésta demostró en el pasado, incluso en el período de decadencia, para limitar y controlar el fenómeno de descomposición va a desaparecer ante los golpes de ariete de la crisis". (Punto 5)

Para empezar, debemos enfatizar un aspecto esencial de nuestro análisis: el término "descomposición" se utiliza de dos maneras diferentes. Por un lado, se aplica a un fenómeno que afecta a la sociedad, particularmente en el período de decadencia del capitalismo, y por otro lado, se refiere a una fase histórica particular del capitalismo, su fase final:

"(....) el fenómeno de la descomposición social está alcanzando tal profundidad y extensión que está adquiriendo una cualidad nueva y singular que manifiesta la entrada del capitalismo decadente en una fase específica -la última- de su historia, la fase en la que la descomposición se convierte en un factor, si no en el factor, decisivo en la evolución de la sociedad".

Sobre la base de nuestro análisis de la descomposición, se observa esta situación sin precedentes en la que ninguna de las dos clases principales de la sociedad, la burguesía y el proletariado, es capaz de aplicar su propia respuesta a la crisis de la economía capitalista, la guerra mundial o la revolución comunista. Incluso si hubiera habido un cambio en el equilibrio de poder entre las clases, si, por ejemplo, la burguesía se moviera hacia una nueva guerra generalizada o si el proletariado se compromete a participar en luchas que abrieran una perspectiva revolucionaria, esto no significaría que este período de descomposición de la sociedad hubiera terminado (como el GIGC afirma estúpidamente, por ejemplo). El proceso de descomposición de la sociedad es irreversible porque corresponde a la fase de agonía de la sociedad capitalista. Lo único que podría ocurrir en caso de que se produjera tal cambio es una ralentización de este proceso, y desde luego no un "retroceso". Pero, en cualquier caso, el cambio no puede producirse. Durante el último cuarto de siglo, el proletariado mundial ha sido absolutamente incapaz en su inmensa mayoría de darse a sí mismo una perspectiva de derrocar el orden existente. Por el contrario, hemos sido testigos de una disminución de su combatividad, así como de su capacidad para desplegar esta arma fundamental de su lucha, la solidaridad.

 Del mismo modo, la burguesía no ha logrado darse una perspectiva real "excepto la de ir parcheando su economía en el día a día" (Tesis, punto 9). Tras el colapso del bloque del Este, la economía mundial parecía haber atenuado su crisis tras un período de inestabilidad en la región. En particular, hemos visto el surgimiento de los BRICs[2] con impresionantes tasas de crecimiento. Sin embargo, la bella euforia que se había apoderado de la burguesía mundial, sugiriendo que su economía podía recuperarse como en los "30 gloriosos", fue cruelmente dañada por las sacudidas de 2007-2008, que pusieron de manifiesto la fragilidad del sector financiero y amenazaron con una depresión similar a la de los años treinta. La burguesía mundial ha logrado limitar los daños, en particular inyectando enormes cantidades de fondos públicos en la economía, lo que ha llevado a una explosión de las deudas soberanas y causó, de forma destacada, la crisis del euro en 2010-2013. Al mismo tiempo, la tasa de crecimiento de la mayor economía del mundo se mantuvo por debajo del nivel anterior al 2007, a pesar de que las tasas de interés eran, prácticamente, igual a cero. En cuanto a los tan aclamados BRICs, ahora se han reducido a ICs ya que Brasil y Rusia se enfrentan a una espectacular ralentización en su crecimiento, o incluso a una recesión. Lo que hoy domina a la clase dominante no es la euforia, la creencia en un "mañana radiante", sino, más bien, la melancolía y la ansiedad, lo que ciertamente no se hace público para dar a la sociedad en su conjunto la sensación de que "un futuro mejor es posible", especialmente entre los explotados cuyas condiciones de vida se deterioran constantemente.

Así, las condiciones históricas que causaron esta fase de descomposición no sólo continuaron, sino que empeoraron, resultando en un aumento en la mayoría de las manifestaciones de la descomposición.

Para comprender plenamente esta agravación es importante recordar que -como se señala en el punto 2 de las Tesis- estamos hablando del tiempo o fase de descomposición y no simplemente de "manifestaciones de descomposición".

El punto 1 de las Tesis enfatiza que hay una diferencia crucial entre la decadencia del capitalismo y la decadencia de los otros modos de producción que le precedieron. Enfatizar esta diferencia es importante en relación a la cuestión que es la clave de la descomposición: la perspectiva. En lo que respecta a la decadencia del feudalismo, estaba limitada por el surgimiento "paralelo" de las relaciones capitalistas y el ascenso gradual y parcial de la clase burguesa. La descomposición de una serie de formas económicas, sociales, ideológicas y políticas de la sociedad feudal era atenuada de alguna manera por la instrumentalización de esta sociedad (no necesariamente con una conciencia real) por el nuevo modo de producción emergente. Se pueden dar dos ejemplos: la monarquía absoluta contribuyó en algunos países al desarrollo económico del capital, ayudando a la formación de un mercado nacional; la visión religiosa de la "purificación del cuerpo" -supuestamente el hogar del diablo- fue útil en la acumulación primitiva de capital para el crecimiento de la tasa de natalidad y para imponer disciplina a los futuros proletarios.

Por eso, en la decadencia del feudalismo, podían existir manifestaciones de descomposición social más o menos extensas, pero no podía haber un período específico de descomposición. En la historia de la humanidad, algunas civilizaciones muy aisladas han terminado en una completa descomposición que ha llevado a su desaparición. Sin embargo, sólo el capitalismo puede tener en su decadencia una etapa global de descomposición, como fenómeno histórico y mundial.

 2) Las manifestaciones sociales de la descomposición

Las tesis de 1990 indicaban las principales manifestaciones sociales de la descomposición:

-“la multiplicación de  hambrunas en los países del "Tercer Mundo" (...)

- la transformación de ese mismo "Tercer Mundo" en un enorme tugurio donde cientos de millones de seres humanos sobreviven como ratas en las alcantarillas (...)

- el desarrollo del mismo fenómeno en el corazón de las grandes ciudades de los países "avanzados" (...)

 los efectos humanos, sociales y económicos cada vez más devastadores de las catástrofes "naturales" (...)

- la degradación del medio ambiente, que está alcanzando proporciones asombrosas (...)" (Punto 7)

Las cifras oficiales de la FAO muestran una disminución de la subnutrición desde el decenio de 1990. Sin embargo, todavía hay casi mil millones de personas que están desnutridas en la actualidad. Esta tragedia afecta principalmente a Asia del Sur y especialmente al África subsahariana, donde en algunas regiones casi la mitad de la población padece hambre, especialmente los niños, con consecuencias dramáticas para su crecimiento y desarrollo. Si bien la tecnología ha permitido aumentos fenomenales de la productividad, incluso en el sector agrícola, y, mientras que los agricultores de muchos países no pueden vender sus productos, el hambre sigue siendo un flagelo para cientos de millones de personas como en los peores momentos de la historia de la humanidad. Y si no afecta a los países ricos es porque el Estado todavía es capaz de alimentar a sus pobres. Por ejemplo, 50 millones de personas en los Estados Unidos reciben vales de ayuda alimentaria.

Hoy en día, más de mil millones de personas viven en tugurios y el número no ha hecho más que aumentar desde 1990. Así, la "transformación del "Tercer Mundo" en un inmenso tugurio" ha sido plenamente comprobada, hasta el punto de que el informe Global Risks presentado en el Foro de Davos en 2015 sitúa por primera vez la "urbanización rápida e incontrolada" entre los principales riesgos que amenazan al planeta, señalando en particular que, a escala mundial, "el 40% del crecimiento urbano tiene lugar en tugurios", lo que significa que esta proporción es mucho mayor en los países subdesarrollados.

Y este fenómeno de desarrollo de los aglomeraciones gigantescas de tugurios tiende a extenderse en los países más ricos, en diversas formas: millones de estadounidenses pierden sus hogares durante la crisis de las "subprime" aumentando las cohortes de personas que antes no tenían hogar, los campamentos de romaníes o de refugiados en las afueras de muchas ciudades europeas, e incluso en sus centros.... E incluso para los que tienen vivienda permanente, decenas de millones de ellos viven en verdaderos barrios de tugurios. Así, en 2015, el 17,4% de los habitantes de la Unión Europea ocupaban viviendas superpobladas, el 15,7% de las viviendas con fugas o en descomposición y el 10,8% eran viviendas sin calefacción. Y no sólo en el caso de los países pobres de Europa, ya que en Alemania las cifras fueron del 6,7%, 13,1% y 5,3% respectivamente, y en el Reino Unido del 8%, 15,9% y 10,6%.

Con respecto a los desastres "accidentales", hay muchos ejemplos que podrían citarse en los últimos 25 años. Baste mencionar dos de los más espectaculares y dramáticos, que no solo afectan a los países del Tercer Mundo, sino igualmente a las dos potencias económicas más desarrolladas: las inundaciones de Nueva Orleáns en agosto de 2005 (casi 2.000 muertos, una ciudad que quedó sin habitantes) y la catástrofe de Fukushima en marzo de 2011, que está al mismo nivel que la de Chernóbil en 1986)[3].

En cuanto a "la degradación ambiental que está alcanzando proporciones asombrosas", aún estábamos muy lejos, cuando se redactó esta frase, de las observaciones y previsiones que ahora son aceptadas unánimemente en los círculos científicos y que la mayoría de los sectores burgueses en todos los países han retomado (aunque la clase dominante sea incapaz de implementar las medidas necesarias debido a las propias leyes del capitalismo). La lista es larga, no sólo de las catástrofes que esperan a la humanidad como consecuencia de la devastación del medio ambiente, sino también de las que ya nos están afectando: la contaminación del aire en las ciudades y del  agua de los  océanos, el cambio climático con fenómenos meteorológicos cada vez más violentos, la propagación de la desertificación, la desaparición acelerada de especies vegetales y animales que amenaza  cada vez más el equilibrio biológico de nuestro planeta (por lo tanto, la desaparición de las abejas es una amenaza para nuestros recursos alimentarios).

 3) Manifestaciones políticas e ideológicas de la descomposición

El cuadro que presentamos en 1990 era el siguiente:

-“la increíble corrupción que está creciendo y prosperando en el sistema político (...)

- el desarrollo del terrorismo, la toma de rehenes, como medio de guerra entre Estados, en detrimento de las "leyes" que el capitalismo había adoptado anteriormente para "regular" los conflictos entre fracciones de la clase dominante

- el aumento constante de la delincuencia, la inseguridad y la violencia urbana (...)

- el desarrollo del nihilismo, el suicidio juvenil, la desesperación, el odio y la xenofobia (...)

-  la imparable marea de la drogadicción, fenómeno hoy de masas, poderosa causa de la corrupción de los Estados y de los organismos financieros, (...)

- la profusión de sectas, el renacimiento del espíritu religioso, incluso en algunos países avanzados, el rechazo de un pensamiento racional, coherente, construido (...)

- la invasión de estos mismos medios de comunicación por el espectáculo de la violencia, el horror, la sangre, las masacres (...)

- la nulidad y la venalidad de todas las producciones "artísticas", la literatura, la música, la pintura, la arquitectura (...)

- El "sálvese quien pueda", la marginación, la atomización de los individuos, la destrucción de las relaciones familiares, la exclusión de los ancianos, la aniquilación de la afectividad" (punto 8).

Todos estos aspectos han sido confirmados e incluso agravados. Dejando de lado por un momento los aspectos relacionados con los puntos que más adelante serán objeto de especial atención (el terrorismo, la cuestión de los refugiados y el auge del populismo), podemos observar, por ejemplo, que la violencia y la delincuencia urbana han estallado en muchos países de América Latina y también en los suburbios de algunas ciudades europeas, en parte en relación con el tráfico de drogas, pero no sólo. Con respecto a este tráfico, y al enorme peso que ha tenido en la sociedad, incluso en términos económicos, se puede decir que corresponde a la existencia de un "mercado" en constante expansión debido a la creciente inquietud y desesperación que afecta a todos los segmentos de la población. En cuanto a la corrupción, y a todas las manipulaciones muy propias de la “delincuencia  de guante blanco", en los últimos años no han sido nada tacañas  en términos de darse a conocer (como las de los "Panamá papers", que tan solo ha sido  una pequeña punta del iceberg del gansterismo  en el que las finanzas se están adentrando cada vez más). En cuanto a la venalidad de las creaciones artísticas y su inclusión en este medio, podemos mencionar la reciente concesión del Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan, símbolo artístico de la revuelta de los años sesenta, pero podríamos encontrar muchos otros. Por último, la destrucción de las relaciones humanas, de los lazos familiares y afectivos no ha hecho más que empeorar, como lo demuestra el consumo de antidepresivos, la explosión del sufrimiento psicológico en el trabajo, la aparición de nuevas profesiones destinadas a "entrenar" a las personas, así como la aparición de auténticas hecatombes, como la que se produjo en Francia en el verano de 2003, en la que murieron 15.000 personas ancianas durante la ola de calor.

4) La cuestión del terrorismo

Obviamente, esta no es una cuestión nueva ni en la historia ni en los análisis de la CCI (ver por ejemplo los textos "Terror, terrorismo y violencia de clase" publicados en los números 14 y 15 de la Revista Internacional[4]).

Dicho esto, es importante recordar que fue después de los atentados de París en 1985 cuando nuestro camarada MC comenzó a reflexionar sobre la descomposición. Las tesis analizan como de una manera muy significativa se está produciendo la entrada del capitalismo en la fase de descomposición: "el desarrollo del terrorismo, la toma de rehenes, como medio de guerra entre Estados, en detrimento de las "leyes" que el capitalismo había adoptado previamente para "regular" los conflictos entre fracciones de la clase dominante".

No es necesario señalar la importancia que ha tomado esta cuestión en la vida del capitalismo. Hoy en día, el terrorismo como instrumento de guerra entre Estados ha adquirido un lugar central en la vida de la sociedad. Incluso hemos visto la creación de un nuevo Estado, Daesh, con su ejército, policía, administración y escuelas, donde el terrorismo es el arma preferida.

El crecimiento cuantitativo y cualitativo del lugar del terrorismo dio un paso decisivo hace 15 años con el ataque a las Torres Gemelas, y fue la primera potencia mundial la que deliberadamente le abrió la puerta para justificar su intervención en Afganistán e Irak[5]. Posteriormente se confirmó con los atentados de Madrid en 2004 y Londres en 2005. El establecimiento de Daesh en 2013-14 y los ataques en Francia en 2015-16, Bélgica y Alemania en 2016 representan otro paso importante en este proceso.

 Además, las tesis nos dan elementos para explicar la creciente fascinación por el yihadismo y los actos suicidas por parte de la juventud de los países desarrollados:

-“el desarrollo del nihilismo, el suicidio juvenil, la desesperación, el odio y la xenofobia

- la profusión de sectas, el renacimiento del espíritu religioso, incluso en algunos países avanzados, el rechazo de un pensamiento racional, coherente, construido (...)

- la invasión de estos mismos medios de comunicación por el espectáculo de la violencia, el horror, la sangre, las masacres (...)"

Todos estos aspectos se han fortalecido en las últimas décadas. Afectan a todos los sectores de la sociedad. Así, en el país más avanzado del mundo, hemos visto surgir una "derecha religiosa" (el "Tea Party") dentro de uno de los dos partidos políticos encargados de gestionar los intereses del capital nacional, un movimiento que afecta a los sectores más privilegiados de la sociedad. Del mismo modo, en un país como Francia, la adopción del matrimonio entre personas del mismo sexo (que en sí mismo fue sólo un movimiento de distracción de la izquierda ante la traición de sus promesas electorales y sus ataques a los explotados) ha visto manifestarse en contra a millones de personas, de todos los orígenes sociales, pero especialmente a la burguesía y a la pequeña burguesía, que consideraban que tal medida era un insulto a Dios. Al mismo tiempo, el oscurantismo y el fanatismo religioso aumentan constantemente entre los segmentos más desfavorecidos de la población, en particular los jóvenes proletarios de origen musulmán inmigrante, que traen consigo un número significativo de jóvenes nacionales "nativos". Nunca antes en las ciudades europeas se habían visto tantas velas, o incluso burkas, en las cabezas de las mujeres musulmanas. ¿Y qué decir de la actitud de aquellas decenas de miles de jóvenes que, tras el asesinato de los dibujantes del periódico Charlie Hebdo, consideraban que se lo habían buscado al dibujar y satirizar al "Profeta"?

5) La cuestión de los refugiados

Esta cuestión no se aborda en las tesis de 1990. Vamos a desarrollar un complemento en este texto.

En los últimos años, la cuestión de los refugiados se ha convertido en un tema central en la vida de la sociedad. En el 2015, más de 6 millones de personas se vieron obligadas a abandonar su país, lo que elevó el número de refugiados en el mundo a más de 65 millones (más que la población de Gran Bretaña). A este número hay que añadir los 40 millones de personas que están desplazadas dentro de su propio país. Se trata de un fenómeno sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial.

Los movimientos de población forman parte de la historia de la especie humana, una especie que apareció en una pequeña región de África Oriental hace 200.000 años y se extendió por todo el mundo, dondequiera que hubiera recursos explotables para alimentarse y satisfacer otras necesidades básicas de la vida. Uno de los grandes momentos de estos desplazamientos de población es la colonización de la mayor parte del planeta por las potencias europeas, un fenómeno que apareció hace 500 años y que coincidió con el auge del capitalismo (ver las páginas del Manifiesto Comunista sobre este tema). En general, los flujos migratorios (si pueden incluir comerciantes, aventureros o soldados conquistadores) se componen principalmente de poblaciones que huyen de su país debido a la persecución (protestantes ingleses del "Mayflower", judíos de Europa del Este) o de  la pobreza (irlandeses, sicilianos). Sólo con la entrada del capitalismo en su período de decadencia se invierten los flujos migratorios dominantes. Cada vez más, son los habitantes de las colonias los que, expulsados por la pobreza, vienen a buscar trabajo (generalmente poco cualificado y muy mal pagado) en las áreas metropolitanas. Este fenómeno continuó después de las sucesivas oleadas de descolonización desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta el decenio de 1960. Fue a finales de los años sesenta cuando la crisis abierta de la economía capitalista, que vio un aumento del desempleo en los países desarrollados al mismo tiempo que el aumento de la pobreza en las antiguas colonias, condujo a un aumento significativo de la inmigración ilegal. Desde entonces, la situación no ha hecho más que empeorar a pesar de la hipócrita retórica de la clase dominante, que encuentra en estos "inmigrantes indocumentados" una mano de obra aún más barata que la de quienes sí tienen papeles.

Así, durante varias décadas, los flujos migratorios estuvieron relacionados principalmente con la emigración económica. Pero lo que es nuevo, en los últimos años, es que la proporción de inmigrantes que huyen de su país por razones de guerra o represión se ha multiplicado vertiginosamente, creando una situación como la que vivimos al final de la Guerra de España o al final de la Segunda Guerra Mundial. Año tras año, el número de refugiados que llaman a las puertas de Europa por todo tipo de medios, incluidos los más peligrosos, va en aumento, lo que supone una carga para la capacidad de acogida de los países europeos y convierte la cuestión de los refugiados en una cuestión política de primer orden en estos países (véase más adelante la cuestión del populismo).

Los desplazamientos masivos de población no son fenómenos específicos de la fase de descomposición. Pero ahora están adquiriendo una dimensión que los convierte en un elemento singular de esta descomposición y podemos aplicar a este fenómeno lo que dijimos en 1990 sobre el desempleo:

"De hecho, el desempleo, que es un resultado directo de la crisis económica, si no es en sí mismo una manifestación de la descomposición, conduce, en esta fase particular de decadencia, a consecuencias que lo convierten en un elemento singular de esta descomposición". (Punto 14)

 6) El auge del populismo

El año 2016, con el "Brexit" en junio y la elección de Donald Trump a la cabeza  de la primera potencia mundial en noviembre, pero también el empuje del partido de extrema derecha AfD en las elecciones regionales de Alemania en septiembre, marca un paso importante en el desarrollo de un fenómeno que hasta ahora sólo había sido significativo en países como Francia, Austria o, en menor medida, Italia: el surgimiento del movimiento populista de extrema derecha en las elecciones. Un fenómeno que, obviamente, no es el resultado de una voluntad política deliberada de los sectores dominantes de la burguesía, aunque, obviamente, estos sectores sepan cómo volverlo contra la conciencia del proletariado.

Las tesis de 1990 decían:

"Entre las principales características de la descomposición de la sociedad capitalista está la creciente dificultad de la burguesía para controlar la evolución de la situación en el plano político." (Punto 9)

"Esta tendencia general hacia la pérdida de control por parte de la burguesía sobre la conducción de su política, si bien constituyó uno de los principales factores del colapso del bloque del Este, no hizo más que acentuarse aún más con este colapso:

- el empeoramiento de la crisis económica resultante de esto último;

- la dislocación del bloque occidental provocada por la desaparición de su rival;

- la exacerbación de las rivalidades particulares entre los diferentes sectores de la burguesía (en particular entre fracciones nacionales, pero también entre camarillas dentro del mismo Estado nacional) como resultado del alejamiento momentáneo de la perspectiva de la guerra mundial". (Punto 10)

La primera consecuencia, el empeoramiento de la crisis económica resultante del colapso del bloque del Este, si bien se produjo al principio, no continuó. Sin embargo, los demás aspectos siguieron siendo válidos. Lo que hay que destacar en la situación actual es la confirmación plena de este aspecto que identificamos hace 25 años: la tendencia a una creciente pérdida de control de la clase dominante sobre su aparato político.

Obviamente, estos acontecimientos son utilizados por diferentes sectores de la burguesía (y especialmente los de la izquierda) para reavivar la llama del antifascismo (este es particularmente el caso en Alemania) por razones históricas obvias. También en Francia hubo un "Frente Republicano" en las últimas elecciones regionales de diciembre de 2015, en las que el Partido Socialista retiró a sus candidatos y llamó a votar por la derecha para bloquear el paso al Frente Nacional. Dicho esto, está claro que el objetivo principal de las campañas antifascistas, como nos lo ha enseñado la historia, la clase obrera, no constituye una amenaza, ni siquiera una preocupación importante para la burguesía en la actualidad.

En realidad, la visión casi unánime que se ha adoptado en los sectores más responsables de la burguesía y sus medios de comunicación contra el Brexit, contra la elección de Trump, contra la extrema derecha en Alemania o contra el Frente Nacional en Francia, no puede considerarse una maniobra: las opciones económicas y políticas del populismo no constituyen una opción realista para la gestión del capital nacional (a diferencia de las opciones de la izquierda capitalista que proponen una vuelta a medidas de tipo keynesiano como respuesta a los "excesos" de la globalización ordo-liberal). Si nos limitamos a Europa, los gobiernos populistas, si pusieran en práctica sus programas, sólo podrían dar lugar a una especie de vandalismo que no haría sino agravar la inestabilidad que amenaza a las instituciones del continente. Esto es tanto más cierto cuanto que el personal político de los movimientos populistas, a pesar de haber adquirido una gran experiencia en el campo de la demagogia, no está en absoluto dispuesto a hacerse cargo de los asuntos del Estado. Cuando desarrollamos nuestro análisis de la descomposición, consideramos que este fenómeno afectaba la forma de los conflictos imperialistas (ver "Militarismo y descomposición", Revista Internacional No. 64[6]) y también la conciencia del proletariado. Por otro lado, consideramos que no tuvo un impacto real en la evolución de la crisis del capitalismo. Si el actual ascenso del populismo llevara a la llegada al poder de esta corriente en algunos de los principales países europeos, podríamos ver cómo se desarrolla este impacto de la descomposición.

De hecho, el ascenso del populismo, si tiene causas específicas en un país en particular (tras la caída del estalinismo en algunos países de Europa Central, los efectos de la crisis financiera de 2007-2008 que arruinó y privó a millones de estadounidenses de sus hogares, etc.), conlleva un elemento común que está presente  en la mayor parte de los países avanzados: la profunda  pérdida  de confianza hacia  las "élites", es decir, en los partidos gobernantes tradicionales (conservadores o progresistas de tipo socialdemócrata) debido a su incapacidad para restablecer la salud de la economía, para frenar el aumento constante del desempleo o de la pobreza. En este sentido, el ascenso del populismo constituye una especie de revuelta contra los actuales líderes políticos, pero una revuelta que no puede conducir a una perspectiva alternativa hacia el capitalismo. La única clase que puede dar tal alternativa es el proletariado cuando se moviliza en su terreno de clase y toma conciencia de la necesidad y posibilidad de la revolución comunista. Este es el caso del populismo, al igual que los distintos fenómenos generales de la  descomposición de la sociedad que enmarcan  la fase actual de la vida del capitalismo: su causa determinante es la incapacidad del proletariado para presentar su propia respuesta, su propia alternativa a la crisis del capitalismo. En esta situación de vacío, en cierto modo, de pérdida de confianza en las instituciones oficiales de la sociedad que ya no son capaces de protegerla, de pérdida de confianza en el futuro, la tendencia a volver al pasado, a buscar chivos expiatorios que serían los responsables de las catástrofes, es cada vez más fuerte. En este sentido, el surgimiento del populismo es un fenómeno totalmente propio del período de descomposición. Esto es tanto más importante cuanto que encuentra valiosos aliados en el aumento del terrorismo, que crea una creciente sensación de miedo e impotencia, y en la llegada masiva de refugiados que se teme que quite trabajo o colapse la sanidad y la enseñanza o que escondan a nuevos terroristas entre ellos.

Cuando identificamos la entrada del capitalismo global en la fase aguda de su crisis económica, observamos que este sistema había logrado, inicialmente, rechazar sus efectos más catastróficos hacia la periferia, pero que estos efectos volverían inevitablemente hacia el centro como un bumerang. El mismo esquema se aplica a las tres cuestiones  que acaban de ser examinadas con más detalle puesto que:

- el terrorismo ya existe a una escala mucho más dramática en algunos países periféricos

- estos mismos países se enfrentan a la cuestión de los refugiados a una escala mucho mayor que en los países centrales

- estos países también se caracterizan por las convulsiones de su aparato político.

El hecho de que hoy seamos testigos de tal retorno, tipo bumerang, hacia los países centrales es una señal de que la sociedad humana está dando un paso más en su proceso de descomposición.

 7) La dificultad general que plantea la descomposición para ser reconocida

Una de las razones de la dificultad que encuentra el proletariado y, en primer lugar, su propia vanguardia, para identificar y comprender este período de descomposición y armarse contra él, es la naturaleza misma de la descomposición como fase histórica.

El proceso de descomposición que marca el período histórico actual es un fenómeno que avanza de manera muy insidiosa. En la medida en que afecta a los fundamentos más profundos de la vida social y se manifiesta en un deterioro de las relaciones sociales más arraigadas, no tiene necesariamente una expresión única e indiscutible, como lo fue, por ejemplo, el estallido de la Segunda Guerra Mundial o los intentos revolucionarios. Más bien, se expresa por una proliferación de fenómenos que aparentemente no están relacionados entre sí.

En sí mismo, cada uno de los fenómenos que pueden identificar la descomposición no es nuevo, cada uno se relaciona con etapas previas de la decadencia capitalista. Por ejemplo, estamos asistiendo a una continuación de las guerras imperialistas. Sin embargo, dentro de esta continuidad encontramos al cada uno para sí y en particular "el desarrollo del terrorismo, la toma de rehenes, como medio de guerra entre Estados, en detrimento de las "leyes" que el capitalismo había adoptado previamente para "regular" los conflictos entre fracciones de la clase dominante" (Tesis 8). Estos elementos parecen "confusos" en medio de las características clásicas y generales de la guerra imperialista, haciéndolos difíciles de identificar. Una simple mirada superficial no logra identificarlos. Lo mismo ocurre con el aparato político de la burguesía (así, el surgimiento del populismo puede estar vinculado erróneamente al fenómeno del fascismo en el período de entreguerras).

El hecho de que las dos clases fundamentales de la sociedad (el proletariado y la burguesía) sean incapaces de aportar una perspectiva favorece la falta de una visión global, el acomodarse de una manera pasiva ante lo que existe. Esto favorece las estrechas visiones pequeñoburguesas, ciegas, carentes de una orientación hacia el futuro. Se puede decir que la descomposición en sí misma es un factor poderoso para destruir la conciencia de su realidad. Esto es muy peligroso para el proletariado. Pero también produce una ceguera de la burguesía, de modo que la descomposición, por la dificultad de ser reconocida, produce un fenómeno acumulativo, en espiral a nivel de sus efectos.

Por último, dos tendencias específicas del capitalismo agravan aún más esta dificultad para reconocer la descomposición y sus consecuencias:

- El capitalismo es el modo de producción más dinámico de la historia (Tesis 5) y "la burguesía no puede existir sin revolucionar constantemente los instrumentos de producción, lo que significa las relaciones de producción, es decir, todas las relaciones sociales" (Manifiesto Comunista). Esto da la impresión de una "modernidad" permanente, una sociedad que, a pesar de todo, "progresa" y se desarrolla. Una de las consecuencias de ello es que la descomposición no se manifiesta de manera uniforme en todos los países. Está más mitigada en China o en otros países asiáticos. Sin embargo, toma una forma mucho más extrema en otras partes del mundo, por ejemplo, en África o en algunos países de América Latina. Todo esto tiende a "enmascarar" la descomposición. Se podría muy bien decir que el olor nauseabundo que produce se atenúa  por el  perfume seductor  de la "modernidad".

- En los países más desarrollados, la burguesía, con el desarrollo del capitalismo de Estado, todavía es capaz de producir ciertas contracorrientes para limitar los efectos de la descomposición. Vimos un ejemplo de esto en el caso del Brexit, donde la burguesía británica se organizó rápidamente para limitar sus daños.

 8) El impacto de la descomposición en la clase obrera

En el punto 13, las Tesis abordan esta cuestión en los siguientes términos:

"Los diferentes elementos que constituyen la fuerza del proletariado se enfrentan directamente con las diversas facetas de esta descomposición ideológica:

- la acción colectiva, la solidaridad, encuentran ante ellos la atomización, el "sálvese quien pueda", la "inventiva individual";

- la necesidad de organización se enfrenta a la descomposición social, a la desestructuración de las relaciones que subyacen a toda la vida en sociedad;

- la confianza en el futuro y en su propia fuerza se ve constantemente socavada por la desesperación general que invade a  la sociedad, por el nihilismo, por el "no futuro";

- la conciencia, la lucidez, la coherencia y la unidad de pensamiento, el gusto por la teoría, encuentran un camino difícil a través de la huida hacia quimeras, las drogas, las sectas, el misticismo, el rechazo hacia  la reflexión, la destrucción del pensamiento que caracterizan a nuestro tiempo". (Tesis 13)

Las experiencias de lucha de los últimos 25 años han confirmado en gran medida estos análisis. En particular, cuando examinamos los dos movimientos más avanzados de todo este período: el movimiento anti-CPE en 2006 en Francia y el movimiento de los Indignados en España en 2011[7]. Es cierto que la solidaridad estaba en el centro de estos dos movimientos, como había estado en el centro de experiencias más limitadas - por ejemplo, la movilización contra la reforma de las pensiones en Francia en 2003 o la huelga del Metro en Nueva York en 2005. Sin embargo, estas manifestaciones permanecieron aisladas y, más allá de una simpatía bastante pasiva, no generaron una movilización general de la clase.

La acción colectiva y solidaria, una de las características fundamentales de la lucha proletaria, ha tenido muchas más dificultades que en el pasado para expresarse, a pesar de la gravedad de los ataques contra la clase obrera, por ejemplo, en términos de despidos. Es cierto que la intimidación ejercida por la crisis provoca un repliegue temporal en la combatividad; sin embargo, el hecho de que dicho repliegue haya sido casi permanente nos obliga a comprender que este factor, si bien juega un papel, no es el único, y debemos considerar la importancia de lo que dice la Tesis 13, el "cada uno para sí ", la atomización, el “apañarse cada cual”.

La cuestión de la organización está en el centro de la lucha del proletariado. Dejando de lado las enormes dificultades que tienen las minorías revolucionarias para tomar en serio la cuestión organizativa (que merecería otro texto), las dificultades de la clase para organizarse se han agravado, a pesar de la espectacular aparición de las Asambleas Generales en el movimiento de los  Indignados o en el movimiento anti-CPE. Más allá de estos ejemplos más avanzados, que siguen siendo un hito para el futuro, muchas otras luchas similares han tenido grandes dificultades para organizarse. Es el caso, por ejemplo, del movimiento "Occupy" en el 2011 o de los movimientos en Brasil y Turquía en el 2013.

La confianza en su propia fuerza como clase, un elemento clave de la lucha del proletariado, ha sido terriblemente escasa. En los dos movimientos importantes que acabamos de mencionar, la gran mayoría de los participantes no se reconocían a sí mismos como clase obrera. Más bien, se veían a sí mismos como " ciudadanos de abajo", lo que es muy peligroso desde el punto de vista del impacto de las ilusiones democráticas, pero también de frente a la actual ola populista.

La confianza en el futuro, y en particular en la posibilidad de una nueva sociedad, también ha estado ausente más allá de unas cuantas intuiciones demasiado generales o de la capacidad de plantarse de manera bastante embrionaria cuestiones tales como las del Estado, la moral, la cultura, etc. Estos intentos son, ciertamente, muy interesantes desde el punto de vista del futuro, sin embargo, han sido muy limitados, y desde un punto de vista general muy por debajo del nivel de reflexión que existía en los movimientos más avanzados en 1968.

La conciencia y el pensamiento estructurado constituyen uno de los elementos, como se señala en el punto 13 de las Tesis, que encuentran un enorme muro frente a ellos para desarrollarse. Si bien el 68 fue preparado por una gran efervescencia social a nivel de las minorías y dio lugar, posteriormente y durante un tiempo, a una proliferación de elementos en búsqueda, cabe señalar la escasa maduración social que preparó y siguió los movimientos de 2006 y 2011.

 A pesar de la gravedad de la situación histórica - incomparablemente más grave que la del 68 - no ha habido una nueva generación de minorías revolucionarias. Esto demuestra que la brecha tradicional en el proletariado -como señaló Rosa Luxemburgo- entre la evolución objetiva y la comprensión subjetiva se ha agudizado de manera muy significativa con la descomposición, un fenómeno que no debe subestimarse.

 

[2] BRICS: Acrónico sobre 5 Estados: Brasil, China, India, Rusia y Sudáfrica que fueron presentados como una “gran esperanza” de desarrollo capitalista. Ver Crisis económica mundial: los brics no flotan, https://es.internationalism.org/cci-online/201209/3467/crisis-economica-mundial-los-brics-no-flotan

[7] Ver Tesis sobre el movimiento de los estudiantes de la primavera de 2006 en Francia https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200 y 2011: de la indignación a la esperanza /content/3349/2011-de-la-indignacion-la-esperanza

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